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Sasuke card captor por shiki1221

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Notas del capitulo:

Holis, perdón por tardarme tanto en actualizar. Debido a los retos mensuales del MCM no he podido cumplir con las actualizaciones regulares. Además me sumé actualizar aquellos fics MCM también XD

Cap 18: El mago Clown y su guardián. Parte 1

Tras dejar al guardián pelirrojo descansando en la cama del hospital, los tres partieron rumbo a la residencia de Sai. En el camino Naruto y Sasuke estuvieron conversando un poco de los recuerdos antes vistos por el card captor. No había querido ahondar en ese tema por miedo a que su convicción para asesinar a Itachi flaqueara. Ver aquellos momentos en los que fueron una familia feliz en otra vida evocaba los recuerdos de Sasuke sobre su propia vida. Cuando su madre cuidaba el mazo y les enseñaba a Itachi y a él tradiciones y hechizos de la familia. Se reprochaba a sí mismo que su odio menguara por un montón de recuerdos melosos, por ello calló. No mencionó el asunto a nadie y tampoco pensó al respecto. Aún tenía dudas respecto a las palabras de Charasuke. Si dijo la verdad… el gran mago Clown lo odiaba. ¿Por qué? ¿Las sacerdotisas tenían razón cuando dijeron que lo traicionó por Menma?

―Llegamos ―avisó Uzumaki tocando el hombro de su novio ya que ni siquiera había puesto atención―. De repente estabas caminando como un robot ―dijo el rubio mirándolo preocupado―. ¿Estás seguro esto?

―Sí ―asintió tomando la mano de su novio―. Tú estarás conmigo, ¿cierto? Así que dudo que me dejes abandonado luego de tanto acosarme ―bromeó.

―Yo lo llamo “cortejo” ttebayo ―protestó siguiéndole el juego mientras entraban a la casa de Sai.

El dueño de la residencia los invitó a sentarse en los conocidos asientos que siempre ocupaban. El azabache de falsa sonrisa dejó solos a sus invitados unos minutos en lo que iba a buscar unos libros. Al regresar abrió uno de ellos y colocó el espejo que Naruto había conservado tras su enfrentamiento con Charasuke. El guardián no tenía idea para que servía o por qué no podía romperlo, así que cuando estuvieron en el hospital se lo entregó a Sai. Estaba seguro que un come libros como él seguramente pronto encontraría la función o razón de ser de aquel objeto. Uchiha sólo miró atentamente los objetos y luego a su amigo.

―¿Por qué no me habías contado antes acerca del origen de las cartas Clown? ―preguntó Uchiha viéndolo con seriedad.

―No lo recordaba ―respondió con sencillez Sai mientras abría el libro―. Mis recuerdos de mi vida pasada son confusos, la mayoría están fragmentados y tengo que ir recolectándolos de a poco ―explicó mostrándose apenado mientras lo miraba con cierta vergüenza―. Siento no haberte sido de más ayuda antes.

―No, no importa ―se disculpó Sasuke hojeando los libros que trajo―. ¿No leímos ya la historia del demonio Kyubi? ―preguntó extrañado por ver nuevamente la misma historia ya leída.

―Lo hicimos ―corroboró la reencarnación de Clown levantando el espejo delante de ambos―. Sólo ustedes pueden decir si la historia escrita en estos libros es real o no ―explicó con rapidez―. Este espejo les revelará los detalles de sus vidas anteriores, puede que descubran cómo salvar a Espejo y a Gaara. Después de todo, verán el origen de tu legado ―dijo mientras el espejo comenzaba a brillar―. ¡Espejo del alma! ―pronunció reflejando a Naruto y Sasuke.

