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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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Revisé de nuevo la hora del móvil. El jodido no llegaba a la hora y faltaba poco para que nos llamaran para embarcar. Le envié el quinto mensaje diciéndole que se diera prisa. Empecé a repiquetear con el pie mientras miraba nervioso a todas partes. ¿Por qué demonios era tan impuntual? Por fin, me llegó un mensaje suyo.

"Ya estoy aquí", era todo lo que ponía. Miré a mi alrededor y no le encontré por ningún lado. "¿Dónde coño estás?", le envié exasperado ya de tanto esperar. "Delante de ti".

Alcé la vista de la pantalla y seguí sin encontrarle, tan solo había un hombre trajeado con gafas falsas mirando hacia mí. Solo le había echado un vistazo, pero tuve que echarle otro para reconocer que era Eunhyuk.

Me miraba con aburrimiento y esperando ya en la cola de embarque. Iba perfectamente trajeado, limpio y pulcro. Tenía la mano encima del manillar de su maleta y una postura de absoluta indiferencia hacia todo lo que le rodeaba.

Su pelo oscuro acababa en graciosas puntas que miraban rebeldes hacia cualquier dirección, estratégicamente fijadas. Y por último, su rostro adornado con unas simples e inútiles gafas redondas de material frágil y dorado. Un punto y final que completaba un estilo seductor y formal.

Le miré como si fuera el único chico que hubiese en un kilómetro a la redonda y salí de mi embobamiento cuando uno de mis subordinados me llamó la atención para que fuéramos a embarcar. Parpadeé varias veces mientras me dirigía hacia él, poniendo mi mejor cara de indiferencia y esperando en la cola.

–Un poco más y te quedas en tierra, señor Kim... –susurró con un deje de burla en su voz.

–Hubiera sido por tu culpa por haberme hecho esperar tanto –clavé la mirada en su nuca intentando que notara mi enfado.

–Oh, qué impaciente, señor Kim... –su tono burlón hacía que me diesen ganas de lanzarle al vacío en pleno vuelo, claro que después me quedaría sin diversión por dos semanas como mínimo.

Se giró y me miró por encima de las gafas, con una sonrisa juguetona dibujada en los labios y un brillo perverso en sus ojos.

–Dime, señor Kim, no tendrás fantasías sexuales en un avión, ¿verdad...?

Solté un gruñido antes de empujarle para que siguiera avanzando por la cola. Él tan solo se dedicó a reír levemente y a continuar andando.

–¿Solo viajamos tú y yo? –se giró de nuevo.

–No, detrás de mí también vienen gente conmigo –respondí entre dientes.

No quería que supieran de qué hablaba con él. Y más suponiendo que también era un simple empleado más. Un empleado que le hablaba de forma perversa a su jefe al parecer. Salimos de la cola y en vez de subir al avión que estaba fuera, embarcamos en mi avión privado y nos acomodamos en los asientos.

Quería descansar, estaba cansado después de haber estado toda la noche trabajando. De reojo vi que él se disponía a reposar también un poco mientras se colocaba los cascos y se ponía mejor en su asiento. Al final me dormí mientras observaba lo que hacía.

Me desperté de golpe al escuchar una estruendosa risa y, desorientado, busqué al desgraciado de aquel lugar que me había molestado. Todos estaban en silencio menos Eunhyuk, que se estaba aguantando la risa mientras mordía su puño y miraba su móvil.

–¿Qué te hace gracia? –le miré con mala leche.

–Nada, nada –rió sin ni siquiera mirarme, prestando más atención al aparato inútil.

–Bueno, pues baja el tono de voz, ¿quieres? Algunas personas intentan dormir –me miró.

–¿Tú?

–Sí, yo –le miré con pocas ganas de bromear.

–Lo siento, es que los peces me hacen demasiada gracia –sonrió.

