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Palabras de papel por Annie_Powers

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Notas del capitulo:

Como bien dice el título, es un final alternativo al verdadero :3

Las miradas de esos dos son fieras, como si se encontraran enfrente de su enemigo acérrimo, obviando que en el pasado fueron amantes y que se quisieron con locura. Ahora son completos desconocidos y se odian con toda su alma, nunca mejor dicho. Uno por una traición que nunca cometió y el otro por el dolor del desengaño. Y nosotros dos, un mayordomo y un simple periodista, en medio de la lucha que se supone que va a suceder.

–Espera, ¿de verdad van a tener una lucha a muerte? –susurro al mayordomo.

–¿Y cómo quiere que lo sepa yo? –el hombre parece más impresionado que yo en estos momentos.

–¿Y cómo van a luchar? Son incorpóreos, ¿cómo se van a pegar? –yo y mi maldita curiosidad.

–No lo sé, nunca he estado en una situación como esta…

–Pero… ¿Cómo se ha podido desplazar hasta aquí? ¿No se suponen que los fantasmas tienen que estar en el lugar donde murieron? ¿Entonces cómo ha podido venir?

Escucho una risa carcajearse con ganas, que rebota por todas las paredes de la gran mansión. ¿Qué es lo que hace tanta gracia?

–Estúpido humano… –niega Lucero mientras se ríe más–. Eres tan imbécil como para creer esas idioteces de vuestra época en relación a los fantasmas… Pues claro que los fantasmas podemos movernos libremente por donde queramos, salvo si les han infundado una maldición que nunca les permita moverse de allí. Claramente, ese no es mi caso…

–¿Entonces el señor Lee tiene ese tipo de maldición…? –no puedo evitar hacer la pregunta al hombre que tengo al lado. No he visto que el fantasma saliera de estas inmediaciones.

–¡Pues claro que tampoco lo tiene, escoria…! –grita el visitante–. Este desgraciado ha podido buscar su venganza durante todos estos años que ha estado aquí, pero nunca ha querido moverse de esta mansión. Incluso tuvo su oportunidad de vengarse, pero no quiso. Prefirió encerrarse aquí a lamerse las heridas de la traición que cometió –su voz es contundente y con la pizca adecuada de veneno como para helar al menos mi sangre y alterar al otro espectro.

–¡Nunca te traicioné! –grita encolerizado.

–¡Mientes! ¡Esa puta iba a tener un hijo tuyo! ¡Ese bastardo es la prueba de tu traición! –sus ojos parecen brillar aún más, mejor dicho sus pupilas, que se tornan de una blancura brillante bastante macabra.

–¡Ese hijo no era mío! ¡Nunca me acosté con ella! –empiezo a ver cómo sus ojos van ennegreciéndose y que las venas negras van apareciendo por su cuello y brazos.

–¡Sabes perfectamente que es mentira! ¿Cómo supo entonces esa remilgada la peca en esa zona?

¿Qué zona? ¿La delantera o la trasera?

–¡Nadie más que yo sabía las pecas que tenías ahí! ¡Y viene un día esa y me empieza a parlotear de vuestro estúpido bebé!

Y como si estuviéramos viendo una película, empiezo a ver como alucinaciones donde puedo ver una mujer muy fina y bella ataviada con sus ropajes charlando alegremente con el hombre. ¿El mayordomo también está viendo lo mismo que yo?

–¿Está…? –trago saliva por la impresión–. ¿Está viendo lo mismo que yo…?

–Sí… –el hombre está que no cabe en su asombro, al igual que yo.

Parece que la furia y el desprecio que tiñen sus palabras están haciendo que nosotros dos, simples humanos y mortales, podamos ver los recuerdos del hombre. Es como ver una película muda a color.

