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Alcohol y tabaco por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Con un par de días de retraso... pero aquí estamos!! 

Primero de todo, agradecimiento a MoonSpiky por su comentario en el último capítulo! Mil gracias! 

Hoy toca ya el capítulo de la lucha entre esos dos, y me pregunto... ¿cómo acabará? 

Zoro se despertó con pocas ganas de hacer cosas. La espalda ya no le dolía, pero no tenía ganas de ir a trabajar. Tenía clase con los pequeños y, aunque ellos se lo tomaban más en serio que los adultos, el mal trago del día anterior seguía presente.

 

*

 

La mañana pasó deprisa, y mucho más tranquila que el día anterior. Lo que, sinceramente, tampoco era demasiado dificil.

 

Después de comer, miró el estante donde había guardado todo lo necesario para hacer las bolas de arroz.

 

Hoy era su lucha con Zoro. Debería estar emocionado, lo sabía, pero seguía algo preocupado por el estado del chico de ayer. No sabía que le había pasado, pero esperaba que estuviera mejor.

 

Había conseguido olvidarse de su charla con Reiju. En verdad no, pero había conseguido encerrarla en el mismo rincón de su cabeza que al resto de su familia, bien encerrados y que no le molestaran.

 

Sacudió su cabeza, intentando olvidarse de eso. Tenía que animarse, hoy iba a cerrarle la boca a Zoro, y se moría de ganas.

 

Se levantó y se puso manos a la obra con la comida que iba a prepararle.

 

*

 

Después de hacer la colada y recoger un poco la casa con Luffy, ambos hicieron la comida. Hacer cualquier cosa con Luffy significaba diversión, y a Zoro le fue bien olvidarse un poco del fracaso de la competición.

 

Prepararon algo sencillo y esperaron a que Usopp regresase de clase para comer los tres juntos. De normal, Zoro hubiese comido antes, pero hoy no quería ir a trabajar. Debía hacerlo, pero iba a tomarse la licencia de entrar un poco más tarde.

 

Al final, dejó los platos a a Luffy para que los fregase y, con la mochila al hombro, se fue al gimnasio.

 

*

 

Entre la preparación previa, cocinarlo, y poner los diferentes rellenos, estuvo una hora cocinando. Nada mal.

 

Había preparado cinco bolas para cada uno: una de salmón, una de umeboshi y tres de atún. Supuso que a Zoro le gustarían más esas. Lo puso todo en un par de tuppers y lo colocó en una bolsa a parte.

 

Eran las siete y ya lo tenía todo listo. Esperaría hasta las ocho para ir al gimnasio, habían quedado a las nueve y no quería malgastar fuerzas. Se sentó en el sofá, esperando a que llegara la hora, sonriendo con maldad.

 

Vas a llorar, Roronoa...

 

*

 

Zoro estuvo ejercitándose un poco antes de la clase con los chavales. A veces eran ruidosos y no obedecían, pero bastaba que Zoro elevase un poco el tono de voz para que se comportasen. Además, había una niña de pelo oscuro que tenía potencial. Era un poco arrogante, pero se tomaba el kárate muy en serio, y eso a Zoro le gustaba.

 

La clase le vino bien para desestresarse un poco. Mandó a los chavales al vestuario cinco minutos antes y se quedó recogiendo la sala, con cierta prisa porque quería volver pronto a casa.

 

Sanji llegó al gimnasio a eso de las ocho y media. La pelea era a las nueve, cuando el gimnasio cerrara. Por lo que sabía, sería el mismo Zoro quien lo haría, así que supuso que no habría ningún otro responsable.

 

Cuando entró en el vestuario, la mayoría de gente estaba saliendo. Dejó ahí su bolsa de deporte y la bolsa con la cena. No se cambió, seguía vestido como siempre.

 

Salió del vestuario y fue en dirección a la clase de Kárate, donde vio a un grupo de niños salir corriendo. Les esquivó como buenamente pudo, y cuando se aseguró que no quedaba ninguno, entró a la sala, quedándose apoyado en la puerta.

 

–Toc, toc. ¿Se puede? –dijo al mismo tiempo que daba golpes a la puerta.

