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Palabras de papel por Annie_Powers

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Notas del capitulo:

Este regalo es en realidad un regalo a una amiga.

En realidad, el verdadero nombre de este one-shot es Lingerie, pero se me olvidó decírselo. Entonces, cuando ella lo publicó en su perfil, le puso el nombre de Fetiche, así que he decidido que se quedará con los dos nombres.

–Pero… Eres un chico…

–Sí, lo soy –responde con total normalidad.

–Y quieres este puesto.

El chico asiente.

–Repíteme, por favor, por qué quieres este trabajo.

–Porque estamos en América, en la “tierra de las oportunidades”, ¿no? Además, lo que lleve entre las piernas no debería de ser un impedimento para trabajar en una tienda de ropa como dependiente. Después de todo, es un trabajo como cualquier otro.

El chico ve que sus palabras no convencen mucho.

–Si me contrata, obtendrá un beneficio que no se dice en ningún currículum. ¿Sabe cuál? Pues la atracción de que un chico atienda una tienda de lencería femenina. ¿Ha visto usted alguna tienda que tenga algo similar? No es que me esté echando flores a mí mismo, pero, ¿no cree que sería un gran atractivo comercial? –termina su monólogo al arquear una ceja.

Le mira detenidamente y, bueno, tampoco es que sea feo, pero tampoco es que destaque a simple vista. Tiene un atractivo muy peculiar y personal si se mira con atención. Además, ese tinte de color le da un toque un tanto exótico, diferente y atrayente.

Definitivamente, contratado.

Y la estrategia de publicidad no tarda mucho en hacer efecto. No es común ver una tienda de lencería sexy femenina siendo atendida por un chico joven. Y menos por uno que da gusto de mirar. Esa sonrisa única con encías rosadas, esos ojos oscuros y pequeños y ese ejercitado cuerpo que se ve de vez en cuando bajo la ropa hacen las delicias para la clientela femenina que pasa por allí.

Es hora de cerrar y el dependiente está recogiendo las cosas para cerrar todo. Está cansado del ajetreo de las clientas entrando y saliendo del establecimiento. Ahora está pasando por los probadores para recoger la ropa que se haya podido quedar ahí y ponerla en su sitio.

Está a punto de abrir una de las cortinas cuando se da cuenta de que hay movimiento dentro y su cuerpo se tensa. Hay alguien ahí y no es normal que se queden hasta tan tarde probándose ropa íntima.

Decide mirar para ver quién hay. ¿Y si es alguien que quiere robar? Pero, ¿para qué querrían robar en un local como ese? Nunca se sabe. Echa un vistazo y queda paralizado.

Un hombre joven.

Está tan absorto en vestirse a toda prisa que no se da cuenta de que le están observando. Al dependiente no se le escapa un detalle que hay dentro del cubículo: ropa interior colgada de una percha.

¿Ha ido a probarse ropa de mujer a escondidas?

No puede juzgar porque él mismo está trabajando en un sitio como ese a pesar de haber nacido varón.

Pero ahora la imagen de unos pezones grandes y marrones no se le puede quitar de la cabeza. ¿Cómo los puede tener tan grandes? Seguro que incluso son sensibles al más mínimo roce.

El chico se obliga a volver a la realidad al pensar en el momento incómodo que le haría pasar si le descubre saliendo de ahí clandestinamente. Decide que lo mejor es alejarse para poder hacerle creer a ese moreno que no se ha dado cuenta de nada y que tiene vía libre para poder escapar libremente.

Sin embargo, eso no le impide poder observarle desde la distancia y poder ver quién es ese misterioso joven.

Pero no es tan misterioso cuando reconoce quién es en realidad.

El chico moreno que siempre ve cuando pasa por delante del escaparate de la tienda. Cada tarde, entorno a una hora en específico, puede ver que ese chico siempre se detiene para mirar de reojo los modelos de detrás de la vitrina. Como cada día ponen modelos diferentes, puede tener una excusa para mirar durante un momento antes de que alguien se percate. Luego, continúa su camino.

–Hyuk Jae –le llaman y despierta de su embobamiento.

Lleva un par de días pensando en el chico ese y tiene la cabeza en otra parte. Ya no le ha pillado más en los probadores, pero sí que le sigue mirando cuando pasa por delante de la tienda.

La primera vez que le vio, no le dio demasiada importancia el hecho de que estuviera analizando los conjuntos femeninos. Otro chico más que estaría fantaseando con que su pareja llevara eso durante un rato íntimo. Otro como cualquiera más.

