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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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–Oye, ¿me ves guapo?

Mi mano derecha me miró flipando en colores. No, no me había vuelto loco ni nada de eso.

–¿Pretendes subir tu ego aún más? Porque, si es así, entonces no cuentes conmigo... –volvió a clavar la vista en su libro. Iba a decir algo, pero volvió a hablar–. Ni tampoco voy a aumentar tu narcisismo.

–¡Pero que no quiero aumentar nada de eso, idiota...! –le arrebaté el libro y lo lancé a otra parte.

–¿Y ahora qué leo yo ahora, eh? –intentó matarme con la mirada.

–No leas, solo mírame.

–No pienso mirarte –puso cara de fastidio–. Además, ¿para qué quieres que te mire?

–¿No me ves guapo? –parpadeó varias veces sin decir nada.

–¿Te has dado un golpe en la cabeza o qué? Sabes perfectamente que eres guapo y atractivo sin necesidad de decírtelo yo.

–Te conozco desde hace muchos años y no me has dicho ni una sola vez cómo te parezco.

–¿Y tiene que ser ahora cuando tengo que decírtelo? –se cruzó de brazos–. Nunca has tenido necesidad de que nadie te diga si eres guapo o no.

–¿No puedo pedir tu opinión acaso o qué? –crucé también mis brazos.

–Sí, pero no para esas cosas. Yo no tengo que decirte nada sobre tu aspecto.

–Solo quiero que me digas si te parezco guapo o no. ¿Es mucho pedir?

–Pues... Sí –le lancé tal mirada que tuvo que redimirse–. Es broma, tonto. Pues sí, eres guapo. ¿Contento?

–¿Y entonces por qué estoy solo?

Me miró como si me hubiera vuelto majareta y tenía los ojos abiertos por la impresión. ¿Qué? Tampoco le había preguntado nada malo. Le había preguntado cosas peores antes.

–¿Cómo voy a saber yo por qué estás solo? ¿Te crees que sé lo que pasa por tu cabeza acaso?

–No, pero eres quien más me conoce de todos.

–Será porque eres muy liberal, yo qué sé.

–¿Liberal? –le miré sin entender nada.

–Sí, liberal. Tampoco es que tengas mucho interés en conocer a más personas de las que conoces para tu disfrute personal. ¿Vas a alguna fiesta social? ¿Haces algo diferente aparte de trabajar para conocer a alguien más?

–Sabes que odio esas fiestas convencionales. Me aburren y están llenas de falsos. Tú más que nadie lo debes de saber.

–Entonces no sé qué quieres que te diga –suspiró.

Yo tampoco lo sabía. Creía que si me lo decía él se me quitaría la sensación que me iba persiguiendo hacía ya bastantes días. Pero no. Seguía así.

Me fui dejando a mi socio cogiendo de nuevo el libro del suelo y di una vuelta por la mansión para despejar mi mente. Vi de reojo que Eunhyuk estaba tumbado en el sofá mirando la televisión.

¿Y él? ¿Tenía pareja?

–No puedes haber pensado eso, ¿verdad Kim Hee Chul? Sí, seguro que no has pensado eso...

Salí pitando de allí y me estiré un rato en mi cama. Seguramente el cansancio me estaba afectando. El pitido del móvil empezó a taladrarme el oído, debía de cambiar la melodía si no quería estrellarlo algún día contra la pared. Lo cogí sin mirar quién era.

–Oye, ¿por qué no hacemos algo?

–¿Eunhyuk? –fruncí el ceño y miré la pantalla del móvil. Sí, era él–. ¿Qué haces llamándome?

–Es que me daba pereza ir a buscarte por la enorme mansión. ¿Tú sabes cuánta energía gasto en andar por todos esos metros cuadrados? ¿Lo sabes? Más calorías de las que ingiero. Bueno, eso, ¿hacemos algo?

–Estoy cansado...

–Vale –colgó sin más.

Miré al móvil. ¿De verdad me había colgado así de repente? Iba a ir a reprenderle, pero estaba tan cansado que al final me dormí.

Desperté unas horas más tarde y algo desorientado. Tenía algo de hambre así que fui hasta la cocina y me topé con él.

–¿Qué te he dicho de ir solo con una toalla...? –suspiré mirándole con algo de fastidio.

–Ni que no me hubieras visto así ya. No entiendo qué manía tienes...

Ya no le escuchaba. Mi vista se había ido directamente a las gotas de agua que recorrían toda su blanca piel y que se perdían por debajo de la toalla de baño.

No, Hee Chul, no. Aparté la mirada respirando varias veces hondo.No quería perder la compostura como lo hice la última vez que le vi así. Pero era imposible no perderse en aquellas vistas.

