Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Palabras de papel por Annie_Powers

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

–¿Seguís sin creerle, humano?

¿Humano? ¿De verdad acaba de ser tan basto como para llamarme humano?

–¿Cómo quieres que me crea que tú eres el dueño de la propiedad? Puede que en tus tiempos lo fueras, pero no ahora.

–Sigue siendo él, señor Kim…

Un momento. ¿Acaba de entender lo que acabo de decir en coreano? Miro al mayordomo con una mezcla de asombro y miedo. No será él también un fantasma o algo parecido, ¿verdad? Antes de que mi impresión pueda ir a más, escucho al tipejo ese carcajearse de nuevo a modo de burla.

–Deja de insistir, ¿no ves que no se lo cree?

–Pues claro que no, los fantasmas no existen.

Los dos alzan la ceja mirándome. Una oración bastante tonta después de que un ser incorpóreo haya querido matarme con sus propias manos literalmente. El mayordomo mira a su amo y le dice algo con la mirada.

–¿Qué? Oh, vamos, no me estarás pidiendo eso, ¿verdad? ¿A mí, en serio? Primero que lo haga él, que fue quien entró en mis aposentos a husmear en mis cosas –me señala con un gesto de desdén.

–Pero quien ha estado a punto de morir ahogado he sido yo –protesto intentando que el rubor no se me suba por las mejillas por el hecho de ser atrapado merodeando en una habitación ajena.

–Sí, pero vos habéis entrado en mis aposentos sin mi permiso. Una falta de educación y de respeto, ¿no creéis, humano?

–¿Por qué demonios me llamas humano? –frunzo el ceño al soltarle eso en coreano, para que solo nos podamos entender él y yo–. Está claro que soy un humano, pero tengo nombre, ¿sabes?

–¿Y cómo os llamáis, humano? –sonríe con autosuficiencia. Me ha salido bromista el fantasma este.

–Casey Kim, si eres tan amable –pongo una sonrisa falsa en mi rostro antes de hacerla desaparecer segundos después.

–No volváis a pronunciar ese apellido en mi presencia –la sonrisa de diversión que tenía antes se desvanece para hacer aparecer una expresión sombría y dura–. Puedo tolerar que vos tengáis ese apellido, pero no que lo pronunciéis ante mí. Puedo llamaros por vuestro nombre si así lo deseáis, humano –pronuncia ese calificativo mientras se deleita de mi molestia–, pero nada más.

–Muy bien, pero, ¿por qué me hablas con ese tono? El uso del voseo dejó de utilizarse hace ya bastante tiempo.

–Sé muy bien que en vuestros tiempos el respeto que se tenía antes lo habéis perdido y ahora os tratáis como burdos animales, sin educación y decoro –suspira–. Yo por lo menos aún sigo conservando mi educación.

–¿Llamándome humano?

–No sabía su nombre –sonríe con sorna.

–Pero ahora sí lo sabes.

–Ya, pero vos continuáis tratándome de tú cuando en ningún momento os he dado permiso para hacerlo. ¿Dónde está el respeto? Encima que os dejo seguir con vuestra patética vida.

–¿Cómo que patética? Tú has sido quien… Usted es quien ha intentado matarme sin razón alguna.

–Razones tenía y tengo.

–Caballeros, por favor, ¿pueden dejar de discutir? Es mejor que nos vayamos todos ya a dormir.

–¿Los fantasmas duermen? –bufo mirándole con escepticismo. Estoy tan indignado que ni siquiera me doy cuenta de que el hombre nos acaba de hablar en coreano.

–No necesitamos dormir, eso es para los humanos –suelta una carcajada de superioridad.

–Bueno, mañana podré por fin irme de este lugar –murmuro caminando de nuevo hacia la segunda planta.

–Ah, con respecto a eso, señor Casey… Vos se quedará un par de días más. Mientras miraba su aburrida mente, he podido ver que no le sirvió de nada lo que le contó mi fiel mayordomo…

Me giro abriendo más los ojos. ¿Ha podido ver hasta eso? Me dan ganas de gritarle de que se meta en sus asuntos, pero claro, él se ha metido en mi cuerpo y en mi mente.

–Así que se quedará más días para que pueda enfrascarse en el ambiente de mi mansión y pueda hallar la inspiración para escribir un buen artículo, ¿de acuerdo? Le trataremos como si se tratara del mismísimo rey… –la sonrisa macabra que hace no me da buena espina.

Asiento y subo las escaleras lo más deprisa que puedo. Lo que me faltaba, ahora tengo que quedarme en una casa encantada, con un fantasma asesino y su mayordomo fiel. ¿Cómo es que no ha salido ya huyendo de su lado? Tal vez le tenga atrapado aquí. Igual hace lo mismo conmigo y me encierra entre estas cuatro paredes hasta el final de mis días. Una muerte bastante penosa, la verdad. En cuanto pueda me escapo.

A la mañana siguiente me despierto de mal humor. No he pasado una noche bonita y me duele todo el cuerpo de haber salido varias veces volando, haber sido estrangulado y chafado contra una puerta maciza. Seguramente en el cuello tendré las marcas de ese desgraciado. Me levanto perezosamente hasta el primer espejo que pillo e inspecciono mi aspecto. Joder, se notan las marcas de los dedos. Aún no sé ni cómo no me morí por la fuerza que utilizaba. Intento disimular un poco las marcas, pero claro, no tengo recursos suficientes porque no pensaba ser estrangulado por la noche por un fantasma loco.

