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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Muchas gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron!

Disfruten el capítulo.

Desde hace un tiempo atrás, Ron fue capaz de percatarse que los días pasaban con lentitud cuando la tristeza estaba presente, porque era como si liderara todo a su paso dando la sensación de que el reloj se hubiese detenido en algún segundo en particular. Sin embargo, igualmente se percató que no todo era tan malo dentro de la tristeza una vez que se entendía, logrando que así fuese todo más ameno; encontró que se pensaba con mejor claridad cuando se veía todo desde la perspectiva que la tristeza regalaba, siendo razón a que los sentimientos tendían a ser más sinceros y nublaban con una cabal realidad.


Mas no todo fue tan tratable al principio.


La tristeza, a veces, simplemente se entiende como eso. Su revés había comenzado aquel día que discutió con Lucius sobre el tema de la varita y Ron sintió casi inmediatamente que, debido a su torpeza, había logrado poner cierta barrera entre ambos porque, si bien el mayor no estaba distante ni actuaba del todo diferente, si estaba tenso cuando estaba a su lado; la rigidez con la que Lucius lo había estado recibiendo desde ese día era tan notoria, como las primeras veces que comenzaron a interactuar alrededor uno de otro, que para Ron fue como haber tenido un retroceso en aquella relación que manejaban. No pudo evitar el sentirse abatido con él mismo, pensando en cómo había sido su culpa y buscando alguna manera para solucionar algo que no tenía ni la más remota idea de como había salido tan mal.


Estuvo tan sumergido en solamente pensamientos pesimistas por un par de días, pensares a los cuales no les encontraba un fin, cansándose de que lo estuviesen invadiendo y apagando sus días, él trató de encontrar algo positivo que, en momentos como esos, animara esos angustiosos días.


No le agradaba el ahogarse en pensamientos que no le servían de nada, por lo tanto, buscar todo lo posible por encontrar en lo que mantener ocupada su mente fue la mejor de sus ideas. Se terminó sorprendiendo de las pocas cosas que pudiera levantar verdaderamente su ánimo y le pareció curioso el que un número tan reducido de cosas le pudieran resultar agradables -o meramente soportables- cuando se encontraba en un estado tan afligido.


Recordó entonces que la buena comida y la compañía tendían a funcionar, el atascarse de comida mientras escuchaba las conversaciones de las personas que lo rodeaban ayudaba a que sus pesados pensamientos se fueran muy lejos de él. Aunque, esos elementos por separado funcionaban aún mejor, sobre todo la agradable compañía; el estar manteniendo una conversación con alguien de su simpatía, ahuyentaba cualquier pena en la que estuviese sumergido pues lo hacían sentirse con normalidad y como si nada estuviese sucediendo.


Para su suerte, Ron sabía que las cosas que lo pudieran distraer, hasta que todo se volviese grato, estaban ahí, contaba con lo suficiente para estar brincando de un lado al otro, rehuyendo de todo lo que hacía sus días pesados y que lograran, al finalizar el día, estuviese tan cansando como para caer sin dejarse guiar en la oscuridad de la noche por malos pensares. Pero aún con todo aquello, Ron estaba sintiéndose mal. Trató con desespero el hacer que funcionara, supo que no iba a dejar que se le notase algún cambio y realmente trató lo más que pudo. Sin embargo, no encontró palabras para describir lo frustrado que se encontró al no lograr que ninguna de esas cosas le auxiliaran ahora que las necesitó más que nunca y fue de tal manera que se sintió tan incómodo de no poder alejar, de ningún modo, su repentino malestar.


Por bastantes días consecutivos, estuvo seguro que era debido a la improvista depresión por el desastre que había sido el haber preguntado a Lucius sobre ese tema, que un nudo en su estómago se instalara tan fuertemente en él a tal grado de hacerle sentir al borde de las náuseas con cada paso que daba; un sudor frío lo atacaba cada que su visión se sentía borrosa debido a la basca sensación, únicamente logrando que aquel nudo no pudiera disiparse por completo o por nada.


Se sintió molesto con él mismo por dejar que algo así lo afectara tanto. Se sintió más que nada estúpido porque él todo el tiempo supo que así estaba destinado a suceder una vez que preguntara, sobre todo que supo todo el tiempo que ese fue un riesgo a correr por el solo hecho de preguntar algo como aquello. Él había imaginado hasta posibles respuestas y, en ellas, estaba la que le dio con tanta claridad, ya que era algo que él sabía más que de sobra Lucius iba a decirle para hacerlo desistir. Pero lo que lo hizo de todo ese asunto aún más pesado fue que sabía era su culpa el haberle dado a Lucius tanto poder sobre él, de todos modos.


