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Zigzag por Marbius

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2.- "Es ese 1% el que me preocupa, ¿sabes?"

 

~6 años después~

 

—¡Mahoro, Katsuma, bajen de una vez que se está haciendo tarde!

Ah, primer día de clases en la primaria para su valiente Mahoro y primer día de clases en el jardín de infancia para su tímido Katsuma. Izuku apenas podía creer lo rápido que había transcurrido el tiempo en su familia, pues los pequeños bebés que alguna vez había sostenido en brazos después del parto y que le habían hecho sentir vulnerable al ser madre sin un alfa que velara por ellos eran ahora niños que corrían, hablaban, se vestían por su cuenta, e incluso le ayudaban en algunas simples tareas del hogar.

Vale, que no había sido ni remotamente sencillo, pero Izuku no tenía quejas al respecto.

—Mamá, Katsuma no quiere ponerse la gorra —gritó Mahoro desde la planta superior de la casa.

—Si Katsuma no baja con su gorra no tendrá pancakes de desayuno.

Por fortuna, en casa nadie desafiaba su autoridad, así que Izuku miró complacido a su hijo más pequeño cuando éste bajó con la ropa que había puesto para él en la cama y un pequeño puchero por tener que llevar gorra.

—Me veo tonto —se quejó Katsuma quitándose la gorra y dejándola sobre la mesa de la cocina mientras tomaba asiento.

—No, te ves encantador —le besó Izuku la frente al depositar frente a él y Mahoro el desayuno—. Ahora coman o llegarán tarde a la escuela.

Su advertencia sirvió al menos para que sus hijos empezaran a hincarle el diente a la comida, e Izuku hizo lo propio al servirse su porción y desayunar mientras supervisaba que sus hijos masticaran en lugar de enfrascarse en el tema de conversación que durante las últimas semanas había sido su obsesión: La charla de inducción.

En tiempos previos incluso al nacimiento de Izuku, las personas no conocían su sexo secundario sino hasta entrar a la pubertad y la educación al respecto se limitaba a un par de gráficos de la reproducción sin entrar en demasiados detalles. Por supuesto, eso había ocasionado problemas debido a la manera tan descuidada en la que se había asumido que críos de esa edad eran capaces de controlar la biología de sus cuerpos sin estar al tanto siquiera en qué consistían, por lo que se habían llevado a cabo grandes reformas y ahora las clases de inducción a su sexo secundario empezaban desde el primer día de clases en el jardín de infancia.

Mahoro ya había pasado por las suyas 2 años atrás, y ahora que sería una alumna de primaria tendría una sesión más completa que los básicos que se le habían impartido con anterioridad. Para ello la escuela proveía de profesores especializados en esa área, y el asunto se trataba con profesionalismo y una normalidad de la que Izuku estaba seguro que sería beneficioso para la sociedad.

Él mismo había pasado por esas aulas, y le había servido de gran ayuda cuando experimentó en carne propia los cambios en su cuerpo.

Además, era bueno saber que hoy en día los profesores tomaban en cuenta la opinión de los padres. Era un hecho bien sabido que las madres podían reconocer en sus descendientes su sexo secundario casi desde el nacimiento, y este hecho se veía confirmado en un 99% de los casos cuando durante la pubertad las hormonas comenzaban a funcionar.

En el caso de Izuku, él no había dudado en ningún momento cuando al sostener a Mahoro en brazos, todavía húmeda y con los ojos cerrados, supo que tenía en su poder a una pequeña alfa. Su personalidad decidida y fuerza de carácter se lo había confirmado durante su crecimiento, y aunque todavía faltaban un par de años antes de que Mahoro desarrollara por su cuenta una esencia distintiva de alfa, Izuku no albergaba dudas acerca del sexo secundario de su primogénita.

Con Katsuma el asunto había sido ligeramente diferente. De buenas a primeras, había asumido Izuku que su pequeño era un beta, siempre obediente de los designios de su hermana mayor a la hora de elegir los juegos o programas de televisión, pero conforme pasó de bebé a infante Izuku cambió de opinión al descubrir en él rasgos de rebeldía que no encajaban con esa sumisión ciega. Pese a la creencia popular de que los eran los omegas los que más se doblegaban a los comandos de los alfas, era en realidad a las órdenes de su alfa, y para Katsuma esa era de momento Mahoro. Frente a cualquier otro alfa se rebelaba, y ese era en opinión de Izuku una prueba de que no tenía un pequeño beta entre sus manos sino un omega que causaría revolución en su hogar.

