Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Palabras de papel por Annie_Powers

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

–¿El amo no le dijo por qué…? –se muestra sorprendido.

¿Pero cuántas cosas más tengo que ir averiguando? Aquí me van dando la información a cuentagotas.

–¿Me ve con cara de saber por qué su amante le envenenó? –alzo las cejas mirándole con obviedad.

–No… ¿Usted no sabe nada más acerca de su amante?

–Solo sé que era su amante, que le mató y que es el culpable de que yo casi muriera ayer. ¿Puede contarme algo más sobre él o va a hacer que el amo me lo muestre con su repugnante método?

El hombre ríe suavemente y niega con la cabeza. No le veo la gracia. Lo pasé muy mal cuando me tocó con su manaza. Parecía que me iba a estallar todo el cuerpo.

–El señor Kim era un tipo con bastante suerte que viajaba cuando quería y por donde quería. Había nacido en un ambiente con bastante dinero por aquella época y sus padres le permitían sus caprichos. ¿Y cuál fue uno de ellos? Poder viajar a su antojo por todo el mundo sin límite de gastos. Por lo que me dejó ver el amo, él viajó por casi todos los países y vivió miles de aventuras. Tampoco le daba miedo arriesgarse. Si se tenía que meter por un hueco oscuro y mugriento, se metía. Era un aventurero nato y se aburría con facilidad si se estaba mucho tiempo en un mismo sitio.

–¿Y llegó a Escocia por el mismo motivo?

–Exacto. Se ve que decidió pasar por Edimburgo y explorar la ciudad porque le gustó bastante el paisaje y las cosas típicas de nuestro país. Al parecer la noche en la que conoció al amo tenía ya planeado que fuese la última.

–¿Pensaba marcharse al día siguiente?

–Eso mismo.

–¿Y llegó a marcharse?

–No, se quedó. No siguió viajando.

–¿Por el señor Lee?

–Exacto. La noche en que se conocieron algo se encendió entre ellos dos –sonríe complacido, como si le gustara la historia que está contando–. La atracción surgió al momento.

–¿Y a partir de ahí empezaron a ser amantes?

–Correcto. El amo había cumplido recientemente treinta años cuando se conocieron.

–Y murió con treinta y tres si mal no recuerdo…

–Su idilio duró tres años. Tres años en el que dejaron que los sentimientos afloraran el uno por el otro. Se amaron con pasión y locura, pero claro, en aquella época su amor era prohibido. Cosa que no dista demasiado con la realidad de hoy en día pese al avance que ha habido.

–¿Pero usted no me dijo que el señor Lee se casó por un matrimonio de conveniencia? –frunzo el ceño confundido–. ¿Aún así siguieron siendo amantes?

–El matrimonio… –suspira con algo de resignación y pena–. No es que les hiciera gracia que el amo se tuviera que casar por las habladurías o por negocios, pero sabían que no podían hacer otra cosa. No podían proclamar a los cuatro vientos su apasionado amor. El amo decidió meticulosamente a la mujer con la que iba a contraer nupcias. Y ya que no podría casarse por amor, lo hizo por los negocios. Los dos jóvenes novios se llevaron bien desde un principio. Ella más por el deseo de su padre y él más por la alianza comercial que había contraído.

–¿Y Lucero qué opinaba de todo aquello?

–Mucha gracia no le debió de hacer claramente. Sin embargo, tuvo que resignarse a que su amante compartiera alcoba a partir de entonces. El amo se casó con treinta y dos años.

–Usted me dijo que se llegaron a gustar el matrimonio. ¿Sigue siendo eso cierto?

–El amo llegó a quererla sí, pero fue más bien como el cariño que se tiene hacia una hermana pequeña que como a la madre de tus futuros hijos o esposa.

–¿Y mientras el señor Kim qué hacía?

Estoy tan intrigado por esta historia tan retorcida de amor que ya no siento ningún malestar por la práctica de tortura que me han hecho esta mañana. Mejor que una telenovela.

–Siguió viviendo en la mansión –se encoge de hombros con simpleza–. El amo no pensaba echar de su casa a su amante, así que le mantuvo a su lado hasta su muerte.

–¿Y entonces por qué mato al señor Lee? ¿No decía que estaban muy enamorados? ¿Entonces por qué mataría al amor de su vida si aún continuaba a su lado?

El mayordomo me mira con una sonrisa misteriosa. Está claro, sabe más de lo que cuenta y está esperando a que yo busque las respuestas por otro lado. Y no señor, no pienso volver a hablar con el esperpento que gobierna esta casa. Como veo que no me va a responder, decido cambiar de táctica.

–Entonces, el señor Lee consiguió dejar descendencia en este mundo antes de morir, ¿verdad?

–Su esposa estaba embarazada cuando el amo falleció.

Embarazada. ¿Significa eso que llegó a consumar el matrimonio con su esposa? No debería de extrañarme, estaban casados. Tal vez se vio obligado porque si no la chica sospecharía algo.

–Entonces… Tuvieron relaciones…

–Sí… Llegaron a consumar su matrimonio… –confirma con un aire distraído mientras observa el cuadro del amante de su amo.

Le escudriño. Me está ocultando algo más, estoy seguro.

–E iban a tener un hijo… Que supongo que también dejó descendencia hasta el día de hoy, ¿no?

–Correcto.

–¿Y dónde están ahora los parientes del amo?

–Se fueron de aquí. A ninguno de ellos les gustaba esta mansión porque decían que estaba encantada –suelta una suave carcajada–. Bueno, muy mal encaminados tampoco iban.

–¿Usted les sirvió?

–Muy poco. Cuando era algo urgente me veía obligado a dejar la mansión desatendida durante un tiempo para poder servirles.

Me quedo callado y pienso. Spencer fue envenenado por Lucero. Vi que le susurraba algo mientras veía cómo se moría. Por otro lado tenemos a la esposa de Spencer, que estaba embarazada. ¿Sería por eso por lo que mató a su amante? Pero eso no tiene sentido. Consintió que se casara. ¿Por qué entonces le mataría por algo tan simple como tener descendencia? Eso era algo normal durante la época. El rico empresario tenía que tener hijos a los que poder legar su imperio. Y también para dar el pego. Entonces, ¿por qué le envenenó? ¿Qué pasó entre ellos dos para que Lucero adquiriera tanto odio hacia su amante como para llegar a acabar con su vida? Dios, me va a estallar la cabeza.

