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Alcohol y tabaco por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Bueno, bueno, bueno... en el anterio capítulo, parecía que estos dos lo habían arreglado... ¿Cómo seguirán las cosas? 

De nuevo, agradecer a MoonSpiky por animarnos siempre, y a Shiro8Akira por su comentario!! Mil gracias a las dos!!! 

Sin más, siguiente capítulo! 

Sanji se despertó la mañana siguiente al sonar la alarma, con una sonrisa. Había tenido un sueño reparador, estaba tranquilo y de buen humor. Y eso que eran las seis, había dormido poco más de cinco horas y tenía que ir a trabajar.


Se duchó y se fue a trabajar. Estaba ilusionado, hoy había quedado con Zoro. No se acordaba del final de la conversación, pero sí de que habían quedado. Era algo estúpido, pero tenía muchas ganas de verlo, de probar su famoso "arroz con tomate". A Sanji le gustaba cocinar, para él preparar algo no era nada del otro mundo.


En cambio, se notaba que a Zoro no le gustaba, y que quisiera hacerlo por él, tener ese detalle, le encantaba. Cuando no tenía ganas de matarle, era un encanto.


Esperó que acabara su jornada, mirando el reloj cada dos minutos.


*


Zoro abrió un ojo con pereza. Había dormido muy bien, pero quería seguir durmiendo. Ahora que entrenaba por las mañanas, su tiempo de descanso se había reducido considerablemente. Mihawk le estaba exigiendo mucho desde el minuto uno y, aunque Zoro se lo agradecía y quería, al final su cuerpo se resentía.


Se despertó y vio, tirado en una esquina, el pantalón de chándal. Recordó la llamada con Sanji y sonrió. Cogió el móvil y revisó los mensajes, sin detenerse mucho en las fotos para no empalmarse. Le entraron ganas de decirle algo, aunque no tenía ni idea de él qué.


"Es de mala educación quedarse dormido cuando estás hablando con alguien". Y adjuntó un guiño.


*


Cuando llegó su descanso para almorzar, Sanji se sentó en la mesa con un croissant de chocolate y un café con leche que él mismo había preparado. Cogió el móvil de su bolsillo y pegó un vistazo. Se sorprendió al ver la notificación de mensaje de Zoro. Quizá había pasado algo y no podía quedar. Se sonrojó cuando leyó el mensaje.


Joder, por eso no me acuerdo.


Zoro se estaba riendo de él, y con toda la razón del mundo.


Por dios... Qué vergüenza...


"Se te oía tan relajado que no pude evitarlo".


Ante todo, tenía su orgullo, y no permitiría que se notara que se sentía avergonzado por eso.


*


Zoro leyó el mensaje un poco más tarde, se había pegado una ducha y había desayunado algo. Sonrió cómo un estúpido a la pantalla, quedándose plantado en el pasillo de casa, ante la atenta mirada de Luffy –que le miraba como si fuese un perro verde.


Se sonrojó un poco, pensando sin querer en cómo sería dormir con Sanji. ¿Sería de los que te abrazan? ¿Cuchara pequeña o cuchara grande? ¿O prefería enroscarse en una esquina para que nadie le molestase? No lo sabía, y ahora quería comprobarlo.


"Pensaba que te gustaba más cuando estoy agitado".


*


A partir de ese momento, Sanji no pudo evitar irse escapando de vez en cuando para mirar a su móvil, para comprobar si tenía algun mensaje nuevo. Se sentía estúpido, pero no podía evitarlo. Estaba emocionado. 


A la segunda vez que fue al baño, vio el símbolo de la notificación, sonrojándose de nuevo al leer esas palabras.


Joder, si me gusta cuando estaba agitado...


"Puede... Pero si te lo digo te vendrías demasiado arriba".


Tenía muchas ganas de que fuera ya la hora.


*


A Zoro se le escapó una carcajada al leer el mensaje. Se imaginaba a Sanji sonriendo al móvil como le hacía a él, con esa chulería que le sacaba de quicio.


