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A trompicones por Marbius

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Harry había dado por sentado que su encuentro con Louis Tomlinson quedaría como un épico momento que pasaría a la posteridad en su memoria. Daba lo mismo si de épico en realidad no tenía nada y era sólo él exagerando las horas que habían pasado juntos en cercana compañía mientras trabajaba una pieza en su brazo y compartían una charla cualquiera en la que habían abordado tópicos comunes y para nada memorables, porque se había convertido en uno de sus recuerdos favoritos y uno al que recurría cuando necesitaba un pequeño empujón de buen humor en su sistema.

Así que no, Harry no se había hecho ilusiones de una repetición. En su lugar estaba satisfecho por la oportunidad que el destino le había dado en bandeja de plata, convencido de algún modo que era la manera que tenía para decirle que lo mejor sería que superara su estúpido crush y siguiera adelante con su vida, y con ello en mente fue que durante los siguientes 6 meses comenzó a vivir siempre recalcando que había un periodo en su existencia A. de L. y D. de L.

Por supuesto, el destino suele ser taimado, y para prueba nada como recibir una mañana durante el desayuno un inesperado mensaje.

—A mamá le daría algo si te viera a la mesa con el móvil —le regañó Gemma al pasar por su lado, ya vestida para salir a la universidad mientras que Harry se quedaba en el piso disfrutando de su té y su tostada.

—Menos mal que no está aquí para criticar mi elección de vestimenta tampoco, ¿eh? —Bromeó Harry de vuelta, porque en pijama y sin afeitar, era la estampa perfecta de la gran noche que había pasado apenas unas horas atrás en compañía de varios artistas del estudio.

Harry había regresado apenas a las 4 a su buhardilla, agradecido porque incluso en su peor estado de ebriedad era capaz de moverse ágil en la estrecha escalera sin despertar a nadie, pero su organismo era uno que estaba habituado a madrugara así que a las 7 ya estaba en pie y con un hambre canina, buscando saciar un poco su apetito antes de que fuera demasiado tarde para una siesta previa de tener que cumplir su siguiente turno en el estudio.

Gemma pasó por detrás de Harry le plantó un beso en la coronilla, no sin antes recordarle que se duchara porque olía a vagabundo alcoholizado, y Harry prometió que así sería mientras revisaba el nuevo mensaje sin remitente que había llegado.

 

Número Desconocido: Hey, colega.

Número Desconocido: Soy Louis Tomlinson. Espero que no te moleste que Zayn me diera tu número.

Número Desconocido: Quiero un nuevo tatuaje, y en primera instancia pensé en ti porque me gustó el trabajo que hiciste antes en mi brazo.

 

—Joderrr... —Harry dejó caer su tostada, y por poco el móvil, pero consiguió reponerse en tiempo récord mientras sopesaba cada una de las posibilidades a su alcance, desde que esa fuera una broma de muy mal gusto hasta la realidad.

Porque tenía que ser real, ¿correcto? La fotografía de perfil no era de Louis, pero sí de una camiseta de futbol con su famoso número 28 y el apellido Tomlinson escrito con mayúsculas.

Con dedos torpes, Harry escribió de vuelta.

 

HS: ¿En verdad eres Louis Tomlinson?

Número Desconocido: Hasta esta mañana que desperté, sí :)

Número Desconocido: Confía en mí, colega.

Número Desconocido: Podemos tener una videollamada si necesitas más pruebas de mi autenticidad.

 

Harry se miró a sí mismo con horror, pues no sólo traía puesta una de sus pijamas más infantiles (jo, si hasta era un regalo de su madre de la última Navidad con motivos de renos y narices rojas) sino que además su aspecto era terrible con el cabello convertido en un nido de aves sobre su cabeza, los ojos hinchados por el desvelo, y seguro que también apariencia entre la embriaguez y la resaca porque era justo así como se sentía, pero... Bastó ver en su pantalla la invitación a una videollamada para que su pulgar cobrara vida propia y la conexión se estableciera.

—Woah, bonito pijama —le saludó Louis Tomlinson a través de la pantalla, a diferencia de él vestido para trabajar, y a juzgar por su entorno, justo en eso. A su alrededor se podía ver una mesa, y papeles por aquí y por allá, además de una taza de té que humeaba—. No estoy interrumpiendo tu desayuno, ¿o sí?