–Difícil, ¿eh? –sonríe con algo de sorna. Ve lo mucho que me estoy matando para averiguar la verdad.

– No sabe cuánto…

–Si quiere le puede preguntar al amo de nuevo. Le comunicaré que usted quiere hablar de nuevo con él.

–No quiero hablar con él –no puedo evitar poner una mueca de disgusto. Paso de volver a experimentar todo eso.

–El amo tiene respuestas que no le puedo dar…

–¿Me está convenciendo para que hable con él?

–Solo le digo que si quiere averiguar más, es preferible que se lo pregunte directamente a la persona que más sabe de eso…

También está en lo cierto, pero seguramente el fantasma ese quiere divertirse un rato conmigo porque soy igual que su amante asesino. Está descargando su furia conmigo y no hay derecho. ¿Qué culpa tengo yo de haber nacido con esta cara y de ser tan guapo? Ninguna.

–¿Y por qué no me las puede responder, eh? ¿Acaso no me ha estado contando cosas que el dueño de esta casa no lo ha hecho?

–Yo solo le cuento cosas sustanciales, sin demasiada importancia.

–Pues claro que son importantes. Me están ayudando a comprender todo. Sin ellas no estaría entendiendo una mierda. Él solo me hace sufrir con sus juegos macabros. ¿Qué necesidad hay de hacerme pasar por ese mal trago?

–Las cosas que le va contando el amo le corresponde a él decírselas, no a mí. Yo solo soy un simple mayordomo y no puedo contarle nada tan personal como lo que le ha contado a usted. Eso se debe de experimentar y ver con los propios ojos. Créame señor Kim, lo hago por su bien y por una buena razón.

¿Por mi bien? ¿Por una buena razón? Este hombre ya está empezando a sufrir de demencia senil, estoy seguro. ¿Cómo puedo estar mejor mientras echo todo lo que tengo dentro de mí? Sin embargo, si quiero conseguir respuestas le tendré que preguntar directamente a ese descarriado.

–Está bien… –suspiro pesadamente–. Hablaré con él…

–Le comunicaré al amo que desea hablar con él –sonríe satisfecho–. Seguramente venga a verle durante estas horas de la tarde o ya mañana.

Me dedica otra sonrisa y se marcha de la habitación. Lo dicho, demencia senil. Al muy tonto se le ha olvidado llevarse de nuevo el cuadro de Hee Min. Debería de tomarse unas vacaciones el hombre. Tanto tiempo encerrado aquí seguramente ha hecho que se le vaya un poco la cabeza. ¿Y dice que está casado? Me extraña que consiguiera conocer a su esposa si casi siempre está cuidando de esta gran mansión. Aunque tampoco es que se esmere demasiado porque el jardín da pena. Tal vez los fines de semana logre salir a la ciudad y airearse, que es lo que debería de hacer yo también si no quiero volverme loco.

Decido no pensar tanto y me pongo en el escritorio del cuarto a intentar esbozar algunas ideas para el artículo. Cojo papel y boli y voy garabateando mientras dejo que mi mente vuele por aquí y por allá. Pasada una hora miro lo que he escrito y veo que no tengo casi absolutamente nada potable. Normal, con la mente en otro lado es imposible escribir un buen reportaje. No paro de darle vueltas al asunto del asesinato que se gestó en la habitación del dueño.

Por lo que recuerdo de lo que he visto esta mañana, Lee Hyuk Jae y Kim Hee Min estaban en el cuarto que se supone que comparte con su esposa. Los dos iban en camisón, seguramente acababan de estar juntos. De algún modo u otro el del pelo largo consiguió envenenar a su amante. ¿Qué le susurraría en la oreja? Es algo que me tiene bastante intrigado. Tal vez le dedicaría unas últimas palabras de amor o de odio. O quizás las dos cosas. Una de cal y otra de arena.

Arrugo el papel porque no me sirve de nada y lo tiro en la papelera que tengo justo a mi lado. Me apoyo en el respaldo de la silla y cierro los ojos suspirando. ¿Y ahora qué hago? No puedo escribir un artículo, el fantasma este no aparece ni tampoco le puedo localizar y estoy aquí sin saber qué hacer. Quizás debería de dormir. He pasado una mala noche y no me vendría nada mal descansar un rato, pero claro, corro el riesgo de que luego por la noche no pueda conciliar el sueño. No sé qué hacer.

Decido tumbarme en la cama, al menos estoy más cómodo ahí. Entre que me duermo y no me duermo y decido esperar a que se digne aparecer el graciosillo, se oscurece. Toda la tarde esperando a que venga para nada. Y encima ni he podido dormir un rato. Gruño al ver la hora y me levanto porque es la hora de cenar. Bajo hasta el comedor y como de costumbre, solo hay cubiertos para mí. Me siento y empiezo a cenar en silencio hasta que viene hasta mí el hombre mayor.

–Buenas noches señor Kim –me sonríe gentilmente–. ¿El amo ha ido a verle?

–No.

–Vaya, estaba seguro de que iría a verle… Bueno, seguramente le podrá ver mañana. Esta tarde seguramente no estaría de humor –sonríe una última vez antes de dejarme solo de nuevo.

Que no estaría de humor. Tócate. Yo tampoco estoy de humor para hablar con él y ahí he estado toda la tarde en tensión por si se le ocurría realizar una entrada triunfante. Y con triunfante me refiero a darme un susto de muerte. Nunca mejor dicho.

Termino de cenar y subo a mi cuarto a descansar. Espero que esta noche tampoco me intente estrangular o que me quiera lanzar por la ventana. Soy demasiado joven para morir defenestrado o en condiciones bastante patéticas. En cuanto me acuesto, caigo en un profundo sopor. No dormir en toda la tarde ha tenido sus beneficios porque caigo redondo casi al momento. Duermo y duermo hasta que empiezo a notar como que el ambiente se va enfriando. No me molesto en despertarme porque con las mantas, pues sigo igual de cómodo. Sin embargo, la temperatura cae de golpe y empiezo a tiritar como unas castañuelas. Me pongo boca arriba mientras sigo temblando y maldito sea el momento en el que se me ocurre abrir los ojos.

