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Amor, Secretos y el Instructor del gym por PrincessIce

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Mime bajó del auto sin comprender que tramaba Alberich. De solo mirar toda esa gente fitness desde el cristal, sintió aturdimiento, se sentía fuera de lugar.

 

– Apúrate, nos vamos a inscribir – menciona el de cabellos amatista.

 

Tan ensimismado estaba que terminó por reaccionar cuando escuchó la voz del hombre enorme que les daba la bienvenida.

 

– Sean bienvenidos, pueden venir a las 6 de la tarde para su primera visita, estas son sus tarjetas premium – el moreno les entregó una tarjeta a cada uno. 

 

Mime parpadeó un par de veces sin poder creerlo que Alberich los haya inscrito y con tarifa preferente mientras su mente se había ido a alguna parte del Universo.

 

–Okey… ¿qué se supone que debo ponerme? – ropa deportiva  sólo tenía el uniforme del colegio, ante su pregunta Alberich solo reía divertido.

 

– Sabes que eso no es problema – susurró en su oreja. – Iremos de compras ahora–

 

– Ya sabes que no puedo estar gastando en todo esto… ahora te debo la membresía del gimnasio– ya empezaba a estresarse Mime con toda esta situación donde lo estaba metiendo Alberich.

 

–¿Y se puede saber quien te está cobrando? – se cruzó de brazos haciéndose el ofendido. – Súbete y vas a ir conmigo de compras… me invitas a comer en tu casa y estamos a mano – fue empujando a su amigo a la puerta del copiloto para que dejara de quejarse.

 

– Eres muy necio ¿sabes? – rodó los ojos sintiéndose derrotado – Te haré un postre también para que desquitemos las calorías – suavizó su rostro mostrando una sonrisa.

 

– Espero hagas esa lasaña que te queda muy buena – y no eran demás esos halagos, Mime tenía buena mano en la cocina, aunque la mayoría de las veces la señora Victoria cocinaba, había enseñado muy bien a su hijo.

 

Después de unos minutos llegaron a las tiendas deportivas Alberich, ni bien entraban a los locales, las empleadas se volcaban a los pies de Alberich para mostrarle diseños exclusivos, y como no, era el heredero de los Megrez, empresarios muy importantes y respetados en Asgard.

 

La ropa iba y venía, procurando que Mime no leyera los precios o le daría un infarto y se negaría a que la compraran.

 

– Sal… si no veo como voy a darte mi punto se vista, tiene rato que escogí y a ti nada de convence – se quejaba Alberich sentado en un sillón frente a los vestidores.

 

– Me veo raro – finalmente salió con una playera y un leggin deportivo que se ceñía muy bien a su trasero.

 

– Ese te queda muy bien, mira – lo giró para que notara su trasero respingón en el espejo. – Quizás hasta termines ligando en el gym, anda ve a cambiarte para que nos vayamos – una sonora nalgada le da arrancando en el pelirrojo  un sonrojo.

 

– Señorita… quiero 5 conjuntos del que se acaba de medir mi amigo, en diferentes colores y lo agregas a mi cuenta – ordenó altivo a la empleada, esperó que saliera Mime del vestidor para ir a pagar con su tarjeta dorada.

 

– ¿no crees que fue exagerado? – pregunta Mime cargando el montón de bolsas de papel, donde llevaban ropa, calzado y accesorios deportivos como si fueran a una pasarela.

 

– Hay que verse presentables y deseables en todo momento, así que mejor sube al auto que ya muero de hambre, espero que me cocines rápido o terminaré devorandote a ti – advierte de forma coqueta.

 

– Lelo, seguro mi mamá ya cocinó pero… el postre quedará en 15 minutos, ya verás… si eres capaz de comerte hasta a mi gato – responde con inocencia.

 

Siegfried inició su turno por la tarde, haciendo cambio con su entrañable amigo Tholl quien le sonrió al ver que su amigo llegaba acompañado de la lapa de su novio el arquitecto, que por cierto, en el gym todos los conocían por ser muy posesivo con Siegfried.

