Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Besos sabor té verde por Marbius

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

2.- “BK: Lo conseguí.”

 

Hubo un tiempo en que Katsuki fue un ogro. No literalmente, claro está. No había devorado niños ni arrancado sus miembros uno por uno, pero puede que sí arruinado unas cuantas infancias. La suya incluida. Mitsuki, su mamá, seguido se lo recordaba así de la manera que tienen las madres para hacerlo: Sin endulzarlo, pero tampoco sin regodearse.

—Ya desde recién nacido tenías un carácter difícil que presagiaba lo que serías de mayor —solía decir ella con un suspiro, y ‘difícil’ era la palabra más suave de su repertorio cuando desde que tenía uno de la razón Katsuki estallaba ante el menor contratiempo.

Katsuki había requerido casi las dos primeras décadas de su vida para prender a lidiar consigo mismo, y la siguiente década para enmendar daños y perjurios ocasionados entre las pocas personas en su vida que habían permanecido a través de sus cambios y lo apreciaban por lo que era. Él no podía estar más agradecido por lo lejos que había llegado manejando su ira, y a la vez maldecir cuando una recaída lo devolvía al punto de partida de sus avances.

De paso, maldecir también a Izuku Midoriya, porque era él quien lo había puesto en ese predicamento. Incluso si la parte racional de su cerebro luchaba por imperar y dejar en claro que no era culpa de Izuku que él en esos momentos estuviera hirviendo como un volcán a punto de hacer erupción, esa otra parte más primitiva que habitaba en el centro de su cabeza sólo quería sacudirlo por los hombros y obligarlo a disculparse por el apuro en el que lo había colocado con su petición de lo más imposible.

Ni qué decir que luego de dos semanas y con la fecha de la boda acercándose peligrosamente, Katsuki no conseguía que su receta de Besos sabor té verde fuera la adecuada, ya fuera porque Izuku seguía insistiendo que el sabor era demasiado fuerte o que él mismo tuviera qué coincidir con él en esa opinión.

A base de prueba y error (suficientes errores como para surtir Plus Ultra con semanas de un nuevo producto que se había vuelto una sensación entre sus clientes habituales y otros nuevos que llegaron por recomendación), Katsuki había continuado reduciendo la porción de marcha en la receta hasta los límites de lo ridículo, pero sin importar cuánto se esforzaba, el toque a té verde en el pastelillo era al final demasiado notorio a los sentidos como para ser considerado un Beso.

Después de varias visitas a su piso, Izuku casi se había dado por vencido en cada ocasión, pero no Katsuki. Oh no, él no cejaría en su empeño ni aunque el alma se le fuera en ello. Daba lo mismo si la boda en la que serían la atracción principal de la mesa de postres era una farsa que continuaba poniéndole los pelos de punta cuando le dedicaba más de tres segundos de su atención, porque Katsuki lo iba a dar todo de sí para complacer a la novia con su sorpresa.

A la tal Ochako, que en esos momentos había llamado a Izuku con algo relativo a los cubiertos de la boda y éste se había disculpado unos minutos para atenderla.

Depositando masa en los moldes que estaban por entrar al horno, Katsuki prestó atención mal disimulada a la charla entre aquellos dos.

—... no, claro que no. —Una pausa—. Ok, pero no creo que sea tan importante si los tenedores tienen tres o cuatro dientes, Ochako... —Otra pausa más larga—. No era eso lo que quise decir. —Ahora un suspiro de cansancio—. Vale. Si prefieres que yo lo haga... Uh, ¿ahora mismo? Porque verás, estoy ocupado... Erm... Sí, con Shouto... —Una risa nerviosa—. Ok, le daré saludos de tu parte. Sí. Hasta más tarde, Ochako.

Izuku tardó todavía un minuto completo en volver, y al retornar a la cocina, Katsuki apreció las líneas de tensión en su rostro.

—Eres terrible para mentirle a tu prometida —dijo Katsuki sin pensar, dejando que el enojo que por dos semanas se había ido acumulando en su interior burbujeara a la superficie—. No sé si por falta de práctica, o quizá a ella tampoco le importe la verdad...

