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Matrimonio por conveniencia, vínculo por elección por Marbius

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5.- "¿Es real? ¿Esto es real?"

 

Remus todavía se demoró un par de días antes de tomar cartas en el asunto en el que se había visto envuelto y que ahora le atañaba como Black honorario.

Después de su cita de té con Andrómeda y Narcissa (donde una vez librados del tema espinoso habían conversado sin problemas y descubriendo puntos en común que favorecieron la idea de una segunda reunión), Remus había vuelto a casa para encontrar a Sirius esperando por él y fingiendo que no era presa del nerviosismo.

Apreciando a su esposo bajo una nueva luz, una que proyectaba su posible envolvimiento en fraude y traición hacia su persona, Remus había tenido que tragar saliva y forzarse a mentir respecto a los pormenores de la reunión. “Sí, Bella hizo una escena; no, Andrómeda y Narcissa no me trataron mal; de hecho, hicimos planes para reunirnos después” y finalizar con un beso y un “tranquilo, todo salió mejor de lo esperado” cuando eso último todavía estaba en veremos...

Porque su amistad con Sirius era fuerte y se extendía a lo largo de varias décadas, Remus decidió esa misma noche que iba a darle a su mejor amigo el beneficio de la duda y no sacar conclusiones precipitadas cualquiera que fuera la verdad. Mientras se acurrucaba contra su costado, y en sueños su esposo hacía lo mismo y lo aferraba contra su pecho, Remus concluyó haría falta mucho más de lo que nadie (incluido él) podía suponer para romper el lazo que le unía con Sirius.

Mucho, mucho, muchísimo más...

 

Oficialmente, los negocios Black eran los negocios de Sirius, y por lo tanto iba a requerir de un abogado que supiera llevarlos. De ahí que Regulus eligiera esa como su carrera una vez que sus años de educación en Hogwarts hubieran terminado. Al menos esa era la versión que todo mundo conocía, y Remus nunca había desconfiado de Regulus para llevar algunos de sus asuntos porque éste lo hacía como un favor a Sirius y su trabajo era siempre impecable.

Remus jamás había desconfiado de Regulus pese a ser un Slytherin por el simple hecho de que era una versión más retraída y con menos chispa de Sirius. Cierto que en sus años de colegio no había peleas más legendarias que las que se vivían entre los hermanos Black, pero su relación había cobrado otro cariz con los años, separándose Regulus un poco de los Black (aunque nunca tanto como su hermano) y Sirius dando a torcer su brazo cuando se hizo evidente que estaban a punto de separarse o enmendar lo que quedaba de su relación. Ambos habían elegido conscientemente esa segunda opción, y desde entonces eran muy unidos y confidentes el uno del otro.

Por sentado había dado Remus que esa segunda oportunidad entre Sirius y Regulus no podía tener inconvenientes. Después de todo, él había estado presente cuando ellos dos tuvieron sus famosas trifulcas a lo largo de los años, y atesoraba tanto como cualquiera los tiempos de paz que se respiraban cuando entre los Black reinaba la armonía y el conflicto, pero ahora ya no estaba tan seguro. Si Sirius se había valido de la ayuda de Regulus para engañar a Remus haciendo que firmara un contrato matrimonial que de antemano era fraudulento... La sangre correría, y no sería sólo la de Sirius.

En un estado que podría haberse llegado a definir de catatonia, Remus se pasó un par de días consultando sus opciones y ensayando diálogos en su cabeza, sólo para acobardarse en último momento porque no quería enfrentar a Sirius. Tenía él la sensación, y temía no estar en lo equivocado, que una pelea de ese calibre sacudiría los pilares de su amistad, y no quería llegar hasta esas consecuencias sin tener claro todavía por qué en su corazón abrigaba toda clase de sentimientos impropios para el momento que vivía.

Después de la sorpresa a la que lo habían sometido Andrómeda y Narcissa, Remus había experimentado vergüenza por la fe ciega que había demostrado tener en Sirius y que quizá no era bien correspondida. También rabia, por verse colocado en una situación desventajosa frente a terceros. Eso sin olvidar el dolor de la traición, que unido a la humillación hacían una combinación peligrosa en su interior. Sin embargo, ni siquiera esa bomba molotov que bullía en su pecho le hacía decidirse. En parte porque romper la fachada de perfección tras la cual se escudaban como matrimonio implicaba un camino de retorno, y también porque... Remus no conseguía que todos esos sentimientos embotellados llegaran a su punto de ebullición. Su dolor era real, su furia con Sirius también, pero no cruzaba ninguna línea, y Remus no conseguía dilucidar si eso era bueno o malo para los dos.

