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Alcohol y tabaco por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Hola, hola!!! Disculpad el retraso, la universidad me absorbe el tiempo!!! Pero prometo que la espera valdrá la pena porque... 

Solo disfrútenlo. 

No se esperó el agarre de Zoro, cogiéndole en brazos y sentándole sobre sus manos, haciendo que instintivamente Sanji se abrazara a él con brazos y piernas. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando le oyó hablar con su voz ronca.


–¿Y soy yo el menú? –preguntó, mirándole desafiante, colocándose bien pegado a él, restregándose un poco.


Zoro sonrió cuando notó que Sanji se restregó un poco contra su cuerpo, antes de agarrarse bien a él. Le gustaba que reaccionase así, le hacía sentir un orgullo interno muy grande.


–Eres el plato estrella –le sonrió, pegando la punta de la nariz a la de Sanji.


Iba a darle un beso, tenía muchas ganas, pero cambió de idea. No tenían mucho tiempo antes de que sus compañeros regresasen de comprar. Decidió ir directamente a su habitación, con Sanji en brazos. El rubio no estaba gordo ni mucho menos, pero era alto y tenía músculos. Zoro estaba algo cansado por el entreno de por la mañana, pero no iba a bajarlo.


Zoro sabía que su cuerpo era su mejor atractivo. No era feo tampoco, pero el cuerpo –y el pelo– llamaba mucho la atención. Zoro era fuerte, era un portento físico. Y le gustaba fardar de ello. También sabía que, ser tan fuerte, gustaba. Y esperaba que fuese el caso de Sanji.


Echó a andar con Sanji en brazos, mirando de reojo al suelo para no tropezarse con nada. Llegó a su habitación enseguida, y tiró a Sanji sobre la cama como si fuese un saco de patatas. De pie, Zoro le miró y cerró la puerta con el pie. Después, serio y tranquilo como era siempre, se quitó la sudadera y la camiseta a la vez, enseñando abdominales, y se lanzó encima de Sanji como un tigre.


Sanji no pudo evitar echarse a reir ante el paseo torpe que Zoro le estaba dando. Le gustaba que se portara así, que le cogiera y le manejara a su antojo. Luego sintió como le tiraba en la cama. Iba a abrazarle, pero vio que se había apartado un poco de él, mirándole serio desde la distancia.


Tragó saliva.


Zoro le estaba intimidando, mucho, casi tanto como cachondo le estaba poniendo. Parecía un cazador observando a su presa, Sanji no iba a escapar. Recostado en la cama, vio como se desnudaba de cintura para arriba, dejando ese cuerpo tan espectacular a la vista.


Sanji solo era capaz de mirarle, expectante, esperando su siguiente movimiento, como si fuera un cervatillo. Luego, lo unico que pudo notar fue el enorme cuerpo de Zoro aprisionándole contra la cama.


Zoro no dudó ni un segundo, y volvió a besar a Sanji con rabia. Le había dicho que tenía hambre y se lo iba a comer, y no mentía. Se tumbó encima de él, haciendo presión con una de sus piernas para que se colase entre las de Sanji y abrirlas un poco.


Subió las manos por los costados del rubio, palpando con ganas la tela de la camisa, como si quisiese arrancársela o fundirla con la piel de Sanji. La chaqueta le estorbaba, y mucho, así que hizo ademán de quitársela, aunque en la postura que estaban no podía hacerlo.


¿Por qué no te lo follas con la chaqueta puesta?


Zoro no se lo pensó dos veces. Dejó la chaqueta en paz y se centró en desabotonar la camisa, intentando controlar las ganas para no reventar algún botón.


–Mierda... ¿Por qué llevas ropa tan complicada? –se quejó, entre beso y beso.


Sanji se rió en voz alta, empezando a respirar con dificultad. La energía de Zoro le embargaba por completo.


–Es elegante, no complicada, y me gusta como me queda –respondió intentando colar su mano por debajo de la goma de los pantalones de Zoro.


–En eso estamos de acuerdo –sonrió con malicia. A él también le gustaba cómo le quedaba.