Su ataque directo tuvo poco efecto en Izuku, que se posicionó frente a él al otro lado de la barra para ayudar a engrasar el molde. Luego de varias sesiones juntos en la cocina, Katsuki le había concedido más libertades, graduándolo de sólo lavar utensilios a también ayudar en el proceso de horneado.

—Nunca he tenido que mentirle antes —dijo Izuku, la vista en la charola—, así que claro que va a confiar en mí.

Katsuki expresó su desaprobación con un bufido. —Bah, lo que sea... —Por unos instantes pareció capaz de contenerse, pero su curiosidad pudo más—. ¿Así que se llama Ochako?

—Así es.

—Es un nombre bastante apropiado para el postre con el que quieres sorprenderla.

—Ya, Shouto también pensó lo mismo —dijo Midoriya.

No en balde Ochako podía interpretarse como algo relativo al té, pero Katsuki se preguntó si no habría más detrás de esa suposición tan simple.

—Es un poco ególatra, ¿no? —Volvió a hablar Katsuki, dispuesto a escarbar en el tema incluso si eso le costaba perder el autocontrol ganado en todos esos años—. Tener un nombre como ése y tener predilección por los pastelillos sabor té verde.

Por una vez, Izuku reaccionó tensando los hombros, pero continuó engrasando el molde con cuidado, poniendo especial atención en las esquinas para no dejar excesos, tal como Katsuki le había enseñado.

—Te equivocas —murmuró Izuku, y luego sacudió la cabeza como para ahuyentar sus pensamientos—. Olvídalo. No lo entenderías.

—Ponme a prueba —pidió Katsuki, poniendo el recipiente ya vacío de masa sobre la barra con un sonoro golpe—. Porque tengo el presentimiento de que ahí se encuentra la clave exacta para descifrar esta maldita receta.

Izuku alzó los ojos, y Katsuki leyó en ellos duda. —No es mi historia para contar.

—¿No lo es? Porque da la impresión de que la has hecho tuya después de estas dos semanas de hornear sin parar. Y ahora hasta le mientes a tu prometida, a tu falsa prometida, porque quieres darle una sorpresa que de pronto no me da la espina de que sea con las mejores intenciones.

—¡Claro que lo es! —Estalló Izuku, golpeando el molde con la barra y haciendo el metal vibrar—. Ochako es mi mejor amiga en el mundo, jamás haría algo que... Algo que no fuera por su bien.

—¿Incluso si la lastima? —Adivinó Katsuki la hesitación en su oración. Ese alto en su oración para reconstruirla como la prueba de que tenía la razón.

—No podrías comprenderlo.

—¡Inténtalo! —Volvió a insistir Katsuki, y en un arranque de energía de los que creía haber aprendido a controlar, rodeó la barra y lo sujetó por los brazos para sacudirlo—. Dilo de una vez y que sea lo que tenga que ser.

Sometido bajo el influjo de sus ojos, el labio inferior de Izuku tembló unos segundos antes de que su dueño pudiera articular palabra alguna.

—Te lo conté antes, ¿no? —Empezó con un murmullo—. O más bien, tú lo adivinaste. Soy gay, y Ochako... Ella también. Ella fue la primera en saber mi secreto y viceversa. Sus padres... Ellos son diferentes de los míos en ese aspecto. Tienen otras expectativas para ella, y ser eso no está en sus planes. Ochako preferiría morir que decepcionarlos, y...

—¿Y por eso esta patraña de boda? —Elucubró Katsuki. Izuku asintió.

—Yo haría lo que fuera para protegerla. Y es por eso que... —Izuku aspiró hondo—. Es por eso que debo intervenir, y protegerla de sí misma.

—¿A qué te refieras?

—Esa receta... Los Besos sabor té verde no son de mi invención, sino de Tsu.

—¿Tsu? —Repitió Katsuki sin comprender, el agarre de sus manos perdiendo fuerza.

—Tsuyu. Ella era la novia de Ochako hasta que sus padres empezaron a sospechar que eran más que amigas. Tsu se apartó para no provocarle problemas a Ochako, pero...

—¿Es que acaso estás idiota? —Le reprendió Katsuki, soltándolo del todo y cruzándose de brazos—. ¿Por qué debes de involucrarte tanto donde no te llaman?

—¡Porque Ochako y Tsu son mis amigas! Las dos merecen ser felices —replicó Izuku de lo más acalorado, y Katsuki chasqueó la lengua en su dirección.

