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Repuesto [LP1] por Annie_Powers

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Después de dejarme un último beso en el hombro, se dirigió hacia el baño. Me estiré mientras suspiraba de satisfacción. Volvió al cabo de un rato y se tumbó a mi lado. Me acomodé mejor para poder mirarle y empecé a acariciar su suave piel.

–Me voy.

–¿Cómo? –parpadeé sin comprender lo que quería decirme–. ¿A dónde?

–Medio año –contestó tras una pequeña pausa, jugueteando con la sábana.

–¿Medio año? –abrí los ojos recibiendo el shock–. ¿Por qué?

–Tengo que hacerlo, es por trabajo... –me miró a los ojos.

Nada más mirar en sus orbes, lo comprendí.

–Oh... Vaya... ¿Cuándo te vas?

–Mañana faltarán dos días para irme.

–¿Y qué haré yo sin ti? –pregunté tras una pausa.

–Puedes pasar sin mí durante ese tiempo. Tampoco será tan difícil, además, puedes pasar tiempo con otros.

Bufé y me levanté de la cama para observar por la ventana la fría noche.

–Tenía pensado que vinieras conmigo durante un par de semanas.

–¿A esa casa? –la cercanía de su voz me informó de que se acercaba. Me abrazó por detrás.

–No. Tengo que hacer un par de cosas en el trabajo en un sitio muy aburrido y tenía planeado que me hicieras compañía.

–¿Cuántas semanas serán?

–Dos, creo... O puede que más. No sé cuánto tiempo me llevará terminarlo.

–Una pena, me hubiese gustado ir contigo... –apoyó su barbilla en mi hombro.

–¿Te tienes que ir?

–¿Quieres que me quede?

–Supongo. La noche es joven aún...

–No tengo prisa...

–Entonces quédate. Ya que no podré verte durante un tiempo, entonces prefiero aprovechar... –me giré para visualizarle.

Si Won sonrió y con tan solo un beso y unas cuantas caricias, volvimos a encender nuestra llama hasta el amanecer.

Al día siguiente, desperté encontrándome solo entre las sábanas. Antes de marcharse me dejó una nota diciendo que tenía que irse temprano y que sentía hacerlo de aquella forma. Suspiré aliviado al recordar que se lo había dado la noche de antes, casi siempre se me olvidaba.

Como cada mañana, me aseé y me puse el traje del trabajo para después salir con prisas. Como cada día, llegué y empecé a estresarme por los problemas que me venían de un lado y de otro. Normalmente era siempre así y me resignaba, pero aquel día estaba quemado, con solo una idea en mente.

Terminé todo lo que tenía que hacer y por la tarde ya estaba libre para poder hacer lo que quisiera. Me tomé mi tiempo para relajarme y conducir tranquilo hasta mi lugar de destino. Salí, me dirigí directo hasta su despacho y, sin importarme lo que me dijera su secretario, abrí la puerta.

–Oh, hola –sonrió.

–Hola, Jung Soo.

–Oh, me has llamado por mi nombre, eso es que no estás de humor...

–Supones bien.

–Señor, lo siento, no he podido... –empezó a hablar el que hacía de secretario.

Antes de que siguiera dando más por culo aquel incordio, cerré la puerta delante de sus narices. Caminé hasta su mesa y me apoyé en ella, mirándole con cara de pocos amigos.

–¿Por qué lo has hecho?

–¿Hacer el qué? –me miró sin entender nada.

–Ya sabes a qué me refiero.

–No, no sé de qué me hablas –suspiró–. Vienes aquí después de tanto tiempo sin venir a visitarme y me vienes con esas... –me miró mordiéndose el labio–. Antes venías más a menudo...

–Tú y yo estamos ocupados dirigiendo nuestros respectivos negocios. Ahora, contesta.

–Muy ocupado no estarás cuando estás con Si Won...

–¿Es por eso por lo que le vas a enviar medio año fuera?

–Oh, ya te has enterado... No es mi culpa, ya sabes que por mí no le enviaría tanto tiempo fuera –se encogió de hombros.

–¿Seguro que no lo has hecho por celos? –elevé mi ceja, analizando su reacción.

