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Amor Milenario por Heartshaoi

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Notas del capitulo:

Me desapareci poco más de un mes, no tengo excusas para este pequeño hiatus, pero ya regrese (?

Espero lo disfruten, no hay advertencias, todo esta tranquilo aún...

 

Nos leemos abajo!

Parte III: Adelante, soy tuyo

 

Había despertado escuchando una música de fondo, podía reconocer una pieza de Chopin en cualquier acorde que sonara. Se sentó en la cama y divisó por la ventana de su cuarto que ya estaba anocheciendo, generando que la oscuridad cubriera casi todo su alrededor, aún somnoliento buscó a Gon con la mirada, el cual no encontró. Recordó haberse dormido cuando echado terminó de hacer el pedido por internet para su hijo.

Miró el reloj circular que colgaba en la pared frente suyo, ya eran las 6:30. Se estiró aún sentado y se paró con fuerza traes esa oxigenación muscular. Estaba seguro que Gon ya estaría en la fiesta, intuyó al ver sobre los pies de la cama unas bolsas del supermercado abiertas y desparramadas, donde seguramente llegó el traje del menor.

Sonrió, y se dirigió al baño para acicalarse, no pensaba bajar con esa cara adormilada, y al entrar notó como aún en ese pequeño cuarto el olor a jabón se mantenía, indicando que hace poco su hijo ya lo había usado. La tina blanca al frente seguía mojada y la regadera goteaba por estar mal cerrada.

Se miró al espejo, pasó sus manos por su rostro rasposo por la barba de 3 días, con cada año que pasaba parecía aumentar su proceso de crecimiento. Ahora necesitaba afeitarse a diario si no deseaba hincar a Gon cuando este se acercara.

Gon… Pensar en él le hizo suspirar, no tenía idea de lo que hacía, pero quería arreglarse, quería quitarse unos años limpiando su piel, estar reluciente… ¡Ah! Sacudió la cabeza, estaba sintiéndose torpe como si fuese un adolescente.

Decidió tomar un baño lo más rápido posible, dejando entre las aguas toda la contaminación del viaje, el sudor y polvo. Pensando en lo molesto que sería andar sin su gorro, pues su cabello rebelde estaría molestándole la cara. Este no se quedaba quieto como el de su hijo que parecía tener la gravedad invertida. Se rio de esto, no eran tan iguales después de todo.

Se secó, cambio, y peino de memoria, se miró en el espejo de tamaño completo que estaba cerca de la puerta, ajustando su corbata, intentando relajar su ceño, acomodando las ultimas mechas que bailoteaban en su frente, el cual no consiguió y rindiéndose salió, con paso firme, acercándose más al nacimiento de la música.

Y al final del pasillo logró ver el ambiente bullicioso, a sus pies en la recepción había unas 30 personas que se perdían hasta llegar al umbral del salón gigantesco, calculando un aproximado de más de, 100 invitados.

Pudo reconocer a varios, otros eran desconocidos, y bajando en un dobleteo de pies llegó, integrándose entre algunos que se acercaron a saludarlo, estrechando manos sin parar por varios minutos.

Hasta que lo escuchó–¡Ging! –el gritó había sido tan fuerte que sobrepasó a la música haciendo que varios voltearan también.

Lo vio acercarse a saltos–intentando no empujar a los demás– acompañado de dos tipos del cual solo conocía a uno. Leorio.

Pero no le prestó importancia, para ese momento no tenía más que ojos para su muchacho que, no podía creer relucía como una joya, con un terno negro mate, bordado de pequeños hilillos dorados en las lengüetas del pecho y mangas, encorbatado con un diseño de rombos en colores negativos y zapatos brillantes de charol que sonaban chirriantes en cada paso.

Hizo una buena elección, sin duda el negro le quedaba mucho mejor a su hijo que a él.

No controló su sonrisa, y le saludó con una caricia en la cabeza a penas lo tuvo cerca.