 

– Amor, calienta un poco en la elíptica, mientras voy a checar a los clientes, no tardo, no vayas a echarte el montón de peso sin que esté – Syd asintió sonriente ante la petición de su novio, le fascinaba que mostrara preocupación por que no se lastimara usando los aparatos.

 

En ese instante el par de chicos hacían su entrada triunfal al gimnasio. Sin tener la mínima idea buscaron con la mirada quien les explicara que hacer.

 

– Ven, yo creo que el nos va ayudar – Menciona el chico rico, arrastrando al pelirrojo que se mostraba más que nervioso en ese sitio, un tanto inseguro también al ver tanto cuerpo atlético.

 

De dejó guiar, mientras el veía a un grupo de gorditos batallar con las indicaciones de un rubio bronceado, ahí fue que Mime se dio valor, si ellos podían, ¿porqué no su cuerpo delgado?

 

– Mime, creo que ese es el instructor– comenta mientras se acerca a ese hombre alto con cuerpo de ensueño. 

 

Disculpe ¿usted es el instructor? – pregunta Alberich después de picar con su dedo índice el hombro de Siegfried.

 

Al girarse el hombre este les sonrió, pareciéndole tiernos esos dos; Mime sentía sus piernas gelatinas y su rostro enrojeció como un tomate.

 

– Así es, supongo que son nuevos, vengan les daré su rutina – notaba que tenían nula experiencia en ejercicios, pensó al ver al de cabellos amatistas tan pequeño seguro que no se desarrolló bien por falta de ejercicios, el otro más alto pero con carita de niño asustado.

 

Alberich caminó detrás de Siegfried ligeramente sonrojado, ese tipo tenía unos brazotes, una espalda ancha… demasiado atractivo y esperaba también adquirir un cuerpo así.

 

– Para empezar usaran las mancuernas– tomó el instructor las mancuernas para darles el ejemplo – Ahora tu – observa que los delgados brazos de Alberich las toma en mala posición.

 

El instructor se coloca detrás toma la mano del chico y acomoda las mancuernillas – se toman así ¿lo ves?.. ahora tu pelirrojo– ambos chicos estaban sonrojados y avergonzados, aun lado estaba Syd muriendo de rabia porque ese par se hacían los muy inocentes para pegostearsele a su novio. 

 

–¡Siegfried ya terminé lo que me pusiste a hacer!– Syd no intenta ni disimular sus celos, por más que trata de muy en su interior convencerse que esos mocosos no son competencia para un hombre hecho y derecho como él.

 

Mime mira al muchacho que le gritonea al instructor, solo se hace a un rincón para dejarlo pasar, sin perder detalle de su príncipe.

 

–¡Ya voy!– responde mientras aprieta el paso para ir con Syd, abandonando a los principiantes confiado que prestaron atención.

 

Alberich nota embobado a su amigo en lugar de concentrarse en su primer día de ejercicio, así que busca regresarlo a la realidad –Es fácil, mira Mime – ni bien le devuelve la mirada Mime, los delgados brazos de Alberich no tienen la resistencia, así que da una estrepitosa caída al frente con todo y mancuernas.

 

– ¡Otra vez estás de coqueto con los nuevos! – echo en cara Syd, aprovechando la cercanía con su novio le dio un disimulado pellizco.

 

De lejos los novatos miraban la discusión sin saber que hablaban.

– Oye Albe… ¿Crees que son pareja? – pregunta Mime con tono de desilusión.

 

Alberich los miró de nuevo – No creo, el instructor tiene pinta de que le van las chicas – Alberich tomó la mano de Mime quien en ese momento lo ayudaba a levantarse de la caída, sin embargo, se percató del puchero que hizo su amigo pelirrojo.

 

–Syd, perdóname pero ellos necesitan más mi ayuda, mira en su vida habían entrado a un gimnasio – los miró de reojo – ¿qué puedo hacer para que me disculpes? – levantó la barbilla de su pareja que seguía en su papel de herido.

 

Los ojos de Syd se volvieron afilados – Si hay algo que puedes hacer, ven sígueme a arriba– miró a todos lados y lo tomó de la mano para llevarlo a los tirones al segundo piso del gym.

