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Emperor’s Crown por yellowmuffy

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Notas del capitulo:

Existen muchos tipos de amor, pero nunca debemos confundir a la obsesión con uno de ellos... 

Disfruten su lectura!

--[5]--


 


Durante las siguientes semanas en que sanaron sus heridas el dolor leve en su bajo vientre persistió y finalmente Tao fue confinado a su cama. Sintiéndo cómo por fin su vientre iba creciendo, casi como si su hijo se hubiera estado escondiendo hasta que lo descubrieran y ahora pudiera salir de su escondite.


 Los días eran largos y aburridos, sólo las pocas visitas que recibía podían romper la monotonía. La más frecuente de todas, la de Kyungsoo, que lo continuaba instruyendo en cosas nuevas. La más reciente el cómo tocar la cítara, asegurando que el sonido ayudaría a calmar al príncipe heredero y a desarrollar su intelecto incluso antes de su nacimiento. La siguiente en frecuencia la del médico real, que se encargaba de visitarlo por lo menos dos veces por semana para evaluar su estado y, extrañamente, para contarle chistes y anécdotas relacionadas con Zhoumi, siendo una constante que siempre traía consigo los dulces favoritos de Tao bajo la manga. 


Además de ellos, Yifan y Xiumin se mantenían a su lado, cuidándolo ahora más que nunca. Xiumin se encargaba de mantener cubiertas todas sus necesidades, mientras Yifan se encargaba de mantener el ánimo alto. Incentivandolo a hablar con su bebé, a tener ilusión con su llegada y pensar en el futuro de una manera más positiva. 


En cuanto al emperador, se le habían prohibido las visitas nocturnas, al menos en lo que Tao recuperaba sus heridas y ganaba fuerzas. En ese momento no había nada más importante que el bienestar del futuro heredero y su madre. Así que incluso el monarca tuvo que acatar esa orden. Dejándo a su esposo tranquilo, al menos por un tiempo. 


Hoy, por fin, luego de tres largos meses tenía permitido salir a almorzar en uno de los jardines. “Pero nada de estrés” le había recalcado Siwon. Aún así Tao no desaprovecharía esa oportunidad. Así que se alistó con ropa cómoda y pidió a Xiumin que preparara todo para su salida. 


 


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Era un nuevo día, uno de los muchos en los que el rey había solicitado privacidad para poder andar con tranquilidad por los pasillos de su palacio, con la intención de encontrar a su amante. Ese día sin duda lograría hablar con Luhan, se había propuesto. Caminaba por el ala oeste cuando a sus oídos llegó un sonido placentero. Y, atraído por la música, Sehun cambió su rumbo y se dirigió hacia la fuente del sonido. 


La imagen que lo recibió fue la de Tao sentado en uno de los pabellones con vista al estanque, sentado, con los ojos cerrados, sus dedos moviéndose con delicadeza sobre las cuerdas de una cítara. Su cabello más largo que antes corría casi completamente suelto por delante de su hombro. Con un traje en tonos claros, holgado, que poco disimulaba su vientre crecido. Una imagen que, Sehun debía reconocer, estaba llena de belleza. 


El sonido de las cuerdas se detuvo y la siguiente voz que escuchó hizo que la sonrisa de satisfacción cayera de su rostro. 


- Ha mejorado mucho, alteza -Como siempre el fiel y molesto soldado se encontraba a distancia prudente, acompañando a su esposo. 


- Gracias, gege -El rostro de Tao resplandeció con una sonrisa sincera, a la vez que acariciaba con ternura la curva de su abdomen.


Cuando Tao hizo un ademán por levantarse, de inmediato sus dos súbditos corrieron a ayudarle a incorporarse. Yifan siendo el encargado de soportar su peso, colocando un brazo alrededor de su cintura, provocando un sonrojo por parte del noble con ese toque tan íntimo. 


Sehun los miraba con odio, no podía creer que hicieran eso a plena luz del día, desafiándolo, humillándolo. De nuevo. Estaba por ir a ponerlos en su lugar, cuando una voz lo detuvo. 


- Lo estaba buscando, majestad -su madre caminó grácilmente a su encuentro. 


- Ahora no, madre. No tengo tiempo -Trató de quitárselo de encima pero Kyuhyun no se quitó de su camino. 


- La ira nos puede llevar a cometer locuras, hijo -Aparentemente su madre sabía perfectamente sus intenciones- Acompáñeme, por favor -le pidió. 


Sehun bufó, dándose la vuelta y fue en dirección de su objetivo original.


