Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ristra de corazones rotos por Marbius

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

9.- Karaoke y llaves.

 

A mediados de junio, Katsuki aceptó la invitación que le hicieron Eijiro, Mina, Hanta, Denki y Kyoka de ir con ellos al karaoke. Aquella no era la primera vez que a la salida le sugerían un lugar y una hora para verse, pero sí la primera en que él accedía a hacerlo. Con toda honestidad, el karaoke no era lo de Katsuki, no porque la música no fuera lo suyo (no en balde había tomado clases de batería en su adolescencia y algunos días libres se reunía en una especie de banda amateur con alguno de sus compañeros de trabajo) sino porque esas salidas casi siempre coincidían con momentos que podía pasar al lado de Izuku.

Pero claro, la palabra clave era ‘casi’, porque justo minutos antes había recibido Katsuki de Izuku un mensaje en donde se disculpaba pero no podrían irse juntos porque tenía que entrenar con uno de sus alumnos un par de horas más para cumplir con unos requerimientos nuevos que la Asociación Internacional de Halterofilia había implementado para los próximos Juegos Olímpicos. La suya no era una excusa, sino una razón de su ausencia, e Izuku había agregado en un par de líneas más a su chat privado que a la salida iría al piso de Katsuki y llevaría algo de cenar, así que no podía considerarse tal cual una catástrofe, pero él no conseguía sacudirse de encima el humor lúgubre que se le había echado encima como una manta pesada.

Quiso la suerte que a la salida lo interceptara Eijiro, y que al ver su expresión sombría hiciera la oferta de ir al karaoke como otras veces.

—Venga, colega —le sacudió Eijiro con un brazo sobre su hombro e inmune a su rostro contraído de tensión—. Te hace falta divertirte más.

—Sí, será divertido —confirmó Mina en igual estado de despreocupación al colocarse al otro lado de Katsuki y pegar su mejilla contra la de él—. Da igual si no cantas bien. Ninguno de nosotros lo hace en realidad. Bueno, a excepción de Kyoka, pero ella sólo va como juez de nuestras competiciones mensuales, y la de hoy es sólo una visita por diversión.

—Creo que por hoy paso de-... —Empezó Katsuki a excusarse como muchas otras veces, pero fue justo Hanta quien dio en el clavo para convencerlo.

—Eres terrible cantando, ¿verdad? —Una risa amplia y burlona—. ¿Es por eso que nunca nos acompañas, Bakugou?

Y es que la vena competitiva que habitaba en su interior no toleraba retos tan obvios como aquel, por lo que Katsuki corroboró la hora (todavía tenía tiempo para distraerse y volver a su piso antes que Izuku) y acabó accediendo a ir con ellos.

—Ya verán quién es el que mejor canta de todos —los retó de buena gana, la maleta de deporte al hombro mientras los seguía al karaoke más cercano.

 

Así como mentir no era lo suyo, exagerar tampoco lo era. Y Katsuki demostró desde la primera canción que tenía un oído afinado y podía cantar sin problemas. Por turnos fueron eligiendo canciones de toda clase de géneros disponibles, y en la ronda final terminó cantando Katsuki una canción a dueto con Kyoka, porque resultó ser que ellos dos eran quienes mejor adaptaban su voz a la melodía y hacían un deleite de la canción que cantaban.

—En verdad sabes cantar de lujo —lo elogió Denki cuando Katsuki le entregó el micrófono y se sentó al lado de Eijiro.

De hecho, la razón principal por la cual Katsuki se había decidido a asistir no era para matar tiempo o paliar la soledad, sino porque buscaba un consejo, y nadie mejor que su amigo Eijiro para eso. Ya desde los tiempos de la universidad había sido Eijiro la voz de la sabiduría para Katsuki, que más veces que no actuaba motivado por no la mejor selección de sus sentimientos y a veces se veía metido en bretes de los que no habría sabido salir por su cuenta de no ser por la intervención del buen Eijiro, siempre listo para prestarle su oreja y hombro según fuera necesario.

Así que Katsuki iba a agachar metafóricamente la cabeza y aceptar lo que fuera que éste le indicara.

—Uhm, ¿tú y Mina cuánto tienen saliendo juntos exactamente? —Preguntó Katsuki en un momento estratégico en el que la chica de Eijiro tenía para sí el micrófono y era vitoreada por el resto de sus amigos.