Zoro abandonó los labios de Sanji para besar su cuello. Había dicho que lo iba a marcar, aunque ahora no le apetecía –quizá más tarde. En esos momentos, tenía que poner a Sanji lo más cachondo posible para no perder ni un minuto. No le gustaba ir tan deprisa, parecía desesperado, pero no quería que sus compañeros de piso les pillasen en medio de la faena. Empezó a besar su cuello, justo por debajo del lóbulo de la oreja.


Cuando desató varios botones, Zoro se dio por satisfecho y empezó con el cinturón del pantalón. Era bastante más complicado que la camisa, porque su propio cuerpo se lo impedía, pero no quería quitarse de encima.


Sanji soltó un gruñido cuando sintió como Zoro le besaba el cuello. Sabía exactamente en qué punto atacar para ponerle a tono. Quería acostarse con él de una maldita vez. Lo de la noche anterior no había sido suficiente, solo había servido para calmarle un poco las ganas, pero no para satisfacerle.


Las piernas de Zoro se colaban entre las suyas mientras se peleaba con su cinturón, en lo que Sanji aprovechó para abrazar su cuerpo, repasar cada músculo de su espalda con sus dedos, paseando ligeramente sus uñas, como una amenaza silenciosa.


Finalmente, cuando notó que el cinturón dejó de ser un impedimento para Zoro, Sanji le cogió de las caderas y empezó a bajarle los pantalones a la vez que la ropa interior, muy impaciente.


A Zoro se le escapó un jadeo ronco cuando notó las manos de Sanji sobre sus caderas, tirando de la goma de su chándal para bajarlo. Sus bóxers también iban a la vez. Estando encima de él, resultaba difícil desnudarse por completo, así que se incorporó. Rodó por la cama lo justo y necesario para quitarse las zapatillas, los calcetines y los pantalones lo más rápido posible para no perder tiempo. Así, Sanji podía hacer lo mismo al no estar encima de él.


Una vez que estuvo desnudo al completo, y Sanji también a excepción de la camisa y la chaqueta, Zoro volvió a colocarse encima. Aprisionando a Sanji contra la cama –empezaba a pensar que le gustaba ese rollo. Ambos estaban medio erectos, aunque aún tenían que ponerse a tono.


Zoro se escupió en la mano y la bajó hasta el miembro de Sanji, comenzando a masturbarle –un poco nervioso, porque se notaba que se estaba intentando controlar.


–Aráñame en la espalda... –murmuró, mientras volvía a besar el cuello de Sanji.


Sanji iba a quitarse la camisa con la chaqueta cuando notó que Zoro volvía a tirarse encima de él. Le miró interrogante. ¿No iba a dejar que se desnudara del todo? ¿Tan impaciente estaba? Pero volvía a tenerle encima, teniendo el control de la situación por completo, y no iba a quejarse por ello. Le ponía mucho ese Zoro dominante.


Soltó un pequeño gemido en cuanto notó la mano de Zoro pasearse por su miembro, masturbándole, justo como lo hizo la noche anterior. Intentaba mirar a la cara a Zoro, pero sus propios movimientos se lo ponían difícil. Sanji solo podía removerse debajo de Zoro, sintiendo como le volvía cada vez más loco.


Y, aun así, lo notó. Pudo verlo en sus ojos. Se estaba intentando controlar. ¿Por qué lo hacía? Sanji no quería eso, quería que se soltara por completo y que hiciera con él lo que quisiera. Cuando Zoro le pidió con esa voz tan ronca, se puso más duro que una piedra.


–Solo si dejas de frenarte –le dijo en un susurro ronco en su oído, pasando sus dedos por su cuello y dirigiéndolos hacia sus hombros.


No esperó respuesta. Le obedeció sin dudarlo, arañándole desde los hombros hasta la mitad de la espalda, clavando sus dedos al final. Aunque quisiera, cuando Zoro le hablaba en ese tono le era imposible negarle nada.


Zoro emitió un gruñido, ronco y gutural como un animal, cuando notó las uñas de Sanji sobre él. No sabía por qué, pero le gustaba que fuesen un poco duro con él. El rollo BDSM no era lo suyo, pero sí se emocionaba con marcas, mordiscos y ese tipo de prácticas.