Uzumaki era el apellido de una respetable familia con un linaje sumamente conocido entre aquellos que practicaban con las artes sobrenaturales. Las mujeres de la familia eran reconocidas mikos en el templo Nakano. Fieles y eficientes sirvientas de la más poderosa sacerdotisa de allí desde hacía generaciones. La actual líder de aquel templo era una miko de nombre Shion. Su lugar era legítimamente ganado debido a su habilidad de leer el futuro y el pasado. Sólo debía ver a la persona en cuestión y era capaz de ver su vida pasada y cuando su vida actual llegaría a su fin. Kushina era parte de sus seguidoras por su habilidad en el arte de la purificación. Ella además había sido bendecida con la protección de la deidad del pueblo. Un enorme zorro de las nueve colas de nombre Kurama. Las mujeres de la familia Uzumaki lo tenían como familiar gracias a que en el pasado una de ellas le brindó su ayuda cuando estuvo en problemas. A causa de un enfrentamiento contra otros demonios, Kyubi resultó herido y para recuperar fuerzas decidió convertirse en un zorro silvestre. Un cazador, marido de una Uzumaki, lo capturó e intentó asesinarlo, pero sintiendo pena por el animal, la mujer lo dejó libre. Desde entonces, el zorro veía con cariño a las féminas y negaba su ayuda o protección a los hombres.

Kushina conocía aquella leyenda en su familia y por ello siempre fue muy devota a su tarea como sacerdotisa. La suerte le sonreía y no podía pedir más a la vida. Estuvo llena de dicha durante años. Incluso cuando se embarazó de un hombre que sólo la pretendió para divertirse a su costa, la suerte no la abandonó. Fue ingenua y las promesas de amor pudieron más que su razón, pero volvió a levantarse. A pesar de que su hijo fue llamado error por ser prueba de la traición de aquel hombre, ella lo amaba al pequeño. Temió por el futuro de su hijo, así que pidió su bendición a Kurama. Su deidad jamás le había fallado y aunque no fuera de su gusto proteger a un hombre, tenía fe en que por ella podría considerarlo al menos. Así que pocos días tras el nacimiento del bebé oró pidiendo el bienestar de su pequeño Menma. Crio sola al menor sin necesidad de buscar otra pareja. No había urgencia en buscar una cuando la mayoría de las otras mikos se solidarizaron con ella por su situación. Cosa que agradeció infinitamente la pelirroja.

Para la sociedad ella era una deshonra por haber tenido un hijo sin haber consumado el matrimonio y seguir con toda la parafernalia correspondiente. No obstante, las mikos tenían su propio código. Ellas eran casi como una sociedad apartada, gracias a los poderes en ellas eran temidas y respetadas. Sobre todo lo primero, pues nadie quería arriesgarse a recibir una maldición por ofenderlas. Preferían estar en buenos términos y acudir por predicciones y bendiciones, pues en muchas ocasiones ellas fueron las que levantaron maldiciones lanzadas por sus enemigos. Uzumaki sonrió orgullosa de saber que sus compañeras la protegerían al igual que a su hijo. El pequeño Menma pasó toda su infancia rodeado de sacerdotisas, quienes lo educaron como a uno más de ellas. Conocía de hechizos, rezos y formas de pedir protección para sus seres amados. Pese a parecerle infinitamente inútil, dado que todas las personas que él apreciaba eran mikos que sabían cuidarse solas y él carecía de poder alguno para practicar lo aprendido.

Al cumplir los doce años, la gran sacerdotisa Shion lo llamó a él y su madre. Ella se sentó delante de ambos y los miró directamente a los ojos mientras sujetaba una mano de cada uno. El joven rubio fingió ser indiferente a lo que estaba haciendo, mas se encontraba sumamente nervioso. Las palabras de aquella rubia siempre resultaban ser ciertas y temía un mal augurio. El rostro inexpresivo de la sacerdotisa mientras los miraba no le daba ni siquiera señales de si les deparan cosas buenas o malas. Tras unos agónicos dos o tres minutos lo único que podía oír eran los latidos de su propio corazón hasta que finalmente la joven habló. Sus labios se curvaron en una sonrisa cálida y tranquilizadora al tiempo que soltaba las manos de ambos.

―Les esperan muchas cosas grandiosas ―afirmó la joven haciendo que madre e hijo soltaran un suspiro aliviados―. Ustedes juegan un papel muy importante en el destino del mundo.

―¿Qué quiere decir con eso ttebanne? ―preguntó la pelirroja curiosa, pero sin perder el tono respetuoso al dirigirse a la rubia.

―Desde donde el Sol muere cada día llegará un payaso. Sencillo y torpe a la vista, de cabellos tan negros como la noche y piel tan blanca como una perla. Será como la Luna, traerá luz a la noche, pero será consumido por las nubes de la tormenta si no es protegido ―habló Shion viéndolos con seriedad.