–¡Por fin estás aquí! ¡Quería presentarte a un amigo! Aunque de seguro ya sabes quién es…–dijo rápidamente dejando en el paso a un joven de aspecto andrógino, rubio, con ojos grises. Ging podía jurar que si no luciera un terno elegante aquel sería una mujer, pues la piel de porcelana y labios rojizos bermellón no eran un dote masculino como tan acostumbrado estaba a ver.

–Kurapika, un gusto– dijo estrechando su mano.

Durante ese pequeño contacto notó como la cara de Leorio se arrugaba en molestia, para después pegarse a su amigo como una guarda espaldas. Intenso.

–El gusto es mio– finalizó con una media sonrisa el nuevo representante de la “rata”.

–Sí, sí, cómo sea… Hola. – pronunció Leorio mientras acomodaba sus lentes, intercambiando miradas con el Freecss mayor, creando una línea de fuego en el aire.

–Estaré con ellos, ¿Nos vemos después? –dijo Gon para escapar de la rara situación.

–Claro…–contestó y se giró para ir por una bebida.

Por una extraña razón el cuatro ojos le molestaba, y le molestaba aún más ver a Gon con ellos, no lo entendía, era tan extraño como si una parte de su corazón anduviera expuesta ante todos.

Y sin duda alguna lo era, todos lo miraban, todos en algún momento prestaban atención a su hijo, siendo el único adolescente en la fiesta de adultos desencajaba, su vocecita aguda y alta, su risa nada tímida, su peinado exagerado…

No se percató, pero él era quién más lo observaba, allá desde el otro lado del salón, mientras estaba sentado rodeado de varios zodiacos, bebiendo un vodka en las rocas…

Conversaba con medio interés en la charla y otro en Gon, lo único que hizo despegar sus ojos de él fue un natural crujir interno, tenía hambre. Se relajó y caminó hacia el buffet, no podía creer que realmente Cheadle había logrado traer tanta comida en tan poco tiempo.

Se sirvió en un plato pequeño diferentes bocadillos de carne y masa, brochetas y por qué no, tarta.

Dulce y salado, perfectamente equilibrado.

Todos a su alrededor conversaban, bebían y otros fumaban, el 80% de ellos eran cazadores, eso era intimidante en cierto grado, pero en ese instante parecían simples personas que se divertían con el simple hecho de charlar pues, no era una fiesta bailable, la música clásica era solo un acompañamiento para el deleite de Cheadle. Todo era muy sofisticado, muy tranquilo, el único momento de intensidad fue cuando la nueva presidenta hizo un llamado de atención a todos.

Su voz sonó en unas bocinas que estaban a las laterales del pequeño estrado, y ella en medio tomando un micrófono comenzó– A todos los presentes, les pido un minuto de silencio. Quiero hacer un brindis especial…

Aparecieron varios mozos que repartieron a todos una copa de champagne, y prosiguió.

–Quiero brindar por todos nosotros, por los vivos, porque esta hermandad de cazadores siga unida como hoy, como en esta fiesta…–hizo una ligera pausa para tomar su copa– Y también quiero brindar por Netero, que de no ser por él no habría motivo para ver un nuevo mañana… Con su permiso…

Tomó de un solo sorbo su espumante licor y todos la imitaron–¡Por Netero!

–¡Por Netero! –respondió el público en coro.

Todos aplaudieron con euforia, hasta un vitoreo en el fondo chifló por los aires. Ging bebió el burbujeante tan rápido como terminó el espectáculo. Todos habían tomado aún más garra y empezaron a soltarse, los desconocidos se hicieron amigos, y los ya afines cazadores se unieron más.

Y él, solo, comiendo y bebiendo, no disfrutaba tanto de la fiesta, conversar con el resto de zodiacos era un arma de doble filo, no sabía en qué momento la charla se haría personal y él no estaba dispuesto a ser tan abierto.

Se fue al baño principal del primer piso, agradecía encontrarlo vacío y se encerró. Desde que llegó a esa casa una extraña sensación le inundó por completo, en ese momento no le había prestado atención, pero ahora traes esa corta soledad pudo descifrarlo.

