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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 3: El guardián de Sasuke

 

Los adultos gritaban múltiples insultos contra su persona. Se encontraba sucio, con frío y hambre. Sin embargo, nadie le tendería una mano a alguien como él. Un demonio. Eso era o eso era todo lo que en su vida conoció. No recordaba a ningún adulto decirle que no era nada de eso. Bajo sus pies había enormes charcos de sangre reflejando su rostro. No podía parar de llorar, pero eso no conmovería en lo más mínimo a los asustados hombres que se acercaban a él. Intentó explicarse. Pidió piedad a gritos, tan altos que sentía su garganta desgarrarse de la desesperación. ¿Por qué nadie lo oía? ¿Qué tan claro tenía que ser para ser entendido? Abandonó la esperanza de que alguien acudiera en su ayuda cuando vio a varios hombres adultos armarse con lo que tuvieran a la mano, mientras se acercaban cautelosamente hacia su persona.

 

Todos están muertos.

 

―¡Demonio!

 

―¡Escoria!

 

―¡Monstruo!

 

―¡¡Asesínenlo!!

 

Un niño pelirrojo corría aterrado buscando escapar de aquellos gritos. Le lanzaban piedras y cuchillos sin consideración alguna. No les afectaba la edad del menor. No había compasión para él ni por encontrarse en desventaja. Su estado y bienestar no era de interés, importaba tan sólo atraparlo y ejecutarlo a la brevedad. La palabra de un hombre cuya mano sangrante lo señalaba como demonio basto para enfurecer a las personas cercanas. A nadie le importó escuchar que ese hombre había intentado abusar sexualmente de él. Su intento de chantajearlo con comida a cambio de dejarse hacer no sirvió y enojado negándose a quedar insatisfecho, quiso forzarlo. Esos gritos de su parte fueron ignorados. El pedido de auxilio de su atacante fue atendido de inmediato. Qué asquerosa era la humanidad cuando se lo proponía.

―Los odio, los odio a todos ―murmuró el pequeño cerrando los ojos mientras permanecía de cuclillas―. Los mataré, nadie merece vivir ―dijo rodeado por arena roja.

Silencio. Sólo silencio reinó junto a la oscuridad a su alrededor. Todos deseaban asesinarlo. Era un demonio y como tal los haría pagar. Los gritos de odio a su persona pronto fueron de terror. Aquellos que lo persiguieron con una cobardía disfrazada de valentía, dejaron de lado su fachada para escapar por sus vidas. La arena comenzó a saciar su sed de sangre eliminando uno por uno a quien se acercara más de lo permitido. Su poder mágico era prueba de su maldad y necesidad de ser exterminado. No obstante, él no se dejaría. Él sobreviviría a como diera lugar, haría valer su existencia aunque nadie más lo creyera con ese derecho.

―Oye ―oyó la voz de otro niño haciéndolo girar la cabeza en su dirección―. Tú me puedes ser útil ―comentó con una media sonrisa.

―¿Quién eres? ―preguntó alerta. Listo para matarlo si decía una sola frase que no fuera de agrado.

―Mi nombre es… ―respondió aquel azabache sin mostrar ningún rastro de miedo.

 

―Sasuke ―susurró el pelirrojo abriendo sus ojos verde aguamarina―. Otra vez ese molesto sueño ―bostezó con molestia notando la hora. Se sentó en su cama y volvió a mirar la hora en su reloj en la mesa de noche. No había error, aún era de madrugada.

En su mesa de noche descansaba un reloj despertador marcando las tres de la mañana. Demasiado temprano para alistarse para la escuela, demasiado tarde para desear dar una vuelta por un parque. A esa hora debería estar profundamente dormido como cualquier persona normal. Empero, bien sabía que no lo era. Nunca lo sería. Había sido maldecido con la magia y ese estigma lo alejaba de la humanidad. No era un demonio que pudiera ser destruido y tampoco un mago de corazón noble como la extirpe Uchiha. Él no era nada más que una herramienta a disposición del último de los magos de aquel linaje. Su vida sólo tenía sentido teniéndolo a él para dirigirla. De lo contrario volvería a caer en aquellos oscuros días en los cuales legitimaba su existir a base de la muerte de terceros.

―Odio soñar con el pasado ―murmuró Gaara subiendo al tejado de su departamento.

