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Palabras de papel por Annie_Powers

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Notas del capitulo:

Este one-shot me lo hicieron por un encargo, así que yo no soy la autora de esto.

Disfrutad de este arte.

Sentado al volante de un Audi RS A5, Lee Hyukjae limpiaba su pistola con un pequeño pañuelo de papel. Estaba realmente aburrido.

A través de las ventanas tintadas del coche se distinguía una casa, grande y con el decorado un tanto extravagante. Era la residencia de Choi Siwon, un rico magnate al que debía matar o al menos secuestrar en las próximas veintidós horas.

No alcanzaba a comprender por qué el líder le había encargado ese trabajo precisamente a él, que casi con total seguridad era la persona que menos deseaba llevarlo a cabo. Sin embargo, tras el problema en el que se vieron envueltos al intentar usurpar una identidad, sus compañeros estaban muy ocupados. No quedaban muchas más opciones.

La puerta de la casa se abrió, y Hyukjae se puso en guardia. Aferró su arma con las manos, tensando los músculos y consiguiendo que se le marcaran las venas. La aparición de Choi, flanqueado por dos guardaespaldas, no fue ninguna sorpresa, y ya se había preparado para apretar el gatillo cuando una sombra veloz bajó deslizándose por su parabrisas como si fuera un tobogán. En menos de una fracción de segundo, el magnate estaba en el suelo y sus guardas prácticamente volaban hacia el Audi.

La sombra, o más bien, el asesino, era un chaval delgado y ágil, que en cuanto se percató de que lo perseguían, regresó habilidosamente por dónde había venido —el techo del automóvil— y montó en una moto negra y feroz, que abandonó el área gruñendo furiosamente.

Comprendiendo que ya no tenía nada más que hacer allí, Hyukjae pisó a fondo el acelerador en dirección a la carretera, mientras los guardaespaldas de Choi se daban por vencidos en la persecución. Mientras conducía de vuelta al cuartel, repasó mentalmente la brillante actuación del chiquillo; tenía un talento innato para matar. Ni siquiera él, en calidad de miembro de una mafia, habría sido capaz de planear algo así y ejecutarlo de una manera tan veloz, sin un mísero error. Ese chico había demostrado aquello en lo que él creía: el asesinato y el crimen como forma de arte.

Sentado en lo que antes había sido la baca de un coche, el líder exigía detalles de las misiones que habían llevado a cabo sus compañeros. En su turno, Hyukjae no había considerado necesario hablar del criminal que le había hecho el trabajo sucio, y se había atribuido todos los méritos a sí mismo, lo que prácticamente la aseguraba una misión de mayor calibre para los días siguientes.

Escuchaba a medias lo que Lee Donghae le contaba al cabeza de grupo; no era demasiado interesante, o eso pensaba hasta que unas palabras llamaron su atención. Incapaz de creérselo, no pudo evitar preguntar:

—¿Cómo? ¿Pero eso acaso es posible?

—Visto lo visto, lo es —replicó Donghae girándose para que quedaran cara a cara. Sus gruesas pestañas aletearon en su dirección, dejando al descubierto unos ojos oscuros y penetrantes—. Yo estaba igual de sorprendido, pero es lo que pasó. El joven no se limitó sólo a saltar desde esa altura hacia la moto, sino que también fue capaz de realizar subido en ella los saltos y piruetas que necesitó para fugarse de la escena del crimen. —Hizo una pausa, volviéndose de nuevo para enfrentar la mirada del líder—. Si le volviéramos a ver, creo que sería interesante reclutarle —dijo al fin.

—Ya veremos —contestó él con tono misterioso—. Hyukjae, Donghae, gracias por vuestros informes. Ahora necesito que os encarguéis de recoger unas armas en la playa de Haeundae. Unos colegas míos las traen desde Inglaterra. Llevaos el Audi.

Asintieron con la cabeza a la vez, y tras hacer una respetuosa inclinación hacia su líder, se dirigieron hacia el coche que había mencionado. Donghae se puso al volante, ya que era más hábil y feroz en el ámbito automovilístico, mientras que Hyukjae se orientaba mejor que nadie.

—El chico que has visto —habló durante el camino—, también apareció frente a la casa del magnate Choi. De hecho, fue su asesino.

Su compañero ladeó la cabeza de forma casi imperceptible.

—Todavía me sorprende que exista una persona con semejante desparpajo en este planeta.

No le había preguntado por qué se lo había callado ante el líder, lo que le hizo sonreír. Donghae siempre lograba entenderle. Tal vez por eso le gustaba tanto.