–Que si quería que su hijo tuviera la misma peca que su padre en esa zona o en el trasero si era niña. Yo hasta ese momento tenía muy claro que tú no eras el padre, pero al escuchar aquello todo mi mundo se vino abajo –los ojos desprenden una dureza infinita hacia el hombre, o bueno, fantasma que tiene enfrente–. Quise indagar más aunque supiera que me iba a hacer daño saber toda la verdad. Me explicó exactamente dónde estaba… ¿Y eso cómo lo podía saber ella? –suelta una carcajada llena de cinismo–. Solo hay una posibilidad para poder ver esa peca… Y tú y yo sabemos cuál es esa posibilidad…

¿Dónde demonios se podía encontrar esa peca? Ahora siento mucha curiosidad. ¿Cómo consiguió ver esa peca si la mujer nunca estuvo con él?

–¡Fue porque un día me vio desnudo sin querer!

–Menuda excusa tan barata… –escupe el otro lleno de veneno.

Pues sí, suena a excusa y de las malas. Entonces el alma en pena que unos momentos antes ha irrumpido como si nada en la mansión clava su mirada en nosotros. Me recorre un escalofrío que me hace estremecer. Esa mirada no me gusta nada.

–Por lo que veo… Tú también moriste… –observa el dueño de la casa–. ¿Te atragantaste con un hueso de pollo relajado entre tules y lujos? Seguramente tu muerte sería penosa –Hyuk Jae intenta provocar y lo consigue.

–Morí por tu culpa, maldito desgraciado –trona enfadándose más–. Aunque no te lo creas, yo seguía amándote y tu muerte…

–Mi asesinato –cortó secamente su interlocutor.

–Tu muerte me sumió en una profunda depresión que nunca pude superar pese al infinito odio que te profesaba…

–Me cuesta creer que tú hayas muerto de pena –se carcajea para hacerle daño porque sabe que mofándose de él lo conseguirá.

Este tío quiere que los dos que aún seguimos vivos muramos en medio de una batalla fantasmagórica.

–¡Murió alcoholizado…! –no sé cómo, pero me he atrevido a gritar eso a los cuatro vientos.

El aludido me asesina con la mirada dispuesto a hacerme picadillo y el otro me mira con cierto escepticismo en la mirada. Creo que no debería de haber dicho eso.

–¿Alcoholizado? –me mira con cierta duda y después le mira–. ¿Moriste bebiendo? Qué bajo caíste…

–Si morí así fue por tu miserable culpa, por tu estúpida traición, por cumplir unas estúpidas normas sociales que a ti no te importaban en lo más mínimo, pero claro, era más fácil y cómodo para ti, malparido.

Veo cómo se enfurece cada vez más. Esto va a terminar muy mal para nosotros dos, lo veo muy bien. Me levanto como puedo mientras aún me molesta la espalda por mis costillas magulladas.

–¡Tenéis que dejar esta lucha absurda…! –grito ganando la atención de todos los presentes. El mayordomo me mira como si fuera tonto rematado–. ¡Ninguno de los dos tuvo la culpa…! ¡Hyuk Jae nunca tuvo ese idilio con su esposa…! ¡Y sí, Hee Min murió recordándote porque aún te amaba…!

–¡Cállate si no sabes toda la historia, maldito humano…! –trona mi clon clavándome de nuevo contra las escaleras.

A este paso me quedo inválido, ya lo veo yo. Gimo mientras siento que me aprisionan más. De pronto noto que dejan de ejercer presión sobre mí y puedo respirar un poco mejor.

–Vaya… –el que ha intentado aplastarme como si fuera una mosca mira a su antiguo amante–. Veo que le tienes estima a ese humano…

¿Estima? No sabe de qué habla. Yo no llamo estima a intentar matarme la primera noche y luego darme ese susto de muerte por la noche.

–Eso a ti no te incumbe –sisea con tono lúgubre.

El de las pupilas blancas me mira de nuevo y agranda los ojos como si intentara ver a través del amasijo de carne y huesos que soy. Es escalofriante.