Encima de mí veo una cosa espantosa. Con una mueca horripilante, el hijo de puta del fantasma tiene la boca desencajada, con la lengua fuera. Como si le hubieran partido la mandíbula y se la hubieran dejado colgando. Y lo peor es cuando veo que le recorren gusanos por los ojos desorbitados, totalmente blancos y siendo atravesados por esos invertebrados. Ya lo que le pone punto y final a esa horrible visión es que le vea la carne pudriéndose y aún enganchada al cráneo, que está siendo un bonito entretenimiento para las distintas clases de ciempiés que veo.

Grito con todas mis fuerzas mientras me empotró contra el cabecero para poder escapar de eso. Y encima se va acercando aún más para más inri. Cierro los ojos y me pongo en posición fetal. Dios, qué asco, por Dios. Nunca se me va a borrar de la mente esa asquerosa imagen. Empiezo temblar de puro miedo. Aún no sé ni cómo no me he muerto. No sé en qué momento me he puesto a llorar, pero noto que mis mejillas están húmedas. Pronto me veo reprimiendo un sollozo mientras que sigo temblando por el terror y pánico que tengo ahora mismo.

Noto que me levantan la cara por el mentón y aprieto más los párpados para no tener oportunidad de ver algo. Me niego a grabarme más esa imagen en mi cerebro por más tiempo. Nada más notar una mano sobre mi rostro entiendo lo que me va a hacer y al momento siento de nuevo esa descarga eléctrica que me tensa todo el cuerpo, haciendo que grite de dolor. Más descargas y más gritos. Más de esas mismas sensaciones de mierda que he experimentado esta mañana. Se me revuelve de nuevo el estómago entero. Y cuando siento que me voy a desmayar de verdad, desaparezco de esta dimensión.

Abro con desesperación los ojos mientras jadeo y miro como un desquiciado a mi alrededor. Estoy en campo abierto, está todo teñido de verde, noto aire fresco. Me doy cuenta de que estoy de rodillas y observo mejor intentando calmarme. Es un prado o un valle. No lo sé muy bien, pero las vistas son preciosas. Miro por todos lados. ¿Esto es un recuerdo de él? ¿Por qué me ha traído hasta aquí? ¿Dónde se supone que estoy? Le busco y no le encuentro. Lo que sí oigo es una risa jovial y alegre. La busco y no tengo ni idea de dónde procede. Parece la de un niño pequeño, pero yo no veo a ninguno por los alrededores. Busco de nuevo y a lo lejos distingo un punto que se va moviendo. Intento enfocar mejor y veo una cosa pequeña como correr.

Espero a que se acerque un poco más porque parece que está corriendo hacia donde estoy yo. Cuando está lo suficientemente cerca puedo ver que es un niño pequeño que sonríe y ríe con alegría mientras corretea por el campo. Se le ve muy feliz. ¿Quién es ese crío? No sé por qué, pero tengo la sensación de que le conozco de algo. Le observo mejor, intentando encontrar algo, alguna pista que me dé la clave para saber quién es ese niño en la vida de Spencer.

–¿Me veo feliz ahí…? –me giró hacia la voz que me ha hablado.

–¿Es usted…? –pregunto sorprendido y miro de nuevo al crío que está observando unas flores.

–Sí… Ese soy yo cuando era pequeño… –suspira con algo de pesar.

Ahora que lo dice, sí que se parece a Hyuk Jae. La sonrisa que tiene tan característica la ha tenido al parecer desde que era niño. O sea que el niño que estoy viendo es el fantasma. ¿Pero por qué me muestra estos recuerdos? ¿Qué necesidad tengo de verle cuando era así?

–¿Y qué es este lugar…? ¿Es Corea…?

–Sí… Estos son los recuerdos más bonitos que tengo de mi infancia –me mira de reojo con una expresión serena.

–¿Y por qué me los está enseñando…? –le vuelvo a mirar.

–He pensado que esto os ayudaría a calmaros…

¿Calmarme? Entonces recuerdo que unos momentos antes estaba llorando y temblando como un niño pequeño por culpa del desgraciado que tengo aquí delante. Tenso la mandíbula y empiezo a enfadarme. ¿Por qué coño ha tenido que darme ese susto, eh?

–¿Por qué ha tenido que hacer eso en la habitación? –frunzo el ceño enfadándome por momentos–. ¿Acaso le gusta verme sufrir? ¿Disfruta haciendo que tenga miedo? –se gira para encararme.

–Que le deje estarse en mi mansión no significa que vos me caigáis bien. Al contrario. Cada vez que veo su rostro, me dan ganas de estrangularos y hacer peores atrocidades que acabáis de contemplar en su delgado cuerpo. Así que sí, se podría decir que me gusta veros sufrir, señor Casey.

–¿Pero por qué? ¿Solo porque me parezco a su asesino? –empiezo a temblar ligeramente por la rabia.

–¿No le parece razón suficiente? –endurece las facciones de su rostro.

–Siento mucho que fuera asesinado por él, pero yo no tengo la culpa de nada. Ni siquiera sabía de su existencia hasta hace poco y yo no le hice nada. No tengo nada que ver con vuestro amante. Yo no soy Kim Hee Min, soy Kim Hee Chul.

–¿Cómo ha dicho que se llama, señor Casey…? –me mira escudriñándome. Seguro que me está viendo hasta lo que he comido de cena.

–Kim Hee Chul. Mi nombre coreano es Kim Hee Chul.

–¿No es mucha coincidencia que coincidan la primera sílaba de su nombre y el apellido con los de mi antiguo amante…? –ladea la cabeza escaneándome aún más y eso me pone nervioso.

–¿Qué está insinuando? ¿Me está acusando de ser él?

–Sois la viva imagen de él y encima vuestros nombres coinciden casi del todo. ¿Seguro que no sois pariente de ese sucio traidor?

