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Amor, Secretos y el Instructor del gym por PrincessIce

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Se masajeó las sienes en cuanto aparcó el auto en el estacionamiento del casino, se miró en el retrovisor tratando de ocultar su mal humor ensayando su sonrisa cínica que lo caracterizaba.

 

Bajó del auto y caminó con parsimonia con su actitud del mundo no me merece. El jefe de seguridad ya lo aguardaba en la entrada, un hombretón gigante y lleno de músculos que había conocido en el gimnasio estúpido de donde consiguió el juguete sexual de su adorado Mime.

 

– Aldebarán… ¿en dónde está ese idiota?– pregunta mostrandose despreocupado.

 

– Señor Megrez, intentamos impedirle la entrada pero estaba llamando demasiado la atención, dijo que tomaría una copa mientras usted se desocupaba para que lo atendiera– respondió un poco nervioso el brasileño.

 

– Bien, avisa que en cinco minutos lo dirijan a mi oficina – se apresuró a ir a tomar su lugar, Aldebarán se quedó boqueando pues estaba por decirle que traía residuos de rosetas de maíz por detrás de su cabello, pero prefirió llamar por el radio a sus subordinados para que escoltaran al chico peliplata.

 

Con suma prepotencia se alejó de los orangutanes del casino y empujó la puerta de la oficina de Alberich.

 

Los ojos esmeraldas se despegaron de un informe que fingía leer – Lune, ¿a que se debe tu visita? ¿No te quedó claro que ya no es grata tu presencia?–

 

– Qué sentidito me saliste, antes me recibías a besos, pero bueno, vengo porque tengo una duda – se recargó con ambas manos en el escritorio de Alberich, dedicándole una sonrisa burlona – ¿Por qué me rechazaste cuando me desnudé frente a ti?... No me digas que eres pasivo closetero –

 

Alberich levantó una ceja mirándolo sin poder creer que por esa pregunta estúpida solo vino a verlo –¿ Y esa era tu urgencia y el asunto importante?– 

 

Mientras la risa escandalosa de Lune resonaba en la oficina, Alberich se perdió mirando atento en la mesa de la esquina. Cuando Mime estuvo con Siegfried, el había dedicado su tiempo a desquitar sus ganas con algunos clientes, el sexo casual le llegaba sin que lo llamara, recordó como alguna vez Hilda gimoteaba cuando el amasaba sus redondos senos desnudos… era una lástima que esos secretitos no pudieran estar al alcance de Lune, seguro que podría usarlo contra su relación con Mime. Sin embargo, esos deslices habían quedado en el pasado desde que Siegfried abandonó a su suerte a Mime.

 

– Mira Lune, no te debo ninguna explicación después de como trataste a Mime – le señaló a puerta para que se retirara.

 

–¿¡ Qué dices!?... si fui grosero con Mime, por eso vine, yo solo lo hice porque te aprecio y se nota que ese chico va tras tu fortuna –

 

– Sigues con eso– resopla Alberich con fastidio.

 

– Albe aún puedes cambiar de opinión antes que sea demasiado tarde – se acercó sosteniéndolo de la solapa de la camisa – si tienes problemas de erección yo puedo ayudarte – ante la cercanía aprovecha para besarlo por última vez, con la esperanza que este ceda ante sus encantos.  – No te presionare más, seré paciente… piensalo, espero tu llamada–

 

– Lune, es que no tengo que pensar nada, ya decidí que le voy a pedir matrimonio a Mime– responde muy seguro de sus palabras.

 

Lune lo miró sorprendido, pero en su mente negó, eso no iba a pasar – Bueno ni hablar, no hay vuelta atrás ¿no es así?... parece que no nos volveremos a ver, toma, te dejo esto – le entrega un sobre.

 

– Lune… – arrebató la carta y la abrió, sus ojos se inyectaron de furia al ver dentro viagra.

 

– Adios amor… mmh Mime seguro que ama a quien le hizo esa barriga, tienes una oportunidad más, me iré a América en una semana, aun puedo aceptarte – guiñó el ojo de manera coqueta.

 

Afuera del casino Minos miraba impaciente a que su hermano saliera.

 

– Está tardando demasiado tu hermanito… espero no ande de sentimentalista y nos joda toda la operación– refunfuñó Radamanthys.

 

Minos soltó una bocanada de humo y sacudió la colilla del cigarro por la ventana – Te juro que si eso pasa yo mismo saco de los cabellos a mi hermano y vuelo ese maldito casino– 

 

– Mira ahí viene – señaló Radamanthys.

 

Lune subió a la parte trasera del auto – Vámonos...– dijo nervioso.

