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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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Tragué saliva.

Pensaba que sería alguien más normal, pero no. Lo que vi allí era algo más que normal. Aunque iba muy informal, denotaba aire de seguridad en sí mismo y era abrumador. Literalmente me quedé sin saber qué decir. Él me miró aburrido y empezó a repiquetear con su la punta de su pie en el suelo, mostrándome su descontento de estar plantado ahí fuera como un tonto.

–Oh, perdona, pasa –me hice a un lado y le dejé pasar.

Entró tranquilamente mientras ojeaba toda la estancia. Cerré la puerta y le ofrecí que se sentara donde quisiera. Decidió sentarse casualmente en el sofá, cruzando las piernas y reposando sus brazos en el respaldo del mueble. Paseó su mirada distraídamente hasta posarla en mí.

–¿Quieres algo de cenar? –carraspeé sin saber qué decir.

–No, gracias. He cenado antes de venir.

–Oh, bueno, si no te importa, voy a pedir mi cena...

–¿No has cenado? –alzó una ceja–. ¿Entonces para qué me haces venir aquí? ¿Para ver cómo comes?

–No, pero uno también tiene derecho a cenar, ¿no? –le miré mientras cogía el teléfono fijo del hotel y marcaba.

–Oh, sí, claro, tómate tu tiempo. Total, la noche es joven aún –alzó sus manos a modo de son de paz.

Pedí la cena y le estuve mirando, observando cada detalle de él.

Era delgado, más bien tirando a flacucho, pero sin que se le notasen demasiado los huesos. Su pelo negro danzaba por su cabeza como quería, en contraste con su pálida piel. La camiseta con tirantes dejaba ver unos hombros fuertes y anchos, pero sin llegar a ser demasiado vulgar junto a sus brazos. Se notaba que se cuidaba, pero sin excederse.

En un momento dado, el chico miró interesado hacia arriba, dejando a la vista una mandíbula que me hizo alzar las cejas de la impresión.

–Tu mandíbula... –no pude evitar decir.

Al momento, él giró su cabeza hacia mí.

–¿Qué pasa con ella?

–Nada, solo que me ha impresionado la forma de tu mandíbula.

–¿Por qué?

–Porque nunca la había visto.

–Normal, es la primera vez que nos vemos, claro que nunca la has visto.

Me impresionó la soltura con la que me hablaba. Ni siquiera me trataba de usted, ya directamente a tutearse. ¿Sería así siempre?

–Quiero decir la forma, es muy peculiar. Nunca la había visto tan pronunciada y afilada.

–Oh, eso... –enseñó la quijada y la acarició suavemente, mostrándome su cuello–. Siempre me lo dicen –se encogió de hombros.

No supe qué más decirle. Él sacó su móvil y empezó a escribir en él. Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta.

–Señor Kim, su cena está lista.

Abrí los ojos considerablemente y miré fugazmente al chico sentado en el sofá. Seguía tecleando en el móvil y parecía no haberse dado cuenta de nada.

Antes de que se le ocurriera pronunciar otra vez mi apellido, fui hacia la puerta y le despaché lo más rápido posible. Dejé la cena en la mesa y empecé a comer.

Durante el rato que tardé en comer, él no dijo ni una sola palabra. Ni siquiera se movió, como si yo no estuvier en aquel lugar. Terminé y consulté un momento mis mensajes.

–Bueno, señor Kim, ¿me vas a decir qué hago aquí? ¿Vamos a hacer algo o estoy perdiendo mi tiempo? –me sobresalté, al final sí que había escuchado mi apellido.

–Claro. Estoy esperando a que dejes de hablar por el móvil.

El pelinegro bufó y dejó el móvil encima de la mesita que había delante del sofá.

–Y yo esperando a que digas algo. Bueno, ¿qué tengo que hacer? –se levantó moviendo sus brazos, balanceándolos hacia adelante y hacia atrás–. Bueno, no. ¿De qué me conoces?

–De nada.

–¿Y cómo has conseguido mi número? No sueles encajar en el perfil...

–Ignoraré ese amago de insulto... –fruncí mi ceño–. Te recomendó un amigo.

–¿Ah sí? ¿Quién? Puede que le conozca, aunque obviamente le habré visto la cara.

–Jung Soo –contesté automáticamente.