—Pues alguien tiene qué decírtelo: Estás majareta. O te casas con tu prometida, o pones un alto a esta boda y haces que ella y la tal Tsu vuelvan a estar juntas. ¿Para qué complicarlo más con estos pastelillos? ¡Esa no es ninguna solución!

—Tsu era quien inventó esa receta, y la nombró así en honor a Ochako. Si ella volviera a probarlos...

—¡¿Pero justo el día de su boda?! —Katsuki apretó los dientes, preguntándose cuánto sería su retroceso si golpeaba al idiota que tenía el frente.

O lo besaba...

No, primero lo golpeaba. Después arreglaría lo otro cuando su atención no estuviera centrada en aquel drama barato en el que se había visto envuelto.

—¿Y no has pensado por un segundo en contactar a la tal Tsu y pedirle a ella la receta completa? Puede que hasta acepte preparar unos cuantos de esos pastelillos, con suerte antes de la boda, y entonces puedas ponerle un alto a este circo de locos.

—Tsu no contesta mis llamadas —dijo Izuku, perdiendo todo su brío de antes—. Después de que ella y Ochako terminaran se apartó de nosotros y... la comprendo. Pero si Ochako va en su búsqueda, sé que aceptará hablar con ella. Es por eso que necesito que esos Besos sabor té verde estén en la recepción de la boda. Después no me importará cargar con la culpa del divorcio y enfrentarme a sus padres, pero ellas dos merecen ser felices.

La convicción de sus palabras, sumado al brillo que relucía en sus ojos hizo que Katsuki experimentara un tirón en el pecho. Quizá no era nada, pero el autoengaño tenía un límite y él estaba por alcanzar el suyo.

—Qué tontería —dijo por fin al cabo de un largo silencio, sólo roto por el ‘ding’ del temporizador que les indicó que los pastelillos en el horno estaban listos y la siguiente tanda ya podía entrar—. Pero te ayudaré.

—¿Lo harás?

—¿Estás de broma? —Resopló Katsuki, colocándose los guantes térmicos y abriendo la puerta del horno—. Has convertido tus problemas en mi problema. Ahora tengo que solucionarlo.

—Gracias, Kacchan.

—¡¿Cómo me has llamado?!

Pero a cambio sólo obtuvo una sonrisa trémula de Izuku, que le pasó la siguiente charola y no dijo más.

 

Katsuki nunca había tenido problemas para dormir. El sueño no le era elusivo cuando a sabiendas de los horarios brutales que tenía que cumplir en la pastelería se iba temprano a la cama para estar de pie a tiempo, pero esa noche... Algo en su cabeza le impedía encontrar la tan ansiada paz y perderse en el mundo de la inconsciencia. De espaldas y con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, continuaba repasando su conversación con Izuku en la cocina y buscando señales que le indicaran por qué era tan importante desmenuzar cada dato hasta la última fibra.

«Si la tal Tsuyu es la que inventó la receta...», pensó Katsuki, tratando de imaginarse qué clase de persona era. Para empezar, alguien hábil en la cocina y con las manos. También alguien que tenía conocimientos más allá de los básicos en la pastelería. No cualquiera podía inventarse una receta desde cero y tener semejante éxito con su sabor, incluso si como en el caso de él, faltaba el ingrediente principal.

Claro que Katsuki habría buscado un mejor nombre. O quizá lo habría estructurado diferente. La idea de que fueran Besos porque esa era la ligereza del sabor era un acierto, pero el resto le resultaba muy largo. Besos sabor té verde. Hasta la misma Kyoka había sugerido ponerles otro nombre en la tienda, pero Katsuki se había resistido porque la receta no era suya y le parecía una falta de respeto alterarla en lo más mínimo, el nombre incluido.

—¿Acaso llamarías al Pastel Alemán con otro nombre sólo porque te viene en gana? —Le había espetado de vuelta, y así Kyoka se había limitado a escribir el cartelito que colgó de su aparador y que mantuvo intacto el nombre que esos pastelillos tenían.

Besos sabor té verde.

Katsuki lo repitió en voz alta en la oscuridad de su habitación: —Besos sabor té verde...