 

Zoro se había quedado hablando con un niño, porque parecía no haber entendido el último ejercicio. No quería hacer tarde, pero el niño insistía en mejorar y Zoro tuvo que ceder.

 

Alzó la vista con sorpresa cuando escuchó el golpeteo en la puerta. Arqueó una ceja, ¿qué estaba haciendo Sanji allí? ¿Había acabado de trabajar y venía a saludar? Igual había estado entrenando arriba y ya se había cambiado, aunque no llevaba bolsa.

 

Zoro hizo un gesto al niño para que se marchase, y se fue a las duchas. Cuando salió, le hizo un gesto a Sanji con la cabeza para que entrase.

 

–¿Qué haces aquí? –preguntó con curiosidad.

 

Sanji detuvi su paso al oir eso. ¿Cómo que qué hacía ahí?

 

–Oh, dios mío. ¿Fingirás no acordarte por el miedo a perder? ¿Esa es tu excusa para retirarte? –dijo sonriendo.

 

Zoro iba a quejarse, pero entonces se acordó. Habían quedado para un sparring casual, a las nueve cuando cerrase el gimnasio. Con todo lo de ayer, se le había olvidado. Como no tenían juez, ganaría el primero que consiguiera tumbar al otro, diez segundos con la espalda tocando al suelo. Zoro se veía claro ganador.

 

–No pienso retirarme –se cruzó de brazos, envalentonado–. Simplemente tenía otras cosas en la cabeza –se excusó.

 

Sanji sonrió con chulería.

–Otras cosas... ¿Como la de excusas que pondrás cuando acabe contigo? –preguntó, con una sonrisa de las suyas – Que, por cierto, no tenemos juez. ¿Cómo lo hacemos? Porque dudo mucho que a tu jefe le apetezca venir a arbitrar –comentó de forma casual.

Zoro se quedó algo pensativo. Lo cierto era que no había pensado en eso, sobretodo porque ni siquiera se acordaba del combate.

–¿Y si hacemos que el primero que caiga de espaldas al suelo pierde? –preguntó.

Sanji sonrió, travieso.

–Entonces voy a acabar demasiado rápido contigo. ¿Diez segundos con la espalda en el suelo?

Zoro no pudo evitar sonreír por el comentario de Sanji. Serás fanfarrón… ya te arrepentirás.

–De acuerdo –dijo, ignorando totalmente la primera parte de su frase.

Se fijó en Sanji, iba con ropa de calle. No podían pelear así, no quería romperle una de sus camisas.

–No pensarás pelear así, ¿verdad? –preguntó con retintín.

Sanji se quedó mirando a Zoro. Tan gallito como siempre. Parecía que había vuelto.

 

–Esta ropa... –se tocó la solapa de la camisa, bajando lentamente sus dedos por el corte, hasta llegar al primer botón–. ¿Debería quitarmela? –preguntó, mirándole a los ojos.

 

A Zoro le salió un tic en el ojo cuando Sanji hizo aquel movimiento. ¿Iba a coquetear con él, minutos antes de partirse la cara? ¿Se ha fumado algo? ¿Va bebido? Zoro no entendía cómo Sanji podía actuar tan desenfadado en situaciones así, cómo podía cambiar de un extremo a otro en cuestión de segundos.

 

–Evidentemente –Zoro se aclaró la voz, no iba a caer–. Si intentas pelear con esa camisa, al primer movimiento se rasga.

 

–Bueno, tendré que cambiarme entonces –dijo con segundas–. Va, cierra el gimnasio mientras lo hago –dijo Sanji, yéndose hacia el vestuario.

 

Prepárate, Zoro... Prepárate.

 

Zoro se quedó sin habla unos segundos. Fue después de que Sanji se hubiese marchado que reaccionó. Eran las nueve menos diez, pero parecía que no había nadie. Bajó la persiana de fuera sin cerrar la puerta, no haría falta. Apagó las luces de la planta calle y bajó a la sala, extrañamente emocionado.

 

Sanji estaba en la sala de Kárate, esperando a que Zoro llegara. Había aprovechado para dejar la bolsa con la cena encima de uno de los bancos.

