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Palabras de papel por Annie_Powers

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Notas del capitulo:

Los detalles conmigo siempre son importantes.

Y este one-shot, al igual que el anterior, no tiene pareja específica de Super Junior.

Se mira otra vez en el espejo, ajustándose bien el nudo de la corbata pese a que él preferiría no tener que habérsela puesto para aquella ocasión. Suspira y llaman al timbre. Por si no fuese poco también le están llamando por el móvil. Lo coge mientras va hacia la puerta principal.

–¿Cenicienta ya ha terminado de vestirse? –la voz del otro lado de la línea intenta parecer divertida, pero no lo está–. ¿Te has quedado sin lengua? Anda, sal ya, que hace ya un buen rato que te estamos esperando.

Él abre la puerta en ese momento y se encuentra con su interlocutor. Los dos cuelgan a la vez. Los dos se meten las manos en los bolsillos de los pantalones. Se miran en silencio. Sin intercambiar palabra alguna, empiezan a caminar uno al lado del otro.

–¿Vas a conducir tú? –pregunta el primer chico.

–¿De verdad quieres que conduzca yo? –le mira al preguntar.

–Pues claro que no. Por eso te he preguntado porque si conduces tú, entonces que me lleve mi mánager.

El chico se ríe ante la respuesta rápida del otro. El otro también sonríe, no pretendía hacerle reír pero en estos casos es bueno pensar en otra cosa. O no pensar en nada.

Llegan a la furgoneta donde les esperan los demás. Todos en silencio. Intercambian unas cuantas palabras y el coche empieza a moverse. El viaje transcurre silencioso, algo no muy común por la actitud de los chicos. El conductor, mánager principal, rompe el silencio para planificar lo que se hará después de que se termine todo.

Ninguno contesta, tampoco tienen nada que añadir excepto el líder para intentar no tener trabajo hoy. Después de debatir durante unos minutos en el que el líder ha estado a punto de enfadarse de verdad, el mánager cede finalmente. Continúan el trayecto sin decirse nada, cada uno sumido en sus pensamientos.

Llegan al destino, salen en silencio y entran sin más. No hay mucha gente y la poca que hay susurra entre sus más allegados. Susurros que son incomprensibles para ellos. Susurros que se funden con el silencio melancólico, como de ultratumba. Llegan hasta sus respectivos asientos no sin antes cruzar unas cuantas palabras con algunas personas. Miran la hora. Media hora para que todo comience. El principio del fin.

Unos cinco minutos después el silencio es invadido por unos alegres gritos de dos pequeños entrando. No entienden que este no es buen momento y lugar para hacer eso. El niño entiende la situación y manda a callar a la niña que lleva cogida de la mano. Ella se calla unos segundos antes de verles y corretear hacia ellos. La notan e intentan mostrarse un poco más animados por los niños. Juguetean un rato con ellos y en un momento dado, ese entretenimiento es anulado.

–No van a volver, ¿verdad? –pregunta el niño con la mirada vacía y perdida.

No saben qué contestarle. Se miran entre sí mientras que la niña está en el regazo de uno de sus tíos favoritos, mirándoles sin comprender demasiado. Pero se libran al llegar al lugar los familiares de los niños riñéndoles por haberse escapado de ellos. A los dos pequeños les sientan en el otro banco a regañadientes. La calma vuelve y el silencio también. Entonces ellos ya pueden suspirar un poco más aliviados.

–Ah, chicos, ¿habéis apagado los móviles? –pregunta el más mayor–. O al menos haberlo puesto en silencio.

Al momento todos sacan los móviles y se aseguran de por lo menos tenerlo sin sonido.

–¿Cuánto queda? –dice el más pequeño después de suspirar desganadamente.

–Veinte minutos… –suspira uno de ellos.

El tiempo que queda transcurre lenta e inexorablemente para ellos, que no hacen más que estar callados y con la mirada perdida en algún recóndito lugar de sus pensamientos.

El lugar está más lleno que hace veinte minutos. Está a punto de empezar. Los dos niños deciden portarse bien y se quedan sentados correctamente en sus sitios. Pero la niña no se resiste a inclinar su pequeña cabecita y a saludar a sus queridos tíos. El que está más cerca de ella se da cuenta y le saluda mientras le da un codazo al que está a su izquierda. Así comienza una cadena de codazos y de saludos entre los chicos, algo que hace reír a la chiquilla, riéndose más fuerte de lo que ella hubiese deseado. Le llaman la atención y se calla al momento. Un silencio sepulcral se instala entre las personas.

Una chica se eleva de entre los presentes y camina con paso decidido hacia el frente, sube las escaleras y se sitúa detrás del atril. Comienza a hablar.

