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Cómo perder a un hombre en diez días por Aranel Poli

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-¿Estás seguro?- preguntó el mayor sentándose a un lado y tomando el rostro del menor, quien respondió tomando la mano de Kanon, besó su palma, rozó sus dedos con sus labios mientras este lo miraba con la boca entreabierta, eso era un sí, así que se acercó sin pensarlo tomando los labios de Milo entre los suyos, los besaba, los mordía, probando ese delicioso sabor de los carnosos labios.

Kanon colocó sus manos en la cintura de Milo para de un sólo movimiento colocarlo sobre sus piernas quedando el menor a horcajadas. Juntaron de nuevo sus bocas tratando de no separarse, la lengua de Milo pedía permiso para entrar y Kanon se lo permitió, saboreando ese húmedo pasaje que los recibía mientras sus respiraciones se mezclaban, el mayor comenzó a acariciar el trasero del peliazul, sus brazos sus piernas, esa figura de fuertes músculos, esa belleza masculina que le resultaba exquisita, era un hombre en toda la extensión de la palabra, sus músculos marcados, sus piernas fuertes que lo apretaban, sus brazos como pinzas que no lo dejaban ir, estaba descubriendo que le encantaba ese hombre.

Los labios de Kanon fueron hasta el cuello del menor mientras este lanzaba suspiros y tomaba el cabello ajeno entre sus manos, de pronto las manos de Kanon bajaron hasta el pecho de Milo acariciando, sintiendo arder esa piel bajo sus manos, y en segundos, la camisa del menor desapareció. Los labios de Kanon fueron hasta sus rosados pezones, al principio sólo rozándolos, primero uno después el otro, humedeciéndolos, dejándole sentir su aliento haciendo que Milo sintiera escalofríos, una mano masajeaba sus nalgas mientras la otra tomaba un pezón y lo apretaba sumamente mientras su boca se encargaba del otro succionándolo, mordiendo, lamiendo.

Milo lo miraba, era demasiado excitante, su miembro palpitaba en sus pantalones y Kanon le dedicaba una mirada lasciva mientras tomaba un pezón entre sus dientes, esa mirada que lo hipnotizaba, que le hacía decir sí a todo, porque lo necesitaba. Tomó el rostro del mayor para besarlo de nuevo y retirar la camisa de este, Kanno entonces lo sujetó de las piernas para girarlo y dejarlo sobre la cama.

El mayor lo sujetó contra la cama besando su cuello y su pecho mientras unía sus pelvis haciéndole sentir lo excitado que estaba y Milo estaba tan excitado como él.

Pronto quedaron desnudos, apreciando el cuerpo de cada uno, Milo estaba volviéndose loco por ver a aquél adonis haciéndole el amor, su cuerpo tan perfecto, sus brazos fueres, su pecho y abdomen marcados por el ejercicio, el miembro erecto y tan dispuesto para él. Sólo había visto a un hombre desnudo, pero en ese momento supo que sólo deseaba ver a Kanon desnudo, para él, excitado por él, deseoso y con esa mirada salvaje que le decía que también lo deseaba.

Su mano se aventuró a acariciarlo y masturbarlo como lo hacía con él mismo, el rostro de Kanon era una oda al erotismo, contorsionado por el placer por ese sutil toque. Milo lo miraba jadeando un poco conociendo su hombría, sintiéndola y deseándola, así siguió tocando a su amante mientras con su otra mano lo hacía con él mismo.

Entonces Kanon se acercó más a él, hasta rozar sus miembros y con sus manos los juntó masturbándolos al mismo tiempo. Milo tenía la vista nublada por el placer, tomó el rostro del mayor y lo besó mientras el otro seguía con su labor.

Después de unos segundos así, el mayor dejó de lado lo que hacía para besar el cuello ajeno, bajó por su pecho, su abdomen, delineó los marcados músculos, jugueteó con su ombligo para después bajar y besar la punta de aquél erecto miembro. Lo besó, lo lamió en toda su extensión hasta meterlo a su boca, succionando, haciendo que Milo se curvara y apretara las sábanas.

La mano de Kanon continuó con la labor mientras sus labios viajaban hasta la entrada que tanto deseaba, su lengua comenzó a delinear el pequeño anillo, trataba de meter su lengua con pequeños embates, humedeciendo el lugar, tocando con la yema de su dedo, estimulándolo.