La luna llena brillaba en todo su esplendor permitiéndole estar más relajado. Era como si tuviera una influencia divina sobre él. La paz y la manera en que sus más oscuros y malignos deseos se aplacaban tan sólo por verla lo dejaban fascinado. A veces se preguntaba cómo sería la vida si no hubiera conocido a Sasuke. Él era el único con un deseo de sangre equiparable al suyo, era ese el motivo por el que se volvió su guardián. Nadie más podría desear a su lado a un demonio como él, sólo alguien igual de roto. Ni siquiera Naruto que lo conocía de toda la vida al Uchiha entendió por completo el cambio de ideales del azabache. Según el rubio, Sasuke “el verdadero” en sus palabras, era alguien de mirada dulce y sonrisas sinceras. Desde que lo conoció sólo vio sus ojos llenos de odio y sus sonrisas maliciosas anhelantes de destrucción. Aunque eso cambió un poco con el regreso del rubio. Intentaba no prestarle atención a cómo Uzumaki lo ablandaba y debilitaba su deseo, pero aun así lo notaba.

―¿Una llamada? ―preguntó el pelirrojo al oír su celular sonando en su bolsillo―. Se suponía que lo traje para ver la hora, no esperaba llamadas ―comentó extrañado leyendo la pantalla quién era el insomne que llamaba a esas horas―. ¿Qué quieres, Sai? ―preguntó de mala gana.

―¿Te desperté? ―quiso saber con ese tono de voz juguetón que tan mala espina le daba generalmente.

―Sí, pequeña molestia ―mintió sólo para tener excusa de insultarlo a gusto―. ¿Sucedió algo? Es raro que me estés contactando a estas horas ―comentó entrecerrando los ojos con sospecha.

Enfocó sus sentidos en sus alrededores y no sintió la presencia mágica de alguna carta. Aun preocupado por la llamada mientras esperaba la respuesta del otro comenzó a formar un ojo con su arena. Su poder mágico consistía en controlar la arena de tal forma que podía darle la forma y dureza que quisiera. Sin embargo, le faltaba mucho entrenamiento, pues perdía el control cuando hacía ataques muy poderosos. Terminaba hiriendo a quienes lo rodeaban en lugar de protegerlos. Se sintió inútil un sinfín de ocasiones en las cuales sus pequeños ataques apenas si servían de distracción para sus oponentes. Lo que sí se le daba bien era el “ojo de arena”. Con el cual era capaz de espiar a grandes distancias. Por las dudas creó uno y lo envió a recorrer los alrededores.

―¡Ah! ―Oyó Gaara el leve grito de Sai a través del celular.

―Oye, ¿estás bien? ―preguntó el pelirrojo preocupado―. ¿Hay alguna carta dando problemas? Responde, Sai ―pidió algo alterado por la falta de respuesta.

―¿Qué llevas puesto? ―cuestionó el azabache con una respiración agitada bastante audible para sus oídos.

―Eres un jodido enfermo ―murmuró con los ojos cerrados evitando lanzar improperios a gritos.

―Anda ―pidió con una voz aún más jadeante―. Sígueme insultando, eso me excita ―dijo mientras hacia sonidos con la saliva en su boca.

―Eres un maldito degenerado ―dijo sin intenciones de cumplir su petición, pero estaba tan avergonzado y enojado al mismo tiempo que no podía evitarlo.

―Oh sí, así más ―exclamó con aquella voz tan melosa y acalorada.

―¡Muérete, Sai! ―gritó enojado lanzando su celular por los aires. Como resultado terminó rompiendo la ventana de un vecino.

―¡¿Quién fue el imbécil que rompió mi ventana?! ―inquirió el dueño del apartamento afectado prendiendo las luces del mismo buscando al responsable.

El pelirrojo asumió rápidamente su forma de guardián para ocultarse con mayor facilidad. Era un golpe de suerte poseer una forma pequeña similar a la de un peluche. Mas, no podía dejar de pensar la tonta utilidad que le daba a esa apariencia tan patética. Debería tener una figura poderosa, una capaz de reflejar los asombrosos poderes de Sasuke. Así como estaba, de poco y nada servía. Muchas veces sólo se quedaba mirándolo combatir. Uzumaki afirmaba ser capaz de aumentar su poder de manera independiente de Sai. ¿Sería posible eso? Si existiese algún entrenamiento o método garantizado lo tomaría sin dudar, pero según sus investigaciones no había. Según sabía, Naruto lo que hacía era entrenar como un humano; correr, saltar, golpear maderas y demás. Útil si se quería mantener en forma o estudiar defensa personal, pero en una batalla entre magos, eso no serviría para nada.

