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Sunflower por rkivexxxv

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Secretos

Uchiha suspiraba mientras veía el techo de su departamento, estaba desconcertado. Aunque esta vez era por razones meramente laborales, no entendía —por más que pensara y pensara—, cómo es que había olvidado que no estaba de turno ese día. Se presentó en la oficina y Suigetsu no podía más que verlo con el ceño fruncido y un rostro que parecía personificar a la confusión en persona, como si pudiera materializarse más allá de ser una emoción. Entonces entendió que había quedado como la burla frente a sus compañeros, especialmente frente al hombre peliblanco; una excusa más que usaría para reírse de él.

Era tan vergonzoso como quedarse dormido y despertar un sábado por la mañana, asustado por pensar que habías perdido el autobús para ir a la escuela.

Sasuke levantó su mano y observó los rayos de sol traspasando sus dedos. A pesar de la vergüenza, su rostro era apacible. Tampoco tenía ni la menor idea de qué hacer ahora; había hecho las compras y su casa parecía relucir cual espejo de lo limpia que estaba. Sentía que ya había descansado lo suficiente... al menos físicamente.

Mentalmente, seguía agotado.

Era tedioso tratar de convencer a otras personas por teléfono y pedirles amablemente que pagaran el maldito cartón que usaban como exprimidor de dinero. Y huir de las pláticas triviales de la oficina era fastidioso, casi tan fastidioso como huir de su madre y sus insistentes llamadas. Un poco de paz, sólo eso pedía.

Miró con pesar la elegante invitación que estaba sobre su mesa de estar, tan pronto la recogió del buzón, las arcadas aparecieron por el mero pensamiento de tener que asistir. Es muy pronto, eso fue lo primero que llegó a su mente cuando leyó el cordial saludo, la fecha del evento y el dos personas por invitación

Podría aguantar los desplantes de los Uchiha, las habladurías y los cuchicheos. Sabía que tenía que hacer un esfuerzo, no por Itachi precisamente, sino por el prometido de este y por Mikoto.

Se levantó abruptamente del sillón enfurruñado por las disputas familiares, y miró a su alrededor buscando algo con qué distraerse de ellas. Exhaló fastidiado al darse cuenta de lo increíblemente aburrido que era ser él, de lo exasperante que le resultaba el sólo hecho de coexistir consigo mismo.

Los pensamientos negativos le aturdieron, hace mucho que no venían a entorpecer lo poco que podía llamar vida. Con la arruga marcando su frente se dirigió a su refrigerador por una cerveza. Sí, ya lo sabía; había prometido no beber en muchísimo tiempo, pero la intención de querer olvidar los problemas le pesaba más que la idea de seguir martirizándose por culpa de sus pensamientos autodestructivos.

¿Hace cuánto había dejado de tenerlos?

Siseó por el sabor amargo de la bebida y se quedó viendo a un punto fijo, pensando en todo lo que había pasado en las últimas semanas. Y después de asimilarlo, una sonrisa pequeña se formó rápidamente en su rostro.

Naruto, recordó mientras tomaba otro sorbo.

Era esa sonrisa, la ropa holgada de colores, el cabello rubio desordenado, la voz escandalosa, el pequeño rubor en sus mejillas cuando él decía su nombre con enfado o alegría... la mirada de inocencia y de valentía en sus iris azules.

Era ridículo excusar lo que estaba sintiendo por un pequeño sorbo de cerveza, no estaba ebrio y no es como si eso fuera afectarle tan rápido; Sasuke tenía buen aguante ante el alcohol, aunque al día siguiente tuviera que pagar la factura.

Pero era debido a él, como la luz cálida del sol que se filtra por la ventana en las mañanas. O algo así se sentía, Sasuke aún no lo entendía muy bien, pero estaba dispuesto a seguir luchando por averiguarlo. Sobre todo si Naruto significaba algo bueno en su miserable vida.

Un par de golpes en la puerta le despertaron de su ensoñación, como un deja vu, Sasuke esperó que no fuera la vieja Chiyo, su madre o Sakura. Sin embargo, la sorpresa era tan grata que incluso se abstuvo de sonreír y suspirar de alivio.

¿Qué tipo de magia divina había usado para traerlo ante a él? Quizás su madre no decía boberías cuando hablaba sobre el poder de la mente.

Naruto sonrió como sólo él podía hacerlo—. Hoy vine a hacerte una pregunta—hizo un mohín que le pareció aterradoramente irresistible—. Sólo espero que no me cierres las puerta en la cara.

Quería decirle que jamás se le ocurriría hacer eso, pero le resultaba más tentador jugar con él.

—¿Qué me darás a cambio de escucharte?—preguntó, el rubio entreabrió los labios, pero Sasuke lo detuvo—. Ni se te ocurra decir ramen.

Infló las mejillas, como si el pelinegro hubiese adivinado lo que estaba pensando—. Podemos ir a comer a donde tú quieras—farfulló avergonzado.

Sasuke frunció el ceño y se cruzó de brazos, era más que claro que Naruto no parecía darse cuenta de lo que le estaba diciendo. Se limitó a observarlo y hasta ahora reparó en la caja que llevaba con cuidado en sus manos.

—Ese es el...—dijo pausadamente, mientras señalaba la cajita de cartón.

—Ah, sí, Shiro se ha recuperado por completo.