―¿Cuándo vendrá? ―cuestionó Menma mirándola curioso.

―No lo hará ―respondió la vidente negando con su cabeza―. Él y yo nos conoceremos cuando maldiga mi nombre. Por eso ustedes deberán mudarse de este templo.

―¿Qué estás diciendo? ―interrogó Menma perdiendo su formalidad por la sorpresa de noticia semejante.

―El payaso deben buscarlo, no vendrá a este templo si no se lo incita ―explicó Shion mientras abría una cajita de madera que tenía a su lado―. Con estas cartas sabrán exactamente de quién se trata ―señaló las cartas totalmente en blanco.

―¿Cómo? Están en blanco ―señaló el joven de ojos azules notando que ninguna tenía algo en ellas.

―Mira ―dijo la pelirroja reconociendo las cartas. Al momento de tocar una de ellas la imagen de un zorro de nueve colas apareció―. Estas cartas reaccionan al poder mágico de quien las toque. Como la mayor parte de mi poder proviene de Kurama, su imagen aparece.

―Exactamente ―secundó Shion mientras ella repetía la acción de la otra para ilustrar al menor―. Cuando el payaso toque la carta se verá reflejado en la imagen.

Siguiendo las indicaciones de la sacerdotisa, Kushina y su hijo se mudaron prontamente a una casa en el pueblo. Allí pusieron un puesto de adivinación para atraer la atención de la mayor cantidad de personas posibles. Era la forma más práctica de hacer que tocaran las cartas sin levantar sospechas. Durante años estuvieron haciéndolo sin resultado alguno. Menma estaba realmente harto de malgastar su vida haciendo aquello. Incluso juraba que por primera vez Shion se había equivocado en su predicción acerca del futuro. Sus esperanzas morían día a día al ser consciente de la cantidad de personas de cabellos oscuros y piel blanca que aparecían. Sin contar que todos le parecían idiotas, cualquiera podría ser el payaso. Hasta que finalmente lo vio. Un artista ambulante que no hacía los típicos trucos de magia baratos, lo que hacía se veía… real. Él conocía de aquellas artes y tenía la impresión de que no eran simples ilusiones las realizadas por el joven.

Consultó con su madre cómo podría abordar el tema con el chico. Si llegaba diciéndole que era el destinado a ser protegido por él no le creería. Peor aún, si no tocaba una carta no podría ni siquiera confirmar si era a quien debía proteger. Quedaría como un mentiroso si le ilusionaba diciendo que se trataba de alguien especial y no lo era, sería todo un desastre. Otro problema eran sus nulas habilidades sociales. Su madre estaba ocupada con la casa de adivinación descartando opciones erróneas, no podía pedirle también que se hiciera cargo de un torpe artista cualquiera. Lo único que se le ocurrió fue llamar su atención a base de insultos y de hacerlo enojar. Siendo nulas las oportunidades para pedirle que toque la carta. Dejó caer una accidentalmente tras la discusión sin pretenderlo. Cuando notó aquella ausencia, regresó a recuperarla viendo como aquel chico la guardaba. Bufó al darse cuenta de que no sabía si tenía o no alguna imagen en ella.

Siguió yendo día con día dejando cartas esperando ver si aparecía el maldito payaso. Sin embargo, su estrategia estaba llena de errores. No sabía dónde se escondía ese sujeto. Varias veces lo siguió esperando revisar sus cosas para ver las cartas mientras el otro dormía. Apostó todo a una última carta que tenía en su casa. Estaba planeando una estrategia para hacerlo tocar la carta de forma voluntaria cuando lo vio. Estaba allí en su casa, molestando a su madre. Sus celos como hijo salieron a flote y no pudo evitar envolverse en una estúpida pelea infantil con él. Hasta que finalmente lo vio. La carta con la imagen de un payaso había aparecido. Revisó rápidamente las otras cartas que le devolvía y tenían muchas imágenes diferentes. ¿Qué quería decir eso? Hubiera deseado pensar más al respecto, pero tenía que detener a ese sujeto antes de que se alejara de ellos.

―¿Así? ―cuestionó Uchiha mirándolo con desprecio―. ¿Y cuál es ese tan grandioso destino que nos espera juntos?