 

A diferencia de lo que suponía que Zoro esperaba, no iba con su chandal de siempre. Después de rebuscar entre cajas de ropa vieja, había conseguido encontrar su viejo kimono de kárate, con el cinturón negro incluido. Para él, tampoco tenía demasiada importancia, pero supuso que a Zoro le haría cierta gracia.

 

Al momento de abrocharlo, pero, había dejado la parte de arriba un poco abierta, a posta. De verdad tenía ganas de ver la cara de Zoro cuando le viera.

 

Así que, por ahora, ahí estaba, curioseando por la sala, mirando el material que había por ahí.

 

Cuando Zoro llegó a la sala, se sorprendió gratamente de encontrarse a Sanji vestido con un kimono. Al menos parecía que se iba a tomar en serio la pelea. Se acercó al tatami.

 

–Si tenías un kimono y todo... No me lo creo –le picó con una sonrisa fanfarrona.

 

Ahora que lo tenía más cerca, pudo verle mejor. La piel blanca de Sanji se mezclaba con el algodón, y parecía más clara aún. El cinturón negro resaltaba, y Zoro comprendió por qué siempre vestía con trajes oscuros. También se dio cuenta que tenía su pecho más al descubierto de lo que debería.

 

Dio un par de pasos hasta quedarse delante de él, a escasa distancia.

 

–Pero te has olvidado de colocarlo bien –se burló, estirando el dobladillo de la chaqueta para cerrarla más, sin quitar los ojos de encima de Sanji.

 

Sanji no dejaba de mirar a Zoro. Le tenía muy cerca, cerrando un poco la chaqueta que tan a proposito había dejado abierta. Supongo que es normal. Tiene un fetiche con el Kárate que no quiere aceptar...

 

–Sí... Soy tan torpe... –dijo Sanji, mirándole fijamente.

 

Zoro entrecerró los ojos un poco, deleitándose con lo que tenía delante.

 

–Alguien torpe suele ser descuidado, y me parece que tú lo tienes todo calculado... –murmuró, acortando la distancia entre sus rostros.

 

Sanji se acercó un poco más a él, quedando a escasos centímetros de su cara.

 

–No sé de qué me hablas –dijo en un susurro hipnótico, intentando atrapar a Zoro. Retuvo el momento un par de segundos antes de separarse de golpe y cambiar por completo su actitud, pasando a posición de combate. – ¿Empezamos?

 

Zoro sonrió ampliamente cuando le vio cambiar de actitud. Dio unos pasos hacia el centro del tatami y se colocó en la misma postura que Sanji.

 

–Cuando quieras.

 

En estos momentos, lo suyo era pararse en frente del rival, saludar y dar señal para empezar el combate.

 

Sanji se tomó la licencia de interpretar que ya se había parado enfrente a él cuando le arregló el kimono, se había puesto en posición cuando cambió su postura y le dió la señal cuando le habló.

 

Así que, sin esperar más, fue corriendo hacia él, preparande el primer golpe con el puño izquerdo, directo a su cara.

 

Pero a último momento, apoyó su peso en su pierna izquierda y lanzó la pierna derecha al aire, directo hacia él.

 

El rápido ataque de Sanji le pilló por sorpresa. No se esperaba que fuese tan ofensivo. Parecía alguien muy competitivo al que no le gustaba perder. A él tampoco, por supuesto, pero era un poco imprudente lanzarse así contra alguien a no ser que te creyeses ganador desde el inicio del combate.

 

Zoro alzó el brazo y consiguió bloquear la pierna de Sanji, aunque no estaba preparado y perdió el equilibrio, dando unos pasos hacia atrás en el tatami. Además, advirtió que tenía más fuerza de la que había pensado, al menos en las piernas.

 

Decidió protegerse y esperó a atacar cuando viese una apertura.

 

Sanji había conseguido pillar por sorpresa a Zoro, aun así, no había sido suficiente.

 

Ya lo esperaba, Zoro tenía más nivel que él. Lo que ayudaba a Sanji en la mayoría de sus combates era su velocidad, y había querido usarlo como factor sorpresa.

 

Volviendo a la posición de ataque, fijándose en Zoro. Tenía que pensar. ¿Volvía a atacar o esperaba a defenderse para esquivar y contraatacar?

