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Amor, Secretos y el Instructor del gym por PrincessIce

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– No voy a poder, jamás en mi vida he manejado un auto– Mime retorcía sus manos con nerviosismo, el volante para ese momento estaba húmedo del sudor y aun no arrancaba el auto.

 

– Mi lindo Mime, esto es muy sencillo… a ver repíteme el nombre de cada parte– el jovencito millonario no podía creer que Mime siendo tan inteligente no pudiera memorizar cada parte del tablero del auto, ya llevaban media hora en el estacionamiento de su residencia explicando lo básico.

 

– ¡Ay Ya Albe me estás tratando como retrasado mental! – gritó Mime un poco estresado con la situación. – Este es el botón de arranque, no necesita girar la llave porque tiene botón de encendido – apretó el botón y encendió el auto.

 

– Esta bién, a ver así como está el volante mantenlo, pisa freno y mueve la palanca a D y vas a ir soltando suave el freno y sentirás que el auto va avanzar, con cuidado pisa poco a poco el acelerador – se cruzó de brazos con media sonrisa observando su primer intento de Mime conduciendo su auto nuevo.

 

– Bien… muevo palanca, suelto freno ¿así voy bien?– ladeó completamente su cara para ver la aprobación de Alberich quien asentía orgulloso de su alumno. 

 

Mime suspiró contento, regresó su mirada al frente y buscó con el pie el acelerador pero dio con el vacío. Se le hizo fácil bajar la vista para buscar el pedal, comenzando a descuidar su volante.

 

– Amorcito no muevas el volante, te estás yendo de lado – advierte Alberich.

 

–¡¿qué?! ¡Ay cómo compongo esto!– regresó la vista al frente dejando ir el pie en el acelerador – ¡Oh dios no!–

 

– ¡Mime cuidado! ¡FRENAAA!– grita demasiado tarde, ya se encontraban estampados contra la puerta del lujoso auto de Alberich, este inmediatamente baja del auto para ver que tanto había dañado Mime su vehículo, miraba la abolladura y se llevabas las manos a la cabeza. 

 

Mime se asusra al ver la reacción de su amigo , porque a pesar de ya haber tenido intimidad, para Mime seguía en ese status aunque para Alberich ya consideraba lo de ellos una relación formal.

 

Alberich sacó su teléfono del bolsillo para llamar inmediatamente al seguro de autos, explicaba la situación sin prestar atención a Mime que se encontraba consternado por haber arruinado el auto, era un mar de lágrimas, cuando Alberich lo nota, corta la llamada inmediatamente.

 

– ¡oh Mime, cariño!... no pasa nada solo es un estúpido auto – se apresura a abrir la puerta del piloto para sacar a Mime y consolarlo. 

 

– Perdón… perdón… destruí tu auto – sus manos temblaban aún por la impresión, que si bien no era algo aparatoso, la puerta había quedado completamente sumida y era bien sabido por Mime, cuando adoraba su coche Alberich.

 

– Esa chatarra no importa, además ya lo quería cambiar por otro– mintió para que no se sintiera mal su dulce pelirrojo – Si no te sientes seguro esta bien ¿si?, no voy a presionarte más para que manejes – besó sus mejillas y su frente, después sacó del bolsillo un pañuelo de seda para secar sus lágrimas.

 

 Días después el sentimiento de culpa fue disminuyendo por el accidente en el estacionamiento de la pequeña mansión de Alberich. La invitación a salir a comer helados fue la idea perfecta por parte del heredero de los Megrez. En esta ocasión ese pequeño bebé en el interior de Mime era su perfecto cómplice para abrirle el apetito voraz y permitirle llevarlo a la plaza como una pareja de enamorados.

 

Quizás para Mime era una simple salida para saciar su antojo, acompañado de su mejor amigo y cómplice, su pretendiente porque hasta ese momento tenía el permiso de Mime para poder ligarselo, pero todavía sin formalizar nada en concreto, su plan era de conocerse un poco más en el ámbito amoroso y saber si podían congeniar o no.

 

Un poco más lejos de donde recién llegaba esta joven pareja, se encontraba Siegfried para ser exactos dentro de una tienda de ropa deportiva. Tenía un nuevo empleo en un club deportivo muy exclusivo de Asgard, donde ya no era un simple instructor de gimnasio, sino un coach de un inmenso centro deportivo, en el cual la paga era demasiado buena, permitiendo sentirme más desahogado económicamente. Ya no podía estar pidiendo dinero prestado a su hermano Sigmund, hasta donde sabía, su perfecto hermano se encontraba en una relación seria por lo que se orilló a tener que reparar la casa vieja de sus abuelos, porque en casa de Sigmund solo había espacio para su hermano y su nueva cuñada.

 

Se encontraba pagando las prendas deportivas cuando logró ver a través del cristal del escaparate de la tienda, el chico que tanto anduvo buscando semanas atrás. – Eres tu...– susurra atrayendo la atención de la cajera de la tienda. 

 

–¿Disculpe?– la chica entregó el ticket de compra mostrando una sonrisa pues estaba mal interpretando la frase de Siegfried.

 

– ¿Ah?... gracias, me tengo que ir – responde tomando a las prisas sus bolsas de compras. Dispuesto a darle alcance corrió hacia la acera, alcanzando a ver como Mime va de la mano de Alberich entrando a una heladería. – ¡Maldito enano!... – rezonga acercándose con sigilo hacia la parejita que sabrá Odín que carajos hablaban pero moría de celos al ver como el idiota de Alberich sacaba risitas a Mime.