Como amigos, y como esposos.

Al final, Remus esperó a que pasara la siguiente luna llena antes de tomar una decisión, y entonces encontrar una resolución apropiada se volvió casi imposible porque Sirius continuó mostrándose tan atento y entregado como siempre.

En cama, porque pese a la poción Matalobos que había hecho posible aquella transformación sin más consecuencias que dolor de huesos y cansancio mortal, Remus le pidió a Sirius que mandara llamar a Regulus.

—¿Qué, tan mal te sientes que quieres redactar un testamento? —Le chanceó Sirius, sentado al borde de la cama y masajeando los dedos agarrotados de Remus.

—No, pero hay algo que como abogado me gustaría consultar con él.

Sirius frunció levemente el ceño. —¿Me dirás de qué se trata?

—No. Todavía no.

—¿Y Regulus podrá contármelo después?

—Le haré jurar como abogado mantener el secreto profesional, así que no —dijo Remus, demasiado cansado para mentir, pero también para contar la verdad en su totalidad—. Te molesta no estar al tanto de todo, ¿no?

—Me conoces bien, Moony.

—A mí igual. Lo detesto. Odio... los secretos... —Murmuró, y después le acometió un profundo bostezo—. ¿Le llamarás por mí, sí? No tiene que ser hoy, pero preferiría que fuera lo antes posible.

Sirius se mantuvo en silencio consigo mismo. A simple vista, era el de siempre, pero Remus leyó en sus ojos grises la tormenta que rugía en su interior.

—No, lo llamaré hoy mismo. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

Remus estuvo a punto de decir que no, que el descanso y una siesta harían el resto, pero se lo pensó mejor y formuló su petición.

—Un beso.

—Ah, los que quieras, Moony...

Y la despedida se prolongó por largos y afiebrados minutos...

 

Remus se presentó en las horas de la tarde, ya después de que Remus hubiera comido un almuerzo tardío que Lork subió para él en bandeja y le instó comer hasta el último bocado para reponer fuerzas, y traía consigo un ramo de flores que dejó en un florero conjurado especialmente con ese fin.

—No estoy enfermo, Reg —se quejó Remus de su cortesía, pues detestaba que trataran el día posterior a la luna llena como si él estuviera en su lecho de muerta y necesitara de los rituales propios de un momento tan solemne como ese.

No que detestara las flores, pero el chocolate era lo único bien recibido, y Regulus le sorprendió con una barra de cacao amargo que sacó del bolsillo apenas sentarse en una silla frente al costado de la cama.

—Sirius me pidió pasar a hablar contigo y mencionó que sería una charla entre abogado y cliente. —Regulus cruzó una pierna y alisó las arrugas de su túnica—. Como comprenderás, estaba alterado y me pidió que inventara estar ocupado por un par de días para excusarme de atenderte, pero eso no habría funcionado, ¿no?

—En lo absoluto. Habría ido a buscarte a tu oficina apenas pudiera levantarme de la cama. —Remus rasgó el envoltorio de la barra de chocolate y cortó un cuadrado pequeño que se introdujo a la boca. El sabor amargo y el aroma a chocolate le inundaron los sentidos—. Regulus... ¿Sabes la razón por la que te hice venir?

—Tengo mis sospechas —respondió éste en voz baja—. Andrómeda me escribió la semana pasada para ponerme sobre aviso...

—Entonces... ¿Es cierto?

La expresión de Regulus se oscureció cuando éste bajó el rostro y un mechón de su cabello le cubrió los ojos. A diferencia de Sirius, Regulus no era partidario del cabello largo a los extremos de su hermano, pero desde su reconciliación tenía una longitud apreciable, y como nunca apreció Remus las similitudes entre ellos. No sólo porque la genética había hecho su trabajo con todos los Black, sino también porque ellos dos eran muy similares en sus expresiones. Tanto de felicidad como de tristeza, o como en ese instante, de vergüenza y culpa.

