Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Repuesto [LP1] por Annie_Powers

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Agonizaba. De verdad que agonizaba. Sentía que me moría. La angustia me estaba matando. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que hacerlo? ¿No veían mi sufrimiento?

Respiré profundamente y tecleé otro "no" al décimo cliente que me habló. Lancé el móvil contra la cama enfurecido. Me negaba a darle más negativas a mis clientes. Estaba perdiendo dinero y todo por quedarme en una isla en medio de la nada con un tipo que tenía pinta de sádico.

No, no mentía cuando le dije que no me importaba absolutamente nada de lo que hiciera o dejara de hacer, pero la impresión ya me la había dado. El susto me lo pegué por supuesto, pero luego estuve pensando mientras perseguía al mono para despellejarle.

En realidad no me incumbía lo que hacía. No me interesaba su vida profesional, ni mucho la personal. Toda la información que me fue contando de él simplemente me sobraba. Yo estaba ahí para satisfacer sus deseos sexuales, no a hacer de niñero, de confesionario o de psicólogo.

¿Y para qué? Solo me utilizaba para cuando estaba libre, la mayor parte del tiempo lo pasaba solo, sin nada que hacer.

Estaba perdiendo clientela por su culpa. Cada cliente que me había hablado solía darme una propina más bien generosa.

¿Y dónde estaba yo? Muerto de asco en una isla.

¿Para qué? Para prácticamente nada.

Escuché vibrar de nuevo mi móvil. No quería mirarlo. No quería mirar y ver que era un nuevo cliente y tener que darle una negativa.

Bajé hasta la cocina, sin esperanza alguna de encontrarme algo que me gustara. El gusto del dueño de la casa era más bien soso e insípido.

Sí, era sano y todo ese rollazo, pero no tenía nada de bueno. No tenía sabor. ¿No le gustaba acaso todo lo sabroso o qué? Abrí la puerta de la nevera y me encontré con una maravilla.

–¡Mi leche! –la cogí y abracé como si mi vida dependiera de ella.

¿Desde cuándo estaba ahí? Anoche vi que se había terminado. ¿Cómo se enteraron de que quería más? Supongo que me escucharon al armar jaleo mientras reclamaba por ella. Aunque solo estaba Hee Chul durante el momento del berrinche.

No le di más importancia y bebí. Me di la vuelta y pegué tal salto hacia atrás que me clavé la encimera en la cadera.

–¡No hagas eso! –mi corazón parecía un caballo desbocado.

¿Qué manía tenía de hacer eso?

–¿El qué? –me miró sin entender nada.

–¡Eso! –le señalé–. ¡Deja de aparecer así de repente! ¡Me asustas!

Y me daba también mal rollo. ¿Por qué aparecía así de repente y se ponía justo detrás de mí? ¿Acaso le gustaba pegarme el susto cada vez que me giraba?

–¿Por qué debería...? –sonrió juguetonamente.

–Pues... ¡¿Para que no me dé un infarto?! ¡No sé si sabes que eso da miedo el girarme y encontrarte ahí mirándome con esos ojos saltones!

–¿Tengo los ojos saltones?

–¡Cuando me miras de esa forma, sí...!

–¿De qué forma? –ladeó un poco la cabeza, intentando aparentar ser inocente y no saber nada.

–¡Yo qué sé! ¡De esa forma tuya que tienes de mirarme...!

–No sé de qué me hablas –sonrió con simpleza.

–Ya, seguro... –pasé por su lado y me fui hacia el salón.

Me siguió y se quedó mirando lo que hacía. Ni que fuera tan interesante, tan solo encendí la televisión y bebí la leche estando tumbado en el sofá. Como no se movía del sitio, terminé por mirarle con una ceja arqueada.

–¿Qué? ¿Vas a quedarte ahí?

–Tan solo pensaba.

–¿Y tienes que pensar mirándome? ¿No puedes pensar en tu despacho o mirando hacia otro sitio?

–Poder puedo, pero no sería tan gracioso.

–¿Gracioso? –alcé también la otra ceja.

–Sí, me hacen gracia tus reacciones.

Más raro imposible.

Y así había estado durante un par de días. Apareciendo detrás de mí de sopetón y observando todo lo que hacía. Normalmente no me solía prestar atención hasta que necesitaba atención. Me sentía observado las veinticuatro horas del día.

