Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Disforia por Daena Blackfyre

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Ese día hacía mucho frío e incluso había nevado por la noche, pero cuando Ace salió de su casa ya el sol había derretido todo dejando sólo un rastro de tierra mojada. Decidió no ir a la escuela. No tenía ánimos ni ganas de estudiar, pero ya podía imaginarse las reprimendas que le daría Sabo cuando se entere. Ya era suficiente con que Dadan y Garp lo molesten con el tema, pero él también se había sumado al grupo de "tienes que ir a la escuela, idiota". A Ace no le molestaba estudiar —quizá sólo algunas materias en específico—, pero lo que no quería era ir hasta ese lugar.


Metió las manos en los bolsillos y se escondió del frío dentro de su bufanda. En su casa faltaban varias cosas y alguien debía hacer las compras. Ace ya había aprendido que debía ir él mismo porque Dadan pasaba cada vez menos tiempo en casa. Al menos ella había aceptado esa nueva dinámica y le dejaba dinero, no mucho, pero algo.


Compró lo que le alcanzó y pensó que podía cocinar pasta. Era económico y siempre quedaba bien. No tenía muchas recetas en su repertorio, pero sí las suficientes para sobrevivir. Saludó a las personas de la tienda, porque ya lo conocían hace años, pero no se cruzó con demasiada gente en su trayecto.


Cuando llegó a la puerta de su casa, sintió que alguien se acercaba a él y Ace no se asustó por esa persona que lo abrazó porque ya sabía quién era.


—Oye, tranquilo —mencionó Ace con una sonrisa cuando se separaron—. ¿Tanto me extrañaste?


—¿Acaso está prohibido? —retrucó Sabo y Ace sólo puso los ojos en blanco—. ¿Estuviste de compras?


—Alguien tiene que hacerlo.


Luego de responder, buscó sus llaves y entró a la casa junto con Sabo. No había nadie allí, tal y como esperaba. Se acercó a la mesa para dejar las cosas que traía y comenzó a quitarse su abrigo para dejarlo en la silla. Guardó las cosas y miró a Sabo con una ceja arqueada porque lo notó muy callado.


—¿Quieres prender la estufa? —dijo viéndolo y sólo recibió un gesto como afirmación.


Ese lugar parecía un iglú, no quería imaginarse cómo estaba su habitación de congelada. Guardó sus compras y caminó hacia su habitación para abrirla, no estaba tan fría como esperó.


Sabo lo siguió y se tomó el atrevimiento de tirarse en la cama mientras suspiraba. Sonrió al verlo y se sentó a su lado.


—Pareces abatido —comentó viéndolo detenidamente—-. ¿Pasó algo?


—No es nada —aseguró Sabo. Al parecer, no quería hablar del tema aún y lo respetó.


Ya se imaginaba que el imbécil de su hermano seguro le hizo algo o sus padres lo habrían molestado. Le impresionaba que Sabo tuviera esa familia tan horrorosa. No deseaba conocerlos, ya suficiente una vez cuando vio a ese tal Stelly de casualidad y se quedó con ganas de golpearlo.


Ace se recostó en la cama y Sabo agradeció esa cercanía. Ambos se miraron de frente y sonrieron.


El lenguaje tácito que desarrollaron ayudaba a que se entendieran sin necesidad de hablarse muchas veces. Sabo lo vio recostarse a su lado y volvió a abrazarlo sintiéndose necesitado de su contacto. Su brazo rodeó la cintura de Ace y ya no sintió tanta vergüenza como en otras ocasiones. Habían comenzado a hacer ese tipo de cosas un poco más seguido, en su mayoría abrazos muy cercanos y algunos besos. Cada vez se acostumbraba más a estar cerca de Ace.


