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Amor, Secretos y el Instructor del gym por PrincessIce

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Eran cerca de las tres de la mañana cuando Mime al fin se quedó dormido acurrucado en el pecho de Siegfried. Con mucho cuidado se levantó tratando de no mover a Mime, necesitaba hablar con Alberich, todo esto había rebasado los límites, por un momento todo el jueguito le pareció divertido pero esto ya era demasiado.

 

Lo buscó en la sala, ya no había invitados, pero la música clásica resuena en la sala. Allí, en un sillón desparramado con un vaso de licor en sus manos, mueve el índice como si fuese el director de orquesta.

 

El rostro de Siegfried se volvió severo, sin medir su fuerza lo toma de la solapa para zarandear a Alberich. –¿Cómo te pudiste prestar para hacerle daño a Mime?... esto… Alberich esto es imperdonable – 

 

Estaba ebrio, en manos de Siegfried era como un muñeco de trapo, sin equilibrio pero lo miró a los ojos, el mismo tenía la mirada cristalina –¿Me crees capaz?– su lengua arrastra cada letra pero conservando seguridad.

 

– Te creo capaz de esto y más… es mucha casualidad que me amarraras a una cama mientras entregabas en charola de plata a tu mejor amigo– soltó a Alberich de su ropa, cayendo este en el sillón – Y solo para obtener tu propio beneficio–

 

Se sostuvo de los extremos del sofá para no caer fuera – No me conoces… no podría hacerle daño a Mime… yo … yo lo … – 

 

– ¡Basta!... yo me retiro de tu estúpido juego, más te vale que dejes de meter en idioteces a Mime si tanto lo quieres como amigo, no se que carajos le vas a decir a su madre pero te advierto ¡A mí no me metas en más problemas!– Advirtió antes de volverse a la habitación, a primera hora se largaría, lo tenía decidido.



Esa madrugada Siegfried no pudo dormir profundamente, pensando lo que haría, a dónde ir… 

 

Casi las siete de la mañana terminó por empacar sus cosas en la maleta, Mime continuaba dormido, su rostro destilaba inocencia, ingenuidad. Acarició su mejilla, sintió la suavidad de su piel, no merecía lo que sucedió en la fiesta. 

 

Lo miró una vez más y caminó a la puerta.

 

– Sieg...– apenas un hilo de voz salió de los labios de Mime cuando lo vio en la puerta.

 

– Mime, yo me voy– se gira con maleta en mano para responder al pelirrojo. – No estoy dispuesto a involucrarme en las tonterías de Alberich… le dije que esos tipos no me daban buena espina y no me hizo caso, no dejo que fuera al baño por ti– 

 

– No quiero estar aquí… por favor – se acercó a Siegfried y lo tomó de las manos – No quiero verlo, no quiero hablar con él – le miró con ojos suplicantes.

 

Siegfried asintió – Te llevaré a casa, aunque tu madre me insulte… te ayudaré a explicarle lo que sucedió– acarició su cabello, sin embargo, Mime se separó del instructor con cara de espantado.

 

– ¡No!... no quiero que mi mamá sepa nada de eso por favor… yo solo quiero despejar mi mente unos dias lejos de mamá, de Alberich ¿puedo ir contigo?, solo el fin de semana – de nuevo le dedicó la mirada llena de suplica, Siegfried le daba seguridad, aunque todo era muy confuso en sus recuerdos, la imagen de Siegfried llegando a salvarlo no podía borrarlo, tarde pero estuvo ahi, lo protegió, lo abrigó en ese momento difícil, lo cuidó hasta que se durmió, lo respetó, lavó su piel del hedor de esos tipos, le dio su cariño, Siegfried no lo veía como el pasatiempo sexual, era importante para Siegfried, eso lo sentía en su interior.

 

– Esta bien, estaré contigo hasta que te sientas mejor  – lo envolvió en sus brazos y besó su frente.

 

Cerca de medio día la servidumbre continuaba limpiando el desastre de la fiesta, habían dejado la sala como último lugar para no importunar al señorito de la casa, quien seguía dormido después de la borrachera que sostuvo toda la madrugada. 

 

Lyfia se acercó despertar a Alberich – Joven Megrez...– le llamó suave, con el rostro sonrojado de verlo así, con la camisa abierta, en boxer. Fue inevitable para ella imaginarse con el Joven dueño de la casa, besandose, tocandose con pasión. 

 

La ama de llaves, una señora de edad avanzada se acercó a jalarle la oreja –Deja de mirar al joven… muchacha desvergonzada– 

 

La chica cubrió su rubor negando toda acusación, pensando en lo boba que era, un joven adinerado como el señorito Alberich no se fijaría en ella, solo pasa en las telenovelas, se recriminó.

 

Frodi vio a ambas mujeres discutir mirando a Alberich, rodó los ojos y mejor se centró en acomodar las esculturas desalineadas de la sala.