Más y más pensamientos cruzaban por la mente del pelirrojo. Odiaba cerrar los ojos durante la noche. Era en esos momentos cuando sentía un horrible ser tomando terreno en su mente. Un monstruo cuya identidad temía develar. Su voz le recordaba quien era antes de conocer a Sasuke: un demonio. Sus ojos se negaron a dejarse llevar por el sueño. Luego de varias horas, Gaara fue testigo del amanecer desde su techo. No había conseguido conciliar el sueño. Parte por el deseo de no volver a caer en aquella pesadilla y la otra por lo sucedido después de la misma. Bostezando largamente volvió a meterse a su departamento para alistarse, pues se acercaba la hora de ir a la escuela. Se miró en el espejo notando unas enormes ojeras. Afortunadamente siempre las tuvo lo suficientemente marcadas como para que no se notara la diferencia con su apariencia normal.

Miró con desagrado su refrigerador. Comida no faltaba, dado su buen abastecimiento; verduras, frutas, yogures, leche. En su alacena tenía cereales, pan y un frasco de mermelada. Siempre había sido responsable consigo mismo o no lo dejarían vivir por su cuenta. Soltó un largo suspiro cerrando el refrigerador con nulo apetito. Observó la mesa con cierta melancolía. ¿Qué importaba más? Su nueva libertad al precio de su soledad o una familia siendo un marginado incluso en la mesa que debería tener un lugar para él.

 

Un joven Gaara de cinco años se acercó hacia la mesa, abrazando su oso de peluche. Allí estaba su padre sirviendo el desayuno para sus hermanos mayores. Kankuro y Temari le sonrieron levemente al verlo. La rubia se bajó de su silla y lo ayudó a subirse a la que le correspondía a él. Luego ella volvió a su respectivo lugar observando curiosa el por qué su padre hacía esa distinción a su hermano más pequeño. Sin embargo, su padre no le puso un tazón de cereal para él. Ni siquiera se le acercaba. Sus ojos se habían cruzado brevemente con los de su hijo menor, mas se apartaron rápidamente con una mueca de asco. El estómago de Gaara gruñó por el hambre. Abrazó con mayor fuerza su oso de peluche infundiéndose valor para hablarle.

―Padre ―llamó con una voz tímida mientras seguía ocultado su rostro al abrazar al osito―. Tengo hambre ―susurró suplicante por algo de alimento.

―Si tienes hambre consíguete algo tú mismo ―dijo en respuesta mientras retiraba los platos sucios de la mesa.

―Padre, ¿no puedo darle mi parte al menos? ―preguntó Temari al ver como aun no retiraban su plato―. Yo ya no tengo hambre ―mintió para darle aunque fuese la mitad de su desayuno al otro.

―No seguiré dándole de comer a alguien como él ―expresó con desprecio quitando rápidamente el plato de su hija, evitando así que pudiera darle algo.

―Se va a enfermar ―protestó Kankuro. Siendo el mayor siempre le habían dicho que su deber era cuidar a su hermana, pero Gaara también era su hermano.

Por alguna razón su padre insistió que sólo Temari debía ser protegida, pero el pequeño Gaara no. Aun si no alcanzaba a comprender del todo los motivos de su padre, lo que tenía claro era su deber como el mayor. Él debía cuidar de ambos sin importar qué. Sin su madre, ellos debían hacer lo posible por estar unidos. En ocasiones llegaron a oír de la boca de su padre que la razón de perder a su madre fue Gaara. ¿Cómo? Siendo tan pequeños no entendían eso del todo. Sólo tenían claro que su madre los cuidaba desde el cielo como les contó su tío Yashamaru. Mantuvo el silencio a la espera de que le diera algo al pelirrojo, al igual el de ojos claros siguió esperando la respuesta de su padre.

―Si quiere comer ahí tiene ―dijo dejando caer el plato al suelo―. Anda, ¿no que tenías mucha hambre? ―preguntó empujándolo hacia los restos.

―Eso está mal, papá ―reclamó Temari sin saber cuáles palabras dedicarle a su padre para cambiar su comportamiento hacia el menor.

―Ya lo dije antes ―afirmó pisando la cabeza de Gaara contra los restos en el suelo.

―Me duele, por favor, para ―suplicó derramando varias lágrimas―. Papá, papá, por favor.

―¡No me llames así! ―ordenó sin detener la agresión contra el cuerpo del más joven.