Gon, aquel muchacho del cual estaba enamorado ya no estaba ahí con él. Era extraño, se había pasado durante meses pegado a él, durmiendo a su lado, abrazándolo, entrenándolo… Ahora esos recuerdos eran distantes, se estaban tratando como unos simples conocidos sin esa misma intensidad de siempre. Pensaba que eso era bueno, así nadie notaria su complicidad, pero… le molestaba, le hacía rabiar porque lo quería, lo quería mucho y tenerlo cerca delante del resto le hacía parecer como si en realidad estuviese a kilómetros de él, lejos… inalcanzable.

¿Así sería su vida? La realidad lo golpeaba, amaba a su hijo inapropiadamente, y el mundo se abalanzaría contra él por hacerlo. Un lado de él se alegraba por eso, porque las circunstancias permitían que retomara su papel de tutor y por otro lado… deseaba no serlo.

¡Ah! ¡Todo era una confusión en su cabeza!

Le dolía el vientre por la tensión, apretaba su estómago por la ansiedad de no saber que hacer.  ¡¿Qué debía hacer?! No lo sabía…

Fingir que no pasaba nada como hasta ahora estaba dando buenos resultados. Seguiría así, solo debía controlándose en público, aunque de eso no estaba muy seguro poder lograr, Gon era muy coqueto, tentador, estratosféricamente provocativo, más aún cuando lo besaba…

Se miró en el espejo e intentó peinar con sus dedos aquellos mechones rebeldes que adornaban su frente. Sonrió, realmente lo amaba…

Salió un poco más renovado gracias a esa corta meditación, pero al salir se encontró con el mismo generador de su martirio.

–¡Ging! ¡Estabas aquí! Pensé que habías vuelto al cuarto, no te encontraba– dijo el recién llegado, inflando los cachetes tiernamente–Fui a buscarte y luego quise ir al baño, es bueno verte…

El adulto dibujó una sonrisa tonta en su rostro, adoraba esa carita melosa que le miraba con emoción.

–¿Me buscabas para algo en particular? –le dijo y olvidó por completo todo lo que reflexionó anteriormente. Gon tenía el efecto de hacerle perder la razón.

–Solo quería verte…

Su expresión adorable y sincera le hizo zapatear el corazón ¿Cómo demonios podía hacer eso una sola frase?

–¿Has probado las brochetas del centro de la mesa? Están buenísimas– le dijo cambiando de tema, había personas alrededor y esa respuesta sonó un tanto romántica, de verdad tener a Gon cerca era un riesgo.

–Vayamos por unas– dijo el menor y caminaron juntos otra vez.

 

Hubiera querido tomarlo de la mano y apegarlo hacia sí cuando llegó Leorio y se lo arrebató con la excusa de que Kurapika lo estaba llamando.

Y aquella sensación de histeria lo inundó otra vez, celos, ese nada agradable retorcijón en su pecho que delataba su egoísmo pues quería a Gon solo para él. Se fue directo al bar y pidió una copa de lo más fuerte que hubiera, se decía que debía calmarse, que solo eran amigos… ¡No podía! Mucho menos porque el cuatro ojos ese estaba muy cerca de su hijo, tocándole el cuello para acomodarle la corbata.

Tomó de un tiro todo el contenido de su vaso, sintiendo ardor en toda la extensión de su tráquea, haciendo que frunciera los labios como si chupara limón. Eso era lo que necesitaba para calmarse, eso y quizá otro más…

–¿Qué haces tan solo? – esa voz que conocía perfectamente le fastidió. Sabía que tarde o temprano Pariston se le acercaría, era evidente que se había dejado llevar y su gesto expresaba incomodidad. El otro lo estaba leyendo cual libro abierto.

–Hola– y cambió su mirada hacia el rubio dejando de lado la escena de su hijo.