–Pues claro que no. Mi familia ha vivido en Londres desde hace generaciones –contesto enfadándome–. Además, ¿por qué debo de contarle de quién procedo o no? Es mi vida y mi familia.

–Pues por la misma razón por la que vos queréis averiguar el motivo por el cual me asesinaron. ¿Estoy en lo cierto…?

Aparto la vista mientras gruño débilmente. Mi orgullo me impide reconocerlo delante de él, pero está claro que quiero hablar con él por esa misma razón. Y porque seguramente su mayordomo ya se lo habrá dicho.

–Dejaré pasar su tono de voz que ha utilizado conmigo momentos antes y le concederé el permiso para que me haga todas las preguntas que desee.

–Su mayordomo me contó que usted contrajo matrimonio, pero que su amante aún seguía a su lado.

–Si es así como os lo dijo, lo será.

–Lo que yo no llego a entender es por qué le mató. ¿Fue porque su esposa se quedó encinta?

–Para que podáis entenderlo todo, debo de contarle un par de cosas sobre mi matrimonio y mi relación con él, señor Casey…

–Y no quiere contármelo, ¿verdad?

–Ya que os habéis tomado las molestias de llegar hasta aquí… Es lo menos que puedo hacer por vos… –suspira algo resignado–. Verá, mi joven esposa y yo nos casamos sin tener ni siquiera una pizca de relación, tan solo una de cortesía y poco más. Cuando llegó la noche de la luna de miel, le fui sincero y le expliqué por qué nunca podría tener nada con ella.

–Porque ya tenía a alguien en su corazón, ¿no?

–Sí –asiente levemente–. Ella me regaló una sonrisa preciosa y se rió con mucha suavidad, con aquella elegancia que siempre desprendía. Soltó un suspiro de alivio y me confesó que a ella también le pasaba lo mismo que a mí. La vi con otros ojos diferentes a partir de aquel momento, entre nosotros dos hubo una relación de confidencia muy fuerte. Era como la hermana pequeña que nunca pude tener –sonríe recordando a la muchacha seguramente–. Nos llevábamos tan bien que la gente empezó a creer que entre nosotros dos había surgido la llama del amor. Sí, había surgido, pero era amor fraternal. De cara al público parecíamos el matrimonio ideal, uno que se complementaba perfectamente. Nada más lejos de la realidad. Cuando volvíamos a casa, cada uno hacía vida separada y no nos metíamos en los asuntos del otro y viceversa. Viví un matrimonio muy cómodo con ella…

–Y poco tiempo después se quedó encinta. Después, usted murió asesinado por él. ¿Por qué? ¿Qué motivos tenía para hacerlo? ¿Fue porque iba a tener un hijo con su esposa?

Me mira impasiblemente. La sonrisa de gentileza que tenía antes al recordar a su joven esposa ya no está. Con un movimiento de brazo, el recuerdo del niño correteando por el campo empieza a oscilar y a distorsionarse. Reconozco su habitación y comprendo que estamos en su último recuerdo de cuando estuvo vivo.

–¡Hyukkie…!

El gemido queda ahogado cuando los dos cuerpos que hay enredados encima del colchón se tensan entre respiraciones agitadas. Unas uñas se clavan con fuerza sobre una fuerte espalda mientras los dos sufren temblores por las sensaciones que están experimentando. Y que justamente estoy experimentando ahora mismo. La sangre empieza a subirme por las mejillas e intento que no se me vaya tampoco hacia abajo. ¿En serio me tiene que hacer experimentar hasta esto? Qué desvergonzado que es. No tengo problema con verlo, es algo normal y es una cosa más de la vida. En cambio, si me hace experimentar un orgasmo pues entonces no estoy tan de acuerdo. Y encima uno potente por lo que noto. Mi cara se pone roja y respiro varias veces para que mi cuerpo no me juegue ninguna mala pasada. Con la del desgraciado que tengo al lado tengo suficiente.

En lo que tardo en serenarme, ellos ya se han vestido con los camisones con los que los vi la última vez. Hee Min se acerca a una mesa donde se encuentra una jarra de lo que se supone que es agua y cuando no mira su amante, mete unos polvos. El veneno. Mezcla bien hasta que se han disuelto y no son visibles al ojo humano. El de pelo largo se gira con una gran sonrisa y se la ofrece a Hyuk Jae.

–Gracias –sonríe el iluso mientras se bebe de un trago el vaso que le ha pasado.

Hee Min sonríe suavemente y deja el vaso donde estaba para volver con su amante. Momentos después Hyuk Jae empieza a sentirse mal y yo también. Nos cuesta respirar. El casado se apoya en el otro hombre.

–Cariño, ¿qué te pasa…? –finge estar preocupado, pero su tono delata que está bastante sereno.

–Me… Me cuesta respirar… –se toca el pecho como si así pudiera abrir sus vías respiratorias.

–¿Por qué? ¿Qué te pasa…? –le ayuda a que se apoye más.

–No lo sé… –le cuesta hablar–. Me cuesta respirar… Me duele…

–¿El qué te duele…?

–El pecho…

–¿Sí…? –su mirada cambia a una más hostil–. ¿De verdad te duele el pecho…?

El otro empieza a toser y yo siento que me arde la garganta, como si me la estuvieran quemando a carne viva. Respirar hace que se me irrite aún más. Dios, ¿de verdad tuvo que pasar por toda esta agonía mientras el otro miraba tan tranquilo cómo se moría? Ahora entiendo por qué le tiene tanto odio. Esta es la segunda vez que estoy pasando por esta sensación y no es agradable. Me dan ganas de matar a ese cobarde, pero sé que seguramente debe de estar ya podrido en algún lugar del mundo.

–Sí… Llama… Llama al médico, por favor… –sus piernas se debilitan debido al dolor y se apoya más en su amante.

–Pues debes de saber que… –veo cómo Hee Min se acerca hasta su oído–. Esto no es nada comparado con lo que sentí yo al saber que estaba embarazada…

Me llegan esas mismas palabras y resuenan por mi cabeza. Es como si me lo estuviera susurrando a mí y no al que está delante de mí. Su pérfida voz hace que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.