Con un vaso de bebida a medio camino de su boca, Eijiro le dirigió a Katsuki una mirada de asombro y bajó su mano de vuelta al regazo.

Aquello no era lo habitual. Katsuki no se metía en los asuntos de nadie, le incumbieran o no; él simplemente aceptaba las cosas como eran, sin preguntas ni prejuicios.

—En octubre serán dos años —replicó Eijiro, y porque su curiosidad podía más, así se lo hizo saber a Katsuki—. ¿Por qué es que lo preguntas?

—Sólo… —Rascándose la palma de la mano donde un par de callos producto del crossfit le servían de distracción, Katsuki repitió las palabras que había ensayado por la última media hora en su cabeza—. Uhm, me preguntaba, ya sabes, cuánto les tomó pasar de ser amigos a ser pareja…

Eijiro arqueó una ceja. —¿En serio?

Con un bufido, Katsuki puso los ojos en blanco. —¿Qué, acaso no tengo permiso de sentir curiosidad al respecto? Sólo recuerdo que de pronto no tenías novia y luego sí.

—Perdona si no te mantuve informado de cada paso de mi relación con Mina —ironizó Eijiro de buena gana—, considerando que estabas en Sapporo y a veces tardabas días en responder mis mensajes. Por no mencionar que mi vida amorosa jamás tuvo mucho interés para ti.

—Pf, no eran días. Si acaso uno o dos cuando más ocupado estaba, pero-… —Katsuki se detuvo en seco al atrapar a Eijiro con una sonrisa mal disimulada en labios que revelaba lo mucho que se divertía tomándole el pelo—. Oh, si serás idiota…

—Vale, vale —se defendió Eijiro cuando Katsuki amagó darle un puñetazo en el brazo—. Tú quieres saber de lo mío con Mina y yo que me expliques la razón. Es lo justo, ¿no?

—No me interesan tú y Mina sino… Uhm… —Katsuki hizo una mueca, porque lo que estaba por revelarle a su amigo era casi tan incómodo como visitar al dentista con un absceso palpitante en una muela—. Argh, olvídalo.

—Hey, no. Esto puede ser divertido. Dos hombres hablando de relaciones, parejas, sentimientos —enumeró Eijiro con una sonrisa—. No hay nada más masculino que eso, ¿correcto?

Katsuki no respondió a su pregunta, y ya que Eijiro lo conocía mejor de lo que le daba crédito, aprovechó que sus amigos le pedían a Mina una segunda canción para dar solución a sus inquietudes.

—Ok, si debo ser honesto… Mina y yo celebramos nuestro aniversario en octubre porque fue la fecha que elegimos con ese fin, pero… En realidad estábamos juntos como desde marzo. Febrero si tomas en cuenta ese día de San Valentín que pasamos juntos.

—¿Cómo puedes estar en San Valentín con alguien y no considerarlo pareja? —Preguntó Katsuki, a quien aquella ecuación no le resultaba plausible. Y para no dejar dudas, así se lo hizo saber a Eijiro—. No tiene sentido.

Tras un trago a su bebida, Eijiro se pasó la mano por la nuca. —Mina estaba saliendo con alguien, que dicho sea de paso era un patán, y la plantó justo un día antes de San Valentín. Ella pensaba sorprenderlo con una cena en un restaurante de lo más elegante y una reservación en su love hotel favorito, pero seh… Todo se fue al trasto. Estaba devastada, y le duró algo así como media hora, porque el muy imbécil rompió con ella por medio de una llamada y después actualizó su estado de Facebook de ‘soltero’, porque nunca quiso darle un nombre a lo que tenía con Mina, a ‘en una relación’.

—Pedazo de mierda —gruñó Katsuki, disgustado con aquel tipejo del que no tenía noción apenas un minuto atrás.

—Exactamente, gracias —asintió Eijiro con solemnidad—. Y lo peor no fue eso, sino que Mina descubrió que ella era la otra, y la que chica que ahora aparecía como su novia era en realidad su pareja de los últimos cinco años. Y ahí no acaba todo, sino que iba a reunirse con ella ese San Valentín en el mismo restaurante donde Mina había hecho reservaciones para pedirle matrimonio.