Bajo al comedor antes de que al mayordomo se le ocurra hacer uno de sus avisos así de repente y me lleve más sustos de los que ya me he llevado. Con saber que está sirviendo a un muerto y que se queda tan tranquilo me es suficiente. ¿Cómo es posible que le rinda tanta pleitesía a ese ser inmundo? Vale, puede que en su forma más normal no sea tan escalofriante, pero de la forma en la que le he conocido hace que se me pongan los vellos de punta.

–Buenos días, señor Kim –sonríe el hombre nada más verme entrar por el comedor.

–Buenos días –le dedico una sonrisa cansada y me siento en la silla. Tengo todo el cuerpo agarrotado.

–¿Ha podido descansar…? –viene a mi lado mientras me sirven el desayuno.

–No mucho… Me duele todo el cuerpo…

–En nombre de mi amo, le pido disculpas… No pensaba que iba a reaccionar de esa manera…

–No tiene por qué disculparse, está claro que él lo hizo con todas las intenciones y que quería matarme anoche.

–Tiene que entenderlo… El amo reaccionó así porque le tiene mucho odio a esa persona…

–¿A mí?

–No, a la persona que tenía un cierto parecido con usted…

–¿Cierto parecido conmigo…? –frunzo el ceño mientras sigo desayunando–. ¿Y por qué le tiene tanto odio?

El hombre mira hacia los lados y luego vuelve a mirarme.

–Es mejor que no se lo cuente aquí… Las paredes tienen oído y lo escuchan todo…

¿Cómo? ¿Que las paredes lo escuchan todo…? Me rompo la cabeza para intentar averiguar la verdad de esas palabras y caigo en la cuenta de que en esta casa hay un fantasma que puede aparecer y desaparecer cuando quiere y atravesar cualquier objeto físico. Supongo que prefiere hablarlo lejos de estas paredes, puede que al tal Spencer le moleste que hablen de su pasado.

–Oh, pues entonces… ¿Quiere que demos un paseo ahora cuando termine de desayunar?

–Normalmente no podría porque tengo cosas que hacer, pero por un pequeño descanso que me tome no pasará nada –sonríe–. Le esperaré fuera…

Y después de eso, se marcha por donde ha venido y yo continúo con mi desayuno. Maldigo cuando me doy cuenta de que no me he traído ninguna pastilla para que me calme algo el dolor muscular que tengo ahora mismo, así que tendré que caminar casi como un robot durante todo el día. Termino y subo a mi cuarto para arreglarme un poco mejor. Luego salgo de la zona vallada de la propiedad y camino hasta posicionarme a la misma altura que el mayordomo, que está contemplando las bonitas vistas de la finca.

–¿Por dónde debería de empezar…?

–Por el principio, si no es molestia.

–Bien –empieza a caminar despacio y yo le sigo–. El amo Spencer se estableció aquí hará unos tres cientos años como ya le dije ayer. Se hizo un rico comerciante durante aquella época y estableció su residencia aquí. Era bastante conocido por todos. Y no solo por ser un extranjero de la exótica Asia, sino que también era conocido por ser muy audaz para los negocios. El señor era alto y con buen porte y levantaba pasiones entre todas las damiselas de la época.

¿Levantar pasiones con la cara que tiene ahora mismo? Seguro que si ahora mismo esas damiselas tan recatadas vieran su aspecto se desmayarían al momento. ¿Dónde fue a parar toda esa belleza que me están contando que tenía? Porque ahora es un fantasma horrible.

–Siempre hay un “pero”, ¿verdad? –miro momentáneamente al hombre mientras continúo caminando.

–Por desgracia sí… –suspira mirando las vistas–. Con el tiempo, la gente empezó a hablar sobre por qué no buscaba a una buena mujer, se casaba y formaban una familia para que sus descendientes pudieran seguir con el gran legado que seguramente su padre dejaría al abandonar este mundo. Muchos decían que era porque ya tenía a una mujer que le esperaba del lugar de donde procedía, otros murmuraban que no le interesaba el compromiso o que simplemente no estaba interesado en las mujeres.

–¿Dudaban de su sexualidad?

–Por aquella época cuando pasabas de la treintena ya tendrías que estar casado y con hijos y viceversa. Si no era así entonces empezaban a barajar posibilidades de por qué aún seguías soltero. Y el amo Spencer no se libró de aquellas habladurías. Sin embargo, las acalló cuando contrajo matrimonio con la hija de un importante comerciante.

–¿Un matrimonio de conveniencia?

–Sí. Los dos no habían tenido mucho trato antes del día de la boda, pero lo hicieron más bien por las alianzas y el beneficio que les podría reportar. Con el tiempo dicen que se llegaron a querer.

–¿Usted cree que fue cierto aquello?

–Por lo que me han contado, sí que era cierto que aquel matrimonio se avenía bastante bien. Se les veía felices de puertas para fuera. Ya en la intimidad supongo que sería otra cosa.

–¿Supone? –alzo una ceja deteniéndome para mirarle.

–Sí –sonríe parando de caminar–. No sea impaciente, joven Kim, la historia aún no ha terminado.

–Sigo sin saber por qué le tiene tanta rabia a esa persona apellidada Kim. ¿Fue una amante suya?