Cualquiera que fuera el dictamen final cuando durante la pubertad sus suposiciones se confirmaran o no, Izuku estaba feliz de la pequeña familia de 3 que tenía consigo y que no hacía más que proveerle de absoluta felicidad. Para el resto de sus necesidades afectivas se bastaba con el constante grupo de amigos que había hecho a su retorno a Musutafu, y que tenía a Ochako (ahora casada con Iida y madre de un pequeño alfa llamado Tensei) como eje central.

Para él no había necesidad de ningún alfa, sin importar los chismorreos que a veces sus vecinas tuvieran al respecto. Izuku se bastaba solo para cuidar de sus hijos, y estaba en sus intenciones continuar así el tiempo que fuera necesario.

—Mamá, se está haciendo tarde —le recordó Mahoro luego de llevar su plato y el de Katsuma al fregadero.

Con prisa, cargando mochilas, gorros, cajas de almuerzo y su propio maletín, Izuku salió aquella mañana de inicios de abril al mundo tomando la mano de sus dos pequeños hijos y con el pecho repleto de emoción por lo que aquel nuevo año escolar podía traer para todos ellos.

Poco imaginaba él que a pesar de la más de una década que tenía de haberse graduado de la universidad, también ese inicio de clases le tenía una sorpresa...

 

—Ah, casi lloraba junto a Katsuma cuando tuve que dejarlo en la puerta del jardín de infancia —le confió Izuku a Ochako durante la hora del almuerzo cuando se reunieron para compartir sus experiencias del primer día de clases del año.

Ventajas de trabajar cerca, pues las oficinas de Ochako estaban apenas a 3 calles de la biblioteca donde Izuku tenía su puesto, así que al menos un par de veces se reunían bajo la sombra de un árbol a almorzar y compartir nimiedades como si no se vieran además otro tanto número de veces en la semana para cenar o salir a pasear con su prole.

—Dímelo a mí —suspiró Ochako, que por su cuenta había pasado por la misma experiencia al dejar a Tensei en la guardería—. Estaba preparada para el llanto y que Tensei hiciera ese gesto suyo con sus manitas cuando lo soltara, pero resultó que su cuidadora tenía uno de esos cochecitos eléctricos con luces y sonidos que tanto le gustan, y después ya no le importé en lo absoluto. Lloré más yo en el tren que Tensei cuando lo dejé.

—No por ello te quiere menos —intentó Izuku consolarla, y su amiga sonrió.

—Ah, espero que tengas razón —suspiró Ochako con un trozo de pollo sostenido frente a ella con sus palillos—. Cuando decidí ser madre, me preparé para los desvelos y los pezones agrietados de la lactancia, no que mi propio hijo tendría una obsesión por los juguetes que se mueven rápido.

—Te entiendo. Katsuma está pasando por una etapa en la que uno de los superhéroes de su anime favorito es su ídolo, y de pronto no soy lo suficientemente bueno para él a la hora de revisar debajo de la cama por monstruos. Ahora tengo que ponerme su máscara y fingir que soy el valiente Edgeshot o los monstruos no se marcharán.

Riendo a costa de las ocurrencias de sus hijos, Izuku y Ochako terminaron con sus almuerzos e hicieron planes para verse después.

Izuku volvió a la quietud de la biblioteca, pero mientras trabajaba en la computadora actualizando las nuevas adiciones en los estantes, su mente estaba en el reloj del vestíbulo, que con cada minuto que transcurría le indicaba que pronto sería hora de ir por Mahoro y Katsuma a la escuela.

A las 3 en punto se despidió Izuku de todos y fichó de salida mientras se apresuraba al jardín de infancia para pasar primero por Katsuma.

Tal como Izuku se había esperado, su hijo aguardaba con él cerca de la verja de entrada, pero jugaba con un nuevo amigo, del que luego no cesó ni un minuto de hablar mientras recorrían la distancia que los separaba de la escuela de Mahoro.