–Claro que no –sonrió enseñando sus dientes–. Lo que pasó entre nosotros fue delicioso, pero créeme, no es por celos. Ni siquiera he tenido opción de negarme.

–Claro que sí. Tú has aceptado a que se vaya.

–Fue él quien aceptó, no yo.

–¿Él? –abrí los ojos. No me había dicho nada.

–Sí, ¿no te lo ha dicho? La oferta era bastante buena y no se pudo negar –cruzó sus piernas mientras me miraba–. ¿Por qué te enfadas? ¿Es que le necesitabas para algo?

Fruncí el ceño y suspiré profundamente mientras cerraba los ojos. Los abrí y ahí seguía con su estúpida sonrisa con hoyuelo incluido.

–¿Tú qué crees, genio?

–Que tienes demasiada libido –rió–. ¿No puedes pasar varias semanas sin él o sin nadie acaso?

–El trabajo me aburre demasiado como para pasar esas semanas solo. Y tú me has jodido mínimo dos semanas. O quizás tres.

–Pues qué pena. Lamentablemente, no hay nadie más disponible para ti, ni siquiera yo –informó mientras miraba unos papeles.

–Tranquilo, no iba a pedírtelo de todas formas.

–¿Y entonces a qué has venido? –los dejó en la mesa y me miró divertido.

–Sabes perfectamente a qué he venido. He venido a que arregles este problema que me has ocasionado –dejé de apoyarme sobre la mesa para cruzarme de brazos y mirarle seriamente.

–Encima será mi culpa –se encogió de hombros–. No es mi culpa que seas tan inquieto.

–¿Y ahora qué hago yo de mientras, eh?

–Tienes dos preciosas manos a tu disposición –sonrió inocente. Le clavé aún más la mirada, seguramente vería mis ganas de asesinarle en aquel momento–. O... Siempre puedes recurrir a otra persona.

–Ya, ¿y quién es esa persona? Te recuerdo que todos estáis ocupados al parecer.

–Es verdad, este mes estamos hasta arriba. No sé qué le ha dado a la gente, pero tenemos mucha demanda, demasiada diría yo. ¿Ha llegado la época del apareamiento o qué? –soltó una risilla mientras pensaba.

–Me decepcionas, Jung Soo... –negué con la cabeza–. Ya estás tardando en encontrar una solución ahora. Ya, venga.

–Espera, déjame que piense en algo... –el chico cerró los ojos y giró su sillón para dirigirlo hacia la ventana que estaba detrás de él.

Como no sabía qué hacer, me senté en el sofá que tenía allí. Más que nada para no parecer un completo imbécil ahí de pie. No tenía prisa, tenía toda la tarde para esperar a que me diera una solución viable.

–¿Has pensado ya en algo? –pregunté con los ojos cerrados.

–No, pero quiero preguntarte algo –no noté ningún ruido así que supuse que aún seguía mirando por la ventana–. ¿Necesitas a alguien que siempre esté disponible?

–¿Por qué lo preguntas?

–Por saberlo, idiota.

–Pues... Hombre, que sea libre y sin ataduras no estaría mal... –me encogí de hombros–. Yo qué sé. ¿Acaso tienes a alguien en mente?

–Tal vez –abrí mis ojos al escucharle.

–¿Es que va por libre? –miré en su dirección.

–Sí, desde siempre –la silla se giró para quedarse mirando hacia mí–. Aunque hubo un tiempo en que no y trabajaba para mí.

–¿Cómo es eso?

¿Alguien que no se quedaba con Jung Soo? Era bastante surrealista. Nadie quería dejar de trabajar para él. Su modo de trabajar encantaba a todos. Entonces, ¿por qué se iría?

–Tuvimos un acuerdo –empezó a hablar–. Durante seis meses estuvo conmigo. Solo aceptó si le ayudaba a ganar fama. Él me daba una parte mientras que yo le ayudaba a crearse una reputación. Cuando lo consiguió, se fue por libre.

–¿Cómo es que nunca le he escuchado...?

–Normalmente se mueve por cierto ambiente durante un tiempo y luego cambia a otro. Pero es bastante conocido por la clase alta sobre todo.

–¿Estás insinuando que no le conozco porque no pertenezco a la clase alta? –fruncí el ceño, sintiéndome muy ofendido.

