Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

SNS Week por shiki1221

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Día 2: Pinceladas

 

El mundo era blanco y negro sin más ni menos. Tonos grises para aquellos detalles de poca importancia que solían rodearlo, pero esa escala era su única variante. Así lo veía Sasuke. Por algún tiempo creyó padecer de daltonismo. No le encontraba explicación lógica a su falta de sensibilidad al color. Donde otros veían colores vivaces y hermosos, él sólo veía grises oscuros, blanco o negro. Nada más. Su familia le realizó múltiples estudios desde pequeño en búsqueda de alguna anomalía. Mas ni siquiera los expertos lograron algo. Todos los resultados indicaban que se trataba de un niño perfectamente normal. Así vivió su vida durante veinte años hasta que se dio cuenta de que permaneciendo en Konoha no tenía muchas esperanzas de cambiar eso.

Pensó en buscar tratamiento en otros países. Probó suerte en unos cuantos viendo a todo tipo de especialistas. Incluso recurrió a darles una oportunidad a los charlatanes que aseguraban que estaba maldito. Esos supuestos chamanes y curanderos aseguraban que la causa de su problema tenía un origen maligno. Un espíritu vengativo que venía por él. Se rio en sus caras sin la más mínimo consideración. En toda su vida jamás había hecho nada de lo que ellos catalogaban como “motivos”. Las razones para quedar maldito incluían; faltarles el respeto a los difuntos, cometer algún pecado imperdonable como matar o invocar a las fuerzas malignas por medio de rituales paganos.

Él se enorgullecía de nunca haber hecho cosa semejante. Así que queriendo darse un descanso, decidió no buscar respuestas a su condición en su siguiente destino. Por lo mismo emprendió un viaje de vacaciones hacia París. Su única intención para ir era hacer turismo y despejarse luego de tanto estrés y decepción sufrida anteriormente. Luego de finalizar este viaje regresaría a Japón junto a su familia. Seguiría con la monotonía de su mirada carente de colores, pero con su estabilidad en varios otros aspectos como el económico, no se quejaba de un pequeño defecto de sus ojos.

Su ánimo no cambió mucho pese a los paisajes de la ciudad del amor. El cielo azul que tanto se alababa al igual que el hermoso dorado del sol no significaban nada para Sasuke. Podía sentir el ardiente calor causándole molestia por provocarle sudar, pero no veía ningún brillo o la supuesta iluminación que debería darle. Visitó lugares arquitectónicos famosos. Al menos para apreciarlos no requería de percibir los colores. Con ver las formas de la estructura tenía suficiente. En especial cuando existían algunas que eran de piedra blanca. Pensando en ello decidió ir al museo. Podía ignorar los cuadros pintados y dedicarse a apreciar las esculturas de mármol. 

Con ello en mente ingresó al museo más grande del lugar y pasó francamente aburrido por las salas donde se exhibían diversas pinturas. Esas eran las zonas más llenas por los turistas y amantes del arte. La envidia carcomió el corazón del azabache al ver esos rostros sonrientes mientras alababan los, a su parecer, tan sobrevalorados colores. A medida que se alejaba de las obras de artistas renombrados, la cantidad de personas amontonadas iba disminuyendo hasta que llegó a un salón donde predominaban las esculturas. Quizás fuera por decorar un poco las blancas paredes, pero allí en lo alto había un cuadro colgado. Los ojos negros de Sasuke se posaron en el mismo con desinterés, pero repentinamente se abrieron con sorpresa al darse cuenta de un detalle.

—Puedo ver sus colores —susurró sin poder creerse aquello.

El contenido del cuadro era de un enorme zorro anaranjado cruzando por un paisaje en blanco, presumiblemente un lugar nevado. A su alrededor se veían los destellos producidos por las nueve colas que poseía y por donde pisaba parecía renovarse la vida. En cierta área de la blanca nieve parecía haberse derretido para permitir que el verde pasto se asomara tímidamente. El pelaje del animal era tan vívidamente iluminado por el sol que casi podía sentir la tibieza de su pelaje sólo con observarlo. Pronto notó un pequeño texto al pie del cuadro que rezaba:

Una leyenda sami cuenta que un zorro cruza las mesetas árticas e ilumina el cielo con las chispas que se desprenden de su cola al arremolinarse la nieve. El término moderno revontulet, el fuego del zorro se deriva de este mito”.

