-Necesitamos hablar- dijo Kanon llegando hasta Milo, quien lo miró con una sonrisa levantándose de su lugar.
-Creo que no, Kani, debo irme, no me gustan los apostadores- soltó sonriéndolo con sarcasmo y girándose, pero el mayor lo tomó del brazo deteniéndolo.
-Pues a mí tampoco me agradó mucho que sólo jugaras conmigo- el menor lo miró indignado soltando una risa ahogada.
-¿Jugar? Eres un idiota, Kanon. Me largo de aquí, felicidades por tu triunfo- finalizó Milo soltándose de su agarre y caminando rápidamente hacia la salida siendo seguido por el mayor, tenía que hacer algo para deshacerse de ese imbécil.
Y justo pasaba Pandora con una sonrisa enorme que al ver a Kanon se ensanchó, parecía que esa mujer era una cazadora. Milo se acercó a la millonaria para poner aún más en ridículo al pelilargo.
-Señora Kido, qué gusto, disculpe, pero ahí está Kanon Dragonsea, es quien se encargará de su publicidad y tiene un número especial para usted- dijo sonriéndole mirando que Kanon estaba detrás escuchando aquello confundido. Pandora le sonrió emocionada yendo hasta él mientras el menor lo miraba con un gran coraje y salía del lugar.
Pero no duró mucho, Kanon lo alcanzó enseguida liberándose de Pandora y yendo hasta Milo tomándolo del brazo.
-Ya basta.
-No, tú me engañaste para ganar una apuesta, deberías estar avergonzado- reprochó mirándolo con coraje.
-Y tú me llevaste a un maldito concierto de Lana del Rey e hiciste que me perdiera el gran juego.
-¡¿Eso es lo que te importa?! Eres un idiota, agradéceles a tus amigos todo esto- dijo saliendo del lugar.
-No, aún no termino contigo, Milo Scorpio- exclamó Kanon corriendo tras el menor, quien ya había salido del enorme salón y estaba cruzando la calle.
-¡Ya deja de seguirme!- le gritó girándose -Me usaste para conseguir ese trabajo, ¡Eres un arrogante, idiota y traicionero!- gritaba agitando los brazos en medio de la calle mirando que detrás de Kanon venían unos sujetos de seguridad.
-¡Casi me vuelves loco por un maldito artículo de tu revista!- gritaba el mayor observando cómo se acercaban los tipos de seguridad. Genial, ahora un escándalo.
-¿Ah, sí? ¡Pues tu apuesta era que cualquier chico se podría enamorar de ti y yo fui tu primera prueba!- rezongó Milo con la voz entrecortada, eso estaba doliendole más de lo que pensaba.
-¡Oigan! Joven, por favor, sólo deme los aretes y pueden seguir con su discusión- dijo uno de los hombres de seguridad con la angustia en el rostro. Milo no supo por unos segundos a qué se refería hasta que captó aquello llevando sus manos hasta sus orejas quitando las joyas y la tiara dándoselos al hombre, los cuales los dejaron una vez las joyas en sus manos.
-Eso era yo ¿Ah? Un conejillo de indias, alguien en quien probar tus teorías- soltó Kanon una vez solos.
-Sí, y yo era sólo un chico que alguien eligió en un bar- dijo Milo torciendo el gesto como restándole importancia, pero con un gran nudo en la garganta.
-¿Sabes qué? no importa, seguro ahora podrás darle un pequeño giro a tu historia.
-Es buena idea ¿Por qué no apostamos eso?- finalizó con una lágrima sobre su mejilla dándose la vuelta.
-Hiciste tu trabajo, Milo, querías perder a un hombre en diez días, felicidades, lo lograste, lo acabas de perder- exclamó Kanon mientras Milo se giraba para mirarlo y era él quien se daba la vuelta para regresar a la fiesta.
-No lo hice, Kanon, ya que no puedes perder algo que nunca tuviste- finalizó dándose la vuelta para salir de ese lugar al igual que el mayor, quien se giró sólo para verlo marchar.
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-Bueno, no es lo que esperaba, es mejor- sonreía Hilda con el artículo de Milo en sus manos mientras el peliazul la miraba desganado y con una media sonrisa.
-Gracias.
-Felicidades, esto demuestra que puedes ser liberado, desde ahora puedes escribir lo que quieras.
-¿Lo que sea?- musitó ensanchando su sonrisa.
-A donde te lleve el viento.
-¿Política?
-El viento no sopla en esa dirección- soltó Hilda con una sonrisa mirando el artículo de nuevo y comenzando a hacerle anotaciones.
-¿Qué tal religión, pobreza o economía?
-Milo, este viento es más bien como una brisa ligera- dijo mirándolo con los ojos entrecerrados.
-¿De qué puedo escribir, HIlda?- preguntó bastante ofendido, ya tenía su tonto artículo, se suponía que sería libre.
-De lo que quieras- le sonrió la mujer -Zapatos, terapia láser, ropa. Usa tu imaginación, Milo, el cielo es el límite- finalizó y el peliazul lo entendió.
-Gracias por esta oportunidad- dijo sonriéndole con amabilidad.
-Claro.
-Y gracias el facilitarme el poder rechazarlo- finalizó saliendo de la oficina con una idea en la mente.