A diferencia del jardín de infancia que manejaba un horario extendido para padres que trabajaban jornada larga, la primaria de Mahoro ofrecía cursos extra después de las clases del día, por lo que Izuku la había inscrito en un taller de artes que su propia hija había seleccionado como actividad.

A su llegada a la escuela, Izuku había esperado recibir de Mahoro un par de dibujos con crayola, pero en su lugar su hija le entregó una simple flor de origami que su profesor a cargo les había enseñado a hacer.

—Es un hombre grande y terrorífico, pero una vez que lo conoces ya no sientes miedo —explicó Mahoro de vuelta a casa, dando saltitos de gusto en la acera mientras hablaba a mil por hora de su primer día de clases.

Indiferente a su hermana y mucho más sosegado, Katsuma tomaba la mano de Izuku y se había hecho de la flor que Mahoro hiciera durante clases, acercándosela a la nariz cada tanto.

—¿Huele a algo? —Le preguntó Izuku, y su pequeño hijo asintió.

—Es agradable.

Izuku asintió y después se olvidó del asunto porque iba pensando en qué prepararía para la comida y en que tenía que recoger los futones del sol.

El resto de su día transcurrió entre quehaceres del hogar, sentarse con sus hijos y ayudarles con la tarea, después hacer que se bañaran y por último leerles un cuento antes de dejarlos dormidos en su habitación.

Por su cuenta todavía tenía pendiente limpiar la cocina, e Izuku se preparó una taza de té mientras lavaba los platos del día y ponía en la radio una estación de éxitos pop.

Casi había olvidado la flor de origami en el centro de su mesa, casi... Excepto que al pasar por su lado captó la leve fragancia a la que Katsuma había aludido antes, y reconociendo el aroma con un remolino de sensaciones en el estómago porque la nariz era el órgano con mejor memoria y también el que mayor capacidad tenía de traer a la superficie toda clase de reminiscencias, con dedos temblorosos la tomó en su mano y se la llevó al rostro para aspirar hondo.

Era una simple flor de papel, con dobleces torpes porque Mahoro todavía tenía que trabajar en sus habilidades motrices, y sin embargo traía consigo una cantidad tal de aroma que Izuku podía cerrar los ojos e imaginarse que era real.

Tan real como si lo que tuviera entre manos fuera no una flor recién cortada del jardín, sino aquel paño de algodón que había sujetado contra su rostro en la clínica de fertilidad al permanecer abotonado al dildo de silicona que en su interior contenía la dosis de esperma, y que en 2 ocasiones había desencadenado el nacimiento de sus hijos.

—Mierda... —Soltó Izuku la flor de papel, que cayó despacio a sus pies y le hizo tomar consciencia de lo pequeño que era Musutafu.

 

—Te digo que es él —compartió Izuku con Ochako cuando a la mañana siguiente se volvieron a reunir para almorzar y le presentó la flor de origami que había llevado en el bolsillo de su camisa toda la mañana—. Lo reconocería sin importar cuánto tiempo hubiera pasado.

—¿Y todavía guardas el pañuelo? —Preguntó Ochako de lo más emocionada, los ojos brillantes y su caja de bentou olvidada para atender asuntos más interesantes—. ¿Los comparaste?

—No había necesidad, pero sí... y sí. Es el mismo.

—Wow...

—Le pregunté a Mahoro por su nombre pero no lo recuerda, así que le hice prometerme que hoy lo haría.

—¿Y crees que-...?

—No creo nada —le interrumpió Izuku con cortesía—. Es simple curiosidad de mi parte. No es como si por tener su nombre el resto deje de ser menos complicado.

—Ya, pero... Podrías, no sé, acercarte y conocerlo mejor.

—¡Ochako!

—¿Qué? —Su amiga levantó las manos y le mostró las palmas con inocencia—. No estoy diciendo que te presentes frente a él y anuncies de buenas a primeras que es el padre de tus hijos porque, erm, utilizaste 2 de 3 viales que tan generosamente donó a la clínica. Bastaría con que le agradezcas por tener a Mahoro en su clase y averigües cosas.

—Cosas —repitió Izuku sin comprender—. Pero si yo ya sé cosas de él.

Ochako le puso los ojos en blanco. —Su información médica de alergias y padecimientos familiares no es saber cosas del padre de tus hijos. Piensa en Tensei y ese gesto serio que hace de vez en cuando y que aprendió de Tenya. ¿No te da curiosidad averiguar si algo de tus hijos está en ese alfa?

