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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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–Has hecho una muy buena elección.

–Esta vez te has salido con la tuya, pero esta será la última semana –dijo cortante–. La siguiente tengo que estar en Corea sin excepciones.

–¿Por qué?

–Porque tengo otra semana más con un cliente –sonrió falsamente–. Así que, en cuanto pasen siete días, me largo de aquí con o sin ti.

–Disfruta de la estancia... –sonreí antes de marcharme para dejarle deshacer las maletas.

Bajé hasta la cocina para poder respirar más tranquilo. Toda la tensión que había acumulado en tan poco momentos allí arriba se esfumó de un plumazo en cuanto escuché la cálida voz de la señora Kang. Siempre aparecía en el mejor momento, consiguiendo que me relajara.

–¿Por qué parece como si te hubieras quitado un peso de encima...?

–Porque es como si lo hubiera hecho –sonreí.

–Oye, no quiero ser indiscreta, pero... ¿Has convencido a Eunhyuk de que se quede...? –le miré con asombro–. ¿Qué? Tú y yo sabemos que no querías que se fuera. ¿Y bien?

–Se queda –sonrió traviesa–. Pero, ¿por qué tanto interés?

–¿Cómo que por qué tanto interés? Por ti, tontorrón. ¿Por quién iba a ser entonces?

–¿Por qué por mí?

–Está claro que ese chico te gusta.

–¿Qué? –abrí los ojos–. ¿De dónde sacas eso? Por supuesto que no me gusta.

–Me vas a negar que durante estos días has estado así de bobalicón por nada. Hee Chul, sé cuándo hay amor pintado en los ojos y en los tuyos está pintada la palabra amor.

–En mis ojos no hay nada pintado –puse una mueca.

–No te enteras... –negó con la cabeza–. A ver, repasa conmigo. ¿Últimamente has estado distraído? Claramente sí porque casi me incendias la cocina. ¿Has intentado pasar más tiempo con él? –me miró expectante–. Pues claro que sí que lo has intentado. ¿Has mirado en saber sus gustos, aficiones y le has estado observando? Por tu pregunta sobre sus gustos alimenticios, es un sí. ¿Piensas todo el rato en él? –asentí–. Últimamente no comes y tienes pintada esa sonrisa boba en la cara todo el tiempo. Hijo, sé de lo que hablo, tú estás pillado por él. No sé si enamorado, pero sé a ciencia cierta que te ha embelesado como un tonto.

Pensé detenidamente en sus palabras. Todo encajaba perfectamente, todo. Desde querer pasar más tiempo, pasando por soltarle aquellas incoherencias impropias de mí hasta de querer hacer cosas que nunca habría hecho como caminar.

¿Tenía razón la señora Kang?

–Niño, no te distraigas y empieza a contármelo todo –me acercó más, como si sonara más confidencial.

–¿Contarte el qué? –le miré sin entender nada.

–¡Pues vuestra historia, claro está...!

–¿Qué historia? No tenemos ninguna historia –le miré como si me estuviera hablando en otro idioma.

–Pues sobre cómo os conocisteis y qué ha pasado durante estas dos semanas.

–¿Cómo nos conocimos...? –me tensé levemente–. Bueno, la verdad es que... Nosotros... Él...

–Vamos, no tardes tanto en hablar –apremió.

–Es que... No sé si debería hacerlo... La manera en la que nos conocimos... Pues...

–No tienes que avergonzarte de nada, chico. Si todos en esta mansión sabemos por qué está ese muchacho tan bien apañado –me guiñó el ojo y enrojecí–. Venga, cuéntale todo a esta vieja anciana...

Se lo conté todo. Desde cómo nos conocimos, pasando por la fiesta hasta lo que había pasado hacía escasos momentos. Ella escuchó pacientemente todo lo que dije, incluso los desvaríos que tenía mientras iba contando. Cuando terminé de explicárselo todo, ella tenía una sonrisa serena y contenta. Me cogió cariñosamente de la mano y me sonrió de aquella forma que solo ella sabía hacer.

–Creía que lo que sentías tan solo era atracción... Pero, después de escuchar esto, es más que esto. Mírate, te ha cambiado completamente. Tú, que nunca te preocupabas por lo que sucedía a tu alrededor, ahora estás fijándote en los pormenores de alguien. Sí, ese muchacho te ha calado bastante...

Iba a decir algo justo cuando escuchamos unos pasos que venían hacia donde estábamos.

–¡Creo que es él...! –susurró–. ¡Vete...!