Harry se limpió las comisuras de cualquier rastro de pan tostado. —Nah, qué va.

—Vale... —Louis sonrió, y por un segundo Harry creyó ser fulminado justo en el pecho por la misma flecha que tantos años atrás le había impactado cuando vio su rostro en una pancarta publicitaria del centro comercial—. So... Me gustaría que volvieras a ser mi artista para un nuevo tatuaje.

—Ok. —«Tranquilízate, Styles; tú puedes hacerlo»—. ¿Qué tienes en mente?

—Es... —Louis se inclinó sobre su móvil y en la pantalla apareció él apoyando los codos sobre la mesa, entrelazando las manos y apoyando su mentón sobre sus nudillos—. ¿Puedo confiar en ti para un asunto personal? Zayn mencionó que eres el indicado para este trabajo, pero necesito escucharlo de ti.

—Por supuesto. Es decir, cualquier cosa que se diga aquí es un secreto entre cliente y artista; totalmente confidencial —aseguró Harry, de pronto más intrigada que nunca por la información que estaba a punto de escuchar.

—Vale. De cualquier modo la noticia se filtrará a los medios en unos días, pero... Se trata de mi madre. Tiene cáncer y es terminal.

—Oh, joder... —Musitó Harry, antes de contraer el rostro en una leve mueca—. Lo siento tanto.

—Ya. Hasta hace 6 meses los doctores se mostraron optimistas, pero es... Se ha hecho evidente para todos en mi familia que no hay mucho más que hacer por ella. Mamá está ahora en casa con cuidados paliativos y... —Louis suspiró, y su mirada se empañó—. Quiero hacerme un tatuaje en su honor. Su nombre con su caligrafía justo en mi pecho, encima del corazón. Y quiero que ella pueda verlo porque...

—... así sabrá siempre qué lugar ocupa en tu vida —finalizó Harry, apenas moviendo los labios, pero Louis captó sus palabras y asintió una vez.

—Exacto.

—Puedo hacerlo. ¿Cuándo?

Louis se enderezó en su asiento, y giró la cabeza. —¿A qué horas terminan las grabaciones?

Una voz dijo “después de las 11”, pero Harry no se hizo ilusiones que fueran horas de la mañana a juzgar por el gesto contrariado de Louis.

—No importa —dijo Harry—. Cualquier hora está bien por mí. Zayn no tendrá inconveniente en dejarme las llaves del estudio por hoy.

—¿Seguro?

—Totalmente. Tendré todo listo para esa hora.

Louis asintió una vez. —Gracias, colega. Te debo una por eso.

 

Zayn ya estaba informado de los arreglos, así que Harry se sentó en su estación de trabajo con el móvil en el regazo y los audífonos puestos en su sitio, vergonzosamente escuchando canciones que One Direction había convertido en el soundtrack de su adolescencia. Harry no podía afirmar en su totalidad que su música hubiera sido de su total agrado de no tener a Louis Tomlinson como principal razón para convertirse en fan, pero al menos eran ritmos pegajosos y servían al fin de hacer más llevaderas sus horas de espera.

A eso de las 10:30, Zayn fue el último en salir del estudio y le indicó a Harry que cerrara hasta que Louis llegara.

—Demuestra que tus meses de aprendizaje aquí no han sido en vano, Styles —le amenazó a medias cuando Harry le acompañó hasta la puerta, y éste prometió que así sería.

Para las 11, Harry ya tenía todo listo para realizar el tatuaje, pero Louis no se presentó sino hasta 5 minutos después de pasada la medianoche y sus primeras palabras para él fueron una retahíla de disculpas por la hora y el retraso.

—No pasa nada, todo está bien —le tranquilizó Harry al examinarlo unos segundos y después preguntar—. ¿Has comido algo?

—No por lo menos desde la mañana.

Harry le entregó una barra de frutos secos y le indicó que se la comiera mientras calcaba la hoja de papel que Louis le entregó con el nombre de Johannah escrito en una preciosa cursiva que revelaba bastante de su portadora con la elegante curva de sus consonantes largas.

