Capítulo 2
Encuentros desafortunados
Ambos se quedaron un tiempo en silencio mientras cambiaban su ropa, Blake sentía que no podría mirar a su amigo a los ojos por un tiempo, la pena, la vergüenza, la rabia y sobre todo el reconocimiento de su propia satisfacción lo tenía consternado.
-Tu cuerpo y el mío son bastante compatibles- dijo Alonso- podríamos terminar lo que empezamos…
Un golpe en la puerta lo interrumpió.
-Señor, su hermano lo está esperando. Dice que lleva una hora con el chico de la ciudad Zafiro en el comedor- dijo una voz tras la puerta.
Blake se abalanzó sobre la puerta y sujetó al hombre por el cuello con una mirada asesina.
- ¿Dónde está el comedor? - preguntó
El hombre no se veía intimidado, simplemente miró a Alonso y cuando este asintió, señaló con su mano.
-Gracias Basil- Expresó el gemelo menor.
Blake se precipitó por el pasillo corriendo desesperado, cuando llegó a la puerta que había señalado el hombre la cruzó sin tocar, una vez dentro, escaneó el lugar para encontrar una réplica exacta del primer Carbone con una expresión estoica. Ignoró la mirada del hombre para encontrar un pequeño bulto retorciéndose en la esquina del cuarto con un preocupado Isaac meciéndolo de un lado al otro.
- ¡ISAAC! – gritó y se abalanzó sobre él – ¡Dios! Estás vivo- lo abrazó.
- Blake- gimoteó- gracias a Dios, estaba muy preocupado- lloró.
Blake estaba inmensamente feliz, por fin los encontró, retiró su cabello desordenado de su rostro y su mano se detuvo cuando vio un enorme cardenal en su mejilla, ¡Alguien lo había maltratado! Sus ojos mostraban la furia que sentía, Isaac era un santo, nunca había sido mezquino, jamás peleaba, ni siquiera levantaba la voz en una discusión, sería tal vez la única persona en el mundo que no merecía este trato. Volteó a mirar al gemelo mayor pensando que él no podía ser el culpable hasta que notó que su mano estaba algo hinchada como si acabara de dar un buen golpe.
Su cuerpo se movió por su cuenta e ignoró los gritos de Isaac para que se detuviera, le daría su merecido a este imbécil, aunque le costara la vida. Estaba tan concentrado en Giovanni Carbone, que no se dio cuenta cuando el gemelo menor se ubicó a su espalda y lo noqueó.
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-Vaya que eres una molestia- dijo Alonso cuando lo vio despertar.
En esta ocasión sí se encontraba en el cuarto del peli blanco, podía sentir la suavidad de la seda en la cama, elegantes cuadros en las paredes, algunas velas perfumadas, eso le causó un poco de gracia.
- ¿Hay alguna buena razón para que sigas vivo? - preguntó el Carbone menor siendo sarcástico.
- ¿Van a lastimarlos? - preguntó con mucho dolor de cabeza.
-De momento no, parece que, en medio de sus travesuras, hicieron algo bueno, el pequeño monstruo tiene la marca de los Carbone-
-Entonces no- dijo Blake levantándose de la cama.
-No ¿Qué? – preguntó curioso
-No hay razón para que siga vivo, puedes hacer lo que quieras- cerró sus ojos.
Sentía que tenía razón, estuvo cometiendo un error tras otro poniendo en peligro a Isaac, con los cuidados especiales que requería el bebé, probablemente no se desharían de él. Si Blake moría, la relación con los Vita desaparecía, porque Dante no se había presentado con su nombre real en ese momento, pensó que así se evitarían muchos problemas…
Alonso lo arrojó a la cama.
-Si no tienes nada que hacer con tu vida, sé mi juguete- lo besó- el hombrecito rogó por tu vida y tu siendo dramático no estás ayudando.
-Prefiero morir, eres el último sujeto en el mundo con el que desearía compartir una cama-escupió con rabia el hombre más bajo.
- Tal vez Isaac esté más dispuesto a cooperar- bromeó el peli blanco.
-Si te atreves a tocarlo, yo-
-Tú estás muerto ¿recuerdas? – intervino apuntando con un dedo en su frente- pero si cooperas ambos podrían llevar una feliz vida aquí-
Blake no podía creer lo sucio que era el hombre frente a él, desde que supo de los gemelos Carbone, siempre se les había relacionado con clase, con buenas costumbres; en ese momento solo podía observar un hedonista lujurioso, sin embargo, si podía evitar cualquier dolor para su amigo y mejorar las condiciones de vida para la única familia que había conocido, lo haría sin dudarlo; podría incluso disfrutarlo sin dejárselo saber al Carbone.
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Alonso no era de tomar amantes, el romántico en la familia siempre había sido su hermano quien no podía ver una damisela en apuros, era muy probable que ya se estuviera cogiendo al pequeño doctor de ojos azules, solo por sentir su aura de conejo indefenso; ambos tenían sus debilidades y la suya eran unos labios rojos moviéndose de arriba hacia abajo sobre su erección.
Desde que vio la silueta de Blake Whiteman en aquella habitación oscura, luchando, luchando por su vida, supo que quería entrar en sus pantalones; tenía un hermoso cabello castaño brillante no muy largo para que le estorbe, pero lo suficiente para sujetarlo, unas piernas largas y delgadas, un trasero redondo y unos hermosos ojos color avellana que deseaba ver llorar de dolor y placer nuevamente. Se contuvo demasiado de tomar lo que deseaba y ahora tomaría todo lo que quisiera. Él no era hombre de relaciones largas y no se enamoraría sólo porque el chico estaba delicioso. Tan pronto obtuviera lo que deseaba, lo desecharía sin pensarlo dos veces.
-Trato hecho- respondió el castaño- solo tengo una petición.
-Lo que desees zorrito-
-Cuando consigas un amante esto se acaba- respiró profundo- y debes conseguirme un trabajo en el que pueda seguir viéndolos-
-Tenemos un trato-
Alonso subió a la cama y empezó a llenar de besos a Blake en todo el cuerpo, Blake regresó los besos y enredó sus dedos en el cabello blanco platinado del hombre más grande.