―Nuestro destino es estar juntos ―afirmó Uzumaki sujetándolo fuertemente―. Tú eres alguien que debemos proteger.

―Estás loco ―respondió Sasuke quitándose su mano de encima―. No sé qué pretendes, pero no te vuelvas a aparecer en mis actos. Ahuyentas a mi público ―ordenó volviendo a caminar dándole la espalda.

―Espera, imbécil ―protestó Menma mientras levantaba la mano dispuesto a retenerlo.

―Déjalo, cariño ―pidió Kushina mientras apoyaba la mano en el hombro de su hijo―. Sasuke-kun ―llamó con una voz calmada―, si necesitas hablar con alguien puedes visitarme ―ofreció regalándole una sonrisa que al moreno le recordó a su propia madre.

―Gracias ―respondió con un tenue sonrojo en las mejillas―. ¿Puedo preguntar… ¿qué quieren de mí? ―cuestionó indeciso. No es que quisiera seguir conviviendo con ellos, pero no se sentía cómodo siendo grosero con una mujer tan amable.

La pelirroja amplió su sonrisa al verlo un poco más dispuesto a conversar. Le recordaba un poco a su pequeño Menma. Tenía el presentimiento de que era una buena persona, pero de trato suave. Lo veía similar a un animalito herido; solo, perdido, confundido y listo para defenderse al primer contacto. Por lo cual, lo invitó a cenar y mientras ella cocinaba, el rubio y el azabache se conocían o mejor dicho, discutían. La fémina sonreía al oírlos insultarse mutuamente. Tenían tanto en común que no dudaba en que ambos serían grandes amigos en el futuro. Mientras cenaban ella le fue relatando un poco de sus vidas y Sasuke les contó algunas cosas de la propia. Anécdotas divertidas de sus viajes, chistes y lugares que deseaba visitar. Estaba lleno de sueños y de destinos a visitar. La mujer se calló los detalles más importantes acerca de su destino encomendado. No quería arruinar la hermosa velada, pero como todo lo bueno tenía un final. Al terminar, Sasuke se levantó de la mesa dispuesto a irse.

―Fue una gran cena ―felicitó emocionado mirando a la pelirroja―. Usted realmente sería una gran esposa… ―dijo coqueto.

―Repite eso y te mataré, imbécil ―advirtió el rubio gruñéndole con molestia.

―Inténtalo, kitsune-chan ―molestó sacándole la lengua alejándose rápidamente.

―Si te vuelves a acercar a mi madre no vivirás para contarlo ―advirtió el joven de los ojos claros.

―Ni que quisiera volver a esta casucha de las estafas ―afirmó cruzado de brazos mientras lo miraba de mala manera.

Pese a sus palabras, el moreno siguió visitando aquel lugar. Era infantil y lo sabía, pero la pelirroja le daba una sensación de paz que no quería perder. Supuso que se debía a que era una madre. Ese cariño y calidez cuando sonreía sólo ellas lo tenían. Era patético. Intentar consolarse usando de reemplazo a una persona que no tenía nada que ver con él. Empero, extrañaba a sus padres, tras años vagando había olvidado lo que se sentía la comida casera, conversar con alguien que le sonreía y prestaba atención como alguien que valía algo, era… era… melancólico. Sin embargo, al darse cuenta de que sus prioridades estaba cambiando decidió que debía pensar seriamente el asunto. Por eso, en aquella tarde de cielo nublado, decidió ir a despejar su mente lejos de aquella mujer. Pronto debería partir de ese pueblo y seguir su camino. No podía seguir retrasando su partida solamente por las invitaciones de la Uzumaki a su hogar. Ese día en particular estaba nublado y amenazaba con llover, pero no le importaba. Se sentó a la orilla de un río a arrojar piedras al agua. Se preguntaba qué estaría haciendo Itachi en esos momentos. ¿Lo buscó alguna vez? ¿Se arrepintió? Odiaba sentirse solo en el mundo. Estaba tan perdido en sus pensamientos que no fue consciente de que estaba siendo rodeado por demonios. Tarde se dio cuenta de que iban a atacarlo, pero no resultó capturado gracias a que Menma saltó sobre él alejándolo de ellos a tiempo. Ambos cayeron al río y fueron arrastrados por la corriente lejos de aquellos demonios.