–Y veo que incluso has entrado en él… –su sonrisa está llena de mofa.

¿Desde cuándo los fantasmas hacen gracias subidas de tono? Porque ahora mismo no sé si estar sorprendido o asqueado por la referencia que acaba de hacer. Él se carcajea escandalosamente. Desde luego no se parece a mí en cuanto a la risa. Yo no soy tan ruidoso.

–¡Ni se te ocurra hacerlo…! –chilla Spencer con las venas notándose más a través de su translúcido cuerpo.

El chillido es tan fuerte que temo que nos va a reventar los tímpanos por la semejante vibración de ondas. Agonizo mientras me tapo las orejas en un intento inútil de no sentir dolor. Puedo ver que Lucero hace un movimiento raro con la muñeca junto a la mano y al momento siento que el mayordomo y yo salimos en dirección opuesta, dirección a la salida principal. No sé si sentir alivio o no porque vamos directo a la entrada de la mansión y es cemento duro. Sin embargo, algo trastoca mis suposiciones: las puertas macizas se cierran de golpe. Ya está, nos vamos a partir la cabeza.

Por suerte, los dos aterrizamos en nuestra espalda y conseguimos amortiguar un poco el golpe. Al menos no se nos ha abierto la cabeza como un melón maduro. Escucho otro alarido ensordecedor que prácticamente me deja mareado. Aunque pronto necesito preocuparme para que el aire llegue a mis pulmones. Instintivamente miro hacia mi compañero de torturas y veo que también está siendo asfixiado contra la puerta. No sé qué tipo de perversión tienen estos dos de intentar matar a gente inocente.

–¡He dicho que basta! –trona Hyuk Jae, haciendo temblar peligrosamente toda la casa.

Moriremos aplastados por las ruinas de la mansión. No creo que aguante demasiado si la sacuden así más veces. De pronto puedo volver a respirar y jadeo con fuerza por recuperar el aliento. El espíritu con las venas negras hace un movimiento decidido con su mano y hace que el otro chille de rabia. O de dolor. No lo sé porque me deja casi noqueado otra vez. Y de nuevo siento que me elevo por encima del suelo y que me mueven como si fuera un muñeco que no pesara nada. Bueno, no solo a mí, por el rabillo del ojo veo al hombre mayor siendo movido como si nada. Aún no sé ni cómo puede seguir cuerdo después de los porrazos que nos han metido. Si soy yo que estoy más joven y siento que voy a morir, entonces, ¿cómo debe de estar él?

–Ni se os ocurra acercaros –la siseante voz del dueño de la casa retumba en nuestras cabezas.

¿Qué ha querido decir con eso? Pero si estamos flotando. Si por mi fuera yo ya habría salido huyendo por patas, no es que me esté quedando aquí por gusto a contemplar eso que van a hacer. Notamos que las puertas se abren con algo de violencia y con otro movimiento de su mano, salimos catapultados hacia fuera. Sin embargo, somos retenidos por una fuerza mayor que la del amo de la casa. Tengo aún más miedo que antes al ver que pueden hacer con nosotros lo que quieran ese par. Las puertas macizas se cierran de golpe de nuevo. Creo que nos van a desnucar contra ellas esta vez.

Hyuk Jae chilla y puedo ver por el rabillo del ojo que Hee Chul sonríe macabramente. Esto es muy malo porque su poder se debilita y el mayordomo y yo caemos de bruces contra el suelo. Menos mal que no nos han elevado demasiado, podríamos tener ahora mismo alguna fractura de hueso. Rápidamente nos acurrucamos en un rincón para no sufrir los estragos de sus poderes sobrenaturales y observamos con una mezcla de miedo y fascinación el espectáculo que estamos teniendo justo delante de nosotros.

–¡Tenemos que salir de aquí…! –grito con todas mis fuerzas a mi compañero–. ¡La casa se cae a pedazos…!

