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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron!

Disfruten el capítulo.

Había ramas por todas partes, ramas y árboles enormes. Estaba en un bosque que no reconocía, podría ser el Bosque Prohibido, pero no estaba seguro y no podía detenerse a averiguarlo porque, para su mala suerte, había fuego en alguna parte; inmensas llamas, que parecía lo querían acorralar conforme se movía, junto con el olor a humo comenzaba a quemar su garganta y obstruía totalmente su visión, el chirrido del fuego era lo único que le advertía que estaba cada vez más cerca haciendo correr desesperado y, por más que corría, no llegaba a ningún lugar.

 

La adrenalina cubría cada poro de su ser y el pánico que sentía era increíble, pues no tenía ninguna varita encima para convocar un poco de agua y apaciguar el fuego, «Aguamenti» trató de invocar incontables veces, mas no sirvió de nada, parecía que su magia había decidido no responderle y sabía que, sin una varita, no lo lograría nunca convocar ese tipo de hechizo, pero lo intentó. Ron no recordaba haber sentido esa clase de terror, desde hace bastantes meses atrás, sintiéndose totalmente indefenso.

 

Se detuvo para respirar unos momentos debido a la fatiga. No obstante, solo provocó que sus pulmones protestaran al sentirse invadidos por la humareda y su cara comenzó a arderle cuando sintió que se ahogaba.

 

Empezó a correr con más fuerza que antes, necesitaba alejarse del fuego lo más pronto posible, el pasto seco y las ramas en el suelo solo provocaban su expansión y lo estaba alcanzando, por lo que necesitaba encontrar un lugar donde refugiarse de las llamas y esconderse antes de morir.

 

Entonces, fue que Merlín pareció escuchar sus plegarías y lo hizo llegar hacia lo que parecía ser agua, un lago, había llegado a las orillas de un lago. Podía meterse ahí, esperando que las llamas no alcanzaran ese lugar, deteniéndose las llamas gracias al agua, o nadar hasta la otra orilla y alejarse de la expansión de fuego.

 

, pensó decidido, justo eso era lo que debía hacer.

 

Ya estaba a unos pasos para terminar de acercarse cuando algo le inmovilizó las piernas. Miró hacía ellas con espanto. No supo en qué momento las ramas que había en el suelo habían acorralado sus piernas, apretándolas y manteniéndolo firme al suelo. Trató de moverse totalmente exasperado, sentía que lastimaba sus piernas conforme jalaba, pero no le importó, necesitaba zafarse a como dé lugar.

 

En su momento de tormento, no escuchó como las llamas habían dejado de chirriar a sus espaldas y se había quedado totalmente en silencio hasta que escuchó unas pisadas acercándose a él. Paró al tratar de liberarse y miró hacía donde creía venían las pisadas, era cada vez más suerte el sonido del pasto y las hojas al romperse.

 

— ¡Ayuda! —gritó al borde del llanto—. ¡Ayuda, por favor!

 

Entonces escuchó una risa, una risa que reconocería en cualquier lado. Buscó con su vista, desesperado, hasta que lo vio parado a unos metros de él.

 

Hola, Ron. —dijo él con voz rasposa. Fue su risa, pero definitivamente esa no era su voz, algo no estaba bien con eso, el aspecto de él se miraba cadavérico, pálido, tan blanco como lo estaría la misma nieve, parecía que estaba muerto.

 

— ¿Harry? —preguntó asombrado, sintiéndose un poco aliviado de ver a su amigo ahí con él.

 

¿Por qué estás tardando tanto en venir a nosotros, Ron? —cuestionó Harry en un extraño tono que hizo a su respiración acelerarse.

 

— ¿Ir a ustedes? —miró extrañado a Harry y este le sonrió de una forma tan impropia de él, haciéndolo sentir incómodo. No recordaba haber visto sonreír a Harry así alguna vez, mostrando todos los dientes y tensando las mejillas, sin achicar los ojos, solamente moviendo la parte de su boca—. Pero, Harry, ¿de qué estás hablando?