Ya había visto Remus aquella máscara en el rostro de Sirius, y había sido bien merecida en su quinto años cuando una broma que le jugó a Severus Snape por poco le costó la vida a los involucrados, él incluido sin siquiera estar al tanto. Mucho había tenido que pasar desde entonces para que las cosas volvieran a ser igual y asemejarse de vuelta a la normalidad, y por ello es que Remus detestó ver esos mismos sentimientos plasmados en el rostro de Regulus.

Como presagio, eran lo peor a lo que todos podían aspirar.

Regulus se humedeció los labios. —No es tan terrible como crees...

Aquella declaración de algún modo lo hizo peor para Remus, que apretó la mandíbula y movió la cabeza de lado a lado en clara negativa.

—No.

—Remus...

—Quiero leer una copia del contrato. Del contrato que firmé —agregó casi escupiendo las palabras, y tal cual si hubiese estado esperando esa petición, Regulus extrajo de la manga de su túnica un fino rollo de pergamino que le extendió con mano firme pero cierta reticencia. Al parecer ya lo esperaba venir, y se había preparado acorde a ello.

—Es una cláusula... Sólo una —masculló Regulus, observando a Remus estirar el pergamino—. Y no puedes culpar sólo a Sirius. Yo como su abogado lo alenté.

—Gran hermano resultaste ser, Reg —gruñó Remus, repasando la letra minúscula que decoraba el pergamino en su totalidad y buscando desesperado lo que le interesaba.

—En verdad no es-...

—Cállate —le cortó Remus sus excusas, y con un dedo recorriendo el pergamino, no tardó en dar justo con lo que buscaba.

Tal como se temía, Andrómeda no había estado equivocada, y el idiota era él por ser el último en enterarse.

La cláusula era simple y clara al respecto: Se esperaba un heredero Black entre la unión ocurrida con Sirius y Remus, y el tiempo límite estaba dispuesto como el cumpleaños número treinta del primero. En caso de no verse cumplido este requisito, la mitad de la herencia se entregaría al siguiente heredero en línea de sucesión, que sería Regulus en todo caso.

Remus frunció el ceño. —Antes... Narcissa mencionó que Draco sería el indicado para heredar. ¿Por qué...?

—¿Por qué no soy yo? —Adivinó Regulus sin problemas, y después suspiró—. Por la misma razón que fue Lucius y no Narcissa quien llevara a Draco en su interior: La esterilidad corre por las venas Black. Por fin el incesto y la endogamia están cobrando su factura, y lo hacen de la única manera infalible para ponerle fin a este árbol familiar repleto de nudos.

—¿Entonces Sirius...?

—Obviamente no. O esa cláusula no existiría. Pero debido a tu, ¿cómo era?, ¿’pequeño problema peludo’?, mmm... Sería él quien tendría que fungir de madre.

—Oh. —Remus dejó caer el pergamino en su regazo, y el papel se enrolló sobre sí mismo por medio de magia—. Así que ya lo tenían todo planeado.

Regulus tragó saliva. —Mira, no digo que lo que Sirius... lo que hemos hecho esté bien, pero es menos horrible de lo que piensas.

—¿Sí? ¿Cómo? Deléitame con esa explicación —refutó Remus, dispuesto a buscar su varita y comenzar un duelo a la menor provocación.

—A Sirius no le importa la fortuna.

—Claro que no. Lo más importante para él es joderle la vida a tu queridísima Madre —gruñó Remus, sorprendiendo a Regulus y a sí mismo por aquel uso del lenguaje—. Todo para ser el que diga la última palabra en su eterno conflicto familiar.

—Sí, y... no. Joder a Madre, como tan elocuentemente lo explicas, es un extra derivado de su verdadera motivación. Para Sirius la meta no es hacer que Madre se revuelque de rabia en su bilis, sino, de ser posible, tener un bebé. Contigo —murmuró la última palabra, y Remus frunció el ceño.

—¿Conmigo?

—Contigo, exacto.

—¿Para qué querría Sirius tener un bebé conmigo? —Preguntó Remus, cada vez más confundido—. Eso no tiene ningún sentido...

—Eso es algo que deberías hablar con él, y que te aconsejo no como abogado, sino como amigo —dijo Regulus, debatiendo unos segundos más consigo mismo antes de hacer una última confesión—. Mi hermano... Él te ama. Y tiene una manera muy burda de decirlo. O no. ‘Cásate conmigo’ es usualmente la frase adecuada para situaciones como esa, pero no bajo la falsa pretensa de un matrimonio entre amigos para cubrir gastos médicos y recibir herencias.