Él asiente frenéticamente y empieza a moverse dirección a las puertas mientras que yo le sigo. Gateamos intentando no llamar la atención de esos guerreros fantasmales para que no nos lancen algo encima. Y como siempre, mi curiosidad puede más que mi pánico a que algo me chafe de la cabeza, así que, mientras gateo, voy mirando lo que está sucediendo. Están haciendo cosas muy raras para mi capacidad humana, pero veo muecas de dolor en sus translúcidas caras. ¿Se están haciendo daño? ¿Los fantasmas pueden sufrir dolor? Me parece algo bastante surrealista. Si están muertos.

Y de pronto, veo algo que me deja totalmente alucinado. Los dos espectros se lanzan el uno contra el otro, creo, aunque más bien parece que haya sido Spencer quien se ha tirado sobre Lucero y es como si se hubieran fusionado. Los veo totalmente distorsionados a los dos. Es algo aterrador, pero fascinante. No puedo dejar de mirar. Siento que el mayordomo tira de mí de nuevo y luego sentimos los dos la onda expansiva de una explosión que sucede dentro de la mansión. Creo que ha provenido de esos dos.

Chillamos y como es normal, salimos volando literalmente por los aires. No sé dónde aterriza él, pero yo sí que noto que me estrello contra algo muy duro, haciendo que mi espalda duela como nunca antes y antes de poder entender nada más, me desmayo al momento.

No sé si aún sigo inconsciente o no, pero veo algo borroso delante de mí, algo que brilla mucho. ¿Qué es? Supongo que aún sigo desmayado, pero no sé nada. No siento ninguna molestia por mi cuerpo o la cabeza como espesa. Intento moverme y es como si hubiera perdido el sentido del tacto o el control de mi cuerpo porque no siento nada.

Ahora lo veo todo negro y me he empezado a asustar. ¿Cómo es posible que lo esté viendo todo negro y que aún siga como consciente? Debería de estar desmayado y no pensando. O puede que sea la primera vez que puedo pensar estando desmayado. La mente humana es bastante rara.

–Casey… –empiezo a escuchar una voz distorsionada y lejana–. Casey, despierta…

Intento despertar tal y como me dice esa voz y fallo estrepitosamente. Lo sigo viendo todo negro y sin poder moverme. Escucho de nuevo esa voz lejana diciéndome lo mismo. Que ya te he escuchado, lo que pasa es que no puedo hacer nada. De pronto noto como un escozor en mi mejilla. Y después en la otra. ¿Me están abofeteando? Siento arder más mi mejilla. Sí, me están despertando a base de guantazos. Qué delicadeza de persona, por favor.

Gruño abriendo por fin mis ojos y veo al adefesio llamado Spencer mirándome con una sonrisa divertida. ¿Le hace gracia haberme despertado así? ¿A tortazo limpio? Gruño de nuevo y hago un ademán de empujarle para quitarle de mi vista. Extrañamente se aleja de mí y me doy cuenta de que mi mano no ha entrado dentro de su existencia, sino que he tocado como algo duro. ¿Eso duro es su pecho? Me quedo anonadado mientras le miro con la boca abierta seguramente.

–¿Cómo estás?

Estoy a punto de decirle que mal por haber salido volando por los aires tantas veces cuando me doy cuenta de que los músculos no agonizan por el dolor. Qué extraño. Tendría que estar como mínimo con algún hueso roto y rabiando de dolor, pero no. No noto nada. Es más, me siento incluso más liviano. Algo anormal.

–Casey… ¿Cómo estás? –insiste mirándome.

–Pues… ¿Bien?

–Bien, eso es una buena señal… O más bien mala porque eso significa que no te has dado cuenta todavía.

–¿Darme cuenta de qué? –frunzo el ceño sin entender nada.

–Bueno, allá vamos… –respira profundamente y parece que se está mentalizando para decir o hacer algo.

–¿Qué pasa? Por cierto, ¿y el señor Kim…? –miro a mi alrededor.