No contento con aplastar su rostro contra el frío suelo, también comenzó a patearlo. Los cortos brazos del más pálido hicieron un gran esfuerzo por cubrir su cabeza. Su rostro recibió algunos cortes de los trozos del plato anteriormente quebrado contra el suelo. Sus gritos y llantos fueron creciendo junto a la brutalidad de los ataques contra él. El adulto ignoró por completo las suplicas de los tres menores de detener su cruento acto. Sin embargo, tuvo que parar. Se vio forzado a hacerlo y cuando eso sucedió todo se sumió en el silencio absoluto.

 

El pelirrojo salió de sus pensamientos al oír unas aves cantando fuera de la ventana de la cocina. Eran unos colibrís. Pequeños y coloridos bailoteando alrededor de las flores en sus macetas. A pesar de no ser muy adepto a la jardinería, encontraba aprecio en los cactus. Quizás no tenían la apariencia más bella o el aroma más dulce, pero estaban rellenos de agua y eran sumamente resistentes. Plantas capaces de soportar las inclemencias de un clima como el del desierto y sobrevivir sin problemas. Le recordaban a sí mismo. Él también era un luchador, alguien capaz de sobreponerse a lo peor de la vida. Se levantaba y seguía sin importar lo cruenta que fuera la realidad.

Vio las flores creciendo en sus cactus sintiendo la extraña satisfacción de sentirse como ellos. Siendo tan peligrosos y evitados a causa de sus espinas aun podían tener algo hermoso que ofrecer. Aun si nadie los quería por su tosca apariencia, si se les tenía paciencia y se les cuidaba con cariño, eran capaces de mostrar sus pétalos. Si el tutor de Sasuke no lo hubiera rescatado seguramente él tampoco habría florecido. Sentimientos de amistad, cariño y aprecio nacieron en su pecho, tenía una nueva visión de la vida tras alejarse de sus congéneres sanguíneos. Con un buen humor impropio de alguien que sufrió de insomnio, salió de su casa rumbo a la escuela. Siendo rápidamente alcanzado por su amigo de cabellos oscuros.

—¿Mala noche? —preguntó Uchiha mientras se acercaba al otro.

—Una normal para mí —contestó con simpleza tapándose la boca para volver a bostezar—. ¿Y tú? —preguntó tocando la mejilla pálida con su dedo índice—. Estás pálido ―señaló notando la piel nívea algo tibia, haciéndolo sospechar que el otro podía tener fiebre.

—Siempre he sido algo pálido —evadió la pregunta desviando la mirada.

—Algo te sucede, Sasuke —insistió el pelirrojo viéndolo fijamente. No quería regañarlo, pues era su amigo, no su madre, pero con esa actitud no le dejaba muchas opciones.

—Sólo no he dormido bien —suspiró mientras se acomodaba el cabello.

—¿Otra vez con pesadillas? —cuestionó el pelirrojo algo preocupado.

—No —negó moviendo la cabeza—. Si fuera una pesadilla despertaría sintiendo miedo o enojo, pero... —detuvo sus palabras mientras meditaba lo qué diría—. Despierto con un sentimiento de... Anhelo ―confesó sin entender el significado de aquello.

—¿Anhelo? —repitió con una clara expresión de confusión—. ¿Y dices que no recuerdas nada?

—Si lo recordara entendería mejor la extraña sensación en mi pecho —dijo en tono de obviedad—. Estás más dormido de lo que creía si te costó entender eso —señaló con un poco de burla en sus palabras.

Gaara solía ser muy inteligente y entendía sus sueños y emociones mejor que nadie. No por nada era su guardián. Si había una razón para formaron un equipo con él, era la similitud de sus deseos. El pelirrojo quería un propósito para su vida. Algo en lo que pudiera emplear sus destructivos poderes mágicos y él se lo dio. Uchiha había encaminado su vida compartiendo su odio y es por ello que cumpliría su deber con él. Las dudas solían asaltar su mente en ocasiones. Tras asesinar a Itachi, ¿qué sería de él? ¿Seguiría siendo amigo de Uchiha o se tendrían que separar? El guardián rememoró brevemente como lo conoció, en un intento de recordarse a sí mismo su lugar. Era la herramienta de Sasuke, no debía codiciar más de lo ofrecido hacia su persona. Sería descortés con la persona que lo rescató exigir privilegios a los que no tenía derecho.