Y de pronto, un chispazo de inspiración hizo que se sentara en la cama y una idea brotara en su mente. Era una tontería, pero...

Tanteando por su móvil en la mesita de noche, Katsuki entrecerró los ojos cuando el brillo de la pantalla le contrajo las pupilas dolorosamente, y con dedos trémulos abrió el buscador y escribió ‘besos sabor té verde’ en la barra.

La primera búsqueda le dio 3,990,000 resultados, y Katsuki soltó una palabrota entre dientes. Claro que iba a pasar eso. Había sido muy vago en su selección de palabras. Escribiendo esta vez “besos sabor té verde” con dobles comillas para que el buscador sólo se enfocara en ese término en concreto y descartara el resto, Katsuki encontró que los resultados disminuían drásticamente. Ahora sólo había una página de opciones, y entre ellas, justo la que buscaba.

 

Receta de Besos sabor té verde por Tsu.

 

—Ah, tan simple y... ¿Cómo no lo pensé antes? —Masculló Katsuki al abrir el enlace y entrar a un blog personal que versaba de cocina.

La persona que administraba el blog se hacía llamar Tsu, y tras leer su perfil (“Hola, soy Tsu *croá* y este es mi blog de postres, espero les guste”) encontró Katsuki la receta que tantos quebraderos de cabeza le había provocado en el último par de semanas.

—Más vale que... —Farfulló Katsuki, repasando la lista de ingredientes idéntica a la que Izuku le había proporcionado, y en último lugar... nada. No había nada—. ¡Carajo!

Pero había una nota, y un texto que hizo comprender a Katsuki el error de sus intentos.

 

*Nota* Como seguro notarán, esta receta se llama Besos sabor té verde y por lo tanto debería llevar té verde, ¿no es así? ¡Pues no! Ahí está truco con la parte de besos. Utilizar una porción, por más mínima que sea, de té verde como un ingrediente hace que ya no sean besos, y arruina la receta al otorgarle un sabor mucho más fuerte del deseado. En su lugar y para obtener el sabor correcto, adicionaremos a una taza de líquido con un té verde. No los restos del té ni agregar té, ¡sólo el agua!

Esta receta la inventé luego de aprender a cocinar Rosca de Reyes (si no la han probado, pueden encontrar mi receta aquí), porque su preparación incluye agua de té de azahar. Esto hace que el sabor y la fragancia se equilibren, y que uno no se sobreponga sobre el otro.

En mi caso, elegí el té verde porque hay una persona especial en mi vida cuyos besos son como estos pastelillos. Por eso el nombre. Ella me da besos sabor té verde, y yo le doy los míos.

 

Katsuki leyó aquello y su vista vagó por el resto de la receta, que era idéntica a la que ya él conocía de memoria por prepararla sin parar en su cocina con Izuku.

—Así que de esto se trataba... —Murmuró para sí, y por largos minutos analizó las ramificaciones de toda la información con la que contaba.

Por cuestión de probabilidades, era evidente que esa Tsu de internet era la misma Tsu de la que Izuku le había hablado. La misma novia de su prometida Ochako, y seguro que también era ésta la protagonista de esa pequeña nota a la mitad de la página. Katsuki se preguntó si Ochako estaba al tanto de la nota, o de la importancia que su nombre y persona tenían para Tsu, porque al grado de inventar una receta y personalizarla hasta ese nivel en su honor...

Ignorando que su hora de dormir ya había pasado y que tenía que estar en Plus Ultra para cumplir su turno de siempre, Katsuki no pudo resistir la curiosidad de comprobar si por fin tenía la receta correcta y completa entre manos, y se dispuso a cocinar una última tanda de Besos sabor té verde.

Que fuera lo que tuviera que ser.

Si lo conseguía, podría respirar tranquilo; si no lo era, renunciaría.

Siguiendo las instrucciones que ya tenía grabadas en el cerebro y la memoria muscular hasta el fin de sus días, Katsuki preparó antes que nada el té verde utilizando lo mejor de su selección, el mismo té verde que le había servido a Izuku en su cocina y que éste había elogiado por su fragancia, y después se enfrascó en los preparativos de la masa.

Al unir las dos piezas en un tazón con ayuda de una espátula, Katsuki cerró los ojos unos instantes para apreciar el sutil perfume que emanaba de la masa, y que era mucho más delicado que en otras ocasiones.