"Anoche no parecía importarte mucho que me viniese arriba...".


Estuvo tentado de cotillear por la cristalera de la cafetería cuando fue al gimnasio, pero se contuvo. A fin de cuentas, iban a verse en unas horas. Además, cuando Zoro llegó al gimnasio con esa sonrisa estúpida en la cara, Mihawk se la borró de un plumazo al decirle que hoy ensayarían judo, algo que él no había practicado nunca.


*


Sanji se rió ante la respuesta de Zoro. Era cierto, lo de ayer había sido muy divertido. Y faltaba todavía lo del mediodía...


"Ya veremos a ver quien acaba arriba al final...".


*


Como en todos los entrenamientos, Zoro tenía prohibido distraerse. Tenía que estar completamente centrado en la tarea que estaba haciendo, ya fuese kárate, kendo o cualquier otro deporte. Y, siendo su primera clase de judo, más todavía.


Mihawk estaba barriendo el suelo con él. Por más que Zoro intentase defenderse, no dominaba el arte marcial y Mihawk estaba siendo muy ofensivo. El tatami retumbaba cuando le tiraba al suelo. Hubo un momento en el que Zoro se hizo un poco de daño, al caer, en el hombro izquierdo. Fue entonces cuando Mihawk decidió parar, y le dio un día de descanso –tampoco tenía que trabajar, él le sustituiría.


Zoro leyó el mensaje de Sanji después de salir de las duchas. Soltó una carcajada, pero apenas quedaban quince minutos para verse, así que no contestó. Se perfumó con desodorante y se vistió con su mejor chándal: unos pantalones negros un poco ajustados y una sudadera verde oscuro de una competición de kendo. Tenía el dibujo de un dragón chino de color dorado en la manga izquierda.


Se calzó las zapatillas y salió del gimnasio. Se apoyó en una farola de la calle, delante de la cristalera de la cafetería, a esperar a Sanji.


*


Sanji estaba muy impaciente. Había estado medio distraído durante toda la mañana, había recibido alguna que otra bronca, pero no podía evitarlo. Tenía ganas de pasar tiempo con él. Faltaban pocos minutos para que acabara su turno cuando le vio.


Ese pelo verde es inconfundible, pensó. Se le iluminó la cara al verlo. Estaba tan guapo... Vestía unos pantalones de chándal y una sudadera. No era un tipo de ropa que acostumbrara a favorecer, pero a Zoro le quedaba pintado.


Sanji se quitó el delantal y fue a buscar sus cosas, despidiéndose. Hoy vestía una camisa gris claro y unos pantalones oscuros, iba arreglado como de costumbre. Y, encima de esta, la chaqueta que le había arrebatado a Zoro con su incuestionable victoria.


Cuando salió a recibirlo, no pudo evitar sonreir.


–Hola, guapo, ¿estás solo?


Zoro intentaba aparentar estar distraído, esperando tranquilamente, pero cada minuto miraba de reojo a la puerta de la cafetería para ver si Sanji salía. Y se estaba aguantando las ganas de mirar el móvil para ver si le había dicho algo más.


Cuando vio un chico rubio, alto y esbelto, supo que era él. Se incorporó, colgando la mochila deportiva al hombro. Como se había imaginado, iba vestido con camisa y pantalones. Como una persona adulta, decente, a diferencia de él que parecía un macarra de barrio. Y llevaba su chaqueta favorita, se percató de ese detalle.


¿A qué está jugando? No puede ponerse esa chaqueta y pretender que no le salte encima.


Sanji se acercó a Zoro con gracia, y éste soltó una carcajada cuando le escuchó. Parecía una frase malísima para ligar.


–Si me haces compañía, ya no –le siguió el juego, con una sonrisa.


Sanji se rió al ver que el otro le seguía el juego. Iba a meterse con él a base de frases lamentables, pero que le siguiera el juego le gustaba.


–Entonces, hagámonos compañía –dijo mirándole de reojo, antes de sacar cigarrillo y mechero para ponerse a fumar.