Conocía esa leyenda para dar sentido a ese fenómeno natural. Sin embargo, esa explicación fantástica le pareció un poco más emocionante que la fría ciencia haciendo uso de eventos meteorológicos y de partículas. Suficiente frío tenía con su propio vacío a falta de colores como para perder la magia que esa pintura ofrecía. Soltó un suspiro similar al de un enamorado al sentir como su corazón latía con fuerza con una emoción desconocida.

—¿Te gusta ese cuadro? —preguntó un hombre rubio de una edad similar a la de Sasuke.

—¿Quién eres? —interrogó Uchiha de inmediato viéndolo con desconfianza—. ¿Y por qué este cuadro no está con las demás pinturas en la exhibición principal? Esta es por lejos la mejor pintura del museo —alegó el azabache señalándola.

—Mi nombre es Uzumaki Naruto, ¿y el tuyo, Teme? —preguntó mirándolo con el ceño fruncido—. Si no fuera porque tienes buen gusto para reconocer un cuadro tan bueno, te golpearía por maleducado ttebayo.

—Uchiha Sasuke —se presentó de manera rápida volviendo con rapidez al tema que realmente le estaba interesando—. Ahora responde mi pregunta, Dobe.

—Este cuadro lo pintó un artista que se rumeaba estaba maldito —explicó Uzumaki viéndolo con nostalgia—. Incluso estando muerto sus cuadros traen desgracias según la leyenda.

—Si son tan supersticiosos para no exhibirlo, ¿por qué de todas formas lo cuelgan aquí? —cuestionó confuso por esa decisión.

—Algunos escépticos creen que la maldición no es real, pero cuando las desgracias comienzan a suceder todos se arrepienten de comprarlos —explicó encogiéndose de hombros.

Sasuke pensó en lo ridículo que sonaba todo eso. Un cuadro tan hermoso no podría estar maldito. Se le hacía inconcebible esa idea. Repentinamente sintió algo frío en su mejilla y al darse cuenta de que se trataba de la mano del rubio se apartó.

—¿Qué haces, Dobe? —preguntó mirándolo con el ceño fruncido.

—Disculpa —dijo Naruto algo apenado—. Es que eres bastante bonito. Aunque tengas una personalidad horrible y seas tan maleducado ttebayo —comentó rascándose la nuca mientras lo miraba de una manera muy intensa.

Uchiha desvió la mirada un poco. No era la primera vez que lo halagaban por su apariencia. Sabía bien que heredó la belleza de su madre haciendo sus rasgos faciales más delicados. Sus gestos y muecas de disgusto o desagrado eran lo que mejor remarcaba que no era un clon de ella en versión masculina. No obstante, esta era la primera vez que veía el color en los ojos de otra persona. Esa mirada azulina era lo más cercano que jamás había visto a ”un cielo despejado de verano”. Personalmente no lo había experimentado, pero si el cielo era la mitad de hermoso que esos ojos podría asegurar sin temor equivocarse, que era digno del alboroto que tanto causaba.

—Supongo que gracias —dijo no sabiendo que más responderle.

Se sumieron en un silencio bastante largo mientras los ojos del Uchiha volvían a centrarse en aquella pintura pensando seriamente en comprarla. El dinero no sería problema para alguien como él, pero ¿se la venderían? Estando tan apartada de todas las demás quizás fuera para evitar hacer negocio con ella. Aunque las maldiciones fueran pura superstición lo que sí era real es la mala fama. Si vendieran un “mal producto” era ciertamente posible que la cantidad de compradores descendiera. Especialmente si había creyentes de lo paranormal involucrados. Conocía de algunos lugares “malditos” que lucraban con las visitas a los mismos. No obstante, para una galería de arte, lo importante era vender las piezas y con malos rumores no podrían. Si ocurrían “desgracias” como robos más que atribuirlo a maldiciones acusarían a los vendedores de tenderles trampas.

—¿Tienes mucho interés en este cuadro? —preguntó Naruto interesado al ver cómo seguía perdido en la pintura—. Te advierto que podría matarte.

—¿Cómo dices? —interrogó con una sonrisa de suficiencia y desdén—. ¿Es por esos cuentos de maldiciones y todas esas tonterías?

—Se dice que los cuadros pintados por el artista maldito llevan a la muerte a quien los posea —advirtió con gran seriedad—. ¿Aun así te arriesgarás? —interrogó atento a su respuesta.

—Quiero que sea mío y no me importa el costo —aseguró de manera arrogante—. Iré ahora mismo a hablar con el dueño del museo. Y verás como consigo que me la dé —aseguró antes de darle la espalda.

