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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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–Kim... Hee... Chul... –murmuré mientras tecleaba en el portátil.

Le di a buscar mientras tomaba un sorbo de mi leche de fresa. Me salían muchas fichas laborales de aquel moreno, pero tampoco me interesaba mucho. Aunque por simple curiosidad, le di a la primera para ojear rápidamente.

Gran magnate de las empresas a sus treinta y cuatro años. Perspicaz, audaz y fiero en sus negocios. Serio y muy comprometido.

–¿Comprometido? ¿Qué coño? Pero si ese solo piensa en el sexo... –di un gran sorbo–. ¿No pone por ningún lado que es ninfómano...? Qué buena imagen de ti tienen...

Busqué más, pero estaba claro que Internet solo daba la cara buena, amable y pública de las personas. ¿Dónde demonios podía encontrar más información sobre aquel tipejo? Mi móvil comenzó a vibrar anunciándome que tenía una llamada.

–¿Esta noche...? –hice ver como que pensaba–. Vale, ¿qué me pongo...? De acuerdo –colgué.

Perfecto. Era justo lo que necesitaba. Un pez gordo de clase alta que se moviese por una fiesta con miles de peces gordos más. Aquella sería mi noche.

Si no había entendido mal, Kim Hee Chul era de la alta sociedad. Y mi ambiente era aquel tipo. Con más ánimo, fui a ducharme y a escoger la ropa que me pondría.

Cuando terminé, él ya me estaba esperando en el lugar acordado y me subí a su limusina. Me senté enfrente de él, no quería empezar a jugar sin ni siquiera haber empezado la noche.

Llegamos a la fiesta y nos sumergimos en el ambiente de elegancia, lujos, alcohol, sexo y tal vez drogas. Habíamos llegado mientras ponían música, de aquella música que dejabas salir tu lado más sensual y provocativo. Más que una fiesta de clase alta parecía una fiesta del sexo o una orgía o qué sabía yo.

–¿Bailamos? –me lanzó una mirada dejándome claro lo que quería.

–No –sonreí cortésmente–. Prefiero dar una vuelta antes de meterme a gastar energías moviendo el cuerpo.

Y sin más, me perdí entre aquellos cuerpos que serpenteaban contra los demás. Fui a la barra y pedí un Martini antes de ojear a los demás.

Kim Hee Chul era alguien bastante famoso en el mundo empresarial y estaba seguro de que alguna de aquellas personas podía decirme algo más de él. Aunque tenía que jugar bien mis cartas, no quería levantar sospechas. Sus negocios se basaban en números, cálculos y exportaciones al extranjero.

Mi cliente también estaba metido en aquel mundillo, así que supuse que le conocería. Vacié la copa y me dirigí hacia él listo para empezar a seducirle, como siempre hacía con mis clientes.

Como lo que pasaba en aquellas fiestas casi nunca salía de allí, a nadie le importaba mostrar sus preferencias o gustos sexuales que en público ni se les ocurría por la cabeza destapar. De un tirón, le llevé a la pista de baile y me pegué inmediatamente a su cuerpo. No dijo nada y los dos empezamos a seguir la música lenta.

Me pegó aún más a él posando sus enormes manos en mi trasero y mezclando nuestras respiraciones. Pude notar que se empezaba a excitar. Tan simples. Un simple baile de nada y sus hormonas ya empezaban a saltar y a crear caos en sus estrechas mentes.

Seguí moviéndome pese a que ya sentía su excitación contra mí, algo molesto en algunas ocasiones porque aquel baile no me producía demasiado. Cuando sentí que ya estaba bastante en su límite, decidí pararle y llevármelo a una de las salas VIPs que habían preparadas por si la chispa se encendía en medio de la noche.

Hice que se sentara en la cama mientras que yo cerraba la puerta con el seguro para que nadie me interrumpiera en mi labor. No sería solo sexo salvaje y desenfrenado. O eso pretendía.

Procedí a seducirle más con mis movimientos y mi mirada, a sentarme encima de sus piernas y a insinuarme encima de su parte erógena. Empecé a dejarle húmedos besos por el cuello.

–Dime... Últimamente he escuchado mucho el nombre de Kim Hee Chul... ¿Es amigo tuyo...? –chupé con fuerza.

Soltó un suave suspiro y dirigió sus manos a mi cintura para hacerme mover encima de su entrepierna.

–¿Kim Hee Chul dices...? ¿Por qué lo quieres saber...? –dirigió una mano hacia mi ropa baja, pero se la retiré de un pícaro manotazo.

–No sé, quizás algún día quiera conocerle... –ronroneé pasando a dejar un rastro de saliva por su piel.

–Oh, quieres ir a por él, ¿no es así...? –asentí sin dejar de mover mi lengua por su cuello y nuez–. Vaya... –rió levemente procediendo a que me moviera más rápido.

Mis clientes conocían perfectamente que mi clientela no tenía límites. Cuantos más mejor, por eso nunca se molestaban si les preguntaba por otras personas porque me conocían y no les importaba si después seguía viéndome con ellos. Pura estrategia y de satisfacer sus deseos más oscuros e íntimos, casi siempre.