 

Al llegar a la parte superior, Syd vio aquella puerta donde está el área de pilates en remodelación, arrancó e hizo bolita el letrero de prohibido el paso y llamó traviesamente con el dedo índice a su pareja.

 

Mientras tanto, en la parte inferior del gimnasio se encuentran los novatos Alberich y Mime, haciendo las series con mancuernas que el instructor les dejó de tarea. 

 

Mime se sobaba los brazos por el esfuerzo que estaban haciendo. –¿Y ahora qué?– Pregunta al terminar el ejercicio. 

 

– ¡Mime es el colmo venir para nada! – Alberich se sentía frustrado, ni la maldita membresía dorada estaba valiendo –¡Yo voy a buscar al instructor para nuestra rutina!– dijo con determinación, pues no pensaba quedarse allí parado como inútil hasta que ese mastodonte con músculos se le diera la gana aparecer – A Alberich Megrez nadie lo hace esperar– susurró convencido de obligar al hombre a cumplirles.

 

– Syd no deberíamos estar acá, están remodelando la zona– Siegfried intenta en vano que regrese la cordura en Syd, pero este hace oídos sordos a las advertencias del instructor, se echa a sus brazos a comerle la boca a Siegfried. Enreda su lengua en la ajena, no pretende dejarlo escapar, conoce bien los instintos de Siegfried, solo unos toques y daría su brazos a torcer.

 

– Syd… ¡aquí no! – soltó un jadeo cuando Syd metió su mano al pantalón y comenzó a toquetear su entrepierna que empieza a endurecerse. – ¡Mierda, estoy en mi trabajo, recuerda que casi nos cachan en el baño el otro día!– 

 

– Calla amor, solo disfruta – fue lo último que escuchó de Syd antes que se hincara y bajara su pantalón con todo y boxer, ahora lo único que escuchaba era como chupaba y succionaba vigorosamente su pene. 

 

Ahora si estaba perdido, no podía negar su adicción al sexo, menos ahora que Syd le daba una mamada tan bien hecha, que solo pensaba en como tomarlo de las caderas y hundirse en su interior. 

 

Hilda bajaba de la caminadora para beber un poco de agua, observando como su hermana ahora coquetea con el rubio de piel tostada. 

 

– Disculpa… ¿has visto al instructor?– pregunta Megrez a la distraída mujer.

 

–¿Cuál de todos?... Hagen ahí está coqueteando con mi hermana, el grandote Tholl ya se fue, Don Alde solo está en la recepción y babySieg subió – cuando nombra a este último se sonrojó y quizás hasta otros efectos tuvo pues Alberich tuvo que desviar la mirada cuando los pezones de la chica comenzaron a resaltarse, así que dedujo que mismo instructor buscaba, porque Mime ponía igual esa cara de bobo que la chica de cabellos plateados. 

 

Refunfuñando Alberich siguió el camino que la chica le señaló, no se veía nada, giró hacia uno de los pasillos guiándose por peculiares gemiditos.

 

Sus ojos se abrieron enormemente al ver como el chico gruñón de hace rato se tragaba por completo el pene del instructor.

 

Siegfried disfrutaba tanto, sus ojos comenzaba a blanquearlos del placer, echó su cabeza hacia atrás al momento de expulsar su semilla caliente. Su pareja no dejaba de succionar su abundante semen que escurría por la comisura de sus labios, a la par que su propia entrepierna que ya estimulaba fuera del boxer rociaba el piso.

 

Alberich nunca había visto un momento sexual en vivo, tapó sus labios de la sorpresa – Mejor me voy antes que me vean – susurró mientras retrocedía sin perder un segundo de la película porno que presenciaba, su torpeza hizo pegar con el talón una lata de pintura, en ese momento Siegfried volteó a la puerta, Alberich corrió lo más rápido que pudo con la molestia entre sus piernas, se sentía bobo de sentirse estimulado por tal escena pecaminosa. 

 

– Rayos… creo que me estoy volviendo Voyerista jeje – Susurró mientras bajaba. 

 

– Albe ¿lo encontraste? – preguntó Mime acercándose a su amigo, el otro solo asintió con una sonrisa maliciosa. 










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