 

¿No quieres venir a nosotros, Ron? ¿Es eso? —Harry había comenzado a caminar lentamente a su dirección, aun con esa sonrisa en su rostro—. ¿Es que acaso esos mortífagos te tratan muy bien?

 

Ron se paralizó en su sitio—. Harry, ¿qué está pasando?

 

¿Eres feliz sabiendo que nos estás traicionando? —preguntó Harry con burla—. ¿Recuerdas cómo me dejaste, Ron?

 

Harry estaba muerto. Ron había comenzado a tratar de zafarse, otra vez, de las ramas que lo aprisionaban. El ambiente había comenzado a sentirse pesado y su corazón latía con fuerza con cada paso que Harry daba hacía él. Esa persona tenía la apariencia de Harry, pero no parecía su Harry, su amigo no era así, nunca le hablaba de esa manera y menos con esa clase de burla. Harry estaba muerto, él murió, él lo había visto, por lo que no debía estar caminando hasta él.

 

— ¡No los estoy traicionando! —le gritó exaltado, ignorando al hombre que seguía tratando de llegar a él—. ¡Hago lo que puedo, Harry! ¡Lo juro! ¡Estoy haciendo lo que puedo!

 

¡No es cierto! ¡No estás haciendo nada! —gritó aquella voz con furia y Ron jalaba con más fuerza sus piernas. Sin embargo, las ramas parecían apretarlo cada vez con más fuerza—. ¿Recuerdas cómo me dejaste?

 

— Harry, yo-

 

¡Me dejaste así, tirado en el piso!

 

Hubiese deseado no haber levantado la vista. Lo que vio lo dejó horrorizado. Ese Harry había detenido de su andar y señalaba a un Harry tirado en el pasto seco, un cadáver de su verdadero amigo. El cadáver estaba en un inicio de putrefacción, tenía la boca totalmente abierta donde arañas hacían su camino y las cuencas de sus ojos vacían con las larvas bailando totalmente libres en ellas.

 

¡Me abandonaste como si no fuera nada! —volvió a gritarle con la misma furia—. ¿No te bastó todo lo que hice por ti? ¡Siempre hice de todo para salvarte! ¡Y tú me pagaste abandonándome!

 

Sintió un nudo en el estómago, tan fuerte, que lo hizo arquearse. Lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos debido a todo lo que veía y le gritaba ese maligno espectro. No era justo, no lo abandonó en esa batalla, él nunca quiso que eso pasará, entonces ¿por qué lo estaba atormentado de esa manera?

 

— Trate de llegar a ti-

 

¡No fue suficiente! —la ira en esa voz, hizo que sintiera una inmensa culpabilidad. Las lágrimas luchaban por salir y rodar por sus mejillas, pero logró retenerlas lo mejor que le fue posible—. ¡Nunca fue suficiente!

 

— Harry-

 

Nunca fuiste suficiente, Ron. —le dijo Harry, mofándose—. No has podido salvar a nadie, ¿y qué crees? Nunca podrás.

 

— ¡Tú eras el que debió de salvarnos, no yo! —le gritó Ron, dolido—. ¡Moriste! ¡Moriste y nos dejaste en un mundo de oscuridad!

 

La risa que lo siguió después de eso hizo a Ron llorar, siendo incapaz de retener su llanto más tiempo, donde lágrimas caían en un desconsuelo silencioso. Era imposible que Harry estuviese diciéndole todo aquello, sabía que había cometido errores, errores que tal vez ahora le habían costado, pero que estaba seguro ya había enmendado. Harry no tenía por qué hablarle de esa manera tan cruel, no lo iba a soportar, no tenía por qué.

 

Eres un inútil. —dijo entre risas—. Siempre lo has sido, el eterno e inútil Ronald Weasley.

 

— ¡Ya cállate, Potter! —gritó furioso. Pasó de nuevo a tratar de romper las ramas, para así poder liberarse e ir a golpear a quien sea que le estuviese hablando, buscando que así lo dejará en paz.