 

De pronto la voz sensual con tintes de resaca las dejó heladas.

 

– De hecho las estoy oyendo… demonios me va estallar la cabeza, Lyfia ¿podrías traerme un analgésico?– se llevó las manos a la cabeza.

 

–¡Joven Megrez ya despertó! – se acercó animada al escuchar el mandato de Alberich – Si con mucho gusto le traigo su medicina – corrió a buscar el medicamento para su adorado patrón. 

 

– Dejen de arrastrar cosas, muero de la jaqueca y ustedes que no saben trabajar en silencio – regañó a Frodi que arrastraba cosas.

 

– Aquí tiene… por cierto su amigo Mime se fue muy temprano con el asistente Siegfried– le informó mientras este ingería el analgésico haciéndolo casi atragantarse con el agua. - No lo quisieron despertar –



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–¿Qué es este lugar? – pregunta Mime mirando curioso la construcción vieja, se notaba que esa propiedad tenía mucho tiempo sin ser habitada. 

 

Siegfried revisaba el tapete de la entrada repleto de polvo, no respondía a las preguntas de Mime, estaba tan concentrado tenía un rato buscando algo.

 

– Sieg, si no me dices que buscas como te puedo ayudar – dejó caer los brazos derrotado, Siegfried ahora macetas pesadas con plantas muertas.

 

– Era casa de mis abuelos ¿contento?– respondió a secas.

 

Mime rodó los ojos, parecía que Siegfried no podía contestar todo de golpe, pensaba que seguro era como esos que escriben en el chat dos palabras cada renglón hasta completar la frase después de horas.

 

El pelirrojo se asomó a lo se supone alguna vez fue la jaula de canarios quizás, había algo metálico, así que metió un par de dedos en la ranura y sacó una llave. 

 

– Si encuentro lo que buscas ¿que me das a cambio?– sonrió triunfal pensando en comerse una caja entera de chocolates como premio.

 

Siegfried levantó una ceja al escuchar al chico, parecía que estaba recuperando el humor, eso era bueno. – Cosas ricas – lo tomó por la cintura de forma seductora, obteniendo un gesto incómodo en el menor. –¡que idiota soy!... Mime no quise… disculpa – lo soltó arrepentido, solo a el se le ocurre insinuarse a un chico que acaba de ser abusado, se reprimió mentalmente.

 

– ¿Esto buscas?– muestra la llave un poco cohibido por lo reacción de Siegfried.

 

– ¡Si! – besó de nuevo la frente del menor.

 

Al entrar los ojos de Mime se abrieron con sorpresa, estaba lleno de polvo, aunque seguro las sábanas que cubrían los muebles estaban conservando un poco las cosas.

 

El pelirrojo dejó en una esquina su mochila y buscó los instrumentos con que poner manos a la obra –¿Te quedará en la puerta?– pregunta con escoba y plumero en mano.

 

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Ya era casi de noche cuando terminaron de limpiar la casa, estaban exhaustos de tanto trabajo, aunque la casa necesitaba con urgencia mantenimiento, la mano de Mime le dio el toque habitable.

 

– Vaya, quedó mejor de lo que pensé – menciona Siegfried dejándose caer en el viejo sofá – Yo se que lo que pasó no es nada agradable y me imagino que buscabas algo de tranquilidad para sentirte mejor… y te traje a este lugar a – la mano de Mime se posó en sus labios para callarlo.

 

– Me hizo bien… cuando se está triste, enojado o frustrado es mejor mantenerse ocupado ¿no crees?, al menos no pienso en eso, y si no pienso en eso no tengo dolor, si estás conmigo no siento miedo – los cálidos y fuertes brazos lo envolvieron con suavidad.

 

– Nunca hubiese permitido nada de eso pequeño Mime – acarició su espalda sin morbo alguno – ¿Porque no te das un baño, estas lleno de polvo?, mientras voy a comprar algo para cenar– el menor asintió con la cabeza y obedeció la petición del instructor. 

 

Después de la ducha bajó al comedor, Siegfried tenía dos suculentas hamburguesas con papas – Si que te alimentas… son gigantes, no creo poder ni comer la mitad – menciona Mime.

 

–¿gigante?... solo es la tamaño Vikingo, es lo que necesito de proteína para esto – levantó el conejo de su músculo.

 

– Ya veo… ¿deberé comer así para ponerme fortachón?– Los brazos delgados de Mime no eran fibrosos, al alzar su brazo mostró la delgadez de estos.

 

– No lo necesitas… tal como eres está bien, eres sexy – el rojo tiñó las mejillas de Mime ante las palabras de Siegfried.

 

– No digas eso… nunca me he visto así – agacha la mirada – y ahora menos… – tomó un par de papas sumergiendolas en la salsa de tomate , de la hamburguesa solo logró comerse un tercio de ella, no sentía mucho apetito.