No tardó él en tener listas las charolas y el horno encendido, y los pastelillos listos para la cocción.

Mientras esperaba a que se cocinaran, Katsuki limpió su cocina y se enfrascó en la quietud de cocinar a solas, por una vez lamentándose de que así fuera. Izuku había sido su compañero constante esas últimas dos semanas, y muy a su pesar se había acostumbrado a su conversación incesante, casi siempre repleta de observaciones curiosas, datos interesantes y bromas. Muchas bromas. Katsuki no siempre reía, muchas veces ni una sonrisa asomaba por sus labios, pero vaya que si las encontraba graciosas. Izuku no merecía saberlo, pero Katsuki encontraba su compañía reconfortante, y por primera vez en la vida no le había importado tener a alguien en el espacio sagrado que era su cocina.

Pero claro, eso iba a llegar a su fin si la receta era la correcta. En cuyo caso Izuku le estaría agradecido por su ayuda, pagaría el depósito por sus servicios, y Katsuki tendría oportunidad de verlo una vez más el día de su boda cuando en la recepción lo atisbara a él y a su esposa luego de la ceremonia.

Justo como tenía que ser.

Justo como Katsuki de pronto no toleraba que fuera...

—Maldición —se lamentó Katsuki entre dientes, y se tomó unos momentos para recomponerse, pero entonces el ‘ding’ del temporizador le alertó que los pastelillos estaban listos, y la prueba más dura a la que alguna vez se hubiera enfrentado le obligó a inhalar hondo y buscar valor de sus reservas.

Los pastelillos no tenían un aspecto diferente al de ocasiones pasadas, pero Katsuki era un experto pastelero, y sabía reconocer las tenues señales de estar ante una obra maestra y no el trabajo amateur que antes había hecho. Los elementos claves se encontraban no en la textura o el color, sino en lo que sus otros sentidos podían apreciar, y que en ese caso eran el aroma (tenue, apenas perceptible del té verde), y el sabor de ese primer bocado (una conjugación idónea entre lo dulce y lo astringente) le hizo apretar los labios y formar un beso en el aire.

Un beso que tenía dueño, e hizo a Katsuki doler.

—Estúpido... Ah —exhaló Katsuki, con todo, masticando de aquel delicioso pastelillo—. Estúpido... Deku. Esto no puede quedarse así...

Y si de él dependía, no lo haría.

 

—¡Oh, Katsuki, esto es...!

—Justo cuando pensaba que no podías superarte...

—Realmente son besos, ¿no? Esa es la sensación...

En una decisión unánime, tanto Kyoka como Denki y Yuga acordaron que la última versión que había conseguido hornear Katsuki de Besos sabor té verde era perfecta. Simplemente excelsa, y que bien podían comerse ellos toda aquella charola y no vender ninguno ese día.

—¿Cuál fue el truco final? —Preguntó Yuga, tan afectado como siempre a la hora de limpiarse las comisuras de la boca con una servilleta de tela que sacó de la manga de su camisa.

—Té verde —fue la respuesta de Katsuki, que con ojeras y cara de pocos amigos, casi lamentaba haber perdido la mayor parte de sus horas de sueño consiguiendo perfeccionar aquella receta. Casi. Porque incluso si los ojos le picaban y cada dos por tres debía disimular un bostezo en el dorso de la mano, al final había valido la pena.

Así se lo había hecho saber a Izuku con un mensaje escrito a eso de las dos de la mañana, y que pese a lo críptico, no dudaba que sería entendido.

 

KB: Lo conseguí.

 

El resto correría por su cuenta cuando lo leyera, pero de conversaciones anteriores con él era que Katsuki estaba al tanto de sus horarios, y por lo menos hasta las diez de la mañana no estaría libre de sus clases de yoga y pilates.

—Y yo habría jurado que era por la influencia del cliente —agregó Denki a su comentario de antes, y Katsuki gruñó en su dirección—. Hey, tú eres el que de pronto decidió tirarlo todo por la ventana para complacerlo cuando todos aquí sabemos lo mucho que pueden llegar a fastidiarte los clientes que te consigue Eijiro sin importar cuán bien paguen por tus servicios.