–No es que no pertenezcas a ella, simplemente ni te mueves. No entablas conversación con ella fuera del ámbito laboral y entonces es normal que no te enteres de nada –se encogió de hombros mientras decía su obviedad.

–Tienen intereses diferentes a los míos –bufé mirando hacia otro lado.

–¿De verdad acabas de decir eso? –me miró inquisitivamente mientras reía.

–Bueno, en algo coincidimos, pero ya está –bufé de nuevo mientras me cruzaba de brazos y de piernas–. ¿Piensas decirme quién es o tengo que adivinarlo?

–A lo mejor hago que tengas que ir a preguntar a esos snobs de la clase alta.

–¿Tú quieres que te hunda el negocio o qué? –le miré amenazadoramente.

–Entonces tú saldrías perdiendo –soltó una carcajada–. Sabes que nosotros somos los mejores.

Gruñí mientras le maldecía internamente. Suspiré mirando hacia otro lado para después mirarle de nuevo.

–Dame su número.

–Qué desesperado estás –sonrió pícaro.

–Lo sé. Dame su número o tarjeta o lo que sea que tenga.

Él rió negando con la cabeza y empezó a buscar la tarjeta de trabajo entre los miles de folios que tenía esparcidos por la mesa. Tardó un buen rato en encontrarla y me la tendió. La guardé sin ni siquiera mirarla.

–Bueno, ¿necesitas algo más? –preguntó acercándose peligrosamente.

–No, gracias... –le miré.

–Ya me dirás qué tal ha ido –hizo ver como que arreglaba mi traje–. Me han dicho que es bastante bueno en su trabajo...

–Pensaba que ya lo sabrías –Jung Soo me dirigió una mirada seductora y rió levemente.

–No se dejó. O más bien, ninguno de los dos se dejó –fue empujándome hacia el sofá.

–No entiendo por qué... –le expuse más mi cuello al notar que iba dejando un rastro de besos por esa zona.

–Simplemente, no ocurrió. ¿Tienes que hacer algo esta tarde...? –negué con la cabeza–. Bien, porque necesito despejar mi mente...

Y sin más preámbulo, unió nuestros labios en un ardiente beso. La intensidad con la que nuestras lenguas luchaban por el dominio del beso era abrumadora. Le atraje más mientras notaba que me quedaba sin oxígeno.

Separándonos tan solo unos momentos, no dejábamos que ninguno de los dos pudiese coger demasiado aire. Nuestros cuerpos demandaban con ansia tocarse y sentirse de nuevo.

–Creo que asustaremos a quien nos escuche... –gemí contra sus labios.

–Ya están acostumbrados... –chupó con fuerza mi labio, arrancándome un sonoro gemido.

Pareció como si hubiese despertado a la bestia porque perdió el control. Al final, terminamos gritando sonidos indecentes, moviendo el sofá por los bruscos movimientos y con la piel perlada de sudor por nuestro desenfreno.

–Deberías venir a visitarme más veces... –me dio tal palmada en el trasero que me dejó la carne ardiendo.

–Por estas cosas nunca vengo, joder, que no estás pegando a una mula –gruñí mientras me vestía lo más deprisa posible.

–Lo siento –rió mientras se vestía con parsimonia–. ¿Le vas a llamar hoy?

–No, puede que otro día... –terminé de vestirme–. Hasta la próxima –sonreí antes de salir por la puerta.

Cerré la puerta y vi que el chico que era el secretario de mi amigo se sonrojaba hasta las orejas al verme. Al principio no supe el porqué de su reacción, pero entonces recordé nuestra sesión de sexo y lo comprendí.

Reí levemente y al pasar por delante de él le guiñé coquetamente. Aquello hizo que se distrajera por un momento y que torpemente tirara algunas cosas al suelo. Reí de nuevo y seguí caminando hasta mi coche.

Me senté y saqué la tarjeta para observarla mejor. Rumié la posibilidad de llamarlo, pero deseché la idea. Si Won me dijo que se iría dentro de dos días así que ya tendría tiempo de llamarle. Por alguna razón, el hecho de conocer a alguien sin ataduras y disponible casi siempre hacía que mi mente volara hasta límites insospechados.

Ansiaba conocerle.


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