Salí casi corriendo de allí, sin coger nada. Luego me acordé de que no iba a poder comer nada más aquella tarde si no aprovechaba en aquel momento, por lo que fui a coger algo a la nevera. Cogí una manzana.

–Recuerda que esta tarde tenemos faena que hacer –apareció mi mano derecha detrás de mí.

–Vale, me cambio y voy.

–No hace falta que te cambies, creo que te mancharás –aconsejó antes de irse abajo.

Quería por lo menos cambiarme la camisa o el pantalón. Terminé de comerme la manzana, la encesté en el cubo de la basura y fui hasta la habitación. Justo cuando iba a abrir la puerta, escuché su risa y me detuve. Sabía que estaba mal escuchar, pero igualmente lo hice.

–Sí... Adiós... –estuvo durante unos segundos sin decir nada–. Yo... También te quiero...

¿"También te quiero"? ¿"También te quiero"? ¿Había dicho aquello?

Escuché pasos resonando cerca de la puerta y reaccioné a tiempo antes de que él me viera. No pude ver su rostro, pero me había parecido verle sonreír. Tuve que salir a toda prisa a reunirme con mis empleados.

–Podéis pegarme todo lo que queráis, no diré nada –escupió cerca de mis zapatos.

¿Le había dicho que le quería? ¿A quién? ¿Y por qué sonreía así? Le solté una bofetada y el desgraciado se retorció de dolor.

–¡Habla! –vociferó uno a mi lado.

Sin saber por qué, un pequeño malestar se instaló en mi pecho y en mi mente.

–¡No! –mis ojos pudieron ver cómo encajaba otro golpe.

–Escúchame, pequeña mierda –me acerqué un poco al tipo–. Más te vale ir soltando todo lo que queremos porque hoy no estoy de humor, ¿me has entendido? Que mataras a uno de mis hombres no es que me haga gracia tampoco. Y hoy necesito descargar mi malestar, así que, si no quieres terminar con la cara desfigurada y desear que te matemos, empieza a hablar ahora mismo.

Me escupió y al momento le di un fuerte golpe cerca de su nuez, no quería matarle. Me alejé queriendo despellejarle. Escuché otro gemido de dolor proveniente de él.

–Encargaos de él mientras yo me limpio –me limpié sus babas con un papel–. No os paséis mucho, dejadme algo a mí.

Salí de allí. ¿Acaso le gustaba alguien? O más bien, ¿tenía vida social? ¿Y esa persona sabía de su profesión? ¿O tal vez se lo ocultaba?

Me lavé la cara con agua fría, no quería pensar en nada, pero mi mente no paraba de ir a mil por hora. Aquellas tres palabras me habían trastocado más de lo que creía. Me sequé y salí del baño para terminar lo que había empezado.

Ni los gritos y súplicas de aquel desdichado me impidieron quitarme de la cabeza aquellas palabras. Ni siquiera me sentí satisfecho cuando contó todo lo que queríamos. No tuve ni ganas de darle el golpe de gracia, más bien sentí náuseas, por lo que salí de allí para cambiarme y quitarme su sangre de la ropa.

–Ah, señorito Kim –saludó con alegría la anciana cocinera. Le sonreí de vuelta.

–Hola...

–Tienes mal aspecto, ¿quieres que te haga algo de comer? Te ves más pálido de lo normal...

–No gracias, eres muy amable...

–¿Te pasa algo? Normalmente no eres tan pensativo –rió suavemente, apareciendo pequeñas arrugas alrededor de sus ojos.

–Nada... Bueno, sí, en realidad quería preguntarte algo...

–Dime –me dedicó una preciosa sonrisa, llena de sabiduría, como si supiera que quería decirle algo. Desde siempre me había dado esa sensación.

–Eunhyuk, sabes quién es, ¿no? –asintió–. ¿Qué te ha estado pidiendo últimamente para comer?

–¿Por qué quieres saberlo? –se mostró algo sorprendida por mi interés.

No supe qué contestarle. Simplemente me había salido así de la nada. Me lanzó una mirada llena de picardía que no llegué a entender y me empezó a decir lo que había descubierto del chico.

Siempre que podía, le pedía que le hiciera ramen. Ella se negaba porque veía que su salud se iba a deteriorar. A Eunhyuk normalmente le gustaba todo lo que le hicieran, aunque el marisco no le hacía mucha gracia. También me contó que parecía como si tuviera un agujero en el estómago porque comía muchísimo.

Sí, lo había notado las veces en las que le había podido ver comer. Y el tipo seguía así de delgado.