–¿Quién? –frunció el ceño sin entender nada.

–Oh, perdona, eh... Leeteuk.

–¿Leeteuk? –arqueó una ceja–. ¿Quién es ese? No me suena de nada...

–¿Cómo que no te suena? Trabajasteis juntos durante seis meses.

–Yo no trabajo con nadie, voy por libre.

–¿Cómo? No. Él me dijo que te conocía. Si encima me dio tu tarjeta –se la enseñé y la cogió.

–Leeteuk... Leeteuk... –murmuró su nombre mientras intentaba recordar y golpeaba el trozo de papel contra sus dedos–. Leeteuk... –cerró los ojos para pensar mejor–. Pues nada, no me suena –me miró mientras dejaba la tarjeta encima de la mesita.

Fruncí el ceño. Era imposible que Jung Soo mintiera o algo parecido. Si tenía hasta su tarjeta. O tenía muy mala memoria o era un impostor. Quería creer que era la primera opción. Mis sentidos se pusieron en alerta al empezar a desconfiar.

–¿No te acuerdas? Un chico más o menos de tu altura, con facciones finas, risueño y con una sonrisa muy peculiar...

–¿Sonrisa peculiar...? –miró hacia arriba y luego hacia los lados hasta que soltó una exclamación–. ¡El del hoyuelo en la mejilla...! Sí, sí, sí –asintió atropelladamente–. Ya me acuerdo de quién es. Sí... Muy majo el tipo. Y yo pensando que ya no se acordaría de mí.

–Por lo que veo el que no se acordaba del otro eres tú...

–Bueno, hay veces en las que tengo mala memoria –alzó los hombros con simpleza–. ¿Y cómo es que me ha recomendado? ¿Sus chicos no te satisfacen lo suficiente o qué? –sonrió pícaramente.

–Me gusta probar cosas nuevas –respondí tajante.

–Ya –asintió, dándome a entender que no se lo creía, pero que le daba exactamente igual–. ¿Y te digo mis honorarios? Lo digo para que no te quedes sin efectivo o algo.

–¿No me ves capaz de pagarte? –alcé las cejas mientras me cruzaba de brazos.

–No sé, por si acaso. Como no preguntaste nada por el precio cuando hablamos por teléfono... Pero ya te digo que es un millón de wons cada hora.

–Pues sí que debes de ser bueno para pedir semejante cantidad –hice un esfuerzo por no mostrarme sorprendido por la cifra.

¿Jung Soo y él se habían aliado para sacarme más dinero acaso?

–Soy de lo mejorcito –sonrió con chulería–. Yo sirvo para todo, así que... Desembucha y dime qué quieres hacer.

–¿Para todo? –asintió–. Lo tendré en cuenta...

–Vale. Oye, ¿cómo te llamas señor Kim? Lo digo porque si intimamos, pues me gusta saber al menos el nombre de esa persona. No sé, para no gemirte a la oreja: "Oh, persona..." –gimió–. Me entiendes, ¿no?

–Sí –intenté no reírme–. Me llamo Hee Chul. ¿Y tú?

–Kim Hee Chul... ¿De qué me suena ese nombre...? –susurró para sí mismo–. Es igual. Puedes llamarme Eunhyuk... –dijo antes de acercarse a mí y atrapar mis labios en un intenso beso.

Abrí más los ojos y solté un quejido por la impresión de aquel movimiento. Lamió mis labios y dejé que profundizara el beso mientras rodeaba mi cintura con los brazos. Automáticamente, rodeé su cuello y enredé mis dedos en su alborotada cabellera mientras intentaba dominar el beso.

Era una lucha encarnizada por ver quién llevaba el ritmo del beso, ninguno de los dos cedía. Sentí que iba caminando y no sabía hacia dónde, pero no le daba importancia porque aún seguía empeñado por llevar el beso y no quedarme sin aire. Mi espalda tocó la pared.

–No está mal... –se separó mientras se relamía los labios y me miraba.

–Me has subestimado por lo que veo... –susurré respirando con algo de dificultad.

–Tal vez... –me pegó más a la pared al posicionar su mano contra mi pecho antes de quitarse la camiseta–. Dime, preciosidad, ¿qué te hago? –clavó su mirada en mí.