―¿Qué eran esas cosas? ―preguntó Sasuke nadando cómo podía, ya que ese rubio lo tenía sujeto del cuello dificultándole hacer dicha tarea.

―¡Demonios! ―respondió Menma viendo a algunos intentar seguirlos―. Esas cosas devoran a personas con magia o a los idiotas como tú ―explicó mientras eran arrastrados por las aguas cada vez más embravecidas.

Sus cuerpos chocaron una y otra vez contra las rocas al borde del río. Sin embargo, Uzumaki se esforzaba en mantener sus brazos alrededor del otro. No soltaba el cuerpo del moreno a pesar del daño que estaban recibiendo. Hasta que finalmente en un golpe de suerte chocaron contra una gran roca a la cual subieron. Rápidamente saltaron saliendo del río siendo seguidos por esos demonios. Con dificultades comenzaron a huir a pie hacia un bosque para perderlos de vista. En cuanto encontraron un árbol de gran tamaño fueron al hueco del tronco gracias a la podrida madera y se metieron. Con las hojas y ramas armaron una cortina de hierbas. Cubrieron la entrada y contuvieron la respiración. Oyeron los gruñidos y pisadas cercanas a su escondite y temieron lo peor. No obstante, pronto todo quedó en silencio. Soltando un suspiro Menma se volteó a ver a su compañero.

―Parece que se han ido ―comentó Uzumaki sin recibir respuesta de parte del moreno―. Oye, ¿estás bien? ―preguntó recibiendo nuevamente silencio como respuesta―. ¡Te estoy hablando, Sasuke! ―gritó exasperado.

El rubio se acercó al otro y lo sujetó por el cuello de su ropa. Sasuke se había sentado en un rincón desde que entraron allí a esconderse. Tenía las piernas reflexionadas y la cara oculta en sus brazos evitando ser visto con claridad. No pronunciaba palabra y temblaba levemente. Uzumaki se extrañó por esa actitud. Podía entender la conmoción de haber sido atacado por demonios, pero no podían bajar la guardia. Aun los estaban buscando y no podría escapar con el otro a cuestas si no volvía en sí.

―¿Por qué me siguen? ―preguntó Uchiha con la voz temblorosa―. ¿Qué les he hecho para que siempre haya algo detrás de mí? ―cuestionó más que nada al aire, pues dudaba que Menma pudiera darle respuesta a su predicamento.

―¿Te han atacado antes? ―interrogó el rubio viéndolo preocupado.

―No como ahora, pero siempre siento que me están observando ―respondió con la voz apagada sin aquella característica alegría suya―. Especialmente durante la noche siento que si duermo, me matarán. Es la primera vez que veo claramente lo que intenta deshacerse de mí.

―Es por esto que mi madre y yo debemos protegerte ―suspiró Uzumaki entendiendo que pese a la actitud del otro, sabía de los peligros a su alrededor.

―Y esa es la razón por la que no quiero que se involucren ―respondió el moreno mientras agachaba la mirada―. Cuando era niño, mis padres fueron asesinados para quedarse con los terrenos de mi familia ―confesó con culpabilidad, mientras tomaba aire profundamente para hablar de aquel suceso tan doloroso―. En sí no querían eso, ese lugar era próspero por mi magia ―reveló dejando al Uzumaki sorprendido y sin saber qué podría decirle, por ello consideró prudente dejarlo hablar sin interrupciones―. Me lo dijo mi hermano Itachi, creían que mi madre era una bruja y por eso la tierra estéril era tan basta. Para ellos era como matar dos pájaros de un tiro, mataban a la bruja y se quedaban con la riqueza de esas tierras, pero… ―dijo con su voz sonando como si se estuviera ahogando―, cuando me fui ese pueblo, cayó en la desgracia.

―¿Desgracia? ―interrogó interesado y dubitativo sobre qué pensar al respecto. Esperaba no acertar porque si era lo que pensaba eso significaba que…

―¿Oíste de la enfermedad que estuvo asesinando decenas de personas? ―preguntó Uchiha con una sonrisa forzada, pues expresaba dolor y angustia―. Luego de que mi hermano y yo perdiéramos todo, ese lugar fue azotado por la plaga. Y yo… me alegré ―confesó aún más arrepentido que antes―. Me sentí feliz de que ni el dinero pudiera salvar a esos asesinos ―expresó mirándose las manos como si las tuviera manchadas de sangre―. Soy de lo peor. Yo creo que lo provoque ―admitió evitando la mirada del otro. Temía ver el miedo, la decepción o el horror.