Para no tener que responder, Izuku se llevó a la boca el onigiri que tenía en manos y se la llenó de tal modo que sus mejillas se abultaron como las de una ardilla.

Vale, que sí tenía curiosidad y mucha, pero... ¿No sería eso cruzar un límite de confidencialidad? La clínica le había asegurado que la información del donante se limitaba a los aspectos médicos, pues su nombre era un dato al que Izuku jamás tendría acceso ni siquiera preguntando. Y él había estado bien con esa línea del reglamento porque la regla también aplicaba a la inversa, con el alfa incapacitado de recibir cualquier dato respecto a las muestras que había entregado salvo por una petición de eliminación.

Sus vidas no estaban destinadas a cruzarse más allá de compartir material genético para la creación de cachorros, o así había sido hasta hacía apenas 24 horas.

Masticando despacio, Izuku tomó en consideración las palabras de Ochako, preguntándose con curiosidad si el color del cabello del alfa en cuestión sería de ese mismo tono que tenían Mahoro y Katsuma. Ciertamente no lo habían heredado de su lado de la familia porque él tenía el cabello negro con tintes verdosos, idénticos al de su propia madre, así que no era herencia por línea materna. Además, ambos niños tenían los ojos castaños pero con un peculiar tono rojizo que a Izuku facilitaba la imagen de un cierto tipo de alfa en su cabeza. Y si era como Ochako decía, quizá algunas de sus extrañas manías tenían explicación no a través de él, sino compartidas de padres a hijos.

—No tienes que conocerlo si no quieres —interrumpió Ochako sus pensamientos—, pero no negarás que es una buena oportunidad para cerciorarte de qué clase de individuo se trata. Y ahora es el profesor de Mahoro, así que ahí lo tienes, la oportunidad perfecta para acercarte y...

—Asegurarme que Mahoro esté en buenas manos —dijo Izuku en voz baja para sí—. Mmm, puede ser...

—¡Por supuesto que lo es!, espero que en la noche a más tardar me cuentes todo sin falta —le hizo prometer Ochako, y durante el resto de su almuerzo, aquel fue el único tema de conversación que tuvieron.

 

Antes de salir del trabajo por sus hijos, Izuku hizo una corta parada en el baño de la biblioteca y trató por todos los medios de hacer que su cabello se comportara pero sin mucho remedio. En cambio trabajó sobre lo que sí tenía control, así que se refrescó el aliento y se dio un par de palmaditas en las mejillas para insuflarse el valor que en esos instantes le faltaba.

Al pasar por Katsuma al jardín de infancia su hijo la presentó con la crónica de su día, que incluía juegos y dibujar por horas antes de una larga siesta.

—Hice un dibujo para ti —le presumió Katsuma la obra de arte que llevaba en su mochila y que Izuku elogió.

—Muy bonito, ¿estos somos Mahoro y yo? —Señaló 2 figuras que estaban a los lados de una tercera en el centro.

—Sí. Mahoro es la que tiene el cabello en coletas, y tú el que tiene el cabello oscuro. Koneko no quería darme la crayola negra porque ya tenía la de color amarillo, pero al final lo conseguí, ¿ves?

—Lo veo —murmuró Izuku, acariciando con el pulgar la figura que lo representaba con una sonrisa y tan distinto de las otras 2.

De camino a la primaria de Mahoro, el nerviosismo de Izuku fue creciendo de manera exponencial, de tal manera que al llegar le sudaban las manos y era un amasijo de feromonas en tensión.

—Ugh, mamá —se quejó Katsuma—, hueles raro.

—Lo siento —masculló Izuku, sacando de su maletín un par de toallitas húmedas neutralizantes que se pasó por las glándulas del cuello y las muñecas. Ochako no iba a dejar de burlarse de él una vez que se lo contara.

—Allá está Mahoro —reconoció Katsuma a su hermana, y después la llamó—. ¡Maho-chan, por aquí!

Entrando a los terrenos escolares donde Mahoro jugaba con un par de niñas, Izuku miró de reojo a los alrededores en búsqueda de cualquier señal que le indicara algo. Lo que fuera. Izuku no era del tipo que creyera en almas gemelas y compañeros a primera vista, no después de lo sufrido Shouto al menos, pero...