Fue hasta ese entonces que le bastó para pensar todo con mejor claridad y darse cuenta que ese malestar no se debía a ese claro caos sino algo que fue tan obvio una vez lo iluminó. La realización un día lo golpeó con una simple palabra cuando se encontraba viendo a Lucius con falso disimulo: perder.


No estaba acostumbrado a perder. En ningún sentido. Sean cosas grandes o pequeñas, tangibles o intangibles, materiales o sentimentales, el solo perder se le hacía insoportable desde que tenía memoria. Sentirse mal por perder le resultó un sentimiento de egoísmo puro con anterioridad, ya que era pelear tanto por obtener algo propio para que al final no valiese la pena todo el esfuerzo. Eso había sido antes, pero hasta ese momento fue capaz de ver que no era egoísmo, sino el mismo sentido de pertenencia era el que hablaba ante ese sentir y lo que tan apegado se estuviera eso.


Ron entonces lo entendió. Comprendió perfectamente la razón de porque se sentía tan mal con que Lucius no quisiera ni considerar el darle una varita: no quería perderlos a ellos también.


Había perdido demasiado ya a lo largo de esa lucha, en cualquiera categoría que pudiese nombrar. Él sabía de sobra que perdió tanto, sobre todo personas que fueron importantes para él y no fue algo que tomó con ligereza. Seguía siendo incluso tan doloroso el pensar en todas sus pérdidas que simplemente imaginar que más personas pudiesen sumarse a esa lista le era inaceptable; tenía una varita, , pero el que pudiera perder a las personas que habitaban en esa mansión sin que él pudiese hacer algo útil para defenderlos al no poder entrenar como debería y el que Lucius le diera la espalda con respecto al uso de una varita, era lo que le tenía tan revuelto el estómago.


No se sorprendió con ese pensamiento en realidad, porque recordó una declaración silenciosa que se hizo a él mismo cuando destrozaron la habitación de Lucius en su búsqueda. Permitirse tal cosa y dejar que la muerte los alcanzara no era viable, se habían vuelto tan importantes en su vida como para hacerlo preocuparse, de tal manera que no podía permitirse perderlos y si bien darse cuenta no aligeró su pena, si fue como sentir un ligero bálsamo entre todo su malestar.


Suspiró con cansancio cuando escuchó pasos apresurados a sus espaldas, puso las velas que traía entre sus manos en el lugar que las estaba acomodando con la intención de voltear y ver de quien se trataba, pero antes de que pudiera mover los pies, lo asustó el repentino movimiento de jaloneo que sintió en uno de sus brazos.


Sus ojos se posaron en la persona que lo estaba haciendo moverse y vio con más detalle que se trataba Draco y, al sentir cómo lo arrastraba junto con él, logró que se enojara rápidamente hasta sentir su cara arder de mismo coraje. Estuvo a nada de protestar cuando sintió como Draco apretó más el agarre bajo su brazo, haciendo que solo lograra soltar un chillido de dolor.


— No sé qué idiotez hiciste esta vez, Weasley, pero lo vas a arreglar en este mismo instante. —habló Draco sin voltear a verlo. Iban casi corriendo hacía las escaleras y buscó en su memoria alguna explicación del repentino asalto a su persona, pero no logró entender que fue lo que pasó para que el menor se comportara de ese modo.


— ¿De qué hablas, Malfoy? —preguntó Ron, confundido. Trató de moverse para zafarse de agarre en su brazo, pero el menor solo lo apretaba aún con más fuerza, lastimándolo. Se quejó en un bufido—. ¡Oye, suéltame!


— Algo le dijiste a mi padre para que estuviera así de molesto-


— ¡No fui yo! —lo interrumpió entre balbuceos mientras se maldecía mentalmente. Se desconcertó el que Draco hubiese notado algún cambio entre ellos, ya que el cambio no era tan notorio a ojos ajenos a menos que fueras demasiado observador, estaba seguro.   


— ¡¿Quién más si no?! ¡Estaba tranquilo hasta que-! —gruñó Draco, irritado—. ¡Ya me tiene harto! ¡Todo le molesta últimamente!


— ¿Y eso que tiene que ver conmigo? —preguntó al mismo tiempo que trataba de quitarle a Draco su mano de encima por segunda vez. Había llegado hacía las escaleras y las subían tan deprisa que estaba a nada de caerse de lleno contra los escalones.