La voz de Sanji le estremeció de arriba abajo. Tenía una voz tan sexy, que le podía estar diciendo que le iba a matar que a Zoro le seguiría gustando. Cada día que pasaba, Sanji le parecía más y más atractivo. Y no quería saber por qué, simplemente se iba a dejar llevar.


–¿Estás seguro de lo que estás diciendo? –Zoro le preguntó, mirándole fíjamente a los ojos.


Se notaba en ellos la pasión, la furia y la rabia de alguien que desea tanto algo que sólo lo quiere para sí. Y ese algo era Sanji. Se apartó lo justo y necesario para que Sanji pudiese ver cómo le apuntaba con su miembro, totalmente erecto, impaciente –esperando su turno.


–Ni siquiera me has tocado y ya me has puesto así... Estarás contento... –le picó, relamiéndose los labios.


Sanji se estaba dejando llevar, mucho más de lo que hacía durante el sexo. De normal, él siempre era dominante, era él quien llevaba la voz cantante y mandaba en todo. Y, en cambio, ahora era todo lo contrario, ni siquiera sabía el por qué, solo sabía que estaba ansioso por follar con Zoro.


En cuanto Zoro se apartó y le enseñó su miembro, tan duro, tan grande, se mordió el labio mirándole a los ojos. Ansiaba por volver a sentirlo en su interior, era superior a él.


–Mucho –dijo justo antes de lanzarse a él para volver a tirarle encima suyo, sintiendo todo el peso de su cuerpo, abrazándole y besándole con furia.


A Zoro le explotó el cerebro. Ver a Sanji tan demandante, tan necesitado, le ponía tremendamente cachondo. Ni siquiera habían tenido preliminares, habían ido directamente a follar, y eso a Zoro le encantaba. Que estuviese tan dispuesto, que fuese tan lanzado. Correspondió a los besos, dejándose caer sobre el cuerpo de Sanji como le había pedido. Ejercer ese rol dominante le gustaba demasiado, y parecía que a Sanji también.


–Déjame al menos que coja el lubri –murmuró, acariciando cualquier parte del cuerpo de Sanji que tuviese por delante.


Sanji soltó un momento a Zoro, permitiéndole alargar el brazo para sacar el bote de lubricante de un cajón. Estaba muy impaciente y se estaba saltando deliberadamente los preliminares, Zoro conseguía volverle así de loco, pero tampoco era masoca.


Y teniendo en cuenta el ritmo al que iban, el lubricante iba a ser necesario para poder disfrutarlo.


Eso no significaba que, con una sonrisa traviesa, no aprovechara para empezar a masajear el miembro de Zoro mientras éste cogía el bote.


Cuando Sanji le dejó, estiró el brazo todo lo que pudo en busca del bote de lubricante, que estaba escondido por el cajón de su mesilla. Le costó un poco, porque no quería moverse de encima de Sanji.


Y, cuando éste empezó a masturbarle, se le fueron las fuerzas. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y tuvo que dejar lo que estaba haciendo, notando cómo su cuerpo temblaba de placer. Hundió la cabeza en el cuello de Sanji, cerrando los ojos y sucumbiendo al placer que le provocaba.


–No pares, Sanji... –suspiró pesadamente, haciendo que la saliva se le escapase por las comisuras de la boca y mojase la piel del rubio–. Joder, no pares...


Involuntariamente, empezó a mover las caderas, embistiendo contra la mano de Sanji.


Zoro estaba perdido, y Sanji podía notarlo.


–No voy a parar... –dijo el rubio, sintiendo la respiración pesada de Zoro en su cuello.


Sanji empezó a mover su mano todavía más deprisa, dándole tanto placer a Zoro como podía, siguiendo el movimiento de sus caderas. Torpemente, Zoro consiguió el bote que andaba buscando. En cuanto lo tuvo en su poder, recogió el brazo y dejó caer el bote sobre la cama, apretando la almohada en su lugar.


Zoro se quedaba completamente desarmado cuando Sanji hacía una de las suyas.


–Quiero follarte, Sanji... –jadeó contra la piel del otro–. Quiero follarte. Quiero follarte. Quiero follarte...


Lo repitió sin parar, con el cerebro hecho papilla.


Sanji tuvo que controlarse muchísimo para no abrirse de piernas en ese mismo momento. Habló con su voz más sensual.