—Parece la trama de un dorama.

—Y espera, que se pone mejor —dijo Eijiro, ya absorto en el relato que él mismo contaba—. Mina me pidió ir con ella al restaurante para confrontarlo, y el plan era sentarnos en la mesa contigua a la suya y actuar como si nada hasta que sacara el anillo de compromiso y entonces ella le gritaría sus verdades, pero…

—¿Qué salió mal? —Inquirió Katsuki, impaciente por escuchar el desenlace de semejante historia cargada de drama.

—Que la misma chica le tiró el anillo a la cara y lo acusó de serle infiel con su propia hermana, y su mejor amiga, y una compañera del trabajo… Mina consideró que no valía la pena entrometerse como la cuarta en discordia, y salimos de ahí lo antes posible.

—¿Y fue ahí cuando se volvieron novios?

—Más bien… —Eijiro entrecerró un ojo y ladeó la cabeza hacia ese lado—. Fue la primera noche que tuvimos sexo. Sexo por despecho, valga la aclaración. Mina lloró a la mitad de la faena…

—Debes de ser terrible en la cama —le chanceó Katsuki, pero Eijiro denegó con la cabeza.

—Los dos hicimos mal al irnos juntos a la cama esa noche. Mina estaba vulnerable, y yo me aproveché de eso pensando que estaba bien como terapia para superar a su ex, pero… Me perdonó, y para compensármelo, ¡sus palabras, no las mías, que conste!, volvimos a intentarlo días después. Resultó que éramos compatibles en la cama, y así transcurrió febrero. En marzo comenzamos a salir en… Bueno, no diría que citas, pero ya no nos veíamos sólo para tener sexo. Así estuvimos hasta octubre, cuando nuestros amigos nos preguntaron si éramos o no novios, y el resto es historia… Por supuesto, esta versión que te cuento es entre tú y yo porque así lo decidimos Mina y yo, así que apreciaría tu discreción.

—Puedes contar con ello —replicó Katsuki con la misma seriedad que Eijiro se lo pedía—. Ni una palabra a nadie.

—¿Entonces me contarás por qué has preguntado al respecto?

Porque al menos le debía eso a su amigo, Katsuki le narró una versión reducida de su conflicto interno y se sinceró como pocas veces en la vida.

—Supongo que no tiene sentido ocultar más que Izuku y yo nos hemos estado viendo.

—Algo sospechaba, sí —bebió Eijiro de su vaso—, y no soy el único.

—Ya. Y no todos han tenido la decencia de meterse en sus propios asuntos, pero… Lo que sea. No somos novios, si es que alguna vez te lo preguntaste.

—Mmm, ya lo imaginaba —dijo Eijiro, que ante la mirada de inquietud en Katsuki, se aclaró—. No olvides que yo he conocido a Izuku con algunas de sus parejas, y es diferente a como se comporta contigo. Con Mirio, por ejemplo, no se ocultaba. De saludo y despedida se besaban en la boca, e Izuku charlaba con Ochako de los sitios a los que ellos dos salían en sus citas. Cosas así.

—Mi punto es que… —Alcanzó Katsuki a enunciar antes de que Mina terminara su tercera canción, y con un atronador aplauso del resto de sus amigos les recordara a él y a Eijiro que no estaban a solas, y que habían elegido uno de los peores sitios para tener un tête à tête directo del alma.

—¡Ah, eso ha sido intenso! —Exhaló Mina al sentarse al lado de Eijiro, y abriendo el menú, pidiendo a Denki que ordenara una ronda más de bebidas.

—Yo paso —dijo Katsuki, con un vistazo rápido a su móvil para ver la hora—. Igual es tarde para mí.

—Quédate, no te vayas —pidió Mina, pero Katsuki recogió sus cosas y dejó sobre la mesa su parte de la consumición.

De salida intercambió con Kyoka y Denki la confirmación de ese fin de semana verse en el piso de éste último para trastear un poco con las canciones de la banda, y después salió al pasillo del local de karaoke.

El contraste entre el pasillo insonorizado y el reservado cargado del dióxido de carbono de sus respiraciones, el aroma de sudor acumulado y el calor de sus cuerpos en un espacio tan reducido fue agudo. Katsuki aspiró hondo para refrescarse, y por inercia se llevó la mano a la frente, donde encontró su piel pegajosa por una finísima capa de sudor.

