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Los Drabbles de Octubre-20 por Arince Bezariune

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[Len x Oliver]

—¡Señorito Len! ¿Son verdad los rumores de que esta saliendo con la señorita Miku? ¿O es que simplemente harán una colaboración? —Se le abalanzó un periodista junto a otros más. Los flashes y las luces de indicación de que las cámaras se hallaban grabando pronto inundó todo su campo visual.

Decidió ignorar aquel cuestionamiento y siguió caminando hacia el auto que le esperaba.

—Joven Len, ¿ha habido algún interés amoroso después de su última ruptura?

—No pienso responder ese tipo de preguntas, y por favor, dejen de llenarme la cara con flashes —pidió amablemente pero firme.

Sin embargo, como siempre, fue completamente ignorado.

—Nunca dijo nada acerca de su ruptura con la modelo Neru, ¿podría comentarnos su punto de vista de la situación?

Respiró hondo, tratando de mantener la compostura y no externar su enojo. Continuó su caminata.

—¿Usted y su hermana están preparando algún álbum nuevo? ¿Algún video? —Y entre tantas preguntas de los dramas de su vida personal, por fin hubo una pequeña luz.

—No puedo contar demasiado, pero sí. Algo nuevo se viene y no podemos esperar a que este listo para compartirlo con los fans. —Dio una pequeña sonrisa antes de abrir una de las puertas traseras del auto. Y aunque varios de los periodistas le insistieron y se abalanzaron a preguntarle por lo dicho, les cerró la puerta sin culpa. Si se hubiesen enfocado en preguntar de su trabajo en lugar de perder el tiempo con preguntas de su vida personal y sentimental hubieran sacado un poco más de información.

Suspiró tratando de relajarse en el asiento mientras el vehículo comenzaba a avanzar, dejando atrás ese montón de gente y flashes.

Desde que había entrado en aquel mundo, a sus 14 años, había estado conciente que su vida no iba a ser igual y que su privacidad iba a reducirse.

No iba a mentir, en un inicio fue interesante, pero con el pasar de los meses se volvió molesto. Creyó que llegaría a acostumbrarse, pero lleva casi 7 años en ello y simplemente no había indicios de que aquello se le haga costumbre, al menos no de manera positiva.

Se apoyó sobre el cristal de la ventana antes de cerrar los ojos.

Siempre era así, desde que se convirtió en uno de los cantantes más reconocidos de su país no era más que un pedazo de carne para vender, una marioneta para entretener a la sociedad, tanto para los medios como para su misma empresa, en la que estaba constantemente presionando para seguir sacando números más altos y complacer al mayor público posible.

Pero era también un ser humano, con sus defectos, con necesidad de privacidad, que se cansa, que comete errores y que sigue aprendiendo.

—Hemos llegado —comentó su chófer, haciendo que abriera los ojos y volteara a ver la solitaria calle.

—Gracias, puedes ir a pasear por ahí hasta que te llame —dijo antes de salir del vehículo. Comenzando a caminar mientras se alzaba la capucha de su suéter para evitar llamar la atención por si alguien le veía a lo lejos.

Caminó unas cuantas calles hasta encontrarse en una cerrada, se paró enfrente de una y sacó su celular para mandar un mensaje de aviso.

A los pocos segundos la puerta se abrió.

—¡Len! ¡Hola! —Saludó un chico de cabellos blancos con una sonrisa, apartándose para que el mencionado pudiese ingresar.

—Hola, Piko —saludó entrando a la cocina del local—. Kanon, Anon, un gusto verlas —saludó, quitándose la capucha, al par de gemelas quienes respondieron alegremente sin dejar de hacer sus tareas.

—Creí que nos habías abandonado —comentó Piko cerrando la puerta.

—Tenía mucho trabajo pendiente, no podía ni asomarme a saludar.

—Nada, nada, te olvidaste de nosotros, solo admítelo. —Len rio.

—Tan dramático como siempre, Piko.

—Por eso soy actor de teatro —comentó antes de reirse—. ¿Lo mismo de siempre?

—Por favor —pidió antes de sentarse a ver como el de cabello blanco comenzaba con su pedido.

Había conocido a Piko en la academia de artes escenicas a la que ambos habían asistido, topandose en las convivencias y en alguna que otra clase de coro, pues ambos se hallaban en dos programas distintos: Len en el de música y Piko en el de teatro musical.

Su primera conversación fue a los 8 años y no tardaron en congeniar y volverse en mejores amigos hasta la actualidad. Siempre contando con el otro a pesar de que sus caminos se separaron.

En un inicio Len no entendía porque Piko se empeñaba a rechazar todas las ofertas de grandes producciones que le llegaban, tenía una gran voz y su actuación siempre lograba conectar con el público.

Fue hasta que un día se dio la casualidad de poder preguntarle y es que obtuvo su respuesta:

"No es mi mayor pasión, evidentemente me gusta y lo disfruto haciéndolo, pero no me veo completamente feliz dedicándome a ello." Se quedó unos cuantos segundos callado antes de continuar: "Sé que mucha gente pensará que soy un idiota, que como puedo desperdiciar aquel talento que la vida me dio, pero yo no lo veo así. Todo lo contrario: Si no tengo necesidad y tampoco es mi pasión, ¿por qué ocuparía el puesto de alguien que de verdad quiera dedicarle su vida entera a esto?"