 

Zoro vio cómo Sanji cambiaba de posición y decidió atacar. Él era mucho más fuerte con los brazos que con las piernas, así que se adelantó un par de pasos y le lanzó un derechazo.

 

Era un ataque sencillo y Sanji podría protegerse sin problemas, pero a base de ataques fuertes conseguiría minar sus fuerzas.

 

Sabía que no podía subestimar a Sanji, era cinturón negro, pero él estaba ya en el cuarto dan, tendría que poder vencerle.

 

Sanji no tuvo tiempo de decidirse, Zoro venía hacia él.

 

Analizó sus movimientos. Parecía que fuera a atacarle con su brazo derecho.

 

Era obvio que Zoro tenía más fuerza en los brazos que él, por lo que debía defenderse levantando una pierna para recibir menos daño, pero eso iba a dejarle demasiado expuesto a no ser que se apartara rápidamente.

 

Se arriesgó. Esperaba tener tiempo. Era mejor eso que recibir el golpe en el brazo izquierdo y que le doliera durante el resto de la pelea.

 

Lanzó su pierna izquierda al aire, parando en el último momento el ataque de Zoro. Ahora tenía que salir de ahí antes que el otro lo aprovechara.

 

¿Otra vez la pierna? ¿No bloquea con los brazos?

 

Zoro frunció el ceño una milésima de segundo. Él no estaba tan acostumbrado a usar las piernas. Por supuesto que en kárate se usaban, pero más para competiciones y exhibiciones porque los golpes eran más espectaculares. Pero si Sanji quería pelear así, adelante.

 

Rápidamente, Zoro cambió el peso de pierna y, haciendo una finta, fue a por la apertura que Sanji le había dejado con la planta de su pie apuntando directamente a su cabeza.

 

Mierda 

 

A Sanji le dió el tiempo justo de bajar su pierna y bloquear la de Zoro con su brazo, chasqueando con la lengua por el golpe.

 

Eso ha dolido

 

Aunque Zoro tuviera los brazos más desarrollados, sus piernas tampoco eran algo para tomarse a broma.

 

Sanji retrocedió tan rápido como pudo, ocultando como pudo el dolor en su brazo derecho, pero se le notaba. Eso era malo para él. Sanji era diestro, y se había quedado sin su brazo de apoyo. O eso, o la forzaba.

 

Zoro vio cómo Sanji retrocedía y aprovechó la oportunidad. Si conseguía desequilibrarlo, podría estrangularle e inmovilizarle. Se estaba divirtiendo, Sanji era un buen oponente, pero no tenía intención de perder. A él también le gustaba ganar, y después de la humillación de ayer, no quería volver a pasar por lo mismo.

 

Se aproximó a Sanji con una kata de puñetazos, una serie rápida de tres. Primero le golpearía con la derecha, y Sanji lo bloquearía. Después con la izquierda, y seguramente también fuese bloqueado. Por ultimo, repetiría con la derecha apuntando a la boca del estómago.

 

Sanji vio a Zoro acercarse. No pensaba darle tregua, y eso le gustaba. Quería que lo pusiera al límite.

 

Había recibido, sí, pero hacía tiempo que no se lo pasaba tan bien.

 

Notó como la alegría le embargaba cuando vio que Zoro iba directo hacia él. Decidió dejar de pensar, prefería que la locura lo embargara, moverse únicamente por instinto.

 

Bloqueó su primer golpe con la derecha, sintiendo de nuevo el dolor en su brazo. Le había dado en el mismo punto.  

Bloqueó su segundo golpe con la izquierda. Joder, que fuerza tiene… pensó, al notar el dolor del bloqueo en su hueso. Si no quería perder, tenía que intentar acabar rápido. Zoro le estaba desgastando solo a base de bloqueos, y si seguía así, perdería rápido la ventaja de la velocidad.

Se fijó en la mirada de Zoro, la había bajado un momento, lo que le dio a Sanji la ventaja para identificar su siguiente movimiento.

Conocía ese kata, lo había usado en más de una ocasión. Sonrió para sí mismo.

Bloqueó su tercer golpe con la izquierda y aprovechó para lanzarle un derechazo a su mandíbula.