Puso el cigarro entre sus labios y lo aspiró al mismo tiempo que lo encendió, degustando el humo con ansias. Llevaba un buen rato con el mono. Cogió el cigarro con dos dedos y lo apartó un poco, soltando suavemente el humo, mirando a Zoro con chulería, esperando la respuesta de éste.


Zoro le miró con una media sonrisa, un poco embobado al verle fumar. No sabía por qué, pero el cigarro entre los labios le quedaba muy bien. Y muy sexy.


–Te iba a dar un beso, pero has preferido el tabaco a mí.


Sin esperar más, Zoro se metió las manos en los bolsillos y echó a andar hacia su casa, esperando que Sanji le siguiera. Sanji soltó media carcajada con el cigarro entre los labios.


–Deja que me quite el mono y luego nos damos los besos que quieras –respondió, siguiéndole.


Espero que no se pierda de camino a su casa.


Zoro sonrió con picardía, girándose para mirar a Sanji sin dejar de caminar. Parecía que iba dando saltitos, como un niño esperando su regalo el día de su cumpleaños.


–¿Aquí en la calle? ¿Te atreverías? –le sacó la punta de la lengua para picarle.


Sanji le miró de reojo, sonriendo como si escondiera un secreto.


Si tú supieras...


–Claro, no veo el problema –dijo antes de dar una calada.


A Sanji no le importaba para nada lo que la gente pensara sobre él, por lo que las muestras de afecto en público no era algo que le preocupase. Zoro se sorprendió levemente. Sabía que Sanji no tenía vergüenza en privado, pero igual sí se cortaría un poco en público.


¿Cómo será cuando lo lleve a casa con Luffy y Usopp?


–Vaya, vaya... Lo tendré en cuenta entonces –le volvió a sonreír.


Sanji le miró mientras expulsaba el humo. Aunque hubieran hecho sexting la noche anterior y pareciera que habían recuperado la complicidad, era la primera vez que se veían desde lo que pasó. Desde la metida de pata de Reiju, del número que le montó en su clase... Bueno, de todo en general.


No sabía si debía volver a sacar el tema. Zoro no le había dicho nada, y por mensajes le dijo que no le debía ninguna explicación, aun así...


Yo que sé.


Pegó otra calada, pensativo.


Zoro vio que Sanji no le contestaba, perdido en sus pensamientos. Frunció el ceño, estaba intentando sacar tema de conversación para parecer más tranquilo. Por supuesto que estaba deseando acostarse con él, pero también estaba un poco nervioso.


Iban a ir a su piso, a su habitación. Por supuesto que había llevado chicos a casa –pocos, porque prefería moverse él y que no supiesen dónde vivía–, pero los ligues de una noche ni siquiera se quedaban a dormir. No intercambiaban ni los números de teléfono. Con Sanji, aunque habían quedado así, sentía que era diferente.


Y eso le gustaba. Había algo en Sanji que le hacía ver diferente.


–Ya sabes que comparto piso... Bueno, Luffy estará en casa, y Usopp no tardará en llegar –comenzó, intentando sacar tema de conversación–. Se pondrán un poco pesados, pero son inofensivos.


Zoro sacó a Sanji de golpe de sus pensamientos, haciendo que casi se acordase que no estaba solo. Le miró y repasó un momento mentalmente lo que acababa de decirle. Los compañeros de piso de Zoro. Sí, eso. Ya los vio en la fiesta, aunque nunca había hablado con ellos.


Luffy era su archienemigo, pero le debía una por darle el número de Zoro, así que aprovecharía para preguntarle qué quería.


–De acuerdo –respondió algo despreocupado–. Pero creía que íbamos a estar solos.


No era un reproche ni mucho menos, era algo que realmente pensaba. Pensaba que iba a casa de Zoro a comer y a follar, y le daba un poco de apuro que los otros estuvieran ahí y pudieran escucharle, pero si a Zoro no le molestaba...


–No, que yo sepa –Zoro se encogió de hombros.


