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Ojos que no ven por Alana005

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Izuku respiraba agitadamente, intentaba con todas sus fuerzas controlar miedo y la ansiedad que amenazaban con apoderarse de él. Pero en la soledad de aquella celda, con sus pensamientos como único acompañante, estaba perdiendo esa batalla. Las manos le temblaban y cada vez le costaba más pensar con claridad. Solo un pensamiento conseguía sobresalir del revoltijo de sentimientos e ideas al que había quedado reducida su mente, el mismo que le provocaba aquel cúmulo de ansiedad.
 

“Tengo que salir de aquí”, pensó por enésima vez.

 

Tenía que salir de allí antes de que lo volvieran a obligar a luchar contra sus seres queridos. No podría soportar volver a hacerlo, su corazón se estrujaba con solo pensarlo. Las vidas de sus amigos destrozadas por sus manos. La sangre de Kacchan corriendo entre sus dedos, de nuevo. ¡No! ¡Otra vez no!

Y no solo eso, también estaba el ejército de nomus. Por lo que había dicho Shigaraki estaba casi completo. Debía salir de allí cuanto antes y advertir a los héroes. Si no lo hacía, quién sabe la vida de cuantas personas estaría en peligro. ¡No podía permitirlo! 

Su corazón latía desbocado, como si quisiera escapar de su pecho. El terror invadía cada fibra de su ser mientras sujetaba su pecho con manos temblorosas. Su mente estaba completamente bloqueada, no veía forma de escapar de aquella celda que tanta desesperación le causaba. Pero tenía que huir de allí, no soportaba estar ahí ni un solo minuto más. 

Las doradas pulseras que robaban su quirk brillaban maliciosamente, inocentemente apoyadas sobre sus muñecas. Las miro con repentina ira, era su culpa, si no las tuviera no estaría en esa situación. Podría avisar a sus amigos del inminente peligro y podría evitar que controlaran su cuerpo de nuevo, no podrían obligarlo a herir a nadie.

Agarró uno de aquellos odiosos brazaletes y empezó a tirar, sin pensar. Todo era culpa de esas malditas pulseras que ataban sus poderes y lo dejaban sin opciones. Tiró con más fuerza, si al menos pudiera quitárselos tendría una oportunidad de escapar. Tiró de nuevo, ignorando completamente los dolorosos quejidos que le enviaba su propia piel, pero no estaba consiguiendo nada, tendría que tirar con más fuerza. Tiró otra vez de la pulsera, esta vez con todas sus fuerzas, pero por desgracia por más que tiraba no cedía. La ansiedad por salir de allí aumentaba por momentos, nublando su juicio a medida que los brazaletes burlaban sus esfuerzos.

Tenía que salir de allí, ¡Tenía que salir de allí! ¡Maldita sea! Tiró del brazalete sin cuidado alguno, con todas sus fuerzas, pero este estaba muy pegado a su muñeca. No pasaría por su mano de aquella forma. Frustrado, tiró y tiró de la pulsera cada vez con más insistencia, sin ver la inutilidad de sus esfuerzos.

Pronto se formó una herida en la base de su muñeca y empezó a sangrar pero aquello no lo detuvo, apenas era consciente de que estaba sangrando. Lo único en que podía pensar era en quitarse aquellas malditas pulseras y salir de allí. Siguió tirando de la pulsera arriba y abajo ¡¿Por qué no salía?! La sangre brotaba cada vez con más intensidad, resbalando por su piel y formando un pequeño charco a sus pies.

 

- ¡Sal! ¡Maldición! ¡¿Por qué no sales?! - Gritó lleno de frustración.

 

Tenía que quitarse las pulseras ¡Debía salir de allí! Por favor… Ya no podía soportar estar ni un minuto más allí, sabiendo lo que sucedería, sabiendo que lo obligarían a matar a sus amigos.

 

- ¡Izuku! - Un grito horrorizado atravesó la sala - ¿Qué te estás haciendo? ¡Para!

 

Al alzar la vista, Izuku vio a Ren corriendo hacia él, su expresión aterrada llamó su atención por lo que detuvo sus vanos esfuerzos por arrancarse las pulseras. Dirigió la vista de nuevo a sus muñecas y contempló horrorizado el sangriento destrozo que el mismo se había causado. Y entonces el dolor lo golpeó, obligándolo a ahogar un quejido. ¿Cómo no lo había sentido hasta entonces? Ren alargó una mano en su dirección pero Izuku se apartó. El brusco movimiento provocó que la sangre salpicara las paredes pero no le importó.