— ¡Hace un momento me regañó por pasarle una pluma con magia! —gritó—. ¡Con magia! —repitió lo último dicho, enfatizándolo con más claridad.


— Algo habrás hecho. —razonó Ron, desesperado, al darse cuenta a donde se dirigían. Draco lo estaba arrastrando directo hacía la oficina de Lucius, por el momento no le dejaba una buena espina ese suceso—. ¡Ese no es mi asunto!


— Un mago tan… como él, renegó por qué diablos teníamos que usar magia para todo, hasta para hacer algo tan simple como pasar una pluma y que no nos íbamos a morir si dejábamos de usarla por unos minutos. —informó Draco entre dientes. Ron lo miró con incredulidad y dejó de luchar por unos segundos.


Ahora entendía el por qué Draco estuviera tan molesto. Era casi imperdonable el que Lucius tuviera el nervio de decir ese tipo de cosas cuando era una persona tan orgullosa con todo lo relacionado con lo mágico, su obsesión con la pureza de la magia hablaba por si sola; entonces, tal parecía que Draco había agotado su nula paciencia, regañándolo por una situación en la Ron había envuelto a su padre.


— No puedo creerlo… —susurró Ron sin saber que decir al respecto. Era su culpa, pero no iba admitírselo a Draco por ningún motivo ni pedirle disculpas a él.


Antes de que pudiera pensar en algo adecuado para tratar de justificarse y explicarle por qué debía creer en que no era su culpa que Lucius estuviera comportándose raro, sintió a Draco zarandear su brazo con una fuerza que parecía se lo iba a sacar en cualquier segundo.


— ¡¿Qué mierda hiciste?!


Ron jaloneó su brazo hacía atrás en un intento de soltarse—. ¡Maldición! ¡Suéltame!


— ¡¿Le dijiste algo sobre nuestro asunto?!


— ¡Claro que no! ¡Y no lo estés gritando, idiota! —Ron entró en pánico cuando divisó la puerta de aquella oficina a la que Draco lo llevaba—. ¡Que me sueltes, imbécil!


— Escúchame bien, idiota descerebrado, que no lo voy a volver a repetir. —susurró Draco una vez que paró a ambos delante de la puerta y sintió cierto alivio al momento en que el menor aflojo su agarre—. Vas a arreglar cualquier cosa que le hayas dicho o hecho, quieras o no.


— Pero yo-


— No te estoy preguntando. —siseó, molesto—. Lo harás y más te vale que quede eso hoy.


Ron suspiró con resignación cuando Draco abrió la puerta de la oficina de un impulso. A ese punto, sabía que pelear ya no le servía de nada, así que se dejó guiar hasta el escritorio de Lucius, quien se encontraba leyendo unos pergaminos con atención y no puso importancia a los pasos de ambos que retumbaban con fuerza.


Fue hasta que llegaron al escritorio que Lucius volteó a verlos sin expresión. Draco lo soltó de un empujón, logrando que tuviera que agarrarse de la orilla de la madera con rapidez para no caer de rodillas.


— ¡Oye! —se quejó Ron en un grito bajo. El dolor en sus palmas se sintió de inmediato al haber golpeado directo con la gruesa madera, haciéndolo maldecir mientras pensaba en como si Draco se lo proponía podía ser violento sin esforzarse.


— Padre, traje a Ronald para que lo ayude en su búsqueda. —habló Draco con aire sereno, pero firme. Ron volteó hacía su dirección y lo miró de mala manera—. Astoria y yo estaremos tomando té en el balcón.


A Ron le hubiese gustado recordarle a Draco todas sus generaciones pasadas a base de insultos o molerlo a golpes hasta que los nudillos le quedasen rojos, pero no tuvo tiempo de decir una misera maldición cuando Draco ya había salido de la oficina.


— No dejes que Draco te trate de ese modo. —dijo Lucius en cuanto Draco cerró la puerta tras de él.


Ron soltó un bufido y encaró a Lucius—. ¿Cómo no me va a tratar así si salió de tu boca que podía hacerme lo que quisiera si no obedecía?


— ¿Lo has desobedecido?


— ¿Qué es lo que busca, señor Malfoy? —preguntó, desviando el tema. Sabía que no tenía caso responder a algo como eso al no tener ninguna excusa que pudiera sonar convincente. Observó seriamente a Lucius mientras sobaba la palma de sus manos -una cada tanto- con sus pulgares.


— Nada.


