Amanecía un nuevo día en el país del sol naciente. Para muchos era una nueva jornada laboral normal y corriente, pero para muchos otros no. En especial para un número reducido de personas. El gran y tan esperado día.
En el lugar, todo el mundo se movía con mucha prisa, con los nervios inundando sus cuerpos a cada segundo que pasaba. Era inevitable no ponerse nervioso y más aún cuando tenían que ultimar los últimos preparativos. El más mínimo detalle que saliera mal, probablemente repercutiera en el desenlace de todo. Por eso tenía que estar todo perfecto y cuidado al más mínimo detalle.
Luces, decorado, música y un montón de cosas más. Y todo era bastante estresante para aquellas personas. Sobre todo exigente. El ambiente estaba tan cargado de tensión que se podía cortar con un solo tajo. Nadie se tomaba un momento de descanso porque el tiempo volaba más rápido de lo que ellos querían y pronto llegaría la hora del principio del todo.
–¡Es la hora!
Y todo, en vez de convertirse en absoluta calma, se volvió aún más ajetreado sin salirse del silencio.
La gente llegaba con gran entusiasmo al lugar, charlando animadamente con los conocidos con los que se encontraban o simplemente conocían a nuevas personas. No tardaban demasiado en entrar y observar el interior, curioseando todo lo que sus ojos encontraban. Cuando se cansaban de estar de pie, se sentaban en sus lugares correspondientes para esperar a que todo comenzara.
Las puertas se iban abriendo y cerrando sin cesar, sin descanso alguno. Dos manos coincidieron al ir a coger del tirador de la puerta y sus miradas coincidieron.
–Hola –se atrabancó al vocalizar antes de sonreír.
–Hola... –correspondió con una sonrisa más sutil.
–Qué casualidad, ¿no? –rió suavemente–. Siendo el mundo tan grande y coincidimos aquí.
–Sí... –miró hacia lo alto del edificio–. Y precisamente en este lugar... Algo irónico, ¿no te parece?
–Pues la verdad es que sí –también dirigió su mirada hacia arriba.
–¿Has venido solo...? –le costó volver a mirarle a la cara.
–¿Eh? –le miró–. Ah, no. Me están esperando dentro. ¿Y tú?
–Hoy tenía el día libre y como no tenía nada más que hacer, decidí venir.
–Creo que esta es la primera vez que veremos a Yesung en persona, ¿no? –sonrió con entusiasmo y emoción.
–Sabes que sí... –sonrió al ver su estado de ánimo.
–Bueno, pues, ¿entramos?
Hyuk Jae vio el asentimiento de Hee Chul, siguiendo al mayor hacia el interior del teatro, donde se disponían a ver el primer musical del cantante favorito de los dos, Maybe happy ending.
Y vivieron felices y comieron perdices.
Todo eso está muy bonito, pero la vida sigue después del final bonito. Y como tantas veces en la vida, a veces la costumbre hace que la llama del amor se vaya apagando y que los problemas vayan surgiendo.
Lamentablemente nuestros protagonistas también han caído en los problemas de su edad. ¿Será verdad que eso del amor dura para siempre? ¿Incluso cuando hay una infidelidad de por medio?