–Pero, ¿para qué...? –entré en pánico–. ¿Qué vas a hacer...? –susurré también.

–Para poder hablar a solas con el chico. ¡Vete...! –me pegó un empujón que no tuve más remedio que salir de allí por patas.

Salí a pasear por los alrededores de la mansión. Pensé en las palabras que había intercambiado con la señora Kang.

¿De verdad me gustaba? Era cierto que desde el principio me llamó la atención. Tenía que admitirlo, Eunhyuk era endemoniadamente guapo. Carisma no le faltaba, más bien le sobraba en algunas ocasiones.

Y sí, en muy poco tiempo había conseguido que solo pensara en él. Lo único que no cuadraba era la manera en la que nos conocimos. Eunhyuk era un chico de compañía y yo su cliente. Si algún día él correspondiera a mis sentimientos, ¿llegaríamos a tener algo?

Corresponder a mis sentimientos.

Paré en seco al darme cuenta de lo que había pensado. Abrí muchísimo los ojos. El corazón amenazaba con salirse de mi pecho de un momento a otro. Por primera vez en muchísimos tiempo, me ruboricé de verdad.

Sí, me gustaba. Me gustaba Eunhyuk, el prostituto. Se me formó una sonrisa tonta en mis labios. Estuve así durante bastante rato. Aunque la señora Kang había mencionado algo más. ¿Amor? No, eso no. ¿Que me estaba enamorando? ¿Enamorando? ¿Cómo me estaba enamorando si acababa de darme cuenta de que me gustaba él? El de la sonrisa de encías. Enrojecí de nuevo al evocar en mi mente su sonrisa.

Cuando volví a casa, la señora Kang me llamó la atención al lanzarme un trapo de cocina que atinó en mi cara. Con una gran gesticulación, me indicó que fuese hacia su territorio. Miraba hacia todos lados asegurándose de que nadie nos veía y, de un tirón, me metió dentro de la cocina antes de que cerrara la puerta.

–Está mosqueado contigo.

–Me gusta mucho.

Los dos reímos al darnos cuenta de que habíamos hablado a la misma vez. Primero le conté yo que había descubierto que me gustaba. La señora Kang me felicitó con mucho sarcasmo que me hubiese dado cuenta tan rápido.

Luego, ella me explicó que Eunhyuk le había contado sobre mi chantaje para que se quedara una semana más y que estaba cabreado por aquel movimiento tan ruin. A mí tampoco me gustó, pero no me dejó otra opción. Actué a la desesperada.

–¿Entonces? ¿Qué vas a hacer?

–¿Cómo que qué voy a hacer?

–¿Qué va a ser? ¡Pues acercarte más a él...! ¿O acaso pensabas quedarte ahí sin hacer nada? –abrió los ojos cuando notó mi silencio revelador–. ¿Entonces para qué le has pedido que se quedara una semana más? ¡Menuda pérdida de tiempo para él...!

–Pero si va a recibir el doble.

–¡Eso no importa...! –me pegó en el hombro–. Tienes por delante siete días más para intentar que se fije en ti para que así, algún día, podáis tener una oportunidad para reencontraros. ¿No decías que después de volver a Corea se iba otra semana por trabajo? –asentí–. ¡Pues aprovecha...!

–Es muy fácil decirlo, ya hacerlo es otra cosa...

–Pues para eso estoy yo –sonrió–. Tengo un plan porque, si por ti fuera, dejarías que él viniera hasta ti –me hizo un gesto para que me acercara, como si fuese más confidencial.

Ya no sabía cómo actuar delante de él. Me ponía demasiado nervioso. Aquella noche no le quité el ojo de encima mientras cenaba, observaba todo lo que hacía, pero con discreción.

La señora Kang ya me había demostrado que mis métodos eran muy poco adecuados. Cuando me miraba, yo apartaba la mirada y me dedicaba a taladrar con el utensilio que tuviera en la mano la comida. Al final no cené nada.

Cuando fue la hora de dormir, fue aún peor.

Él estaba en una parte de la habitación y yo estaba en la otra punta, lo más lejos posible de él. Eunhyuk me preguntó varias veces por qué hacía eso.

Por el idiota que tenía delante mí.

Era como si la timidez que había tenido bien escondida hubiera salido con más fuerza que antes. Al final, fue Eunhyuk quien tuvo que tomar la iniciativa. Estuve a punto de ponerme a reír nervioso y de que me diera algo allí mismo.

