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Mi Doctor por Heartshaoi

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Notas del fanfic:

Todos los personajes pertenecen  Yoshihiro Togashi, yo solo los uso para crear historias que llenen el vacio del gran hiatus que tiene.


 


Este fanfic ha sido escrito sin fines de lucros. De fans para fans.


Historia en Universo Alterno. 


 


Leorio será nuestro héroe. Es nuestro, nuestro doctor favorito.

Notas del capitulo:

Hola!

Aqui se viene una nueva creacion. Vamos a introducir a nuestro personaje principal y aquel en donde rondara la historia. 

Vamos a ir en capitulos lentos, y cortos...

 

¡A leer!

Mi Doctor

Capítulo  1:  Leorio

 

Levantarse por las mañanas ya no era tan agotador como en el principio, se había acostumbrado a su jornada y nunca faltaba, a pesar de dormir poco por dobletear en un segundo trabajo. Su fortaleza mental era absoluta, y eso mismo le permitía concentrarse a tope en sus clases posgrado, una tras otra con recesos de 15 minutos exactos, tiempo que invertía en comer y repasar.

Amaba su profesión, y más aún porque ya había logrado obtener la pasante para sus primeras practicas profesionales. Ser interno en el Hospital de York fue motivo de alegría en sus metas personales, pues, cada vez estaba más cerca de terminar con el entrenamiento y poder por fin recibir un sueldo completo. Además podría ejercer libremente en clínicas privadas, donde por supuesto ganaría mucho más, todo para ahorrar y abrir su propio consultorio.

Estudiar cursos entre semana, trabajar medio tiempo en una cafetería, y atender pacientes durante ocho horas era monstruoso para su salud, ponía su cuerpo al limite solo para cumplir su sueño de montar su propia fundación  y es que no había nada en el mundo que él desease, más que aquello. No le importaba despertar antes de que el sol brillara en su región, tampoco le importaba pasar días despierto a causa de hacer nuevos ensayos o por jornadas extenuantes siendo guardia en el hsp.

Agradecía que no tenía que pasar la semana completa ahí, solo 4 veces a la semana. Así podía estudiar los cursos que le faltaban para su especialidad. Sin embargo servir café de part-time si le ocupaba hasta los domingos…

Era feliz, o bueno, eso siempre se repetía, no era como si conociera otro estilo de vida. Anhelaba conseguir dinero, mudarse de su pequeño apartamento y vivir mejor, pero, aquella meta estaba muy lejos aún, a penas y podía costear el semestre contando centavos y propinas que ganaba en la cafetería por las noches, ya que el sueldo de interno no era suficiente, teniendo en cuenta que la renta y la comida era costosa en York. Pensar en aquel problema lo encasillaba en un estrés continuo, pues pronto caducaría el plazo para pagar los recibos y el tiempo se hacia corto ante las deudas.

 

Necesitaba una solución, pronto.

 

–¿Todo bien Leorio? – escuchó aquel joven ensimismado de bata blanca, el cual con un ademan en sus dedos respondió sin emitir sonido. No levantaba la vista, seguía mirando fijamente los expedientes de los pacientes recién internados en el área de cuidados intensivos.

–Saldré por café – dijo el muchacho que lo acompañaba, lucía una bata blanca de igual manera, pero llevaba un conjunto verde debajo de esta, indicando que pertenecía al área de enfermería – Sabes que podemos cambiar de turno cuando quieras ¿no? Te ves muy cansado, no dudes en pedirme un favor, Leorio… – le dijo antes de desaparecer por el umbral de doble entrada que pertenecía al área de emergencia.

Leorio lo vio marcharse y sonrió, se llevaba muy bien con Mizaistom, aquel era a quién tenía más apego en el Hospital, pero en ese momento no deseaba charlar abiertamente, sería vergonzoso decirle el motivo de su preocupación, necesita una gran suma de dinero para un nuevo seminario que no podía dejar pasar.

Quería ser pediatra, tenía un motivo ético que nunca sacaba a flote porque amenazaba con hacerle lloriquear, pero exactamente para hacerlo necesitaba más dinero del que podría ganar en un año. Y el tiempo no iba a detenerse para esperar a que lo consiga.

Y como otro día más…

Tendría que ir a preparar cafés, agradecía no haber olvidado su ropa de cambio o tendría problemas con llevar su bata por todas partes, situación que ya vivió muchas veces.

No faltaba mucho para despedir a sus pacientes con el cambio de guardia,  así que encaminado a su tortuoso destino se alistó. Tomó sus pertenencias de los casilleros de seguridad y firmó su salida.