Ron negó con la cabeza ante la seca respuesta del mayor. Caminó hacía una de las sillas que se encontraban frente al escritorio y se sentó sin despegar sus ojos de Lucius, quien también lo miraba con seriedad. Dejó en paz sus palmas y llevó su mano al brazo que Draco le había estado jaloneando para masajear el área mallugada, definitivamente iba a hacerle pagar al menor de los Malfoy en cuanto se lo volvierá a topar pues eso iba a dejar su piel amoratada al día siguiente.


Aunque, una preocupación le invadió el cuerpo al pensar en que si Draco había notado más allá de aquel regaño que su padre le propinó; de ser así, eso quería decir que los había estado observando o poniendo atención hasta que fue suficiente como para ver entre los sutiles cambios que podían situarse entre Lucius y él. Por lo tanto debían ser más cuidadosos en un futuro, o al menos serlo él, si no quería que Draco se terminará enterando sobre lo que hacía con su padre, menos por minúsculos errores suyos.


Resopló al rememorar el motivo de porque estaba ahí.


— Lucius, mira, sé que estás molesto por lo que te pregunté hace un par de semanas… pero no tienes porqué regañar a-


— Sé que te irás. —interrumpió Lucius, sonando con seguridad.


— ¿Qué? —preguntó, confundido, mirándolo con los ojos entrecerrados y el entrecejo fruncido para tratar de adivinar de que estaba hablando el mayor.


— Te irás en cuanto tengas en tu poder una varita que te responda.


Ron contuvo la respiración. De todas lo que había imaginado referente a lo que Lucius le podía decir, esa no fue una opción que meditó en lo más mínimo, ya que no lo creyó necesario. No imaginó que Lucius pensara que iba a irse en la primera oportunidad que tuviera, después de todo lo que han pasado y la manera en la que se han desenvuelto uno con el otro; y no solo entre ellos, sino también con el rostro de los habitantes en ese lugar.


Se preguntó entonces lo que sucedería al Lucius enterarse que tenía semanas con una varita en su posesión y lo único que había hecho era entrenar -a cómo podía- con pequeños hechizos a escondidas para ayudar en cualquier situación que lo requiriera; se enojaría, se alegría o se aliviaría de saber que no se fue huyendo como lo estaba prediciendo con tanta llaneza. Se sintió tan molesto de pronto y su corazón latió desbocado al sentirlo como una burla a todo el martirio que había estado sufriendo ese último tiempo y una total ofensa hacía su compañerismo.


— ¿Cómo estás tan seguro de eso? —cuestionó una vez que pudo recuperar el habla, tratando de no sonar tan afligido como se sentía.


Lucius sonrió de manera ladina—. No es algo que necesite certeza.


— Bueno… —Ron parpadeó un par de veces antes de continuar—. Pues te informo que me ofende que pienses de ese modo.


— Debería de ofenderte el no entender que no sobrevivirías ni un día allá afuera.


— No estoy diciendo que lo haría, pero de ser ese el caso… —cortó debido a la filosa mirada que Lucius le dedicó, haciéndolo sentirse nervioso y exhaló todo lo que sus pulmones le permitieron en busca de calmarse—. Lucius, sé cómo cuidarme solo. —afirmó—. He pasado por muchas cosas como para no saber cuidarme del tipo de personas que hay allá afuera.


— Justo eso es a lo que me refiero. —dijo Lucius, apuntándolo—. No sabes lo que dices.


— Mírame y vuelve a decir que no sé lo que digo. —retó Ron con molestia mal contenida mientras señalaba su cuerpo—. Tú más que nadie ha visto mi cuerpo y sabes que las marcas en él revelan mi capacidad de sobrevivir por cuenta propia a las amenazas que se me pongan enfrente.


— Las cosas ya no son como las conocías, ¿qué es lo que no terminas de entender?


— No lo he visto tal cual, pero viví semanas bajo tortura constante y puedo darme una idea-


— Eso no fue nada comparado a lo que verdaderamente está pasando. —dijo Lucius entre dientes.


— Dímelo entonces. —pidió rápidamente en un susurro, lo suficientemente audible para que Lucius fuera capaz de escucharlo—. Si nadie me dice nada, entonces ¿cómo voy a entenderlo?


— ¿Por qué luchas contra que te protejan? —preguntó Lucius con evidente molestia en su voz—. ¿Es tanto tu orgullo como para dejar que alguien como yo-?


— Espera, espera, espera —interrumpió Ron entre atropellos aquello que Lucius pensaba decirle—, ¿alguien como ? —preguntó con asombro al no poder creer lo que escuchaba—. ¿Sigues pensando que hay esa clase de enemistad entre tú y yo?