 

Fue cuando tenía doce años el primer encuentro con Gaara. Sasuke para ese entonces ya llevaba cinco años viviendo al lado de su tutor en el templo de la familia Uchiha. Varias veces le ofrecieron reubicarlo siendo rechazados en cada ocasión. A su vez, se le criticó al mayor por tenerlo viviendo en el lugar de la tragedia. No era sano para un niño de su edad permanecer el mismo lugar donde hallaron a sus padres asesinados y a su tutor medio muerto. Mas, nadie sabía sus motivos para estar allí. Ese era el templo erigido al mago Clown. Además existía un poderoso hechizo mágico protegiendo el sitio de entes malignos. Ningún demonio o anima malvada podría acercarse a ellos con facilidad. Para un mago en potencia como Sasuke era un sitio por demás adecuado para resguardar sus poder y no permitir que nadie intentara apoderarse de él.

Sasuke no permaneció impasible ante su situación, entrenaba duramente manejando la magia que tenía. Sus hechizos rara vez funcionaban y si lo lograba sólo conseguía un ataque de poca potencia. Eso era algo que necesitaba revertir cuanto antes para poder cazar las cartas perdidas. Pues no conseguiría hacerse con ellas hasta no transformarse en un card captor. La llave del báculo del mago Clown aún no se liberaba. Repitió el hechizo durante, literalmente, años sin éxito alguno. Tenía la llave como un mero adorno colgando de su cuello. Sin ninguna utilidad por el momento, pero con un gran valor sentimental. Era una de las reliquias de su familia y como tal debía protegerla a cualquier costo. Se juraba a sí mismo algún día lograr invocarla y vengarse de Itachi.

—Sasuke-kun —llamó su tutor mientras le hacía señas con la mano para que se alejara del templo—. Ven te quiero presentar a alguien ―dijo en la entrada de la casa.

—¿A quién? —preguntó curioso viendo unos cabellos rojos asomándose tras las piernas del mayor.

―Su nombre es Gaara ―respondió acariciando la cabeza del nuevo niño―. Es un chico con grandes poderes mágicos y entrenará con nosotros.

―¿Por qué? ―preguntó Uchiha con un puchero―. Yo no necesito de alguien metiéndose en mi camino.

―Te aseguro que no lo hará ―prometió el adulto empujando suavemente al pelirrojo al frente para verse cara a cara con Uchiha―. Él tiene un gran poder mágico ―repitió intentando convencer al pequeño azabache―. Mira, Sasuke-kun todos los card captors necesitan la llave, las cartas y un guardián a su lado para estar completos ―enumeró mientras señalaba la llave y luego al pelirrojo.

―¿Estás diciendo que él será mi guardián? ―cuestionó mirando un poco más emocionado a Sabaku.

―Así es ―asintió su tutor con una sonrisa―. Te estás preparando para ser un auténtico mago tienes tu báculo y un guardián a tu lado. Pronto estarás listo para ir tras las cartas.

―¡Eso significa que estoy más cerca de ser un verdadero mago! ―exclamó Sasuke con una media sonrisa altanera.

El azabache estaba feliz de estar reuniendo todas las herramientas para su venganza contra su hermano. Sólo eso estaba ocupando su mente. Por la del pelirrojo pasaban ideas un tanto diferentes, más enfocadas a su función allí. ¿Guardián? ¿Lo llevaron para ser la maldita niñera de un mocoso acomodado? Al pensar en ello, el pelirrojo torció el gesto. El mayor no le dijo esa parte, se suponía que le estaba dando alojamiento y comida. Debió suponer que como todos en ese podrido mundo sólo lo hacía por conseguir un beneficio propio a costa de su necesidad. Ahora se sentía como si fuera un cachorro abandonado siendo entregado a su nuevo dueño. Maldito fuera aquel chico de cabello negro tan presumido delante suyo.

―¿Cómo te llamas, niño? ―preguntó el moreno mirándolo fijamente.

―Sabaku no Gaara ¿y tú? ―cuestionó manteniéndose calmado mientras analizaba al otro.

―Soy Uchiha Sasuke ―se presentó dándose la vuelta―. Ahora vamos a practicar. Si eres tan bueno como dicen quiero verlo. No perderé mi tiempo con alguien débil ―advirtió.

 

“Estúpido mocoso”. Pensó el pelirrojo, se estaba creyendo la gran cosa cuando ambos eran unos niños. Nada lo hacía mejor que él.