"Yo quiero una vida tranquila, abrir mi propia cafetería y vivir de ello. Esa para mí es la felicidad. Quizás nunca deje de lado el teatro y las artes por completo, pero definitivamente no seré feliz si centro mi vida en ello."

Ahi entendió que el éxito y la felicidad era una definición distinta para cada persona. Para Piko el éxito era tener su propia cafetería y sostenerse de ello, una vida tranquila y participando de vez en cuando en pequeñas producciones de teatro. Y aquello estaba bien, él era feliz con ello y eso era algo que pudo notar desde que hecho a andar su negocio.

—Aquí tienes —dijo dejando en la mesa una charola un café moka caliente junto con un bagel partido a la mitad, tostado y embarrado de crema de avellana y unos trozos de fresa encima. Len sonrió.

—Gracias —contestó mientras se levantaba para tomar la charola—. Paso a pagar cuando me esté por ir.

—Sí, no te preocupes —respondió el dueño restándole importancia—. Solo me preocupa tus niveles de azúcar, más te vale no estar sobrepasandolo. —El rubio sonrió antes de comenzar a caminar hacia donde se hallaba el mostrador.

—Créeme, sin el azúcar me desmayo. —Piko suspiró.

—Bueno, ¿estarás en la misma mesa de siempre? —Len asintió—. Veré si te puedo acompañar un rato, disfruta tu comida.

—Gracias —contestó antes de salir y dirigirse al segundo piso a un paso un poco más rápido de lo normal, para evitar que algún comensal le reconociera.

Una vez en el segundo piso se dirigió al fondo de estas, si bien este tenía ciertas cortinas entre la fila de mesas para dar privacidad, lo cierto es que se solía utilizar más el primer piso debido a la hermosa decoración que tenía y del cual el segundo piso carecía debido a ese factor de privacidad. Y aún así, siempre se escogían las mesas que se hallaban junto a las ventanas que daban hacia la calle concurrida, dejando de lado a aquellas con mirada al callejón, y prácticamente abandonada a la última de esta.

Llegó a paso seguro a el lugar, más al girar para sentarse se encontró con la sorpresa de que no se hallaba vacía.

La persona, de cabello rubio, alejó su vista de su cuaderno para verlo.

—D-disculpa —articuló, le llamó la atención que el muchacho tuviera un parche en su ojo izquierdo, más evitó cualquier gesto que lo hiciera evidente—. Creí que estaba desocupado...

—Oh, esta bien no te preocupes —contestó el chico haciendo un gesto con su mano, provocando que su lápiz resbalara de su mano hasta el suelo. Iba a recogerlo más Len se adelantó, dejando la bandeja en la mesa y agachadosé para conseguir el objeto. Se lo extendió a su dueño—. Gracias. —dijo este tomando lentamente el lápiz, mirando con atención y curiosidad al contrario.

—¿Pas algo? —preguntó el de coleta mientras se levantaba.

—Disculpa, ¿nos conocemos de algún lado? —Len sonrió inconscientemente al no ser reconocido.

—No lo creo, ¿o sí?

—No sé, siento que te he visto antes en algún lado, pero no sé donde —sacudió su cabeza—. Déjalo, debe ser deja vú mío. —Len rio. Hacía tiempo que no convivía con alguien que no le conociera de algún modo.

—Perdón si soy indiscreto, pero tú no eres de aquí, ¿verdad? O bueno, parece que no llevas mucho tiempo por aquí, por tu acento.

—No te preocupes, no me molesta. No, no soy de aquí, soy de Inglaterra y sí, apenas voy a cumplir dos semanas de comenzar a vivir aquí. —Len asintió, aquello explicaba el porque no lo reconocía.

Aunque eso también le hizo feliz de cierta manera. Y por supuesto que no iba a desperdiciar una oportunidad de conocer a alguien siendo él mismo y sin ser juzgado.

Extendió una mano al chico.

—Mi nombre es Len Kagamine, un gusto en conocerte. —El muchacho miró la mano antes de tomarla para iniciar el apretón.

—Soy Oliver Kirby, un gusto. —Len alzó ambas cejas.

—Oh, como el personaje. —Oliver asintió antes de alejar su mano.

—Sí, muchos creen que es broma o algo similar hasta que les muestro mi identificación, la mayoría de por aquí desconoce que es un apellido real. —Ambos soltaron una suave risa.

—Me imagino, debe ser algo un tanto molesto.

—Más que molesto, es algo frustrante que no te crean, pero lo entiendo. Ya aprenderé a manejarlo en el futuro. —comentó alzando los hombros.

—Oye, y... ¿te molesta que te acompañe?  —Oliver miró el sillón de enfrente antes de regresar su vista.

—Para nada, puedes hacerlo —contestó con una sonrisa. Len le sonrió de vuelta antes de sentarse frente a su acompañante, dispuesto a entablar una conversación y una amistad.

O quien sabe, quizás algo más. El chico le parecía lindo después de todo.

 


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