El de terno a rayas se percató de donde provenía la vista de Ging y sonrió con malicia, sus labios se movieron, pero sus ojos seguían igual de ensombrecidos como siempre.

–¿Crecen rápido verdad? – oh… Ging supo que estaba intentando rebuscar entre sus respuestas algún indicio de conducta inapropiada. –Se ve bien al lado de Leorio…– dijo y los dos miraron la escena de Gon y el “jabalí” que ahora compartían un semi abrazo sentados, cerca, muy cerca…

Ging siguió con la mirada imperturbable, y eso erizó un poco al rubio ¿No pensaba contestarle?

–Son buenos amigos– dijo de la forma más seca posible, pero sonriendo con esa típica hipocresía que los dos intercambiaban siempre. La falsedad era mutua.

–¿Cómo estás tú? No te veía hace mucho, muchísimo…

–Todo bien, estoy retirado un tiempo, ya sabes… asuntos personales.

Pariston irradió brillitos a su alrededor, había logrado que Ging le dijera una línea sin detenerse. Toda una hazaña de su parte.

–Te veo estresado– arrastró la última palabra indicando un doble sentido.

¿Estresado yo? Pensaba que sí, obviamente lo estaba, pero no entendía a qué iba eso.

–Un poco...

Al responder notó como el otro sacaba de su bolsillo unos sobrecitos plateados, pequeños, que apretó en su puño para que nadie los notara y los escondió entre su saco. Una sensación nada grata le recorrió al sentir sus manos encima suyo.

–Creo que deberías buscar compañía, esa cara de pocos amigos que traes no te cae para nada…

Y se fue, dándole unas palmaditas en la espalda de una forma robótica, y él, asombrado abrió los ojos como platos, pues sabía perfectamente lo que le había dejado en los bolsillos.

“Condones”

Ese estúpido lo quería hacer rabiar, pero no iba a lograrlo, se mantuvo firme y lo dejó ir. Pero su cabeza seguía pensando en sus palabras, una y otra vez. Se preguntaba si realmente podía el resto notar su estrés. El mensaje había sido claro ¿Por qué Hill atribuía esto a la falta de sexo?

Tomó un coctel nuevo que repartía uno de los meseros, y buscó a Gon otra vez, pero en esta ocasión ya no se quedó expectante, de un sorbo bebió todo el contenido de su copa y decidido lo llamó.

Ese sería el ultimo trago de la noche…

 

 

Gon no entendía por qué su padre de pronto había aparecido para decirle que ya se marcharían, ni siquiera le había preguntado si deseaba quedarse un rato más, le obligó a despedirse “amablemente” de sus amigos y lo hizo acompañar. Claro que disfrutaba otra vez estar con él, pero no entendía su actitud.

Una idea nada descabellada pasó por su mente, ¿Y si su padre estuviera celoso?

Eso le hizo sonreír, además ya era tarde y también sentía que había pasado muchas horas separado de él y lo necesitaba, lo quería de regreso a su lado.

Cheadle les aseguró que enviaría sus pertenencias a su hotel, pero primero les insistió pasar la noche en su casa, a lo cual Ging se negó totalmente, quería descansar y no podía hacerlo con tremenda bulla, o al menos esa fue su excusa…

Tomaron un taxi, y partieron, Gon miró por la ventana como se alejaba poco a poco de la casa hasta que el auto giró en una esquina, haciéndolo perder por completo.

–¿Qué tal la pasaste? –le preguntó Ging con una sonrisa mientras apoyaba su brazo en el amortiguador de la puerta.

–¡OH! ¡Leorio y Kurapika me contaron un montón de cosas! ¡Y Morel y Knov y Knuckle y Shoot! Y, y, y, y… –no podía dejar de decir “Y” sin poder contener su alegría. –Fue estupendo… los había extrañado mucho.

Ging se alegró al verlo tan contento, le contagió su felicidad y olvidó por completo todo el remolino de sentimientos que tenía en el corazón.

–¿Me cuentas?