Pero tras verle cada día, el misterio que le rodeaba fue lo que le llamó la atención de él. ¿Por qué iba siempre por ahí? ¿Por qué nunca entraba aunque fuera para echar un vistazo? Muchos hombres habían entrado para comprar, no era algo raro.

Sin embargo, ahora que ha podido ver que a lo mejor quiere esa ropa para sí mismo, le ha llamado más la atención. Ese chico tiene demasiado misterio entorno a su persona. Calcula que tiene más o menos su edad. Ni muy joven ni muy mayor.

Le gustaría conocerle, pero tampoco quiere salir detrás de él y soltarle así de sopetón que le vio probarse ropa la otra vez, pero que decidió no decirle nada para que no se llevara el susto de su vida. No, eso haría que se asustara y huyera de él.

A lo mejor, si algún día no hay mucha afluencia de clientela, podría dirigirle la palabra, pero tal vez no encuentre ese momento.

Para su suerte, esa oportunidad llega más pronto que tarde. No hay nadie en la tienda y no tardará mucho en llegar el joven misterioso, así que decide salirse a la puerta con su merienda en la mano. Una buena excusa, sí señor.

Se sienta contra la puerta y espera pacientemente a ver si divisa ese cuerpo esbelto desde la distancia. Tampoco tarda demasiado en esperar porque reconoce al instante la cabellera negra que ondula con el viento. Se aprieta más contra la puerta para que no se dé cuenta de su presencia. Tiene que actuar en el momento preciso.

Hyuk Jae observa cómo se detiene a una distancia prudencial del escaparate, para que no sospechen demasiado. Sus ojos negros vagan desde los maniquíes hasta la parte superior del escaparate, como buscando algo en el interior de la tienda.

¿Busca a alguien en particular? Por la pérdida de brillo en sus orbes, parece que sí.

¿Acaso le busca a él? ¿O a alguna clienta? Pero no hay nadie que sea regular excepto él.

Puede ver que suspira. Es ahora o nunca.

–¿No hay de tu talla? –pregunta casualmente mientras se levanta.

Al principio, el chico se asusta por la repentina voz, pero logra localizarle con un barrido con los ojos. Puede ver que se tensa. Bueno, tampoco muerde. ¿O tal vez sí?

A Hyuk Jae tampoco le importaría morder los pezones que se le vienen a la mente.

–No sabía que estabas ahí. ¿Acaso me espías? –entrecierra los ojos.

–¿Yo? –sonríe Hyuk Jae–. No tengo necesidad de espiarte, te veo cada día.

Ahora le mira con más cautela. El dependiente quiere sonreír, pero se obliga a no hacerlo.

–Trabajo aquí –señala la tienda–. Es normal que te vea si pasas por el escaparate cada día y miras los modelos durante unos segundos –amplía un poco más la sonrisa.

–Lo dicho, me espías –endurece un poco su expresión facial.

–Siempre es bueno ver algo diferente entre tanta fémina suelta.

Hyuk Jae nota que el desconocido ha pillado el sentido de la frase y no puede evitar mirarle con algo de gracia. Ya le cae bien ese tipo. Ahora solo falta poder entablar un poco más de conversación con él, así no se aburre tanto.

–¿Quieres entrar? –le ofrece–. Ahora no hay nadie que te juzgue dentro excepto yo. Y yo no lo hago.

–¿Por qué tendrías que juzgarme? –frunce ligeramente el ceño.

–No sé, a lo mejor no quieres que te vean dentro de una tienda de lencería femenina, pero puedes decir que estás buscando algo que regalarle a tu novia.

–¿Y por qué tendría que mentir si es en realidad lo que estoy haciendo?

–¿Cada día? –Hyuk Jae arquea las cejas esta vez–. ¿Entonces por qué nunca pasas dentro?

–No he tenido tiempo –responde secamente.

–Bueno, ahora tienes tiempo, ¿no? –gira su cuerpo para entrar en la tienda–. ¿Vienes o te vas a quedar ahí clavado como un pasmarote?

El chico duda durante un par de segundos antes de entrar detrás del dependiente, sin ni siquiera saber su nombre. Aunque tampoco le interesa, ¿o sí? Tal vez debería preguntarle para no ser tan descortés con él.

–Soy Casey, ¿cómo te llamas tú?

Hyuk Jae le mira con algo de sorpresa por su repentina iniciativa. No pensaba que fuera a ir más rápido que él.

–Spencer, encantado de conocerte, Casey –esboza una sonrisa en sus labios–. Aunque, este es mi nombre americano. El original es otro.