—Uno de mis primeros tatuajes fue a una chica que de los nervios ayunó antes de venir al estudio. Creo que pensó que de los nervios podía vomitarse encima así que le dio el remedio que ella consideró adecuado —le reveló Harry mientras traspasaba las letras al papel de calcar—. Lo siguiente que supe es que se había desmayado, pero como estaba escribiendo en su espalda apenas si me enteré hasta casi terminar. No es uno de mis momentos de más orgullo...

—No veo por qué no —dijo Louis entre bocados—. Es una buena historia.

—Ya, pero preferiría no tener una repetición. Zayn me echó la bronca por no darme cuenta antes de que estaba tatuando a una persona inconsciente, pero yo... No sé cómo explicarlo. Estaba absorto en el tatuaje, y en que las líneas quedaran correctas. No que la chica en cuestión estuviera más silenciosa de lo habitual.

—Eso es lo que importa al final —le tranquilizó Louis, que se quitó la chaqueta que vestía y se sentó en la misma silla que la vez pasada.

—¿Puedes...? —Le indicó Harry, incapaz de articular mucho más y desviando la mirada cuando Louis se sacó la camiseta que llevaba puesta y mostró su pecho.

A diferencia de algunos novios pasados con los que había salido o de otros cuerpos que Harry hubiera visto por su cuenta, Louis no tenía la clase de cuerpo que pudiera esperarse en alguien que pertenecía a la farándula, pues ni tenía un estómago marcado ni sus músculos parecían voluminosos por el trabajo de muchas horas en el gimnasio. En su lugar era delgado y nervudo, más músculo magro que otra cosa, y que era consecuencia de su afición por el futbol y salir a correr en las mañanas alrededor del área de su departamento (no que Harry lo espiara, pero estaba al tanto de ese dato gracias a los tabloides con sus fotos de paparazzi) sin importar el clima al exterior.

Con un fuerte deseo por no delatarse a sí mismo con algo tan absurdo como un bochorno de colegiala, Harry se recordó a sí mismo que debía mantener en todo el momento el profesionalismo, y centrándose en la labor que tenía por delante fue que consiguió mantener bajo su ritmo cardiaco mientras posicionaba la plantilla sobre el pecho de Louis, y tras corroborar con éste que era el sitio exacto, plasmarla sobre la piel.

Por la localización del tatuaje, Harry reclinó la silla hasta tener a Louis en posición supina, y valiéndose de una lámpara flexible para iluminar el área comenzó a tatuar.

—¿Te duele? —Preguntó cuando Luis siseó con los primeros pinchazos de su aguja—. El pecho es un área sensible. Especialmente alrededor de los pezones. Hay suficientes terminaciones nerviosas como para hacer llorar a cualquiera.

—Oh. —Louis parpadeó, y la humedad que se había acumulado de improviso en sus ojos se disipó—. Lo siento. Puedes continuar; no es nada, estoy bien.

Harry no habría utilizado ‘bien’ como término para definir el estado actual de Louis con ojeras y la piel un tanto cetrina, pero también era tarde y era más que evidente que había estado desde muy temprano de pie y trabajando. Haciendo a un lado cualquier pensamiento que no fuera realizar un trabajo perfecto sobre la piel de su cliente, Harry tomó una honda aspiración y se dedicó por los siguientes 20 minutos a trazar el contorno del nombre y los siguientes 15 detallando áreas y realizando un mínimo sombreado.

Sólo hasta quedar satisfecho del todo con el resultado se atrevió Harry a limpiar el área y a levantar la vista, y cuando lo hizo descubrió que Louis mantenía los ojos cerrados y su rostro reflejaba una paz absoluta, pero que por los rabillos de sus ojos habían corrido lágrimas hacia sus sienes hasta perderse en la mata de su cabello.

Si había sido por causa suya y su aguja o por el tatuaje y su significado, quizá nunca lo sabría a ciencia cierta, pero... Le conmovía.

—Terminé —dijo en voz baja, y Louis exhaló a través de la nariz—. Iré por una gasa y espadrapo —se excusó Harry para darle unos momentos a solas, y cuando volvió Louis ya se había sentado y examinaba su pecho con ayuda de un espejo que se encontraba sobre la mesa de esterilización.