¿Los peces? Enarqué una ceja pensando que qué clase de lunático había metido en mi cama. Que le hacían gracia los peces. Entorné los ojos negando con la cabeza y me dispuse a escuchar algo de música para no escucharle reír como un tonto.

Pero el bastardo seguía riendo cada vez más alto y a punto estuve de tirarle el móvil en la cabeza para que se callase. Le miré de reojo y vi que se había quitado la chaqueta del traje, quedando con solo una camisa blanca que dejaba entrever su delgado, pero fuerte cuerpo.

Estaba claro que el chico sabía cómo integrarse en cada ambiente al que iba. Yo ni siquiera le había podido reconocer a la primera de cambio, estaba bastante diferente a las veces que le había visto. Tan solo le había visto dos veces y en las dos su vestimenta era muy informal y cómoda para poder desenvolverse con soltura.

–Oye, ¿y a dónde vamos?

–¿Cómo...? –pregunté saliendo de mis pensamientos.

–Que a dónde vamos. Te he seguido hasta aquí, pero aún no sé todavía hacia dónde vamos a ir. ¿Es fuera del país? –me miró con las gafas aún puestas.

–Sí.

–¿Ah sí? ¿A dónde?

–Es de mi propiedad –contesté simplemente, mirando hacia mi móvil.

–Oh, es secreto... –comprendió–. ¿Y qué vamos a hacer allí?

–Ya te lo he dicho, tengo unas cuantas cosas que hacer por trabajo... –respondí sin prestarle demasiada atención, los correos necesitaban toda mi concentración.

–Ya, ¿y yo mientras qué hago allí? ¿Soy como un florero o algo así? –la almohada que le lancé le dio de lleno en la cabeza.

–¡No hables tan alto...! –le miré queriendo cortarle la lengua por bocazas–. Te recuerdo que no estamos solos y que solo yo sé quién eres en realidad –mascullé entre dientes.

–Bueno, seguramente alguno más intuye que soy otra cosa –se encogió de hombros, como si no le importara nada.

–Pues a lo mejor, no es que pases desapercibido. Y no, mientras yo hago mis cosas, tú podrás hacer lo que te venga en gana siempre y cuando no me molestes ni seas una molestia para los demás trabajadores.

–Por eso no te preocupes, me tomaré esto como si fuesen unas vacaciones bien merecidas –se acomodó en su asiento como si de una hamaca de playa se tratara y colocó las manos detrás de su cabeza.

–¿Usas gafas?

–¿Qué? –me miró sin entender–. Oh, esto. No, no las necesito. Es solo por pura estética. Vi que combinaba bien con este traje y que daba el pego como un trabajador medio y decidí ponérmelas –alzó los hombros con parsimonia.

Nos quedamos en silencio durante un buen rato sin saber qué decir. Tampoco nos unía ningún tema de conversación más a menos que alguno de los dos sacara uno para preguntar.

–Solo veo mar, no veo tierra aparte de esa pequeña islucha –comentó mientras miraba por la ventanilla–. A ver si me vas a llevar a algún sitio en medio de la nada...

No me molesté en contestarle, no quería perder mi valioso tiempo en contestar a sus preguntas.

Aterrizamos en tierra firme una media hora después. Mientras bajábamos del avión, el moreno no paraba de mirar a su alrededor con una mueca de no estar entendiendo nada.

–¿Estamos en una isla? –exclamó caminando y sin dejar de mirar por todos lados.

–Sí, hijo, sí –contestó alguien por mí–. Esta isla es de su propiedad.

–¿Tienes una jodida isla privada? –soltó mirándome sorprendido–. ¡Nunca antes había estado en una! –anunció ilusionado.

–No todo el mundo tiene el placer de poder ver una como esta –rió otro mientras caminaba a su lado–. Ya verás cómo te encantará, chaval.

Eunhyuk se mostró entusiasmado e impresionado durante todo el trayecto del aeropuerto hasta la residencia, calentándome la cabeza con sus grititos al ver una cosa que, según él, era espectacular o magnífica. Los demás solo podían observarle con ojos divertidos y se les contagiaba su misma ilusión.

