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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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Pensaba que me iba a dar un infarto en aquellos momentos. Decidí poner la vista en el postre que tenía delante de mí y no volver a levantarla hasta que encontrara el valor suficiente. Tal vez lo encontrara en la última parte del menú que hice. O tal vez podía salir huyendo de allí ya que aún tenía oportunidad. Una retirada a tiempo siempre estaba bien, ¿no?

Alcé la mirada y le vi mirándome con curiosidad. Seguramente se estaba preguntando por qué me comportaba como un auténtico idiota.

Sonrió.

Me olvidé de cómo respirar.

Sentí mis mejillas volver a arder e hice lo único que se me ocurrió y que vi factible: devorar el postre y largarme lo antes posible a la cocina. Sí, le dejé ahí tirado y, cuando llegué, a estuve a punto de romper el plato al dejarlo caer en la encimera. La señora Kang se estaba echando una cabezada y se despertó sobresaltada por el ruido.

–¿Qué pasa...? –se puso de pie de un salto, miró alrededor para ver qué sucedía y me vio–. Ah, Hee Chul... Qué susto me has dado... ¿Qué haces aquí? ¿Y por qué parece que se te vaya a salir el corazón?

–Es un milagro que no se haya salido ya por mi boca –respiré profundamente apoyándome en la encimera.

–¿Tú no tendrías que estar con el chico? –preguntó mientras se acercaba para ver cómo iba.

–Tú lo has dicho, debería. Está en el comedor.

–¿Le has dejado ahí? –abrió los ojos sorprendida–. Anda, sal ahí afuera y sigue hablando con él o lo que tenías pensado hacer.

–No puedo. He salido huyendo de ahí.

Escuché la palma de la señora Kang estrellarse en su frente de pura desesperación. También oí un "más tonto imposible", razón no le faltaba.

–Sal ahora mismo, discúlpate y sigue hablando con él. No hagas que me avergüence de ti.

–¿Por qué te ibas a avergonzar de mí? –le miré.

–Tal vez por haber dejado a tu invitado ahí abandonado.

Perdí color cuando escuché la voz procedente a mis espaldas. Me giré despacio y me encontré con un sonriente Eunhyuk que sostenía su plato ya terminado. Perdí más color incluso.

–Discúlpale –rió la señora Kang–, hay veces en las que se comporta como un crío –cogió su plato, el mío y los puso en el fregadero–. ¿Has tenido que esperar mucho?

¿Había estado escuchando todo lo que habíamos dicho? El simple hecho de pensarlo hizo que palideciera más. Me miró y volvió a sonreír. ¿Aquello significaba que sí lo había hecho?

–No mucho. Tardé poco en comerme el postre y como veía que tardaba en regresar, pues vine justo cuando hablabais de la vergüenza –sonrió–. Por cierto, ¿te encuentras bien? Te ves muy blanco, demasiado.

–¿Eh...? ¿Yo? Ah, nada, es que... Necesito tomar un poco el aire... Sí, eso... –intenté sonreír, pero me salió una mueca.

–¿Verdad que la comida estaba buena? –por supuesto, la señora Kang tenía que hablar.

–Sí –volvió a sonreír–. Me llevé una grata sorpresa que el chef de esta noche haya sido el señor de la casa –me miró–. Y pensar que hace una semana o así estuvo a punto de intoxicarme con lo que había hecho –rió levemente.

–Oh, vaya –la cocinera me miró riéndose con la picardía asomando por los ojos.

–Pero aún así la cena estuvo deliciosa –me miró, relamiéndose los labios.

Eso era más de lo que podía soportar y salí disparado de allí. Necesitaba aire y estar lejos de aquel asesino de preciosa sonrisa. No salí al patio sino que directamente fui a encerrarme a mi habitación. Y de ahí salí a la terraza a que el aire me diera en la cara y enfriara mis mejillas, que habían vuelto a enrojecer. Me quité la chaqueta del traje, sentía que me asfixiaba.

Menudo desastre de noche. Al menos le había gustado lo que había hecho, todo un consuelo saber que no iba a morir de una intoxicación.

–Ah, estás aquí.

Entré en tensión y mi persona quiso con todas sus fuerzas gritarle que se largara de la habitación. Obviamente no lo hice, tan solo me limité a quedarme ahí clavado como un palo.

–¿Y para tomar el aire necesitas venir hasta aquí? –bromeó riendo.

Pasos. Venía hasta mí y me tensé aún más. Se puso a mi derecha y por el rabillo del ojo vi que observaba las vistas mientras se le marcaba más la afilada mandíbula que tenía.

–Oye, ¿qué me querías decir antes...?

–¿El qué?

–No sé, por eso te he preguntado –me miró sonriendo–. Antes me dijiste que tenías que decirme algo y que por eso estabas nervioso.

¿No podría simplemente hacer como que nunca dije eso? ¿U olvidarlo sin más?

–¿Qué era? –insistió sin quitarme el ojo de encima.

Suspiré mirando hacia la luna llena que brillaba en el cielo.

–De pequeño me contaron un cuento una vez.

Noté que me miraba, pero después clavó la vista también en la luna.