–Hasta mañana Tompa–dijo amablemente al vigilante de la puerta de emergencias. El cual sentado se recostaba con la cabeza pegada al pecho, tomando una siesta.

–Con esa cara dudo que llegues mañana, ja–contestó el tipo de apariencia adiposa, volviendo a su descanso.

Leorio le sonrió, esa era su relación, saludar y burlarse de sí mismos. Mañana le tocaría a él molestarlo.

Ah… otra noche más de recorrer la avenida atiborrada de gente. La ciudad de York era excéntrica a esas horas, con luces por todas partes, de carteles coloridos, de parejas charlando e ingresando a diferentes restaurantes. Leorio siempre se detenía a observar hasta los callejones porque a pesar de ser una zona concurrida también era peligrosa. El intercambio millonario de dinero que había, atraía a los embusteros y ladrones.

 York Shin, era la ciudad de la riqueza y la abundancia, donde ser modesto no era una opción.

Pero, él pertenecía a esa población minoritaria que tenía que trabajar más duro que el resto, lo tenía presente al ingresar a su puesto de trabajo.

–Buenas noches jefe–dijo e  inmediatamente se acercó al mostrador y cruzó la puerta para empleados.

–¡Leorio! ¡Espérame!–Le dijo Kastro, su jefe y dueño del negocio donde laboraba. El tipo tenía unas cuantas sucursales más en la ciudad, y ese Coffe Restaurant estaba justo en el corazón de York, el más grande y más rentable entre los demás.

–¿Qué pasó ahora Don?–contestó él y se empezó a desnudar observando hacia atrás a su jefe.

–Es sobre Wing, no vendrá esta noche a cerrar el local ¿Podrías hacerlo tú?–dijo el mayor colocando sus manos en forma de ruego.

Leorio se quedó tieso por un segundo y termino de cambiarse sin contestar aún.

–¿Paga doble?–.

–Directo del sueldo de Wing–.

–Hecho entonces–sonrió.

No iba a negarse a la propuesta, necesitaba trabajar por lo menos cien horas extras si quería llegar a pagar los recibos de fin de mes. Al menos con lo de ese día cancelaría el recibo de su celular.

Ya estaba cansado, lo supo al colocarse delante del mostrador, el cuerpo le pesaba, el cuello le tronaba como sarta, sin embargo, la noche era bastante joven, a penas eran las 7 cuando comenzó su turno. Estaba ahí, saludando a los clientes que ingresaban, recibiendo orden tras orden de los dos meseros de piso.

Café  para llevar, café para tostar, degustar.

Había aprendido lo suficiente como para servir un buen espresso, mocca, capucchino, el que fuese. La cafetera industrial era la encargada de todo, él debía medir las cantidades de filtrado y nata o leche, sencillo, solo por eso aguantaba 4 horas extras después de las prácticas de hospital.

Le gustaba, no tanto como la medicina pero si lo suficiente como para no sufrir en el intento. Además le fascinaba el café, era su complemento cuando requería permanecer horas de horas en vela por algún examen. No abusaba de ello, conocía el riesgo, pero de que lo sacaron de más de un apuro sí.

–¡Leorio, sale 3 americanos medianos!–.

–¡Como mande!–.

 

 

Así fue otra  noche para Leorio, una más de trabajo extra, de notas y apuntes mentales sobre algún paciente que en la tarde atendió.  Sobre sus libros complicadísimos de tesina, de medicina avanzada.

Extenuado, así culminó su jornada.

Como cualquiera, deseaba que su cama estuviera a un metro para tirarse en ella y desmayarse ahí. No quería tener que pasar por 3 callejones y cruzar el parque de la avenida para llegar a su apartamento. Estaba rendido, y con punzadas en los pies, se fue, echando llave y cerrojo a la corrediza de metal, apagando luces, golpeando la compuerta de seguridad para evitar trabas.

Listo.

Una maleta en mano, una piedra en la otra por si se topaba un delincuente. Las horas tardías no le beneficiaban a su seguridad, a pesar de medir más de metro ochenta y tener un buen físico, sabía que los asaltantes siempre andaban de mano armada y no dudarían en arremeter por un simple botín.

Se miró la muñeca, específicamente a su reloj de pulsera, probablemente la sonrisa que esbozó fue tras un recuerdo grato. Siguió caminando con paso firme intentando no distraerse con sus propios pensamientos, no era el tipo de hombre que era despistado al andar, pero  realmente tenía tantos asuntos por resolver que su mente no dejaba de maquinar.

Tras avanzar unas cuantas cuadras se detuvo en el cruce de la autopista, estaba parado en la vereda esperando el cambio del semáforo,  volvió  a mirar su reloj y otra sensación de nostalgia lo invadió. El sonido de los frenos de auto le indicó que ya podía cruzar, y estaba a punto de hacerlo, pero en vez de avanzar, miró hacia atrás como un reflejo de seguridad, o quizá por su paranoia de sentirse observado.