–Enséñame lo mejor que sabes hacer...

–Muy bien...

Hizo que me quitara la chaqueta del traje, lanzándola por ahí. Lo siguiente que hizo logró sacarme los colores. Mientras iba desabrochando mi camisa, fue haciendo una especie de baile erótico.

Seduciéndome con su cuerpo, su baile, su mirada y sus labios. Como si estuviera haciendo un baile de barra, restregó su sinuoso cuerpo contra el mío, acariciando mis zonas más sensibles y ensañándose con mi zona erógena principal.

Acariciando mis hombros, fue bajando mi camisa y torturándome con su tacto durante el proceso. Me atrajo desde la cintura y empezó a dejar pequeños besos por mi cuello, haciendo que suspirara al ser una zona bastante sensible para mí.

De un rápido movimiento, me cargó y, antes de que pudiese reaccionar, ya me había dejado con suavidad sobre el colchón. Sin perder ni un segundo, me besó, acariciando mi cuerpo y yendo hasta el comienzo de mis pantalones.

En un momento dado, chupó mi cuello, arrancándome un gemido y que hiciera que le enseñara más el cuello. Mi cuerpo empezaba a reaccionar a sus hábiles manos y sentía que mi mente ya no pensaba con claridad. Ni siquiera me di cuenta de cuándo terminó de desnudarme ni de quitarse él la ropa. Se separó y gruñí levemente con algo de impaciencia.

–¿Tienes condones? –me miró.

–¿Qué...? –alcé un poco la cabeza para mirarle.

–Que necesito un condón.

–No... No tengo, creo...

–Bueno, yo sí.

Fue hasta sus pantalones y sacó uno de sus bolsillos. Lo sacó del plástico y se lo puso antes de venir hasta mí y besarme de nuevo. Fue tocar sus labios y dejar que mi cuerpo reaccionara rodeándole el cuello y pegándome más a él.

Con su caliente lengua fue bajando hasta la clavícula, donde chupó con fuerza para marcarme y lo único que supe hacer fue clavarle con fuerza las uñas en su ancha espalda. Fue bajando más hasta llegar a mis pezones, donde los torturó sin piedad alguna. Me aferré a su cintura, demostrándole que no podía esperar más. Me acercó más antes de volver a besarme.

Me sentí algo extraño al notar el protector, pero aquello no fue impedimento para que sintiera la necesidad de que empezara. Empezó lento y suave para que me acostumbrara y de mientras, me abrazaba y enredaba sus dedos entre mi pelo.

Acaricié sus hombros y espalda a medida que iba sintiendo que el placer inundaba mi cuerpo, con sus vaivenes aumentando por momentos junto a mis gemidos. Era suave, pero sin ser lento. Era intenso, pero sin ser brusco.

Llegó un momento en que no hacía sonido alguno, solo me dedicaba a respirar y a acariciar su cuerpo. Sus firmes movimientos nos mecían a los dos con suavidad mientras me perdía entre sus caricias, sus besos y sus leves jadeos contra mi cuello.

Yo le acariciaba la nuca y él la espalda cuando tuvimos contacto visual. Fue algo indescriptible, fue como quedarme sin respiración alguna. No sabía qué era lo que me estaba pasando, pero sentí la necesidad de besarle. Y lo hice. Le atraje atrapando sus labios en un beso pasional mientras me aferraba más a él, para sentirle más.

No supe cómo ni cuándo, pero él llegó al clímax un poco antes que yo y, sin embargo, ninguno de los dos paramos. Por más que nuestros cuerpos temblaran llenos de placer, por más que nos estuviéramos quedando exhaustos, seguimos sintiéndonos. A cada movimiento, mi cuerpo temblaba más, saturado y pidiendo a gritos que no se detuviera, que siguiera.

No fueron pocas las veces que nos tuvimos que separar por falta de aire en los besos, no fueron pocas las veces en las que sentimos que íbamos a desfallecer y aún así seguíamos con más excitación.

Nuestro punto álgido llegó en algún momento de la madrugada. Con la mente nublada, apreté con fuerza su cintura y le clavé las uñas, sintiendo que me temblaba cada músculo de mi ser. Jadeaba contra mi cuello mientras que yo dejaba caer mis piernas sobre la cama, sin fuerzas y con la mente en blanco.