Un tanto insatisfecho por la interrupción de Mina, Katsuki se dispuso a partir cuando la puerta se abrió una segunda vez y Eijiro salió.

—Les dije que saldría a fumar —dijo como razonamiento.

—Tú ni siquiera fumas. No es nada masculino, según tus palabras.

—¡Y las sostengo! Además pronto tendré competencias y debo cuidarme en cada aspecto de mi salud, pero no podía dejarte ir así —dijo Eijiro, que le indicó a Katsuki la salida al callejón trasero para terminar esa charla suya.

—¿Mina te creyó que salías a fumar?

—No, y de paso pidió que le disculpes por su metida de pata. Ella también quiere verte con Izuku —explicó Eijiro el recargarse contra el muro.

Katsuki le imitó con un pie sirviéndole de ancla. —Uhm…

—Sólo di lo primero que se te venga a la mente.

—Izuku.

—Vale, eso es bastante obvio. Sólo tienes ojos para él desde que llegaste a Plus Ultra.

Katsuki exhaló por la nariz. —No puedo evitarlo. Yo… Nunca antes… Por otra persona… Es tan nuevo para mí. Y no quiero que termine.

—¿Y has considerado en hablarlo con Izuku?

—Ah, eso… —Katsuki se cruzó de brazos frente a él y bajó el mentón hasta casi tocarse el pecho—. Lo hablamos. Muy al inicio cuando todo era, uhm, sólo físico, y quedamos de ir despacio.

—Ya veo.

—Pero ahora quiero más.

—¿Y hace cuánto que fue eso?

—Un… —Katsuki chasqueó la lengua—. Un mes.

—Vas rápido.

—¿Para qué esperar si sé claramente lo que quiero? —Gruñó Katsuki, pero Eijiro tenía otra perspectiva.

—Te entiendo. Y no me lances esos ojos como dagas; realmente estuve en tus zapatos, colega. Cuando Mina terminó con su novio, no quería saber nada de los hombres en general. Claro que teníamos sexo, pero ella insistía en que bien podría haberse vuelto lesbiana esos días si es que su atracción por las mujeres no fuera nula. Ella no estaba lista para una relación incluso si yo sí lo estaba, y no podía presionarla. Es lo mismo con Izuku para ti.

—Pero Izuku no acaba de salir de una relación.

—No, quizá no, pero… —Eijiro se rascó la nariz, y sus siguientes palabras fueron bien meditadas—. No ha estado del todo solo estos meses antes de que tú comenzaras a trabajar en Plus Ultra. Debes entender que antes él y Mirio iban en serio, eran pareja en todos sus aspectos y definiciones, pero después de romper... Se mantuvieron separados por una temporada, pero era obvio para cualquiera que los conociera que de nuevo se estaban acostando juntos como en los viejos tiempos.

—Izuku dice que eso se terminó.

Y Katsuki le creía. Debía creerle, porque al menos ese era el acuerdo que habían establecido entre ellos dos, de no incluir a terceros y los riesgos que conllevaba.

—Ya, pero... Es un ciclo —masculló Eijiro, como si le pesara ser él el portador de malas, terribles noticias para Katsuki—. Después de romper, Izuku sale en un par de citas y después se estanca, luego vuelve a Mirio una temporada y tarde o temprano vuelven a romper. Luego conoce a otra persona y...

—¿Crees que ese soy yo? ¿El tercero en discordia?

—Me sabe mal decírtelo así, pero eres el número cuatro —dijo Eijiro, torciendo el gesto. Cuatro. Que como japoneses que eran tenía un contexto de mala suerte impresionante—. Y no digo que esta vez no pueda ser diferente, pero Izuku ya ha demostrado un patrón, y creo que depende de él reconocerlo y romperlo.

—Yo lo romperé —gruñó Katsuki, asumiendo el mando de una situación que no le correspondía salvo de manera indirecta—. Yo me encargaré.

Poniendo su mano en el hombre de Katsuki, Eijiro le dio un apretón. —Mira, no digo que hagas nada al respecto. Sólo te pongo al tanto del cuadro completo para que al menos estés en las mismas condiciones que Izuku y Mirio.

—Eso explica por qué el muy imbécil de Togata no sabe aceptar un ‘no’ de Izuku.