 

―Gaara, Gaara ¡Mapache! ―gritó Naruto frente suyo. Ni siquiera se había dado cuenta cuando se les unió a ellos.

―¿Qué quieres, Uzumaki? ―preguntó con seriedad.

―Qué amargado ―protestó el rubio―. Al menos deberías saludarme como corresponde con un “buenos días, ¿qué tal dormiste?” ―comentó mostrándose un tanto ofendido por la frialdad con la cual lo trataba.

―Al grano, ¿qué quieres? ―repitió su pregunta el pelirrojo sin inmutarse por las quejas del otro.

―Sólo quería avisarte que estás tan dormido que no notaste a Sai metiéndote mano ttebayo ―señaló al mencionado tras Gaara manoseando su parte baja.

―¡Sai! ―gritó el de ojos claros volteándose enojado al notar que Uzumaki tenía razón y el otro estaba metiéndole mano―. ¿Qué estás haciendo, pervertido? ―preguntó sujetando su mano para alejarla lo más posible de su cuerpo.

―Buenos días, cerecita ―saludó Sai con su falsa sonrisa sin molestarse por el fuerte agarre en su mano―. Sólo comprobaba qué tan despierto estabas ―explicó pellizcando una de sus nalgas con la mano aun disponible.

―Lo suficiente como para matarte por meterme mano ―respondió torciendo la mano que lo pellizcó.

―Vamos ya ―ordenó Sasuke viéndolos desde una distancia bastante grande―. Se hace tarde y ustedes están jugando como niños ―dijo antes de seguir su camino.

Uchiha caminó extrañamente calmado, normalmente no era tan silenciosa su entrada a la escuela. Pronto notó la razón de tanta tranquilidad. Sus fanáticas dementes no estaban para detenerlo en la entrada como siempre. Esos últimos días no las veía sobre él, al fin habían entendido que no serían correspondidas. Con su ánimo renovado por la paz a su alrededor caminó hacia la escuela. Ingresó calmadamente siendo seguido por sus amigos, a quienes fingió ignorar para no ser asociado a esos escandalosos. No quería verse envuelto en un espectáculo tan ridículo. Naruto le reclamaba a Gaara dejarse manosear y éste trataba de moler a golpes a Sai, siendo detenido por el propio rubio.

“¿Alguna vez nuestros días serán siempre así?”. Preguntó Uchiha en su mente. La vida escolar no era tan mala si la comparaba a jugarse la vida persiguiendo cartas y a un parricida mágico. Era su deber y el odio seguía fresco en su corazón. No olvidaba los cadáveres de sus progenitores cubiertos de sangre y a su tutor convaleciente cerca de ellos. No obstante, tenía a su amigo de la infancia, a Gaara e incluso al pervertido de Sai. Siempre lo estaban ayudando pese a sus oscuros objetivos. A veces se sentía culpable por arruinar sus vidas. ¿No anhelaban algo más que lo ofrecido por él? Perdieron contra una carta tan tonta como su doble, al que nombraron “Charasuke”. ¿Y si venían más cartas como él? ¿Qué sería de ellos si Itachi se consiguió cartas más poderosas que las que él poseía? Estaba meditando pedirles que se alejaran de él. Esa pelea era suya y no querría verlos morir por su causa.

―¡Hey, Teme! ―gritó el blondo mientras lo abrazaba por el cuello antes de jalar su mejilla―. ¿Nos estabas escuchando? ―preguntó enojado por sentirse ignorado.

―No ―respondió ladeando la cabeza con aburrimiento―. Son muy escandalosos y dan pena ajena ―se burló mientras seguía caminando.

―Eres muy cruel con nosotros ―se quejó el blondo haciéndole mala cara a Uchiha.

Mientras tanto, atrás iban llegando el pelirrojo acompañado del chico de la falsa sonrisa. Gaara hizo una pequeña sonrisa imposible de disimular al ver a Sasuke tan feliz. Siempre que peleara infantilmente con Naruto se le veía ajeno a su faceta de vengador. Era como si aquella bestia sedienta de sangre en su interior se viera amasada por la torpeza de Uzumaki. Sintió envidia. Hubiera deseado ser una buena influencia de ese nivel para el mago, pero no lo lograba. En ocasiones lo atribuía a su carácter y en otras al tiempo que llevaban de conocerse. El sentimiento de sentirse desplazado e innecesario en ocasiones lo sobrepasaba. ¿Qué sería de él si algún día Sasuke pedía cambiar de guardián? No le desagradaba Sai, pero ser reemplazado por otro no era la mejor manera de hacerlo.