 

Siempre te has enojado porque te digan la verdad, Ron. —le dijo con simpleza—. Eres un inútil y un traidor, ahora ya veo porque te llevas tan bien con los Malfoy.

 

— ¡Ya basta!

 

Te metiste con él, Ron, con el peor de todos. —reproché y disgusto era lo que Ron escuchaba en esa afirmación—. Y es un hombre, ¿puede ser aún peor?

 

— ¡No busques hablar de ese temita, Harry! —Ron bufó—. ¿Cuántas veces te tengo que decir que-?

 

Dime, Ron, ¿qué dirían tus padres de todo lo que haces? —le preguntó, interrumpiéndolo con fingida ingenuidad y Ron volteó a verlo pasmado—. ¿Qué dirían Arthur y Molly al verte tan feliz siendo la puta de Malfoy? ¡Ah! No, lo olvidaba, ahora lo llamas Lucius, ¿no es así?

 

— ¡No metas a mis padres en esto! —gritó histérico—. ¡Ni se te ocurra volver a mencionarlos porque te rompo la puta nariz!

 

Las ramas no cedían ante los tirones y se estaba cansando, pero era su meta salir de ahí aún se estuviese quedando sin uñas. No sabía que estaba pasando ni porque motivo estaba ahí, lo último que recuerda es haber ido con Lucius después de que todos durmieran y, posteriormente, haber despertado ahí tirado en el bosque. Ese lapso, entre haber estado con el mayor y estar en el bosque, era totalmente negro; no obstante, aún como hubiese pasado, no iba a permitir que esa persona que tomó el cuerpo de su amigo lo estuviese humillando.

 

Ya es tarde, Ron.

 

Escuchó de nuevo las pisadas ir hacia él y decidió cerrar los ojos al escuchar de nuevo esa risa burlesca salir de la boca de ese ser. Quiso gritar con todas sus fuerzas, pero no podía, algo en su garganta no lo dejaba. Cerró sus puños contra sus oídos, tratando de amortiguar el sonido y deseó que algo llegará a rescatarlo antes de que ese Harry se terminará de acercar a él.

 

Alguien, alguien.

 

Sintió el piso debajo de él tambalearse y en seguida todo quedó en silencio. Puso más atención, mas solo percibió el sonido de su respiración acelerada y temió abrir los ojos y encontrarse con algo peor de lo que ya había visto. Luego, se sobresaltó al sentir unas tibias manos tomar las suyas y apartarlas de sus oídos, posicionándolas sobre su pecho. Lo que obstruía su garganta se hizo más fuerte no dejándolo soltar ni un sonido y, con miedo, apretó con más fuerzas los ojos, rogando que no le hiciera nada.

 

Ron. —lo llamó una voz que, inmediatamente, reconoció. Temió no haber escuchado bien y que fuera solo un engaño, por lo que no abrió los ojos—. Ron.

 

Volvió a escuchar la misma voz, incluso la entonación empleada había sido igual, así que estaba seguro de no haberse equivocado está vez. Abrió sus ojos lentamente y se sorprendió al no encontrar a nadie frente a él, la oscuridad le había dado la bienvenida, a pesar de que la sensación de ser tomado de sus manos no había desaparecido.

 

— ¿Lucius? —pudo preguntar, aún con el nudo en su garganta, por el dueño de aquella voz. Asustado, trató de moverse en su lugar, pero seguía atrapado—. ¡Lucius! ¿Dónde estás?

 

Ron. —lo llamaba de una manera tan tenue, la voz escuchándose nuevamente a lo lejos, como si de un susurro que no quería ser recibido se tratase y comenzó a moverse con más prisa.

 

— ¡¿Dónde estás?! —gritó casi en un lamento desesperado—. ¡Lucius!

 

¡Ron!

 

Entonces fue cuando despertó.

 

Parpadeaba desorientado y respiraba agitadamente, tratando de tranquilizar a su acelerado corazón.

 

— De haber sido otra manera en la que gritabas mi nombre, me sentiría alagado. —comentó, ofendido, y su rostro se mostraba totalmente serio—. Estabas teniendo una pesadilla.