—Mamá, otra vez estás sudando —le soltó la mano Katsuma, que acudió a reunirse con Mahoro y el grupo de niñas que lo recibieron con preguntas.

Desde la distancia, escuchó Izuku cómo su hija presentaba a Katsuma como su hermano pequeño e inflaba el pecho con orgullo al pasarle un brazo sobre los hombros.

—Ah, así que ese es el famoso Katsuma del que tanto he escuchado —dijo una voz atrás de Izuku, y éste no tuvo que darse media vuelta para descubrir de quién se trataba.

Instintivamente Izuku reconoció al alfa de cabello rubio y ojos rojos que tenía una expresión más apropiada para trabajar en las fuerzas policiacas que en una escuela primaria como maestro de arte. Más alto que él por al menos una cabeza y con el doble de musculatura de la que alguna vez tendría Izuku, el alfa que mantenía su distancia por cortesía inhaló hondo y dio su veredicto.

—Ah, la madre de Mahoro, supongo.

—S-Sí —afirmó Izuku, luchando contra la necesidad de bajar la vista al suelo y someterse. Aquel no era un comportamiento habitual en un omega, porque la sumisión estaba dada no a desconocidos, sino a personas que jugaban un rol específico en su vida.

Suponía Izuku que el alfa frente a él entraba en esa última categoría como el padre de sus hijos, pero hacía ya 5 años desde que tuviera en su interior su semen, y sólo a través de un procedimiento clínico. Izuku se resistía a creer que eso tuviera influencia, pero claro, la biología era incluso más fuerte que cualquier pensamiento racional, y sólo por terquedad consiguió sostenerle la mirada.

—Soy Katsuki Bakugou, el maestro de artes de Mahoro —se presentó el alfa frente a él, e Izuku no pudo llamarlo mentalmente por su apellido sino por su nombre.

—Oh, mucho gusto. Izuku Midoriya —le extendió Izuku la mano, y al primer roce de sus dedos con los del alfa una corriente eléctrica los sacudió a ambos por igual.

Izuku sudaba, y no había nada que él pudiera hacer para evitar que a su alrededor se formara una nube tormentosa de feromonas. Pero para bailar se necesitaban dos, y de la misma manera involuntaria reaccionó Katsuki frente a él, acariciando con su pulgar la cara interna de la muñeca de Izuku y estimulando en él un reflejo primario de reconocimiento.

Alterado por aquel acto primitivo al que mutuamente se estaban entregando sin decencia a plena luz de día en el patio escolar, Katsuki abrió la boca y al instante se vio interrumpido por el grito de Katsuma.

—¡Mamá!

Izuku rompió la conexión de sus miradas al darse vuelta y dejar ir la mano de Katsuki, que se pasó la lengua por las adoloridas encías.

—Tengo hambre, mamá —llegó Katsuma corriendo a abrazarse a la pierna de Izuku, apoyando su cabeza contra su muslo y observando con cautela desde su posición la presencia de aquel alfa desconocido e intimidante.

—Ok, ¿qué quieres comer hoy? —Le preguntó Izuku, acariciándole la mejilla y peinando mechones de su cabello detrás de su oreja.

—Yakisoba —farfulló Katsuma, pegándose más a Izuku y sin quitarle la vista de encima al alfa que hacía lo mismo con ellos.

—Bien, pero tendremos que pasar por ingredientes a la tienda. ¿Puedes decirle a Mahoro que ya nos vamos?

Reluctante, Katsuma lo soltó y se alejó corriendo, mirando sin parar cada tantos pasos por encima de su hombro.

—¿Es tu otro hijo? —Preguntó Katsuki, e Izuku dio un respingo al apreciar que el alfa estaba más cerca que nunca e invadiendo su espacio personal.

Izuku asintió, incapaz de articular siquiera una palabra.

—Tiene tus ojos, la forma al menos. Se parece más a Mahoro, aunque...

—Uhm, tengo que irme —dijo Izuku con un graznido—. Mucho gusto, y gracias por tener a Mahoro en-...

—Izuku —le llamó Katsuki, rompiendo cualquier protocolo que marcara indecente no sólo tratarse por el nombre de pila en lugar del apellido cuando no hacía ni 5 minutos que eran totales desconocidos, sino también entre un alfa a todas luces soltero y un omega que tenía a su cargo 2 cachorros.