Harry aguardó su dictamen conteniendo el aliento, y sólo hasta que en labios de Louis apreció una sombra de sonrisa se permitió respirar de vuelta.

—Es... idéntica a su letra. Gracias.

—No hay de qué.

Y compartiendo un instante único con Louis, Harry esperó por largos minutos hasta que éste pudo apartar la vista del espejo y le permitió cubrir su nuevo tatuaje.

—Uhhh —farfulló Louis cuando luego de colocarse de vuelta su camiseta y ponerse en pie sus piernas no lo sostuvieron del todo y Harry intervino presto colocando su brazo alrededor de su cintura—. Tal vez tenías razón y no debí venir con el estómago vacío.

—Yo puedo-... —Teniendo en mente la opción de salir a la calle y buscar para Louis comida del primer puesto con el que se encontrara, Harry por poco se vino abajo cuando éste se recargó contra su costado y suspiró con pesadez.

—Deduzco que soy el único cliente desconsiderado que viene a estas horas a tatuarse contigo, pero si no tienes nada más qué hacer, ¿no quisieras acompañarme a cenar algo? Conozco un sitio genial que abre hasta tarde, eso si los kebab son lo tuyo.

—Lo son —confirmó Harry sin hesitar.

—Vale, entonces va por mi cuenta —dijo Louis, a tiempo para recomponerse y al apartarse peinar con los dedos su cabello hacia atrás.

 

Ni en sus fantasías más alocadas había imaginado Harry la posibilidad de subir al increíble automóvil deportivo que era propiedad de Louis Tomlinson y recorrer con éste una de las calles más transitadas de Londres antes de zigzaguear en un distrito que apenas conocía y emerger detrás de una bodega abandonada que conectaba con una plaza repleta de food trucks que ofrecían una amplia variedad en materia de comidas.

Apenas salir del automóvil, a Harry lo asaltó una combinación de aromas, todos y cada uno de ellos más deliciosos que el anterior y que al instante lo pusieron a salivar.

—Oh, una parrilla coreana —dijo sin pensarlo, y ante el gesto curioso de Louis se explicó—: Es la favorita de mi hermana. Creo que le llevaré una orden antes de irnos.

Con el pago del tatuaje que le había hecho a Louis más una generosa propina del 500% en el bolsillo de sus pantalones, Harry se sentía un hombre dichoso y en exceso espléndido, pero Louis se le adelantó al pagar cuando hizo su orden y lo hizo alegando que era su buena acción del día.

—¿Y darme una dadivosa propina no cuenta o qué? —Le chanceó Harry, y Louis le sonrió.

—Nah. Eso es el pago por un trabajo bien realizado, aunque me atrevería a decir excelente de no ser porque hasta respirar me causa tirantez.

—Es por el área. Para la mañana habrá pasado, pero seh, duele lo suyo.

—¿Lo dices por experiencia propia?

Harry asintió. —No exactamente, pero seh... —Y para prueba se jaló el cuello de la camiseta que llevaba y le mostró a Louis la sombra de una de las aves que llevaba tatuadas sobre el pecho, cerca de la clavícula—. Durante la sesión, apenas dolió, pero después... Uf. Y mamá no estaba nada contenta.

—Las madres y los tatuajes, ¿eh? —Bromeó Louis, metiendo las manos a los bolsillos de su chaqueta—. La mía tuvo un síncope la primera vez que volví a casa con tinta en la piel, y por las siguientes 5 veces su reacción no fue mejor, pero se ha ido relajando con los años. Ahora con este último tatuaje ella...

Harry le miró de reojo, y captó la sombra de pesar que cruzó el rostro de Louis antes de conseguir recuperarse.

—Lo siento, yo...

—Está bien —le tranquilizó Harry—. No pasa nada. No tienes que contármelo si no te apetece.

—Ah, pero esa es la cuestión. Quiero hacerlo y ni yo mismo entiendo las razones. Es sólo que todo el mundo a mi alrededor, al menos las personas que realmente me conocen tratan el tema de mi madre y su enfermedad con pinzas, y detesto la impresión de que lo hacen por mi bien. Es considerado de su parte, pero no es lo que necesito en estos momentos, ¿sabes?