 

Lucius sostenía sus manos en un apretón y, en un rápido pensamiento, se dio cuenta que esa fue la sensación que sintió en su sueño. Todo su cuerpo temblaba bajo la atenta mirada que el mayor tenía sobre él y siguió parpadeando, buscando enfocar donde estaba.

 

Estaba acostado en una suave cama, entonces adivinó que se había quedado dormido. Ron estaba demasiado cansado, por no haber logrado dormir bien, que simplemente se había dormido en cuanto sus ojos se cerraron. Se preguntó repetidamente en dónde estaba, si esa era la habitación en la cual dormía, hasta el motivo por el que Lucius podría estar ahí con él. En busca de sus respuestas, miró a sus alrededores, aun entre la oscuridad, y pudo observar la gran habitación; a su derecha había un enorme ventanal, prácticamente sustituía la pared y era cubierto por una blanquecina cortina, la cama situada en medio de la recamara, teniendo delante una chimenea y un espejo enmarcado en la parte de arriba de la misma. Enorme, pensaba, al mismo tiempo que miraba simultáneamente las tres puertas situadas en la habitación, imaginando que dos de ellas se trataban del armario y baño. Pequeños muebles cafés y verdosos sillones decoraban el resto de la habitación, en especificas esquinas, con disimulados cuadros y fotografías en dichos muebles y lugares estratégicos que lo hacían armonioso a la vista. Sin embargo, cuando levantó la vista y vio el grande y negro candelabro, contuvo de un golpe la respiración y terminó de despertar.

 

Parecía que se había quedado profundamente dormido, sin darse cuenta, en la habitación de Lucius después de haber ido con él esa noche.

 

Lucius soltó sus manos y se sentó a su lado. Sus sentidos estaban regresando a él y, de un rápido movimiento, imitó a Lucius y se sentó para respirar con más quietud, arrepintiéndose rápidamente cuando la parte baja de su espalda protestó adolorida gracias a las actividades previas que había tenido con Lucius.

 

— ¿Quieres hablar sobre la pesadilla? —preguntó el mayor después de que el silencio los abrazara y Ron no estaba seguro si quería responder. Había tenido una pesadilla, no necesitaba que Lucius se lo volviera a decir para confirmárselo o restregárselo en el rostro.

 

Por el momento, decidió ignorar donde se encontraba, ya que no entendía a que se debió ese sueño. Las pesadillas habían dejado de ser tan continúas, mas no recordaba haber  soñado algo como eso. Sabía que Harry nunca le diría esa clase de cosas, no era ese tipo persona, pero una parte de él comprendía que su subconsciente hablaba por él, el que Harry lo culpara por no haber hecho nada y por seguir tan cómodo, eran cosas que él mismo se reprochaba cada tanto, era como a veces se sentía; aun así, había sido muy cruel el que su cerebro le haya hecho ver el cuerpo de su amigo en ese estado de descomposición y que todavía le recriminara que lo abandonó como si nada.

 

Por correr hacía él era la razón por la cual estaba donde estaba ahora, la decisión de haber querido ir a su cuerpo fue lo que hizo que lo capturaran, no había sido su culpa el no llegar; se descuidó, sí, pero ya era suficiente con pensar una y otra vez lo que pudieron haber hecho con el cuerpo como para que su propia mente le gritara, en la cara, que lo había dejado tirado.

 

Sentía ganas de llorar de solo pensarlo, pero no quería ni pestañear para retener las lágrimas. Tenía miedo de cerrar los ojos y volver a ver ese cuerpo, esa imagen, que su mente le regaló.

 

— No fue nada. —sonrió un poco mientras volteaba por completo hacía Lucius, el cual ya tenía sus ojos puestos sobre él —. No es nada.

 

— Algo que te puso a gritar no puede no ser nada.

 

— En verdad no es nada. —suspiró, esperando que le dejara de preguntar.

 

— Me despertaste con tus movimientos y al final me mencionabas. —le reclamó, entrecerrando los ojos—. Ahora me dices que fue.