Zoro no se esperaba que Sanji le bloquease el último golpe, así que bajó un poco la guardia y no vio el puño que iba directo a su cara. Se lo comió con patatas.

Retrocedió por el golpe, algo aturdido. Por acto reflejo, se llevó la mano a la mandíbula, notando la zona dolorida y cómo sabía que se le hincharía el labio en poco tiempo.

Sanji se apartó de él a toda velocidad, intentando recuperar distancia. Tenía que intentar ganarle a base de fintas y contraataques, ya tenía los brazos y una pierna suficientemente jodidos.

–Te veo en apuros –se burló Sanji, jadeando mientras sonreía. Distraerle, desconcentrarle. Eso era lo que iba a intentar.

Zoro se tocó el labio, palpitando y caliente por el golpe. Parecía que Sanji se viera ganador, y eso le reventaba a la vez que le gustaba.

–Habla cuando hayas ganado, o te arrepentirás –dijo algo serio. –Te lo digo como consejo, que te callen la boca debe de ser humillante –dijo cayendo en el mismo juego que Sanji.

Sanji se rió en voz alta, en posición defensiva.

–¿Y vas a callármela tú? Puede que me guste –respondió sin cesar en su intento.

Zoro frunció el ceño. ¿Se estaba burlando de él? No iba a permitirlo. Se veía claramente ganador. Zoro era cuarto dan, era maestro, y Sanji era cinturón negro. Aunque era bueno, se notaba que llevaba años sin practicar.

Zoro no podía perder, no iba a hacerlo.

Corrió hacia él, al ataque, con toda la velocidad que pudo. Sanji le vio acercarse, mirando atentamente sus movimientos.

¿Izquierda o derecha? ¿Con qué mano me atacará? ¿A la cara?

Zoro lanzó su izquierda hacia la cara de Sanji, para obligarle a defenderse con el brazo más dañado. En vez de eso, Sanji giró su cuerpo y pasó a golpear su brazo con la palma izquierda.

¿Tanto te duele que tomas esa mala decisión?

Haciendo ese movimiento, Zoro pudo cogerle del brazo izquierdo y tirar de él para desequilibrarlo, casi tirándolo al suelo. Sanji pudo librarse de eso, pero no del derechazo a su estómago que le quitó el aliento.

–Te lo dije. –dijo Zoro, serio –no te pavonees si no has ganado.

Le liberó un momento, en el que Sanji aprovechó para salir corriendo de su alcance. Le miró, muy serio, y le pareció ver como sonreía. Me ha dejado salir, pensó, enfadado. Odiaba que le dieran ventaja.

A él nadie tenía que darle gana, Sanji era capaz de tomarlo por sí mismo. Y no pensaba perder por nada del mundo.

–Le dijo la sartén al cazo –dijo Sanji volviendo a lanzarse hacia él.

Alzó su mano izquierda, para hacerle creer que atacaría con un puñetazo. Zoro le esperaba en posición defensiva.

Vas a la desesperada, se te notan los ataques.

Sanji se apoyó al último momento en el suelo, lanzando su pierna derecha desde abajo. De nuevo, no dio en su objetivo, Zoro volvió a desviarla sin apenas dificultad, sintiendo el dolor del bloqueo en su brazo.

Tiene mucha fuerza en las piernas.

Giró su cuerpo, dispuesto a lanzarse al contraataque. ¿No le gustaba tanto usar las piernas? A ver qué tal se apañaba.

Sanji tuvo el tiempo justo de dar la vuelta sobre sí mismo y levantarse antes de comerse una patada de Zoro a su costado.

El desgaste por bloqueos estaba dando sus frutos, Sanji empezaba a recibir de lo lindo.

–Deberías plantearte dejarlo aquí. Va a salirte un buen cardenal en las costillas. –dijo Zoro, cruzándose de brazos, seguro sobre sí mismo.

Ese comentario activó algo en la cabeza de Sanji. No. Él no iba a perder, y menos a rendirse.

–No tan grande como el que te saldrá a ti en la mandíbula. –respondió Sanji.

Zoro estaba al descubierto.

 

Te tengo.