Por la noche, me aseguré de poder cenar con él y vi algo que me molestó de sobremanera. Su estúpida sonrisa. Tenía una sonrisa que no llegó a gustarme. Era diferente a las demás que había visto. Y la mirada como perdida. Casi no comió aquella noche pese a que tenía muchos platos que le gustaban delante de él.

–¿Qué te pasa? No estás devorando la mesa entera...

–Nada, nada, no tengo hambre... –le volvió a aparecer aquella estúpida sonrisa que me crispó aún más los nervios.

Seguramente aquella maldita sonrisa estaba relacionada con el "yo también te quiero". Al final, yo tampoco probé bocado. Tampoco le interesó lo más mínimo. En la habitación seguía teniendo aquella apariencia de idiota rematado.

–¿Qué te ocurre? Pareces un idiota.

–¿Ah sí? –se dejó caer en la cama–. ¿Por qué...?

–Tienes una sonrisa estúpida en tu cara. Casi diría de enamorado, pero sabiendo quién eres me parecería un chiste excelente.

–¿Ah sí...? –preguntó lentamente. Otra vez aquella sonrisa.

Algo pasó en mi cabeza que el malestar que había estado toda aquella tarde como en reposo, reavivó con mucha fuerza. Me enfurecí. Perdí la cabeza más bien.

Fui hasta él, le levanté de un tirón y le estrellé contra la pared mientras devoraba sus labios. Él soltó un gemido por la sorpresa e intentó seguir mi ritmo. Claramente no lo consiguió y terminó jadeando, luchando por conseguir algo de oxígeno.

Le miré también con la respiración agitada, él estaba sonrojado y respiraba con dificultad. Soltó un suave gemido y volví a besarle fieramente, lanzándole contra la cama y sentándome encima de su pelvis mientras le robaba más el aire.

Tardé poco en tenerle totalmente a mi merced. Me miró con un brillo diferente al de siempre. ¿Estaría pensando en aquella persona a la que dedicó las palabras? Pensarlo hizo que me enfureciera más y que le besara ansiosamente. Le mordí con fuerza el labio, arrancándole un gemido que nos excitó más a los dos.

Aquella noche dejé que el malestar de la tarde se manifestara en todo su esplendor. Le dominé como nunca lo había hecho con nadie, mis movimientos eran fieros y desenfrenados. Mi mente no pensaba en nada más, si dejaba que campara a sus anchas, me hacía recordar a lo ocurrido horas antes y hacía que quisiera dominarle más, durante toda la noche y quizás durante todo el día.

Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal, tensándome al momento y dejé que mi garganta produjese un gemido profundo, con el placer golpeándome por todos lados. Terminé desplomándome sobre él con mis pulmones pidiendo a gritos algo de aire. Eunhyuk terminó agotado después de nuestra indefinida vez.

Al poco rato, nos quedamos dormidos tras acomodarnos en la cama.

–Toma.

Eunhyuk me miró como si fuera un alien que intentaba comunicarse con él. Le insistí con la mirada para que cogiera lo que estaba dándole.

–¿Qué es esta caja?

–Tú ábrela y calla.

Asintió sin entender nada de lo que decía. La abrió y su cara se iluminó tal y como lo hubiera hecho un niño pequeño recibiendo el juguete que deseaba. Me miró sonriendo y volvió a clavar la vista en el contenido de la caja.

–Espero que no te la bebas toda de golpe, no quiero que te dé una indigestión.

–No te aseguro nada, pero... ¿Por qué me regalas toda esta leche? ¿Quieres que produzca queso a sabor de fresa o qué?

–No, idiota –reí por su ocurrencia–. Es para que después no te quejes diciendo que ya no te queda.

Sonrió más antes de irse corriendo con la caja a cuestas. ¿A dónde pensaba llevársela? Sonreí negando con la cabeza y al darme la vuelta, me encontré con mi cocinera.

–¡Señora Kang...! –llevé una mano a mi pecho–. ¡No me des esos sustos...!

Se limitó a sonreír mientras me miraba, luego lanzó una mirada a la dirección por donde se había marchado el moreno para después posar sus ojos negros en mí de nuevo.

–¿Qué?

–¿A qué venía esa sonrisa, jovencito?

–¿Qué sonrisa? –fruncí levemente el ceño–. No sé de qué hablas.

–Esa sonrisa –rió traviesa–. Pero bueno, ¿no tienes nada que decirme...?

Arqueé una ceja sin saber a dónde quería llegar, pero sí que tenía razón. Tenía que preguntarle una cosa. Asentí.

–Ya era hora, hijo mío... –sonrió misteriosamente.


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