—Lo siento —se excusó Izuku, que maldiciendo entre dientes su imprudencia de acercarse a conocer al alfa que había servido como donante para el nacimiento de sus hijos, se alejó de él en pos de Mahoro y Katsuma, que tomando sus manos y ajenos a la escena que acababa de protagonizar, iban haciendo peticiones para las verduras que incluiría el yakisoba de esa tarde.

Y con la cabeza en las nubes, todavía aturdido por las feromonas del alfa que se le habían pegado a la piel y al cabello como llovizna de verano, Izuku fingió poner atención mientras en su cabeza el único pensamiento cuerdo era alejarse mientras todavía era posible.

 

—Wow... ¿Soy yo o estas parecen ofrendas de cortejo?

—No me estás ayudando, Ochako.

—Pues lo intento, pero esto —abarcó su amiga la media docena de flores de papel que Mahoro había traído a casa en las últimas 2 semanas de clases y que ahora Izuku coleccionaba por la leve fragancia a feromonas que cada vez se acumulaba más y más en el interior de su hogar— es lo que es.

—¿Y qué es, según tú? —Presionó Izuku por una respuesta, sosteniendo a Tensei sobre su rodilla y haciéndolo saltar para tener algo con qué distraerse.

Era viernes en la tarde, y Ochako estaba de visita con Tensei y Tenya para ayudarle a Izuku con un par de tejas que se habían caído de su techo. A cambio por la ayuda, Izuku había prometido preparar la cena para todos, y era un delicioso platillo de gyozas que tenía ya listas para freír en cuanto Tenya terminara allá arriba.

Desventajas de no contar con un alfa que hiciera esas labores del hogar por él, e Izuku ni loco volvería a contratar un empleado sin referencias luego de que la última vez tuviera que defenderse a él y a sus pequeños con una escoba luego de que un empleado intentara propasarse con él al enterarse que estaba sólo y sin esposo en casa. Desde entonces Tenya fungía como el manitas en casa de Izuku cuando éste tenía reparaciones simples, y en vista de que se negaba a aceptar dinero, se lo pagaba con comida.

—Mira, por lo que me contaste de aquel primer encuentro creo que Bakugou tiene cierto interés en ti, y estas flores lo demuestran —dijo Ochako, rodeando la mesa y sin atreverse a tocar ni una sola de las flores que ahí se encontraban.

Mahoro había trabajado con hojas de colores, de tal modo que el resultado era una colección de flores en naranja y verde que estéticamente complacían a Izuku a pesar de lo chocante de la combinación, y aunque en un inicio se había jurado que las conservaba porque eran un regalo de su hija, lo cierto es que cada noche guardaba esas flores en la privacidad de su dormitorio, y cerrando los ojos, se dejaba adormecer por la leve fragancia que de ellas emanaba.

—¿Tú lo crees?

—Estoy 99% seguro.

—Es ese 1% el que me preocupa, ¿sabes? —Reveló Izuku con pesar, abrazando a Tensei contra su pecho y recibiendo del bebé un beso en la mejilla.

A ratos extrañaba Izuku la etapa cuando sus propios hijos habían estado pequeños como Tensei. Katsuma todavía le permitía subírselo a las piernas y abrazarlo, pero no era lo mismo. Sus hijos ya estaban en edad escolar, e Izuku a ratos se cuestionaba si no sería una locura de su parte reclamar en el banco de esperma la tercera muestra de semen que estaba todavía a su disposición y tener un tercer bebé.

«Y lo sería ahora que tienes por seguro que ese alfa y el que has conocido en la escuela de Mahoro es el mismo», le recriminó su cerebro la imprudencia que estaba cruzando por su mente, e Izuku apretó con más fuerza a Tensei, que se removió incómodo hasta que lo soltó y se lo devolvió a Ochako.

—Invítalo a tomar café. Usa algún pretexto bobo como que estás preocupado por el desempeño de Maho-chan en su clase y quieres cerciorarte que todo va bien. No serás el primer omega que se acerca con esas intenciones; si se niega, puedes seguir adelante con tu vida, y si no, quién sabe, en una de esas y te desilusionas una vez que puedan hablar de cara a cara por más de 5 minutos.