–¿También tienes otro? –no puede evitar arquear las cejas–. ¿Cuál?

–Dime el tuyo primero.

–Hee Chul.

–Hyuk Jae.

Ambos sonríen. Tienen algo más en común aparte de que a los dos les guste la lencería. Porque sí, a Hyuk Jae no se le pasa desapercibido el hecho de que la lencería femenina es bastante bonita, suave y elegante. Aunque también hay excepciones, claro.

Hyuk Jae piensa decírselo en cuanto tenga oportunidad.

Prefiere no ponerse detrás del mostrador e ir tras el cliente nuevo, observándole todo lo que puede. Probablemente le esté incomodando, pero ya no importa demasiado. Está dispuesto a ser una especie de acosador con él, pero sin llegar a ser de verdad un psicópata.

–Y… ¿Qué tipo de lencería le gusta a tu chica?

–Las medias –responde automáticamente–. Tampoco ha tenido mucha ocasión de ahondar en el tema.

–Entiendo –asiente–. ¿Y cuál es su talla?

–¿Su talla…?

¿Y ahora qué le dice? ¿Cuál sería una talla normal? Mierda, está cayendo de nuevo en estereotipos tontos de la sociedad. Solo tiene que decir uno al azar, pero no le salen las palabras.

–Pues… No lo sé.

–¿Y así pretendes comprarle ropa?

–Pues… ¿Y si me la pruebo yo? –entonces empieza a adquirir color sus mejillas–. No, quiero decir, ella tiene mi misma complexión y con que sea de mi talla, me vale, sí…

Hyuk Jae tiene que morderse la lengua para aguantarse la risa. ¿Que hay una chica con la misma complexión que Hee Chul y casualmente es su novia? Eso es básicamente imposible porque ninguna tendría su cuerpo. Su excusa es bastante patética, pero hará como si no se hubiera dado cuenta de nada y como si no supiera que le había pillado la otra vez en el probador.

–Bien, pues, ¿cuál es tu talla?

Hee Chul balbucea mientras se sonroja más y traga saliva, haciendo que Hyuk Jae se quede hipnotizado por unos momentos por su bocado de Adán. Cuando se da cuenta del pequeño lapsus, carraspea y va en busca de prendas que tengan esa talla.

–¿De qué color?

–Eh, pues… –lo piensa durante un momento–. Rojo. O negro. No, rojo. No lo sé –termina gruñendo.

–¿Color favorito? –se gira para mirar la ropa interior.

–Rojo –contesta automáticamente.

–¿Eso es el tuyo o el suyo? –le mira perspicazmente.

–El suyo, por supuesto.

Asiente antes de coger unas cuantas perchas e ir hacia el cliente. Le va poniendo la lencería por encima, midiendo mentalmente para ver si le quedaría bien mientras que Hee Chul mira con algo de nerviosismo por el local. No vaya a ser que alguien entre y les mire con rareza.

–Este quedaría muy bien –comenta Hyuk Jae mientras mira con detenimiento.

–¿Tienes que hacerlo de esta manera? –rechina los dientes con algo de incomodidad–. No hace falta que pongas la ropa encima de mí para mirar si es de la talla o no.

–Hay que asegurarse. No devolvemos el dinero, obviamente.

–Pero sí que se puede cambiar.

–No creo que a tu novia le guste que no hayas acertado con la talla. Si es demasiado pequeño, podrá pensar que le ves demasiado seca y si te pasas de talla, pues pensará que le ves como una foca.

Cuando nota que le prueba la cintura de un tanga, se separa bruscamente.

–Será mejor que vuelva más tarde, tengo cosas que hacer ahora mismo y no me puedo entretener demasiado –carraspea Hee Chul–. ¿A qué hora cerráis?

–A las nueve.

Hee Chul asiente antes de salir casi corriendo del local mientras que Hyuk Jae mira cómo desaparece de su periférica. Una lástima, no le ha dado tiempo a abordarle como él quería. Tan solo le queda esperar que ese terco decida pasarse antes de la hora del cierre.

A Hyuk Jae se le hace aburrido lo que le queda de tarde. Está deseando poder ver de nuevo a ese moreno y poder hablar más con él. Sin embargo, parece que no va a venir y decide empezar a recoger para irse a casa.

Está a punto de cerrar las luces cuando escucha un golpe seco en la puerta principal. Mira a través del cristal y se sorprende cuando ve que es Hee Chul.

–Hombre, pensaba que no ibas a venir al final –saluda nada más abrir.

–¿Aún se puede ver esa ropa?