–Sé que esta forma no es la normal de hacer las cosas, pero ustedes ya saben que de la otra forma no le hubiese gustado –empieza a hablar con cierta dificultad en la pronunciación–. Pero hemos intentado seguir lo mejor posible vuestra tradición. Siento si mi pronunciación es mala, pero es la primera vez que hago esto aunque hubiese preferido no haberlo hecho nunca… O por lo menos no tan temprano –deja pasar unos segundos antes de continuar hablando.

Los chicos intentan no aislarse del entorno y prestar atención a lo que está hablando esa chica. Hay algunos momentos en los que las risas se instalan entre el público, pero tan solo unos segundos. Al final ella no puede y la emoción gana. No puede seguir hablando y se marcha a su sitio pidiendo disculpas.

La pregunta de ahora a quién le toca ocupa la mente de todos. Una persona va con paso firme y decidido hacia el atril y mira a todos los presentes con determinación.

–Hola, soy Henry para quienes no me conozcan. No había preparado nada, pero dejaré que mi corazón hable por mí. ¿Por dónde puedo comenzar? ¿Tal vez por cómo era? Sí, supongo que sí aunque ya lo sepan todo.

Respira hondo para controlar sus alocadas pulsaciones cerrando los ojos.

–Pues, ¿qué puedo decir? Una persona entrañable y que se preocupaba mucho por los demás debido a su gran corazón. Tampoco es que hubiésemos entablado demasiada amistad, pero siempre se le terminaba cogiendo cariño. Una gran persona, de esas a las que quieres proteger cada vez que la encuentras puesto que son muy valiosas y escasas por desgracia…

El joven sigue hablando un poco más hasta que le toca el turno a otro.

“Era torpe, pero esa torpeza hacía que fuese todo muy gracioso y divertido.”

“Cuando se enfadaba siempre tendía a descargar su furia o en las cosas o escribiendo. Aunque también se ponía a gritarte o a lanzarte cosas.”

“Estaban siempre peleando como el perro y el gato porque eran muy diferentes. Pero esa diferencia hacía que se llevasen tan bien.”

“La primera vez que se perdió en su trabajo, me llamó con bastante angustia, con temor a quedarse sin trabajo el primer día. Pese a que era un superior suyo en cuanto a experiencia laboral, no tuvo miedo de preguntarme y contarme sus miedos. Como mánager de Leeteuk no llegué a saber mucho de su vida, pero sabía que iba a llegar lejos. Y lo consiguió. Lástima que la vida le tuviese otro destino preparado.”

“Cuando venía con nosotros, siempre estaba pendiente de que no hiciésemos nada malo. Puedo decir que tomaba mi cargo de madre pato durante bastante tiempo y lo hacía bien. Nos gritaba y pellizcaba. Odiaba cuando hacía eso. Ahora me doy cuenta de que ya no lo volveré a vivir…”

“Me hizo una tortilla española de patatas muy buena. La mejor que he probado.”

“Siempre decían que se parecía a nosotros en cuanto a personalidad y ganas de pasarlo bien. Montaba jaleos que estaban a nuestra altura.”

Las personas siguen subiendo y bajando del escenario, al menos pueden distraerse un poco. La última persona está a punto de acabar de hablar.

–Me gustaría que subieran de nuevo esas personas que estuvieron a su lado en una de sus mejores etapas de su vida. Por favor, chicos, subid de nuevo.

Durante unos segundos se quedan sin saber qué hacer. No se esperaban eso. Con algo de indecisión, van subiendo otra vez.

–¿Quién habla? –susurra rápidamente Zhoumi.

–Habla tú Siwon, que tienes mejor porte –propone Ryeowook.

–No, quien debería hablar tendría que ser Leeteuk, que es nuestro líder y el más mayor de todos. Venga, habla –Sungmin le pega un pequeño empujón al más mayor.

–Bueno, como líder de estos chicos, me toca “clausurar” esto… La verdad es que no me esperaba que sucediese, es decir, a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza que iba a ocurrir esto. Que les haya tocado a ellos dos y más en esta etapa en la que estaban viviendo, me parte el corazón. Cuando me comunicaron a mí personalmente lo que pasó, volví a revivir ese dolor que viví aquella vez, aquel suceso que muchos puede que ya sepan lo que pasó. Parecía que estaba soñando. Hubiese preferido que hubiese sido así.

Salía de trabajar. Era de noche. Miré el móvil y marcaban más de las doce de la noche. Justo cuando estaba a punto de bloquearlo, alguien me llamaba. Contesté. Cuando colgué, la cabeza me daba vueltas, mis manos parecían de mantequilla y faltó nada para que se me cayese el móvil. Mi mánager me preguntó qué me pasaba.