Ron no logró contener el jadeó sorprendido que salió desde el fondo de su garganta ni tampoco detener que el nudo en su estómago se formara. Esperaba que el silencio en el que Lucius había caído no fuera la respuesta a su pregunta, porque de tratarse de ese modo, ahora si iba a tener los suficientes motivos para sentirse totalmente decepcionado.


En realidad, no lo creía de ese modo ya, pero tenía la espina referente a que todavía podía ser probable que él estuviese viendo cosas donde no las había y sintiendo cosas por haber escuchado entre líneas cuando no había nada ahí; sin embargo, de eso a que Lucius aún lo viera como un enemigo natural después de todo ese tiempo, era tan extremo que le parecía tan irreal. Era lo único que le faltaba. Sería el colmo de colmos, era justo lo que necesitaba para terminar de amargarse.


— No. —contestó Lucius después de unos tortuosos segundos. Ron lo miró fijamente a los ojos, tratando de buscar algo que pudiera delatarlo y decirle que aquello era una mentira de su parte, pero sintió un alivio recorrerle por el pecho al solo ver honestidad en el mayor.


— Que bueno. —dijo firmemente justo cuando erguía su espalda contra el respaldo de la silla—. Porque de lo contrario ibas a terminar de ofenderme aún más-


— Deja el asunto de la varita. —habló Lucius al mismo tiempo que se levantaba de su silla para después caminar hasta estar parado a un lado suyo.


Ron levantó la vista hacía su dirección y negó—. Lucius-


— Deja que yo… —pausó por un momento. Lucius tomó una de sus manos, haciendo que se parara al empujarlo contra él, quedando frente a frente uno con el otro; de un solo movimiento, su mano quedó entrelazada con la del mayor—. Yo seré el que se encargue de todo está vez.


— ¿Y quién se encarga de ti? —preguntó, angustiado, apretando más el agarre entre sus manos—. Si algo llegase a pasar y no pudiera hacer nada para… —resopló al no lograr seguir siquiera con el pensamiento.


— Por eso, déjame cuidar de ti, Ron. —Lucius acarició, con su mano libre, una de sus mejillas con la punta de sus dedos hasta terminar acunándola. Cerró brevemente sus ojos ante el suave contacto, disfrutando del mismo.


— ¿Estás tratando de manipularme? —preguntó Ron seriamente—. Disfrazas todo para que olvide el tema-


— Solo déjame protegerte.


Ron abrió sus ojos para verlo directamente, Lucius esperaba por una respuesta. Sabía que debía de buscar alguna manera de convérselo, tenía que llegar a convencer a Lucius sobre que lo mejor era que él también estuviese armado; no le agradaba el hecho de quedarse como damisela en apuros, esperando a que lo rescatasen ni tampoco podía simplemente quedarse a rogar que no pasará nada. Tenía dos personas a las cuales les había dado su palabra, su protección, y otra a la que él había decidido proteger por su cuenta; no iba a poder tener a nadie a salvo si no entrenaba como era debido.


Sin embargo, Ron asintió.


Por el momento no había nada que hacer. Lo mejor que podía hacer, hasta entonces, era encontrar otras maneras o métodos para seguir como ese momento, tenía que continuar como pudiera, no iba a tener más cosas de las cuales lamentarse.


Suspiros repentinos era lo que se escuchaba ahora. Manos entrelazadas, manos que se cruzaban, que buscaban y encontraban. Caricias repartidas, proporcionando placer entre besos fugaces. Deseos que eran alcanzados, cumplidos, anhelados, para sentirse como en las mismas nubes. Más besos enmascarados de mordidas, que buscaban dejar huellas sobre la piel, en un arrebato de dejar evidencia sobre aquel acto, el cual había dejado de ser del todo furtivo. Bocas abiertas, donde solo había jadeos pidiendo más y más y más. Y ambos siguiendo el ritmo de sus acelerados corazones, corazones que no paraban de latir en sincronía, casi fundiéndose y chocando como si fuesen uno mismo.


Ron, al final, terminó sonriendo simultáneamente a que su malestar se disipaba.


Ya lo había sacrificado todo. Su familia, sus amigos, su libertad, todo su trabajo, su vida entera. , había perdido muchas cosas.


Pero había algo que todavía no le era arrebatado.


Amor era aquello que le quedaba.


Y él definitivamente ya no iba a permitirse perder.

Notas finales:

No pude dejar el drama por más tiempo, estos lo que necesitaban era todo menos eso. Draco tuvo que encargarse, súper agresivo, pero efectivo ;) Lucius sigue con los problemas de comunicación, paciencia que luego soltará la boca. ¡Les debo el smut/lemon!

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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