–¿Y por qué presupone que fue una mujer la que levantó ese odio en el amo?

–No sé. ¿Entonces fue un hombre?

–También es verdad que usted tiene los rasgos delicados de una mujer… Puede ser que sea esa la confusión… –piensa en voz alta mientras camina de nuevo–. Sí, fue un hombre.

–¿Un amigo? ¿Un socio? ¿Quién era ese tal Kim?

–Dicen las malas lenguas que los que no mostraban interés por las mujeres era porque les interesaba más los de su propio sexo. Al amo también le hicieron llegar aquellos rumores. Él se carcajearía como siempre. Siempre se reía de los rumores que circulaban sobre él.

–¿Y ese rumor era cierto? ¿Spencer Lee tenía amantes varones?

–¿Usted cree que los tuvo? –clava su mirada en mí.

–¿Yo? No lo sé, por eso le pregunto.

–En las buenas historias siempre añaden a amantes despechados, ¿no? –sonríe.

–Entonces, él tuvo amantes también durante su matrimonio, ¿verdad?

–Dicen que solo tuvo un idilio durante toda su vida.

–¿Solo un idilio? Eso es algo bastante improbable.

–¿Acaso usted ha tenido más de uno, señor Kim…? –me lanza una mirada llena de picardía.

–Eh, bueno… –enrojezco por la sorpresa.

–No se preocupe, señor Kim –ríe bonachonamente–. Eso es lo que dicen algunas lenguas, pero la realidad es que solo el amo lo sabe.

Ya y el amo es ahora un fantasma malhumorado. Seguro que si me pongo delante de él intenta de nuevo matarme. A mí ni se me ocurriría preguntar cuántos líos amorosos ha tenido en su vida pasada. Lo mínimo que recibiría sería salir por los aires y también salir con vida.

–¿Y qué tiene que ver la vida amorosa con el tal Kim…? ¿Fue un rival suyo por el amor de alguna mujer? ¿O fue tal vez el que estaba secretamente enamorado de su mujer?

–Esto es lo último que puedo decirle, señor Kim… Si quiere descubrir más, tendrá que preguntarle personalmente al amo. Solo le puedo decir que… Puede que el amo llegara a querer de verdad a su joven esposa, pero los amores surgidos de pasiones incontrolables nunca son fáciles de olvidar y más cuando en él están implicados el corazón y los sentimientos…

–¿Qué me quiere decir con esto…? –le miro sin entender nada de nada. ¿Qué coño quiere decir eso?

–Quiero decir que… El amo Lee ya tenía a alguien a quien querer… A alguien a quien amar… –me da unos cuantos golpecitos amistosos en el hombro–. Si me disculpa, tengo que seguir con mis tareas.

Y con una sonrisa se marcha de nuevo hacia el interior de esa casa maldita. Me ha dejado con más preguntas en la cabeza y no dudo en perseguirle.

–¡Espere…! ¿Puedo preguntarle más cosas…? –me pongo a su lado caminando.

–Depende. ¿Están relacionadas con el amo?

–No, más bien están relacionadas con la mansión y… Con usted…

–¿Conmigo? –se señala con el dedo–. Bueno, pregunte e intentaré responderle como buenamente pueda.

–¿Cómo es que anoche estaba usted en la mansión? Pensaba que estaba viviendo en otro lugar con los demás empleados.

–Eso, señor Kim, es porque duermo aquí por las noches. Como soy el mayordomo personal del señor Lee, pues tengo que dormir aquí para poder servirle mejor.

–¿Y no le da miedo servir a un fantasma…? ¿Los demás empleados qué opinan de esto?

–Los demás empleados nunca opinan porque saben que es mejor no decir nada… Ellos al terminar su jornada laboral se van a sus casas, por lo tanto yo soy el único que se queda velando por esta mansión y el único con el que habla directamente el amo.

–¿Los demás han visto al amo?

–No. El amo no soporta a los vivos y solo me tolera a mí. Además, los empleados de esta casa tampoco quieren tener trato con él.

–¿Y por qué solo le tolera a usted? –me muestro sorprendido. Si a veces parece que quiera estamparle contra la pared al pobre hombre.

–Solo tolera a las personas de mi familia –sonríe con un halo misterioso.

–¿Y eso a qué se debe si se puede saber?

–Nuestra familia ha estado velando por la seguridad del amo por generaciones.

¿Velar por su seguridad? ¿Acaba de decir que varias generaciones de una familia se han estado dedicando a cuidar de un fantasma?

–¿Cuidando de un fantasma? –no puedo ocultar mi incredulidad al escucharle.

–Sí, se podría decir que sí –se ríe suavemente–. También cuidamos de la mansión. Yo soy viejo ahora y no hay mucho personal porque con los años van creciendo rumores de que estas tierras están malditas por un fantasma que vaga por estas tierras en busca de sangre humana. Tonterías. El amo si pudiera, se hubiera ido hace ya muchos años.

–Me dijo que el señor Lee murió joven. ¿Cómo murió?

–Murió asesinado. Con tan solo treinta y tres años le quitaron la vida y el brillante futuro que tenía por delante –suspira casi con pena.

–¿Asesinado? ¿Fue una reyerta?

–No, una mañana se lo encontraron muerto en sus aposentos. Fue envenenado.