―¿Dónde está tu hermano? ―preguntó Uzumaki queriendo hablar con él sobre esas afirmaciones. Era posible que estuviera mintiéndole a su hermano o que en su miedo e ignorancia sacara conclusiones erróneas.

―No lo sé. Supongo que se cansó de mí ―contestó inexpresivo en su tono de voz, mas sus ojos se veían demasiado brillantes de tristeza―. La última vez que lo vi yo estaba cayendo al vacío y me salvé de milagro. Desde entonces he vagado solo ganándome la vida como payaso ilusionista ―explicó recordando que no podía explicar cómo sobrevivió a semejante caída―. Supongo que hizo lo necesario por sobrevivir. Si se quedaba a mi lado, los demonios lo hubieran asesinado, ¿verdad?

“Esa fue la primera vez que noté la soledad de Sasuke. No había sido consciente de eso al estar muy ocupado pensando en la profecía de la sacerdotisa. Mi deber era protegerlo, pero no me detuve a conocerlo. Era irónico como a pesar de cada día recordarme a mí mismo las palabras de Shion olvidé las primeras. Creía que era exagerado decirle Luna a un tipo tan irritante, pero desde que invade mi casa me acostumbré tanto a verlo sonreír y a sus tonterías que ahora me sorprende verlo serio y melancólico. Él no es feliz, pero si la felicidad fuera el Sol, Sasuke es la Luna que roba destellos de ella y la reparte entre las personas que lo rodean. No es feliz, pero se esfuerza en que otros sonrían, como si pudiera robar la sonrisa de otros y volverla propia. Si ese es el caso, las nubes deben ser los demonios, aquellos seres que intentan devorarlo por su magia. Sencillo y torpe, arrogante y molesto, poderoso e ingenuo. Vaya combinación más peligrosa. Y aun así quiero borrar esa tristeza de sus ojos”. Pensó Uzumaki mientras lo abrazaba.

―Escúchame bien, yo te protegeré así que no tienes nada de que preocuparte ―aseguró Menma estrechándolo entre sus brazos.

―¿Eres idiota? ―exclamó su pregunta sonando casi con horror―.Terminarás muerto como todos los que han intentando ayudarme antes ―replicó mientras intentaba separarse.

―No tienen que preocuparse de eso si mueren aquí y ahora ―dijo un demonio destruyendo el camuflaje.

Aquella criatura tenía un aspecto repugnante. Sus huesos estaban expuestos en ciertas partes, mientras que las cubiertas poseían carne putrefacta. El color ennegrecido de esa piel apenas unida al hueso eran como si de los jirones de ropa desgastada se tratara. Su aliento era visible, como un vaho oscuro con olor a azufre. Tenía largas garras con las cuales avanzaba lentamente acechándolos. Ellos retrocedieron no teniendo donde huir. Menma intentó ponerse delante de Sasuke pese a saber lo inútil que sería. Cerraron los ojos esperando lo peor cuando el alarido de dolor del demonio los hizo mirar interesados. El demonio estaba aprisionado por unas cadenas que lo jalaron lejos de ellos. Con cautela asomaron la cabeza curiosos de la razón y allí estaba ella.

―¡Qué aquello que no pertenece a este mundo desaparezca! ―exclamó Kushina mientras dibujaba una estrella de cinco puntos en el aire usando su dedo índice y corazón. Y mediante aquel hechizo el demonio fue exorcizado―. ¿Se encuentran bien? ―preguntó dulcemente mirando a los menores.

―Sí ―asintieron ambos sorprendidos por la habilidad de la pelirroja.

―Entonces vamos a casa ttebanne ―dijo sonriendo mientras se daba la vuelta―. Menma-chan ¿podrías llevar a Sasuke-kun en tu espalda? A juzgar por su palidez asumo que él es el que dejó el rastro de sangre ―explicó ella comenzando a caminar.

―¿Sangre? ―cuestionó el rubio volteando a ver al otro.

