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Historias de (des)amor por Sh1m1

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—La verdad es que soy el cortesano indio y escojo al marajá, esa es la única verdad—dijo Draco mientras colocaba las ropas que vestiría aquella noche para su actuación para el duque Riddle.

—Mírame y dímelo a la cara.—Harry no podía creer lo que Draco le estaba diciendo, eran puras mentiras. Había dudado de él la noche anterior, y se sentía mal por ello. Draco le amaba, y él a Draco. Con toda el alma—Dime que no me amas.

Draco se volvió para mirarle, todo lo altivo, todo lo hermoso que podía ser el diamante del Moulin Rouge.

—¿Qué tienes tú para ofrecerme frente a un duque?

Aquella frase resumía todas las inseguridades de Harry, él no tenía más que su corazón y sus canciones, y esperaba que aquello bastara.

Draco era la principal atracción del cabaret que el duque Riddle, loco de amor por él, iba a transformar en una teatro decente, y a Draco en el mayor actor de París.

Harry solo era el escritor de una obra nacida del engaño y la improvisación.

—Márchate, no hagas de este momento algo más incómodo.

Pero Draco ya no le miraba a la cara, y Harry no podía creerlo.

Sus risas, sus besos, el amor que le había prodigado Draco entre promesas, entre sueños ¿roto solo por dinero?

—Soy lo que soy y el Moulin Rouge es mi hogar, y siempre lo será.

Cuando Harry salió de la habitación de Draco, lujosa y llena de detalles para el pecado, a Draco le costaba respirar.

—Harry…—gimió para sí mismo, aquella sería la última vez que le vería y era todo una mentira. Por supuesto que le amaba, como nunca creyó se podía hacer.

Su vida era una comedia, un drama, un espectáculo, él representaba todas las noches los que los hombres amaban, pasión y encanto, deseo y amor. Pero todo era mentira.

Lo único de verdad que había en su vida era Harry, y le había obligado a marcharse de su lado.

El duque Riddle lo había dejado claro, Harry moriría si no dejaba a Draco. Había descubierto su engaño, su amor, y no lo iba a permitir.

Draco estaba dispuesto a huir con Harry, a dejarlo todo por amor, sus sueños de ser un actor decente y reconocido y dejar de ser el chico en venta al mejor postor.

Draco lo hubiera dejado todo si no hubiera sabido la verdad sobre su futuro. Severus había callado su enfermedad, aquellos ataques que le hacían desmallarse y toser sangre. Aquella debilidad que le hacía necesitar demasiados descansos.

Sus días estaban contados y Harry tenía una diana pintada en la frente por su culpa.

—Déjale, haz que se marche y déjale vivir una vida que contigo no podrá. Nosotros somos tu familia, el Moulin Rounge es tu hogar.

A Draco sus palabras de Severus le dolieron, aunque muy en el fondo sabía que no era digno de Harry, de obligarle a llevar una vida oculta, huyendo de una persona vengativa y rencorosa como el duque.

—Hazle daño para que se vaya, aléjale, él se merece una vida mejor.

Y cuando lo hizo sintió que ya no había nada por lo que mereciera vivir, ojalá y aquella horrible enfermedad se lo llevara en ese mismo momento.

Pero como Severus siempre decía “el espectáculo debe continuar”.

Y Draco vistió sus galas, un hermoso cortesano que elegiría el amor envenenado de un marajá sobre el amor sincero del músico del sitar.

“Hoy es el día en el que sueño termina” cantó Draco mirando su hermoso reflejo.

Harry había huido de Londres con cuatro galeones y todas sus ilusiones.

Era joven, era escritor y estaba enamorado de la vida. El único lugar al que podía ir era a París, sin duda, París.

Rápidamente se dio cuenta de que con cuatro galeones y sin trabajo del arte no se podía vivir, aunque sí se podía amar.

Cuando le vio lo supo, aquello era amor.

Era la atracción principal del Moulin Rouge, el mayor cabaret de París y el lugar donde él quería trabajar. Escribir obras para su Diamante, como todos le llamaban. Draco Malfoy.

Era rubio, era alto y tenía una belleza que solo se podía describir con sonetos.

Pero como en toda historia de amor, de esas que Harry amaba escribir, siempre había un grave problema para los amantes, y ese no era otro que el duque Riddle, un hombre del todo desagradable y que creía que podría llegar al corazón de Draco a golpe de talonario.

El corazón del diamante del Moulin Rouge era de Harry, aunque fuera completamente pobre y solo hubiera escrito una obra memorable.

O al menos, eso era lo que él había creído hasta esa noche. Su corazón estaba hecho añicos, y el único consuelo lo encontraba al lado de una botella de whisky de fuego barato, y su vuela pluma.

—No todo es lo que parece, Harry—le dijo Sirius—. Siempre hay algo más. Y lo que vosotros teníais sí era amor.

—El amor es una mentira—se quejó dolorido Harry.

—No, nunca es una mentira. Eso no significa que no duela.

Harry no sabía si era por el alcohol y por la intoxicación de su propio amor, pero necesitaba ver por una última vez a Draco, una última vez.

Se coló en el teatro, se coló entre bambalinas y le vio. Nunca había podido ver a todos los actores, el decorado, el vestuario, el conjunto junto a su letra y los músicos. Era impresionante, pero no era lo que había ido a buscar.

Encontró a Draco en su camerino, parecía realmente cansado agotado y sudoroso. Pero no podía dejar de dolerse porque seguía siendo la luz en su noche. Y por primera vez le odiaba tanto como le amaba.

Arrojó a sus pies un montón de galeones que había conseguido ahorrar para huir.

—El pago por tus servicios.

La mueca de dolor de Draco le hizo que sus propias palabras le dolieran.

—Vete de aquí, Harry, el duque no puede verte.

—Draco, dime que no me amas, por favor. Dime que no lo haces.

Era lamentable, pero necesitaba oírlo para continuar.

Ninguno tuvo tiempo cuando Dolohov y Sirius aparecieron en el camerino obligándolos a salir corriendo.

Se vieron en el escenario, Harry sabía cada papel, cada línea, cada estrofa. Y la recitó junto a Draco, mientras Sirius y Severus trataban de frenar los intentos de Dolohov por matar a Harry.

Notaban los ojos inyectados en sangre por la rabia del duque sobre ellos.

Pero Harry no tenía ojos más que para Draco que cantaba todas las palabras de amor que Harry había escrito para ellos.

El duque había hecho eliminar la frase que siempre se dirían, la que el cortesano le diría al músico a escondidas del marajá.

“Pase lo que pase hasta el último de mis días te amaré”

Y le besó, le besó fuera del guión, delante de todos, Draco nunca le había dejado de amar y Harry era el hombre más feliz de todo París.

El teatro estalló en aplausos cuando sonaron los acordes finales, y Harry sostenía a un radiante Draco lleno de amor.

Aquel momento lo recordaría para siempre, porque fue el mismo en el que Draco dejó de respirar, cayendo inerte en los brazos del amor de su vida y dejándolos a todos mudos de inmediato.

Harry abandonó París, pero nunca abandonó lo que allí había vivido.

Porque la cosa más grande que te puede ocurrir es amar y ser correspondido.

 

FIN

 

 

Notas finales:

Draco como Satine es todo lo hermoso de este mundo, lo mismo el año que viene estaría bien una versión de finales tristes cambiados a felices, porque la madre que me parió, ¿cuándo se me ocurrió que esto sería una buena idea?

Hasta mañana.

Besitos

Shimi


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