–No está. Se ha ido ya.

–¿A dónde? –le miro–. Espera, ¿se ha ido a la tan famosa luz?

–Un fantasma asesino nunca puede ir a la luz, humano –me mira como si estuviera diciendo una obviedad.

–Y yo qué sé –entonces me doy cuenta de que me ha tuteado–. ¿Por qué me ha tuteado?

–Pues porque a partir de ahora tú y yo estaremos juntos durante mucho tiempo… –sonríe con malicia.

–¿Qué? –atino a decir–. ¿Qué demonios está diciendo?

–¡Señor Kim…! –oigo la voz del mayordomo.

Me giro para verle y empiezo a parlotear con él cuando me doy cuenta de que me mira diferente. ¿Conmoción? Sí, creo que eso es lo que estoy viendo ahora mismo en sus ojos. ¿Qué le pasa?

–¿Le ocurre algo…?

–Oh, señor Kim… –murmura con pesar mientras me mira de arriba abajo–. Lo siento mucho…

–¿Eh? ¿Qué es lo que siente? –alzo las cejas mirándole.

–Señor Kim… –me mira algo sorprendido y luego mira al fantasma que tengo al lado–. Amo, ¿no lo sabe…?

–Ya ves que no se entera ni a la de tres –bufa.

–¿Enterarme de qué? –le miro y después hago lo mismo con el otro hombre–. ¿Qué es lo que tengo que saber? ¡Decidme algo, por favor, que no soy adivino…!

–Ya vemos que no –añade Spencer con bastante ironía.

Resoplo y miro al mayordomo, suplicando que al menos sea indulgente conmigo y que me diga qué es lo que está pasando.

–Señor Kim, usted… Usted… –le veo bastante indeciso.

–Estás muerto.

–¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué acabas de decir? –parpadeo rápidamente mirándole–. Es imposible que esté muerto. Si sigo hablando, ¿no me ves? –miro al mayordomo, que tiene cara de pesar–. No estoy muerto, estoy seguro de ello.

–Pues claro que lo estás.

–Señor Kim… Lamento que se entere de esta forma, pero el amo tiene razón. Usted ha fallecido…

Empiezo a reír mientras les miro. Están locos. No es posible que yo haya muerto. No. No. Es una completa tontería. ¿Cómo voy a estar muerto si aún sigo pensando y encima hablando? Cuando te mueres no hablas, no respiras y no piensas. Y yo estoy haciendo esas tres cosas perfectamente ahora mismo. Mi risa se va desvaneciendo paulatinamente. Están mal de la cabeza, pues claro que no estoy muerto. Se han compinchado para jugarme una mala pasada. Del fantasma me lo esperaba, pero ya del mayordomo no. Con lo buena persona que se veía. Ahora resulta que me ha salido bromista el hombre.

–No…

Hyuk Jae resopla y antes de que pueda reaccionar, me coge de la muñeca y pone mi mano delante de mis ojos. Un poco más y me desmayo al ver que mi mano es translúcida. ¿Qué es esto? ¿Qué es esta broma pesada? Esto es muy realista como para ser algo ficticio. Miro hacia abajo y veo que todo mi cuerpo es así. Llevo las mismas ropas que antes de desmayarme, pero son incorpóreas. Empiezo a ponerme histérico y voy fijándome a mi alrededor. La casa está derruida y hay un montón de escombros por el suelo. Voy buscando desesperadamente hasta que veo mi cuerpo flotar hasta estar delante de mí.

–¿Buscabas esto…? –habla Spencer.

–¡Deja mi cuerpo en el puto suelo…! –grito–. ¿Cómo te atreves a elevar mi cuerpo así?

Mi griterío parece haber surgido efecto porque mi cuerpo reposa de nuevo en el suelo. Me dirijo hacia él y lo observo con una mezcla de miedo, fascinación y aturdimiento. Estoy lleno de polvo y mi expresión es relajada. No veo ni rastro de sangre. ¿Cómo morí entonces?