—Katsuki está preparando esos pastelillos para la boda de ese mismo cliente, Denki —le recordó Kyoka—, así que tu teoría no se sostiene. Aunque sí es cierto que han pasado bastante tiempo juntos en estas últimas semanas...

—Izuku no es un cliente, es un amigo —refutó Katsuki sin contemplar el significado de aquellas palabras. Sólo salieron de su boca, y aunque se llevó una sorpresa él mismo, no por ello era menos cierto—. Él mismo me ha ayudado a practicar la receta y ha corrido con todos los gastos, incluido mi salario.

—¿Entonces paga por el placer de tu compañía, mon ami? —Inquirió Yuga, y la punta de las orejas de Katsuki enrojeció. Dicho así, sonaba como una especie de prostitución.

Prostitución y pastelería. Dos Ps que no iban juntas en lo absoluto.

—Bah, qué tonterías dicen —se quejó Katsuki—. Da igual. Sólo pongan esa charola con Besos sabor té verde con el resto en el mostrador. A partir de ahora será un producto oficial de la tienda si ninguno de ustedes tiene un inconveniente.

—Ninguno.

—Cero.

—En lo absoluto.

Y tras esa triple aprobación, los Besos sabor té verde llegaron para quedarse. Y no iban a ser lo único...

 

Katsuki recibió respuesta de Izuku a eso de mediodía.

 

IM: ¿Lo dices en serio?

IM: Antes que nada, ¿cómo?

IM: Y lo más importante, ¿cuándo puedo pasar para probarlos?

 

Con el pecho henchido de orgullo al imaginarse la expresión alegre de Izuku (casi daba lo mismo que le estaba haciendo un favor para la estúpida boda sin amor romántico en la que estaba envuelto), Katsuki se guardó bien la sorpresa final de su éxito para cuando estuvieran cara a cara, y en su lugar lo citó una vez más para verse.

 

KB: De momento es secreto, pero podrás comprobarlo por ti mismo hoy sin puedes venir a mi casa.

KB: ¿Están bien las cuatro para la ti?

 

En la pantalla de su móvil apareció la notificación de que Izuku escribía su mensaje de vuelta, pero Katsuki esperó en vano por dos minutos antes de que un corto texto le revelara que no.

 

IM: No puedo. Lo siento.

IM: Ochako quiere ir hoy a la florería para cerciorarse del estilo de su ramo de novia y me pidió que la acompañara.

IM: Al parecer confía en mi estilo.

 

«Duh, eres su amigo gay designado para esos casos», pensó Katsuki con malicia, «ni hablar que también el novio que la va a llevar al altar», pero esa clase de comentarios podían tomarse a la mala dichos de cara a cara, ya no se diga vía mensajería instantánea, y lo que él menos quería en esos momentos era disgustarlo. No si con ello arruinaba cualquier oportunidad a la vista que tuviera para conseguir que lo visitara en su piso.

 

KB: ¿Y más tarde?

KB: Cuando estés libre...

 

La oferta en realidad significaba bastante. Todo aquel que conociera a Katsuki al menos un poco estaba al tanto de su férrea disciplina para estar en cama a horas en las que otra persona no estaría siquiera considerando prepararse para dormir. Pero claro, esas personas no tenían un trabajo como el suyo que empezaba en la madrugada y le requería de todas sus fuerzas físicas y mentales intactas, así que Katsuki no hesitaba en esgrimirlo como la razón más obvia por la que rechazaba la mayoría de salidas que se le presentaban para verse con sus amigos.

¿Un almuerzo? Genial. ¿Una cena? No tanto. ¿Salir a tomar tragos después? Ni hablar. Para el momento en que el grupo entrara al bar, Katsuki ya estaría en el quinto sueño.

De eso había hablado Katsuki con Izuku en algunas de las tantas tardes que habían pasado juntos en las últimas semanas. De la sensación de perderse de algo, ya fuera de compañía humana y ver a sus amigos, pero también de oportunidades de conocer a alguien, porque pocas parejas habían podido tolerar su extraño horario, y al final todas se habían marchado alegando incompatibilidades en esa área.

—Te entiendo a la perfección —había dicho Izuku, pues él impartía sus clases en las primeras horas de la madrugada, y su primer grupo era uno de yoga que comenzaba a eso de las cinco. Para entonces él ya tenía casi dos horas en pie, pues había hecho su rutina matutina y hasta salido a correr antes de llegar al trabajo.