—Puedo imaginarlo.

—Gracias por escucharme.

—No hay de qué.

Siguiendo a Louis hasta el penúltimo puesto de la hilera norte, Harry descubrió que su afirmación de ‘los mejores kebabs por esta zona’ no era ninguna exageración, pues la comida caliente le calentó no sólo el estómago sino también el alma. Y no fue el único.

Sentado a su lado en una banca apartada del resto (aunque daba igual; Harry tenía la sospecha de que Louis era un cliente asiduo, y ahí su estatus de celebridad le permitía privacidad salvo por la ocasional mirada furtiva de algún otro comensal aledaño), Louis continuó hablando entre bocados, narrándole a Harry los pormenores de unas cuantas historias de familia y lo complicado que estaba resultado para todos aceptar el inminente final.

Harry conocía los nombres de sus hermanas, quiénes eran parejas de gemelos y qué roles cumplían hoy en su día a día porque sus buenos genes y carisma natural también los había catapultado a la fama y nadie en Reino Unido era inmune a su presencia en los medios, pero había algo diferente, mucho más natural en la manera en que Louis se expresaba de ellas. Ya no era Lottie como gurú del maquillaje y con su propia marca, sino su hermana menor que seguido se acurrucaba en su regazo y le pedía su opinión para el color de un nuevo esmalte mostrándole sus 10 uñas con apenas una variación de tonalidad.

Se notaba a leguas que los Tomlinson eran cercanos, y Harry tuvo un ramalazo de envidia no por ello, sino por su número. Juntos conformaban una tribu, y aunque él no cambiaría la relación que tenía con Gemma, a ratos se cuestionaba si ser sólo ellos 2 en el mundo era suficiente para sentirse satisfecho con su felicidad.

—Espero no haberte aburrido —dijo Louis cuando cerca de las 2 la plaza se fue quedando vacía y los pocos puestos que quedaban abiertos fueron cerrando uno tras otro.

—Para nada. Ha sido una velada increíble —dijo Harry, y maldijo para sus adentros porque eso sonaba a una típica frase de cita, que incluso si en ciertos requisitos lo cumplía (habían estado a solas, y Louis pagó por la comida de ambos), en realidad no había sido más que estar en el lugar y momento adecuados para ser la única compañía que Louis tenía a su disposición.

—Deberíamos de salir en otra ocasión —dijo Louis con facilidad, recogiendo su basura y tirándola en el cesto más cercano antes de guiar el camino de vuelta a su automóvil—. Me he vuelto un experto conocedor de toda clase de sitios de comida que abren hasta tarde y cuyo menú es más que decente.

—¿Conoces algún lugar que venda un buen curry?

—Varios de hecho. ¿Picante o muy picante?

—Extra picante.

—Interesante.

De vuelta en el automóvil, Louis insistió en llevar a Harry hasta su piso, y éste explicó entre dientes lo peculiar de su situación actual.

—La renta en Londres no es un chiste —dijo Louis con solemnidad cuando Harry terminó de explicarle que la buhardilla en la que vivía medía apenas 3x3 contando el armario—. Tal vez debería hablar con Zayn y pedirle que-...

—¡No! —Intervino Harry antes de que fuera demasiado tarde—. No es su culpa, en serio. Ya me habían advertido que un aprendiz no ganaba lo suficiente los primeros años, y mamá y Gemma me ayudan en lo que pueden. Robin también, pero...

—¿Y Robin es...?

—Era mi padrastro. Murió el año pasado.

—Oh, lo siento. Qué insensible de mi parte.

—No, está bien. No es tan reciente y prevalecen las buenas memorias.

Louis aprovechó un alto en la esquina para mirarlo unos segundos y pedir: —Cuéntame una.

—¿Una memoria?

—O una historia. Algo que te haga recordarlo con una sonrisa.

—En ese caso... —Harry le contó del primer fin de semana que todos habían pasado como familia. El recuerdo de su verdadero padre era nebuloso, y Harry todavía no estaba convencido de que el bonachón compañero que ahora competía con él por los afectos de su madre fuera el indicado para ellos, pero cuando todos terminaron picados por una docena de abejas porque por error habían montado su picnic debajo de su nido y Robin se encargó primero de sus heridas y bienestar antes de atender las suyas, Harry pensó por primera vez que aquel era un tipo de hombre al que le gustaría emular, y su ejemplo había sido crucial durante su niñez y adolescencia.