–¿Por quién? ¿Llegaron a descubrir al culpable?

–No, nunca le juzgaron. Solo el amo y nuestra familia sabemos quién le asesinó.

–¿Y quién fue?

–Eso prefiero que sea el propio amo quien se lo conteste si él desea.

–Oh, vale… ¿Y cómo es que su familia se quedó a cargo de él?

–Mi antepasado fue su mayordomo personal durante aquella época. Fue él quien le encontró muerto y al primero al que se le apareció el espíritu. Casi fallece por el susto que se metió –ríe como un crío pequeño–. Por suerte pudo aguantar el susto y se enteró de toda la historia. Desde entonces sus descendientes fueron sirviendo al amo hasta el día de hoy.

–¿También aprendieron coreano como usted?

–Exacto –sonríe al llegar hasta la entrada de la mansión–. Perdone si no tengo buena pronunciación. Aprendí durante mi juventud gracias a que el amo me fue enseñando y a que estudiaba por mi cuenta.

–No, no, me sorprendió bastante que supiera hablarlo y entenderlo. Aunque supongo que es algo que se requiere sirviendo a un fantasma con descendencia coreana…

–Correcto. Ha sido un placer poder tener esta conversación con usted, señor Kim, pero mis deberes me llaman y le tengo que dejar. Que tenga un buen día –entra dentro y se pierde por la inmensidad de las instalaciones.

Siento que la cabeza me va a explotar con tanta información en tan poco tiempo. Pienso mientras voy hacia mi habitación. Según he entendido, Spencer Lee fue asesinado, concretamente envenenado, pero nunca encontraron al culpable pese a que él mismo y la familia del mayordomo saben quién fue. Si la víctima sabía quién había sido su verdugo y su mayordomo podía tener contacto con él, entonces, ¿por qué no fueron a por el asesino? ¿Y quién mató al joven comerciante? Y lo más importante, ¿qué tiene que ver el tal Kim con él y con todo esto? ¿Quién es él y qué hizo para cabrear de esa manera al fantasma?

Suspiro frustrado porque la cabeza me duele y froto mis sienes mientras me dejo caer sobre la cama. Cierro los ojos e intento despejar mi mente. No tengo por qué pensar en todo esto. Pasó hace tres cientos años y esto a mí no me incumbe para nada. Yo solo vine a escribir un reportaje sobre esta mansión y ahora estoy encerrado por así decirlo por un fantasma que ha intentado matarme la noche anterior y que me retiene porque quiere que me quede hasta que encuentre la inspiración para hacer un buen artículo. Genial. Como si al hombre ese le importara si hago uno bueno o no de su estúpida mansión.

Abro los ojos y veo a unos orbes translúcidos que me están mirando fijamente. Me recorren varios escalofríos al momento, grito y me siento de golpe, atravesando al desgraciado del espíritu por el medio. Él se ríe con malicia y se aleja con bastante parsimonia.

–¡No me dé esos sustos, joder…! –respiro profundamente intentando calmar mi pulso.

–Y encima siendo grosero conmigo… ¿No le enseñaron modales acaso, señor Casey…?

–¿Por qué me odia?

–¿Yo? Yo no le odio…

–¿Cómo que no? Si anoche intentó matarme.

–Oh, bueno, eso fue un pequeño error que tuve… Le confundí con esa persona y bueno, perdí los estribos –sonríe a modo de disculpas, aunque sé que es muy falsa.

–¿Quién era ese hombre?

La sonrisa se le congela en los labios y su mirada se vuelve más pérfida y astuta. Me mira con cuidado sin deshacer su alzamiento de comisuras.

–Así que habéis estado hablando con mi mayordomo… Y veo que le ha contado sobre él… Decidme, ¿qué habéis averiguado?

–Que es un hombre que usted conoció y que le odia con toda su alma. Nada más. No me quiso decir nada más.

–¿Ah no…? –sigue manteniendo esa sonrisa congelada. Me está dando miedo.

–No, me dijo que si quería averiguar más, que le preguntara directamente a usted.

–Y vos esperáis que yo os lo cuente, ¿verdad…? –dudo unos momentos y asiento–. Y bueno, ¿qué queréis saber de esa persona?

–¿Quién fue para usted?

–El mayor traidor que he conocido en toda mi vida –sus palabras están llenas de dureza y de dolor y ya no sonríe.

¿Dolor? No puedo ver las emociones que ahora mismo se están cociendo en él porque básicamente sus ojos son casi translúcidos y no me aportan casi nada de información.

–¿El mayor traidor? ¿Qué le hizo?

–Sí. Él me traicionó, la última persona sobre esta tierra en la que confiaba ciegamente me traicionó. Nunca se lo perdoné y nunca lo haré –habla con rabia.

–Os envenenó, ¿no?

–Sí.

–¿Y por qué le envenenó?

–Él ya sabe bien por qué quiso matarme.

–Disculpe, pero, ¿quién era el señor Kim…?

La mirada que me lanza hace que me recorra un escalofrío. Sé que no debo de pronunciar esas tres letras seguidas y juntas, pero me es imposible no preguntar. Me tiene totalmente intrigado ese hombre y saber por qué el fantoche este que tengo justo delante le odia tanto. Y por supuesto para saber por qué ha intentado asfixiarme. Mi vida va antes que cualquier curiosidad que tenga sobre su historia. Le suplico con la mirada que me diga algo. Coño, que quiero saber algo, no tanto misterio por aquí y por allá.