 


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Encontró a Luhan en la biblioteca más lejana del palacio, justo la única que Sehun evitaba visitar siempre. El mensajero se veía completamente concentrado leyendo uno de los libros del lugar, sin notar su presencia cercana. Sonrió de lado y se acercó más. 


- Al fin te he encontrado -Sehun fue al grano, acortando al fin la distancia que los separaba, inclinándose un poco sobre la mesa para poder verlo mejor- ¿Por qué me estás evitando? -interrogó.


- ¡Majestad! -Luhan cerró el libro en un movimiento reflejo por la sorpresa- No lo estoy evitando -Contestó Luhan sin cambiar su semblante serio- ¿Cómo está el príncipe consorte? 


Sehun juntó sus cejas en un gesto de molestia. 


- ¿Por qué me preguntas por él? A tí no te interesa Zitao.


Para Luhan era increíble que Sehun dijera eso ¿Qué había hecho para que lo creyera? Se preguntó. 


- Me interesa, es mi señor. Mi deber está con él. 


Sehun tiró al suelo los papeles le tenía en las manos de un sólo golpe y tomándolo de los hombros, lo obligó a mirarlo cara a cara. 


- ¿Qué te sucede? -Exigió saber- ¿Por qué te comportas así conmigo? ¿Es por Tao?


Aunque las manos del monarca no ejercían fuerza en su agarre, Luhan se retorció como si aquello lo lastimara. 


- Estás molesto porque ahora Tao lleva a mi hijo ¿Cierto? -Sehun se aventuró a conjeturar, ignorante del verdadero motivo por el que Luhan ponía distancia entre ellos. 


- ¡No! -Se apresuró a responder Luhan- Se lo he dicho antes, tengo mucho trabajo -Mintió tontamente. 


- No insultes mi inteligencia, me estás evitando. 


Luhan se veía y sentía nervioso ¿Cómo decirle al rey que habían sido descubiertos? Contarle de su conversación con Wu sólo haría las cosas peores. 


- Los rumores corren por el palacio y creo que lo mejor para ambos es distanciarnos un tiempo. Más ahora que tiene un heredero en camino -Dijo al fin. Una verdad a medias. Esperando que para Sehun fuera suficiente, pero no fue así. 


- ¿Y qué importan los rumores? -Soltó el menor con cinismo- Soy el rey ¿Lo olvidas? Ahora que mi hijo está en camino los rumores me importan menos que antes. Sólo piénsalo, en cuanto mi hijo haya nacido, ya no necesitaré más de Zitao y podré deshacerme de él al fin. Imagínalo, nadie dirá nada si muere en el parto. 


Luhan lo miró sorprendido. 


- ¿Q-qué ha dicho? -Su voz se cortó a media frase de la conmoción. 


Sehun sonrió de lado, malinterpretando aquello como entusiasmo. 


- Digo que falta poco para que al fin podamos estar juntos -Aprovechando el momento, envolvió al más bajito en un abrazo y susurró contra su oído- Sólo espera un poco más. Juntos criaremos a mi hijo y seremos una familia. 


Con lentitud Luhan se separó de él y le dedicó una mirada incrédula. 


- T-tengo que irme -Le dijo y salió corriendo de la biblioteca. 


 


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Tao caminaba por uno de los jardines del palacio, disfrutando del aire fresco, pronto tendría que volver a su recámara personal y quería aprovechar al máximo las horas que le quedaban afuera. 


Daba sus pasos con calma, cuidándose de no tropezar por el camino empedrado, siendo seguido de cerca por Xiumin y Yifan, hasta que el sonido de voces lo hizo detenerse. 


- Te digo que lo ví yo misma. Y no es la primera vez que los veo juntos -Le decía una sirvienta o otra en secreto. 


- No lo puedo creer ¿El rey y el mensajero Luhan? -Respondió su acompañante, con lástima y sorpresa en la voz- Pobre del príncipe consorte, ser traicionado de esa manera y por uno de tus sirvientes…


- Lo sé, es horrible, nunca imaginé que el joven Lu fuera tan ambicioso. 


- ¡¿Qué creen que hacen?! ¡¿No saben que esparcir rumores está prohibido en el palacio?! -Yifan se acercó a ellas furioso. Haciendo que las dos brincaran en su lugar. 


- ¡Alteza! -Soltó una de ellas en cuanto vió la figura de Tao unos pasos más atrás de ellas. El color abandonó el rostro de ambas y al instante se tiraron de rodillas- ¡Perdónenos, por favor, alteza! ¡No fue nuestra intención!


- ¡Merecen un castigo por lo que hicieron! -Xiumin también las reprendió molesto. 


Tao en cambio no dijo nada, sólo se dió la vuelta dándole la espalda a los cuatro. 