Sabo estuvo a punto de preguntarle si podía hacerlo, si podía acercarse y darle un beso, pero sintió que no era necesario. Ambos lo hicieron. Probar la boca de Ace siempre le causaba escalofríos en su piel. Suspiró entre sus labios sintiendo un inexplicable alivio al besarlo y quiso más. Esto era tan extraño, tan nuevo, que lo pensaba quizá demasiado seguido. Le emocionaba y le llenaba de un vigor inexplicable. Abrazó a Ace más cerca de él y sintió las manos de éste rodearle también, sostenerlo y acariciarle el cabello hasta que las cosquillas recorrieran su espalda provocándole estremecimientos.


Tocar a Ace se sentía demasiado bien y había desarrollado una especial fascinación por esa curva que formaba su cuerpo. Le gustaba delinear con su mano desde el hombro hasta el final de su espalda, pero Sabo siempre se quedaba allí preguntándose si estaba bien bajar más o no. Le costaba entender cómo funcionaban esas cosas, quería tocar, pero no sabía hasta dónde podía hacerlo o qué quería Ace que hiciera.


En esa ocasión se animó un poco más y sintió cómo su amigo pegaba un respingo en el medio del beso cuando acarició sobre el pantalón vaquero que traía. Esa parte de Ace también había crecido un poco, estaba más redondeada, y Sabo sintió que su cara enrojecía de una forma furiosa cuando se dio cuenta que estaba tocándole el trasero y le gustó.


Fue raro y electrizante, eso pensó Ace. Se apartó para mirar a Sabo por la sorpresa, no porque quisiera que se apartara. Le dio un poco de impresión, pero también le agradó la forma en que sus entrañas se apretaron cuando lo hizo. Flexionó su pierna para colocarla encima de las de Sabo pensando que deseaba estar más cerca, pero tampoco quería que resultara incómodo para su amigo, aunque no pareció ser así porque sintió cómo esa mano bajaba acariciando su muslo y acentuando más esa cercanía tan próxima.


Volvieron a besarse. Hundió su boca en la de Sabo y sintió la lengua de éste inmiscuirse entre sus labios. La primera vez que intentaron besarse así fue un fiasco, pero habían mejorado mucho. Ya sus dientes no se golpeaban en ese afán desesperado por querer probar hasta el sabor de la garganta del otro. Aprendieron a calmarse y explorar despacio, por más que a veces la ansiedad les ganara.


Sabo se fue contra Ace cuando sintió que la paciencia se convertía en fuego en su vientre. Le besó la comisura de los labios, la mejilla y bajó un poco más hasta el cuello. Había descubierto la forma feroz en la que su amigo se estremecía si lo besaba allí. Ace se aferró a él con fuerza y suspiró cuando Sabo cerró los labios sobre su piel. Casi podía sentir cómo el cuerpo del otro se erizaba a través de la ropa mientras más besaba. Su piel ardía afiebrada y no paraba de pensar en abrazarlo así.


Sabo fue consciente de la posición en la que estaban cuando Ace lo abrazó por el cuello y sintió que apretaba la camiseta que traía. En sus ansias por querer probarlo, fue avanzando más hasta colocarse encima de su cuerpo, entre sus piernas y con los dientes sobre su piel como un vampiro ansioso.


—¿Ace...? —masculló Sabo con la voz ronca apartándose para verlo. Quería saber si estaba bien con esto que sucedía, con la forma en que estaban avanzando las cosas, pero tragó saliva al verlo.


Desde que lo conocía, y ahora más, pensaba que Ace era lindo. Sin embargo, verlo así, mordiéndose los labios, su rostro rojo y con los ojos llorosos entrecerrados; provocó que una parte muy específica de su cuerpo latiera. Sabo sintió vergüenza cuando se dio cuenta de ese detalle y pensó en alejarse, pero Ace sólo lo abrazó más fuerte.


—Me gusta —aseguró relamiendo sus labios húmedos mientras Sabo lo miraba expectante—. Se siente... bien.


No sabía explicar de qué forma se sentía bien, pero así era. A Ace no le gustaba explorar mucho su cuerpo o tocarse, porque le parecía extraño. Sin embargo, alguna veces lo había hecho, pero pocas. Contra la cama, sobre la ropa, dentro de la ducha. Ahora, podía sentir esas mismas ganas y percibía que a Sabo le pasaba algo similar.