Kim Hee Chul. Un hombre de negocios muy tajante y directo. No solía relacionarse con los de su clase y no entablaba demasiada amistad con nadie, prefería hacer las cosas por su cuenta. Nunca se le había visto en alguna de aquellas fiestas o no le habían pillado.

Aquello fue lo único que me dijo antes de que me tumbara de golpe para dominarme. No saqué nada interesante, eso ya lo sabía yo más o menos. Al menos me quedó el consuelo del dinero.

–¿Te apetece dar una vuelta? –fue lo primero que escuché de su jovial voz.

–¿Algún plan oculto? –fruncí el ceño inmediatamente.

–No, qué va. En calidad de amigo, solo eso. Hoy no te utilizaré –rió levemente, le imaginé tapándose la boca delicadamente con una mano.

Rumié un poco su propuesta y me di cuenta de algo. Su padre era un magnate empresarial y su hija había estado vagando por aquellos ambientes hasta que, fruto de aquella frustración por su falsedad, decidió recurrir a mí.

–Bueno, pues esta vez me toca a mí utilizarte –soltó una suave exclamación de sorpresa y curiosidad–. Tranquila, que no te va a costar nada –reí–. ¿Tenemos trato?

–Lo tenemos –rió.

Aquella tarde la tenía libre y pude aprovecharla para charlar tranquilamente con ella. Con la chica sí que pude sacar más sobre él que me fuera útil.

Estudió alguna carrera que muy pocos sabían cuál era y justo cuando la terminó, se metió en la empresa que su padre dirigía antes de jubilarse. En muy poco tiempo, consiguió mejores resultados que su progenitor. Toda una mente privilegiada se escondía en aquella apariencia de chico delicado. Como una araña pequeña, pero con veneno letal.

Me contó que sus gustos eran bastante refinados y que nunca se le había visto junto a ninguna chica, pero que se rumoreaba entre los entresijos de la alta sociedad que su orientación sexual era la homosexual o la bisexual. O incluso la pansexual. Aunque tampoco estaba muy segura de ello, eran simples rumores. Tan solo lo sabían su círculo más íntimo, pero claro, ¿quiénes eran ellos? Casi nadie lo sabía.

Desde luego, aquel moreno era más bien tirando a huraño y extraño. Aunque sus preferencias sexuales, al menos, las sabía, pero no del todo. Y, aunque seguía pensando en que me arrepentiría, me vi marcando su número y llamándole.

–¿Diga?

–Tengo que hablar contigo. ¿Dónde podemos vernos?

–¿No puede ser por aquí? Estoy bastante ocupado –resopló desde el otro lado de la línea.

–No, no me gusta tratar mis asuntos por aquí, prefiero hacerlo en persona.

Suspiró profundamente y escuché algunos movimientos de folios.

–¿Te viene bien esta noche?

–Como quieras –me encogí de hombros.

–Bien, prepárate. Esta noche saldremos de fiesta.

Me sorprendió escuchar aquello. Según lo que me habían contado, nunca le habían visto por aquellas juergas sexuales.

A la hora acordada, yo ya estaba preparado y plantado delante de su casa. Una bocina me avisó de que iríamos a la fiesta montados en limusina. Todo un clásico. ¿Qué tenían los ricos con las limusinas?

–Buenas noches, Eunhyuk –sonrió levemente al verme.

Sonreí con una sonrisa leve y me senté delante de él. Eché varios vistazos al interior del coche hasta que su voz hizo que mi vista se clavara en su persona y me sorprendiera con una máscara que solo ocultaban alrededor de sus oscuros ojos.

–Toma –me lanzó otra diferente que cogí al vuelo.

–¿Una fiesta de disfraces? –le miré mientras me la colocaba bien.

–Sí –dibujó una suave sonrisa.

Ya lo entendía todo. Tan solo iba a aquellas fiestas en las que no expusiera su identidad a las demás personas, a los ojos críticos y a los cuchicheos de su alrededor. Chico listo y discreto.

Llegamos al lugar y el ambiente a fiesta privada y exclusiva se podía avistar desde lejos. Al entrar, le susurró unas palabras al portero y me dejó pasar después de lanzarme más de un repaso con la mirada.

No me había fijado hasta en el momento en el que las luces dieron de lleno contra mi acompañante, pero iba vestido de forma elegante y sin desentonar con el ambiente de noche. Con un gesto bastante seductor, me indicó que le siguiera por aquella marea de feromonas.

–¿Qué quieres? –gritó en mi oído para que pudiese escucharle entre la música alta.

Le indiqué que nada y él se encogió de hombros mientras pedía su comanda. Se sentó en un lugar un poco apartado y se dedicó a esperar a que le trajeran lo que había pedido.

–¿Aquí pretendes que hablemos? ¿Con todo este jaleo?

–Qué quieres que te diga, tú querías verme, así que aquí me tienes. Habla todo lo que me tengas que decir –tomó un sorbo de su alcohol.