—Opino que es un error que nos creamos los únicos capaces de algo así.

—Ahora sabemos que no. ¿Te gustó?

Al escuchar eso, se puso a la defensiva de inmediato.

—¿A qué te refieres?

—Lo sabes bien —espetó Donghae, y su tono era duro y mordaz. Apretaba el volante con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos—. Te gustan ese tipo de personas. Fuertes, hábiles, con talento para delinquir. Es tu terreno.

—Me gustas tú —dijo Hyukjae sin reparos, ya que no era la primera vez que lo hacía—. No necesito nada más.

—Claro que no —replicó él, con un sarcasmo palpable en la voz. Pisó el freno con furia, haciendo que el coche derrapara firmemente por la arena antes de pararse—. Venga, vamos.

Sabiendo que no conseguiría arrancarle ni una palabra más del tema, salió al sol abrasador de la playa, encontrándose con unos hombres vestidos de negro justo enfrente. Cargaban diez paquetes de distintos tamaños. Se acercaron a ellos y fue entonces cuando los acontecimientos sucedieron demasiado rápido como para verlos todos.

Una nube de polvo los envolvió, el rugido de una moto resonó con tremenda fuerza en la costa y unos diez segundos más tarde, de los ingleses tan sólo quedaban tres cadáveres cubiertos de sangre, y Donghae estaba en el suelo con una bota militar presionándole la garganta.

Lejos de sentirse amenazado por la situación, Hyukjae caminó hasta acercarse al agresor de su amigo, el mismo que había asesinado a Choi Siwon en su lugar. De cerca, su juventud era aún más obvia, y tenía un aire a chico malo deliciosamente atractivo.

—¿Quién eres tú y qué es todo esto?

Aflojando un poco la presión en el cuello de su compañero, el motero respondió:

—Soy Heechul. Y tú no puedes ser otro que Lee Hyukjae, supongo.

—¿Cómo lo sabes?

—Te busca la policía —contestó Heechul encogiéndose de hombros con firmeza—. Saben lo de tu mafia. Ahora mismo estarán asaltando el lugar y llegarán aquí enseguida. Soy tu única oportunidad de continuar libre.

Asustado ante semejante seguridad, retrocedió dos pasos hacia atrás. Iba a replicarle, a continuar preguntando, pero el inconfundible sonido de sirenas policiales le aterró en un segundo. Se quedó paralizado.

Heechul, sin duda más experimentado en ese tipo de situaciones, reaccionó de forma increíblemente veloz. De un letal disparo acabó con la vida de Donghae y le agarró la mano con la suficiente fuerza como para arrastrarle hacia la moto. Una vez comprobó que todo estaba correcto, se subió detrás de él y arrancó, dejando como testigo de su brillante huida una larga y densa estela de humo.

—¿Significaba mucho para ti?

Hyukjae dio un respingo al escuchar esa pregunta. Tenía las manos apoyadas sobre el manillar, a pesar de que era Heechul el que conducía, y le temblaban desde la pérdida de Donghae. Se dio unos segundos para pensar la respuesta.

—No estoy muy seguro.

—Todo bien entonces.

Hubo unos minutos de silencio.

—Y tú —habló al fin Hyukjae—, ¿qué pretendes salvándome? Ni siquiera me conoces. ¿Por qué lo has hecho?

—No lo sé —murmuró Heechul, presionando los labios contra su cuello al tiempo que reducía la velocidad—. Supongo que me gusta lo que haces, en cierto modo. Es agradable que deambules por ahí, jodiendo el mundo a tu manera. Encantador.

Una leve neblina de arena dorada los envolvió durante un rato, y cuando se dispersó, Hyukjae al fin se atrevió a girarse para hacer lo que llevaba deseando desde que lo vio.

Un simple movimiento, y sus labios estaban pegados y sus lenguas ondulaban juntas. Un simple desliz, y perdieron el control de la moto, dándose un chapuzón nada agradable en el mar. Se echaron a reír a la vez, separándose por fin.

—Te lo juro —habló Heechul con voz ronca, incorporándose para comprobar el estado de su medio de transporte— que como se me haya jodido la moto, vas a robar una para mí.

Hyukjae caminó divertido tras él, admirando el modo en el que la ropa negra, empapada, se pegaba a su esculpido cuerpo. Decididamente, Donghae tenía razón, le gustaban ese tipo de personas: fuertes, hábiles y con un talento único para delinquir.


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