—Oh, no podría —se resistió Izuku poniéndose de pie y caminando de un lado a otro en su cocina—. No tengo con quién dejar a Mahoro y Katsuma-...

—Puedes dejarlo conmigo —ofreció su amiga con ligereza.

—... y no sabría qué ponerme-....

—Es una cita a tomar café, no un restaurante de 5 estrellas.

—... sin mencionar que no sabría cómo proponerle algo como eso —finalizó Izuku con una parada abrupta—. Yo nunca antes he salido en una cita.

Las cejas de Ochako se elevaron altas en medio de su frente. —¿Ni siquiera con tu ex?

—Pues... no.

Los rituales de cortejo entre Izuku y Shouto habían sido peculiares. En perspectiva, quizá habían podido contar como una prueba del debacle al que se enfrentarían como pareja por incompatibilidad de géneros secundarios, ya que habían salido muchos meses como amigos antes de que un compañero en común les preguntara si todos esos encuentros en la cafetería, en el cine y otros sitios que visitaban eran citas. La respuesta de su parte había sido que sí, tal vez después de todo eran citas, y habían seguido el influjo de ese río que los arrastró hasta su matrimonio porque eso parecía lo correcto, pero nunca habían tenido ninguna intencionalidad desde el principio.

No como la que tenía Izuku en esos momentos de encontrarse con Katsuki en privado y considerar aquella reunión una cita en toda regla.

—Ugh, estoy demasiado viejo para esto —gruñó Izuku, llevándose una mano al rostro y lamentándose de su suerte.

—Pf, que tienes 35, no es el fin del mundo.

—Pronto cumpliré 36.

—¿Y qué? Felicidades, como omega todavía estás en la juventud de tu vida —le recordó Ochako, pues Izuku tenía por delante todavía una buena década de fertilidad si no es que más. Ventajas de ser omega, pues a diferencia de los beta o alfa su ritmo de envejecimiento era mejor y no aparentaba un día más allá de los 25 años de edad—. Por favor no actúes como si la felicidad fuera un lujo que no pudieras permitirte.

—Exageras. Es sólo un tonto crush por un alfa.

Ochako le sonrió. —¿Ves? Si es tan simple como eso, entonces puedes invitarlo a tomar algo después de clases.

—Eres terrible, Ochako. ¿Lo sabías?

—Tenya a veces me lo recuerda —dijo su amiga con una amplia sonrisa a pesar de tener saliva de bebé en la blusa—. En todo caso, si te atreves mi oferta de cuidar a Katsuma y Mahoro sigue en pie. No lo olvides.

—No lo haré —masculló Izuku, que encontró alivio cuando la voz de Tenya desde la puerta trasera les indicó que había terminado con el techo y que pronto cenarían.

Guardando con delicadeza cada una de las flores de papel en una caja de zapatos que había destinado para ese fin y que almacenaba debajo de su cama junto con el pañuelo que le entregaran en la clínica y objetos personales como las partidas de nacimiento de sus pequeños y sus cordones umbilicales, Izuku se cuestionó por una fracción de segundo si sería tan terrible dar ese temido salto y tan sólo... Pero no.

«Debo mantener mi distancia y no desdibujar las líneas», se recordó a sí mismo Izuku con severidad. «Yo tomé este camino, y no debo olvidarlo: Katsuki Bakugou es el profesor de artes de Mahoro y nada más.»

—Nada más —movió Izuku los labios en silencio para repetírselo, y esperaba él, fuera el mantra que necesitaba para mantenerse firme en su convicción.

 

Por desgracia para Izuku, sus intenciones de mantenerse a distancia del alfa se vinieron al traste cuando Mahoro se peleó con un compañero de clase cuando éste le jaló el cabello y ella respondió con agresión. El que Mahoro fuera por su cuenta alfa y el otro chico beta dio de que hablar respecto al tipo de educación que ambos críos habían recibido en casa, e Izuku tuvo que presentarse en la escuela durante su hora del almuerzo para disculparse con los padres del otro chico por la mordida que éste ostentaba ahora en el brazo y que coincidía perfectamente con la de la mandíbula de Mahoro.