–El hospital… –logré balbucear.

–¿Qué? ¿Qué pasa con el hospital? ¿Te encuentras bien?

–Llévame al hospital…

–¿Para qué…?

–¡Tan solo llévame…! –medio grité mientras me subía al coche.

Él se subió también y le indiqué el hospital al que debía de dirigirse. Mandé un mensaje al grupo de chat en el que estaban los chicos y preguntando que si ya lo sabían. Muchos me contestaron que estaban yendo ya hacia allí.

Llegamos al hospital antes de que me diese cuenta y yo ya estaba corriendo hacia el interior y preguntando por ella. Me indicaron el lugar donde se encontraba y corrí hacia allí. Encontré la puerta, pero una enfermera me detuvo antes de poder entrar. Le supliqué para que me dejase ir. Ella contestó que esperara un momento, que iba a llamar al doctor que la atendía

Llegó mi mánager corriendo y los dos nos sentamos en unas sillas. Minutos después vino Heechul gritando como normalmente hacía. Se encaminó hacia nosotros y me abrazó.

–¿Sabes ya algo?

–No, tiene que venir aún el doctor. Ella está ahí –señalé con la cabeza–. Mejor que no vayas…

Los cuatro nos sentamos y esperamos a que viniese. Llegaron unos cuantos más antes de que nos atendiera el doctor.

–¿Sois familia de la señora Pérez? –preguntó después de que preguntásemos por ella.

–No, somos… –Heechul no supo cómo continuar–. Somos amigos cercanos a ella. Solo tiene a su marido y a sus dos hijos aquí en Seúl, su familia está en otro país, en España. Aunque ellos en realidad residen fuera de Corea, solo están aquí por vacaciones.

–¿Qué relación tienen con la paciente?

–Ella fue nuestra mánager durante un tiempo debido a la convalecencia que tenía el nuestro –contestó Shindong.

–¿Cómo está? –preguntó Kyuhyun.

–El pronóstico es bastante grave –respondió el doctor después de suspirar–. No sabemos si logrará recuperarse de sus heridas.

–¿Ella iba sola? –preguntó Yesung.

–No, iba con su marido pero lamentablemente no pudimos hacer nada por él. Cuando llegaron al lugar del siniestro, los encontraron a unos dos metros del coche. Estaban casi juntos y con sus manos casi entrelazadas… Supongo que antes de que se produjese el accidente, se percataron de lo que iba a pasar y se cogieron de la mano.

–Entonces… ¿Nos está diciendo que él ha muerto? –recapituló Kangin intentando asimilar lo que le habían contado hasta ese momento.

–Sí.

–Pero ella aún sigue con vida, ¿no? Es decir, se va a recuperar, ¿no? –balbuceó Donghae con la voz rota y a punto de llorar.

–No lo podemos asegurar al cien por cien. Chicos, está muy grave, aún no sé cómo ha podido sobrevivir a tal accidente. Tiene casi todos los huesos rotos. Tiene las dos piernas partidas en varios segmentos, la muñeca con la que se supone que se cogió de la mano con su marido la tiene destrozada. Sus costillas han perforado el pulmón izquierdo y sus cervicales están muy dañadas. Pero lo peor de todo es el traumatismo craneoencefálico que tiene en la cabeza, que le está provocando un coágulo de tamaño considerable…

Mi cabeza daba vueltas. ¿Cómo tuvo que ser el accidente como para que le pasase todo aquello?

–¿Cómo fue el accidente? ¿Cómo ocurrió? –pudo decir Eunhyuk casi sin voz.

–Les embistió un camión de frente, provocando que su coche cayese por un terraplén de diez metros de altura.

Se me nubló la vista e intenté no trastabillar y caer al suelo. Después ya no recordaba nada más. Tan solo que vinieron los demás, que entraron en shock y el momento en el que nos dijeron que ella había muerto aquella madrugada.

Luego estuve viviendo como en un sueño hasta que despedí a los hijos de ellos dos. La niña no quería separarse de nosotros y el niño estaba aislado en su propio mundo. Volvían a casa. A partir de aquel momento vivirían con los amigos de confianza que ellos tenían allí en China. Tan solo volverían para el entierro de ellos aquí, pero sus cuerpos iban a ser enterrados en el país donde habían nacido, en el gigante asiático.

–Ana nos dijo una vez, cuando aún era nuestra mánager musical, que estaba viviendo entre estrellas en aquel entonces. Entre estrellas porque vivía su día a día con nosotros, que somos famosos o más bien figuras públicas. Aquello me conmovió personalmente porque nos puso a la misma altura que las estrellas del cielo… Y, puedo decir que ahora, ella y su marido, están entre las estrellas, las de verdad…


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