Quizá hubiese sido mejor invitar a casa a Sanji cuando estuviese a solas... Pero ayer le dio el calentón y no se podía contener. Además, en esa casa siempre había gente yendo y viniendo. Usopp era bastante casero, porque decía que estudiaba en su habitación mucho mejor que en la biblioteca. Luffy, en cambio, estaba todo el día en la calle, pero uno nunca sabía cuándo podía aparecer ni con quién.


–Pero no nos molestarán en mi habitación –comentó, intentando mejorar el panorama.


Sanji le miró y sonrió, dando la última calada al cigarro.


–¿Con que quieres llevarme a tu habitación? –preguntó–. Espero que no planees aprovecharte de mí... –dijo con una muy fingida inocencia y un muy claro coqueteo.


A Zoro se le escapó una carcajada. Esos comentarios de Sanji le hacían demasiada gracia. Además, le excitaba un poco cuando se ponía en ese plan, dulce e inocente –porque para nada lo era.


–No esperarás que te desnude en el salón con Luffy y Usopp mirando, ¿verdad? –le picó.


Sanji se echó a reir también.


–No lo sé, puede que lo tuvieras todo planeado. ¿Tu salón tiene escenario con barra de stripper?


Zoro arqueó una ceja con interés cuando Sanji mencionó el striptease.


–¿Sabes bailar en una barra?


Por primera vez, Zoro consiguió descolocar a Sanji, y eso no era algo que acostumbrara a pasar. Normalmente, suponía por donde irían las conversaciones que mantenía, como guiarlas hacia donde le interesaba o se imaginaba cual sería la respuesta del otro. Sin embargo, esta vez no fue así.


–Siento decepcionarte –respondió–. Entonces, ¿sí tienes una barra en el salón?


Zoro chasqueó la lengua, notablemente decepcionado. Se había hecho ilusiones imaginando a Sanji vestido de enfermera sexy bailando en una barra, haciéndole un espectáculo privado sólo para él.


–Si supieses bailar, la tendría. Aunque mejor en mi habitación.


Los dos iban caminando por la calle tranquilamente, disfrutando del sol de mediodía. No faltaba mucho para que llegasen a su casa. Zoro empezaba a tener hambre, pero podía aguantar perfectamente. Porque cocinar no iba a ser lo primero que hiciesen.


Sanji se echó a reir por la reacción de Zoro. ¿De verdad creía que sabía bailar? No se había subido a una barra de striptease en su vida. Como mucho, sabría hacer como que hacía algo, pero poco más. Sanji ya sabía que estaba medio loco, ¿pero tanto como para haber sido stripper?


Bueno... A ver, no es bueno cerrarse puertas.


En cuanto acabó de reirse, pudo responderle a Zoro.


–Bueno, si es así, siempre podría intentar aprender. ¿Sabes donde se estudia para ser stripper?


–No me pongas la miel en los labios si luego me la vas a quitar –Zoro se quejó, divertido.


Habían girado en una esquina y habían entrado en su calle. Era de aceras estrechas, con bloques de pisos algo viejos a ambos lados. La calzada sólo tenía un carril.


Sanji volvió a reirse, le miró con picardía.


–¿Prefieres que te ponga otra cosa? –preguntó.


Ante aquel comentario, Zoro se paró en seco, delante de Sanji. Le miró con intensidad, una mezcla entre divertido y excitado. Seguía teniendo las manos en los bolsillos, con una postura relajada.


–¿Me vas a dar de comer? Estoy hambriento –le sonrió, relamiéndose los labios.


Zoro ya le había dicho a Sanji que quería comérselo otra vez, pero no pasaba nada por recordárselo otra vez. Sanji, totalmente tranquilo, se acercó un paso más a Zoro, mirándole con intensidad, sonriendo, con esa sonrisa ladina que tan bien sabía usar.


–Y yo que pensaba que hoy serías tú quien me daría de comer –dijo en un susurro, poniendo su voz un par de tonos más grave de lo habitual.