–Te golpeaste la cabeza. Aquí atrás –señala la parte baja de la cabeza, justo donde está la zona más blanda del cráneo–. No sufriste porque moriste en el acto.

Y lo explica tan tranquilo el tío. Como si explicar el fallecimiento de alguien que acaba de morir fuera así de fácil. ¿No ve que estoy a punto de sufrir un ataque de histeria? Esto para mí es un fuerte shock. Aún no me creo que ya no esté vivo. No me lo hubiese creído si no hubiera visto mi cadáver. He muerto demasiado joven. ¿Por qué he tenido que morir ahora? Me gustaba mi trabajo y la vida tranquila que llevaba. ¿Y ahora qué voy a hacer?

–¿Ves algo? –interrumpe mis pensamientos el fantasma.

–Entonces… ¿Ahora soy un fantasma? –miro a los dos.

–Sí, señor Kim… Es usted un fantasma… ¿Ve usted algo?

–¿Qué tengo que ver? –frunzo el ceño ligeramente.

–La luz… Yo la estoy viendo ahora mismo.

–¿Cómo es que la estás viendo ahora? –me sorprendo–. ¿Ya has cumplido tu venganza?

–Eso nunca he podido hacerlo. La razón de haberme quedado tanto tiempo en este mundo es por la rabia y el dolor que sentí al ser asesinado. Todos esos sentimientos hicieron que me quedara aquí anclado.

–¿Y ahora ya no los tienes?

–El amo ha podido perdonarle –sonríe con tristeza el mayordomo–. Y ahora… Por fin puede ser libre y descansar por fin en paz…

–¿Y dónde dices que está esa luz…? –miro de nuevo al fantasma.

Él señala con un gesto en la cabeza y yo dirijo la mirada hacia allí. No veo nada. ¿Y se supone que ahí está la luz? Sin embargo, no aparto los ojos de ahí y espero a ver si surge algún milagro de Dios o de los ángeles. Y de pronto, empiezo a vislumbrar una tenue luz, que se hace cada vez más intensa. Me quedo sin palabras al ver tal espectáculo. Nunca he creído en nada, pero esto es demasiado bonito y único como para no maravillarse.

–Es… Es precioso…

Los dos sonríen con algo de ternura mientras me miran observando el camino hacia el descanso eterno. Entonces, ¿si cruzo estaré en paz para siempre? Miro a Hyuk Jae y luego a su mayordomo. ¿Es así de fácil?

–¿A qué esperas? Cruza.

–Pero… ¿No vas a cruzar?

–Claro que voy a cruzar, pero después de ti.

–Señor Kim… –me habla el mayordomo–. Lamento… Lamento mucho tener que despedirme de usted de esta forma…

–No se preocupe… –le dedico una leve sonrisa–. No pasa nada…

Así que ha llegado la hora. Miro a Hyuk Jae y este me mira a mí antes de posar sus ojos en la luz. Solo tengo que dirigirme hacia allí, ¿no? Inspiro profundamente y voy hacia lo brillante. Cuando creo que cruzo siento como una paz y tranquilidad que en mi vida he sentido. Algo me ciega y no puedo abrir muy bien los ojos, pero poco a poco esa luz cegadora se va disipando y veo unos grandes porticones de color oro. ¿Estas son las puertas hacia el cielo?

–Bueno, ya estamos aquí –suspira de repente Hyuk Jae a mi lado.

–Qué susto, joder –le miro.

–Solo tenemos que cruzar y estaremos técnicamente en el cielo, el lugar donde van todas las almas de los difuntos. Vamos –él es el primero en avanzar hacia las puertas.