Remus absorbió todas y cada una de las palabras que Regulus compartió con él conteniendo el aliento, y después con una honda exhalación vació sus pulmones con una media risa histérica.

—¿Q-Qué?

—Habla con él —pidió Regulus con expresión resignada—. Algo me dice que lo mejor para este caso es una política de honestidad cero. Te lo digo a ti ahora y se lo diré a él cuando lo vea. El resto queda en sus manos.

—Regulus, espera...

Pero Regulus ya se había puesto en pie, y con prisa había salido de la habitación.

Y desde la cama, Remus sólo se cubrió el rostro con la almohada y ahogó un grito.

 

Esa misma tarde recibió Remus la visita de Lily, quien en confidencia le contó que Sirius había le pedido expresamente que pasara a ver cómo estaba y de paso preguntó si todo estaba bien entre ellos.

—No lo sé, Lils. En serio que no lo sé —fue la respuesta honesta de Remus.

Lork también fue un visitante asiduo esa tarde, acudiendo a su lado cada media hora para preguntar si el amo Remus necesitaba algo, y tras preguntar descubrió éste que esa insistencia suya para cerciorarse si se encontraba bien era una instrucción explícita de Sirius para velar por su salud.

—¿Sirius está en casa? —Preguntó Remus con ansiedad, nervioso de por qué Sirius enviaba al elfo doméstico pero no se dignaba él a aparecer en persona.

—El amo Sirius está en su estudio. Pidió no ser molestado —contestó Lork con servilismo, y Remus lo despachó por el resto de la tarde, asegurándole que en caso de necesitarlo él mismo lo llamaría.

En soledad, contemplando la luz desaparecer a través de su ventana, Remus se cuestionó cuán ciego había podido ser en los últimos meses como para verse envuelto en todo aquel embrollo y al final no tener claro nada.

Si lo que Regulus había dicho era cierto —Sirius lo amaba, y por alguna razón todavía incomprensible para él, quería un hijo suyo— entonces sus sentimientos eran correspondidos y la vida matrimonial idílica que llevaban podría prolongarse todo el tiempo que quisieran. Las señales estaban ahí, también pruebas en forma de palabras y acciones, pero Remus se resistía a creer que todo eso pudiera ser real.

Ese era el verdadero estigma de la licantropía: El miedo a creer que su suerte estaba por llegar a su fin de la manera más horrible posible.

Porque... ¿Cómo si no se habían visto envueltos en un atolladero de ese calibre? Si Sirius lo amaba tal como había dicho Regulus, ¿por qué tomar esa ruta tan escarpada para conseguir su meta?

Sirius no era la clase de persona que resistía sus impulsos. Más acostumbrado a lanzarse de cabeza al agua antes que cerciorarse de si sus corrientes eran seguras para no perecer ahogado, el que se hubiera mostrado acobardado por un rechazo no encajaba para nada en su comportamiento habitual.

En un estado apático que lo mantuvo en duermevela por horas, Remus no se percató del momento en que la tarde se volvió noche y cayó rendido por el sueño, pero si el instante preciso en que el borde de la cama se hundió bajo un peso desconocido, y una mano cálida le rozó con ternura la mejilla.

—S-...

—Lo siento... —La voz de Sirius rompió el ominoso silencio que había reinado entre ellos dos—. Después de todo, soy tan Slytherin como el resto de mi familia... No soy mejor que ellos.

En respuesta, porque no había ninguna otra que se ajustara a sus circunstancias, Remus giró el rostro y sus labios besaron la palma de la mano de Sirius.

—Tengo frío —murmuró Remus—. Quédate.

Y porque ya habría tiempo de hablar y no era ese, Sirius se metió bajo las mantas con él y lo abrazó negándose a dejarlo ir.

 

Remus no encontró a Sirius en su cama a la mañana siguiente, pero eso no le impidió salir por su cuenta a buscarlo.

Todavía con el cuerpo adolorido pero al menos capaz de llevar a cabo movimientos cotidianos como vestirse o lavarse los dientes sin una mueca, Remus comprobó que por la hora Sirius no estaría en casa, pero daba lo mismo, podía esperarlo.

Sin una prisa real para trabajar por cada centavo que ganaba, Remus había reducido la clientela de su trabajo y expandido sus horizontes hacia áreas más académicas, aceptando ya no sólo llevar a cabo traducciones y redacciones, sino que fungía como profesor por correspondencia para unos cuantos chicos de Hogwarts que estaban por empezar su séptimo año y pedían lecturas, así como ejercicios que Remus después corregía y enviaba con sus observaciones.