A Zoro se le erizó hasta el vello de la nuca. Sanji era jodidamente sexy, y encima sabía sacarse partido. Sabía qué hacer, qué decir y cómo actuar para dejar a Zoro fuera de combate. Y eso le ponía muy cachondo. Aprovechó que Sanji estaba pegado a él para, lentamente, estirar la mano y colarla por el cinturón del pantalón del rubio, atrayendo su cintura contra la suya.


–He tenido un entrenamiento muy duro. Creo que merezco un premio... –murmuró mientras acariciaba con la punta de la nariz una de las mejillas de Sanji, provocándole.


Zoro estaba provocándole. Estaba provocándole y mucho. Aun así, Sanji sabía como controlarse, como seguir dominando la situación, y eso era exactamente lo que iba a fingir, aunque por dentro se estuviera derritiendo y estuviera loco por girar la cara y comérselo a besos ahí mismo.


No, él seguía queriendo mantener el control, y para conseguirlo debería aguantarse un poco más.


Sintió el tacto de Zoro sobre su mejilla, la respiración sobre su piel, erizandole el vello. Esperó que Zoro no lo notara. Con la seguridad que solía caracterizarle, estiró la cara un poco hacia arriba, permitiendo que Zoro siguiera el recorrido sobre su mejilla. Sonrió con chulería, todo el rato fingiendo que, simplemente "no le desagradaban" las atenciones de Zoro, cuando en verdad quería abalanzarse sobre él.


–¿Y soy yo quien tiene que dartelo? –preguntó, en el mismo tono de voz que había usado antes.


A Zoro se le escapó un gruñido de placer, como si fuese el ronroneo de un gato. Ojalá estuviesen ya en su habitación y no en mitad de la calle. Tenía a Sanji tan cerca. Su piel, sus labios. Todo estaba cerca, y se moría de ganas por probarlo.


Paseó la mano por el cinturón, bordeando la correa hasta llegar a la espalda de Sanji. Le abrazó con una mano, la otra seguía en su bolsillo. Pudo oler el olor que desprendía Sanji, a café y bollería. Ninguna de las dos cosas le llamaba la atención, pero a Sanji se lo comería hasta rebozado en bicarbonato sódico.


–Después del numerito de ayer, no quiero a otro... –suspiró, moviendo su nariz de la mejilla a la oreja.


Sanji sintió la mano de Zoro yendo hacia su espalda, abrazándole ligeramente y atrayéndole un poco hacia él. Le tenía justo donde quería.


Antes de que Sanji pudiera contestar, le agarró por la muñeca y tiró de él, andando deprisa por la calle hacia su portal. Zoro abría el paso, y le tenía bien sujeto por si decidía escapar.


Joder...


Sí, su ida de olla de ayer... A Sanji no le hacía ni puta gracia, y menos en esos momentos en que veía a Zoro tan impaciente por llegar a su casa, estirándole por la calle y todo. Pero deberían aclararlo, ni que fuera un poco. Si no lo hacía, le daba miedo que ese tema fuera fruto de discusiones futuras, y le daba demasiada pereza esa parte.


No era su pareja como para ir ocultándole nada e irse peleando a cada rato, y no quería que... Lo que fuera que tuvieran, se acabara por eso.


Si lo tenía tan claro, ¿por qué no hacía nada? Se dejaba guiar por Zoro, dejaba que fuera él quien dominara la situación, igual que ese día en la fiesta por el pasillo, porque le ponía demasiado cachondo encontrar a alguien con el suficiente carácter como para conseguirlo.


Llegaron al portal enseguida. El bloque de pisos era estrecho, de cinco plantas y dos pisos por planta. Zoro vivía en un tercero sin ascensor. El piso, en general, era bastante viejo. Soltó la mano de Sanji para buscar las llaves en la mochila y abrir la puerta. Entró primero, sujetando la puerta para que Sanji fuese después. Cuando lo hizo, Zoro dejó que la puerta se cerrase por la inercia.


