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Alcohol y tabaco por VinsmokeDSil

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Notas del fanfic:

¡¡Hola, Holaaa!! 

¡Aquí llega un nuevo fic! Se trata de una historia que se está preparando en conjunto con otra gran escritora de la página, Lukkah. Sus nuevos lectores la conocerán por Teens, un drama adolescente. 

En nuestra primera colaboración, os traemos un ZoSan, pareja que a ambas nos encanta y con la que nos lo estamos pasando en grande escribiendola.

El fic está previsto que se actualice cada dos semanas, a no ser que haya algún problema. 

¡Dicho esto, esperamos que os guste y esperaremos vuestras reviews con mucho cariño! 

 

One Piece y todos sus personajes pertenecen a Eichiro Oda

Notas del capitulo:

Éste primer capítulo será introductorio, para describir un poco a los personajes y conocer sus personalidades. En el siguiente habrá más acción. 

Zoro suspiró con pesadez. Había accedido a dar clases de kárate en el gimnasio que frecuentaba asiduamente gracias a que había hecho amistad con el dueño, pero no había pensado bien en las consecuencias. El dinero le iba a ir muy bien, y le permitiría vivir un poco mejor, pero no sabía que tratar con niños de 10 años era tan complicado.


Zoro era un chaval de 23 años que, para muchos, era un tío simple que sólo sabía entrenar y beber. Y dormir. Y sí, Zoro era todo eso y más. Vivía en un piso compartido con sus dos amigos de la infancia, Luffy y Usopp, y pagaba el alquiler con las clases particulares que impartía de kendō. Ahora, trabajando a jornada parcial en el gimnasio, tendría más ahorros –porque tampoco gastaba mucho.


Había nacido en la ciudad, pero con cinco años se mudó a causa del trabajo de su padre. Al principio, estaba muy enfadado en su nuevo hogar, pero en el nuevo barrio había un viejo dōjō de artes marciales que enseguida llamó su atención. Su amor por el kendō fue a primera vista. Le encantaba el manejo de la espada, le recordaba a las películas de samuráis que veía los domingos por la tarde en casa.


Pero el kendō no era suficiente, Zoro era un niño muy activo que necesitaba quemar mucha energía. Así que, a la vez que aprendía kendō, se apuntó a kárate. El kárate también le fascinaba, especialmente la concentración y la habilidad necesarias para reproducir los katas a la perfección –era igual que pegarse en el patio del colegio, pero molaba mucho más.


Cuando cumplió los quince, Zoro regresó a su ciudad natal, también por temas laborales de sus padres. Volvió a su antiguo barrio, con sus antiguos amigos. Cuando crecieron un poco más, los tres decidieron independizarse. Tanto Usopp como Luffy recibían una asignación, la de Usopp más cuantiosa porque también estudiaba en la universidad. A Luffy le ayudaban sus padres.


Zoro continuó entrenando, apuntándose a competiciones por todo el país y mejorando sus habilidades. Comenzó a dar clases particulares para conseguir algo de dinero y costearse los viajes y la tarifa del gimnasio. Así, a sus 23 años, era quinto dan en kendō y cuarto en kárate. Prácticamente, se dedicaba en cuerpo y alma al deporte.


Repitió el sencillo kata por decimocuarta vez para que los niños lo hicieran. Era su segunda clase y ya se estaba arrepintiendo. Por suerte para él, era alto y corpulento, y a los chavales les imponía bastante. Quedaban pocos minutos para finalizar la clase.


*


Sanji suspiró con ilusión mirando al perfecto trasero de la chica que tenía justo delante. Apuntarse a las clases de zumba era lo mejor que podía haber hecho: estaba todo lleno de mujeres hermosas, en mallas y sudaditas. Sencillamente perfecto.


Sanji, 24 años, trabajaba como barista en una cafetería cercana a su apartamento. Rubio, ojos azules, buen cuerpo aunque algo delgado y una curiosa ceja en forma de rizo que le había traído más de un dolor de cabeza. A ojos de la mayoría de la gente, un chico muy atractivo al que le gustaba cuidarse y verse bien.