- Estoy cansado, quiero volver a mi cuarto -dijo antes de iniciar su paso por el mismo camino por el que había llegado. 


- Alteza, no debería dejar pasar esta clase de comportamiento -Le hizo ver Yifan.


- Déjalas, Yifan-ge. Estoy seguro de que no volverán a hablar de esto denuevo -dijo sin más y siguió sus pasos hacia las escaleras. 


- Príncipe Tao -Lo llamó Xiumin acelerando su paso hasta estar a su lado- ¿Está bien?


El menor asintió y se detuvo un momento. 


- Estoy bien -le dijo con voz cansina- En verdad no me sorprende. Sé que Sehun me odia, era cuestión de tiempo para que encontrara un amante, solo…


- ¿Solo? 


- Solo nunca imaginé que fuera a ser Luhan -Fue lo último que dijo antes de reanudar su marcha. Todo el entusiasmo que había logrado acumular a lo largo del día, se había esfumado de repente. 


 


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No lo entendía, ¿Por qué Luhan lo seguía evitando? ¿por qué Tao seguía revoloteando en su palacio con ese tonto soldado? ¿Por qué nadie le prestaba más atención? ¡Él era el rey! Pero hasta su madre estaba completamente inmerso en su futuro nieto. 


Se sentía frustrado, muy frustrado. ¿Cómo un rey que tenía miles de personas a sus pies no podía conseguir lo que quería? 


Molesto, entró en su estudio personal a meditar un rato en la compañía del vino. Varios pergaminos esperaban a ser leídos por él, pero en ese momento el trabajo era lo que menos quería realizar. Le sería imposible concentrarse en una sóla de las palabras, de todos modos. 


Sus ojos vagaron por la habitación llena de lujos y se pararon sobre un instrumento exhibido en una de las esquinas del estudio: Una cítara. Bellamente tallada con madera de una variedad muy rara y escasa. Los expertos aseguraban que su sonido era inigualable, casi de origen divino. Había sido un regalo de uno de los países aliados y se había mantenido en el mismo rincón desde su llegada. Quizá ya era hora de que alguien lo tocara. 


- Tú, ven aquí -le hizo una seña a uno de sus sirvientes para que se acercara. 


- ¿Sí, majestad? -El aludido se acercó con la mirada gacha. 


- Quiero que alguien venga y limpie la cítara que está en ese rincón -Señaló el instrumento- Déjenlo listo para ser tocado. 


- Sí, majestad.


- Y otra cosa -Añadió- Manden por mi esposo. Quiero escuchar su progreso en las clases de música. Pero asegurense de esperar hasta que Wu Yifan se haya ido, no lo quiero rondando por aquí -Concluyó. 


El sirviente dudó un segundo, recordando la orden del médico Choi de mantener al rey alejado del príncipe consorte, pero tratándose de una orden directa del mismísimo monarca, no podía negarse a menos que quisiera recibir azotes hasta la muerte. 


- Sí, majestad -Aceptó el joven y cumplió con lo que le pedían. 


La limpieza del instrumento estuvo lista en un abrir y cerrar de ojos. Y unos cuantos minutos después, los sirvientes anunciaron la llegada de su esposo. Les pidió que lo dejaran pasar y ordenó a todos que los dejaran solos, no quería ni una sola alma cerca. 


- ¿Me llamó, majestad? -Tao ingresó a paso lento a  su estudio personal, su rostro inexpresivo, pero el leve temblor en sus manos lo delataba. Aún le temía y el temor era la forma más primitiva del respeto. Quizá no todo estaba perdido para su esposo- ¿No cree que es un poco tarde para pedir por mi visita?


- Te vi esta mañana tocando la cítara, toca algo para mí -le pidió. Señalando el instrumento que había sido colocado ahora al centro de la habitación.


Con cautela Tao se acercó y tomó asiento frente la cítara. Tocando las cuerdas con las puntas de sus dedos, preparándose para tocar. A diferencia de esa mañana, su cabello ya no caía suelto, si no se hallaba recogido y adornado por horquillas de oro; mientras su vestimenta sencilla y cómoda había sido cambiada por la ropa tradicional de una emperatriz. Claramente teniendo que cambiar su atuendo para poder estar presentable frente al emperador, como lo exigía el protocolo. 


- Hermoso -Observó Sehun ante los primeros acordes dejando para sí mismo el hecho de que aquel halago iba dirigido al intérprete y no a su música, analizando cada detalle de la figura de Tao, colocándose detrás de él para deleitarse también con el aroma dulce que despedía su piel.