¿Por qué hacía eso?

Decidí no hacerle más caso y seguí mirando la televisión. Él fue caminando tranquilamente hasta el mando, que lo tenía en la mano, me lo arrancó, apagó el aparato y lo dejó en la mesita.

–Vamos a dar una vuelta por el bosque –sonrió, mirándome.

¿Una vuelta? ¿Desde cuándo le gustaba andar? Si cuando yo quería hacer algo, tenía que arrastrarle prácticamente para que me acompañara y no morirme del asco, aburrido y solo. ¿Y después quería que diéramos una vuelta por el campo justo cuando menos ganas tenía? ¿Me estaba tomando el pelo?

–¿Y no puede ser esta tarde...?

–No, vamos ahora. Comeremos allí.

–¿En medio del bosque? ¿Quieres que te entre algún bicho volador por la boca o qué? Yo no sé hacer primeros auxilios, te advierto.

–No va a pasar nada de eso –sonrió tranquilamente–. En media hora te quiero listo para ir de excursión –sentenció antes de desaparecer de mi vista.

Me daba muchísima pereza ir de buena mañana ya a caminar por el bosque, pero al final me levanté y me fui a vestir.

Al final, el que tardó más de media hora fue él. Como tardaba tanto, me tumbé de nuevo en el sofá y enchufé la televisión. Momentos después, llegó él.

–¿Otra vez tumbado? ¿Es que no sabes esperar de pie como todas las personas o qué? Si es que siempre te tengo que decir que te comportes bien. Anda, muévete de ahí antes de que queme el sofá y te lo estrelle en la cabeza –y se fue fuera de la mansión.

Me dejó totalmente perplejo. Por un momento llegué a pensar que estaba delante de mi madre cuando me regañaba de pequeño porque era un vago.

Me levanté de un salto tras apagar el televisor y le seguí. No cogió su todoterreno, así que supuse que iríamos caminando al lugar donde quería comer, por lo que aligeré el paso y me puse a su altura.

–¿Y por qué te ha dado por caminar? Tú nunca haces ejercicio.

–No sé, me apetecía perderme un poco por el bosque.

–¿Y no puedes perderte tú solo en el bosque?

–No –me miró–. Eres tú quien siempre se está quejando de que no hace nada y que se aburre y por una vez que quiero hacer algo, me reniegas.

–Pues claro. Te apetecen las cosas cuando yo no quiero. No tenemos consenso.

–No es mi culpa –miró hacia delante, disfrutando del paisaje.

–¿Y dónde vamos a comer? –pregunté al rato de estar caminando.

–En la cascada –respondió tras unos momentos de deliberación.

Bueno, al menos iba a tener buenas vistas. Una media hora más tarde o tal vez más, llegamos a la cascada. Inspiré con fuerza y algo me cayó en la cabeza antes de saltar al hombro del moreno. El jodido mono.

–Veo que le caes muy bien a Heebum –sonrió con sorna.

–Si eso es caerle bien al bicho ese, no me quiero imaginar cuando no le caes bien... –entorné los ojos fastidiado.

–Pues mejor no acercarse porque intentaría arrancarte los ojos. No es broma –se sacó la mochila.

Empezó a disponer todo para cuando fuera la hora de comer. Había un montón de comida que suponía que yo terminaría por comérmela toda. Como aún no era la hora de comer, nos bañamos un rato en el lago, mono incluido.

Después, salimos y nos secamos un poco antes de ponernos a comer. Hee Chul le dio un plátano al primate para que así nos dejara un poco en paz. Desapareció y no volvió.

–¿Qué quieres probar primero? –preguntó, mirándome y luego mirando a la comida.

–No sé, pero tengo hambre... –cogí el plato que tenía más cerca.

–Espero que te guste... Es la primera vez que cocino... –le miré asombrado y comí el primer bocado.

Deseé que aquella fuese la primera y última vez que intentaba cocinar. Tuve que hacer mi mejor esfuerzo por no escupir porque él me miraba expectante.

Le di mil vueltas al bocado antes de tragármelo. Estuve a punto de vomitar, pero respiré profundamente y puse cara de que me había parecido exquisito, sublime.

–¿Y bien?

–Maravilloso, está muy bueno –dije de carrerilla porque si lo hacía despacio, las náuseas me atacarían.