—Ya, esos ‘no’ acaban por convertirse en ‘sí’ con perseverancia —confirmó Eijiro, dejando ir a Katsuki—. Mirio lo sabe y se aprovecha.

—Imbécil...

—Puede ser, pero no negarás que para él Izuku no es un juego, sino un premio a conseguir. Y —se apresuró a agregar cuando el instinto competitivo de Katsuki tomó posesión— no digas que es lo mismo para ti. Si cometes los mismos errores que Mirio, no te sorprenda si al final Izuku te aparta de su lado.

—Tsk, ¿estás de parte mía o de Izuku?

—Oh, yo creo en el amor —dijo Eijiro con una sonrisa fácil y encogiéndose de hombros—. Te deseo lo mejor, colega, pero no me gustaría que ganaras con trampas. A la larga, eso te colocará en la misma categoría que Mirio.

Katsuki puso los ojos en blanco y resopló, pero no se lo reprochó. Eijiro tenía razón, y además, no iba con su estilo. Si conseguía que Izuku lo eligiera, sería por sus propios medios.

—Seguro los demás deben estarse preguntando si salí a fumar la cajetilla entera o un habano —dijo Eijiro, y Katsuki le pasó la mano por el cabello, despeinando su melena puesta en punta con ayuda de productos diversos—. ¡Hey!

—No eres tan malo en asuntos del corazón. Deberías abrir tu propio consultorio cuando esto del fisicoculturismo no funcione.

—¡No me eches la sal, Bakugou!

Y tras un par de frases más de despedida, Katsuki y Eijiro se separaron en direcciones opuestas.

 

Katsuki pasó por la tienda de conveniencia de su barrio para matar esos últimos quince minutos antes de que Izuku llegara a su piso a la hora convenida, y un letrero al lado del mostrador llamó su atención.

—Disculpa —llamó al empleado que en esos momentos escaneaba sus productos—, ¿este servicio está abierto?

—Gojiro, alguien te busca —llamó el cajero a alguien más al fondo de la tienda, y se presentó con Katsuki un individuo grande y mal encarado que hacía honor a su nombre y extendió la mano en su dirección.

Con dedos torpes, Katsuki se rebuscó en los bolsillos hasta dar con sus llaves, y se las entregó.

—¿Cuántas y de cuál?

—Una de cada una.

—Quinientos yenes por cada una y son cinco. Dos mil quinientos yenes, ¿está bien?

—Sí.

—Márcalo, Tenma.

El cajero así lo hizo, y Katsuki se pasó veinte minutos de su tiempo comiendo una bolsa de papas fritas y hojeando una revista de manga que había comprado mientras el tal Gojiro hacía un juego de llaves de cada cerradura importante de su piso. Una del edificio, otra de su puerta principal, la de acceso al cesto de basura comunal, una para la terraza, y la última era a su dormitorio. Que en realidad jamás cerraba, pero Katsuki no quería dejar espacio a las dudas.

Era todo o nada, y él elegía todo.

Mientras esperaba, los ojos de Katsuki vagaron hacia una máquina gashapon de las que había tres en la entrada, y sacudiendo su bolsillo para cerciorarse de que tenía cambio suficiente, salió y escogió aquella que le había llamado la atención en primer lugar.

Incluso para él que era un ignorante en temas de halterofilia, la existencia de All Might no era nueva, porque Yagi Toshinori se había hecho un nombre como portavoz social y rostro público durante sus años de activo como atleta. Su popularidad había disminuido con su retiro, pero no tanto como para que la mercancía con su nombre fuera difícil de encontrar en una ciudad como Tokyo, y aquella máquina de gashapon que entregaba figuras con su cara era la prueba más contundente de que su nombre y renombre todavía eran un elemento permanente en la cultura japonesa actual.

Katsuki depositó las monedas y giró la perilla, poniendo así en acción el mecanismo. Una serie de clics le indicaron que la transacción había sido exitosa, y segundos después tenía en sus manos un pequeño huevo semitransparente en el que se podía apreciar una figurita de All Might con una cadena metálica y un gancho para utilizarse como llavero.

Un llavero para el nuevo set de llaves que en ese momento Gojiro salió de la tienda de conveniencia para entregarle, y que hicieron a Katsuki sonreír.