Katsuki se había sentido comprendido por Izuku, y a punto había estado de hacer un movimiento arriesgado al tomar su mano encima de la barra de la cocina, cuando éste le había hecho saber que ese era uno de los aspectos que habían hecho que su relación con Ochako fuera una de las más cercanas.

—Ella me entiende a la perfección porque compartimos lugar de trabajo, ¿sabes?

—¿Qué tipo de clases imparte ella?

Katsuki se imaginaba algo como fisicoculturismo, si acaso para justificar que Izuku estuviera dispuesto a unir su vida con ella sin existir amor de por medio.

—Ah, en realidad es fisioterapeuta. Se encarga de atletas que han sufrido alguna lesión, primero con masajes y después con terapia física. Es genial en lo que hace.

«Ya, todo en ella es genial», había pensado Katsuki con amargura, porque todo con la tal Ochako siempre parecía serlo. Al punto en que Izuku incluso quería acompañarla a algo tan idiota como ver flores para el arreglo de su ramo de novia.

 

IM: Terminaríamos a eso de las 6.

IM: Podría estar en tu piso a eso de las 6:30.

IM: O podría dejarlo para otro día.

 

Izuku había lanzado la bola al campo, y desesperado como estaba por verlo, por su compañía, por darle las buenas noticias, Katsuki aceptó.

 

KB: No importa la hora. Sólo ven.

 

Porque ya nada más le importaba.

 

Lo primero que notó Katsuki de Izuku es que olía a flores.

—Lo siento, lo siento tanto —se disculpó en la entrada de su piso, no a las 6:30 como había acordado, sino una hora después—. Si te es inconveniente todavía puedo marcharme y-...

—No seas idiota, pasa de una vez —le indicó Katsuki a pesar de que un minuto atrás había estado dormitando en el sofá y listo para darse por vencido.

Izuku había venido, y al final, eso era todo lo que importaba.

En la entrada, Izuku se descalzó y siguió a Katsuki a la cocina, donde éste ya tenía todos los ingredientes necesarios para preparar una nueva tanda de Besos sabor té verde. Ahora que lo pensaba bien, habría sido más listo de su parte simplemente hornearlos y tenerlos listos para cuando Izuku llegara, pero él se había hecho ilusiones con la idea de seguir su rutina, de cocinar juntos y charlar, y ahora... Ya no estaba tan seguro. Era tarde, en más de un sentido, y quizá ni el propio Izuku estuviera de humor para hacerlo.

Sin embargo, Izuku no lo decepcionó al sacarse el suéter que vestía y mostrarse en camiseta de manga corta para ponerse manos en acción.

—¿Empiezo a medir la harina? —Preguntó con firme intención de ser el mejor ayudante posible, y el gesto conmovió a Katsuki. Ni siquiera Rikido en la cocina de Plus Ultra trabajaba así con él, codo con codo.

Izuku había empezado como un neófito total, confundiendo la sal con el azúcar e incapaz de dejar un molde engrasado y enharinado como a él le gustaba, pero en tiempo récord se las había ingeniado para aprender lo básico y alcanzar niveles aceptables. Otras personas habían tachado en el pasado a Katsuki de exagerado, pero no Izuku. Él había asentido con cada corrección, y de paso había anotado las lecciones más importantes en su cuaderno, de tal manera que ahora bien podía ser él quien llevara a cabo la receta.

Al fin y al cabo, esos Besos sabor té verde eran para su prometida, la futura señora Midoriya, y lo justo sería que al menos por esa única ocasión Katsuki se hiciera a un lado y lo dejara tomar las riendas.

—Empieza por donde quieras —le indicó Katsuki, tomando asiento y sorprendiendo por un segundo a Izuku, que no tardó en comprender sus intenciones—. Son tus pasteles, tú sabes cómo proceder.

Izuku asintió con solemnidad. —Ok, daré lo mejor de mí —dijo, tomando la taza medidora y preparándose para empezar, pero entonces Katsuki le dio la única instrucción que necesitaba.

—Pero antes... Pon agua para él té. Tres tazas.

—¿Tres?