 

— Siento que al estar aquí… —pausó, apretando sus labios. Una lejana voz le decía que hablará con él, que necesitaba sacar eso de su pecho, que lo necesitaba, pero no quería hacerle caso, no podía—. No puedo, lo siento.

 

— No deberías de culparte por sobrevivir. —declaró Lucius de repente, logrando confundirlo, pues lo había dicho con una tranquilidad que le dio un escalofrío. No se esperó esa frase por parte del mayor, tan semejante a un consuelo, no sabía ni que ese hombre fuera capaz de hacer tal cosa y menos por él.

 

— No necesito de tu lastima. —le dijo con irritación mientras frotaba sus ojos, tratando de hacer que las lágrimas acumuladas se fueran—. Ya tengo suficiente con esto como para que todavía-

 

— Relájate, Ronald. —interrumpió Lucius, molesto—. Lo digo en serio, muchos hubieran querido estar en tu lugar, aún sin ser vencedor, estás sobreviviendo y es por lo que menos debes sentir culpa. Él que se está dando lastima eres tú mismo.

 

— No lo hago. —dijo con sinceridad, después de que procesó aquellas palabras y, aseguraba, que el asombro estaba reflejado en su rostro—. Al menos no por sobrevivir.

 

Lucius asintió—. No deberías cargar con culpas que no son tuyas entonces.

 

— Lo dices como si fuera tan fácil. —Ron contestó justo como con su molestia inicial—. Como tu lado fue el que ganó, ¿de qué te preocupas tú?

 

Al ver que la mirada de Lucius se ensombreció, sintió culpa por haber dicho eso sin pensar. Por alguna razón, intuía que algo pasaba con esa familia y que era motivo para que, en ocasiones, se vieran tan abatidos. Supo que no debió haber hablado por impulso y se encogió en su sitio totalmente incómodo.

 

— ¿Alguna vez te has preguntado por qué no salgo? —preguntó Lucius, rompiendo el silencio asfixiante que los rodeó luego de su comentario—. Cargo con más culpas de las que te imaginas.

 

— No debí… —trató de decir inmediatamente a modo de disculpa, pero parecía que a su lengua se le había hecho una atadura—. Yo-

 

— Cuando Draco tenía pesadillas, lo dejábamos solo para que formara su carácter. —informó Lucius, encogiéndose de hombros e interrumpiendo cualquier excusa que fuera a decirle.

 

Ouch. Si bien agradeció el cambió de conversación, no pudo ignorar que con cada pequeño dato, soltado por Lucius, sobre la infancia de Draco, sentía más empatía por él. No debió haber sido fácil haber crecido, y siendo criado, de esa manera tan dura y sin casi nada de afecto.

 

— Pobre, ¿ni siquiera un abrazo? —preguntó entre broma y seriedad. Lucius negó con la cabeza—. Ahora entiendo su amargura, ¿qué clase de padre eres?

 

— Yo fui criado de la misma manera. —comentó, restándole importancia.

 

— Ahora entiendo tu amargura también. —rió con ligereza—. La crianza entre los sangre pura es extraña.

 

— Tú eres un sangre pura. —Lucius rodó sus ojos, evidente—. Debiste haber sido criado de la misma manera.

 

Ron soltó una carcajada sin ganas—. ¡Qué horror, no! Agradezco a Merlín que no somos una familia normal.

 

— Traidores a la sangre. —murmuró Lucius entre dientes.

 

— Traidores a la sangre. —confirmó Ron, imitándolo en modo de burla.

 

Debió de sentirse ofendido porque les estuviera llamando de ese modo a él y a su familia, mas lo único que pudo sentir fue una peculiar melancolía envolver su corazón y, justo en ese momento, un aire frío acarició su piel expuesta, haciéndolo consciente de su propia desnudez y de la de Lucius.