–¿Qué…? ¿Cómo…? –intenta tragar saliva, pero hace una mueca de dolor–. ¿Qué estás…?

–¿Que qué quiero decir, cariño…? –su voz denota sarcasmo al pronunciar el apelativo cariñoso–. Pues verás, estoy haciendo que experimentes una pequeña parte del dolor que sentí cuando vi que me habías traicionado.

–¿Traicionado…? –tiene la misma cara que yo ahora mismo porque no entendemos nada.

–Sí… –se acerca más a su oído siseando como una serpiente–. Esa ramera va a traer al mundo un bastardo tuyo... No eres más que un traidor, Lee Hyuk Jae. Confié en ti, ¿y tú cómo pagas esa confianza? Retozando con esa puta… Muy bien, tú lo has querido… Nos veremos en el infierno –y con un gesto decidido, deja que su amante caiga de bruces antes de marcharse.

Vuelvo a rememorar la misma sensación que esta mañana, pero esta vez es algo diferente porque hay algo que arde en mi pecho. Y no es esa sensación abrasadora de antes, no. Es algo mucho más fuerte y que nace desde lo más profundo del alma. Es odio. Es puro odio. Lo último que sintió Spencer Kim fue un irrefrenable odio hacia su amante. Experimento sus últimos momentos con mucha agonía. Más de los que la primera vez. Al final cuando muere por fin puedo respirar con tranquilidad. Ya no sufre ni yo tampoco. Respiro jadeante y veo que él está mirando su cadáver con una expresión neutra. ¿En qué estará pensando?

Me levanto mientras me tambaleo. Las piernas me tiemblan ligeramente por lo que acabo de experimentar y le miro sin decir nada. Ahora me asalta la duda de por qué le mató. Sí, le mató porque dejó embarazada a su esposa, pero, ¿por qué tanto odio?

–Seguramente os estaréis preguntando por qué me susurró aquellas palabras, ¿verdad? –habla sin ni siquiera girarse para mirarme.

–La verdad es que sí… –tomo una gran bocanada de aire antes de calmar por completo mi respiración.

–Antes de casarme le juré que jamás tocaría a mi esposa porque solo le pertenecía a él. En los dos años que habíamos estado juntos, jamás estuve con nadie más que no fuera él y lo sabía. Sin embargo, yo me iba a casar, por eso me hizo hacer aquel juramento. Claramente yo lo hice porque no pensaba hacerlo nunca.

–Pero su esposa se quedó encinta. Rompió su juramento…

–¡Mentira! –se giró enfurecido hacia mí y una fuerza bruta me hizo volar por los aires–. ¡Vos ni siquiera sabéis qué pasó en realidad ni el desgraciado al que una vez amé!

–¿Entonces cómo explicáis que se fuera a tener un hijo? –pregunto estando tirado en el suelo–. ¿Acaso fue por obra del Espíritu Santo?

–El hijo no era mío y nunca lo fue.

–¿Cómo…? –pregunto muy sorprendido.

–Mi esposa al igual que yo también retozaba con su amante, que supongo que sería a la persona que amaba. Jamás la toqué de manera íntima y nunca yací con ella. Así lo acordamos entre los dos la misma noche de bodas.

Entonces los descendientes que hoy son de la familia Lee, en realidad no son parientes de él. O sea que la saga familiar de los Lee terminó cuando el rico empresario murió hace unos tres cientos años. Eso quiere decir que Kim Hee Min mató a su amante por nada porque nunca le traicionó. Y Hee Min murió pensando que había sido traicionado por su compañero. Se cometió un asesinato por un simple malentendido. Lo que puede hacer un absurdo malentendido amoroso.

–¿Ahora comprendéis mi odio hacia esa persona?

–Pero… Él no lo sabía, creía que le habíais traicionado…

–Podría habérmelo preguntado en vez de matarme sin más, ¿no creéis? –me mira enfadado. Pues también es verdad.

Callo porque no sé qué más decir. Spencer está sumido en sus pensamientos y nos quedamos un buen rato sin intercambiar palabra. No sé qué pensar. Esta historia es tan retorcida que ya no sé por dónde tirar. Por una parte entiendo el odio incondicional hacia Lucero, pero por otra parte siento pena por el verdugo, que mató al que seguramente fue el amor de su vida por un malentendido y por la traición que sintió. Una historia de amor trágica y triste.

–¿Aún…? ¿Aún le amáis…?

Sigue en su mundo y no sé si me ha llegado a escuchar. Tal vez no. Seguramente no. Y está claro que no ya no le debe de amar después de morir por su culpa y por algo que ni siquiera hizo. Se gira hacia mí y en sus ojos veo algo de tristeza. Me quedo asombrado porque nunca he podido ver ningún sentimiento en sus ojos. Puede que ahora la pena le esté invadiendo. No lo sé. No sé nada ahora mismo. Y de pronto, grito al notar esas jodidas descargas eléctricas que me sacuden todo el cuerpo. Terminaré chamuscado como un pollo al as como continúe siendo electrocutado de esta manera.

Cuando abro los ojos de golpe, extrañamente no siento las náuseas de esta mañana. Miro por la habitación y me lo encuentro delante de la cama, mirándome fijamente con esos ojos denotando tristeza. ¿Qué está pasando? ¿Quién es este fantasma y qué le han hecho al cabronazo que conocí anoche? Luego, desaparece sin decir nada más. No estoy entendiendo nada. Decido no darle más vueltas y aprovechar para poder dormir ahora que tengo la oportunidad y que no me duele el cuerpo.

A la mañana siguiente me levanto más fresco que una rosa y el humor lo tengo mejor que de costumbre. Será porque he podido dormir lo suficiente y bien, sin fantasmas ni ningún ruido más. Bajo para desayunar y me encuentro al mayordomo en el comedor. Me saluda y yo empiezo a comer.

–Buenos días, señor Kim, veo que ha podido descansar bien…

–Sí. ¿Y sabe por qué? Porque por fin he podido llegar hasta el final de la historia de amor de su amo.

–¿Ah sí?