–No me miréis de esa manera, sois igualito a él –la voz de ultratumba que me pone hace que sienta un canguelo difícil de explicar, puro miedo.

–¿Entonces qué cara pongo? Según usted soy esa persona aunque no lo sea.

–Sois igualito a él. Aún sospecho que podéis ser él, pero borrándoos la memoria.

–Sí y he vivido más de tres cientos años y sigo igual, ¿no? –alzo las dos cejas incrédulo. ¿Cómo puede ser tan cabezón?

El tipejo gruñe y se gira dispuesto a marcharse y dejarme de nuevo solo en mi habitación. Le grito para que no se vaya y vuelve a materializarse.

–Por favor, dígamelo. ¿No quiere que escriba un buen reportaje sobre su mansión? Pues ayúdeme a comprender un poco mejor.

–El reportaje es de la mansión, no sobre mi vida personal –se le endurece la expresión.

–Ya, pero también tengo que meter un poco de la historia familiar. Y me gustaría reflejar sobre Spencer Kim, el hombre coreano que estableció su imperio comercial en Edimburgo.

–¿Y vos para qué necesitáis saber de la identidad del señor Kim?

–Hombre, también tengo derecho a saber por mi intento de asesinato.

Empieza a levitar a mi alrededor despacio, sin quitarme el ojo de encima. Yo, por supuesto, le sigo con la mirada, no vaya a ser que me lance alguna cosa a la cabeza y yo no sea capaz de reaccionar a tiempo.

–Kim Hee Min era exactamente igual que vos… Mismos ojos… Mismos pelo… Bueno, él no llevaba esos pelos harapientos y ese corte tan descuidado, pero eran igual de negros… Mismo rostro y piel tersa… Si no fuera porque he comprobado personalmente que no sois él, estaría cien por cien seguro de que estoy ante la misma persona, pero con unos ropajes, peinado y modales diferentes…

Bien, ya tengo al menos el nombre del misterioso señor Kim. Ahora solo me falta averiguar quién demonios era para el ser que tengo delante.

–¿Y qué más…? –sigue merodeando por mi alrededor y yo continúo siguiéndole con la mirada.

–¿De verdad lo queréis saber…? –sonríe con suavidad y eso no me augura nada bueno. Cuando sonríe de esa manera es que algo malo va a pasar.

–Sí… –respondo algo dubitativo.

–¿Seguro…? –ensancha un poco más la sonrisa. Pues claro que no estoy seguro.

–Sí.

–Bien…

Y antes de que pueda reaccionar o algo, se lanza contra mí y me coge el rostro con la mano abierta. Al segundo noto que una descarga eléctrica sacude todo mi cuerpo y que mis entrañas se retuercen, provocándome arcadas y que mis piernas se debiliten. Caigo al suelo respirando con dificultad y me arrastro hasta quedarme apoyado en la cama y sentado en el suelo. La mano fantasmal aún sigue en mi cara y empiezo a recibir más descargas eléctricas por todo mi ser, retorciéndome por quitarme esta asquerosa sensación que tengo en cada célula de mí. Grito cerrando los ojos y tenso mis músculos antes de sentir como que me desvanezco de este mundo.

Abro los ojos gritando porque ya no siento dolor ni náuseas y miro a mi alrededor. No estoy en la habitación ni veo al fantasma por ninguna parte. Lo que sí veo es un gran salón de época, con gente danzando por él. Van bien vestidos, de forma elegante mientras una música alegre retumba por todo el ambiente. ¿Dónde estoy? ¿Qué demonios hago aquí? Miro de nuevo a mi alrededor y llega un momento en el que me doy cuenta de algo que me deja bastante paralizado. Observo mi mano y es casi translúcida. Oh, joder, estoy desapareciendo y yo sin saberlo.

–No os pongáis histérico…

Doy un grito mientras doy un brinco hacia un lado. Descubro que ese ser ha aparecido a mi lado y me mira con una sonrisa divertida. Se está divirtiendo a mi costa el desgraciado.

–¿Dónde coño estamos?

–Y encima malhablado –entorna los ojos mientras suelta un bufido y mira por el salón–. Estamos esperando a alguien.

–¿A quién? –frunzo el ceño mirando también a la multitud que va dando saltitos.

–Esperad y le veréis…

Estamos un par de minutos observando a la gente bailando y el que está a mi lado no dice nada. ¿En qué época estamos? Hoy en día nadie hace estos bailes y mucho menos con estas ropas. ¿Será una recreación de algún lado? ¿Pero cómo ha podido el fantasma teletransportarme a otro lugar?

–Ah, por ahí aparece… –señala hacia un sitio en concreto y yo sigo con la mirada esa dirección.

Veo entrar a un hombre apuesto, vestido sin desentonar con los demás del salón, alto y bastante guapo. Pelo corto y negro, con varios lunares en rostro y cuello. Escudriño mejor al nuevo que ha entrado y me suena bastante la cara. ¿Dónde le he visto yo antes…? Piensa Casey, piensa… Me fijo mejor en su rostro y la bombilla de mi cabeza se enciende. Bingo. Sabía que había visto esa cara antes. Esa nariz tan peculiar nunca falla. Ese chico es Spencer Lee. Miro al vivo y luego al muerto. Pues tampoco es que hayan cambiado mucho, tan solo que el muerto es muy repugnante y el otro te atrae como un imán. Tiene aura que hace que te llame mucho la atención.