Mi mano derecha me lanzó una mirada perspicaz que no pude comprender muy bien mientras íbamos en el coche. Fruncí el ceño sin saber qué quería decirme y él tan solo se limitó a encogerse de hombros y a dedicarme una sonrisa cargada de misterio. Una exclamación de sorpresa llegó hasta mis oídos cuando divisamos la casa.

–¡Pero si es una mansión!

Los demás estallaron en un coro de carcajadas al ver su reacción. Salí del coche negando con la cabeza y cogí mi maleta junto a mi mano derecha. Él y yo nos adelantamos mientras que los demás se dedicaban a charlar con el alegre Eunhyuk.

–¿De dónde has sacado a ese pintoresco chico? –comentó mientras caminaba a mi lado.

–¿Cómo? –fruncí el ceño al mirarle.

–Nunca le había visto antes. Ni siquiera por la empresa. ¿Es nuevo? –me miró de una forma bastante inquisitiva.

–¿Qué te hace pensar eso? –le pregunté sin rodeos.

–Es bastante obvio que ese chico no encaja en nuestro mundo. ¿Es igual que Si Won o que los demás chicos que estuvieron viniendo por aquí durante cierto tiempo?

No dije nada y me limité a seguir andando.

–¿Qué ha pasado con el otro? ¿Estaba indispuesto?

–Si quieres jugar con él, entonces no hace falta que me pidas permiso o algo así. Es él quien tiene que acceder a hacer algo contigo –paré para mirarle.

–¿De verdad me estás diciendo eso? –enarcó una ceja–. Con los otros no te hacía mucha gracia que alguno de nosotros se acercase.

–Sinceramente, me da igual lo que hagáis siempre y cuando no os desviéis del tema al que hemos venido, ¿vale?

–¿Los demás lo saben?

–No creo... Yo no les he dicho nada al menos.

–Pues cuando se enteren, ese apuesto chico no creo que tenga mucho descanso... –le lancé una mirada severa.

–¿Acaso habéis venido aquí a estar todo el día encamados con alguien? –él negó con la cabeza–. Bien, porque no quiero ver que alguno está distraído babeando por el culo de ese chico o de alguno de los trabajadores de esta casa, ¿entendido? Ya puedes comunicárselo a los demás.

Terminé y me encerré en mi cuarto a deshacer la ropa.

"¡Esto es endemoniadamente grande!", rezaba uno de los muchos mensajes que me había enviado Eunhyuk mientras ponía toda mi ropa bien.

"¡Me he perdido! ¿Dónde voy a dormir?". "¡Si tienes campo de golf y todo!". "En serio, ¿qué demonios hace un mono en esta isla? Está en mi hombro y me mira con demasiada atención... ¡¿Qué sentido tiene tener un zoológico en esta isla en medio de la nada?!".

–De verdad, ¡no quiero pasar la primera noche en compañía de un mono que parezca que vaya a arrancarme los ojos de un momento a otro...! –decía el audio que me envió.

Logró arrancarme una carcajada. ¿Desde cuándo era así de gracioso? Le pregunté dónde estaba y me envió otra nota de audio.

–Pues... Creo que estoy en el bosque... Y estoy enfrente de una cascada, no sé si te servirá de mucho... ¿Este mono sabe nadar? Lo digo para lanzarlo y que se dé un chapuzón... –se escuchó el grito del primate y luego el del chico antes de que se cortara.

Entre risas negué con la cabeza mientras me disponía a ir en su búsqueda. ¿Cómo podía haber llegado tan lejos? La cascada estaba yendo muy adentro del bosque que rodeaba a la mansión. Y el mono. Normalmente nunca se acercaba a nadie y si lo hacía era para atacarle. De momento no le había atacado aún, a menos que lo hubiese hecho después de enviar aquel audio.