Que como si se tratara de una señal del destino, Katsuki sintió su móvil vibrar en su bolsillo, y al encender la pantalla para cerciorarse de quién era, su sonrisa se ensanchó más.

 

IM: Salí antes y ya estoy afuera de tu piso.

IM: Sé que estás en el karaoke.

IM: [Una fotografía tomada en un ángulo que no captura la luz en los ojos de Katsuki, tampoco su atención, pero sí el micrófono que tiene en mano y la boca abierta de la que sale una nota poderosa.]

IM: Fue Mina la que me la envió, no te molestes con ella.

IM: Pensó que me gustaría tenerla y tiene razón ;)

IM: ¿Prefieres que nos veamos otro día?

KB: No. Ya voy en camino.

KB: En cinco minutos estaré ahí.

 

En realidad, habrían de ser diez por la distancia entre la tienda de conveniencia y su bloque de departamentos, pero Katsuki emprendió un trote ligero y lo consiguió en tiempo récord.

En la esquina de su manzana, Katsuki disminuyó el paso para ir guardando una a una el nuevo juego de cinco llaves en su recién adquirido llavero, y terminó justo a tiempo al llegar al portal y encontrar ahí a Izuku con las manos en los bolsillos y tarareando para sí una canción que de pronto le resultó a Katsuki de lo más conocida.

—Maldita Mina, ¿también te envió un video? —Gruñó Katsuki, no hacia Izuku por seguro recibir un video de él cantando justo esa melodía, sino contra Mina por hacerlo a escondidas.

—Varios, de hecho. Cantas bien.

—Bah.

Apartándose para dejar a Katsuki abrir el portón del edificio, Izuku perdió la oportunidad de recibir su nuevo set de llaves. Y la escena se repitió de vuelta a la entrada del piso, con Katsuki frunciendo el ceño porque no encontraba el momento adecuado para darle las llaves y decirle que eran suyas.

Tampoco favoreció a su causa que Izuku resoplara con cansancio al dejar la comida que había comprado de paso en un restaurante de especialidades chinas y procediera a contarle de la desastrosa sesión que había tenido con uno de sus alumnos mientras sacaba platos y colocaba los cubiertos en la mesita de la cocina.

—... lo juro, Tamaki es bueno y puede levantar el mismo peso que Mirio, pero su timidez se lleva lo peor de él en cada ocasión. Justo hoy trabajamos en su falta de habilidad para mantener una buena posición con la barra en brazos y público, pero no parece que vaya a funcionar —masculló Izuku, que como siempre que cedía a la presión, convertía su diálogo en un monólogo a la mitad de su volumen y repleto de observaciones sólo para él—. Es decir, ¿cómo puede Tamaki ser tan tímido? No es su primera competición, ya debería estar acostumbrado al público, pero es precisamente por eso que nunca consigue clasificar. All Might ya lo amenazó con sacarlo del equipo olímpico si no consigue superarlo antes del próximo mes y... Lo siento. ¿Te estoy aburriendo?

Con la jarra de té helado en las manos, Katsuki denegó con la cabeza. —No, continúa.

Izuku siguió así por diez minutos mientras los dos se lavaban las manos y después se sentaban a comer. Izuku apenas si probó bocado, en tanto que Katsuki se dedicó a comer, y a asentir y denegar en las pautas que éste le dejaba para ello.

Al final, Izuku liberó un profundo suspiro, y con un dumpling en el aire, masculló: —Sólo espero no tener que ser yo el que le dé la mala noticia a Tamaki si es que esto sigue por el mismo camino...

—¿No es Tamaki amigo de Mirio? —Izuku asintió una vez, el cejo levemente fruncido.

—Ajá.

—¿No has probado en hacer que sea Mirio el que hable con Tamaki? Tú eres su entrenador, y no pongo en duda tus habilidades, pero si las dificultades que tiene Tamaki son personales y no técnicas, quizá le sirva mejor hablar con un amigo y no con su entrenador al respecto.

El dumpling volvió a bajar, e Izuku se pasó treinta largos segundos con los dedos en el mentón y analizando pros y contras de la opción que Katsuki le habían presentado. Por último...

—¿Sabes qué? Podría funcionar.