–Entonces, tengo que parar –dijo mientras aumentaba la velocidad–. ¿Qué hago, Zoro?


A Zoro se le derritió hasta el alma cuando escuchó a Sanji. Hijo de perra, no me hagas esto. Mordió el hombro de Sanji para intentar opacar los jadeos que salían de su boca, pero era inútil. Como tenía la voz tan grave, resonaban bastante en la habitación.


Pero tenía que tomar el control de la situación, o acabaría corriéndose allí mismo y ni la habría metido. Y no podía permitirse una derrota tan brutal.


–Ponte... Ponte a cuatro patas ahora mismo, con esa maravilla de culo que tienes –murmuró, recobrando un poco la cordura–. Que te voy a llenar enterito.


No especificó de qué, si de semen o de lubricante, porque iban a ser los dos.


Sanji soltó un gruñido ante el mordisco de Zoro, estremeciendose. A él le encantaba morder y arañar, era como un impulso, algo que no podía controlar, y que Zoro se lo hiciera le volvía loco.


Y esa voz... Joder, cómo me pone su voz.


¿Y qué iba a hacer cuando esa misma voz le hablaba de esa forma, mandándole qué hacer? Pues hacer exactamente eso.


Intentó ocultar su risa nerviosa con una de sus risitas habituales, aunque no acabó de salirle del todo bien. Estaba emocionado, acababa de descubrir una faceta de Zoro que no creía posible. Ya había notado que le ponía la charla erótica, pero no lo imaginaba diciendo ese tipo de cosas.


En cuanto Zoro se hubo levantado, se incorporó, quedando de rodillas enfrente de Zoro. Iba a quitarse la camisa y la chaqueta cuando Zoro le detuvo.


Zoro observó con detenimiento cada gesto, cada movimiento que hacía Sanji. Ahora mismo, no era capaz de pensar con raciocinio. Había algo dentro de él que le impulsaba a continuar así, sometiendo a Sanji como le diese la gana. Hasta que borrase esa sonrisa de sus labios, esa sonrisa burlona que parecía querer reírse de él.


Te voy a reventar de tal forma que se van a enterar todos los vecinos del barrio.


Vio cómo Sanji se quitaba la chaqueta y le detuvo, con una sonrisa malévola. ¿No le gustaba tanto esa chaqueta? Pues iba a follar con ella puesta. Había algo en eso, en que Sanji llevase encima algo que había sido suyo, que excitaba a Zoro sobremanera. Le quedaba grande, y la camisa de debajo era de todo menos una camisa, arrugada hasta en las solapas del cuello, pero Zoro no quería que se quitase ni una prenda más.


–Ni pienses en quitarte nada –le ordenó, con una mirada penetrante y una sonrisa un tanto extraña en el rostro–. Ponte a cuatro patas, con el culito en pompa.


Antes de que Sanji pudiera decir nada, se acercó a Sanji y lamió su mejilla como un perro, paseando toda la lengua.


–Y vas a llenarte la mano de lubricante y te vas a preparar. ¿Entendido?


Joder con el profesor de kárate...


Le había sorprendido, y mucho. Para nada se esperaba que ese tipo tan serio fuera capaz de decir todo eso.


Juguemos.


Se estremeció al notar la lengua de Zoro sobre su mejilla, definitivamente se estaba perdiendo en él. En su actitud, en sus palabras, en sus gestos. En sus órdenes. Porque sí, no había ninguna duda que Zoro estaba al mando, y su voz no daba lugar a quejas. Sanji estaría encantado de obedecerle, pero eso, claro, a su propio estilo.


Cogió el bote de lubricante, bajando la mirada, fingiendo sumisión. En cuanto se hubo puesto un poco en sus dedos, le miró con más chulería de lo que lo hubiera hecho nunca.


–¿Tanto te pone follarme con tu antigua chaqueta puesta? –preguntó, desafiante, dejando caer más lubricante en su mano.


La vena que se le marcaba a Zoro cuando se cabreaba apareció, pero por motivos distintos. Se quedó mirando a Sanji unos segundos, en silencio, comiéndole con los ojos. El sudor caía por su frente y su nuca, pero no iba a molestarse en limpiarse.