 

– Sigamos el plan, apurate porque lo haremos en 10 minutos – sentenció Minos.

 

– Hermano… no–  respondió temeroso– no se lo di, le di un ultimatum dame unos días–

 

– Que te dije Minos… ¡qué te dije!– gritó Radamanthys. – Mira, ese tipo me las debe y ya se me está agotando la paciencia –Minos tironeo de la solapa a Radamanthys.

 

– ¡Bueno ya Minos!– gritó Lune para calmar a su hermano – solo unos días por favor – sostuvo la mano de Minos y miró suplicante, esté más calmado soltó a Radamanthys.

 

– Una semana, solo una semana – respondió Minos.



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– Yo solo voy a tomar un jugo, no quiero que se me vaya a revolver el estómago, pero me llevo mi merienda y el ipad, en el tiempo libre checo los documentos que envió tu gerente– explicó Mime mientras guardaba todas sus cosas en la maleta deportiva.

 

– Está bien, hoy me toca presentar mi proyecto en la universidad, le pediré a Frodi que pase a buscarte al club – besó la mejilla de Mime.

 

– Si de todas formas hoy inicio las clases de natación… que miedo– respiró profundo para controlar sus nervios – te comenté que son tres veces por semana, la maestra de Yoga me lo recomendó muchísimo para el parto, con ambas disciplinas dice que el parto será muy fácil, la verdad me dio bastante vergüenza decirle que no se nadar, así que me buscó una personalizada pero es hasta las 7 de la tarde – le mostró el folleto.

 

– En ese caso le digo a Frodi que vaya por ti a medio día y te paso a dejar al club otra vez cuando vaya para el casino – propone Alberich al ver que tendría Mime horas desperdiciadas entre cada clase.

 

– Para nada – le mostró el itinerario – Después del Yoga tendré una plática de los cuidados de los bebés, reviso los informes, meriendo, voy al spa, y de ahí la clase de natación– sonrió orgulloso – Así que Frodi puede irme a recoger como a las 8:30 pm, solo serán un par de semanas, cuando aprenda bien a nadar, ya no necesitaré al maestro, usaré un horario más temprano para nadar–

 

– Mhh bueno, pero si sientes que es muy pesada tu agenda me dices, no quiero que te sobreesfuerces – acarició los hombros de Mime de manera protectora. 

 

– Verás que no, el ejercicio es muy saludable en el embarazo, por eso estaré en el spa para relajar el cuerpo, además así cuando nazca no tendré rollitos en la cintura, de hecho de espaldas dice la maestra de Yoga que no parezco embarazado – se gira para mostrarle que estaba en lo cierto, no tenía ni un gramo de grasa, y ese trasero se veía más apetecible. 

 

Tal como acordaron Alberich dejó a Mime en el club y él se dirigió a la universidad. 

 

La mañana transcurría tal como la tenía detallada Mime en su itinerario, la maestra de Yoga les pidió hidratarse antes de continuar con la siguiente rutina. Mime bebió un sorbo de agua, pero se detuvo en seco al ver pasar a alguien que se le hizo conocido. Dejó la botella entre sus cosas y miró detrás del cristal, se frotó los ojos pensando que era un espejismo, su pulso se aceleró y justo cuando el hombre volteo se apresuró a ocultarse – No puede ser, porque precisamente tú tenías que estar aquí – susurró llamando la atención de la maestra de Yoga.

 

– ¿Mime estás bien?– palpó sus mejillas sonrosadas.

 

– Claro que sí – responde nervioso.

 

La maestra se tranquilizó y pidió que tomara de nuevo su lugar, pero antes echó un vistazo, enfrente estaba el nuevo, rodeado de muchas admiradoras, entonces sonrió y descubrió porque estaba abochornado Mime, todos andaban babeando por Siegfried en ese club y por muy embarazado el chico era obvio que también le atraería ese monumento de hombre, todas morían por que Siegfried las viera.

 

– Anda Mime levanta esa pierna… estoy segura que querrás quedar con buena forma después del embarazo, quien quita y hasta de puedas ganar una miradita de ese bombón – bromeó un poco la chica sin intención de ofender.

 

– No se de quien me habla – se hizo el desentendido inmediatamente.

 

– Ahhh pensé que habías visto al nuevo maestro… desde que llegó clientes y compañeras andan como abeja sobre la miel, pero parece un pez dificil de pescar, solo les sonríe a todo mundo pero sus admiradoras no pierden la esperanza – rio bajito.