Cuando recuperó un poco la respiración, se tumbó a mi lado mientras me miraba con su frente perlada de sudor. Le miré sin saber qué hacer o decir, aún necesitaba recuperar mi respiración y ser persona de nuevo. Los dos terminamos de jadear minutos más tarde y mi mente ya estaba en pleno funcionamiento. Quedé recostado sin quitarle la vista de encima. Él tampoco lo hacía.

–Vente conmigo.

–¿Qué...? ¿Qué dices?

–Digo que te vengas conmigo, un par de semanas.

–Joder, ni siquiera ha pasado un día, ¿y ya me pides que me fugue contigo? –respiró profundamente mientras cerraba los ojos y me miró de nuevo–. Será una broma, ¿no?

–No quiero que nos fuguemos. Quiero que me acompañes durante un par de semanas.

–¿Para qué? ¿Por quién tengo que hacerme pasar? –se incorporó lentamente.

–Por nadie. Simplemente quiero que te vengas conmigo mientras trabajo –le seguí con la mirada.

Se levantó de la cama y se quitó el plástico utilizado, lanzándolo a la basura del baño. Luego volvió y se quedó ahí plantado.

–Duchémonos y así no tienes que esperar a que termine de hacerlo yo –con un movimiento de cabeza me indicó que fuese.

Me levanté perezosamente y fui detrás de él hasta el baño. Encendió el agua caliente y nos metimos, dejando que el agua retirase cualquier rastro de sudor y resto biológico de nuestra actividad.

–Entonces me quieres como tu prostituto personal, ¿no? –habló mientras me enjabonaba la espalda.

–Se podría decir así –cogí la esponja cuando terminó de enjabonarme la parte donde no llegaba ni aun queriendo para seguir con el resto de mi cuerpo.

–No, se podría decir así, no. Es así. ¿Cuánto tiempo sería?

–Mínimo dos semanas –le pasé la esponja cuando terminé.

–¿Dos semanas? ¿Estás loco? ¿Pretendes que esté sin trabajar durante dos semanas como mínimo? ¿Sabes cuánto dinero perdería durante ese tiempo?

–Tampoco es para tanto –resté importancia mientras abría el agua después de que él terminara de enjabonarse entero.

–¿Cómo que no? Perdería muchísimo dinero, más de lo que serías capaz de darme –se pegó a mi espalda para poder recibir también el chorro de agua.

–Puedo darte más de lo que esos snobs podrían darte.

De un ágil movimiento en mi cadera, me giró para que los dos quedarámos cara a cara.

–Bromeas, ¿no?

–Yo nunca bromeo –contesté serio.

–¿Y qué demonios haría yo durante esas dos semanas? –preguntó tras reflexionar durante unos segundos.

–Simplemente relajarte y ser mi acompañante. En esas reuniones de trabajo siempre me aburro.

Cerré el agua y salí de allí, enrollándome una toalla por el cuerpo. Empecé a secarme hasta acabar con cualquier rastro de agua y fui a la habitación para vestirme. Eunhyuk hizo lo mismo y ojeó durante unos segundos el móvil para después mirarme.

–Gracias por la oferta, Kim Hee Chul, pero la rechazo. Es muy tentadora, pero no. No puedo permitirme esas dos semanas. Ni siquiera sabes si serán más o no. Así que definitivamente no.

–Ni siquiera te has dado tiempo a pensarlo. Tampoco es que te esté pidiendo demasiado –mientras iba hablando, sacaba un cheque y anotaba el importe de sus servicios. Se lo di listo para que pudiera cobrarlo directamente–. Me voy dentro una semana. Piénsalo bien y, si cambias de opinión, me lo dices. Ya tienes mi móvil.

–Muy bien, me aseguraré de no perderlo por ahí... –sonrió falsamente mientras se guardaba el trozo de papel y se dirigía hacia la puerta–. Un placer haberte conocido, Kim Hee Chul... –ronroneó mi nombre antes de desaparecer por la puerta.

Escuché mis propios latidos, golpeando con fuerza mis sienes. Aquella manera de pronunciar mi nombre me excitó demasiado.

Sí, definitivamente tenía que venir durante aquellas semanas, deseaba vivir de nuevo la experiencia de aquella noche. Con él sí que no me aburriría.


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