Gon empezó a hablar sobre como Leorio y Kurapika estaban viajando recolectando información y llenando una encuesta en una base de datos para ver los porcentajes de aprobación en las nuevas reglas del examen del cazador.

De cómo sus amigos habían coincidido todos en el edificio ejecutivo cuando se nombraron a los nuevos zodiacos. Que Morel y Knov visitaban constantemente a Kaito y …

Como si sus ojos perdieran enfoque, dejó de ver a Gon, se había sumido en sus propios pensamientos, con la mirada directa a su rostro, pero sin entenderlo ya. Ging solo escuchaba un parloteo chillón mientras fingía darle atención, no quería faltarle el respeto, simplemente no podía concentrarse. Había escapado de la fiesta porque su mente no estaba en paz, y escuchar a Gon decir cada 5 segundos “Leorio” le hizo brotar otra vez esos celos que como a palos, golpeaban su ego.

El carro avanzaba y al ser tan tarde no había tráfico, rápidamente cruzaron lo que en otras ocasiones serian horas, en minutos.

Al poco rato ya estaban llegando y Ging seguía pensando en las palabras de Pariston, mientras que el menor hablaba con la misma euforia del inicio.

“¿Crecen rápido verdad?”

Esa afirmación le asustó, por primera vez caía en la realidad de que Gon, el muchacho que robó su corazón a penas y estaba creciendo, en cambio él ya estaba dejando pasar los mejores años de su vida.

“Se ve bien al lado de Leorio

Pero esa frase fue aún peor, le dolió más, mucho más que cualquier cosa, imaginárselo al lado del cuatro ojos, no, simplemente imaginarlo al lado de alguien más no cabía en su ser. Lo quería para él, por más incorrecto, ilógico y contra natura que sea.

Llegaron y Gon pagó el taxi caminando al lado de Ging sin detenerse, pues el mayor fingía tan bien darle atención que no pudo percatarse de su terremoto interno.

Seguía pensando infinitas veces en las palabras de Pariston que, sin darse cuenta lo estaban atormentando por más inofensivas que sonasen. Lo sabía, él amaba a Gon y no quería que nadie se lo llevara, no quería que haya fiestas donde Leorio lo abrazara, tampoco quería que besara a nadie más que no fuese él.

–¿…ng?

No le importaba ya que Gon tuviera un demonio dentro suyo, no le temía aun cuando se descontrolaba amenazando con destruirlo todo. No le interesaba ya nada.

–¿Ging?

Pariston tenía razón, necesitaba compañía, y no había nadie mejor que el mocoso endemoniado para hacerlo feliz. Solo no quería equivocarse por el camino que acababa de decidir seguir, aquel que le afirmaba marcar su sentencia con una cadena perpetua en el purgatorio.

–¡Ging!

Giró a verlo y creyó por primera vez que sí, ese era el camino al infierno…

 

 

Había salido de su ensoñación cuando Gon casi a gritos le rompió su burbuja de ensimismamiento. Las declaraciones en su cabeza le habían hecho poner en automático su cuerpo y no se había percatado de que ya se encontraba dentro del cuarto que reservó para pasar la noche. Agradecía que el otro haya prendido la luz, pues pudo divisar su entorno en un parpadeo muy rápido.

Estaban en una habitación grande y amoblada lo suficiente como para vivir sin salir, además de tener decoraciones de madera en cada esquina, desde el enchapado en el piso, hasta la mesa del comedor. Todo en un mono ambiente, sin paredes, donde solo las columnas y umbrales separaban una estancia de la otra, como solo un profesional diseñador podría hacer.

Pero lo más resaltante de entre todos los objetos era la cama, inmensa en el centro de todo, con sabanas blancas de bordados rojos, y ahí sentadito en el borde, debajo de la luz principal estaba Gon mirándole con su típico puchero, creando una “V” entre sus cejas en clara señal de fastidio.

–¡No me estás escuchando! –le dijo el menor, que ya se había quitado los zapatos, casi tirándolos al igual que su saco.