Era un trabajo mucho más divertido que sólo pasar sus tardes repasando libros polvorientos con un diccionario sobre el regazo, pero también más rápido, y después de un par de horas se sorprendió Remus de no tener mucho más por hacer que esperar.

—¿Puedo ofrecerle al amo una taza de té? —Se materializó Lork a su lado, siempre dispuesto a servir a cualquiera de sus amos, pero Remus asintió con la cabeza y después se congeló en su sitio.

De hecho, una taza de té le vendría de maravilla, pero no a solas ahora que sus pensamientos eran una madeja y él no conseguía desenredarlos. Para casos así, lo mejor era hablar con un amigo, y ya que a esas horas Lily estaría en San Mungo, Peter probablemente al otro lado del Canal de la Mancha y con Sirius no podía hacerlo porque era el causante de su angustia en primer lugar, entonces quedaba James.

—Pensándolo mejor... —Dijo Remus, y al elfo se cuadró cuando Remus abandonó su silla, presa de un nuevo ímpetu—. Cancela el té. Saldré.

—¿Necesita el amo su capa para salir?

Apenas había dado Remus la orden cuando ya estaba la capa cayendo sobre sus hombros y Lork deseándole un buen viaje.

—Ah, amo Remus —llamó Lork su atención antes de que Remus se apareciera en casa de los Potter—. ¿Algún mensaje para el amo Sirius?

Remus se lo pensó. —Sí. Que estoy con los Potter, pero puede ir a buscarme si es valiente.

Y con eso, Remus se apareció fuera de casa.

 

Remus en realidad necesitaba salir y despejarse la cabeza, así que se apareció a una calle de distancia de los Potter y caminó ese tramo haciendo contar cada metro bajo sus pies. Con las manos en los bolsillos y disfrutando de lo que ya era el otoño a la vuelta de la esquina y listo para cernirse sobre Londres, casi costaba creer que sus problemas personales tuvieran más peso en su vida que esa deliciosa tarde de finales de agosto.

Al fin y al cabo, él y Sirius habían pasado por altos y bajos en su amistad. Habían peleado y habían hecho las paces incontables de veces antes. ¿Y qué si ahora estaban casados? Aquel engaño por omisión no era tan diferente a aquella vez en sexto curso cuando Remus había obligado a Sirius a hacer un juramento inquebrantable con él para que acudiera a ver a Regulus. Remus se lo había jugado al todo por nada en aquel movimiento y sólo por una corazonada que le dijera que ambos hermanos Black tenían que zanjar sus diferencias ahora o nunca. Sirius por supuesto había estado furioso. Él para nada quería tener que ver con su familia, lo había dejado más que claro al fugarse de casa ese verano, pero Regulus había acudido a Remus, y éste había visto lo que Sirius se había negado a reconocer siempre en él: Que su hermano lo quería, y necesitaba de su ayuda para escapar del yugo de sus padres.

Por último Sirius había acudido a esa cita con Regulus, si acaso porque dejar morir a Remus no era una opción, y lo lógico es que después se lo hubiera reprochado hasta el cansancio, de no ser porque él y Regulus habían acabado haciendo las paces y con ello el juramento inquebrantable había cumplido su función principal. Sirius todavía se lo recordaba a Remus de tanto en tanto, sólo para enfatizar que él también tenía una vena Slytherin de la que no debería estar orgulloso, y que ahora en tiempo presente sería la jugada maestra de la que se podría valer Sirius si así quisiera cuando el asunto del contrato matrimonial saliera a flote entre ellos dos.

Fuera o no el camino que tomaran, Remus ya lo sabría más tarde. O mejor dicho, antes de lo esperado...

Al llegar a casa de los Potter, Remus se apareció al otro lado de la verja y cruzó el jardincito de la entrada para tocar el timbre. Casi al instante el ruido de pisadas se dejó escuchar al otro lado, y luego un muy despeinado James Potter abrió la puerta de golpe.

—¡Hasta que llegas, Padfoo-...! ¿Remus? —Una pausa—. ¿Qué haces aquí?

Remus frunció el ceño. —Venía de visita buscando un amigo, pero creo que Sirius se me adelantó.