Izuku se había esperado un encuentro mucho más funesto cuando al arribar a la escuela descubrió que la familia de Kouta Izumi consistía solamente en él y su tía soltera que ahora fungía como su tutora, y que se deshizo en disculpas mucho antes de que Izuku pudiera abrir la boca, excusando el comportamiento de su sobrino como respuesta al estrés de haber perdido a sus padres apenas 6 meses atrás.

Así, la reunión que Izuku había temido que fuera terrible tratando de disculpar las acciones de Mahoro pero tampoco sin dejarse intimidar se convirtió en su lugar en la charla de 2 adultos que lidiaban con su cuenta con la maternidad en solitario y hacían lo mejor que podían con los recursos que tenían a mano.

La profesora encargada de aula estuvo presente en la primera parte de la reunión, pero tras cerciorarse que ninguna de las 2 partes quería presentar cargos se retiró, y de esa manera pudieron conversar Izuku y Shino Sosaki de sus respectivos críos y llegar a un acuerdo respecto a la actitud que debían tomar después de su desaguisado.

Al final tuvo Izuku la impresión de que había hecho una nueva amiga, y sus sospechas se vieron confirmadas cuando al salir descubrió que Mahoro y Kouta habían hecho las paces como suelen hacerlo los niños: Con facilidad, y dejando el pasado en el pasado.

Tras hacer que Kouta se disculpara con Izuku y Mahoro por los problemas que habían empezado por su culpa (y que Izuku insistiera a Mahoro que hiciera lo propio por reaccionar como lo hizo), las 2 parejas se separaron y el asunto quedó finiquitado.

—Kouta es huérfano, él me lo contó —dijo Mahoro a la menor oportunidad, ella e Izuku cruzando el patio de su escuela mientras se dirigían a la salida—. No lo dijo, pero creo que Kouta está triste y por eso hizo lo que hizo.

—Puede ser. ¿Pero cuál es tu excusa para haberlo mordido?

—¡En verdad me dolió cuando me jaló el cabello!, pero... —Exaltada, Mahoro fue perdiendo fuerza hasta bajar la voz y bajar la cabeza—. Pero no debí hacer lo que hice, ¿verdad?

—No. La violencia es mala, y como futura alfa debes de tener cuidado con las personas que te rodean si es que no quieres lastimarlos.

—No quiero. Y Kouta dijo que es beta, y que podríamos estar en la misma manada y... —Perdiéndose en la divagación propia de los críos de su edad, Izuku asintió frente a los planes de su hija en empezar una manada y hacer que ella y Kouta fueran los primeros 2 miembros, y la imagen mental de lo que eso sería en un par de meses más cuando otros críos se agregaran naturalmente al grupo lo hizo sonreír.

Era parte natural del crecimiento, y a ratos Izuku echaba de menos esa naturalidad con la que los críos creaban lazos entre sí.  En especial cuando el omega dentro de sí se lamentaba de las limitantes a las que como madre soltero se enfrentaba sin un alfa a su lado o una manada a la cual pertenecer completamente. Los Iida eran sus mejores amigos, pero ciertamente no era lo mismo y-...

—¡Izuku, espera! —Alertado por el uso de su nombre de pila, éste se frenó en seco al reconocer la voz, y por instinto su cuerpo secretó una nube de feromonas como reacción.

—Pf, ¡mamá!, ¿pero qué haces? —Siseó Mahoro al mover la mano frente a su nariz.

Pero antes de que Izuku tuviera oportunidad de disculparse por su exabrupto, una mano grande y cálida (que en primer lugar no debería estar ahí porque era grosero acercarse a un omega de esa manera) se ciñó sobre su hombro y le hizo darse media vuelta.

Frente a él, Katsuki Bakugou lo miró directo a los ojos y sin perder oportunidad no preguntó, sino que exigió:

—Ven a tomar café conmigo.

 

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Notas finales:

Nunca había presenciado tanto odio a Shouto, así que buenas noticias, no sale más en el fic salvo al final pero tendrán que leer para enterarse cómo *guiño*
Para nosotras que leemos no es secreto que Katsuki es el alfa que tan generosamente hizo la donación para Izuku, pero para el pobre hay nervios y mucha inseguridad por conocerlo, ya no se diga llegar a más después de ese primer matrimonio suyo. Hay angst, sí, pero fluff a montones.
Graxie por leer~!
p.d. Cualquier comentario/kudos es siempre bien recibido :)


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