–Sí –asiento mientras sigo comiendo–. Vino anoche y pude hablar con él. Me despertó con una de sus bromas macabras. Me asustó muchísimo y terminé llorando y temblando de puro terror –suelto una suave carcajada–. A veces me sorprendo lo sensible que puedo llegar a ser.

–¿Tanto miedo le dio mi amo? –se muestra sorprendido.

–Sí. Era horripilante cuando se mostró ante mí, con perdón.

–¿Y cómo consiguió calmarse, señor Kim?

–Pues él me mostró un recuerdo bastante bonito de su infancia.

–¿Ah sí? ¿Cuál si se puede saber? –se ve bastante interesado.

–Sí. Pude ver al señor Lee de pequeño correteando por campo abierto, con hierba, flores y viento suave, era de cuando aún vivía en Corea. Se le veía muy feliz.

–Curioso, la verdad… El amo nunca llegó a mostrarme ningún recuerdo más allá de su vida adulta y mucho menos de su infancia y juventud.

–¿Ah no? Pensaba que le había enseñado cosas de su vida –bebo un poco de zumo.

–No, solo me mostró lo esencial, nada más –me mira de una forma peculiar que no consigo descifrar. ¿Qué pasa?

–Ese recuerdo logró calmarme y luego pude preguntarle hasta que descubrí la verdad. Después volví de nuevo a mi habitación y no sentí náuseas ni que iba a morir vomitando todas mis entrañas.

El hombre hace un sonido de asentimiento y sigue mirándome con distintos ojos. ¿Tengo algo en la cara? Seguramente serán las marcas del intento de estrangulamiento. No he podido taparlas adecuadamente porque estaba de demasiado buen humor.

–Oiga –hablo mirando al mayordomo–. ¿Cómo murió el señor Kim?

–¿Qué quiere decir con eso?

–Quiero decir, usted me dijo que el señor Kim murió poco tiempo después que el señor Lee, ¿no? –asiente–. Bien, pues me gustaría saber de qué murió. Si el asesino de su amo no fue nunca juzgado, entonces, ¿de qué murió Lucero Kim?

–¿Le apetece acompañarme a la ciudad esta noche, señor Casey? Me gustaría poder enseñarle la ciudad –sonríe–. De noche es cuando mejor está –sonríe un poco más.

Me sorprende su cambio de tema tan radical. Eso es que conoce de qué murió y no me lo quiere decir. Me está intentando engañar o hacer que me distraiga de mi objetivo principal, pero no señor, yo soy más terco que una mula cuando me lo propongo.

–Dígamelo, por favor. Usted sabe cómo murió el señor Kim.

–Me alegra mucho que haya aceptado mi invitación de esta noche, señor Casey… –sigue sonriendo estúpidamente.

–¿Qué? ¿Cómo? Yo no he…

Me quedo sin respiración debido a la patada en la espinilla que me acaba de dar el viejo este. Se despide de mí sin perder la sonrisa y yo le suelto una sarta de insultos en mi mente. Vale, ya lo he pillado, quiere hablar conmigo lejos de aquí. Podría haberlo hecho con más sutileza, joder. Termino de desayunar y camino algo cojo hasta mi habitación, donde me muero del asco casi la mayor parte del tiempo hasta que llega el ocaso.

Como voy a la ciudad, me pongo algo un poco más decente y me arreglo un poco el pelo. Intento disimular las marcas, pero la única solución que se me ocurre es taparlas con una bufanda o con un cuello alto. Creo que me moriré de calor, pero mejor eso a que todo el mundo vea mis marcas. Bajo hasta la puerta principal y me encuentro con que el mayordomo ya me está esperando. El cambio que da es espectacular. Ya no tiene la pinta tan elegante que le concede su uniforme y ahora está vestido como un hombre normal de su edad. Cogemos el coche que tiene él guardado en no sé dónde y nos dirigimos a la iluminada ciudad.

Dejamos el coche aparcado en algún lugar que no conozco y damos un paseo. Las calles están bastante transitadas y los bares nocturnos y restaurantes están a rebosar de clientela. No sé dónde pretende llevarme, pero si lo que quiere hacer es que me pierda por aquí, lo puede conseguir perfectamente porque me veo como un pez fuera del agua.

–Bueno, aquí ya podemos hablar más tranquilos, ¿no?

–Sí, señor Kim –me mira sonriendo–. ¿No os parece bonita la ciudad…?

Preciosa. Ahora vamos al lío, que quiero saber más cosas. Que se deje las tonterías a un lado y que me diga cómo murió el amante asesino.

–Sí.

–El señor Kim murió poco después de que lo hiciera el amo… –suelta así sin más mientras mira hacia el escaparate de una tienda.

–¿Cuánto es “poco después”? –le miro posicionándome a su lado.

–Un par de meses, creo no llegaría al medio año. No sé si asistió al funeral del amo.

–¿Usted cree que fue?

–Lo más seguro. Aunque le matara al creer que le había traicionado, supongo que aún le seguía amando después de todo.

–Bonita forma de demostrarle su amor –asiento y comenzamos a andar de nuevo–. ¿Y se sabe la causa de su fallecimiento?

–Creo que murió alcoholizado.

–¿Alcoholizado?

–Sí, por lo que averiguó mi antepasado, después de matar a su amante se sumió en una profunda depresión en la que se pasaba la mayor parte del tiempo borracho. Iba dando tumbos de bar en bar y muchas veces dormía en la calle porque no había podido llegar a su casa.

–Un final bastante triste para alguien como él… –me da un poco de pena–. Seguramente cayó en depresión por haberle matado…

–Y porque estoy seguro de que aún le quería. Por eso prefirió ahogar sus penas en la bebida.

–¿Y dónde se lo encontraron muerto? –me paro al ver que él también se para y me mira.

–Se lo encontraron muerto en un callejón de la ciudad.

–¿Borracho?

–Seguramente sufrió un coma etílico y no pudo pedir ayuda –se encoge de hombros.

Los dos miramos un callejón que tenemos a nuestro lado. Un final bastante triste. Morir en un callejón alcoholizado y con depresión. Creo que fue mejor que muriera si no iba a poder superar su muerte. Y vivir siempre ebrio tampoco era bueno para él.