Atrajo a Sanji hacia sí, tal y como habían estado en la calle minutos antes, y le besó con ganas. Ni siquiera hacían falta las palabras. Era un beso húmedo, hambriento y demandante. Sanji le había puesto muy cachondo en la calle, y desde que lo había visto quería darle un beso.


–Por fin –murmuró entre beso y beso.


Sanji todavía estaba algo sorprendido por Zoro, por su pasión. Pero eso no fue impedimento para dejarse atrapar por él, por sus brazos, por sus labios, tan demandantes de él. Le encantaba cuando Zoro le besaba de esa forma, era capaz de desarmarle, dejarle completamente indefenso ante él.


–No sé por qué te detienes –dijo como respuesta, volviendo a atrapar los labios de Zoro entre los suyos.


Zoro sonrió contra los labios de Sanji, dejándose besar. Era tan agradable cuando le contestaba, cuando le seguía el ritmo. Sanji podía pasar de 0 a 100 en cuestión de segundos, y eso a Zoro le volvía loco. Se separó de él cuando los besos se hicieron demasiado explícitos para un portal de edificio. No quería hacerlo, pero prefería estar en la intimidad de su habitación.


–Espero que tengas ganas de subir escaleras –le dijo, divertido.


Con una sonrisa, Zoro empezó a subir las escaleras. En cuanto Sanji vio como Zoro subía, se lanzó directo a la carrera.


–Dime qué piso es y cuál es mi premio por ganarte –le dijo, poniéndose rápidamente a su lado.


Zoro le miró un poco perplejo. Le recordó a Luffy el primer día que se mudaron allí los tres. Dijo que el primero en llegar al piso escogería habitación, suponiendo la mejor, así que él y Usopp empezaron a correr como locos –y Usopp casi acaba rodando escaleras abajo.


–Tercer piso, puerta B... –contestó con escepticismo–. ¿Pero por qué quieres correr si las llaves las tengo yo?


Zoro se había perdido.


–¡Voy a darte otra paliza! –dijo Sanji visiblemente emocionado.


No podía evitarlo, tenía que competir por todo, era superior a él. Zoro hizo un gesto con la mano para que saliera corriendo. No tenía intención de ir corriendo, tenía las piernas un poco cargadas del entreno y tenía que guardar fuerzas para lo que iban a hacer después.


Sanji le vio llegar al piso cuando él ya llevaba ahí varios segundos. No había sudado ni un poco. Le miraba apoyado en la puerta, con los brazos cruzados, con chulería. Adoraba ganar, aunque solo compitiera él.


–Gané –le dijo sonriendo.


Zoro subió las escaleras tranquilamente. Vio la sonrisa de Sanji después de ganar en una carrera en la que sólo competía él y casi se le escapa una carcajada.


–Felicidades –sonrió, dando a Sanji un pequeño pico en los labios antes de entrar a casa.


Sanji sonrió orgulloso por su hazaña. Le daba igual que Zoro ni siquiera se hubiera esforzado, una victoria era una victoria. Después del beso y que Zoro abriera la puerta detrás de él, aún con su buen humor, entró detrás de él, realmente contento, como si de un niño se tratara.


El piso de Zoro no era muy grande a pesar de tener tres habitaciones. La entrada era estrecha, con un mueble para dejar las llaves –que es lo que Zoro hizo. Al fondo se veía el salón, poco amueblado. La cocina estaba al lazo izquierdo, muy estrecha, y el baño era bastante pequeño. A la derecha, las tres habitaciones, alineadas una detrás de la otra.


–Ya estoy en casa –Zoro anunció, elevando un poco la voz.


–¡¡Ya era hora, Zoro!! –la cabeza de Luffy se asomó por el pasillo.


Estaba molesto porque tenía mucha hambre, pero cuando vio que Zoro había venido acompañado, cambió por completo.


–¡Vienes con alguien! Un momento... ¡Yo te conozco! Eres el amigo de Nami –sonrió ampliamente–. ¿Qué haces aquí? ¿Zoro te ha invitado a comer?


Zoro avanzó por el pasillo, con Sanji detrás.