–No me acuerdo muy bien, pero era algo más o menos así. Era sobre una chica muy hermosa y delicada. Cada día iba al lago que había cerca de su casa para pasar horas y horas observando la vida en aquel lugar lleno de agua. Siempre regresaba antes de que se hiciera de noche, pero una vez se entretuvo y se le hizo de noche. Se dio cuenta y a punto estuvo de irse cuando algo le llamó la atención. Se giró y vio reflejada en el agua la figura de la luna llena, tan redonda y seductora. La chica quedó deslumbrada por aquella vista. Pasó toda la noche observando el reflejo de la luna hasta que se escondió tras el sol. Desde entonces, cada noche iba al lago y observaba a su luna, a la cual encontraba perfecta aunque viera que iba desapareciendo cada ocaso. Hasta que un día no apareció. Aquella noche, la chica lloró desconsoladamente, creía que le había abandonado. Y, entre lágrimas, descubrió que le necesitaba, que le quería, quería estar siempre a su lado, iluminada por la luz tan pura que desprendía. Al día siguiente, le preguntó a la gente cómo podía llegar hasta la luna y quedarse con ella. La gente se rió de ella y le tomaron por loca, no le hicieron caso. Ella no se lo tomó a mal puesto que le volvió a ver cuando oscureció, no era mucho, pero sabía que había vuelto. Le anhelaba cada vez más y ponía más empeño en averiguar cómo estar siempre con ella. Cada noche se sentaba y le contaba a la luna lo que iba descubriendo, que la gente le decía que no podían estar juntas, que era imposible, pero ella no les creía. Le prometió que algún día estarían juntas para siempre.

>>Y, por fin, llegó la noche en la que la chica pudo ver a su amor completamente redonda, perfecta y seductora. Se emocionó, le había echado tanto de menos... Una idea le cruzó la mente. Tal vez, si alcanzaba su reflejo, le alcanzaría a ella. Y se tiró al agua en busca de poder rozar su reflejo. La chica se ahogó al no haber nadado nunca, a punto de rozar a su amada. La luna, que lo había visto todo, se apiadó de ella. La chica era demasiado buena y hermosa para que viera su vida terminar de aquella manera, así que le convirtió en una flor que era capaz de flotar sobre el agua del lago. Era de esa forma en el que nació el primer nenúfar, con la misma belleza que la chica que solo pudo alcanzar a la luna más allá de la vida...

Cuando terminé, le miré y estaba observando aún a nuestra estrella. Me miró con la luz del astro iluminándole. Me pareció ver a un ser mágico, como de otro lugar, que no era humano.

–Es un cuento algo triste para contárselo a un niño pequeño, ¿no? –sonrió de manera juguetona.

–A mí me gustó, me pareció bastante bonito.

–¿El cuento era lo que me querías contar? –negué con la cabeza–. ¿Entonces tiene algo que ver contigo? –asentí y se quedó callado durante unos momentos–. ¿La chica te representa?

–Sí.

–¿Y la luna es tu amor imposible?

–Sí.

–Y... ¿Quién es tu luna...?

Aparté la vista de él y la posé en mi luna prohibida. Respiré profundamente, notaba que el corazón me bombeaba la sangre demasiado deprisa.

–Tú.

Silencio. El primer pinchazo de dolor vino. Sabía que lo iba a sentir, pero no que fuera a doler tanto. Eunhyuk seguía sin decir nada, estaba igual que yo, clavado en el sitio.

Noté que tomaba aire. Seguramente iba a decir algo. No quería escucharle. No quería que me dijera que lo sentía, pero que él ya tenía a alguien en su corazón. No quería. Por eso me giré y sellé sus labios con los míos, para que no hablara. Para que no me hiciera más daño del que estaba ya sintiendo. Eunhyuk quiso separarse, así que le volví a besar.

–No digas nada, por favor... –susurré contra sus labios.

–Hee... –le callé de nuevo.

Como veía que se había empeñado en hablar, seguí besándole. Al principio simplemente se limitaba a intentar hablar, pero luego empezó a corresponder. Bien, necesitaba no pensar en nada y eso lo conseguí besándole.

Poco a poco, de un simple intercambio de besos pasamos a un baile de lenguas, lento, sin prisas. Mis dedos se adentraron en su pelo y los suyos recorrieron mi cuerpo. Sus húmedos besos en el cuello me ayudaron a no pensar en nada más, simplemente a dejarme llevar, a vaciar mi mente. El contacto de sus labios encendía mi piel y hacía que me pegara más a él y él más a mí.

No me di cuenta de cuándo fue el momento exacto en el que los dos llegamos hasta la cama, ni de cuándo me estaba derritiendo debajo de su toque. Tan solo sabía que quería más y olvidar por aquella noche que nunca me iba a corresponder.

La ropa ya no fue un obstáculo un tiempo después, nuestros cuerpos estaban calientes y los dos buscábamos la respiración del otro. Cada suspiro que me arrancaba sabía que eran por pena, o por compasión, no me importaba. Ya nada me importaba. Nos enredamos entre jadeos y dejamos que la pasión nos llevara a la locura.

Aquella vez no la sentí como las otras. Ni siquiera con la primera vez. No sabía por qué, no sabía si era porque había admitido que me gustaba o porque se lo había dicho, pero aquella noche Eunhyuk no fue el mismo de siempre. O esa era la sensación que tuve mientras me deshacía ante su tacto, sus besos y sus caricias. No dejaba ningún rincón de mi piel por acariciar, era suave y sus movimientos eran dulces, pasionales.

Grabé con fuego aquellos roces y suspiros y todos los encuentros que había tenido con él. Lo grabé todo. Incluso cuando nuestros cuerpos temblaron de placer, no dejé de guardarme cada detalle de aquel chico de sonrisa maravillosa.


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