—No lo habría sugerido si pensara que no lo haría —replicó Katsuki, y a pesar de su tono arrogante, Izuku le agradeció la claridad inclinándose a través de la abarrotada mesita y plantándole un beso en la boca.

—Gracias, Kacchan. Eres el mejor.

—Uh...

Y ajeno al efecto devastador que tenía en él sin siquiera intentarlo, Izuku por fin empezó a comer.

 

Después de la cena y coordinarse para lavar los platos sucios, poner las sobras en el refrigerador y limpiar la cocina (todo un cuadro doméstico que hacía sentir a Katsuki satisfecho con lo que tenía con Izuku), Katsuki prescindió de preguntarle a Izuku si se quedaría a pasar la noche y en su lugar empezó a llenar la bañera.

En un inicio, la pregunta era “¿te quedas?” en un fingido tono de despreocupación. Era una también una invitación a hacerlo, y en una mayoría de veces, algo así de tres sobre cuatro, Izuku accedía. Para Katsuki consistía en una buena proporción de éxito; no ideal hasta que llegara al 100%, pero sabía contar sus victorias, y esa era una de ellas. Esa una de cada cuatro veces se debía a que Izuku no trajera consigo ropa (situación que Katsuki había solucionado mostrándole un amplio cajón en su armario con instrucciones de llenarlo al menos con dos cambios completos) o porque tuviera que estar en su propio piso para alimentar a Kuro.

A ratos se resentía Katsuki con el gato de Izuku por tener su devoción de aquella manera tan inequívoca, pero luego reconsideraba sus celos como algo estúpido, porque era una mascota de la que hablaban, y nada ponía en el rostro de Izuku esa expresión de total felicidad como hablar de su perezoso gato negro que tenía por predilección dormir en sus cojines de color claro y llenarlos de pelos.

Mientras esperaba a que la bañera se llenara de agua, Katsuki contempló diversos escenarios de cómo entregarle a Izuku el juego de llaves de su departamento. Su usual acción (no que lo hubiera hecho antes) sería tirárselas al pecho con esperanza de que las atrapara en el vuelo y mascullar algo como “tuyas, úsalas como quieras”, pero en vista de que la charla con Eijiro le había abierto los ojos a la situación precaria en la que vivía con Izuku, quería algo un poco más... romántico. ¿Quizá?

«Qué tontería, ¿romántico cómo?», se reprochó Katsuki con la vista en la tina, ya llena hasta la mitad de su capacidad. Romance eran flores, chocolates, música de violín y todos esos clichés, no algo tan burdo como un juego de llaves con el llavero de All Might que él tenía en el bolsillo trasero de sus pantalones deportivos y quemándole a través de la tela como una brasa al rojo vivo.

Eijiro en su lugar seguro que pondría las llaves en una caja llamativa y la cubriría con un listón, haciendo de su entrega un evento exagerado, pero Katsuki no podía forzarse a ello. No iba con él, y salirse de su habitual yo no sólo le haría sentirse terriblemente incómodo, sino que Izuku también lo encontraría anómalo y no dudaría en hacérselo saber.

Jugueteando con los dedos por encima de la superficie del agua y que ya estaba por alcanzar el nivel máximo, Katsuki suspiró, y por poco sufrió un infarto cuando la voz de Izuku a su espalda (más cerca de lo que era saludable bajar la guardia) le sacó del trance.

—¿Ocurre algo?

—¡Carajo! —Exclamó Katsuki, metiendo la mano al agua caliente y girándose al mismo tiempo para encontrar a Izuku a una distancia mínima—. ¿Cuándo entraste?

—Hace unos segundos. No quería interrumpirte, pero el nivel del agua-...

—¡Mierda! —Maldijo Katsuki, cerrando el grifo con más fuerza de la necesaria.

—Y pensé que el que estaba estresado era yo, pero... —Con un suspiro, Izuku regresó sus pasos para cerrar la puerta y se despojó de su camiseta.

—¿Qué haces?

Izuku apoyó las manos en su cadera unos segundos antes de meter los pulgares en su pantalón deportivo y tirar de él junto con los bóxers hasta el piso.