–Es… Es usted… –murmuro sin salir de mi asombro.

Eso quiere decir dos cosas: o que hemos viajado al pasado o que he muerto y ahora hace lo que quiere con mi pobre alma. ¿Qué va a hacer este bastardo conmigo?

–Era guapo, ¿verdad? –sonríe con algo de orgullo en su voz y luego suspira levemente–. Buenos tiempos aquellos…

–Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Hace un momento estábamos en su mansión. ¿He muerto y por eso he ido a parar hasta aquí? ¿Soy un fantasma ahora?

–No, no sois un fantasma –suspira negando con la cabeza y me mira–. Estos son mis recuerdos. Vos estáis ahora mismo en mis recuerdos.

–¿Y se puede saber cómo demonios he llegado a parar a sus recuerdos? –me muestro muy sorprendido. ¿Qué está pasando aquí?

–¿No queríais saber más? Pues ahora lo sabrá todo… Solo calle y observe… –mira de nuevo a su yo del pasado y se queda en silencio.

Hago lo mismo que él y sigo los pasos del treintañero. Veo que pasa un rato dando un paseo por la sala y saludando a los conocidos. Le seguimos de cerca con la mirada y observo que pronto se aburre en esa especie de fiesta. Alguna que otra vez saca a alguna chica a bailar, pero luego no sigue conversando con ella.

–Pero bueno, ¿en esas fiestas no hacía otra cosa que marear la perdiz o qué?

–Supongo que dirá perder el tiempo, así que sí, básicamente hacía eso. Me aburrían soberanamente aquellas fiestas, pero aguante un poco más…

Callo y espero a que suceda eso que se supone que tiene que pasar. Me estoy aburriendo y solo veo a Spencer Lee dando vueltas como una peonza. Hay algo que nos llama a los dos Spencer y a mí la atención: un chico con máscara. El único que hay con antifaz en toda la fiesta. Y sí, nos atrae al menos al vivo y a mí como si de un huracán se tratara. Y mi corazón parece que vaya desbocado. ¿Qué me pasa?

Spencer camina hasta él bastante intrigado. ¿Por qué lleva máscara? Seguramente eso se preguntó el propio hombre hace tres cientos años. Nos acercamos y observamos la conversación que van a tener esos dos. El corazón me va aún más rápido que antes ahora que nos hemos acercado.

–¿Ya puede ver con ese antifaz…?

–Suficiente para lo que necesito ver… –la voz es melodiosa y aterciopelada. Mira al hombre que tiene delante haciéndole un escáner completo.

–¿Y qué necesita ver? ¿Le está gustando la fiesta…? –echa un vistazo al ambiente y vuelve a posar la mirada en el misterioso hombre.

–Ahora se está tornando mucho más interesante… ¿Y a vos? ¿Está siendo de su agrado la celebración?

–Ahora es mucho más interesante…

El hombre del antifaz alza las comisuras, dibujando una sonrisa suave en sus carnosos labios. Tiene el pelo largo, supongo que algo normal para esa época. Lo tiene negro como el carbón, brillante y se ve sedoso. Los dos son casi de la misma altura y los dos desprenden un aura imponente. Continúan hablando de cosas banales que a mí me aburren casi al momento, pero que parece ser que al fantoche que tengo al lado le trae muchos recuerdos. Normal, estamos en sus recuerdos. Supongo que rememorar esto le traerá muchas sensaciones. Y yo continúo con el corazón que se me sale del pecho. ¿Qué coño me sucede?

–Está sintiendo lo mismo que sentí yo en su momento.

–¿El corazón le iba tan rápido? –le miro asombrado.

–Sí… –contesta mirando la escena.

Vuelvo a mirarles. Se ven enfrascados en su conversación y pasando por alto todo lo que pasa por su alrededor. Es como si solo existieran ellos dos y ya.

–¿Y tiene nombre la persona que se esconde bajo ese antifaz…?

–¿También vos tenéis nombre…? Prefiero el suyo antes…

–Spencer Lee…

–¿Coreano…? –para mi sorpresa, ese hombre pronuncia mi idioma.

–Sí… –Spencer contesta de la misma forma–. ¿Cuál es su nombre…?

–Lucero Kim…

¿Lucero? ¿Qué clase de nombre es ese? Casi me dan ganas de carcajearme aquí mismo de ese absurdo nombre. Me muerdo la lengua para no hacerlo.

–Un nombre peculiar, nunca lo había escuchado… ¿Por qué eligió ese nombre, señor Kim…?

–Por el significado que tiene detrás de él –sonríe con un halo de misterio–. ¿Un paseo…?

Spencer hace un gesto para que su nuevo compañero de charlas camine y este lo hace. Los dos salen al patio y nosotros les seguimos de cerca.

–La gente cuando les digo mi nombre occidental se mofan. Ya sé que proviene de una de esas cosas de la luz o del nombre de un animal con pelaje negro y con una mancha blanca en la frente. ¿Sabe qué más significados puede tener, señor Lee…? –le mira a través de la máscara.