 

Una delgada sábana los cubría, a ambos, hasta el final de sus caderas y se cruzó de brazos para abrazarse a sí mismo y cubrirse de la fresca noche. Volteó hacía el lado donde estaba la gran ventana que había en la habitación; le gustaba bastante ese ventanal, le gustaba la vista que daba cuando estaba descubierto, sobre todo del cielo nocturno y lo que se lograba contemplar de los grandes jardines. Cuando volteaba a él, le pesaba no haber salido hacía el balcón que ahí se situaba, pero podía casi jurar que el balcón era similar al principal y que la vista debía ser igual de hermosa y tranquilizante, no lo dudaba ni un poco.

 

Sin embargo, en ese instante pudo contemplar pequeñas sombras caer con lentitud detrás de las cortinas, haciéndolo preguntarse si era su imaginación o no; la realidad lo golpeó de pronto, dándose cuenta que seguía en la habitación del mayor y que este no lo había sacado justo como siempre lo hacía.

 

Se sintió avergonzado por haberse quedado dormido sin haberlo podido evitar, por haber tenido una pesadilla que lo dejó peor de lo que estaba y, todavía, haber despertado a Lucius en el proceso. Percibió el calor cubrir sus mejillas, dándoles calor.

 

Sacó una pierna de la cama para tratar de pararse e irse, pero, en un repentino movimiento, Lucius lo había detenido, sujetándolo del brazo.

 

— ¿A dónde crees que vas? —cuestionó con enfado.

 

Ron lo miró extrañado por el inesperado arrebato—. Me quede dormido aquí, eh…, yo solo me iba a mi habitación a descansar.

 

Lucius lo jaló del brazo, dándole a entender que regresara a su posición inicial. Así lo hizo, aún confundido por la actitud que había tomado el mayor, y soltó un chillido de sorpresa cuando Lucius lo terminó de jalonear hacía él y estampó sus labios contra los suyos, demandándole un beso. La boca de Lucius se movía violentamente contra la suya, logrando que soltara un gemido cuando sintió la lengua del mayor forzarse dentro de su boca.

 

El brazo libre del patriarca lo había tomado por su cintura, pegando ambos torsos desnudos, estremeciéndose en el momento que sintió la piel fría de Lucius contra la suya. Ron se rindió ante el inesperado beso y dejó que lo recostara en la cama, acomodándolo debajo de él.

 

— Yo no ordené que te fueras. —le dijo con voz ronca similar a un gruñido.

 

— No creó… yo no… no creó poder… —trataba de decir Ron entre su respiración agitada.

 

— Ni yo. —confesó con voz grave—. No recuerdo haber estado tantos meses corriéndome tan seguido desde que estaba en Hogwarts.

 

— ¡Por Merlín! ¡Yo no quería saber eso! —dijo Ron, sofocado mientras sentía como el calor de su cuerpo aumentaba por tal declaración.

 

— Hogwarts sirve solo para dos cosas. —suspiró y sonrió de medio lado—. Y aprender de sexo es una de ellas.

 

— ¿Conoces siquiera lo que es algo llamado pudor? —preguntó molesto, apartando su mirada avergonzada de Lucius.

 

— No me digas que tú no.

 

— ¡Claro que no! —declaró, escandalizado—. Yo solo tuve… ¡eso no es tu incumbencia! Yo no andaba de promiscuo en Hogwarts.

 

Lucius gruñó por lo bajo mientras soltaba su brazo y se desplomó a su lado aún sin soltar su cadera. Ron no sabía dónde meterse, a veces a Lucius no le importaba decirle ese tipo de cosas que lo dejaban abochornado; a él no le interesaba para nada la vida sexual de Lucius, simplemente porque no, pero parecía que no tenía ni una pisca de vergüenza.

 

— Esta noche te quedarás aquí.