–No sabes lo que me alegra oírte decir eso –sonrió aliviado por mi veredicto–. Tenía miedo de que hubiera salido malo...

Malo no, era horrible. Si olerlo ya echaba para atrás, pero por no pisotear su alegría, seguí comiendo aunque aquello me hiciera daño.

Vi que quería comer algo. Quise detenerle, pero no me dio tiempo de impedírselo. Nada más masticar, lo escupió todo con una mueca de asco.

–¡¿Pero cómo te puedes comer esto si está horrible?!

No aguanté más y dejé lo que estaba masticando en el plato antes de lanzarme a beber agua como un loco, intentando quitar de mi boca aquel sabor. Nos miramos y empezamos a reír. Seguramente lo que Hee Chul le había echado a la comida para cocinarla nos estaba afectando y matando.

–¿Por qué no lo has dicho antes en vez de seguir comiendo esa porquería?

–Pues para no desilusionarte –seguimos riendo cual idiotas.

–No me hubiera enfadado. Sé que cocino muy mal.

–¿Entonces por qué lo hiciste...? –casi no podía ni respirar por la risa.

No pudo responder porque la risa le atacó más y a mí también. Terminé llorando por la risa y tumbado encima de la toalla del picnic.

Por suerte, había sido previsor y se trajo un mini horno y ramen para comer. No era un manjar, pero seguramente estaría más bueno de lo que había cocinado él.

–¿Y por qué has decidido cocinar justamente hoy? ¿Era tu conejillo de indias o qué? –pregunté mientras comía el ramen. Qué bueno estaba.

–Me dio por ahí –se encogió de hombros.

–¿Querías matarme? –reí bromeando.

–No, idiota –rió también dándome un pequeño golpe en el hombro.

Sin embargo, seguía pareciéndome raro que decidiera cocinar así de repente. Me contó que siempre había querido probar, pero que nunca había encontrado la ocasión.

¿Y tenía que intentarlo justo cuando tenía que comer yo? ¿No podía haberlo hecho con alguno de sus empleados que para eso les pagaba? Aunque también me pagaba a mí.

Después de comer, los dos nos tumbamos sobre la manta y nos quedamos en silencio. No sabíamos qué decir. Al poco rato, noté que se había dormido. Me giré para mirarle, parecía bastante relajado.

Normalmente no solía fijarme en mis clientes, tan solo lo suficiente como para saber qué era lo que querían y ya. Además de investigarles también, para asegurarme de que no iba a terminar a dos metros bajo el suelo.

Esa vez, había notado algo. No mucho, pero sí lo suficiente como para que yo, que no me solía fijar en nada, me diera cuenta.

Estaba cambiando. No sabía cómo lo sabía, pero lo notaba. Había algo en él diferente. ¿El peinado? No, el pelo le crecía como a todas las personas. O a casi todas. ¿La cara? No, no se la había cambiado.

Pensé qué era lo que había podido cambiar en él. No recordaba nada fuera de lo normal a excepción de su comportamiento. ¿Era su comportamiento lo que había cambiado? Y si era así, ¿a qué se debía? Sí que era verdad que su actitud hacia mí era más bien extraña que la que tenía un par de días atrás.

–¿Ahora miras a la gente cuando duerme...? –salí de mi ensoñación y vi que se había despertado.

Sonreía. Últimamente sonreía más de la cuenta. No mucho, pero era un poco más de lo normal.

Sí, definitivamente estaba cambiando.

–Me he dormido –dijo mientras se estiraba cual gato antes de mirarme–. ¿Volvemos? Tengo trabajo que hacer y ya he descansado bastante.

Asentí y recogimos todo. El camino de vuelta fue más silencioso que el de ida, pero lo agradecí, no tenía ganas de hablar.

Cuando llegamos, cada uno se fue por su lado: Hee Chul a trabajar y yo a la habitación a estirarme un rato. Dejé las cosas en su sitio y me tumbé en la cama revisando el móvil.

Decidí pasar de los mensajes de los clientes, pero no vi nada más que me interesara. Nada, no había nada. Cerré los ojos un poco desilusionado, normalmente no tardaba tanto.

Momentos después, sentí el móvil vibrar en mi mano y miré a ver quién era. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y descolgué.

–Hola, pececito...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).