Yo le sigo y se abren sin que nadie esté allí presente. Supongo que es la magia de Dios quien mueve las puertas. Caminamos y poco a poco voy viendo que van apareciendo como edificios entre las nubes. Aún sigo preguntándome cómo no ceden ante mi peso. Además, estoy caminando y Spencer también. Está vestido con el camisón que tenía antes de morir y parece que sabe hacia dónde ir. ¿A dónde vamos? Veo a personas muy diferentes entre sí, a cada cual más pintoresca.

–Oye, ¿a dónde vamos? Veo que sabes por dónde tenemos que ir… ¿Voy a vivir en uno de estos edificios para toda la eternidad?

–Sí, cada fantasma tiene su casa asignada.

–¿Y tú sabes dónde queda?

–Extrañamente sí –continúa andando.

No pregunto más y le sigo, total, no tengo nada mejor que hacer y no sé dónde voy a vivir. ¿También necesitaré comer y todo eso? ¿Podré quitarme la ropa y hacer una vida más o menos normal?

–¡Kim Hee Min! –escucho una voz femenina que grita ese nombre.

Spencer y yo, picados por la curiosidad, buscamos la voz que ha gritado. Antes de que pueda darme cuenta alguien me cruza la cara de un bofetón. Escucho al desgraciado de al lado sofocar mal una carcajada y yo miro a la chica que me acaba de pegar.

–Pero… –parpadeo–. ¿Pero qué haces?

–¡No te hagas el santurrón, maldito imbécil! –me clava otra bofetada que hace que mire hacia el otro lado.

Esta vez Hyuk Jae empieza a desternillarse de la risa. Yo sigo más confundido que antes.

–¿Quién eres? ¿Por qué me pegas? –la miro sin entender nada.

–¿Y ahora haces como si no me conocieras, maldito bastardo? –grita enfurecida–. ¡No deberían de haberte dejado entrar aquí, Hee Min!

–¿Cómo? Yo no soy Hee Min.

–¡Pues claro que eres tú, escoria! ¿Te crees que por cortarte el pelo y llevar esos extraños ropajes no sé reconocer que eres tú?

Parpadeo aún más, entendiendo cada vez menos.

–A ver, ¿y por qué sabes que es él, eh? –interviene Spencer, poniéndose a mi lado.

–Porque reconozco al desgraciado que me dejó embarazada.

–¡¿Qué?! –gritamos los dos a la vez.

–Pues eso, después de una orgía, se largó a buscar mundo.

–¿A buscar mundo? –me extraño–. Espera, ¿eres coreana?

–¿Acaso no ves que nos ha estado hablando en coreano, idiota rematado?

–Sí, soy coreana. ¿Por qué?

Entonces, Lucero dejó embarazada a una mujer antes de viajar por el mundo y antes de conocer a Spencer.

–¿Llegó a tener el bebé? –pregunto centrándome en la mujer.

–Pues claro que lo tuve, idiota.

Ah, sí, es verdad. El aborto. Qué tonto soy a veces. Entonces siento un tirón en mi brazo y Hyuk Jae me retira a un lado, cerciorándose de que la mujer no nos escuchará.

–Oye. Si Hee Min tuvo descendencia, entonces puede que tú… –me mira de arriba abajo.

–Puede que yo… ¿Qué?

–Puede que tú seas descendiente de él.

–¿Qué? Eso es imposible. Mi familia ha vivido en Londres desde hace generaciones.

–Pero tampoco sabes si antes vivieron en Corea. Eran coreanos, ¿no? Pues seguramente haya una explicación coherente a por qué eres igual que él.

Le miro fijamente. Pues tal vez tenga razón y esté emparentado con Kim Hee Min. Pero, ¿cómo voy a averiguar si esa mujer es mi pariente? Además, se ve joven ella.

–¿Cómo falleciste? –le pregunto cuando vuelvo con ella.

–Morí dando a luz al hijo de ese bastardo –escupe ella con rabia contenida.

–Yo no soy Hee Min, eso te lo aseguro, pero… Puede que yo sea su descendiente…

La mujer me hace un escaneo con la mirada, pensando.