–Claro, pasa.

Mientras espera, Hee Chul decide que ya es hora de no quedarse más en silencio, dejar su terquedad a un lado y preguntar algo sobre él.

–¿Y cómo es que un chico como tú está en un sitio como este?

Ve que le sonríe con diversión y se maldice a sí mismo por haber preguntado algo tan osado y directo. Nunca se le ha dado bien el trato con las personas.

–¿Eso es porque soy chico y no chica? ¿O será porque crees que soy maricón?

Ya el hecho de que no utilice la palabra “gay”, sino otra más despectiva, hace que Hee Chul se quiera dar cabezazos contra la pared ahora mismo. Tendría que haber preguntado otra cosa, sí.

–Bueno, yo no he dicho eso –responde algo tajante.

–La dueña también me miró con escepticismo cuando me presenté al puesto, pero yo solo quería un sueldo, nada más. No ligar con las clientas, pero eso que no quería, se ha convertido en algo beneficioso para mí y para el negocio.

–¿De qué manera? –Hee Chul frunce un poco el ceño al no captar lo que le quiere decir.

–Es simplemente publicidad. No es normal que un chico te atienda en una tienda de lencería femenina, así que eso creará curiosidad y hará que las personas entren. Y más si está de buen ver.

El moreno no puede negar que el de pelo azul tiene algo atractivo, pero no lo piensa reconocer en voz alta.

–Pero, ¿no es eso lo que la dueña quería evitar al contratar a un chico?

–Sí, pero hubo algo que le hizo cambiar de opinión –se gira cuando ha terminado de buscar la ropa.

–¿El qué?

–Le dije que era gay –se encoge de hombros antes de dirigirse hacia la zona de los probadores.

Hee Chul le sigue con bastante intriga.

–¿Y se lo creyó?

Hyuk Jae se carcajea.

–¿No doy el pego como uno?

–Pues no mucho. Normalmente, los gais suelen llevarse mejor con las mujeres por… La similitud de gustos, pero no por coquetear con ellas.

–Ya veo que me has estado observando bastante con tus miradas fugaces en el escaparate –sonríe y el otro aparta momentáneamente la vista–. ¿Sabes? Esos típicos estereotipos han hecho que consiga este trabajo y no me puedo quejar, la verdad, pero no estoy interesado en eso.

–¿Por qué no? ¿No eres heterosexual?

–Nunca lo he sido.

Sonríe antes de cogerle con cuidado del brazo y meterle dentro de un probador con la ropa de lencería, cogiendo desprevenido a Hee Chul. Después, cierra con la cortina.

–Pero, ¿por qué estoy aquí dentro?

Hyuk Jae se apoya en la pared de enfrente.

–Para que así podamos hablar mejor sin que tú te mueras de la vergüenza o intentes matarme.

–¿Por qué iba a hacer eso?

–Te vi.

–Ya, me lo has dicho esta tarde, ¿recuerdas?

–No, no, que te vi justamente en ese probador, vistiéndote tras probarte un modelito nuestro.

Hee Chul se queda tieso en el lugar y siente que su corazón se le saldrá de un momento a otro.

–Mientes, yo nunca he estado aquí dentro antes.

–Hee Chul, no pasa nada si te gusta probarte la lencería de mujer, no es nada malo. Cada uno tiene sus fetiches.

El moreno no dice nada. No va a decir nada sobre ese aspecto privado de su vida y menos con un desconocido. Bueno, no tan desconocido si le ha estado viendo por el escaparate desde que le contrataron prácticamente, pero eso nunca se lo va a admitir y mucho menos ahora que le tiene dentro de un probador.

–Además, tenemos algo en común –eso que escucha le llama la atención–. A mí también me gusta la lencería.

–En mujeres.

–No te lo voy a negar, les queda muy bien, pero prefiero ver cómo me queda a mí.

Silencio. Hyuk Jae ha puesto toda la carne en el asador y está seguro de que no se está equivocando, pero nunca se sabe. A lo mejor termina gritándole que es un desviado sexual o algo parecido. Sin embargo, lo que vieron sus ojos no era falso.

–¿Te has probado lencería alguna vez…? –la voz de Hee Chul es algo más apagada que de costumbre, como si tuviera miedo.

–Sí y, personalmente, creo que lo que tienes contigo te quedaría muy bien. Si prácticamente te he visto desnudo.

Hee Chul termina por sonrojarse, pero menos mal que el de pelo azul no puede verle a través de la cortina.

–Me gustaría verte con esa ropa puesta, si es posible… –pide suavemente Hyuk Jae, con cautela.