–¡Te tenía que salir la timidez justo ahora...! –elevó las manos hacia el cielo la señora Kang–. Al menos estarás haciendo bien todo lo demás –la mujer me fulminó con la mirada antes de que se llevara una mano a la cabeza mientras negaba con la cabeza.

No sabía actuar de forma normal estando delante de él. Si tan me ponía a pensar en su sonrisa de encías y ya tenía dibujada la sonrisa boba durante todo el día. Siempre tenía una encarnizada lucha interna para evitar sonreír o mostrarme demasiado alegre delante de él.

A solas era otra cosa. Aunque claramente siempre tenía que salir corriendo porque la emoción podía más que mi fuerza de voluntad.

Sí, me veía como un completo idiota y un inepto total. Más de una vez estuvo a punto de golpearme con la sartén en la cabeza la señora Kang.

–¡Ya no aguanto más! –la mujer me miró como si le hubiese dicho que las vacas no tenían orificios nasales.

–¿Eh?

–Pues eso, que ya no aguanto más.

–¿El trabajo? Si ya te he dicho yo que no te fiaras de esos hombres trajeados, que nunca traen nada bueno...

–Pero si yo también uso traje –le corté, mirándole con obviedad–. Y no, no es acerca del trabajo.

–Entonces dime qué es –me miró.

Como una cabra. Fue lo que me dijo la señora Kang, que estaba como aquel animal que escalaba por las paredes de una presa para comer la hierba que crecía entre las rendijas de la pared. Razón no le faltaba, pero no podía aguantar más.

Estaba buscando a Eunhyuk, pero no tenía ganas de encontrármelo aún así que seguía dando vueltas por fuera de la casa. Y claro, al final acabé llevándome por delante al chico por estar precisamente pensando en él, que seguramente estaría caminando tranquilamente. Para mi desgracia, caí encima de él. Me levanté tan rápido que parecía como si hubieran puesto repelente anti Kim Hee Chul en su cuerpo.

–¿Ahora esta es la nueva forma de saludar a las personas? –bromeó, sonriendo–. No, gracias, no necesito que me ayudes, ya me las apaño yo.

–Si lo sabes, ¿entonces para qué lo dices? –solté y él rió. Otra cagada, tenía que haberle ayudado a levantarse.

–Nada, es solo porque me gusta hablarle al aire –se levantó, limpiándose por si se había manchado.

–Espera –le retuve cuando vi que tenía intenciones de seguir su camino–. Tengo algo que decirte.

–Ah, vale. Di.

Me miró y me perdí completamente. No solo me perdí en sus oscuros ojos, sino que también me quedé absorto observando sus labios. Aquellos labios enormes. Hice un esfuerzo sobrehumano por pensar en otra cosa e hice ver como que le miraba a los ojos.

–¿Hee Chul? –arqueó las cejas cuando vio que no decía nada.

–Oh, sí, perdona –solté una risa nerviosa–. Solo es para decirte que te pongas ropa más decente para la cena, hoy no cenaremos solos, viene alguien más y no quiero que cenes con la ropa que llevas normalmente.

–¿Y qué me pongo?

–Con el traje que te pusiste cuando te vi en el aeropuerto bastará.

–¿Las gafas también? –asentí–. ¿Y a qué hora tengo que estar allí?

–A las nueve. No llegues tarde.

–Descuida –se marchó.

Llegué hasta donde estaba mi compinche y me miró expectante.

–¿Y bien? –sonrió cuando le di una respuesta afirmativa–. Entonces vamos a empezar –se frotó las manos.

A la noche me enfundé en mi traje para la cena. No era como el que llevaba siempre, era diferente, no lo había estrenado aún. Me miré una última vez al espejo antes de bajar al salón. Me aseguré de que la comida y todo estuviera en perfecto estado y me senté a esperar.

Estaba nervioso. Sabía que la sonrisa tonta ya estaba dibujada en mi cara y tampoco hacía por evitarla, no quería. Estaba feliz y contento. Sentía que los nervios me estaban devorando a cada minuto que pasaba ahí sentado. Pero no iba a dejar que me jugaran una mala pasada.

Y por fin, se abrió la puerta, dejando aparecer su figura. Me quedé sin respiración. Ya le había visto con aquel estilo antes, pero era la primera vez que le veía desde que me di cuenta de que me gustaba. Se había hecho el mismo peinado de cuando nos vimos en el aeropuerto y llevaba aquellas gafas, que no eran muy llamativas y que le quedaban perfectas. Sonrió y ya no supe quién era yo. Me olvidé de respirar.

Amaba aquella sonrisa.


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