Como sabía dónde estaba exactamente el lugar que me describió, en media hora ya estaba allí. Le encontré dentro del lago y con la ropa puesta.

–¿Qué haces ahí? Podrías haberte metido sin mojar el traje...

–¡Ese primate me ha lanzado...! –gritó señalando al animal, que pasó a subirse a mi hombro.

–¿Que él te ha empujado al agua? –enarqué mis cejas sin poder creer que acusara al bicho.

–¡Sí! –gritó enérgico mientras se dirigía hacia la orilla.

–Anda, vámonos...

Nos subimos al vehículo que utilizaba para moverme por aquellos parajes. Llegamos y el mono se fue a dar una por vuelta por ahí. Miré a Eunhyuk, que empezaba a sentir el frío del ocaso.

–¿Dónde está mi habitación...? –castañeó sus dientes mientras caminaba por la casa.

Pese a tener frío, el chico se dedicó a observar con atención la casa. Cuando entramos a la habitación, Eunhyuk se quedó ahí plantado. Fui hasta un armario y le lancé una toalla de baño.

–Toma, el baño está ahí. Dúchate antes de que cojas un resfriado.

Miró a la toalla, luego al baño y después a mí. Paseó la mirada por la estancia un par de veces antes de volver a mirarme.

–¿También te vas a quedar en esta habitación?

–En realidad, es mi habitación. Mientras estés aquí, esta también será tu habitación.

–¿Y no hay otra libre para mí?

–Sí, muchísimas. Pero esas son para los invitados que espero. Tú dormirás aquí.

–¿En esa cama? –señaló la cama de matrimonio que tenía.

–Sí. ¿Algún problema? ¿O acaso prefieres dormir en el suelo o fuera?

–No, no, pero... ¿Y si me ven saliendo de tu habitación no sospecharán o algo...?

–Ya lo sospechan –me encogí de hombros–. Mi mejor hombre de confianza ya me lo ha hecho saber.

–Ah, vale... –asintió levemente varias veces–. Me voy a duchar entonces.

–No tardes demasiado, yo también quiero hacerlo.

Se encerró en el baño y a los diez minutos salió con una toalla enrollada a su cintura. Me levanté y empecé a ducharme también. Nunca me hubiese imaginado que Eunhyuk fuera tan crío fuera de su trabajo. Claro que para él era trabajo.

¿Se ilusionaría así por todo tal y como había hecho nada más llegar? ¿O solo había sido al ver la isla? Me extrañaba que no hubiera visto semejante cosa antes. Tal vez sus clientes nunca le habían llevado a sus islas privadas. Y lo más importante de todo. ¿Qué mierda me importaba lo que había hecho o dejado de hacer?

Veinte minutos más tarde, salí del baño enrollándome una toalla a la cintura justo cuando una chica del servicio cerraba la puerta de la habitación. Miré hacia el chico y vi que tenía una bandeja llena. Me acerqué para picotear un trozo de la cena.

–¿Has sido tú quien ha llamado al servicio?

–Sí. Tenía hambre y llamé por el teléfono ese –lo señaló mientras comía ramen.

Ni siquiera se había tomado la molestia de secar su pelo y de cambiarse, seguía con la toalla del baño con la que había salido. Me senté en la mesa y cené también.

Él terminó antes que yo y eso que había devorado dos tazones llenos de ramen. ¿No había comido en una semana acaso?

–Bueno, dime el plan que hay para estas dos semanas –dejó los platos en la bandeja mientras me miraba.

–Pues el que te he estado diciendo hasta ahora –me levanté caminando hasta la cama y le miré–. Tú haces lo que quieras mientras yo trabaje siempre y cuando no me distraigas ni me montes jaleos. Tampoco exijo tanto creo yo...

–Solo era para confirmar –asintió antes de dirigirse hasta mí, arrancarme la toalla y empujarme hasta la cama.


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