―¿Te sientes bien, Gaara? ―preguntó el azabache mientras le tocaba la mejilla―. Si no nos damos prisa esos dos nos dejaran atrás ―avisó.

―Descuida, Sai ―tranquilizó el de ojos claros sujetando su mano antes de apartarla de su persona con cuidado―. Sólo he estado algo cansado. Eso es todo. Te lo aseguro.

Siguieron caminando con tranquilidad hasta que cierta energía mágica se manifestó cerca de ellos. Uzumaki al igual que él se dieron cuenta de que esa presencia pertenecía a una carta Clown. Con un movimiento de cabeza puso en alerta a Sai, quien para no perder costumbre fue de inmediato con Sasuke. Le mostró un nuevo traje para atrapar la carta.

―Debes estar bromeado ―dijo Sasuke al ver lo que quería que usara.

―Póntelo para mí ―pidió Sai de manera insistente―. Voy a filmar tu gran hazaña de esta vez ―prometió.

El card captor soltó un largo suspiro por tener que cumplir tan absurdo capricho. Mas, si eso lo hacía feliz no veía porqué negarse. Además solían ser bastante útiles para evitar destrozar su uniforme de la escuela o ropa a la que sí le tenía aprecio. Pensándolo bien, era una buena forma de destruir los regalos de Sai sin intención real y sin verse como un malagradecido. Era el crimen perfecto sin dudas. Con una sonrisa confiada salió junto a ambos guardianes en busca de aquella nueva carta. Sai fue detrás de ellos con su cámara listo para filmar todo. La carta en cuestión estaba creando diversos árboles por toda la ciudad. Aumentó los accidentes automovilísticos a causa de troncos surgiendo de la nada por debajo de la carretera hacia el exterior atrapando autos.

Las diversas ramas los atacaron a los tres intentando defenderse del card captor. La carta se negaba a ser sellada, pues estaba en la misión de convertir la ciudad en un hermoso espacio verde. Sai les había aconsejado buscar el origen, la raíz de la carta “Bosque”, de esa manera podría detener su avance. Uchiha tuvo serias dificultades para encontrarla, mas lo consiguió gracias al ojo de arena de Gaara. El cual inspeccionó todo el lugar sin verse impedido por las molestas ramas y raíces sobresalientes. Mientras ellos peleaban contra la carta su ojo localizó un pequeño bonsai, escondido de la vista de todos. La verdadera forma de la carta. Ante el llamado del pelirrojo, Sasuke se abrió pasó con su carta rayo y fue a enfrentarse cara a cara con la carta.

―Carta que fuiste creada por Clown regresa a la forma humilde que mereces ―recitó mientras el círculo mágico se formaba bajo sus pies―. ¡Bosque!

Fue una batalla algo complicada que los dejó completamente exhaustos a todos. Con justa razón merecían un buen descanso al llegar a sus casas. Una vez que esa sencilla batalla terminó cada quien tomó su propio camino tras despedirse de los demás. Sai fue admirando su cámara de video en la cual tenía filmada toda la pelea contra Bosque. Se sentía feliz y orgulloso. Así que entró a su mansión lleno de dicha.

―No esperaba tu visita ―dijo la reencarnación del mago Clown al ver a su invitado ya acomodado en uno de sus sofás.

Sai pronto lo acompañó. Él se encontraba sentado en el sillón delante de la televisión viendo los videos de los combates anteriores de Sasuke contra las cartas. Las grabaciones lo mostraban con diferentes trajes confeccionados por él. Se tomaba su tiempo observando gustoso su obra, saboreando el momento al mismo tiempo que el té de la taza entre sus manos. En su lado derecho tenía una mesita con una plato diverso de postres y dulces para compartir con su acompañante en el otro sillón. Su invitado comía con avidez los dulces dándole una mirada de aburrimiento al espectáculo frente a sus ojos. Uchiha no mostraba capacidades excepcionales. Su magia estaba muy por debajo del promedio. Se podría decir que aquella descendencia de Clown estaba dejando mucho que desear.

―Esto ha salido bastante bien ―dijo Sai sonriendo mientras ponía otra cinta―. Oh mira ―expresó mostrando otra grabación que hizo tiempo atrás.

―¿Tú crees que lo haya notado? ―preguntó su invitado con una gran sonrisa. Su lengua rojiza se deslizó lentamente sobre la crema en el cupcake de su mano.