Pronto su lengua entraba y después un dedo, al principio Milo sintió incomodidad, pero cuando sintió el segundo dedo, sus caderas se movían contra esa mano, deseaba más y más de eso. Cuando el tercer dedo estuvo dentro, Kanon lo miró mientras Milo gemía moviendo sus caderas y tocándose pecho.

El mayor se colocó entre las piernas de Milo, sostuvo sus rodillas con sus brazos y se acercó poco a poco a su entrada, estaba tan excitado mirando esa entrada que pronto sería suya.

-¿Lo quieres?

-Lo deseo- susurró sonriéndole y tomándolo por los hombros acercándolo a él para darle un húmedo y apasionado beso.

Kanon comenzó a entrar lentamente mientras Milo ahogaba un grito y arañaba los brazos del mayor, quien enseguida comenzó a besarlo.

-Dios Milo… estás tan estrecho… delicioso- aquellas palabras calaron en el menor, quien comenzó a relajarse. Kanon lamió una tenue lágrima que se derramaba hacia la sien del menor.

-Eres exquisito, Milo… me encantas… me fascinas- susurraba con la voz más grave y descompuesta por el placer de sentir su miembro apresado por Milo y todo ello lo decía desde el fondo del corazón, no por el momento.

Cuando estuvo dentro por completo se quedó unos segundos así, besando al menor y acariciando su miembro ahora semierecto por el dolor.

-Déjame hacerlo… déjame moverme… déjame hacerte mío- Milo gemía ante las palabras y sus caderas se movieron contra Kanon indicándole que podía moverse. Aún dolía, pero ya no era tan intenso, algo se extendía por su vientre y su espalda baja, era el placer y la excitación que sentía con el pelilargo hablándole de esa manera.

Los movimientos de Kanon comenzaron lentos muy su pesar ya que deseaba embestirlo sin piedad, pero ya sería después. Milo lanzaba quejidos, pero pronto aquellos se volvieron en gemidos y su cadera comenzó a moverse también, se sostenía del cuello del mayor y lo miraba con los ojos llorosos.

-Eres mío Milo… mío- dijo eso y empujó más profundo tocando la próstata del menor, quien se curvó lanzando un gemido fuerte. El mayor tocó ese punto tantas veces como pudo, las manos de Milo jalaban su cabello y su boca lanzaba gemidos y alaridos de placer -Me encantas… eres tan hermoso, Milo… y mío- decía acercándose y acercando sus manos detrás del menor y colocándolas en sus hombros empujándolo hacia él haciendo más profundas las embestidas mientras el miembro de Milo era apresado entre ambos, masturbándolo al ritmo de las embestidas, las cuales se hicieron más rápidas y casi bestiales.

-Hazlo, Kanon… soy tuyo… hazme tuyo- jadeaba para después besarlo lamiendo sus labios y después contorneándose para liberar su simiente entre los dos. La contracción del orgasmo apresó el miembro del menor haciendo que unas embestidas después terminara dentro del menor.

Sus respiraciones eran fuertes y sus cuerpos estaban cubiertos de sudor, Milo cerró los ojos dejando que la emoción del orgasmo lo envolviera y entonces supo que nunca se había sentido de esa manera. Sus piernas le dolían al igual que su vientre y su parte baja, pero no importaba, lo había disfrutado.

Miró a Kanon, quien le sonrió con la respiración entrecortada para después abalanzarse sobre él y besarlo de nuevo, aquello se repitió durante toda la tarde hasta bien entrada la madrugada.

-Oye- susurró Kanon abrazándolo por la cintura colocando su rostro sobre su hombro.

-¿Qué?- soltó sintiéndose bastante cansado.

-Cuando volvamos, ¿Qué sucederá? Es decir, entre nosotros- Milo de pronto tragó en seco y se giró para mirarlo y tocar su rostro.

-Lamento lo que sucedió estos días, me comporté como un imbécil, ya no sucederá.

-Estabas volviéndome loco- sonrió Kanon acariciando las azules hebras del menor, quien sonrió de lado.

-Lo sé, no sé qué fue lo que sucedió, pero te aseguro que eso no se repetirá.

-Genial, porque tengo entradas para el juego- dijo sorprendiéndolo, el juego sería en cuatro días.

Kanon había pensado que si Milo podía dejar atrás todas esas locuras, pasar con él más de diez días sería interesante, además de que ahora compartían algo más.

-Estoy libre- susurró Milo besando los labios del mayor, pero sintiendo una gran culpabilidad. Al volver le diría todo lo del estúpido artículo y esperaba que lo perdonase.


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