Lo que miró le hizo plantar los pies a la tierra, un hombre, aparentemente joven había  entrado casi a rastras al callejón más cercano. Tuvo el impulso de ir a ver, pero un escalofrío le recorrió la espalda. Quería ayudar al tipo, se veía mal, como si estuviera incapacitado de caminar.

Algo, muy en el fondo le dijo que vaya, que no podía hacer de la vista gorda como el resto. Él no era así  y contra todo pronóstico se encaminó hacía el sujeto. No se dio cuenta al principio de lo que tenía en frente, ya que la oscuridad del callejón le impedía visualizar al hombre en el piso.

–¿Se encuentra bien? ¿Puede levantarse?– le dijo, manteniendo la distancia por precaución.

–A-ayuda…–.

El tipo estaba boca abajo, y temblorosamente se giró, dejando a notar la gran mancha de sangre que recubría su camisa.

La visión de Leorio se ajustó a la poca luminosidad y observó todo con más claridad, el charco que sentía en el piso no era agua, era de sangre, y al siguiente segundo se tiró al piso, como si se hubiese activado un chip dentro suyo, su vocación iba por delante como siempre, tanto que no dudó en mancharse de la sangre ajena para cerciorarse de los signos del moribundo.

Sacó su celular lo mas rápido posible.

–Tranquilo… todo estará bien, llamaré una ambulancia. Respira profundo, intenta no desmayarte por favor…–.

Dio la dirección de donde estaban, lo más claro y preciso posible. Tenía que mantener al tipo con vida, consciente, no dejarlo desfallecer.

–¿Cómo se llama?–.

El tipo mantenía la vista en el limbo, no contestó.

–Intente respirar, no se  vaya donde la luz ¿Me escucha?–.

Leorio empezó a preocuparse cuando el tipo dejó de respirar, lo vio cerrar los ojos y se desesperó, inhaló profundo para calmarse a sí mismo y desabrochó la camisa del otro. La hemorragia era producto de dos perforaciones de bala, ¿Un asalto? ¿Un intento de homicidio?

El sonido de la ambulancia llegando le quitó tensión en los hombros, y con rapidez los paramédicos se hicieron cargo del traslado. Claro, no iba a dejar solo al extraño de traje, alguien debía hacer el papeleo y el registro, no estaba en sus planes pero no podía simplemente dejarlo a su suerte.

Como trabajador del hospital su entrada fue directa a emergencias, y los demás lo miraban sorprendido por seguir de turno fuera de horario.

–¿Qué haces aquí  Leorio?–dijo el enfermero que le impidió el paso–Ya nosotros nos haremos cargo del resto, no creo que quieras interrumpir el turno de Knuckle eh–.

–Yo pedí la ambulancia, lo encontré en plena calle, parece que intentaron matarlo. Y no, no me meteré, se pone especialito cuando se trata de su guardia–dijo y se sentó en las banquetas de espera.

–En eso concuerdo, más bien…–dijo el enfermero, a la vez que sacaba de entre sus bolsillos una billetera–Ya que estás aquí como responsable, ¿Podrías hacer el expediente en triaje? Intentamos contactarnos con algún familiar desde su celular pero no tiene contactos de llamada rápida–.

–Claro, sí–dijo, mientras aceptaba la billetera de cuero que sin duda era del herido que trajo–Oye Mizaistom, ¿No tendrás algo de ropa de cambio en tu casillero? Mírame…–terminó diciendo al alzar los hombros como si no tuviera remedio.

–Sí,  ándale, ya sabes la clave, y no tardes por favor,  recuerda que mañana será tu paciente–

 

Leorio se encaminó a paso ligero hacia los loockers de seguridad, buscando la casilla de su amigo. Era extraño que nadie estuviera contactando al sujeto ese, como si no tuviera nadie quien se preocupe.

Lo ultimo de la noche que haría seria formar el expediente y marcharse. Tomó la billetera entre sus manos y empezó a buscar los documentos del extraño, aún tenía la imagen suya ensangrentada en su mente, de su rostro pálido, y especialmente de aquellos lunares diminutos en sus mejillas, como si tuviera una gota y una estrella en cada lado.

Sacó la licencia de conducir y leyó el nombre:

 

Hisoka Morow.

 

Y al costado una foto del tipo que,  sin saber, acababa de incluir en su vida…

Notas finales:

Hisokaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

 

Leorio es un amor de persona. Él no dejaria a nadie morir uwu Su corazoncito es especial. El es la luz.


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