Se besaron de nuevo y cerraron los ojos temerosos por estar haciendo algo mal o lastimar al otro por su propio deseo curioso. Siguieron. Confiaron y se tiraron al abismo tomados de las manos.


Ace acarició la espalda de Sabo, levantándole un poco la camiseta y atreviéndose a tocar aquella piel y pasarle ligeramente las uñas. Oyó un suave quejido que su amigo dejó escapar entre sus labios y le gustó mucho. Las ansias crecieron y el calor comenzó a quemarles. Sabo tocó las piernas de Ace y se preguntó cómo sería tocarlas sin ropa, pero esa sola idea le dio escalofríos. Su cuerpo prácticamente se adosó al de su mejor amigo y se movió contra él ya sin importarle que notara cómo estaba, la mente la tenía nublada y la pena ya no fue un impedimento para buscar alivio.


Sabo tragó saliva cuando lo oyó gemir aferrándose a él y ocultándose en su cuello. No fue capaz de meditar qué ocurría o qué hacían con exactitud. Sólo volvió a mover su cadera y lo hizo de nuevo hasta que los sonidos escaparon de él siendo opacados por los rechinidos de la cama vieja. Se sentía bien, fue una locura, como si el mundo perdiera sentido y forma a su alrededor mientras ellos sólo estaban concentrados en el otro.


La presión fue mucha. La voces ahogadas resonaron entre los rincones de la casa y los movimientos se volvieron cada vez más necesitados, más torpes y brutos hasta que algo se rompió.


Oyó a Ace gemir fuerte en su oído y se arqueó contra su cuerpo de una forma que le hizo casi desmayarse. Sabo intentó contenerse, porque sabía qué sensación estaba abarrotándose en su ingle amenazando con ensuciar su ropa, pero le fue imposible. Cuando se quiso dar cuenta, estaba respirando agitado junto a Ace sin querer soltarlo.


Cuando ya recuperaron el aliento, Sabo se apartó y Ace lo dejó ir. Ambos se miraron entendiendo a partes lo que acababa de ocurrir. Ace parecía asombrado, pensativo y también con mucha pena como si algo malo hubiera ocurrido.


—Yo... —balbuceó Sabo apartándose lo suficiente para ponerse de rodillas en la cama—. Tengo que ir al baño y...


Se levantó sin decir más y Ace se sintió confundido allí solo mirando el techo intentando procesar lo que habían hecho.


Eso que hizo con Sabo se sintió como cuando se tocaba solo, pero un millón de veces más intenso. Incluso aún podía sentir su entrepierna latiendo. Pasó una mano por allí y tragó saliva. Estaba asustado pero también muy impresionado. Se sentó en la cama finalmente más calmado y con su respiración normalizada. Tenía muchas preguntas en su mente, aunque fueron puestas en pausa cuando Sabo volvió al cuarto.


—Ehm... —dijo con duda mientras se rascaba la cabeza y se quedaba parado sin atraverse a acercarse—. ¿Podrías prestarme ropa?


Ace arqueó una ceja sin entender y luego miró los pantalones de su amigo. La tela tenía una oscura aureola debajo de su vientre y Ace abrió los ojos sorprendido. ¿Acaso él también...?


No dijo nada porque era obvio lo que sucedió y sólo asintió sintiendo que su cara ya estaba de todos los colores menos el normal. Se acercó a los cajones donde guardaba sus cosas y comenzó a rebuscar.


—También debería cambiarme —comentó pensando que estaba un poco incómodo.


—No creo que tengas este problema —aseguró Sabo con frustración.


—Siempre se siente muy mojado —dijo tomando un par de pantalones limpio para volver a acercarse a su amigo, quien lo miraba con sus ojos grandes llenos de curiosidad.


—¿Ah sí? ¿Es mojado?