–Le encontraron justo en este callejón…

¿Cómo? ¿He escuchado bien? ¿Que estamos justo en el callejón donde le encontraron muerto? Un escalofrío me recorre la espina dorsal. Eso es bastante macabro.

–¿Cómo sabe que es aquí…?

–La ubicación de donde se halló el cuerpo ha pasado de generación en generación en mi familia…

Ese tono sombrío que ha utilizado no me gusta ni un pelo. ¿Por qué demonios han estado pasando esa información? ¿Acaso es necesario o qué? ¿O desean controlar la situación lo máximo posible?

–¿Y por qué necesita esa información su familia?

Él continúa mirando hacia el oscuro callejón.

–Durante los últimos tres cientos años se han encontrado a mucha gente muerta aquí…

Es bueno saberlo para no acercarme. Deberíamos de caminar y alejarnos de este punto, solo por si acaso.

–Fueron asesinadas…

Vale, ¿nos podemos ir ya? No quiero saber cómo murieron. Sí, sí, pobres personas que murieron demasiado pronto o demasiado tarde, las compadezco y todo eso, pero no quiero ser el siguiente en ser hallado ahí sin vida.

–La mayoría fueron mujeres…

¿Mujeres? Frunzo el ceño. ¿Solo a mujeres?

–¿Solo a las del sexo femenino? ¿O hacía distinciones? –no puedo evitar que mi vena cotilla salga. Soy periodista, qué se le va a hacer.

–No, no hacía distinciones entre ellas, solo que con las que eran más hermosas aparecían peor que las demás. Se ensañaban más con ella.

–¿Y la policía nunca ha investigado esas muertes?

–Claro que lo ha hecho, pero no han encontrado nada. Aunque también han aparecido parejas muertas.

–¿Parejas muertas?

–Sí, aunque siempre morían de la misma forma que las chicas encontradas.

–¿Cómo morían?

–Mutilados. Se notaba que les habían torturado hasta la muerte.

Trago saliva. Menuda atrocidad. No me gustaría morir así. Me gustaría morir en paz ya cuando sea viejo y haya podido vivir mi tranquila vida, sin muchos sobresaltos y a poder ser, con una familia ya formada. Grito cuando una fuerza sobrenatural nos succiona a los dos hacia el callejón oscuro. Vale, voy a morir ahora mismo siendo torturado y habiendo vivido una vida miserable y terriblemente aburrida.

Cuando empiezo a distinguir algo en la más profunda oscuridad, al momento me arrepiento de no haber cerrado los ojos. Ante mí hay un hombre que más bien parece la Gorgona, pero en su versión más oscura. Lo que se supone que son los pelos, son largas serpientes que nos miran con expresión de querer atacarnos en cualquier momento. También tiene pinta de que se pueden alargar todo lo que quieran. Él tiene la tez mortalmente pálida y tiene una sonrisa macabra de dientes totalmente negros, al igual que sus ojos, pero con las pupilas completamente blancas. Escalofriante.

Creo que estamos flotando entre una nube densa negra. El tipo que tengo delante lleva ropas de época. ¿No encontraré acaso a nadie que vista como hoy en día? ¿Por qué me persiguen fantasmas vestidos con eso? La asquerosa cosa me mira con una sonrisa muy tétrica. Trago el nudo de la garganta que se me ha hecho y miro de reojo al hombre que tengo a mi lado. Al menos no moriré solo. ¿Por qué parece tan sereno ante la muerte inminente que nos espera? Supongo que él ya habrá asumido que va a morir con su edad, pero yo no, aún soy demasiado joven y me quedan muchas cosas por hacer, creo.

–Por fin aparecéis… –murmura.

–¿Qué? –mi voz me sale final por el miedo y la incredulidad mientras miro al mayordomo.

–¿Acaso me conocéis…? –el ser que tengo delante habla sin dejar de mirarme. Lleva un buen rato mirándome y tengo miedo.

–Sí… No sabéis lo difícil que es poder hacerle salir de ese oscuro callejón y de poderle ver…

–¿De qué coño estáis hablando? –medio grito porque empiezo a sentir ansiedad.

No me puedo mover y eso se está acercando cada vez más a mí. Parece que me escudriña con mirada crítica. ¿Qué está mirando? Soy un ser humano normal y corriente, no tengo nada de especial para que me mire de esa forma.

–¿Quién eres, humano? –hace como si me olisqueara la existencia.

Otro con la manía de llamarme humano. Ya sé que lo soy, no hace falta que un fantasma me lo recuerde.

–¿A ti qué te importa? –empiezo a ponerme más histérico ya que se ha acercado demasiado. Está invadiendo mi espacio personal.

–Me importa. Y más si es la primera vez que me veo a mí mismo, como si estuviera ante de un espejo, pero con una imagen bastante desmejorada de mí mismo.

–¿Perdona? ¿Acaso no te has visto con estas pintas? –le lanzo una mirada letal, que no surge efecto.

–Sé perfectamente cuál es mi aspecto, escoria andante.

–Eso mismo debería decir de ti –gruño enfadándome.

–Señor Kim, ¿acaso no sabéis quién es? –interviene el viejo que tengo al lado.

–¿Señor Kim…? –mira al hombre y después a mí–. Así que te apellidas como yo…

Antes de que pueda procesar la información y de reaccionar, al asqueroso ese se le ocurre nada más y nada menos que atravesarme con su cuerpo. El asco que siento ahora mismo es indescriptible. Me acaba de atravesar con su putrefacto cuerpo. Me voy a sentir sucio durante todo lo que me queda de existencia. Dos fantasmas en menos de tres días. Quiero patalear o moverme, pero aún sigo clavado en el sitio. La cosa esa aparece de nuevo delante de mí, riéndose entre dientes. Parece que se lo está pasando bastante bien.

–Vaya… Así que le conoces…

–¿Qué coño me has hecho, asqueroso? –grito harto de que se mofen de mí.

–Conque ahora eres su ramera, eh… –me mira de arriba a abajo–. Y veo que le dejé calado al bastardo…

¿Me acaba de llamar puta?