–Pues la verdad es que no. Ilumíneme, señor Kim…

–Lucero en la antigua Babilonia era el nombre que tenía el planeta Venus, que era hijo de la Aurora. Sin embargo, en la antigüedad Lucero era más conocido como Lucifer. Y ya sabéis quién es Lucifer, ¿verdad?

–Lucifer, el príncipe de los ángeles rebelados…

–O un ángel caído, como prefiráis llamarlo… Los cristianos también suelen identificar a Satanás con Lucifer –sonríe mirando el paisaje nocturno.

–¿Fue por eso por lo que decidisteis poneros ese nombre? –observa al hombre.

–Sí. Solo muy pocas personas saben ese significado y a las que se lo cuento se asustan pensando que estoy loco –ríe con suavidad–. ¿Vos también pensáis que lo estoy…?

Está mal de la cabeza, como una cabra. ¿Ponerse Lucero en vez de Lucifer, pero de una forma más rebuscada? Eso es ser bastante retorcido. No me extraña que hiciera tan buenas migas con Spencer. Los dos son igual de retorcidos.

–No, sois interesante, muy interesante…

–Me alegra saber eso de vos… –sonríe mirándole–. Ha sido una grata sorpresa para mí conocerle esta noche…

Sí, pues no te gustaría verle haberle conocido como yo lo he hecho. Y más si te ha intentado matar. Sí, todo un rencoroso. Esos dos siguen hablando y la sensación de que me va a dar un paro cardíaco no se quita. ¿Por qué demonios sentiría eso hablando con ese rarito? Me apoyo en una columna y sigo mirando cómo parlotean esos dos alelados. Spencer sonríe bastante. Tiene una sonrisa que se le ven las encías superiores. ¿El Spencer fantasma también tendrá esa sonrisa? Porque la que he visto hasta ahora solo enseña sus dientes y es muy macabra.

–¿Y no le importa que le relacionen con cosas demoníacas…?

–A mí no me importan los pensamientos banales de la gente tonta que nos rodea… Por eso mi nombre es algo único… Nadie se atrevería a ponerse un nombre relacionado con el infierno… –sonríe triunfante. Maravilloso.

–¿Sois cristiano…?

–No creo en nada –le mira sin borrar su sonrisa en la cara–. ¿Y vos…?

–Supongo que sí…

–¿Supone…? ¿No le da miedo interactuar con el mal…?

–¿Por qué dice eso…?

–Estoy seguro de que ni vuestro propio Dios entendería mis pensamientos ni mi forma de ser. Seguramente tampoco los aprobaría –se cruza de brazos mirando hacia el frente.

El de la máscara se apoya en una columna y el otro se detiene justo a su lado, para contemplar la hermosa luna que hacía esa noche.

–¿Y el señor Kim tiene nombre en coreano…? –Spencer deja de mirar a la luna y observa a su compañero de la máscara.

–Sí… ¿Y vos…?

–También…

–Mi nombre es Kim Hee Min…

–Encantado de conocerle… Soy Lee Hyuk Jae…

–Un placer haberos conocido… –sonríe suavemente.

Oh, joder, el corazón parece que me va a estallar. O que voy a sufrir un infarto. Yo ya no sé nada.

–El placer es todo mío…

Y de un suave movimiento, veo a Spencer inclinarse sobre él, pero no consigo ver qué hacen porque estoy en un ángulo muerto. Eso sí, mi pulso está descontrolado. Mucho, empiezo a sentir ansiedad porque tengo demasiadas pulsaciones. Lejos de hacerme sentir bien, está empezando a molestarme. Siento que el pecho empieza a oprimirme y me duele. Miro hacia delante y la imagen se va distorsionando. ¿Qué está pasando? Miro a un lado y Spencer me está mirando con cara impasible mientras el escenario sigue distorsionándose alrededor nuestro.

–¿Qué…? –consigo balbucear, pero me cuesta respirar y me arde la garganta.

Intento tragar saliva y me arde aún más. El pecho me duele tanto que si respiro es como si miles de cuchillas se estuvieran clavando en pecho y cuello, en mi espalda y en todo mi cuerpo. ¿Qué me pasa? Caigo de rodillas al suelo intentando respirar. Me asfixio, no puedo respirar, ni siquiera hablar. El escenario sigue cambiando y segundos después puedo distinguir a dos figuras en otro lugar. Al primero que reconozco es al propio fantasma, parece que también está agonizando. Está tosiendo e intentando aguantarse contra alguien para no caer al suelo.

Tomo de nuevo una bocanada de aire por la boca y empiezo a toser sin control. Me arde muchísimo la garganta y empiezan a llorarme los ojos, me escuecen. No aparto la vista porque creo reconocer al hombre que está de espaldas a mí y que parece que le está susurrando algo al señor Lee. De un brusco movimiento hace que le suelte del brazo y este cae de bruces al suelo, donde continúa tosiendo y empieza a ponerse pálido.

Llega un momento en el que deja de moverse y a mí me duele tanto todo que grito de agonía cerrando los ojos. Apoyo las manos sobre el suelo tosiendo y respirando desesperadamente. Me suena que oigo unos pasos alejándose de mí, pero no puedo prestarle atención porque es en ese momento en el que veo que toso sangre. Me asusto. ¿Qué coño me está pasando? Veo que el fantasma se posiciona delante de mí y que me está mirando. Alzo la cabeza y le veo con una expresión serena. ¿No ves que me está pasando algo y tú ahí tan tranquilo?

