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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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–Anda, te has dejado el pelo como te dije.

–¿Cómo?

–Pues así, echado hacia atrás. Sin flequillo y de esa forma te queda bastante bien.

–Pensé que un cambio de imagen no me iba a venir mal.

Ya, claro. Y yo era rubio de nacimiento.

Estaba haciendo un experimento y por el momento mis teorías iban bien encaminadas. Hee Chul tomaba en consideración todo lo que le decía. Bueno, todo no, pero en lo referente a nosotros dos sí que lo hacía.

Por ejemplo, si le decía que una cosa le quedaba bien, él lo llevaba durante un par de horas hasta que le volvía a decir lo mismo con otra prenda. Que si aquella blusa, que si aquel pantalón ajustado, que si aquellos anillos, etc.

Con la comida sucedía algo similar. Si comentaba en voz alta que me gustaba, en la próxima comida ya lo tenía en la mesa. Y por la noche siempre había un jaleo tremendo de cosas cayéndose por la casa, exactamente en la zona de la cocina. Más de una vez tuve que bajar a llamar la atención.

–¡¿Queréis hacer menos ruido, coño?! ¡Hay gente que intenta dormir! –y luego volvía a la habitación como si nada.

Aunque me extrañaba que la señora Kang hiciera tanto alboroto en la cocina. Normalmente era muy silenciosa cuando hacía su trabajo. Algún intruso se colaba por las noches e intentaba hacer algún experimento con los alimentos, pero extrañamente al día siguiente todo estaba en su sitio, como si no hubiera pasado un huracán por allí la noche anterior.

–Qué aburrimiento de casa... –murmuré con mi cara chafada contra el sofá.

Me giré y allí estaban de nuevo aquellos ojos saltones intentando ver a través de mi alma. Caí al suelo por el salto que pegué al verle.

–¡No hagas eso, mierda!

–Yo no hago nada –ahí estaba su estúpida sonrisa que le estaba acompañando últimamente. Me daban escalofríos–. ¿Hacemos algo?

–¿Como qué? –me fui alejando poco a poco de él.

–No sé –se encogió de hombros–. ¿Qué te apetece hacer?

–Ahora nada. Quiero estar tranquilo viendo la televisión.

–Entonces vamos a ver una película –y sin más, se sentó en el sofá cambiando a un canal donde hacían películas las veinticuatro horas del día.

–No quiero ver una película.

–¿Seguro? –me miró–. Ni siquiera has visto la cartelera de hoy.

–No me importa –eché un vistazo–. No quiero ver ninguna... ¡Quiero ver esa...! –señalé a la pantalla.

–¿Cuál es "esa"?

–"Cómo entrenar a tu dragón".

–Estás de suerte, acaba de empezar –se acomodó y me miró–. ¿Piensas ver la película ahí tirado en el suelo?

Me senté al otro lado del sofá. Con lo rarito que estaba últimamente, no quería sufrir alguno de sus ataques pasionales en medio de la película o alguna cosa similar. Con tenerle casi todo el día enganchado a mí bastaba.

¿Y todo el trabajo que me dijo que tenía que hacer durante las dos semanas que íbamos a pasar aquí? De pasar a estar todo el día desaparecido a tenerle todo el día a mi lado cual chicle en el zapato. Necesitaba mi espacio.

De reojo vi que estaba totalmente absorto en la película de animación. Así me dejaba en paz aunque fuesen noventa minutos.

¿Por qué aquel cambio tan de repente? No había hecho nada fuera de lo común durante aquellos días o algo que le hiciera vigilarme día y noche. ¿O sí? Tan solo dormía, comía, respiraba y poco más.

Otra cosa que había cambiado radicalmente era su apetito sexual. Tenía mucho más que antes. ¿Se podía tener aún más siendo un ninfómano? Pues mi cliente era una prueba viviente de que sí. Como mínimo eran tres veces al día y como máximo, pues perdí la cuenta. Y estaba mucho más pasional que antes, si se podía ser todavía más. Era algo muy extraño.

No supe cómo, pero al final me dormí sin terminar de ver qué pasaba con el dragón aquel negro con la cola rota. Creí sentir que alguien me acariciaba la cara, aunque siempre tenía esa sensación, desde el primer día. Bueno, el primer día fue la espalda.