 

- ¡No me toques! Tú lo sabía, sabías lo que iba a pasar y ni siquiera me avisaste… - Le recriminó Izuku.

 

Las lágrimas empezaron a correr rebeldes por sus mejillas pero no consiguieron llevarse consigo el dolor desgarrador que le atravesaba el pecho, ni siquiera el intenso dolor que ahora sentía en sus muñecas conseguía eclipsarlo. Ren lo miraba con expresión arrepentida pero Izuku no se dejaría engañar otra vez por él.

 

- Ya no puedo confiar en ti… - Sollozó débilmente - Jamás debí hacerlo pero estabas aquí cuando nadie más estaba, sentí que eras diferente a ellos. Está claro que me equivoqué. 

- Izuku yo…

- No quiero tus excusas, no las necesito - Lo interrumpió Izuku - Solo contéstame a una cosa, ¿Por qué los ayudas a hacer todo esto?

 

Por unos instantes no se oyó nada más en la mazmorra a parte de los tenues sollozos de Izuku. Pero justo cuando este ya había aceptado que no obtendría palabra alguna de Ren, el chico por fin rompió el silencio.

 

- Es por mi hermana, todo lo hago por ella. 

- ¿Por tu hermana? - Susurró Izuku con la voz rota por el llanto.

 

Ren se removió inquieto antes de contestar.

 

- Ayudarles es la única forma que tengo de encontrarla…

- ¿Por qué? - Preguntó entonces Izuku.

- Todo empezó hace cinco años, en aquel entonces mi vida era completamente diferente a ahora - Dijo Ren, sus ojos evitaban los de Izuku - Mis padres, mi hermana pequeña y yo vivíamos en una casa en Tokio. Mirando ahora en retrospectiva, en aquel entonces no tenía ni idea de lo afortunado que era, ni de lo mucho que llegaría a añorar esos días. Era una vida tranquila y normal, o al menos eso creía. 

- ¿Creías? - Preguntó Izuku.

 

***

 

— Hace 5 años —

 

Ren corría con todas sus fuerzas ansioso por llegar a casa, aquel día era especial y llevaba días esperando su llegada, apenas podía contener la ilusión que sentía y una gran sonrisa cruzaba su cara. 

La nieve crujía bajo sus apresurados pies y una nube de vaho blanco escapaba de su jadeante boca. Diciembre había golpeado con fuerza aquel año y ahora una fina capa de nieve cubría todo a su alrededor. Sus pulmones ardían en protesta por sus esfuerzos pero aquello no lo detuvo. La ilusión ganaba la batalla al cansancio y las calles pasaban con rapidez una tras otra a su alrededor. 

Lo único que empañaba su buen ánimo era la impaciencia por llegar a su hogar ¿Por qué vivía tan lejos de su escuela? Debía darse prisa o no conseguiría terminar a tiempo. Llevaba meses preparándolo y por fin todo estaba listo, el pastel, las velas, los regalos… Por fin todo estaba preparado para el cumpleaños de Sakura. Lo único que restaba era decorar la sala de estar con aquellas guirnaldas y mariposas que había escogido junto a su madre días atrás, estaba seguro de que le encantarían a su hermanita. Por suerte, el instituto al que asistía terminaba las clases una hora antes que el colegio de su hermana pequeña por lo que aún le quedaba algo de tiempo.

Por fin su casa apareció a los lejos y Ren apretó aún más su paso al verla. Patinó junto a la puerta al frenar en seco y empezó a martillear el timbre con impaciencia.

 

- ¡Ren! Los vecinos no están sordos - Lo regañó su madre cuando abrió la puerta.

 

El chico observó algo arrepentido aquellos ojos iguales a los suyos que lo miraban enfadados.

 

- Lo siento mamá, es que no tenemos tiempo, Sakura vendrá en cualquier momento - Contestó nervioso el chico.

- Aún nos queda casi una hora hasta que tu hermana regrese, no te preocupes, tenemos tiempo de sobra - Replicó su madre suavizando su rostro - Vamos pasa que hace mucho frío y hay mucho que hacer.

 

Ren sonrió ampliamente y se coló bajo el brazo extendido de su madre que sujetaba la puerta, una risita se escuchó a sus espaldas haciendo que se volteara.