—Suena a que era un buen hombre —dictaminó Louis, justo a tiempo para estacionarse frente al bloque de edificios que Harry le había indicado como su domicilio.

—Y lo es. Lo era.

—Siempre lo será —dijo Louis con sencillez, y ambos compartieron un momento en la quietud de la madrugada dentro de su carro deportivo.

—Gracias por todo —dijo Harry al soltarse el cinturón de seguridad.

—Hey, esa debería de ser mi línea.

—Dímelo mañana si al quitarte la gasa del pecho no te duele demasiado.

—Oh, lo haré.

Harry sonrió, Louis hizo lo mismo, y por un instante demasiado fugaz la atmósfera dentro del automóvil se prestó para que uno de los hiciera un movimiento capaz de cambiarlo todo y que culminara con un beso, pero entonces en la esquina de la calle apareció un borracho, que sin mucha ceremonia se sacó el pene del pantalón y comenzó a orinar en plena vía pública al ritmo de She loves you con sus yeah-yeah incluidos.

—Al menos tiene buen gusto —dijo Harry.

—Pero le gustan The Beatles —dijo Louis al mismo tiempo, y la sonrisa de antes volvió, pero no de la misma manera, no como preludio a más.

—Uhm, se hace tarde y... Sí —murmuró Harry antes de halar la manija y abrir la portezuela. El aire frío del exterior le refrescó, y sólo entonces fue consciente del ardor en sus mejillas.

—Estaremos en contacto, Styles —dijo Louis, y aunque su tono de voz sonaba sincero, Harry sabía mejor que hacerse ilusiones.

—Seguro.

Mientras introducía la llave en su puerta y se giraba una vez con más con intenciones de ver el automóvil deportivo de Louis alejarse por la calle, Harry se sorprendió cuando lo encontró todavía estacionado en el mismo lugar y con la ventanilla abajo.

—Quería cerciorarme de que volviste bien a casa —gritó desde el sitio del conductor, y Harry movió su mano en señal de despedida.

Sólo entonces arrancó Louis, y Harry lo observó unos segundos antes de verlo desaparecer en la misma esquina en la que el borracho de antes ahora se recargaba contra una farola, y con las manos en los bolsillos cantaba en voz alta We can work it out bastante afinado para su estado actual.

Sin lugar a dudas, algún vecino no tardaría en abrir su ventana y gritarle que se callara de una maldita vez, pero mientras entraba a su piso y en el estrecho vestíbulo se quitaba la chaqueta y se descalzaba, Harry no pudo evitar unírsele en un tarareo alegre.

En verdad era una buena canción.

 

Apenas una semana después la noticia de que Johannah Deakin, madre del afamado clan Tomlinson que por sí mismo tenía tanta fama y dinero como la familia real, había muerto cruzó Gran Bretaña en su totalidad y atrajo consigo toda clase de publicidad buena y mala de la que nadie quedó exento, ya fuera para leer o comentar en variables grados de pena, morbo o incomodidad.

Antes de una cita con un cliente que había agendado con él para la valoración de un retoque en una pieza vieja, Harry presenció el momento en el que Zayn se enteró antes que nadie de la trágica noticia, y con un revuelo de su abrigo salió del estudio dando sólo indicaciones de apañárselas sin él por el resto del día.

Harry no necesito más confirmación que esa, y cuando un par de horas después los medios comenzaron a esparcir la noticia como pólvora, vio confirmadas sus sospechas.

A lo largo del día, Harry se debatió consigo mismo si era lo adecuado, si no estaba trasgrediendo su lugar (o no lugar) en la vida de Louis, pero al final ganó la educación con la que había sido criado, y esa noche antes de dormir redactó un corto mensaje en el que le hizo saber a Louis que se había enterado de la noticia, que le enviaba su pésame y le deseaba pronta resignación en ese momento tan duro de su vida recordándole que no estaba solo y podía contar con él si así lo deseaba. Apenas un par de líneas, pero Harry presionó el botón de enviar con los ojos húmedos porque el momento trajo a relucir memorias de Robin y la herida todavía estaba sensible aunque cicatrizada por el lapso de un año.