 

–Luego no llores –dijo Sanji, lanzándose al ataque. Debía aprovechar esa distracción de Zoro para tumbarle, una patada directa a su estómago.

 

Zoro alzó la vista para ver cómo Sanji se acercaba a él como un toro bravo, completamente desbocado. Y el instinto primario de supervivencia hizo acto de presencia en Zoro, que se olvidó del puñetazo que acababa de recibir. No, él no iba a perder.

 

Atrapó la pierna de Sanji y lo arrastró un poco para desequilibrarle. Sanji intentó zafarse, viendo las intenciones de Zoro, pero no pudo. Hizo una finta y lo tiró al suelo, haciendo que su espalda tocase el tatami con algo de fuerza.

 

Sanji gruñó en cuanto su espalda tocó al suelo, notando como el aire salía de golpe de sus pulmones. Estaba totalmente expuesto.

 

Intentó apartarse, liberarse de la mano de Zoro que aún le retenía, pero no le dio suficiente tiempo.

 

Zoro le soltó la pierna cuando se tiró sobre él para inmovilizarle, tumbándose encima suyo y presionando con su cuerpo para que el otro no pudiese escapar.

 

–Se acabó –Zoro gruñó, rabioso. Tenía cara de pocos amigos, con el ceño fruncido y la frente llena de sudor.

 

Sanji le miró con algo de rabia. Le tenía completamente sometido, no podía hacer nada, Zoro pesaba demasiado como para que pudiera moverle.

 

Sonrió con maldad.

 

Sí, se acabó, pensó para si mismo.

 

Jadeaba. El combate que estaban teniendo le estaba emocionando de verdad, le aceleraba las pulsaciones al máximo.

 

Tenía a Zoro encima suyo, se trataba de una de las posibilidades que había calculado.

 

Le Cogió por el cuello del kimono y lo atrajo a él a toda velocidad, besándole con furia, pillándole totalmente desprevenido, mientras iba contando mentalmente.

 

Notó que Zoro se quedaba un poco en jaque, pero no tardó en corresponderle a su beso.

 

Zoro era un tipo dominante, eso lo había notado, pero Sanji tambien podía serlo.

 

Besándole con más ganas si podía, hizo un movimiento con su cadera en el que consiguió situarse encima de él, quedando sentado encima de su cintura.

 

No le dió tiempo a Zoro a sentarse para ir a buscarle, el mismo Sanji fue quien bajó hacia él, restregándose ligeramente contra su entrepierna.

 

Zoro no se esperaba nada de eso. Estaba tan metido en la pelea que no había visto el juego de Sanji. Y siempre le pasaba, el kárate le nublaba la mente.

 

Consiguió atrapar sus muñecas por encima de su cabeza. No iba a dejarle tiempo a Zoro para que pensara, sencillamente actuaría.

 

Introdujo su lengua dentro de la boca del contrario, recorriéndola entera, uniéndose a su lengua.

 

Diez.

 

Acabó el beso mordiéndole ligeramente el labio, dejándolo escapar entre sus dientes, disfrutando del momento.

 

–Y diez. He ganado –susurró en su oído.

 

Zoro no entendía muy bien cómo el otro podía pasar de modo pelea a modo sexo, pero no iba a quejarse ahora. Habían tenido un buen combate, y Sanji era un contrincante aceptable.

 

Además, por mucho que dijese, Zoro sabía que había ganado. Sería la primera vez en toda la historia que alguien ganaba por besar a su adversario y desarmarlo.

 

Aunque Zoro debía admitir que Sanji era muy bueno en eso. Por eso, cuando le besó la primera vez, no dudó en contestarle. Y se dejó hacer, no tenía nada que perder y sentir a Sanji sentado encima de él le ponía bastante. La tela del kimono era un poco recia, pero si su amiga ahí abajo se despertaba iba a notar todo.

 

Gruñó cuando Sanji le mordió el labio, le gustaba. Y su voz era la mezcla perfecta entre sensualidad y masculinidad. Sanji entero era la mezcla perfecta.

 

–Ya te gustaría –le contestó con una sonrisa. No movió las manos, pero sí la cadera, embistiéndole un poco.

 

Sanji seguía teniendole cogido por las muñecas, y al oír esas palabras, con tanta seguridad, le frustró a la vez que le excitó. Apretó un poco más.