El joven de ojos claros vio que el azabache permanecía en mutismo, así que a la fuerza comenzó a palpar su cuerpo por sobre la ropa. Cuando Uchiha soltó un gemido de dolor al ser tocado en su pierna, lo notó. En la parte posterior de su muslo había un gran corte. Como estuvieron sentados no vio el pequeño charco de sangre que estaba formándose debajo del otro. Lo subió a su espalda y comenzó a caminar detrás de su madre. Dejaría para después los insultos y regaños al estúpido payaso por no contarle que estaba así de herido. Mientras caminaban vieron los restos de varios demonios triturados y la cara de orgullo de Kushina al ver dichos restos. Tenían en claro que probablemente ellas los asesinó o exorcizó. Ya se les hacía raro tanto silencio después de esconderse.

―Tu madre comienza a darme miedo ―comentó Sasuke en un susurro al oído del otro.

―Imagina pasar toda tu vida con ella viendo sus ataques de ira ―susurró Menma.

―¿Dijeron algo, niños? ―preguntó la pelirroja con una sonrisa amable que destilaba hostilidad pasiva agresiva.

―No, mamá ―negó el rubio.

―No me exorcice ―pidió Uchiha haciendo que el otro soltara un suspiro por lo idiota que sonó.

Kushina soltó una pequeña risa y siguieron avanzando hacia la casa. Una vez allí se encargó de vendar la herida de Sasuke. Por lo que pudo apreciar tenía un corte algo profundo. Menma estuvo algo incómodo durante la cena. El ambiente, que solía ser bullicioso gracias a las tonterías del moreno y la efusividad de su madre, estaba demasiado sereno. Siempre se había quejado del ruido, pero no saber qué cruzaba por la cabeza de esos dos le irritaba más que su alboroto cotidiano. Estaban extrañamente serios. Ni siquiera hablaron más de lo necesario mientras cenaban. Uchiha incluso se fue a dormir temprano alegando que estaba cansado por la pérdida de sangre y las heridas. No obstante, pasadas unas horas se encontraba saliendo a hurtadillas de la casa con sus pocas pertenencias al hombro. Caminó cojeando fuera de la casa topándose en la entrada con la pelirroja.

―¿Te irás? ―preguntó ella de manera tranquila mientras se cruzaba de brazos.

―Es lo mejor ―respondió Sasuke deteniéndose delante suyo antes de hacer una reverencia con la cabeza―. Agradezco que hayan cuidado de mí hasta ahora ―dijo sincero mientras cerraba los ojos con fuerza―. Y siento las molestias.

―Sabes que esos demonios seguirán persiguiéndote, ¿cierto? ―preguntó ella con el tono de cualquier madre preocupada o al menos así lo sintió Uchiha.

―Lo tengo claro ―asintió decidido no dejándose intimidar por la posibilidad de volver a ser atacado. Sentía más miedo de pensar que Kushina o Menma resultaran muertos por cuidarlo.

―Entonces, ¿por qué no te enseño a defenderte? ―sugirió Kushina mientras se acercaba al menor y lo abrazaba―. Te enseñaré a usar tu poder para no tener miedo. Podrás proteger a quienes te importan ttebanne ―prometió acariciando su cabello de manera maternal.

―¿En serio? ―preguntó abriendo los ojos al máximo.

―Seguro y no tienes que temer por Menma o por mí yo soy muy fuerte ttebanne ―aseguró con una gran sonrisa―. De hecho podría haberte curado la pierna con magia, pero supuse que sería más fácil alcanzarte si no lo hacía ―confesó con una pequeña risita divertida.

―Bruja ―soltó indignado repentinamente al oír eso. Su pierna le dolía y no lo curó por puro morbo de tenerlo herido.

―¿Cómo me llamaste? ―preguntó ella estrujándolo de manera dolorosa entre sus brazos.

―Maestra ―dijo aterrado sin atreverse a repetir lo anteriormente dicho.