Zitao por su parte cerró los ojos, tratando de olvidar la idea de tener a ese hombre tan cerca, concentrándose lo más que podía en las notas. Cosa que le fue imposible cuando Sehun tomó una de las horquillas de su cabello y la retiró arrojándola al suelo. Continuando con las demás hasta que no quedó ninguna. Deslizando después los dedos por su mandíbula, acariciando la piel de su cuello hasta llegar a sus hombros, retirando delicadamente la tela que los cubría. 


- ¿Qué hay tan especial en tí? ¿Por qué te sigo deseando? -Beso la piel recién descubierta de su hombros. Moviendo los dedos de su otra mano por la parte delantera de su cuerpo. Hasta detenerse sobre su vientre. Era la primera vez que lo tocaba desde que descubrieron su estado. Su hijo residía ahí. Su sangre, su legado. 


Tao detuvo la música y trató de apartarlo sintiéndose incómodo ante el tacto, pero Sehun se mantuvo firme. 


- ¿Por qué me alejas? -Siguió hablando en su oído- Al general Wu seguramente lo dejas tocarte ¿Por qué a mi no? 


- El general Wu y yo no tenemos ese tipo de relación. Nunca haría tal cosa -“A diferencia de usted” Tao lo pensó, pero no se atrevió a decirlo en voz alta. 


Mentiroso. Fue el pensamiento que cruzó de inmediato la mente del rey ¿Acaso Tao creía que él estaba ciego?


Sin previo aviso, Sehun lo tomó del cuello y lo presionó contra el suelo con fuerza, tomándolo por completo desprevenido, impidiéndole respirar con su agarre. 


- No me mientas y dime ¿Qué tengo que hacer para que seas sólo mío? Eres mi esposo, llevas a mi hijo dentro, gimias debajo mío por las noches y aún así… ¿Por qué sólo le sonríes a ese hombre?... Lo amas ¿Verdad?


Tao no respondió, en cambio, luchó por quitar el agarre de su garganta con toda la fuerza que le quedaba por la falta de oxígeno, sin conseguir que se moviera ni un centímetro. Estaba desesperado, no podía gritar. Hacía lo que podía por mantener la conciencia, tanteando su alrededor en busca de algo que pudiera ayudarlo y cuando lo encontró no lo pensó dos veces. 


Tomó la afilada horquilla de oro y la clavó con el lado afilado en el pecho de Sehun, que gritó de dolor soltando por fin el agarre en su cuello.


 


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Luhan tenía los nervios de punta, después de escuchar que Sehun tenía toda la intención de matar al príncipe Tao. En sus manos pendía la vida del noble, pero no podía decírselo a nadie o provocaría un caos. Así que como única solución lo que había resuelto era seguir a Tao de manera discreta, asegurándose que nada malo le sucediera. 


Sabía que el mismo Sehun había asegurado que esperaría hasta que su hijo naciera, pero con lo voluble del rey, eso no era una garantía y Luhan no quería vivir con la culpa de la muerte de Tao a su espalda. Es por eso que, cuando vió al príncipe consorte salir de su salón privado, sólo acompañado de Xiumin, después de recibir un mensaje del rey, sospechó y los siguió. 


Justo como pensaba, Zitao fue a dar al estudio privado del rey y el sirviente, Xiumin, fue obligado a esperar afuera, mientras el resto de la servidumbre del rey se retiró. 


Los siguientes minutos fueron una tortura. Algo en su estómago le decía que las cosas no irían bien. Él lo sabía. Así que al escuchar un grito proveniente del estudio del emperador, corrió a su encuentro. Casi atropellando a Xiumin en su camino, que entró unos segundos después de él. 


Con horror, Luhan presenció la escena, su príncipe hecho un ovillo en el suelo, llorando y temblando de miedo, su ropa desarreglada y manchada de sangre, marcas rojas de dedos en su cuello, y en sus manos una horquilla manchada, el arma asesina. A su lado, arrastrándose por el suelo en un charco de sangre estaba Sehun, sus ropajes teñidos casi por completo de carmesí, heridas atravesando su pecho.


Su corazón dió un vuelco, había llegado demasiado tarde, pensó, quedando congelado en su lugar. 


Xiumin fue el primero en moverse a pesar de la turbación que evidentemente sentía. 


- Su alteza, tiene que irse de aquí de inmediato -La voz le temblaba pero era lo suficientemente firme para captar la atención del príncipe. 


- Yo no… yo no quería lastimarlo… yo sólo quería salvar a mi bebé. 


Luhan vió como el sirviente se acercó a él y ayudó a Tao a ponerse de pié, las piernas le temblaban pero aún podía andar. 