 

— ¿Qué? —preguntó, desconcertado. Lucius nunca terminaba de sorprenderlo. Fue una clase de acuerdo mutuo el que Ron se marchara y no se quedara a dormir ahí. Él sabía que era como llegar a un límite con lo que estaban haciendo y, aunque no le gustase la forma en la que lo echaba, él no decía nada y solamente se iba. Mas, ahora le había pedido, no, le estaba ordenado que se quedara, ¿cómo por qué? No lograba encontrarle el sentido—. Pero-

 

— No me cuestiones, Ronald. —murmuró Lucius al mismo tiempo que lo acomodaba mejor contra su cuerpo y él, por lo pasmado que estaba, se dejaba hacer, terminando en una posición en donde Ron estaba dándole la espalda y Lucius, con firmeza, le rodeaba la cintura con su brazo.

 

Ron miró con cierto espanto hacía el brazo que lo rodeaba y, cuando notó que no era el que tenía la marca, un alivio y un calor comenzó a correr por todo su cuerpo. Hasta ese punto, podía asegurar que su piel estaba tan roja que combinaba con sus coloridos cabellos. Estaban pegados uno contra el otro, lo tenía acurrucado y Ron no lograba salir de su estupefacción, no era capaz ni de imaginarse como se verían juntos de ese modo, definitivamente debía de seguir soñando o algo parecido.

 

Él.

 

Lucius.

 

Acurrucados.

 

Lucius había estado extraño desde aquella vez que culminaron en su oficina lo que hacían, no obstante era un cambio demasiado sutil como para que él le tomara la debida importancia o, al menos, no hasta ese momento; si lo pensaba con más claridad, no comprendía cómo lo había dejado pasar.

 

Eran pequeñas situaciones en donde Lucius lo hacía sentir en una clase de paz, una rara paz; habían comenzado a compartir cortos besos a plena luz del día, lo dejaba hablar sin parar, logrando que incluso le sacara una que otra sonrisa al mayor debido a las cosas que decía y, aparentemente, lo había estado haciendo sin darse cuenta. Sin embargo, si había tomado en cuenta algo y era que Lucius lo había comenzado a tratar todavía mejor, tanto fuera como adentro de la habitación, era más suave con lo que le decía, era más espontáneo y ya no se notaba tan tenso a su lado. Pero de eso a esto, había una total diferencia; el mayor nunca había hecho algo parecido y nunca pensó que lo llegara a hacer, de hecho, era un acto que en ningún momento se imaginó que pudiera suceder ni en sus más bizarros sueños, aún por más que los anhelase. Había ocasiones en las que no entendía para nada las acciones de Lucius hacía su persona, era simplemente extraño.

 

A veces se ponía a estudiar esos esporádicos sucesos y buscar algún indicio de trampa o que pudiera estar tramando el hombre. Ron no era estúpido, él sabía que tras esos actos había un trasfondo, nadie actuaba así porque sí y menos llevando el historial familiar que había entre ellos, ni él había aceptado nomas porque sí y no esperaba que Lucius se mostrara de aquella forma solo por gusto. Cuando lo pensaba, era que buscaba  algo que delatará sus planes y le quitará la venda de los ojos.

 

Entonces, se preguntó que, si sabía de antemano que sus intenciones no eran tan puras, por qué era que ahí, en esa posición, sentía un confort en su apesadumbrado corazón como si estuviera a salvo. Ese sentimiento que tanto había anhelado por Lucius.

 

— ¿Confías en mí? —preguntó Lucius repentinamente, provocándole un estremecimiento cuando sintió su aliento golpear contra su oído.

 

Lo primera reacción que Ron hizo ante esa pregunta fue reír, rió como si le estuvieran contado un chiste y rió más que nada por lo inusual que le resultó el haber sido cuestionado por su confianza, pareciéndole un poco ridículo y que, incluso, estaba bromeando con él. Pero sintió a Lucius pegarse más a su espalda, por lo que se dio cuenta de la tensión en el cuerpo del patriarca, logrando que dejara de carcajearse.

 

— ¿Por qué preguntas eso? —preguntó con asombro. Estaba tratando de controlar esos repentinos cambios a sus emociones.

 

— Solo quiero saberlo. —susurró Lucius después de un momento en silencio y Ron simplemente no supo que responder. Esa respuesta le pareció tan honesta que lo dejó confundido.