Kushina dejó de estrujarlo y lo guio de regreso a la casa. El rubio también había seguido a Sasuke y escuchó a escondidas toda la conversación. Sonrió sin ser visto por nadie y suspiró de alivio. Tendría la oportunidad de seguir juntos. Sacudió la cabeza avergonzado por esos pensamientos que lo hacían sonrojar y regresó a su habitación como si no hubiera sucedido nada. Desde ese día Uchiha recibió instrucción de la pelirroja. Ella le enseñó a purificar, a sanar y a exorcizar demonios. Se dio cuenta que el mayor problema del menor era su falta de concentración. Mas, cuando usó las cartas para enfocar su magia y visualizar lo que deseaba era capaz de grandes cosas. Uchiha ponía todo su corazón y magia en cada carta; fuego, agua, trueno. Poco a poco se iba formando una mazo personalizado. Aunque tenía una clara tendencia por crear cartas sólo para fastidiar a Menma.

―¡Voy a matarte, Sasukeee! ―gritó enfurecido el rubio mientras perseguía al otro por toda la casa.

―Sólo fue una bromita ―se defendió mientras iba a esconderse detrás de la pelirroja, quien estaba en la cocina preparando el almuerzo.

―¿Qué sucedió? ―cuestionó ella viendo a su hijo todo mojado con una nube pequeña flotando sobre su cabeza sin dejar de llover únicamente sobre el rubio.

―Ese bastardo me puso esta maldita nube que no para de llover ―señaló iracundo esperando su oportunidad para estrangularlo.

―¿En serio? ―preguntó ella viendo al moreno oculto literalmente tras sus faldas―. Estoy impresionada. No cabe dudas que eres mi discípulo número uno ―celebró ella al ver su pequeña hazaña con la magia.

―¿Oíste, Menma? ―cuestionó Sasuke parándose erguido mostrándose orgulloso―. Soy el mejor alumno de Kushina-san.

―Eres el único, tarado ―le recordó con fastidio mientras rodaba los ojos.

―Envidioso ―respondió sacándole la lengua antes de acercarse usando su nueva carta “carrera” y robarle un beso―. Para que se te quite lo amargado. Nada mejor que el honor de recibir el beso de un gran mago como yo ―aseguró guiñándole un ojo antes de alejarse por si intentaba golpearlo.

―¡¿Qué?! ¡No es cierto! ―exclamó sonrojado.

―Sí es cierto, tu mamá me lo dijo ―aseguró cruzado de brazos en una postura muy presumida.

―Así es ―asintió ella con una sonrisa divertida―. Sasuke-kun me pidió que le leyera las cartas para saber si tenía oportunidad contigo y salió que sí. ¿No es tierno? ―preguntó ella haciendo que fuera el azabache quien se sonrojara.

―No era necesario contarle de eso ―reclamó nervioso al verse delatado.

―Je ¿así que te gusto? ―preguntó Menma viendo la oportunidad de fastidiarlo.

―¡Cállate! ―ordenó Sasuke mientras se alejaba.

Él había preguntado de manera discreta a Kushina si podía leerle su suerte en el amor. No dio ningún nombre porque no pretendía decirle algo como eso a ella, pero la muy bruja se dio cuenta. Hizo un puchero ofendido al ver la cara de triunfo de la mujer. Era como si en secreto estuviera celebrando confirmar algo que ella ya se veía venir. No estaba en sus planes tener interés en aquel amargado rubio, pero… él siempre lo cuidaba. Era su misión protegerlo, su destino, así que temía confundir su deber con sentimientos románticos. Temió no ser correspondido y por eso creyó conveniente tantear terreno. Aun se preguntaba por qué a la pelirroja no le molestaba que estuviera enamorado de su hijo. Creyó que si se enteraba lo echaría a patadas de su hogar o algo por el estilo, pero ni había terminado de leerle su suerte cuando ya le daba sus bendiciones. ¿Debía alegrarse o preocuparse por eso?

―Disculpen ―llamó una voz en la entrada de la casa―. ¿Esta aquí la sacerdotisa Kushina? ―preguntó un chico de cabellos castaños.

―Sí, aquí estoy ―respondió ella saliendo a atender a un posible cliente―. ¿Quieres que te lea la fortuna?

―Sí, estoy muy interesado en mi futuro ―respondió el joven con una sonrisa.

Sasuke se asomó curioso a ver al nuevo cliente. No debió hacerlo. Si sus ojos no se hubieran cruzado aquel día, si tan sólo su curiosidad hubiera sido mejor controlada, no habría destruido su propia felicidad…

 

CONTINUARÁ….

 


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