Actualmente, la relación con su familia era prácticamente inexistente. Nunca se llevaron bien, él siempre había sido de alguna manera la oveja negra de la familia, cosa que le llevó muchos problemas.


Si alguna vez había tenido que definirlo, solo decía “problemas con papá” de forma muy superficial, quitándole importancia para hablar lo menos posible sobre eso.


Todas esas situaciones, demasiado difíciles de manejar para un niño, acabaron marcando profundamente su carácter. Era emocionalmente incapaz de abrirse con nadie, por la única razón que no sabía ni como hacerlo. Había aprendido demasiado joven que, como más mostrara de sí mismo, más vulnerable sería.


Todo eso había desenvocado en una serie de actitudes difíciles de lidiar con todos a su alrededor, a no ser que le conocieran bien y supieran ver debajo de sus múltiples corazas. Era un auténtico maestro en la represión emocional y en ocultar todo lo que sentía.


Después de diversas experiencias cuanto menos traumáticas, acabó viviendo con Nami, la persona en la que más confiaba.


Actualmente, trabajaba en la cafetería para pagar el apartamento que compartía con sus damas, Nami y Vivi, ambas universitarias. Eran muy importantes para él, por lo que hacía siempre cualquier cosa que le pidieran y se encargaba de lo que fuera, ya que las chicas estaban muy ocupadas con sus estudios.


Conocía a Nami desde el instituto, y lo cierto era que tenían una relación cuanto menos curiosa. Estaban muy unidos, eran mejores amigos con una tensión sexual no resuelta que ni ellos llegaban a entender. Nunca se habían liado, pero cuando uno tenía pareja, el otro se ponía celoso.


Nami, siendo su mejor amiga, era de las pocas personas con las que tenía total confianza, para no decir la única. Ella era la única persona a su alrededor a la que le contaba sus problemas o lo mal que lo había pasado durante su infancia.


Con Vivi también hablaba mucho, y a ambas les contaba sus aventuras –aunque la mayoría fueran desventuras– amorosas. Ellas siempre le escuchaban y aconsejaban en lo que buenamente podían.


Lo cierto era que, aunque fueran sus amigas, ellas se aprovechaban de su belleza para hacer con él lo que les diera la santa gana, y Sanji siempre aceptaría de buen grado. Cocinar, ordenar, limpiar… lo que hiciera falta. Era una especie de pacto silencioso que tenían.


Cuando tenía tiempo libre, iba al gimnasio de enfrente de la cafetería. Ya tenía pensado apuntarse a alguno hacía tiempo, antes quería ahorrar un poco. Siempre había estado en forma, le gustaba el ejercicio, correr en especial, pero últimamente se había descuidado un poco.


Y cuando se fijó en la cantidad de chicas que iban a él, tardó dos días en inscribirse.


Era terriblemente bisexual. Podía parecer algo que no hacía falta tener en cuenta, pero en Sanji, era mejor saberlo. Según él, “follaba con hombres y hacía el amor con mujeres”, y si alguien se le metía entre ceja y ceja, no tendría escapatoria.


Sus amigos le describirían como alguien realmente amable, con un gran corazón, inteligente,  difícil a veces, sarcástico y bastante tocapelotas, sobre todo cuando se interesaba por alguien.


Y que demasiadas veces se dejaba llevar por sus impulsos sexuales. Era incapaz de tener ninguna relación seria, ninguna pareja le duraba más de dos semanas, ya que tardaba poco en fijarse en otra persona.


No tenía ningún plan de futuro, simplemente vivía al día, y él así era feliz, o al menos eso aparentaba.


Por ahora, su prioridad en la vida era conseguir el número de la belleza morena que bailaba enfrente de él.

Notas finales:

Hasta aquí el capítulo introductorio! ¿Qué os ha parecido? Ya imagino que sabe a poco, pero prometo que en el siguiente entraremos en la historia. 

¡¡Muchas gracias por leer y nos vemos en dos semanas!! 


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