 

–Es así. Habíamos acordado que quien quedara de espaldas al suelo durante diez segundos pierde, Zoro. Y eso es justo lo que TÚ has hecho, Sensei –Sanji hablaba directamente en sus labios, remarcando cada palabra.

 

Intentaba que no le temblara la voz, sonar seguro, que mantenía el control, pero lo cierto era que los movimientos de cadera de Zoro se lo ponían difícil. Su intención había sido en todo momento calentar a Zoro, desconcentrarle al máximo, pero no había contado que él podía caer perfectamente en el proceso.

 

Zoro movió la cadera con más fuerza hasta conseguir desequilibrar a Sanji, echándole hacia delante y consiguiendo que sus rostros se pegasen.

 

–Es la primera vez que me llaman Sensei y me pongo cachondo. ¿Qué hago, Sanji? –le susurró al oído, ahora que lo tenía cerca.

 

Movió otra vez las caderas y emitió un ruido extraño, una mezcla de gruñido y jadeo.

 

–Me molesta el kimono, Sanji. ¿Qué hago? –volvió a repetir para provocarle más.

 

Sanji no conseguía entender como Zoro, aun estando sentado encima, teniendole sujeto por las muñecas, una postura claramente sumisa, parecía tener el control de todo.

 

Cada palabra. Cada gesto. Incluso cada respiración. Todo. Absolutamente cada cosa que hacía conseguía derretirle por dentro y querer estar a su completa merced.

 

Pero Sanji no era alguien que cediera el control tan facilmente, ni mucho menos. Aunque su cuerpo lo pidiera a gritos, haría lo posible para ser él el que dominara a Zoro.

 

Sanji sonrió, una risa algo nerviosa que intentó disimular con su característico sarcasmo.

 

–¿Tanto te gusta que te llame sensei, Sensei? Tendré que empezar a llamarte así a partir de ahora... –dijo Sanji, recorriendo su mandíbula con su nariz, resiguiendo todo el contorno de su rostro. –Y respecto a tu kimono... –Sanji movió sus caderas encima de las de Zoro, provocándole –estoy seguro que sabes qué hacer –dijo, volviendo a restregarse.

 

Zoro sonrió con malicia. Sanji le estaba provocando, y le encantaba. Era tan bueno en lo que hacía, tan sensual. El movimiento de sus caderas le erizó la piel, era una delicia tenerle encima. Y sabía moverse muy bien.

 

Era igual que en la charla que habían tenido en la pizzería italiana. Daba igual quién la metiera, podías ser muy pasivo y tener el control de la situación. Como estaba haciendo Sanji en esos momentos.

 

Joder, tengo ganas de follarle. En el tatami. Quiero abrirle las piernas y...

 

–No puedo hacer nada con las manos atadas. Tendrás que quitármelo tú –le siguió el juego.

 

Sanji sonrió ante la propuesta de Zoro.

 

–Si lo hago, te dejo suelto –dijo al mismo momento que pegaba un pequeño apretón a sus muñecas –¿quien me asegura que entonces no te aprovecharás de la situación?

 

Sanji no se había separado en ningún momento de Zoro, estuvo hablandole todo el rato en la mandíbula para acabar mordiéndole suavemente al final.

 

Zoro ronroneó por las atenciones recibidas. Acostumbrado a ligues de una noche, no solía coquetear de esta forma. Pero Sanji despertaba en él un instinto primario que no había sentido nunca.

 

–Si me sueltas, prometo aprovecharme de la situación –sonrió–. De la situación y de ti. Sobre todo, de ti.

 

–Si ese es el caso... –dijo Sanji, con inocencia, justo antes de soltarle las muñecas.

 

Se sentó encima de Zoro, y con una de sus manos empezó a jugar con el dobladillo del pantalón, provocándole con su sonrisa diabólica.

Notas finales:

No me matéis por dejarlo justo aquí, por favoor!! 

Espero que os haya gustado el capítulo, acaba calentito. ¿Qué pasará en el siguiente? No voy a adelantar nada!! 

Espero que os haya gustado el capítulo, esperamos con mucha ilusión vuestros comentarios!!


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