―No parece tener idea de sus propios sentimientos ―respondió el azabache con su sonrisa falsa y confiada de frente.

―Ambos guardianes son extremadamente torpes ―comentó mientras veía las grabaciones―. Eso explica porque no logran explotar su poder ―afirmó entrecerrando sus ojos con molestia.

―Aún son jóvenes ―defendió la reencarnación del mago Clown―. ¿No crees que les exiges demasiado al desear verlos con sus formas completas? ―interrogó en un tono comprensivo en favor de sus amigos.

―No creo estar pidiendo demasiado ―aseguró con una sonrisa maliciosa jugando con una carta en su mano―. Además no tienen tanto tiempo para jugar de esta manera ―le recordó con un tono incitante. Como una burla discreta buscando la ira del otro.

―Yo creo que Sasuke merece un poco de felicidad en su vida ―expresó Sai mientras retomaba su lugar en el sofá y seguía comiendo sus postres.

―¿En su vida o en la tuya? ―preguntó con una risa nada disimulada―. He notado que vas tras Gaara ―agregó mirándolo con un gesto de picardía.

―No tengo un interés particular en su persona ―contestó Sai sin inmutarse por esa invasión a su vida privada.

―Gaara fue creado para amar con locura a Sasuke por sobre todas las cosas. Recuerda eso ―advirtió con una malsana satisfacción en sus palabras. Estaba disfrutando herirlo con sus palabras.

―Esa fue una de las mayores crueldades del mago Clown ―acusó el azabache maldiciendo su vida pasada.

―¿Aun te duele que tu deseo fuera negado? ―preguntó con una sonrisa vanidosa llena de placer al recordarle aquel sentimiento de rechazo.

―No me duele, pero yo estoy consciente de que Naruto y Sasuke deben estar juntos ―aseguró.

Sai se había mantenido calmado durante toda aquella conversación. Distrayéndose con su té y los postres para no ver de frente a su invitado. Él sabía cómo fastidiarlo con unas simples frases, mas tenía la ventaja de estar en la misma situación. Si seguía insistiendo en buscarle pelea con gusto se la daría y lo dejaría incluso más herido. Las palabras podían ser dolorosas para quien supiera usarlas adecuadamente. Y los secretos de la familia Uchiha eran una fuente inagotable de armas. Tantos secretos, hechizos y rumores capaces de destruir incluso al más fuerte, por ello debían usarse con inteligencia. Ese era un juego de ajedrez creado por el mago Clown, ellos simples piezas en ese tablero llamado destino. Sólo un lado ganaría y Sai se aseguraría que fuera el de Sasuke.

―¿Y Gaara contigo? No me hagas reír ―dijo riendo a carcajadas mientras devoraba su último cupcake―. Nunca obtendrán el visto bueno si hacen eso.

―Correré el riesgo por los cuatro ―declaró el azabache con firmeza en sus palabras.

―Como prefieras ―concedió desinteresadamente el invitado levantándose de su asiento para caminar rumbo a la salida.

―¿Algún día volverás a creer en el amor, Charasuke? ―inquirió Sai mirándolo con pena. A pesar de sólo estarle viendo la espalda supo que logró afectarlo cuando lo notó temblar.

―Es demasiado tarde para hacerme ese tipo de ilusiones estúpidas ―contestó de mala manera girándose levemente para verlo por sobre el hombro.

―¿Esto es por Menma o por Itachi? ―preguntó Sai con una mirada de suspicacia.

―No lo sé, podría ser por ambos o por ninguno ―contestó Charasuke mirando hacia el techo con una mirada melancólica―. Sólo sé que aprendí a no dejarme engañar. No cuando uno me mintió y el otro me traicionó ―dijo con la voz temblorosa en una mezcla de tristeza y rencor.

―Deberías dejar a Sasuke ser feliz, no porque tú no pudiste significa que él… ―habló intentando hacerlo entrar en razón.

―¡Silencio! ―ordenó lleno de rabia mostrando sus ojos rojizos antes de desaparecer delante de sus ojos.

Sai soltó un largo suspiro sabiendo lo difícil que sería convencerlo de ayudarlo. Al menos agradecería que no se metiera en su camino y le permitiera proteger a su amigo y brindarle aquella felicidad que le fue negada. Con todo lo que había pasado era mejor buscar una vida llena de amor que una de venganza.

 

CONTINUARÁ….


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