–Luffy, este es Sanji. Sanji, este es Luffy –hizo una presentación formal.


–Un placer –dijo Sanji alargando su mano.


¿Qué intenciones tienes con Nami? ¿Serás capaz de hacerla feliz? No te hagas ilusiones, soy su favorito. Y tantas otras cosas que Sanji quería soltarle al "novio" de su Nami. Pero no quería que la comida fuera incómoda y, sobre todo, no quería que Nami le matara por espantarle un novio. Otra vez. A parte, le debía un favor. Fue él quien le pasó el número de Zoro a Nami, y ahora le debía un menú completo.


Luffy le devolvió el saludo con una enorme sonrisa, de esas que nadie mejor que él sabía hacer.


–¿¡Has venido a cocinar!? –el chico se emocionó.


Rápidamente Luffy fue a llamar a Usopp, que estaba en la cocina trasteando. En ese momento en el que Zoro y Sanji se quedaron solos, Zoro le sonrió, como queriendo disculparse.


–¡Hey! –fue Usopp quien se acercó a saludar–. Tú eres el amigo de Zoro, ¿verdad? El compañero de piso de Nami. Yo soy Usopp, encantado.


–Hola, soy Sanji –dijo a modo afirmación, saludando tambien a Usopp con una sonrisa cálida.


Todo este rollo de las presentaciones se le hacía algo raro. Se supone que presentas a tu pareja, no a tu follamigo, pero bueno, entendía que tampoco era que hubiera más remedio. Si querían ir a su casa, era lo que había, no vivía solo. A parte, así también tengo vigilado al enemigo.


–Y no, hoy no vengo a cocinar, sino a comer. He oído que el arroz con tomate de Zoro es un plato único –dijo, mirándole con diversión. No quiso especificar en qué sentido dijo lo de "único".


A Luffy se le iluminaron los ojos cuando escuchó aquello. No sabía que hoy tocaba arroz con tomate, y le gustaba mucho.


–¡¡Arroz con tomate!! ¡¡Arroz con tomate!! –empezó a gritar, emocionado.


–Luffy, tranquilízate... –murmuró Zoro, claramente sonrojado.


Después de probar la comida de Sanji, Zoro sabía que su arroz iba a ser lamentable. Además, ahora no tenía pensado cocinar. Ahora quería follar.


–Pero, creo que no nos queda arroz –comentó Usopp, de repente.


Zoro vio la oportunidad perfecta para deshacerse de ellos.


–¿Por qué no vais a comprar? –sugirió, de forma casual–. Mientras Sanji y yo podemos prepararlo todo.


–¿Qué hay que preparar para cocer arroz? –Usopp pregunto, suspicaz, pero enseguida vio por dónde iba Zoro. Puso cara de sorpresa, fingiendo–. Cierto, cierto. Hay que prepararlo todo. Venga, Luffy, vamos a por arroz. Y también un postre, ¿qué te parece?


–¡¡Postre!! ¡¡Postre!! –Luffy repitió, como un niño pequeño.


A Sanji le sorprendió un poco la manera de hablar de Luffy. Nami le había dicho que era infantil y risueño, pero no se imaginaba que lo fuera hasta ese punto. Aun así, debía reconocer que tenía un algo que le hacía gracia y le causaba cierta ternura, y era algo mono. Podía entender a simple vista que le hubiera llamado la atención a Nami.


Aun así, sigo siendo su favorito.


Usopp y Luffy agarraron el abrigo y una bolsa de plástico reciclado y salieron por la puerta de casa, dejando a solas a Zoro y Sanji. Zoro esperó cinco segundos, mirando la puerta esperando por si se les había olvidado algo. Cuando estuvo seguro de que no iban a volver, tiró la bolsa de deporte al suelo y se lanzó sobre Sanji. Lo aupó como si fuese un niño pequeño, sujetándole por el trasero de forma descarada, haciendo que los brazos y piernas de Sanji le rodeasen.


–A comer –le miró con intensidad, sonriendo con picardía.

Notas finales:

Ñam. 


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