Harry sólo esperaba para Louis la misma sanación ante la pérdida de un padre, en su caso, de una madre, y arrebujándose bajo las mantas no tomó a mal en ningún momento que su mensaje apareciera primero como recibido y después leído sin ninguna respuesta.

A su parecer, Louis estaba en su derecho de reservarse una.

 

Casi 5 días después, justo cuando los medios habían parado con su asedio frente a la residencia Tomlinson en la que el clan completo se reunió para un muy íntimo y exclusivo funeral en honor a su matriarca, Harry recibió un mensaje que había esperado y a la vez temido desde lo más hondo de su corazón:

 

Louis: Gracias por tus buenos deseos.

Louis: Y no, no es mi asistente respondiendo por mí ni nada por el estilo.

Louis: Quería hacerlo por mí mismo.

Louis: Es sólo que no encontraba el momento.

Louis: Porque si debo ser honesto con lo que me contaste aquella noche...

Louis: Sé que tú realmente eres una de las pocas personas que me puede decir con honestidad ‘sé por lo que estás pasando’ porque ya estuviste en mi lugar y eso se aprecia.

 

Harry contempló aquella colección de mensajes sin tener bien en claro cómo procesarlo o responder en todo caso, pero Louis se lo facilitó con otra línea.

 

Louis: Por cierto, debes saber que incluso mi madre pensó en sus últimos días que el tatuaje que hiciste en mi pecho era de buen gusto. Hay una primera vez para todo, y me alegro de que así fuera.

Harry: Es un honor que haya pensado eso de mi trabajo.

Harry: Y de nuevo, siento mucho tu pérdida.

Louis: Gracias.

Louis: Aspiro a algún día poder hablar de mi madre con esa tranquilidad, justo como tú hablaste de Robin aquella noche.

Harry: Seguro que lo conseguirás. Con tiempo. Y paciencia.

Louis: Eso espero.

 

Incluso si la tarde se convirtió en noche y Harry no hizo nada de lo que tenía planeado para ese día libre, al final no le importó. Él y Louis compartieron infinidad de mensajes en su propia versión de terapia de duelo, hablando de quienes ya no estaban y que al marcharse habían dejado un agujero en sus vidas, pero también de esperanza, y deseo de estar mejor.

Fue así como Harry se enteró que Louis y sus hermanas tenían intenciones de salir de vacaciones el mes entrante, todos juntos como familia, para llevar a los gemelos (sus hermanos más pequeños, de apenas 8 años) a Disneyland Paris y contribuir a su deseo de retornar a la normalidad, o al menos a la nueva versión a la que tendrían que hacerse a la idea ahora que su madre iba a estar ausente.

Harry no lo sabía todavía, y mucho menos Louis, pero las tragedias suelen venir en tandas de 3, y al menos en el caso de éste último, la tercera todavía estaba por llegar.

Con el tiempo, Harry se cuestionaría de su papel, por mínimo que fuera, alentando a Louis a llevar a cabo ese viaje y a despejar su mente de la tristeza del funeral. Cuando esa noche se despidió de él luego de muchas horas de intercambiar mensajes, Harry tuvo la impresión de haber cruzado por un proceso de catarsis, pues no sólo la tristeza de Louis al haber perdido a su madre se asemejaba lo suficiente a la suya cuando perdió a Robin, sino que además, mientras se acurrucaba bajo sus mantas y cerraba los ojos, tuvo la impresión de que tener un hombro sobre el cual apoyarse también había sido benéfico para Louis.

Harry no quería darse más importancia de la debida. Después de todo, él y Louis sólo se habían visto cara a cara en 2 ocasiones, y sin importar cuán memorables fueran para él y que después hubieran tenido un intercambio tan personal como el de esa tarde, al final seguían siendo virtuales desconocidos y cabía la probabilidad de que sus caminos no volvieran a cruzarse.

Pero por supuesto, no sólo eran las desgracias las que venían en tandas de 3, pero eso, ambos lo descubrirían hasta después.

 

***


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