Uchiha caminó decidido a ir a comprar esa pintura y quizás algunas más. Mínimo se aseguraría de llevarse aquellas cuyos colores le fueran visibles. Por las demás no tenía ningún interés. Se dio vuelta pensando en preguntarle al rubio por el nombre del supuesto artista maldito, pero ya no estaba allí. Lo buscó con la mirada sin éxito. Debía de ser alguien con mucha prisa por irse si nada más darle la espalda huyó tan cobardemente. Como se lo volviera a encontrar iba a asegurarse de hacerle pagar por irse antes de satisfacer por completo su curiosidad sobre esas pinturas. Ahí puso punto final a sus pensamientos dedicados a Naruto.

En otro lugar imposible de identificar, se encontraba el joven de ojos azules caminando entre diversos cuadros. Todos retratos de personas famosas de la era feudal. Aquella en la que ninjas, samuráis, shogunes y demás puestos, ahora olvidados, aún existían. Trazos precisos captando cada detalle haciendo los rasgos faciales demasiado exactos. Casi como si esas pinturas tuvieran vida. A medida que Uzumaki caminaba entre aquellos cuadros las expresiones de cada retrato se volvía demasiado fea. Lo observaban con odio e intentaban escapar de la pintura. Gritaban maldiciones y gemían de dolor mientras exigían la sangre del pintor maldito. Aquella que aprisionó sus almas negándoles el descanso eterno.

—Sigues teniendo un ego muy grande —dijo Naruto al aire mientras reía tontamente—. Mira que llamar a tu propia obra la mejor de todo el museo, Sasuke —afirmó con una sonrisa mientras se detenía delante de un cuadro cubierto por una gruesa tela—. Y menos cuando ese estúpido zorro ni siquiera fue tu mejor trabajo ttebayo —exclamó descubriendo la pintura.

Debajo de la tela había un cuadro enorme con la imagen de Naruto y Sasuke siendo el segundo abrazado por el primero. La única diferencia entre esas pinturas y ellos eran las ropas, pues en la imagen ellos tenían la ropa típica de la era feudal. Sonreían felizmente juntos, pero había un defecto imposible de obviar. El azabache no tenía ojos. No se debía a un desgaste de la tela o el deterioro a causa del tiempo. Directamente aquellos ojos jamás fueron pintados. El rubio acarició el rostro del Uchiha recordando cuando fue pintado.

—Incluso ahora sigues siendo posesivo —murmuró al recordar su afán de obtener el cuadro—. “Mío a cualquier costo” —remedó la frase que le dedicó en el museo—. Lo mismo dijiste sobre mí cuando te conté sobre mi compromiso con Hinata-chan.

Ningún libro de historia jamás dejó un registro escrito de su existencia y en vida también era un secreto de alto mando. En aquella época, el shogun Namikaze Minato tenía a su servicio a Uchiha Sasuke debido a sus habilidades malditas. Todo aquel que era pintado por el mencionado moría trágicamente. Sólo bastaba con que la imagen retratada fuera precisa para que tuviera la muerte asegurada. Para empeorar las cosas, era poseedor de una memoria demasiado buena. Sus ojos registraban con espeluznante detalle los rostros de las personas que debía maldecir. Cuando tenía éxito, se le permitía usar la piel de sus víctimas como lienzo y su sangre como tinta para aumentar su efectividad.

Sasuke vivía por y para su arte. Realmente no le importaba quiénes eran sus objetivos. Él sólo quería pintar. Porque incluso en ese mar de odio y sangre, estaba feliz por poder pintar todo el día sin restricciones. Pocos podían vivir de la pintura y él era una de esas pocas excepciones. Hasta ese momento todo iba bien, pero dado que Naruto sería el siguiente shogun, Minato consideró conveniente permitirle conocer el secreto para terminar con los conflictos sin el desperdicio de la vida de los soldados en largas y cruentas guerras.

Fue ahí donde todo se torció.

Fue ese día donde Sasuke por primera vez sintió que quería pintar a alguien sin intención de matarlo.

Mas como pintor maldito no tenía opciones. Todo lo que pintara perecería, pero a cambio sería suyo. Única y exclusivamente suyo por toda la eternidad.

—No lo olvides, Teme soy tuyo como tú eres mío —murmuró Naruto pasando la punta de sus dedos por los labios del azabache en la pintura—. No puedes olvidar la promesa que me hiciste.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).