—Uhm... Envió un búho diciendo que vendría a estas horas, aunque ya tiene quince minutos de retraso.

—Quizá debería irme antes de que-...

Pero justo en ese momento se apareció Sirius al lado de Remus, y éste se demoró un segundo antes de reconocer la situación y por lo bajo mascullar una palabrota muggle de la que su Madre no estaría nada orgullosa. No más de lo habitual al menos.

Puesto en una situación por demás incómodo e imposible de escapar, James soltó una risita nerviosa.

—Vale... Ya estamos todos aquí, y es obvio que ustedes dos deberían de hablar, ¿así que por qué no entramos y bebemos algo? Té, whisky, veritaserum... Tengo de todo en cantidades suficientes en la alacena.

De brazos cruzados, Remus le dio un rápido vistazo a Sirius, y éste igual que un cachorro que se ha orinado en la alfombra y espera un golpe de su dueño con el periódico en los cuartos traseros aguardaba para que fuera él quien decidiera por ambos.

Remus puso los ojos en blanco y accedió. —Ya qué.

—Genial —exclamó James con más entusiasmo del que la situación ameritaba—. Yo prepararé las bebidas y los bocadillos. Ustedes pueden irse adelantando al solárium, ¿ok? Y chicos, uhm... Por favor nada de varitas. Mantengamos la situación tranquila como magos civilizados.

—¿Pero supongo que los puñetazos están bien, no? —Confirmó Remus, medio en broma medio en serio, y al instante se arrepintió cuando Sirius bajó el mentón y James volvió a reír con más nervios que antes.

—Sólo si es estrictamente necesario...

—Déjalo, Prongs —murmuró Sirius—. Sé que me lo he ganado a pulso esta vez.

Remus analizó esas palabras mientras juntos caminaban al solárium en casa de los Potter. Sirius, aunque le pesara, era como cualquier otro mago de sangre pura, y eso implicaba no retroceder cuando tenía la razón. Corrección: Cuando creía tener la razón.

Merlín sabía cuán difícil era para Sirius admitir sus errores, y que en esos momentos lo hiciera no le daba a Remus la sensación de victoria que cabría esperar, sino más bien de insatisfacción. No quería estar en lo correcto, si con ello uno de los dos sufría.

Entrar de antemano miserable a aquella conversación parecía ser la única opción que Remus tenía a su alcance, y éste musitó apenas un quedo ‘gracias’ cuando Sirius abrió para él la puerta del solárium y juntos entraron a aquel cuarto de recogimiento que no podía faltar en un hogar mágico.

Diferente al solárium que Remus había conocido en casa de Andrómeda, los Potter preferían el suyo lo más reducido posible, apenas con espacio suficiente para una mesa redonda que se ajustaba a las necesidades de sus dueños y que podía ir de tres a diez invitados. El resto de la habitación contaba con abundancia de aromas naturales, en su mayoría madera, si acaso porque James tenía fascinación por esos materiales debido a su trabajo, y además de escobas era hábil para fabricar otros artilugios. Por el resto, la habitación tenía un par de adornos superfluos aquí y allá, en su mayoría elementos que delataban la presencia de una familia feliz, como era ver un portarretratos con la feliz foto de ellos tres y unos cuantos cojines hechos a mano y con bordados de una ficticia cresta familiar, restos de cuando Harry conoció a Draco y se obsesionó con la idea de él también tener un escudo familiar.

Todos esos detalles hicieron sentir a Remus un poco más en casa, y por ello no se tensó cuando Sirius le tocó la espalda baja y le instó a sentarse.

En sus respectivos asientos, enfrentados cara a cara y sólo con la mesa de por medio, Sirius fue el primero en hablar.

—Antes que nada —dijo con voz ronca—, no culpes a Reg. Fui yo el que lo obligó a engañarte. Si vas a estar furioso con alguien, que sea conmigo.

—Regulus es un hombre adulto, y a menos que lo amenazaras con tu varita clavada en la yugular...

—Bueno... no. Así no.

—En ese caso lo hizo porque quiso —gruñó Remus, que se cruzó de brazos y le dedicó una mirada cargada de dolor a Sirius—. ¿Por qué?

—Remus...

—¿No podías sólo preguntar? O, no sé, ¿hablar conmigo? Nunca hemos sabido mantener secretos entre nosotros, y empezar un matrimonio con uno de ese calibre. Incluso si es un matrimonio por conveniencia... ¿Cuál era tu plan? ¿Beber pociones conceptivas y esperar a que antes de que transcurriera el plazo de un año ya tuvieras un legítimo heredero a tu disposición?