Fue inevitable que no recordara todo lo que Gon le había hecho, desde la salida en las aguas termales, hasta esa desnudez en el aeroplano, sin contar las interminables veces que se refregaba contra él al dormir, o de su cercanía inapropiada.

Tal vez no todo sea mi culpa”

Se acercó al menor lentamente, quitándose también su saco, mientras negaba con la cabeza, ignorando la pregunta que flotaba en el aire.

–¿Por qué me ignoras? – dijo el mas joven, sin entender la situación, preocupado porque jamás Ging se comportaba así, no le veía con el mismo temple de siempre.

–No digas ya nada mocoso– ordenó mirándolo seriamente, agachándose hasta su rostro, notando como el otro se erizaba por el intercambio de alientos.

Y lo besó, suave, lento, todo mientras deslizaba su propia corbata platinada, dejándola caer en el suelo para que Gon lo notase, y sí, él atacado estaba sorprendidísimo, no se esperaba aquel beso, no reaccionaba, pues no entendía la actitud de su mayor. ¡Él no había hecho absolutamente nada para provocarlo!

¿O ya había hecho suficiente?

 

El ambarino tenía el corazón agitado por el arrebato, había concluido en la afirmación de que ya no podía seguir negándose a ese contacto, lo deseaba, aunque fuese solo un beso más. Lo soltó para evitar perder la poca estabilidad que le quedaba, moría de ganas por seguir, pero, necesitaba explicarle sus motivos, decirle que no estaba bien de la cabeza, que no era correcto…

–Mocoso…– le dijo cerca, casi respirándole encima a la vez que frotaban sus narices. ––Tú lo sabías ¿Verdad?

–¿Saber qué? – respondió el menor sin entender ese cambio de actitud repentino, su padre lo miraba serio como si conociera sus respuestas y solo intentara avergonzarlo un poco más.

–Que me estaba volviendo loco por ti– dijo recargando frente con frente, cerrando los ojos para evitar el juicio de su hijo. Quizá incriminándolo un poco le haría sentir mejor, necesitaba compartir la culpa de ese absurdo deseo por tenerle, porque sabía perfectamente que era mutuo, solo no quería ser el único que lleve el castigo que generaba amarse.

Gon se quedó lelo y sintió como su rostro era tomado entre unas manos grandes, entre unos ásperos y calientes dedos, que habían comenzado a frotarle las mejillas, haciendo que alzara la cara para verle directamente. –¿Cómo es posible que te desee tanto?

–G-Ging… yo– conectaron sus almas en ese momento, sus ojos se miraron en una batalla por ver quien daba el primer paso, a por primera vez conversar de esa maldita tensión sexual que estaban viviendo día a día. Gon quería revelarle como ha estado enamorado de él desde siempre, pero sería rechazado, lo sabía, solo podía aceptar su deseo carnal sin incluir el universo de sentimientos que lamentablemente existían. –Si me deseas puedo ser tuyo…

Otra vez, Gon jugaba con quebrar su voluntad y romper su barrera impuesta, si decía sí una sola vez se arrepentiría toda la vida, pero ¿Cómo negarse a esos ojitos cafés que le suplicaban a gritos ser poseídos?

–Entonces –contestó mientras deslizaba sus manos en el cabello verdoso, haciendo que se pegaran aún más –Esta noche no serás mi hijo…–susurró en sus labios y volvió a besarlo sin ningún miedo, dejando atrás los prejuicios solo para dar rienda suelta a su fantasía por adueñarse del hermoso adolescente.

 

–Esta noche serás mío…

Notas finales:

SIENTO DEJARLO EN ESTA PARTE XD

 

Extrañaba realmente publicar :c Gracias por los Reviews hermosos, los amo, espero les guste el sgt, imagino, ya saben lo que se viene ksadsahdsa

 

Ging, se amable parfavaaaaaaaaaaaar!

 

¿Que le habrá dejado Netero a Ging o:?

 

-Heart


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