–Eso fue lo que sentí cuando morí… La misma sensación que ahora mismo estáis experimentando…

–¿Por qué…? –jadeo intentando encontrar algo de aire para poder hablar.

–Asegúrese de abrir las ventanas cuando se despierte –me interrumpe–. No quiero que me manche el suelo cuando vomite…

Estoy a punto de gritarle para saber qué quiere decir con eso cuando siento una descarga eléctrica que hace que rabie de dolor, grite y me tense al momento. Grito más apretando con fuerza los párpados mientras siento un dolor indescriptible. Abro los ojos exhalando aire como si hubiera estado mucho tiempo sin respirar y mis músculos se tensan doloridos. Jadeo mientras intento recuperar el oxígeno que me han quitado antes y miro por todos lados. Estoy de nuevo en la habitación y el miserable del fantasma no está por ningún lado. Noto que mis tripas se revuelven y un montón de arcadas y náuseas me atacan. Me llevo una mano a la boca y corro como puedo hasta el baño de la habitación, donde puedo vomitar y creo que echo todos mis intestinos.

Termino agotado y con escalofríos. No sé ni cómo consigo llegar hasta la cama y tumbarme porque el mundo me está dando ahora mismo vueltas. Tiemblo acurrucado en el colchón e intento dormir para intentar ponerme mejor. Maldito imbécil, ¿hacía falta hacerme pasar por este mal trago? Consigo quedarme dormido durante un tiempo indefinido hasta que alguien entra en la habitación despertándome.

–Señor Kim, ¿se encuentra usted bien…? –el mayordomo se sienta en el borde de la cama mirándome.

–Como la mierda… –logro murmurar mientras cierro los ojos cuando me toca la frente.

–El amo le ha enseñado sus recuerdos, ¿no es así…? –me regala una sutil sonrisa.

–¿Cómo…?

–¿Que cómo lo sé? –sonríe un poco más–. Me recordáis a mí cuando el amo me enseñó sus recuerdos por primera vez… Terminé igual que usted, postrado en una cama y temblando como una mala cosa.

–Me alegra saber que… No he sido el único… –suelto una suave carcajada, pero enseguida me arrepiento porque reprimo una arcada–. Oh, joder…

–Tranquilo, se le pasará, no dura demasiado –me sonríe con algo de pena. Lo que me faltaba–. ¿Ha podido averiguar algo más…?

–Sí… Aunque supongo que usted ya sabe todo esto, ¿cierto…? –el hombre asiente mientras me frota la espalda–. Aún así… No le he podido ver la cara a Hee Min…

–En su día tampoco pude verle la cara… Creo que el amo prefirió borrar su rostro de su mente porque le provocaba demasiado odio verla…

–Pero… ¿Usted sabe cómo es…?

–Claro que sí. Los cuadros con retratos de la época ayudan bastante. ¿Quiere verle…?

–Sí, por favor… Así podré verle de una maldita vez…

Me da un suave apretón en el hombro antes de levantarse y desaparecer por la puerta. Cierro los ojos suspirando y espero a que venga con el retrato. No sé cuánto tiempo pasa hasta que escucho bastante ruido fuera de la habitación. Me levantaría yo mismo para averiguar qué pasa, pero estoy tan hecho polvo que no puedo ni mover una sola extremidad. Abro los ojos y veo al mayordomo entrando con un enorme cuadro en las manos, mirando con cuidado para no hacerle nada a la obra de arte.

–¿Qué es eso…?

No me contesta y sigue concentrado en posarlo delante de mí para que pueda verlo sin tener que moverme demasiado. Respira unos segundos por el esfuerzo y me sonríe satisfecho. Retira la sábana que cubre al cuadro y me quedo sin respiración alguna.

–Pero… Si soy yo… –balbuceo mirando al hombre que hay retratado.

Kim Hee Min es un clon de mí, pero vestido con ropas distintas y con el pelo largo y suelto. Tiene un porte orgulloso y una mirada llena de confianza. Me siento en la cama con algo de esfuerzo y me acerco hasta la pintura para observarla mejor.

–Guapo, ¿verdad…? El señor Kim fue un hombre muy bello durante su época…

Me he quedado sin palabras. Con razón me ha confundido con él. Si soy yo.

–El amo le amó tanto… –suspira a mi lado.

¿Cómo? ¿Amó? Miro al hombre mientras proceso la información. ¿Cómo que Spencer amó al chico?

–¿Disculpe? ¿Cómo que le amó…?

–¿No lo sabe? –me mira con asombro–. Creía que usted ya lo había visto en los recuerdos del amo…

–Pues no… Solo pude ver cuando se conocieron y después cómo era asesinado…

–Mi amo y el señor Kim fueron amantes… Por lo que sé, el amo le quiso con locura. Bueno, más bien lo noté porque yo también tuve aquella sensación cuando conocí a la que sería mi futura esposa… –sonríe recordándolo seguramente.

O sea que… Cuando vi que Spencer se inclinaba sobre Lucero… ¿Fue porque le besó? Me quedo pensativo mientras miro el fresco. Dos amantes, un amor prohibido en una época poco recomendada…

–¿Y por qué…? –abro más los ojos lentamente cuando me doy cuenta–. ¿Y por qué entonces Spencer Lee fue envenenado por su amante…?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).