–¿Y por qué debería hacerlo? No te conozco de nada.

–Porque yo también lo haré.

–¿El qué? ¿Probarte lencería delante de mí? ¿Por qué harías eso?

–Porque así estaríamos en igualdad de condiciones. Voy a buscar alguno por ahí y ahora vuelvo.

El moreno está unos segundos callado antes de decidir qué es lo que hará a continuación. Entonces, decide que tampoco pierde mucho por probarse la ropa. Siempre podría asesinarle por jugarle esa broma de mal gusto.

Se desviste y empieza a ponerse el conjunto rojo que le ha dado Hyuk Jae: medias de rejilla, culotte y un top transparente. Cuando termina de vestirse, se mira al espejo y no puede evitar sonreír. Le gusta lo que ve.

¿Por qué simplemente no puede llevar la ropa que él quiera? Hyuk Jae le ha pillado probándose la ropa y no ha pasado absolutamente nada. ¿Por qué la gente no puede dejarle en paz cuando descubren eso?

–¿Ya estás? –escucha la voz de Hyuk Jae a lo lejos.

–Sí –contesta–. ¿Salgo…?

–Mejor entro yo.

Y antes de que Hee Chul pueda protestar, Hyuk Jae ya se ha colado dentro del lugar. El moreno se queda embobado al ver al peliazul con un quimono de encaje floral negro sin atar, dejando ver que lleva un suspensorio también de encaje y del mismo color.

–Bueno, ¿qué tal? –pregunta Hyuk Jae mientras se gira para mirarse en el espejo–. ¿Te gusta?

Hee Chul asiente sin poder quitarle el ojo al culo del dependiente. Es pequeño, pero a su parecer, bonito y que ese suspensorio está hecho directamente a la medida de sus glúteos.

¿No hace demasiado calor?

–¿Estás teniendo pena por mis posaderas? No son tan voluminosas como las tuyas, pero bueno. Todo en esta vida no se puede tener –Hyuk Jae sonríe, haciendo sonrojar levemente al moreno.

–No, no es eso, es solo que… Que te queda bastante bien… –aparta la mirada mientras siente que su cuerpo se va calentando.

Y no en el buen sentido de la palabra. Justamente tiene que pasar cuando menos ropa está usando, ¿no?

–Hyuk Jae.

–¿Sí…? –le mira a través del espejo.

El moreno gira su cuerpo hacia el dependiente y se acerca un poco a él.

–¿Y a ti…? ¿Te gusta lo que llevo…?

¿Eso no ha sonado demasiado sensual para su exaltado corazón? Hyuk Jae asiente.

–Demasiado –contesta.

–¿Demasiado…? –alza una ceja.

Vuelve a asentir.

Basta de juegos tontos.

–Hyuk Jae… ¿Por qué no dejamos de marear la perdiz y dejamos de fingir que ninguno de los dos no nos hemos visto antes cuando en realidad nos hemos estado observando durante el tiempo que llevas trabajando aquí…?

El de pelo azul se queda paralizado ante su pregunta. ¿Dónde ha quedado ese chico reservado y algo tajante de esta tarde?

–¿Por qué no dejamos de fingir que no nos interesamos para nada y nos conocemos de verdad en otro lugar…? En algún sitio más privado. O público, tampoco me molesta demasiado… A ambos nos gusta el fetichismo de la lencería femenina. ¿Por qué no conocernos más a fondo…? –recalca la última expresión con un toque más malicioso–. Al fin y al cabo… No hay nada que perder.

Pero hay mucho que ganar. Por probar no pasa nada, ¿no?

Hee Chul nota cómo él elimina la distancia que hay entre ellos y une sus labios en un beso lento y sensual, donde sus lenguas se rozan por primera vez, explorando terreno desconocido. Manos deslizándose por encima de la lencería de encaje, haciendo que sea más suave al tocar, y suspiros ahogados contra la boca del otro.

Sin embargo, no hay prisa aún. La noche es joven y ellos también.

Deciden poner fin a la primera toma de contacto, deciden cambiarse y marcharse después de cerrar el local. No sin antes haber pagado por la lencería que claramente se llevan para su propio disfrute.

No pueden desaprovechar la oportunidad porque quién sabe si Hyuk Jae seguirá trabajando en la misma tienda a la mañana siguiente, después de que la dueña visualice la grabación de las cámaras de vigilancia.

Pero ahora, toca cenar y degustar un largo postre, incluyendo la posibilidad de un final feliz con o sin lencería.


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