- Vaya a dónde el general Wu y huyan de aquí lo más rápido que puedan. ¡No hay tiempo! -Colocó su abrigo en los hombros del noble y le dio un empujón, incitando que avanzara


- No quiero dejarte, gege -Sollozó Tao aferrando con sus manos temblorosas la tela del abrigo. Sabía que dejar ahí al mayor era una sentencia de muerte. 


- ¡No se preocupe por mi! ¡Váyase ahora! -le ordenó Xiumin con firmeza. 


El moreno dudo un segundo pero así lo hizo, corrió hacia la salida sin mirar atrás. 


Mientras tanto Xiumin se movía con rapidez cerrando la estancia, tratando de darle tiempo a Tao de escapar. 


- Tenemos que evitar que se den cuenta de lo sucedido lo más que podamos ¿Qué vas a hacer Luhan? -el mayor al fin se dirigió a Luhan sacándolo de su estupor. 


- L-lu… h-han…d...deten..lo -Le llamó Sehun desde el suelo en un carraspeo casi inentendible por la sangre que se acumulaba en su garganta- A-ayu...dame…


Luhan se arrodilló a su lado e hizo lo único a su alcance por detener la hemorragia del rey, tomó el trozo de tela más cercano que hubiera y con él presionó la herida aparentemente más grave. 


- Perdóname, Sehun -Le suplicó- No puedo pedir ayuda, debo darle tiempo a mi príncipe para irse… Lo siento. 


El rostro del rey se contorsionó de ira e hizo un intento de apartarlo o gritar por alguno de sus sirvientes. Pero Luhan no se lo permitió, ocluyendo con su mano libre la boca del monarca, manteniéndolo en su lugar ayudado por la debilidad del otro. Llorando a mares e implorando a los cielos que el príncipe Tao pudiera escapar o que Sehun muriera.


 


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Tao corría lo más rápido que su embarazo le permitía, cubierto por las sombras proyectadas en la noche. En todo su camino, no se detuvo hasta alcanzar la habitación de Yifan y azotó la puerta nada más llegar. 


- ¡Gege! ¡Abre la puerta, por favor! -suplicó. 


La figura de Yifan de inmediato apareció al reconocer la voz que le llamaba con tanta desesperación y al ver el estado en el que el noble se encontraba una ola de cólera le recorrió las venas. 


- Él quería hacerme daño de nuevo y yo...¡Creo que lo maté, Yifan! -Chilló Tao en medio de un ataque de pánico. 


No había tiempo para pedir más detalles si lo que decía era cierto, pero si Tao seguía de esa manera les sería imposible escapar. El soldado tomó a Tao de las manos, que temblaban de manera incontrolable, tal vez por el frío o por la sangre que aún goteaba de ellas y con completa calma le habló:


- Tranquilo, estoy aquí -Yifan lo acercó a su cuerpo apretándolo contra sí mismo, hasta que sintió el temblor detenerse- Yo siempre estoy contigo ¿Recuerdas? Respira profundo. 


Tao asintió e hizo lo que pudo para calmar su respiración. Mientras el soldado se encargaba de limpiar todo rastro de sangre de manera rápida y colocar las cosas más indispensables en un pequeño saco. 


Lo que sea que hubiera sucedido, sólo faltaban unos minutos para que alguien se diera cuenta. Tenían que irse ahora. 


- Vamos Tao -Lo ayudó a incorporarse- Saldremos por la puerta de la servidumbre, es la más cercana, solo espero que no esté custodiada. 


Iban corriendo por uno de los pasillos. Era el último tramo antes de llegar al patio donde se encontraba la puerta, cuando una persona se topó con ellos de frente al doblar en una esquina. 


Choi Siwon los miró sorprendido y ambos se detuvieron en seco. Tao rogando a su médico con la mirada que los dejara pasar. Con sus enormes ojos Siwon los recorrió y de inmediato notó la urgencia en sus rostros. Se hizo a un lado y asintió, dándoles el paso. Si alguien le preguntaba algo, él nunca había salido de su habitación esa noche, pensó. 


Y Yifan y Tao continuaron corriendo hasta por fin dar con la salida. Gracias a los dioses, no había ni un alma en los alrededores. 


Yifan agradeció al cielo y a su instinto después de dejar atrás al palacio y correr con Tao hacia el bosque. Esperando tener suerte en el resto de su trayecto. 


 


[ . . . ]

Notas finales:

Tao y Yifan han tenido que emprender la huida pero... lo lograrán?? 

este ha sido uno de los capítulos que no son tan largos, pero me ha costado algo de trabajo escribir y al final no estoy de todo contenta con el resultado jajajaja

Gracias por leer! Matta nee~!!


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