—¿Y a ti qué te parece que hago? —Haciendo equilibrio en un pie y luego en otro para quitarse los calcetines, Izuku no se mostró tímido de estar desnudo frente a Katsuki. No sólo su cuerpo estaba esculpido con horas de trabajo en el gimnasio, sino que además Katsuki ya había recorrido cada centímetro de su extensión utilizando sus ojos, labios y dedos; no quedaba nada nada nuevo por explorar, inclusos si cada vez resultaba tan excitante como la primera—. Vamos, desnúdate también.

—Pero...

—Te tallaré la espalda —ofreció Izuku al acercarse a Katsuki y sacarle la camiseta con mínima resistencia—. Y así podrás contarme qué te preocupa, ¿ok?

—No me preocupa nada —masculló Katsuki, pero no se opuso, porque la idea de bañarse con Izuku sonaba de lo más tentadora...

Mientras Izuku buscaba el banquillo, Katsuki se despojó del resto de sus prendas y obedeció la orden de sentarse y dejar que Izuku se encargara del resto.

—Ahora que lo pienso, esto puede ser parte de una buena rutina —dijo Izuku haciendo espuma con la barra de jabón y una loofa—. Cena y baño. O baño y cena. El orden da lo mismo.

—Siempre y cuando después haya sexo —murmuró Katsuki, e Izuku aprobó su idea al posicionarse de rodillas detrás de él y plantarle un beso justo entre los omóplatos.

—Si eso te parece bien...

Tras regular la temperatura del agua y mojarlos a ambos, Izuku no perdió tiempo en cubrir a Katsuki de espuma y empezar a tallarle no sólo la espalda, sino también el torso y las extremidades. Para el final dejó su rostro, y eligió un limpiador facial que éste tenía medio escondido y sin etiqueta entre sus artículos de aseo personal.

—Al fin conseguí borrar ese ceño fruncido de tu rostro —dijo Izuku el masajear las mejillas de Katsuki con sus pulgares y ascender a sus sienes en movimientos circulares.

—También una jaqueca —murmuró Katsuki, reticente a revelar cuánto se había visto afectado por su mismo estrés.

—Menos mal que me tienes aquí para solucionarlo.

Luego de terminar de lavar a Katsuki, éste insistió en corresponderle el favor a Izuku, y después se enjuagaron mutuamente bajo el chorro de la regadera. La tina de Katsuki era demasiado pequeña para permitir que los dos cupieran dentro, así que Izuku entró primero unos minutos y después le cedió el lugar con un beso en los labios e indicaciones de relajarse.

—Pondré a lavar la ropa sucia y volveré con una cerveza helada para ti —prometió al salir del baño repleto de vapor, y Katsuki se sumió en la quietud del agua caliente.

Al cabo de unos minutos, volvió Izuku con su cerveza, sí, pero también una expresión cerrada.

—Uhm, encontré dos juegos de llaves en tu bolsillo —dijo como de pasada, dejando al lado de Katsuki un par de toallas mullidas para cuando quisiera salir, y éste le sujetó por la muñeca.

No era así como Katsuki lo había planeado. El momento carecía de romanticismo, pero qué diablos, no había nada mejor que el aquí y el ahora, así que le acarició la cara interna de la muñeca con el pulgar y lo miró directo a los ojos.

—Son tuyas.

—Pero...

—Quiero que las tengas.

—Kacchan...

—Detesto que tengas que esperar afuera cuando vienes y no estoy, así que eso se acabó. Hice copia de un juego y ahora son tuyas.

Izuku se arrodilló al lado de la tina. —¿No es demasiado... pronto?

—Sólo pido que las aceptes —dijo Katsuki—. Para mí significa que eres bienvenido en mi vida y en mis espacios.

Analizando sus palabras y moviendo apenas perceptiblemente los labios en un monólogo consigo mismo, Izuku asintió una vez, y en su mano libre separó los dos juegos de llaves. El que era de Katsuki quedó sobre su palma, pero ese otro con llaves relucientes de nuevas y un llavero de All Might con todos sus colores intactos entró en su dedo anular por la anilla y ahí se quedó.

—Gracias.

Ahora era suyo, igual que lo era ya Katsuki.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

¿Y han notado ya que los arreglos de vivienda de Izuku son muy sospechosos? Katsuki está más que dispuesto a abrirle las puertas a su vida, e Izuku es más reservado al respecto. ¿Qué teoría piensan al respecto? Prometo que la respuesta es buena :)
Graxie por leer~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).