 

Mime escuchó aquello y sintió de pronto que su ego se subía un poco, pensando en esas chicas desesperadas queriendo compartir el lecho con Siegfried, algo que él había logrado. Pero pronto desechó esas ideas recordando que ese supuesto logro fue solo porque Siegfried había recibido una remuneración y no porque lo hubiese conquistado.

 

Continuó con su rutina de Yoga, sin volver a mirar afuera, sin saber que del otro lado del cristal, un par de ojos azul cielo miraban como lobo al acecho sobre el tierno conejito que estira sus largas piernas torneadas.

 

– Rayos… ¿Por qué nadie me avisó que incluyeron a uno nuevo en el horario de las 7?– rezonga Baian atrayendo la atención de Siegfried.

 

– ¿Qué pasa?... – se acerca a mirar la tabla de horarios de Baian.

 

– Le dije a Tethis que yo necesito salir estas semanas a las 5, tengo un compromiso con mi pareja y la boba me colocó un nuevo alumno – mostró la hoja de alumnos asignados.

 

Mime Benetnasch, leyó Siegfried – Yo puedo tomarlo si quieres, no tengo problema, te lo cambio por unos gemelos que tengo a las 3:30 ¿te parece?– trató de sonar lo más natural con su compañero.

 

–¿Harías eso por mi?– recibió por respuesta el asentimiento de Siegfried – Te debe un par de cervezas… gracias amigo, le iré a decir a Tethis – le dio un apretón de manos y corrió a avisarle a la rubia que tomaba las inscripciones de los socios del club.

 

El resto del día Mime prácticamente se mantuvo escondiéndose bajo la capucha de la sudadera para no ser visto por Sieg, tal como lo había dicho la maestra de Yoga, no faltaban las ofrecidas y descarados que asediaban a Siegfried, haciéndolo sentir sumamente incómodo, a cada minuto no deja de compararse, encontrando a toda esa gente muy atractiva a comparación suya, conociendo a Siegfried no dudaba que en unos días estuviera llevando a la cama a cualquiera de sus admiradores, y tenían demasiados puntos a su favor que él jamás tuvo, solo su ingenua cabecita pudo pensar que alguien como Siegfried podría enamorarse de él.

 

Entró a los vestidores a colocarse el bañador, se miró por varios minutos al espejo – Las demás se ven tan lindas con sus pancitas, ni en eso tengo esa gracia, que mal gusto tienes Alberich… quizás ni es verdad que te gusto – se amarró el cabello y se lo volvió a soltar – Mi cabello es horrible… quizás debería teñirlo de oscuro o cortarlo pequeñito, ay Odín ¿porqué no nací aunque sea un poquito atractivo? – suspiró desganado, guardó su maleta en el casillero y se cubrió con la bata de baño para dirigirse hacia la piscina de principiantes que estaba al fondo en el área interior techado.

 

Se asomó y no vio a nadie, los pocos socios del club se encontraban en el área de canchas de tenis y otros en la parte frontal del club. Al fondo ya estaba desértico.

 

– Buenas tardes, puedes ir entrando al agua para el calentamiento – menciona el maestro de natación a sus espaldas.

 

Los ojos de Mime se abrieron enormemente, escuchó los pasos acercándose.

 

– Yo… yo creo que me equivoqué de piscina– bajó la mirada e intentó huir a la salida, pero Siegfried lo detuvo del brazo.

 

– No, esta es tu clase, mostró la tabla de alumnos asignados, entra al agua, permíteme hacer mi trabajo– dijo con voz amable Siegfried.

 

Mime continuaba sin querer mirarlo a los ojos, se soltó suavemente del agarre y volvió para dejar la toalla en la banca. 

 

Siegfried se tiró al agua salpicando a Mime.

 

– ¿Está muy hondo?– preguntó en tono miedoso.

 

– Solo lo suficiente para que puedas flotar, ven… no tengas miedo – estiró su mano para darle confianza a Mime, pero este negó, buscó la escalera de la esquina para descender al agua. Se sostuvo de la orilla al ver que sus pies no tocaban el suelo.

 

– Mime yo… – Siegfried quiso comenzar la charla para explicarle lo sucedido.

 

– ¿Qué tengo que hacer?– pregunta Mime tratando de perder el miedo al agua, porque no quería recordar la última vez que Siegfried habló con él, pero era inevitable, golpeaban su mente una y otra vez recordando cuando le dijo que ellos no eran nada.

 

Hizo los ejercicios de respiración que Siegfried le indicó y cada que intentaba acercarse, Mime se alejaba sosteniéndose de la orilla. Sus piernas parecían de gelatina del miedo a hundirse en el agua y de ahogarse en sus propios sentimientos.