—¿Shiro?—Sasuke mencionó con tono curioso—. ¿Le pusiste nombre?

Naruto mostró de nuevo su sonrisa y asintió—. Creí que era lindo mientras convivíamos...—desvió la mirada—. Además, pensé que te gustaría dejarle libre conmigo, ya que ayudaste a que pudiera recuperarse. 

Ay dios, era ilógico que le pareciera increíblemente adorable el gesto.

—¿Ya pensaste en dónde?

—En parte, es por lo que venía—se encogió de hombros—. Seguramente conoces mejor la zona que yo, es por eso que quería preguntarte si sabes de un buen lugar para dejar libre a Shiro.

Sasuke asintió, alcanzó las llaves del pequeño mueble que estaba cerca de la entrada y esperó a que Naruto le siguiera. El rubio miró su ancha espalda mientras caminaba detrás de él, algo confundido lo siguió hasta el ascensor.

—¿Adónde vamos?—preguntó al final.

—Ya verás, seguro te gustará.

Unos segundos después el tintineo se escuchó, las puertas se abrieron y una ráfaga de aire les voló los cabellos y la ropa. Un escalofrío sacudió a Naruto, pero eso a él no le importó; estaba muchísimo más impresionado por la vista. Se acercó un poco más, y, desde la orilla pudo observar a la ciudad, a los autos pasar, a los robles viejos y al cielo despejado.

—Increíble—exclamó—, pensé que el edificio no tenía azotea, o al menos que estuviera prohibido el acceso.

—Está prohibido.

Naruto le miró asustado y arrugó la nariz—. Si nos descubren, diré que me forzaste a venir.

Sasuke sonrió con un deje de diversión—. Además de ser un buen lugar para esconderse de las personas, vengo aquí cuando quiero despejar mi mente—miró hacia al horizonte y luego a Naruto.

El cielo no le hacía justicia a sus ojos, por supuesto, no es algo que pudiera mencionar libremente... al menos por ahora.

—Ya no es tan secreto ahora que me lo enseñas.

—No me molesta compartirlo contigo, Naruto—Sasuke sostuvo su mirada—. Ni tampoco con Shiro.

Naruto rompió el contacto visual—Lo-los postes de luz están lo suficientemente alejados, es un buen lugar para que vuele—tenía las mejillas sonrojadas y no era precisamente por la ventisca fría de la tarde en Osaka.

Uzumaki abrió la pequeña caja y a comparación de aquella noche, la pequeña ave se veía más sana que nunca; se movía inquieta y parecía ansiosa. Sin duda había extrañado su hábitat natural.

—¿Crees que ya esté listo?

El rubio sostuvo con cariño a Shiro, preparándose para dejarle ir—. Ha querido salir de su caja en muchas ocasiones, está más listo que cuando era un pichón.

En un abrir y cerrar de ojos, el aleteo se escuchó y Shiro por fin regresó a donde pertenecía. Naruto sonrió satisfecho al notar la fuerza y la vitalidad en el volar de la pequeña ave. Ninguno parecía querer moverse de allí, seguían con la vista puesta en el horizonte y la caja vacía a un lado sólo representaba un lindo recuerdo. Sasuke no se había sentido tan cómodo como ahora y ese sentimiento sólo le dejaba pocas opciones sobre su pequeño descubrimiento.

—Naruto.

—¿Mmm?

—Ven conmigo a la boda de mi hermano.

Sasuke era casi incapaz de seguirle el rollo a una conversación que fuera demasiado trivial, pero  lo que más resaltaba de su increíble y poquísimo don de interacción, era cuando decía las cosas sin suavizar el golpe. Naruto casi se atragantaba con su propia saliva debido a la estupefacción; miró al pelinegro y tenía el rostro tan serio como siempre, a diferencia de él que no mostraba más que sorpresa. 

—¿A la boda... de tu hermano?—quería confirmar de que había escuchado bien. 

Uchiha apretó los labios, tal vez la erró un poquito allí. Aun así, pensaba que era justo que él soltara un poco de información después de que el rubio dejara expuestos sus sentimientos; además, no sentía algún tipo de indisposición de contarle. 

—Mi familia es dueña de un concesionario—empezó, obteniendo la atención inmediata de Naruto—. Uchiha, ¿te suena de alguna parte?

El rubio parecía estar pensándolo y pronto asintió—. El autobús pasa cerca cuando voy a la universidad. 

—No me llevo muy bien con ellos, pero mi madre insiste en que debo ir—miró pensativo a un punto fijo—, es la única que no parece tener problemas con las decisiones que tomé; la forma en la que elegí vivir... la persona en la que me convertí.

El silencio los invadió por cuestión de segundos y Sasuke levantó la mirada, sacudió la cabeza inseguro de sus propias acciones—. Está bien si dices que no. 

Naruto arrugó la frente con pesadumbre y un poco de molestia—. ¿Cuándo es?

Esa pregunta lo sorprendió, pero más allá de eso, era esa mirada decisiva que ardía en sus ojos lo que más llamaba su atención—. En un par de meses.

—No tienes que perseguir los sueños de alguien más, Sasuke—dijo firme mientras sonreía—. Seguro me veré genial en el esmoquin.

Sasuke sonrió honesto, escucharlo hablar tan animadamente... sabía que no estaba cometiendo un error cuando se trataba de Naruto.

 


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