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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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–¡Buenos días...! –su alegre saludo hizo que gruñera.

–¿Puedes dejar de llamarme cada jodida mañana? –seguía con los ojos cerrados.

–Ya sabes que no –canturreó y quise colgarle–. Ni se te ocurra colgarme como cada mañana, Kim Hee Chul.

–Y ya ves el caso que te hago –colgué. Al momento, la maldita llamada entrante–. ¿Qué coño quieres?

–Que muevas ese culo que tienes y te arregles. Tenemos comida.

–Espera, ¿"tenemos"? Yo no tengo nada, y menos contigo.

–Claro que tienes, no puedes seguir así.

–¿Así cómo? –me senté, apoyándome contra el respaldo, y crucé los brazos con cara de fastidio.

–Llevas más de un año así, Hee Chul...

Sí, más de un puto año llamándome todas las mañanas. En cuanto lo pensé, se lo dije.

–Llevas así desde aquel día... No puedes seguir así.

Aquel día. Se refería a la última vez que le vi.

–Abre la puerta.

–¿Qué?

–Que abras la puerta, estoy ya aquí.

–¿Cómo que aquí? –abrí mucho los ojos.

–Estoy delante de la puerta. Mira, estoy tocando –escuché el timbre.

Me levanté de un salto mientras le maldecía por teléfono. Fui corriendo a abrir la puerta y ahí estaba él, con aquella estúpida sonrisa dibujada en la cara.

–¡¿Pero qué haces aquí?!

–Asegurarme de que te vistas y vengas conmigo a la comida –respondió mientras entraba sin permiso a mi casa.

Sabía que no tenía que haberle dicho nada cuando me lo encontré aquel día por la tarde. "Vamos, cuéntamelo, seguro que no es nada", me dijo. Y desde entonces que no se había separado de mí, como si fuera un chicle enganchado a mi zapato. Aunque. muy en el fondo, agradecía su compañía. No volví a ser el mismo desde aquel día.

–¿Otra vez estuviste leyendo su información? –me miró mientras se sentaba en el sofá.

–Ya ves que sí –me senté en un sillón que había delante de él.

–¿Esta vez por qué fue? ¿No te cansas de leer lo mismo una y otra vez? –miró los papeles desperdigados por la mesita del salón.

–No.

La noche anterior había estado revisando todo lo que sabía de él. No había parado de buscar información suya desde que supe su verdadero nombre.

Lee Hyuk Jae, de treinta y tres años cumplidos hacía poco. No tenía nada más que datos ordinarios: sus estudios, el nombre de sus familiares y poco más. Al menos podía saber algo de su pasado.

Cada noche revisaba todo. Todo. Hacía ya tiempo que me sabía de memoria todos aquellos papeles, pero ya era simple rutina nocturna. Claro que la persona con el hoyuelo en la mejilla no lo sabía ni tenía pensado que lo supiera.

–Hee Chul, prácticamente te has encerrado aquí, entre estas cuatro paredes.

–¿No puedo? –alcé las cejas.

–Claro que puedes, pero por él no puedes hacer esto.

Claro, él podía decirlo porque no sabía que aquel chico era mi primer amor, la primera persona que me gustaba de verdad. Nunca llegué a decírselo.

–A ver, ¿cuándo fue la última vez que saliste por ahí?

Cuando fui con Hyuk Jae a aquella fiesta de máscaras.

–¿Cuándo fue la última vez que tuviste relaciones sexuales?

–Tú ya sabes cuándo fue la última –puse cara de fastidio. Encima fue él quien me envió aquel chico.

–¿Y después de Hannie no has tenido más? –abrió los ojos por la sorpresa.

Sí, si no hubiera sido por él, hubiera seguido en la abstinencia desde que le vi irse de mi vida. Pero no, el señorito tuvo que insistir en que aceptara en mi cama a aquel chico.

Era guapo, sí, pero no despertó nada en mí como lo hubiera hecho en el pasado. Simplemente dejé que me diera una atención que no quería. Hangeng, Hannie, o como demonios se llamara, notó mi poca disposición, pero aún así siguió porque le dejé.

Al menos, él disfrutó, porque yo no lo hice del todo. Al principio fingía, pero en un momento dado, la imagen de Eunhyuk cruzó por mi mente y ya no salió. Las caricias de aquel chico no eran la suyas, pero al menos me servían para poder imaginarme que eran las de él. Pude llegar hasta el final gracias a todos los encuentros que guardé en mi mente y que sí me excitaron de verdad.

–Ya ves que no.

–Vamos, no vas a quedarte ni un minuto más encerrado aquí –se levantó para dirigirse a mi habitación.

–¡Pero si no estoy las veinticuatro horas del día aquí...! –le seguí.

–No, pero si pudieras, lo harías si no fuera por el trabajo –abrió mi armario sin ningún miramiento.