– Mi dulce Mime ¿ y si vemos una película?–señala la entrada del cine.

– No lo se, no quiero que te atrases para ir a tu trabajo – contesta algo tímido, pero Alberich insiste tratando de convencerlo con unos besos dulces sobre sus mejillas. – ¡Oh.. está bien!– Mime no podía negar lo adorable que era ver a Alberich en una faceta tan cariñosa, quien lo conocía, sabía lo distante y frío que era en el trato con los demás, en algunos casos tenía dosis de altanero y presumido. Pero ahora frente a sus ojos estaba el ser más tierno y dulce.

 

Por su parte Siegfried achicaba más las bolsas de papel de su mercancía, parecían bolsas de pan para desecho de tanto que las retorcía con sus manos. Esa escena asquerosa y empalagosa no era suficiente para él. Continuo siguiendolos hasta la entrada del cine, espero un tiempo prudente para que se perdieran en el interior y se acercó a la taquilla.

 

– Disculpe señorita, unos amigos venían conmigo y olvidaron comprar mi boleto, podría darme una entrada para la misma función de ellos… era un chico asi de bajito – señaló casi a su cintura – que estaba acompañado de un chico pelirrojo de carita tierna, embarazado y alto… bueno a lado de mi amigo el enano todos son altos jaja – aquella broma le hizo sacar una sonrisa a la chica de la taquilla.

 

– si joven, ya ubico quienes son… el señor bajito pago con una tarjeta de socio exclusivo… Megrez era su apellido ¿verdad? – busca la muchacha en la computadora.

 

–Si si, ese mismo – se apresura a decir Siegfried emocionado.

 

Con boleto en mano se acercó al final de la fila para entrar a la dichosa película. Para su buena suerte quedó sentado una fila detrás de ellos para poder espiarlos a gusto.

 

Ni bien tenía la película diez minutos de proyección, ya Alberich estaba pegoteado de Mime, haciendo sentir muy incómodo a Siegfried, siendo la gota que derramó el vaso cuando este ladeo con delicadeza el mentón de Mime para besuquear sus labios, provocando que Siegfried hirviera en celos, arrebató el bote de rosetas de maíz del chico de a lado, le entregó un billete para reponer la botana y no le armara un lío el muchachito, se levantó del asiento y vertió todo el contenido en la cabeza del enano presumido, huyendo de la sala pisando varios pies en su persecución, no era momento que lo viera y que se armara un escándalo. Algo debía planear para recuperar a Mime pero lo haría con calma y la cabeza fría.

 

La cita no resultó como lo esperaba Alberich, pues su cabello estaba todo sucio de botana, ni siquiera terminaron de ver la película – Todo esto porque el torpe de atrás de la fila al aparecer no se fija para caminar – refunfuña Alberich en el estacionamiento del centro comercial.

 

–Albe no te enojes, los accidentes pasan – Mime intentaba tranquilizar a su amigo, pero sin dejar su bandeja de montón de botanas que habían comprado – ooh mi bebé dice que te calmes, mira se puso en modo alien o quizás dice “tío Albe no seas gruñón y deja que papi se acabe todas las golosinas” – abrió la chaqueta para que viera cómo los puñitos en su barriga se marcaban como si de verdad tuviese un alien en el interior.

 

–Es verdad… se ve maravilloso – olvido su cabello sucio y posó sus manos en el vientre bastante crecido – Pequeña… dejaré que tu papi se acabe todo esto y además les compraré pizzas –

 

–¡Oye!¡ me pondre gordo! – protesta el pelirrojo.

–Sabes que no es cierto, con esas clases de Yoga y Aquafitness en las que te metiste no subirás ningún gramo, es más… veo que se ha fortalecido bastante bien ciertas áreas – desliza sus manos a las caderas de Mime.

 

–Alberich ¡qué atrevido eres!... ¡ya vamos a casa! – reclama por el toqueteo completamente sonrojado de la cara.

 

– Lo siento… no tengo la culpa de que estés tan sexy… – abrió la puerta del copiloto para ayudar a Mime a subir al auto – Si quieres vemos un rato películas en casa y luego… podemos jugar en la consola – propone pero en ese momento su teléfono comenzó a sonar.

 

–Ya veremos… atiende tu teléfono jefe Megrez – Mime aprieta el botón en el tablero del auto para accionar la recepción de la llamada.

 

–Señor Alberich, hay unos asuntos que me gustaría mostrarle personalmente, es de unos clientes – menciona el jefe de seguridad del casino.

 

– Taurus deja que el gerente lo resuelva – rodó los ojos Alberich y desconectó la bocina del auto para que Mime no tuviese que escuchar de problemas del trabajo, así que se llevó a la oreja el auricular de su teléfono – ¿es necesario que yo cheque eso? ¿O el gerente es un incompetente?– 

 

– Llegó su amigo el de los Griffo… y está con actitud sospechosa – Alberich al escuchar de quienes se trataban alzó las cejas.

 

– Bien…. dame una hora y estoy ahí… veremos a que quieren jugar – Mime esperó a que cortara la llamada, con las mejillas embarradas de queso de nachos lo miró preocupado.

 

– ¿Pasa algo grave?– Alberich lo ayudó a limpiarse la mejilla sucia.

 

– No es nada cariño, ya sabes que hay días que la gente amanece imbécil, te dejo en casa e iré a echar un vistazo en el casino. – respondió restándole importancia al asunto, aunque internamente estaba curioso por saber que tramaba ese par de hermanos desquiciados. 


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