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Cómo perder a un hombre en diez días por Aranel Poli

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-Bienvenido- dijo Kanon abriendo la puerta de su departamento dejando entrar a Milo, era espacioso, moderno y cálido.

-Lindo lugar, muy ordenado- decía el menor quitándose su chaqueta para dejarla sobre uno de los sofás.

-Gracias ¿Quieres una cerveza?

-Claro, ¿Puedo entrar a tu baño?- pidió sonriendo.

-Por supuesto, está arriba en la habitación- asintió y una vez ahí comenzó a revisar las cosas personales del mayor mientras llamaba a Mu.

-No puedo creerlo, Milo, la primera noche- decía su amigo al otro lado de la línea, parecía sonreír.

-Borrego, no dormiré con él.

-Eres un desvergonzado, te conozco.

-Te equivocas, yo sí puedo practicar el autocontrol a diferencia de otras personas- decía sonriendo mientras se miraba en el espejo y se peinaba un poco.

-Eso me dolió.

-Colgaré la carnada.

-¿Cuál es?

-Yo, Mu, yo soy la carnada- susurró -Colgaré debo irme, dile todo a Camus o me matará. Adiós- se despidió cortando la llamada y saliendo del baño viendo que Kanon lo esperaba afuera con una sonrisa y una cerveza en la mano ofreciéndosela.

-Aquí tienes.

-Gracias- dijo chocando la botella con la del mayor para después sentarse en la cama, palmeando a su lado invitando a este a sentarse a su lado, quien se alejó hasta su tocador mirándolo, como considerando esa oferta.

Kanon palpó a su lado haciendo que Milo sonriera y negara con la cabeza, pero levantándose de la cama yendo hasta el mayor, quedando hombro con hombro, en silencio, bebiendo de sus cervezas hasta que el menor pensó “al carajo” y lo besó. Fue correspondido por unos labios suaves, pero fue un beso corto que ni siquiera saboreó, ya que el mayor lo había tomado de los hombros para alejarlo.

-Oye, no vayas tan rápido ¿Sí?- eso lo había ofendido, ¿Quién era? ¿Un sacerdote? Le sonrió asintiendo regresando a su lugar.

-Sí, tienes razón- se alzó de hombros dispuesto a darle otro sorbo a su cerveza, pero entonces Kanon supo que quizá había sido un imbécil, ese chico era apuesto y atrevido, al diablo. Se acercó retirando la cerveza y sustituyéndola por sus labios ahora con algo de pasión y necesidad. Ambos se levantaron y Milo colocó sus manos alrededor del cuello ajeno mientras que el mayor comenzaba a acariciar su espalda.

Tomó los muslos del menor y lo arrojó a la cama haciéndolo reír, tocaba sus piernas con lujuria mientras este hurgaba su boca con la lengua, pero entonces lo detuvo.

-Muy rápido… quiero que… me respetes- la voy de Milo sonaba algo agitada, pero segura, Kanon lo miró frunciendo el ceño con una media sonrisa.

-Eso hago, y yo quiero tu respeto- dijo aún sobre el menor.

-Te respeto por respetarme.

-Respeto eso- finalizó el mayor y se levantó ayudando a Milo a hacerlo, poco después, este pedía un taxi para irse de ahí o si no su fuerza de voluntad se iría al demonio, ese hombre sí que besaba bien. Estaba por subirse al taxi cuando Kanon gritó desde su balcón.

-¡Buenas noches, Milo Scorpio!- el peliazul se giró para agitar su mano y dedicándole una sonrisa, mientras Kanon pensaba “Estás enamorándote de mí” y Milo algo como “Vas a desear estar muerto”.

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-De todos los hombres que esas dos brujas pudieron elegirme, Milo es increíble, será sencillo salir con él.

-Claro, serán nueve días más de lo que jamás pasaste con alguien- le decía Eo mientras desayunaban junto a Sorrento.

-Por eso no fui por el oro la primera vez, tomaré mi tiempo- sonreía el peliazul con suficiencia y mucha seguridad, después de eso los llevó a su oficina en donde tenía un pequeño tesoro.

-¿Qué es eso?- preguntó Sorrento rosada mientras Kanon tomaba la chaqueta de Milo, aquella que había olvidado casualmente en su departamento.

-Su chaqueta, la dejó anoche.

-Bien, ese chico es listo, la dejó estratégicamente para asegurar una llamada tuya.

-Lo sé, por ello aún no he revisado que lleva en sus bolsillos.

-Tu ética no te lo permite, así que yo lo haré- dijo Eo tomando la chaqueta del menor y metiendo las manos en sus bolsillos. Lo único que encontró fue algo que le dibujó una enorme sonrisa a Kanon.

-Milo es más listo de lo que pensé, lleva boletos de primera fila para el hockey- dijo agitando esas dos joyas mientras sus amigos asentían pensando que Marín y Shaina le habían puesto un diamante en bandeja de plata.

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Y esa misma mañana, Milo trabajaba en su artículo y otros más en secreto cuando Camus se acercó hasta su cubículo.

-Milo, cariño, tienes una entrega- dijo su amigo sonriendo incrédulo girándose mientras el peliazul lo imitaba viendo como varios arreglos de flores y chocolates llegaban hasta él.

Mu se acercó a los arreglos para revisar las tarjetas y leérselas a su amigo, quien no esperaba menos.

-Cien veces más apuesto que un ciento de flores. Cien veces más perfecto que cien chocolates- leía Mu con una sonrisa y su voz a punto de quebrarse al leer aquello, mientras Milo hacía una mueca casi de asco ante esa exageración.

-¿Significa que ya cayó?- preguntó Camus abriendo uno de los empaques de chocolates y engulléndose uno.

-No, significa que encontró los boletos para el hockey- dijo con una sonrisa y alzando una de sus azules cejas.

-Buena jugada, Scorpio, buena jugada- felicitó el francés masticando otro chocolate y Mu recibía los demás arreglos, en ese instante, el teléfono fijo de Milo comenzó a sonar.

-Milo Scorpio- respondió sabiendo perfectamente quién estaba al otro lado de la línea.

-Hola, guapo.

-Kanon Dragonsea, justo ahora recibí un vergonzoso desfile de flores y calorías.

-De nada- dijo el mayor sonriendo -Escucha, la pasé maravillosamente anoche, tengo tu chaqueta.

-Lo sé, moría de frío en el taxi cuando lo recordé, no puedo creer que la haya olvidado- mintió mientras sus amigos se reían de aquello.

-Debes necesitarla con esos boletos para hoy en la noche.

-¿Hurgaste en mi chaqueta?

-No, pero Eo mi asistente la tiró por accidente y su contenido salió.

-Bien te creo, pero iré al juego con alguien más.

-No lo creo, además dejar tu chaqueta en mi casa no fue un accidente, inconscientemente te mueres por llevarme a ese juego, así que ésta noche tu sueño se hará realidad.

-¿Eso te funciona con alguien?

-Tú dime- Milo no dijo nada por unos segundos hasta que sonrió.

-Te veré en la entrada de la pista, no llegues tarde- finalizó ante las risas de sus amigos mientras Kanon sentía el triunfo frente a sus colegas, aunque tal vez eso durara muy poco cuando viera el infierno que Milo le tenía preparado.


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