–¿Pero de qué mierda hablas? –grito de nuevo.

–Bueno… Veremos a ver si le sigues gustando después de que acabe contigo… –murmura y las serpientes me enseñan sus colmillos amenazadoramente.

–¡Señor Kim, por favor…!

Los dos nos giramos hacia el mayordomo. ¿Por qué me pide por favor el idiota este? ¡Pero si el que está a punto de morir soy yo! ¿O acaso quiere ser el primero?

–¡Por favor, no le haga nada al chico…!

¿Y cómo quiere que le haga daño si estoy completamente inmovilizado? ¿Con los dientes?

–¿Y por qué no debería, humano?

–¡El amo no le traicionó…!

–¡Mientes! –ruge haciendo que los dos temblemos por el canguelo.

¿Él es Kim Hee Min? Abro los ojos muchísimo cuando me doy cuenta de con quién he estado hablando. Pues claro. Todo encaja ahora. El callejón, las mujeres y parejas asesinadas. Ese fantasma con el mismo apellido, con el pelo largo y que dice que soy igual que él.

–Eres Kim Hee Min… –murmuro mirándole con otros ojos.

–El mismo –se gira para mirarme de nuevo–. Veo que me conoces, humano.

–¿Cómo es posible que sigas aquí…? –pienso en voz alta. No le asesinaron, murió borracho como una cuba.

–Porque cuando morí, lo hice siendo un asesino –sonríe con maldad enseñándome esos repugnantes dientes negros–. Entonces mi alma está condenada a vagar por toda la eternidad en este podrido mundo… –suspira dramáticamente.

Me mira fijamente con esas pupilas totalmente blancas y las serpientes de su cabeza me inspeccionan con cautela. De arriba abajo. Varias veces. No para de recorrer con sus ojos todo mi cuerpo. ¿Me podrá ver hasta el alma? Es un fantasma, así que supongo que sí. ¿Cómo se verá mi alma? El día en que me muera seguramente lo averiguaré. Aunque presupongo que será dentro de poco a este paso.

Entonces por fin se aleja un poco y respiro aliviado. Parece que la sonrisa divertida se le va de la cara y se pone serio. ¿Ya no le gusta la idea de torturarme hasta la muerte? Bueno, entonces mejor así. Prefiero que se divierta con otra cosa que conmigo.

–No os atreváis a regresar por mi callejón si no queréis sufrir algo peor que la muerte o la tortura –pone gesto sombrío.

Notamos que nos podemos mover y antes de que pueda decir o hacer algo, sentimos que la gravedad tira de nosotros con fuerza bruta. Yo al menos chillo y terminamos aterrizando entre un montón de bolsas de basura. Creo que hemos caído sobre un contenedor de basura. Huele horrorosamente mal, así que salimos como podemos de ahí. Estamos en el mismo callejón y ya no hay ni rastro del fantasma. Mejor. Salimos a las calle y nos damos cuenta de que apestamos muchísimo, así que damos por terminado nuestro paseo nocturno y decidimos volver a casa a darnos una buena ducha.

Cuando llegamos a la mansión y cada uno se va a la ducha a quitarse la mugre que se nos ha pegado del contenedor de basura. No sé cuánto tardo porque el maldito olor insiste en no querer irse. Al final consigo quitármelo y salgo del baño muerto de hambre. Bajo hasta el salón y veo que no hay nadie ni nada. Miro la hora del móvil y me doy cuenta de que es bastante tarde. ¿Cuánto tiempo he estado duchándome? Me dirijo hacia la cocina y me encuentro al mayordomo ya vestido con su uniforme de trabajo. Nos hemos quedado solos puesto que el personal ya se ha ido a casa. Cenamos lo que pillamos por ahí y hablamos de cosas banales para pasar el rato.

Un estridente ruido hace que dé un salto en la silla y miro alarmado a mi alrededor. ¿Qué ha sido eso? ¿Y si ha sido Spencer que se ha caído por las escaleras? ¿Un fantasma puede tropezar con sus propias ropas?

–Creo que ha venido de fuera… –miro hacia la puerta.

–Deberíamos ver lo que ha ocurrido… –se levanta de la silla y se dirige hacia la salida.

Le sigo y vamos hasta el recibidor, donde no encontramos nada fuera de lo común. Qué extraño. Ha sido bastante fuerte como para no ver nada fuera de su sitio. Como no vemos nada raro, empezamos a ir de nuevo a la cocina cuando escuchamos otro ruido mucho más fuerte que el de antes y los dos salimos disparados hacia las escaleras mientras se abren las puertas principales de par en par.

Gimo de dolor porque las escaleras se me han clavado por la espalda y miro hacia las puertas. Esto no es un viento normal y corriente que te ha abierto las ventanas o la puerta tan solo un poco, no. Esto es una fuerza sobrenatural que quiere partirme la espalda al igual que el fantasma que habita aquí. Tanto hacerme volar por los aires me va a dejar el cuerpo hecho polvo. Los dos miramos hacia las puertas y se me congela la sangre cuando el fantasma de Kim Hee Min hace su entrada triunfante a la casa. ¿Qué demonios hace aquí? Está sonriendo con una sonrisa macabra y entra con mucha tranquilidad antes de mirarnos como si fuéramos simples insectos.

–¿Dónde estás? –su voz suena como si hablara por un amplificador al retumbar por todos lados.

Repito, ¿qué coño hace aquí y por qué le busca? ¿Es que va a ajustar cuentas con su antiguo amante justo ahora? ¿No podría hacerlo cuando ningún humano esté presente?

–¿Cómo osas volver a esta mansión? –suena otra voz igual de atronadora y veo sobre nuestras cabezas al fantasma flotar–. ¡No eres bienvenido aquí!

–Aquí estás, vil traidor… –sisea el otro mientras sus serpientes enseñan sus afilados colmillos.

Genial. Estamos en medio de una lucha fantasmal. ¿No podrían haberlo hecho en su momento? No quiero estar aquí para cuando empiecen a pegarse o lo que se supone que hacen los fantasmas cuando luchan. Cosa que también estoy intrigado. ¿Cómo demonios combaten esos seres incorpóreos?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).