Le respondió con una media sonrisa, no muy amplia. Se notaba la tensión en su rostro, en su cuerpo. Daba igual su se trataba de partirse la cara o follar, Zoro siempre hacía todo con intensidad.


–Me pone follarte de cualquier manera. Podrías llevar un saco de patatas que me la seguirías poniendo más dura que una piedra.


Sanji tapó el bote de lubricante y lo dejó caer encima de la cama, cada uno de sus movimientos estaba estudiado para captar al máximo la atención de Zoro. No alfojó la intensidad de su mirada ni la de su sonrisa.


Muy despacio, mirándole en todo momento a los ojos, retándole, se puso en 4, con la espalda arqueada para que su trasero quedara levantado.


–Cuando quieras me lo pongo –dijo, empezando a introducir uno de sus dedos en su interior–. Ah... Zoro... –gimió, mordiendose el labio, cerrando un momento los ojos, disfrutando, para luego volverlos a abrir y seguir mirándole mientras metía y sacaba su dedo.


A Zoro se le escapó un gemido ahogado cuando Sanji se metió el primer dedo. Como si alguien le hubiese quitado todo el aire de los pulmones de un golpe.


Se acercó un poco hasta Sanji, sin poder apartar la vista de él. Estaba completamente embobado. Sanji era jodidamente sexy, y le estaba provocando, ahí en su cama, preparándose para follar con él. Una parte de él no se creía lo que estaba sucediendo. Era impensable tener a un tío como Sanji en su cama. Era... Era su mejor ligue sin duda alguna.


Lentamente, Zoro agarró un moflete del trasero de Sanji y lo estiró, abriendo bien la zona para ver con todo lujo de detalles lo que estaba pasando. El lubricante se escurría por el interior de las piernas de Sanji, y a Zoro le iba a estallar una arteria.


–No pares... –suspiró como un toro, bufando. Era incapaz de decir dos palabras seguidas–. Joder, Sanji... Joder, cómo me pones...


Con su mano libre, empezó a masturbarse lentamente, intentando imitar la velocidad del dedo de Sanji.


–¿Te gusta lo que ves? –preguntó Sanji, antes de meter un segundo dedo, seguido de un gemido.


Zoro asintió enérgicamente, tragando saliva. No podía ni hablar.


–Mucho...


Acercó el glande al trasero de Sanji, restregándoselo por un moflete. Quería meterle la polla hasta los higadillos. Quería follarle tan duro que no pudiese andar al día siguiente. Así podría follárselo otra vez.


–Más...


–Ah... Zoro... Me pones tanto... –dijo metiendo y sacando los dos dedos de su interior, acercándose peligrosamente a Zoro.


Bajó la cabeza hasta la almohada, levantando un poco más su trasero, metiendo sus falanges hasta el fondo.


–Zoro... –empezó a gruñir.


Cuando Sanji comenzó a llamarle, a Zoro le dio un espasmo que casi se corre allí mismo. Acompañó los gemidos de Sanji con los suyos, mientras su mano se movía mucho más rápido.


Tengo que meterla. Tengo que meterla. Tengo que meterla. Tengo que meterla.


Desplazó el glande por la piel de Sanji hasta que llegó a su entrada, donde estaban sus dedos. Empujó levemente, como si estuviese pidiendo permiso para entrar.


Zoro alzó la vista para mirar a Sanji, viendo cómo se retorcía en la almohada. Yo también puedo hacerte sentir así de bien. Déjame intentarlo. Le miró como un cachorrito abandonado, hambriento y necesitado. Zoro estaba a su merced, tenía el cerebro hecho papilla y era más animal que persona.


Sanji podía ver la mirada de Zoro, tan demandante de él. Le estaba volviendo loco, le tenía exactamente donde quería. Y ese lugar era justo detrás de él, desesperado. Y, joder, Sanji estaba tan desesperado como él. Le necesitaba dentro, ya.


Sanji apartó su mano y se colocó bien, con el trasero apuntando directamente a Zoro, apretando los puños y listo para lo que venía ahora.


Zoro se apartó la baba que se le caía con el brazo. Cuando vio que Sanji le daba permiso, todos los poros de su piel se erizaron de anticipación. Movió la mano por el trasero de Sanji, apretando la nalga con algo de fuerza. Con la otra, sostuvo su miembro, apuntando como si fuese un misil tierra-aire.