No podía quitarle la razón. Solo salía de casa para trabajar y poco más. Evitaba cualquier contacto con el exterior siempre que podía. Pensó durante unos segundos antes de empezar a revolver mi armario entero. Luego, sacó una camisa, pantalón y chaqueta y los dejó encima de la cama.

–Dúchate y arréglate.

–¿Y si no quiero? –crucé mis brazos.

–No hagas que te obligue a ducharte y a vestirte –alzó las cejas en tono amenazante–. Además, son más de las doce y a las dos tenemos que estar ya allí comiendo.

–¿Y con quiénes vamos a comer? –suspiré mirándole.

–Con unos amigos míos –se limitó a sonreír antes de dirigirse hacia la puerta.

–¿Qué? Espera –me giré–, yo no pienso ir a comer con alguien que no... –cerró la puerta antes de que yo pudiera terminar la frase–. Será...

Gruñí frustrado y me dirigí hacia la ducha. No quería ir, no quería ver a todo el mundo mientras yo me consumía por dentro.

No supe por qué me dijo aquel día su verdadero nombre, tal vez era por dejarme algo. Con un nombre se podía saber muchas cosas, pero nunca las suficientes porque yo siempre quería saber más y más. Y nunca pasaba de lo básico.

Salí de la ducha mientras me secaba el pelo y echaba un vistazo a lo que tenía sobre la cama. Básicamente un traje normal y corriente. Parecía que iba a una comida de empresa cuando me miré al espejo. Salí de la habitación y vi a Jung Soo revisando los papeles.

–Para solo tener su nombre y apellido has averiguado bastantes cosas... –comentó sin quitar el ojo de los folios.

–Pues fíjate lo que se puede saber con tu identidad –me arreglé mejor las mangas–. ¿Vamos?

–¿No desayunas? –se levantó.

–¿Para qué? Si dentro de poco voy a comer.

–Podrías fijarte en su hermana, seguro que es igual de guapa que él –sugirió mientras iba conmigo hasta la puerta.

–No pienso fijarme en su hermana, imbécil –le dediqué una mueca de desprecio mientras salíamos.

–¿Por qué no? Entonces podrías presentármela a mí.

–Sí y le digo esto para presentarte: "Mira este es Leeteuk, el que fue chulo temporal de tu hermano pequeño". ¿A que quedaría perfecto como tu carta de presentación, eh?

Negó con la cabeza riendo e informó que íbamos andando hasta el restaurante. Con las pocas ganas que tenía de andar.

–¿Y no has sabido nada más de él desde aquel día en el aeropuerto?

–No. Tampoco le he contactado.

–Claro, porque parecería que solo le quieres por los servicios...

–¿Y tú has sabido algo de él? –le miré.

No contestó. Tenía los labios y el ceño fruncido y parecía concentrado en sus pensamientos mientras caminaba. No insistí y seguí caminando.

Había parejas que miraban los escaparates cogidas de la mano y se susurraban confidencialidades en la oreja. Hubo un tiempo en que yo fui así hasta que tuve que centrarme en el negocio familiar. Luego no permití que nadie se acercara a mi corazón hasta que apareció él. Llegó tan rápido como se fue.

–¿Y cómo has ido con él...? –me miró de reojo. Sabía perfectamente de quién hablaba.

–Avisado quedó. Ya le dejé claro que en mi vida sentimental él no tenía nada que hacer ahí a menos que yo lo permitiera –le miré inquisitivamente–. Ya sabes lo que le pasó al último que lo hizo.

Cuando le conté lo sucedido, estuvo un par de días sin querer tener contacto físico con nadie porque quedó tan perturbado que le costó recuperarse de la impresión. Y sí, se lo conté todo y hasta el más mínimo detalle.

–Sí, ya lo sé... –suspiró dejando de caminar ante el paso de cebra.

–¿Falta mucho?

–No, es el restaurante que hay allí enfrente.

Estuvo un buen rato mirando hacia el restaurante.

–No les veo, voy a llamarles –tecleó en el móvil y se llevó el aparato a la oreja–. Hola, sí, soy yo. ¿Dónde estáis? No os veo... –movió la cabeza mientras les buscaba.

Yo seguía mirándole porque no tenía nada más que mirar aparte de él. Prefería mirar a mi peculiar amigo. Él sonrió satisfecho y me dijo que ya le había encontrado en el restaurante, pero el otro tenía que llegar aún. Tenía curiosidad así que miré hacia la dirección donde estaban puestos sus ojos.

Una descarga eléctrica cayó sobre mi espina dorsal. Luego, un estremecimiento al darme cuenta. Y después, una sensación de estar flotando cuando nuestras miradas conectaron.

Tras más de un año, volvía a encontrar a aquella persona que en realidad debió de ser un repuesto y que terminó siendo la pieza que me faltaba.

Volvía a ver a Lee Hyuk Jae.


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