—¡No, nunca! —Aseveró Sirius, y la desesperación en su tono de voz hizo saber a Remus que al menos esa terrible traición no había cruzado jamás su cabeza—. Creí que antes tendría tiempo para, uhm, hacer las cosas como es debido...

—¿A qué te refieres? —Exigió Remus saber, y frente a él, Sirius apretó los labios.

—Regulus me advirtió que sería mala idea, y James me hizo reconsiderar y ser más honesto con mis sentimientos. Debí haberles prestado más atención, ¿eh? —Con ambas manos sobre la mesa, Sirius hizo crujir sus nudillos, empezando de la mano derecha y avanzando metódico uno a uno hasta continuar con la izquierda—. Era un plan en apariencia ideal, ¿ves? Un sinnúmero de matrimonios mágicos comenzaron así: Dos personas, que decidieron estar juntas basándose en intereses comunes, y... Acabaron enamorados. Al menos de mi parte eso último ya era un hecho, y no podía imaginarme desposando a nadie que no fueras tú. Fue casi un milagro caído del cielo cuando Lily mencionó que el estudio de la poción Matalobos se había ido por el drenaje por falta de fondos y legislación que lo apoyara. Todos los astros en el cielo parecían alinearse a mi favor...

—Nunca fue una decisión complicada de tomar, porque ya tenía claro lo que quería incluso si no era lo mejor para mí —admitió Remus por su cuenta, la vista en la madera de la mesa, en una pequeña imperfección de la esquina, pero de paso robándole miradas a Sirius, que cada vez daba la impresión de estar llegando a su tope de palabras diarias—. Pensé: “¿Y qué si termino con el corazón roto? Al menos puedo tener un año de recuerdos y sanar a partir de ahí”, y...

—No me habría atrevido a lastimarte, Remus.

—No habría sido intencional —murmuró Remus—. Todavía no llegamos ni a nuestro aniversario de dos meses, pero ya tengo claro que ha sido el mejor matrimonio al que habría podido aspirar. Y no hablo sólo por los lujos, la comodidad, el dinero o la poción Matalobos. Eres tú el que ha hecho la diferencia.

—Esas deberían ser mis palabras —dijo Sirius, y entrelazó sus dedos con fuerza—. Lo diré por si acaso no he sido claro... Te amo, Remus. Desde hace ya muchos años. Y este matrimonio ha sido tan real para mí que la idea de dejarte ir al cabo de un año me aniquila.

—¿Lo dices en serio?

Sirius sonrió a medias, y lo que en otro momento habría sido una de sus bromas favoritas, entonces resultó ser una confirmación absoluta.

—Por completo en serio.

—Yo igual. Es decir... Yo también te amo, Sirius —dijo Remus, el corazón latiéndole más cerca de la garganta que del pecho—. Por lo menos desde Hogwarts.

—¿Cuándo exactamente?

—No lo recuerdo. Quizá cuarto, o quinto curso.

—Yo desde tercero —dijo Sirius, y en sus ojos brilló esa chispa competitiva que a veces lo convertía en una persona insufrible, pero no en ese instante. No cuando liberó una de sus manos, y con dedos anhelantes buscó tocar a Remus, sólo para detenerse a unos centímetros de su meta—. ¿Es real? ¿Esto es real?

Fue Remus quien redujo esos últimos centímetros entre ellos dos, y asintió. —Eso espero...

Y así los encontró James cuando la falta de gritos o ruido lo hizo abrir la puerta temiendo lo peor; sus dos mejores amigos tomados de la mano, pero todavía reluctantes a mirarse a la cara.

Para ese último paso, les costaría un poco más.

 

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Notas finales:

Y hay amor, pero no significa que estén libres de drama o que los Black se puedan inmiscuir más en sus vidas~ *risa diabólica* Pero en serio, Sirius sólo quería tener a Remus e ideó un plan descabellado para conseguirlo a él y a la gerencia Black. ¿Pueden culparlo? Porque moi no puede. Como dije, el drama apenas acaba de empezar y nos quedan varias actualizaciones más antes del desenlace.
Como siempre, nos vemos el miércoles (con comentarios) o el próximo lunes (sin), graxie por leer~!


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