Su misión no había resultado como había querido, las cosas se le salieron de las manos y se vio en la necesidad de aplicar mas fuerza de la requerida. Desconocía el motivo de que se le asignaran misiones como esas, pensaba que a pesar de mostrarse como un hombre templado sus técnicas eran mortiferas, no eran adecuadas para lo que su diosa requería.
—Ninguno de nosotros de hecho—Penso, mientras se dirigía a la cocina para tomar un poco de agua, no quería pensar mas en el desastre que fue todo, se daría un baño y se metería en su cama, mañana pensaría en esos odiosos reportes.
Mientras se dirigía a su recamara pudo notar rastros de objetos que solía dejar en otros lugares, como sus utensilios de jardinería, uno de sus guantes estaba muy cerca de la puerta.
—Deathmask—Gruño por lo bajo, aveces no entendía el motivo que lo llevaba a mantener esa amistad, en especial con la actitud de Cáncer los últimos días, se mostraba irritado y con frecuencia lo evitaba.
Recogió lo que pudo y con gran molestia entró a su habitación, en cuanto lo hizo surgió el gran deseo de no haberlo hecho.
—¿Qué demonios paso aquí?— Su cuarto era un gran desorden, toda su ropa estaba sobre la cama, se percibía con gran facilidad el aroma de su colonia cuyo contenedor yacía sobre la alfombra—Ese idiota.
El guerrero de las rosas tomó una gran bocanada de aire y cuando se sintió mas tranquilo se dispuso a organizar su recamara. Se inclinó para recoger el frasco cuando un particular sonido lo distrajo.
—¿Death?— Se levantó, esperando que aquel sonido se repitiera, era muy extraño, parecía un quejido placentero. Después de unos segundos lo escucho de nuevo, parecía venir de su cama, y ahora que la veía mejor no le parecía que su ropa estuviera simplemente arrojada, ahora podía ver que tenía forma de esos fuertes que los niños construían con sabanas y almohadas, si lo pensaba era bastante obvio, pero en su enojo no se dio por enterado.
Lentamente retiró una de las sabanas encontrando a su gran amigo en la cama, su cuerpo temblaba y se aferraba a las sabanas de su cama, metiendola entre sus piernas.
—Oye ¿Que te pasa?— Preguntó, acariciando su hombro y llamando su atención.
—Afrodita...— El italiano lo sorprendió al tomarlo de la mano y hacer que lo acompañara en la cama, pegándose a su pecho para percibir su aroma.
—Deathmask...— Su mente en ese momento era un enredo, no podía articular una frase coherente, de pronto su cabeza se llenó de pensamientos, de preguntas que comenzaban a tener respuesta.
Cualquiera podría decir que Deathmask de Cáncer era extraño, pero de seguro ninguno mencionaria las razones que a él le despertaban mayor inquietud, como el hecho de desaparecer periódicamente desde sus díez años, o esa aparante necesidad de que su presencia terrorífica no deje disfrutar el tenue aroma de flores silvestres que parece natural en el.
—Afrodita, solo quedate así.
Aquella fue una petición, dicha en un tono que nunca antes escuchó salir de su voz.
—Aunque me pidas eso es imposible que pueda aceptar ¿Cómo podría guardar silencio en un momento así? ¿Sabes lo que has hecho?
Tras decir aquello el hombre que se apoyaba en su pecho tan solo se aferró mas a el.
—No te atrevas a decirlo, aunque seas mi mejor amigo no dejaré pasar algo así.
—¿Es una amenaza? Porque soy yo el que debería estar molesto, mi ropa, mis artículos de trabajo... incluso mis rosas sin veneno están sobre la cama, hiciste de mi templo un desastre para crear un nido ¿Que crees que hare? Deathmask de Cáncer.
El silencio gobernó la última casa del zodiaco, incluso la respiración agitada del italiano menguo ante la aparente apatía de Piscis.
—No dejaré que me expulses lanzandome rosas, aunque no sea mucha aun me queda dignidad.
Afrodita no reaccionó ante el fallido intento de Cáncer por querer salirse de esa situación, antes de que el otro pudiera levantarse daría final a aquella treta, que aunque divertida ya se había extendido innecesariamente.
—Debido a que te niegas a responder lo hare yo, ¿Que crees que hare?— Se parafraseo así mismo, rodeando al otro con sus brazos, acariciando los cabellos plateados en la cabeza de su amigo— Iré a traerte mas cosas para tu nido, mi omega.
Después de pronunciar aquello sus labios se curvaron en una suave sonrisa, terminando en un beso dulce de sus labios sobre los del mayor.