Esas preguntas hicieron que apretara los labios y estrujara la tela entre sus manos. Recordarle a Sabo qué tenía entre sus piernas le resultaba raro y no quería que éste se sintiera incómodo por mencionarlo. Sin embargo, no fue así. Ace percibió como esa mano siempre amable le levantaba el rostro para que viera la sonrisa cálida que le regalaba. La forma en que lo miraba sólo hacía que su corazón palpitara frenético.


Por más que hace unos minutos se estuvieron besando y pasaron cosas intensas, querían volver a probar la boca del otro. La necesidad les quemaba.


—Tengo que cambiarme... —mencionó Sabo con un tono que Ace no supo identificar pero le hizo respirar con más dificultad.


—Sí... —asintió—. También yo.


Silencio. Había cosas que querían decir y hacer, pero no tenían las palabras y les daba miedo accionar. Sabo sostuvo el borde de su camiseta.


—¿Debería...?


—Iré al baño —interrumpió Ace y le tendió la ropa—. Cámbiate mientras.


Sabo no dijo nada, sólo asintió y tomó las prendas. Ace se fue y cuando se encerró en el baño fue libre de respirar. El corazón le latía muy fuerte y se sintió mareado por tantas preguntas que dieron vueltas su cabeza.


Exhaló aire pensando en lo que ocurrió. Fue muy intenso y no sabía cómo sentirse. Su cuerpo estaba cansado y la piel le hormigueaba aún. La situación se les salió de control, pero ¿estaba mal eso? A ambos parecía haberles gustado, pero tampoco estaba seguro si ese era el sentimiento que debía tener.


Prefirió cambiarse por la ropa que se llevó y no pensar en eso. Cuando se bajó los pantalones se sorprendió. Dios, eso era demasiado. Las pocas veces que se tocó sabía que esa parte se ponía húmeda, pero le avergonzó verse ahora. Usó todo el papel necesario para secar y salió pensando que después debería lavar las prendas que escondió en el cesto de ropa sucia, pero de eso se ocuparía después. Ahora estaba muy cansado.


¿Debería haberse cambiado delante de Sabo? Ya lo había visto desnudo —técnicamente— antes, pero eso no significaba que le diera menos pudor. No se sintió listo para mostrarse de esa forma, pero si pensaba en la intimidad que acababan de tener... quizá no fuese una completa locura.


La gente hacía eso ¿no? Se supone que estaba bien o algo así. Ace nunca se sintió muy interesado. Ahora comenzaba a despertar este tipo de deseos y todo parecía tan extraño, nuevo y avasallante que no sabía cómo reaccionar ante cada una de las cosas que le pasaban.


Cuando regresó a su cuarto, Sabo estaba sentado en su cama y parecía igual de perturbado que Ace. Ninguno de los dos entendía qué estaba pasando, pero sí sabían que a ambos les gustó y que eso estaba bien.


Ace se acercó a la cama y Sabo lo envolvió en sus brazos. Eso quería. Que lo abrazara y lo siguiera besando un rato más.


—¿Estás cansado? —preguntó Sabo acariciándole la espalda—. Eso que pasó...


—Está bien —Ace se adelantó sonriendo—. Me gustó y... creo que podría dormir una siesta.


Eso pareció divertir a su amigo y lo oyó reír. Ace dormía mucho, ya no sabía si era por su enfermedad o porque él era un oso, pero Sabo se acostumbró a ese detalle de su ser. Ambos se acurrucaron bajo las mantas y durmieron un rato hasta que Dadan apareció para gritarles que despertaran.


Cuando los vio en la cama ese día, comenzó a prohibirle a Sabo que durmiera allí y Ace no entendió cuál era el problema. Si ellos dormían juntos desde niños. ¿Será que la mujer había notado algo? Ace no preguntó, pero Sabo siguió quedándose a escondidas.


No hablaron de lo que pasó entre ellos, pero tampoco les dio miedo volver a intentarlo y explorar qué era esto que estaban descubriendo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).