 

— ¿Por qué? —volvió a cuestionar con el mismo asombro, pero esta vez comenzó a sentirse un poco incómodo y llevó sus puños cerrados hasta su pecho, buscando tranquilizarse.

 

Se preguntó a donde quería llegar Lucius al preguntarle eso, se cuestionó que pasaría si le respondía que sí o que le podía hacer si le respondía con una negativa. Algo en él se removió ante tal posibilidad, sintió que darle una negativa iba a arruinar algo de lo que definitivamente no quería averiguar, pero tampoco quería contestar con afirmación; ni él se había comenzado a preguntar tal cosa, pues sabía que una vez que lo confirmará iba a estar en grandes problemas y no quería indagar en ese tema aún, no estaba preparado.

 

Pensó como podía desviar el tema al momento de recibir alguna respuesta, pero al no recibir más que silencio por parte Lucius, decidió no contestar nada y dejar las cosas de ese modo, convenciéndose de que tal vez no era nada.

 

— ¿Te sientes cómodo aquí? —preguntó Lucius luego del silencio que se había instalado entre ellos.

 

.

 

— ¿Aquí? —preguntó con dificultad ante toda su confusión—. ¿A qué te refieres?

 

— Quiero decir, aquí con nosotros. —contestó, enfatizando lo último pronunciado.

 

.

 

— Yo… no… digo, yo… no sé… —trató de contestar. En esos momentos no lograba pensar entre todo el caos que era y estaba sintiendo, no era capaz de coordinar lo que pensaba con lo que decía.

 

— ¿Te sientes cómodo conmigo?

 

.

 

— No lo sé… no estoy seguro… —susurró y su corazón había comenzado a acelerarse con prisa.

 

— Si supieras sobre el paradero de tu familia, ¿haría que te sintieras cómodo? —la pregunta se había escurrido de los labios de Lucius de una manera tan tranquila que hizo que no se alterara como debió haberlo hecho ante esa posibilidad.

 

.

 

— ¿No crees que, si supiera el paradero de mi familia, haría de todo por escaparme? —Ron se mordió la lengua al momento que la pregunta salió de sus labios, no podía ser posible que preguntó eso sin desearlo. Lucius en ningún momento debía de saber eso, ya que si se enterase, las cosas no podrían ir bien para él en ningún sentido. Maldijo que los nervios estaban hablando por él.

 

— ¿Lo harías? —susurró entre dientes y Lucius apretó más el agarre—. ¿Lograría que te sintieras cómodo aquí?

 

.

 

— Yo… no sé. —respondió sincero o, al menos, lo mejor que pudo.

 

Pero Ron no quería pensar en eso ahora, no ahora que en lo único que podía pensar era en el nuevo sentimiento que se había instalado en él y en la manera en que Lucius parecía apretar cada vez más el agarre en su cintura.

 

— Duerme. —dijo Lucius en un murmullo e inesperadamente sintió que estaba bien, que estaba bien que estuviera entre los brazos de Lucius de esa manera y que Lucius lo hiciera sentir de ese modo, aunque sea por unos instantes.

 

Protegido.

 

Suspiró y buscó relajarse ante lo que estaba sucediendo. Levantó su mirada y volteó hacía la gran ventana de nuevo, dándose cuenta que las sombras habían dejado de caer.

 

Se permitió sonreír un poco.

 

Se permitió tranquilizarse y bajar todas sus defensas.

 

Se permitió ser atrapado por las nuevas sensaciones.

 

Se permitió ser atrapado por Lucius.

 

Al cerrar sus ojos, pensó en que le había gustado y en como deseaba sentirse así de nuevo, en sentirse como tenía tiempo deseándolo.  

 

A salvo.

 

Esa noche, sus seres amados no lo atormentaron, sus preocupaciones se desvanecieron y el frío, que rodeaba su interior, desapareció.

Notas finales:

¿Habrá sido ese sueño una tortura o una señal? ¡Aaaah! Pasito a pasito el slow-burn ya está quedándose atrás ♥ jajajaj

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥ 


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