Me desperté un par de horas después, intenté moverme, pero no pude ni mover mis brazos. Fui abriendo poco a poco los ojos y mi sorpresa fue mayúscula. Tenía a Hee Chul apretujándome contra él mientras dormía plácidamente.

Antes de dormirme le tenía al otro lado del sofá y después le tenía completamente abrazado a mí. Y menuda fuerza tenía el cabrón. Tuve que esperar a que se despertara para poder soltarme. Él tan solo se limitó a sonreír como un idiota antes de irse a dar una vuelta.

–¿A dónde vas?

–A correr –contesté antes de ponerme los cascos y salir pitando de la mansión.

Unos metros después, la bola peluda que se hacía llamar Heebum saltó encima de mi cabeza. Estuve a punto de estrellarle contra el árbol, pero el mono se empeñó en estar subido en mi hombro mientras hacía ejercicio. Llegué hasta la cascada y decidí tomar un descanso mientras Heebum no me quitaba el ojo de encima.

–Oye, Heebum. ¿Sabes qué le pasa a tu amo? –ladeó varias veces la cabeza–. Porque últimamente está muy extraño, como tú. ¿No querías antes arrancarme la cabeza? –parpadeó seguido–. ¿Ah no? ¿Entonces por qué esa hostilidad hacia mí al principio? –me pareció ver que el animal se encogía de hombros–. Suficiente por hoy, me voy a volver loco si continúo hablando contigo. Anda, sube.

El primate me obedeció al instante y se subió encima de mi hombro. Asentí satisfecho y volví hasta la mansión corriendo. Ahuyenté a la bola peluda con patas, esta me bufó y se alejó.

Nada más entrar, una botella de agua intentó asesinarme dándome en la cabeza. Por suerte, tenía buenos reflejos y pude cogerla a tiempo. Miré a ver quién me la había tirado y, cómo no, había sido Hee Chul. Estuvo a punto de decir algo, pero dudó y se quedó mirándome.

–¿Querías algo? –pregunté mientras me volvía a hidratar.

–¿Nos duchamos juntos?

Me atraganté y estuve a punto de morir ahogado mientras tosía. No eché mis pulmones porque estaban dentro de mi cuerpo, que sino ya hubieran estado esparcidos por el suelo.

–¿Qué...? –atiné a decir después de respirar varias veces.

–Pues eso, que si nos duchamos. Así ahorramos agua.

¿Desde cuándo ahorraba él? Si tenía dos piscinas en medio de una isla rodeada de mar. ¿Dónde estaba el ahorro? Terminé por aceptar para ver qué se traía entre manos.

Fue la ducha más incómoda de mi vida. Prácticamente me duchó entero y, claramente, yo tuve que hacer lo mismo. Luego me salieron algunas agujetas por haber estado en tensión durante la ducha. Pero él más alegre y contento que una rosa.

–¿Será eso...? –me incorporé de golpe, lanzando a Heebum que estaba encima de mi pecho contra el suelo–. ¡Lo siento...! –intenté mirar si se había hecho daño, pero salió corriendo tras bufarme como si fuera un gato.

Volví a tumbarme en la hamaca.

¿Sería eso? No podía ser verdad. Si no había hecho nada. Nada de nada. Le había tratado como a cualquiera. No había hecho ninguna excepción. Tal vez solo eran imaginaciones mías, pero era muy difícil no pensarlo.

¿Y si era otra cosa totalmente diferente? ¿Y si hacía todo eso para un fin mucho más oscuro del que creía yo? Mi mente retorcida y yo. O tal vez no. Me dolía la cabeza de tanto pensar. No quería que pasara eso. No, no, no, no y no. Suspiré con frustración.

Por más que intentaba tener el menor contacto con él como en los primeros días, parecía como si consiguiera el efecto contrario, se acercaba aún más. ¿Era una señal que yo no conseguía captar? ¿O era yo el que no quería captarla?

–¿Y si es verdad...? –me levanté otra vez de golpe.

¿Y si era verdad que Hee Chul estaba empezando a sentir algo más que atracción sexual?


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