—Una para ti, una para mí, y la otra para el pastel.

—Oh.

—En efecto.

Y así, el secreto de la receta para preparar los Besos sabor té verde quedó develado.

 

Izuku siguió al pie de la letra las instrucciones que tenía memorizadas y había practicado hasta el cansancio en esa misma cocina con la adición extra de agregar el líquido de un té verde que ya se había puesto a temperatura ambiente y Katsuki le aseveró que era la clave en el sabor, pero apenas meter la bandeja en el horno, comenzó a tener sus dudas.

—Seguro lo arruino —se lamentó con un suspiro—. La cocina nunca ha sido mi fuerte.

—Estas últimas semanas en mi cocina bien podrías haberme engañado...

—Ya, pero no era yo el que horneaba, sino tú. Yo sólo lavaba trastes sucios y batía aquí, revolvía allá. Realmente no era mi trabajo el que hacía que esos panecillos estuvieran al punto.

—Bah, qué idiotez —desdeñó Katsuki aquella noción—. ¿Acaso crees que los chefs en restaurantes de cinco estrellas lo hacen todo por su cuenta?

—Uhm, ¿sí?

—¡Pues no! ¡Ni por asomo! —Lo desengañó Katsuki, que le indicó sentarse frente a la barra mientras él servía otros dos tés que les hicieran compañía durante la espera—. Un buen chef tiene detrás de sí un ayudante de cocina competente. Sólo un chef excelente tiene un pinche a su mismo nivel.

—¿Y en nuestro caso dirías que soy...?

—Decente —dijo Katsuki, pero al ver la expresión de Izuku, agregó—: Podríamos ser excelentes juntos si tuviéramos el tiempo suficiente para conseguirlo.

—Ya. Es casi una lástima que, uhm, sí... —La voz de Izuku fue perdiendo fuerza hasta desaparecer.

No hacía falta que completara aquella oración cuando era obvia para ambos: Hoy era su última tarde juntos. Ya después, con la receta completa, Katsuki sólo tendría que hornear la última tanda para el día de la boda, entregar los pastelillos en la recepción, y sería todo. Sus caminos no tendrían por qué volverse a cruzar a menos que Izuku pasara por Plus Ultra a comprar un antojo dulce.

Katsuki tenía claro que era válido sentirse un poco decepcionado de que las cosas entre ellos dos tuvieran que ser así. Era comprensible. Después de todo, hornear había sido la actividad secundaria con la que en realidad habían aderezado sus horas de conversación y no a la inversa como él había pretendido en un inicio. Pero en realidad, el sentimiento que se arremolinaba en su pecho nada tenía que ver con la paralizante triste o la brumosa melancolía, sino que era un fuego de frustración y enojo el que anidaba bajo su esternón y le hacía sentirse cada más disgustado.

Consigo mismo por caer ante Izuku, pero sobre todo con Izuku por... Por todo en realidad. Por ser justo de su tipo con ese puñado de pecas que seguido quería besar y cerciorarse de que su sabor no fuera canela. Por ese sentido del humor suyo que podía exasperarlo a ratos y que nunca fallaba para arrancarle una media sonrisa. Por encima de todo, por ser gay y abrir ante él una puerta de oportunidad y cerrársela en la cara al tener una prometida con la que se casaba por algo tan estúpido como complacer las absurdas expectativas de unos padres que no aceptaban a su hija por lo que era.

A la par que increíblemente generoso, Izuku era también terriblemente idiota. Pero era el idiota del que Katsuki se había enamorado, y no había vuelta atrás.

—Izuku... —Dijo Katsuki, e ignorando la tetera eléctrica y las dos tazas de té, se dio media vuelta y se plantó frente al causante de sus desvelos.

Sujetando el rostro de Izuku entre sus manos sin que éste se lo impidiera o diera indicaciones de no desearlo por igual, Katsuki lo besó.

E Izuku correspondió a ese beso.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Oficialmente, este es mi fic menos leído en las 3 páginas donde publico, ¿pero me importa? Nah. Al contrario, estoy muy agradecida de los 2 comentarios que llegaron y me permitieron actualizar hoy :) ¡GRAAAAAAAAAAXIE!
Si nos va bien, el capítulo final estará el sábado (con comentarios) o el próximo viernes (sin)~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).