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El alfa del presidente por Aly White

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Cautela. Dario estaba sentado en el piso de esa habitación suntuosa, no quería tocar nada que perteneciera a ese hombre de aspecto seductor. Sus compañeros no lo trataron como traidor, pues en realidad no había hecho nada, fue abrazado y recibió elogios por soportar estar en un mismo lugar con ese sujeto. 

Repitió otra vez la secuencia de su plan.   

1-Convencer al presidente sobre la liberación de los omegas

2.- Salir de allí rápido, olvidarse de que capaz el presidente era su compañero y regresar a casa.

3.- Con el asunto resuelto, hablar con el padre de la chica que más amaba para poder casarse.   

Frotó la palma de las manos en su pantalón jean. La mujer que acompañaba al gobernante de la nación, le dio un conjunto de ropa, desaprobó la que antes tenía puesta y dijo que el propio presidente ordenó eso. Pasaron unas dos horas desde que se separó del hombre, yendo donde sus amigos y este para un asunto de los suyos.

Irse, deseaba largarse del palacio presidencial. Lo único que querían era charlar con el encargado de esa estupidez, los de la milicia atraparon a la fracción rebelde, separando los omegas intocables de los que ya tenían pareja. Una golpiza fue suficiente para que las cosas se pusieran más serias de lo pensado. El presidente bajó, le dio un vistazo a todos con su rostro de persona con poder y ahí fue donde Dario lo sintió hasta el fondo del alma.  Su cuerpo entero vibró al ver los ojos marrones, chocolatosos del presidente. El aspecto en general del tipo que le miraba con una pizca de miedo bien disimulado, era espectacular. De repente tuvo las ganas de lanzarse encima del tipo. Un golpe bien dado en el abdomen hizo que se desmayara del dolor.   

Ahora, muy despierto y con poca paciencia para esperar, Dario miraba fijamente la puerta con diseño complicado. El reloj en la mesita de noche le indicaba la hora, inspeccionó la cama con aburrimiento cuando una voz apelmazada le hizo dar un buen susto.   

--Terminaste rápido, mi pequeño alfa.   

Giró el rostro para darse cuenta de la presencia del omega.   

--No tengo una agenda ocupada, es más, ni si quiera dispongo de una.    Estando presente el tipo, no se atrevió a mirar otra vez a la cama. Hizo una sonrisa de lo más amable y alzó la cara para hablarle de frente.   

--Entonces, señor. Necesito de vuelta a mi gente y a los omegas secuestrados. Si hace eso, de prisa, ya no tendremos que vernos las caras.    La tristeza del hombre se impregnó en la piel de Dario.   

--Puedo acceder a lo de tus amigos y los omegas. Pero no puedo perderte a ti.   

--¿No se da cuenta de lo ridículo que suena? Usted es un adulto, y yo estoy saliendo de mi adolescencia.   

--Tu eres mi alfa y yo soy tu omega.   

Era un error tan grande como el mar. La chica de sus sueños le esperaba en el pueblo de donde provenía. La vida entera de Dario no podría detenerse solo por un sujeto que decía ser suyo, que le pertenecía.   

--Le dijiste eso a muchos. No hay nada de bueno usar ese truco conmigo.   

--Uno jamás menciona esas cosas en..-buscó la manera de decirlo, sin sonar vulgar-- esas reuniones que tuve.   

--Vivió la vida loca, usted-- Dario se sentía irracional--Menos mal que cumplió con los objetivos que se propuso.   

Tenerlo cerca no le agradaba. Recordaba que era más pequeño, más flaco y muy simple comparado con el otro, que obviamente tenía un recorrido más amplio. Optó por la posición firme, igual que en el colegio, sin temer nada.   

--Pasado pisado-- su expresión se volvió lejana-- pero tengo que admitir que en muchas ocasiones el pasado te persigue.   

--¿Lo dice por sus aventuras de una noche?  

La mirada divertida del presidente, convirtió su templanza en algo más dudoso.   

--A estas alturas de mi vida, me gusta la aparente tranquilidad que tengo.   

--Evitó mi pregunta.   

--Ni eres un periodista, ni tienes el derecho de hurgar en mi vida privada.  

Dario dio un paso adelante, casi estando a milímetros de la cara de ese hombre extraño.   

--Usted hizo lo posible para que tengamos esta conversación en su habitación.   

--Hago eso--los dientes blancos y perfectos aparecieron por una sonrisa--y lo seguiré haciendo, porque tu eres mi alfa. Te necesito aquí conmigo.   

--Y usted no se cansa de repetir lo mismo. Si le da asco que un campestre sea su pareja de vida, no me haga perder el tiempo y acabe conmigo  

--Parece que no te importa morir. Si mueres, yo muero. ¿Sabías eso?  

Esas palabras lograron que Dario perdiera la calma. Tomó al presidente del brazo, rompiendo un montón de reglas y protocolos, mandando todo al traste.   

--Si lo que usted dice fuera verdad, no lo aceptaría. Ya tengo a alguien más, una mujer que amo y eso no lo podrá cambiar.   

--¿Ella te ama? ¿Te acepta?   

Dario soltó al hombre que lucía indiferente al desfile de sus sentimientos.   

--No me desafíes, cachorro alfa.--la mano del presidente le revolvió el cabello-- No quieras meterte en un juego que no puedes ganar.   

--¿Cómo está tan seguro?  

Cuando el presidente se inclinó hacia adelante, Dario sintió que el aire se volvía espeso por las feromonas que emanaba el tipo. Era intrigante, tanto que olvidaba todo; su nombre, su propósito y lo más importante recaía en los ojos color arcoíris de esa persona que era tan lejana como su pueblo de la capital, como la diferencia de edad entre ellos y el poder que él no tenía y ese omega tenía sobre sus hombros. 

Dario peleó contra sus instintos, indignado puso distancia y supo que mientras más tiempo pasara en ese lugar, en más problemas estaría. 


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