–Pues puede que sí. Es muy difícil que te parezcas a él si no compartes su sangre… Dame tus manos muchacho –ella extiende las suyas.

–¿Qué? ¿Para qué?

–Dámelas, jolín.

–Haz lo que te dice Kim, no le hagas ese feo a una señorita –comenta Spencer.

Suspiro y cojo sus manos. Nos miramos y ella cierra los ojos, así que secundo su acción.

–Hay un método para saber si las almas son familia o no. Cuando dos almas se encuentran y están emparentadas, si piensan en sus familias, entonces se supone que puedes sentir una conexión muy especial… Ahora, muchacho, piensa en tu familia…

No me creo que se pueda averiguar así, pero hago lo que me pide y pienso en toda mi familia. Por mi mente pasan un montón de recuerdos con mi familia. Creo que los revivo todos. Una buena época por lo que recuerdo e inconscientemente sonrío. De pronto, siento como que algo en mi interior tira de mí y abro los ojos alarmado. Entonces, veo como una especie de aura que nos envuelve a los dos. Ella está sonriendo y mirándome. Es una sensación extraña y cálida a la misma vez.

–Así que… Estoy ante mi descendiente… –sonríe con picardía ella.

–Sí… –miro maravillado esa aura.

–Y dime, ¿mi sangre termina en ti?

–¿Qué? –la miro–. No, no, mi hermana está casada y tiene ya hijos.

Sonríe con más calidez.

–Perdón por abofetearte de esa manera –ríe levemente–. De verdad creía que tú eras ese desgraciado…

–No pasa nada…

–Siento interrumpir vuestro reencuentro abrumador, pero tenemos que irnos –interviene Spencer separando nuestras manos–. Aún tenemos que averiguar dónde vamos a vivir. Luego tendréis tiempo para poder hablar, ¿vale? –sonríe antes de tirar de mí.

–¿A qué ha venido eso? –pregunto extrañado cuando consigo deshacerme de su agarre–. No tenías por qué ser tan brusco…

–No quería que os pusierais a hablar ahora mismo porque seguramente no tendríais fin.

No sigue hablando y yo tampoco lo hago. Cuando creo que estamos dando vueltas en realidad, él se detiene delante de una casa bastante grande y graciosa. ¿Esta es la casa de Hyuk Jae?

–¿Aquí es donde vas a vivir? –señalo mientras le miro.

–No.

–¿Entonces? ¿Por qué hemos parado aquí?

–Porque aquí es donde voy a vivir…

–Pero… –interrumpo.

–Contigo –termina de hablar.

Espera, ¿qué?

–¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

–Pues que esta, querido Casey, es nuestra nueva casa a partir de ahora… –me rodea el cuello con su brazo mientras sonríe mirando la casa.

–¿Y eso quién lo dice?

–Nos han asignado esta casa –se encoge de hombros.

–¿Quién?

–Pues quien dirija todo el cotarro, yo qué sé –suelta con desparpajo.

–¿Y por qué? –cada vez entiendo menos.

–Porque según ellos, las almas gemelas tienen que vivir juntas –sonríe maliciosamente al mirarme.

–¿Qué…? –abro los ojos y le doy un empujón para alejarle de mí–. ¿Qué coño estás diciendo?

–Pues eso –sonríe divertido–. Tú y yo somos almas gemelas por si no lo sabías.

–Estás loco. Y tengo que alejarme de ti.

Antes de que pueda huir, me aprisiona entre sus brazos y se acerca demasiado a mí.

–Tú y yo tenemos que estar juntos, humano… –sonríe con sorna.

–Ni hablar, no pienso pasar el resto de mi existencia celestial con un tipo como tú –escupo algo asustado. ¿Por qué me han juntado con ese loco?

–Bueno, puede que ahora digas eso, pero… –me planta tal beso que al separarse me deja sin respiración, si es que acaso es posible en alguien muerto–. Tengo toda una eternidad para poder conquistarte…


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