 

– Está bien, no quieres hablar… me lo merezco, al menos déjame enseñarte bien a nadar, ven acá para que te pueda explicar– trata de acercarse de nuevo.

 

– Es que no hay nada que hablar, creo que esto va ser difícil, yo… yo haré de cuenta que no lo conozco, es lo correcto, no quiero causar problemas – responde Mime deslizando su pie por el borde debajo del agua.

 

– Mime, no tienes por qué tratarme como un extraño –  suspira – nunca fuiste un problema – Fue interrumpido por una risita amarga de Mime.

 

– Siegfried, creo que es mejor que pida un cambio de maestro, no quiero que al rato su prometido crea cosas que no son, o le eche a perder su plan de vida, es mejor mantenernos alejados para evitar malos entendidos– Responde Mime sacando valor de quien sabe donde para aplastar sus sentimientos hacia Siegfried.

 

– Al menos déjame darte la clase completa… ten por seguro que Syd no va entrar por esa puerta a reclamar nada– señala hacia sus espaldas, logrando que por un momento sus miradas se crucen, sin embargo Mime inmediatamente retira su mirada. – Bien… mira trata de colocar tu cuerpo de manera horizontal así como lo estoy haciendo, sube una pierna y luego la otra como aleteo… vas hacer ocho repeticiones y descansas – mostró Siegfried la manera en que debía hacerlo.

 

Poco a poco Mime estaba colocandose en la posición.

 

– Terminé mi relación con Syd definitivamente, por mi parte ni por todo el oro del mundo volvería con él… – dijo de repente provocando que Mime se distrajera girándose para ver a Siegfried, solo se sostenía de una mano en la orilla de la piscina.

 

–¿Qué?– Mime seguía sin entender porque le contaba eso, de momento su mano resbala de la orilla –¡Sieg!– gritó asustado al sentir que se hundía.

 

Inmediatamente Siegfried se impulsó dentro del agua para alcanzarlo y sostenerlo de la cintura.

 

– ¡Mime ya te tengo!, aquí estoy… tranquilo – podía sentir su cuerpo temblar, aferrándose a su cuello por miedo a ahogarse.

 

– ¡No me sueltes!¡No me sueltes!– Mime seguía sujeto de Siegfried dejando a segundo término su idea de mantener su distancia de él, su cuerpo temblaba, el agua era tibia, así que no era frío, ahora no tenía claro si era por miedo a ahogarse o por nervios de sentirlo tan cercano.

 

– Relájate… estás temblando, mueve tu piernas suavemente – acarició el rostro de Mime con el pulgar.

 

– No hagas eso por favor – dijo bajito Mime, no quería que lo tocara así, solo le provocaba sensaciones que no quería ya tener de su parte, porque solo lo lastimaba, lo ilusionaba.

 

– Mime te extrañé tanto… la casa sin tí se siente vacía – susurra – Porqué me rehuyes la mirada… Mime – 

 

Mime intenta empujarlo pero recuerda que están justo en medio de la piscina y vuelve abrazarlo – Deja de mentir… por favor–

 

– No estoy mintiendo, mirame a los ojos para que veas que digo la verdad –  insiste Siegfried sosteniendole el rostro para que le sostenga la mirada.

 

Tímidamente Mime alza la mirada, chocando de nuevo con ese azul del cielo en sus ojos, Siegfried toma la oportunidad para apresar sus labios, tan suaves e inmóviles que no saben cómo reaccionar, los que busca degustar una vez más, con una ansiedad que por tantas semanas añoró en la soledad de la casa donde lo abandonó.

 

– Sieg… no deberíamos –  susurra entre sus labios – Debemos parar esto, cambiaré de clase, seguro que todas esas mujeres querrán tomar esta clase para seguir coqueteando –

 

– Estás celoso – responde con una sonrisa por el repentino comentario de Mime.

 

– Idiota, no tengo por qué– Mime estira su mano tratando de alcanzar la orilla pero Siegfried se lo impide.

 

– Ninguna admiradora me tiene como me tienes ahora – lo jala más alejado de la orilla haciéndolo arrugar el entrecejo. – Quien me gusta eres tú, no ellas – volvió a arrebatar un beso, pero esta vez Mime no opuso resistencia, recibía las caricias de su lengua  encontrándose con la suya con desesperación.

 

Las respiraciones aceleradas y los suaves jadeos era lo único que podía escucharse acompañando las suaves olas provocadas por el vaivén de sus cuerpos dentro del agua.

 

Mime se sostenía de la orilla de la alberca sintiéndose casi desfallecer, siendo sus caderas las que eran embestidas con deseo, sus cálidas paredes aprisionando la carne endurecida de Siegfried. 







 


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