 

- No sé que voy a hacer contigo - Dijo su madre estirando su mano para acariciar sus cabellos con dulzura, su mano era cálida - Ya tienes 12 años pero sigues con tanta energía como cuando eras pequeño.

- Vamos mamá - Dijo Ren riendo levemente por el comentario - ¿Dónde guardaste las decoraciones?

- Están sobre la mesa de la cocina, junto al pastel.

 

Entre risas decoraron juntos el comedor mientras Ren le explicaba entusiasmado a su madre como le había ido el día. Pronto tuvieron decorada la sala de estar y cuando terminaron parecía otra habitación, una mucho más rosa y con purpurina.

Ren sonrió complacido con su trabajo, a su hermana le encantaba el color rosa así que estaba seguro de que le encantaría la decoración, aunque si hubiera sido él, habría decorado la habitación de forma completamente diferente. Pero aquel día era el día de su hermana, así que todo tenía que ser como a ella le gustase. En aquel momento se escuchó la puerta abrirse e Ren corrió hacía ella lo más rápido que pudo sabiendo lo que significaba, su padre había llegado.

 

- ¡Papá! Bienvenido a casa - Gritó Ren abalanzándose sobre su padre como siempre hacía.

- Hola campeón - Contestó su padre alzándolo en brazos - ¿Llego a tiempo?

- Llegas justo a tiempo cariño - Contestó su madre que los observaba desde la puerta del salón - Bienvenido Takashi. 

- Perfecto - Contestó sonriendo con Ren aún en brazos.

- Papá rápido, ven al comedor - Dijo Ren.

 

Y bajando de un salto de los brazos de su padre, lo arrastró de la mano hasta el comedor y le mostró orgulloso el resultado de sus esfuerzos. Al pasar junto a su mujer, Takashi la besó suavemente.

 

- Ya estoy en casa, Mia - Dijo su padre - Guau, que rosa, seguro que a Sakura le encanta.

 

Los tres esperaron en el salón charlando hasta que el timbre sonó repentinamente, interrumpiendo la agradable atmósfera de la casa.

 

- ¡Es ella! - Gritó nervioso Ren.

 

Saltó de la silla incapaz de permanecer en ella, corrió hacia la puerta y la abrió rápidamente. Los ojos marrones de su hermana se abrieron con sorpresa por la brusquedad con la que Ren abrió la puerta. 

 

- Hola hermanito - Dijo Sakura sonriendo.

- Bienvenida a casa Sakura.

 

Sakura sonreía cálidamente y sus mejillas, rojas por el frío, le daban un aspecto enternecedor. Sus rubios cabellos aquel día caían enmarcando su rostro con delicadeza. Sakura lo observó unos segundo como esperando a que dijera algo pero sin atreverse a decirlo en voz alta, Ren sonrió con ternura.

 

- No me he olvidado - Dijo mientras revolvía con cariño los cabellos de su hermana - Feliz cumpleaños enana.

 

Los ojos de su hermana brillaron y una gran sonrisa cruzó su rostro al tiempo que llevaba sus manitas a su cabello y se lo acomodaba.

 

- ¡Muchas gracias! - Exclamó Sakura sonriendo ampliamente.

- Vamos, papá y mamá están esperando en la sala de estar - Dijo agarrando a su hermanita de la mano.

 

Al entrar al salón Ren no pudo sentirse más feliz al ver como los ojos de su hermanita se iluminaban emocionados.

 

- ¡Ohh Dios mío! - Exclamó Sakura con sus mejillas enrojecidas - ¡Está precioso!

 

En cuanto pusieron un pie dentro, sus padres empezaron a cantarle un feliz cumpleaños a Sakura, sobre la mesa se encontraba una gran tarta de chocolate con seis velas sobre ella. Ren se unió a la canción y su hermana sopló las velas alegremente.

 

- ¿Qué has deseado? - Preguntó Ren con curiosidad.

 

- Es un secreto, si te lo digo no se cumplirá - Respondió Sakura sonriendo suavemente.

 

- Tienes razón- Contestó Ren revolviendo una vez más los rubios cabellos de su hermana - Entonces guarda bien el secreto, no se lo digas a nadie.

 

La tarde fue transcurriendo entre risas y alegres conversaciones, hasta que al oscurecer el timbre de la puerta sonó una vez más, interrumpiendo el ambiente de la casa y creando silencio entre sus habitantes.


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