 

Siegfried limpió la mesa notando un poco decaído al menor. – Ven… – lo llevó de la mano al sofá – ¿Quieres hablar? – el otro seguía sin mirarlo a la cara – Mime… dime que piensas, que sientes ¿cómo te puedo ayudar si no me dices nada?... ¿te duele algo?¿quieres que te revise?– el mayor no había encontrado alguna lesión cuando lo bañó, solo un poco de rozadura en su entrada, pero sentía preocupación que internamente tuviese algún tipo de desgarre.

 

– Yo…. no Sieg, no me duele nada, es solo que … – continuaba mirando el piso.

 

– ¿Entonces qué te preocupa?– levantó suavemente el mentón de Mime para que lo mire a la cara.

 

– Yo me preguntaba si… si no te doy… asco – con nerviosismo logró confesar su temor, sus ojos se cristalizaron esperando una respuesta de Siegfried.

 

– No seas tontito, ¿Por Qué tendría que sentir eso?– negó con la cabeza al mismo tiempo – Nada fue tu culpa, no pienses tonterías, me sigues pareciendo el mismo Mime dulce, tierno, sexy – fue acortando el espacio, esperando que no se asustara, por ello, solo rozó un poco sus labios contra los suyos.  – Me gusta Mime por quien es, nada más – al ver que una pequeña sonrisa se asomó en los labios del pelirrojo volvió acercarse a dar un beso un poco más profundo.

 

Los besos fueron rodando por el tierno cuello, lo sintió temblar y se detuvo –¿Quieres que me detenga?– preguntó cerca de su oído.

 

– Sieg quiero que sigas… quiero sentirte – jadea al volver a sentir los labios de Siegfried recorrer su piel – Quiero que me hagas tuyo. 

 

La ropa cayó una a una en el piso, mientras sus cuerpos se enredaban sudorosos en un parsimonioso vaivén, volviendo cómplices de ese nuevo encuentro esa casa vieja, una unión que no fue llena del morbo salvaje como las otras veces, fue algo más íntimo, sin que nadie los viera, sin buscar instruir, como un antídoto que quiso entregarle a Mime para curarlo de pensamientos negativos, delicado y hasta cariñoso para brindarle seguridad, algo que borrara su miedo.

 

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Ya era Lunes y continuaba en aquella casa vieja, el teléfono lo tenía apagado, se había dejado llevar esos dos días que olvidó reportarse con su mamá.

 

– ¡Mime ya llegué! – se anuncia Siegfried entrando a la habitación – Compré más, eres tan goloso que el paquete anterior ya se nos acabó – mostró la tira de condones, recibiendo de vuelta un almohadazo.

 

– Si como no, ¿no será al revés ?– responde este con el carmín al tope en sus mejillas.

 

– Voy a darme un baño rápido… deberías ir preparando el terreno en lo que salgo – le hace una seña obscena con los dedos simulando que debía dilatar su entrada.

 

– ¡no! ¡Deja de decir cosas vergonzosas! – se tapó los oídos, aún no se acostumbraba a que Siegfried le hablara con sexual, todo eso aun le causaba pudor hablarlo.

 

Mientras su amante se duchaba, encendió el teléfono móvil, encontrando más de cien mensajes de texto de su madre. El tono de llamada de Pokemón comenzó a sonar.

 

– ¿Mamá?... ooh disculpa es que se mojó mi teléfono, lo tuve que meter en arroz todo el fin de semana pero ya encendió – inventó la primera exclusa que se le ocurrió.

 

– Me tenías muy preocupada hijo– dijo con voz más calmada Victoria.

 

– Sigo en casa de Alberich, pero mañana me lleva a la casa ¿si?– responde a su madre sin darse cuenta que Siegfried ya venía hacia él con la toalla en la cintura.

 

Este se retiró la toalla para mostrarle su intimidad al menor – Ya está bañadito Mime, ¿no se te antoja mamarlo?... ¿con quién hablas?– pero a juzgar por el tremendo grito supo de quien se trataba.

 

–¿Sigues con ese depravado?, ¡Me mentiste todo este tiempo!– gritó furiosa – ¡Rompiste la confianza que te di!...¡Quédate con ese depravado si tanto te sientes adulto!¡No te quiero volver a ver!– la cara de susto de Mime y por lo que se lograba escuchar, Siegfried no necesitó que le dijera algo, sabía que estaban en problemas.

 

– Mime yo lo siento… – miró al pelirrojo cuando la llamada se cortó, más bien cuando su madre lo dejó con la palabra en la boca – Puedes quedarte el tiempo que tu quieras… quizás luego se le pase– trató de animar a Mime, ya bastante cargaba con lo de la fiesta y él acababa de cagarla con doña Victoria.

 

– Dudo que se le pase… es muy estricta – suspiró derrotado.

 

– Quita esa cara, ven pequeño… no se acaba el mundo – Siegfried se sentó en la orilla de la cama, tomó al menor de la cintura y comenzó a besarlo, esa señora celosa no iba amargarle la rica noche que les esperaba.







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