–¡Pero si casi no te oigo bien...! –medio grité para que me entendiera.

Sonrió mientras volvía a encogerse de hombros. Estuvimos un buen rato ahí, plantados sin hacer nada, simplemente dejando que la gente pasara, y mi tiempo y paciencia también.

Estaba a punto de renunciar a hablar con él cuando, sin previo aviso, me arrastró hasta la pista de baile después de terminarse su bebida. Me abrazó por detrás y rozó mi oreja con sus carnosos labios mientras se movía al ritmo de la música. Solo pude quedarme quieto y sin hacer nada.

–Podemos hablar así. Aquí nadie nos escuchará. Solo lo sabremos tú y yo... –habló casi con los labios pegados a mi oído.

Pese a que la música era alta, pude entenderle perfectamente. Me giré y los dos nos atrajimos a la misma vez, quedando cuerpo con cuerpo y sin espacio de por medio. Conectamos nuestras miradas y empezamos a bailar juntos, sin separarnos ni un momento.

–¿Y bien...? ¿De qué querías hablar...? –aprovechó que nuestros rostros estaban pegados, sin dejar de moverse.

Su voz era suave y aterciopelada, sin intención alguna. No sabía qué le estaba pasando por la mente.

–Sobre ese viaje tuyo...

Su antifaz le hacía verse aún más misterioso, mágico y embriagador. Con tan solo mirarle, ya sentías la necesidad de acercarte a él y de al menos rozar su blanca piel.

–Entonces, ¿aceptas...? –se echó para atrás mientras hacía un semicírculo y volvía de nuevo hasta mí, entrelazando respiraciones.

–Sí...

Su cuerpo acariciado por aquellas lujosas telas solo aumentaba el magnetismo que lograba ejercer sobre ti. No necesitaba artimañas corporales para conseguir que posaran la mirada sobre él.

Él mismo, con su mera presencia, hacía que la gente se fijara. Tuve oportunidad de ver desde diferentes ángulos su cuello y su nuez. Un bocado de Adán que invitaba a pecar con él después de mirarlo varios segundos.

–Bien... –soltó una caliente respiración en mi oreja–. Vamos a hablar a un lugar más privado y tranquilo... –acarició mi nuca antes de coger las solapas de mi camisa y llevarme con él.

Nos adentramos a una zona mucho más tranquila, pero que tan solo por el olor ya se sabía para qué se utilizaba. El olor a sexo, a hierba y a aromas frutales llegaba hasta mis fosas nasales. Unos olores bastante comunes para mí. Llegamos a una habitación donde solo una cortina roja de terciopelo nos concedía privacidad.

–No te lo quites –ordenó cuando estaba a punto de quitarme el antifaz–. Es la única regla que hay aquí. No quitarse nunca la máscara que protege tu identidad real. Ni siquiera en las habitaciones.

–¿Pretendes que hable así? ¿Con esta cosa puesta en la cara? –asintió lentamente mientras se sentaba en la cama–. Muy bien... –suspiré resignado.

–Conque al final has aceptado mi propuesta...

–Sí. Aunque te va a costar un pastizal, ya te lo aviso.

–Lo suponía –esbozó una leve sonrisa sin dejar de mirarme y decidí sentarme a su lado–. Bien, no quiero que se note que no eres uno más. Quiero discreción. Cuando me vaya, iré vestido de manera formal, así que quiero que tú también vayas así. Llévate todo lo que quieras –empezó a jugar con los botones de mi camisa.

–¿Algo más...? –susurré mientras dejaba que hiciese conmigo lo que quisiera.

Se tumbó llevándome consigo y haciéndome quedar a horcajadas sobre él.

–Por el momento, no... –suspiró cerca de mis labios.

Posicioné mi rodilla entre sus piernas e hice un poco de presión, que consiguió que soltara un suspiro. Estaba excitado y bastante. Seguí rozándole en esa zona y acariciando su piel del cuello con mis labios.

Pronto la habitación se llenó de suaves gemidos y un notable bulto se hacía ver en sus pantalones. Le bajé toda la ropa y busqué el preservativo entre los escondrijos secretos que tenía mi traje.

–Ah, eso es otra –comenzó a hablar cuando vio lo que hacía–. No quiero que utilices eso, no me gusta la sensación.

–Muy bien –asentí mientras seguía buscando–. ¿Acaso las enfermedades de transmisión sexual no existen para ti o qué? –le miré, encontrándolo al fin.

–Sí, pero nunca lo hago con eso... Los demás no lo utilizaban conmigo –mientras hablaba rompí el plástico y lo dejé por el momento en el suelo.

–Enhorabuena. No me interesa lo que hacían ellos contigo. Yo siempre lo utilizo y lo seguiré utilizando.

–Con los demás sí lo utilizan, conmigo no. Te puedo asegurar que no tengo nada malo.

–Ya, tus palabras son como papel mojado para mí.

Zanjé el tema poniéndole el preservativo con la boca, cosa que le arrancó un gemido mientras se tumbaba de nuevo, esperando a que aquella noche le transportase hasta su punto más álgido.


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