Hizo un poco de presión y el glande entró. A Zoro se le escapó un gemido ronco, de puro placer. Estaba embobado viendo cómo el culo de Sanji se tragaba su glande, sintiendo la humedad del lubricante y el calor que emanaba su cuerpo.


Disfrutó del momento unos segundos, y continuó introduciéndose en Sanji. Iba despacio, deleitándose con cada centímetro que iba metiendo.


Despacio. Despacio. Despacio. Contrólate. Contrólate. Contrólate. Luego le revientas. Luego le revientas. Luego le revientas.


–Joder, Sanji... Eres increíble –murmuró, al tiempo que se iba hundiendo en él hasta prácticamente la totalidad de su miembro.


Dios, esto es pura gloria...


Sanji sentía como Zoro iba hundiéndose en él, despacio, notando como iba clavándose en su interior, llenándole. Sanji quería arañar, quería coger, quería morder. La lentitud de Zoro le estaba volviendo loco, tenía ganas de pegarle puñetazos al colchón debido al placer que estaba sintiendo.


–Ah... Métemela hasta el fondo... –suplicó, dejando por un momento de lado su orgullo.


Tenía las sábanas apretadas contra los puños, incluso empezó a morderlas mientras seguía gimiendo, sintiendo como finalmente Zoro entraba por completo dentro de él. Zoro gruñó cuando sintió su pene, al completo, dentro de Sanji. Estaba tan estrecho porque apenas se había preparado, y tan caliente...


Podría follármelo a todas horas.


Estiró la espalda, pegando el pecho todo lo posible a la espalda de Sanji. Dejó una mano en su cintura, y la otra la paseó por el torso de Sanji hasta llegar a su mandíbula. Le obligó a levantar la cabeza de las sábanas, lo justo para susurrarle al oído.


–Dime que quieres que te reviente –jadeó contra su oreja, con la respiración agitada–. Dímelo, Sanji. Dímelo y lo hago... Hasta el fondo, toda mi polla entera para ti...


Sanji se estremeció por completo, soltando una pequeña risa. Tenía a Zoro abrazado a él, hablándole al oído, casi suplicándole que le hablara... ¿Cómo iba siquiera plantearse no hacerlo? En estos momentos, haría todo lo que Zoro le pidiera.


–Zoro... –dijo Sanji, en un susurro, girando lo máximo que pudo su cara hacia Zoro, para verle–. Reviéntame... Haz que no pueda sentarme en una semana... Por favor, hazlo... Fóllame hasta que pierda la consciencia... Quiero tu polla... Zoro... Hasta el fondo... Una y otra vez...


Las palabras de Sanji hicieron que un engranaje de su cabeza empezase a funcionar. Le mordió en el lóbulo antes de separarse, para colocarse bien. Zoro colocó ambas manos en la cintura de Sanji y, sin esperar más, le embistió. Las primeras fueron despacio, acostumbrándose al interior de Sanji, pero enseguida aumentó el ritmo considerablemente. Le hincó los dedos, soportando la presión de las embestidas.


Zoro empezó a jadear como un animal, abrazando el placer que Sanji le estaba regalando.


–San-Sanji... Ah... Joder, Sanji...


Joder, joder, joder, joder, joder, joder.


Zoro estaba cumpliendo a rajatabla lo que Sanji le había dicho. Cada vez lo notaba más al fondo, y era capaz de notar como golpeaba su próstata una y otra vez, haciendo que los gemidos de Sanji fueran más agudos de lo habitual.


–Ah... Joder, no pares... –le pedía.


Volvió a morder la sábana, más fuerte todavía, tirando de ella con los puños, creyendo que de verdad podría llegar a rasgarla si seguía así. Pero es que lo necesitaba. Eso de a penas poder hacer uso de sus manos le estaba matando.


Si seguía así, no tardaría en correrse.


En menos de un minuto, Zoro había conseguido un ritmo brutal. Sus embestidas eran rápidas y profundas, manteniendo siempre la misma cadencia. Se metía dentro de Sanji sin problemas, notando cómo el otro se retorcía bajo su cuerpo. Subió una mano por la espalda, haciendo presión para que Sanji se hundiese aún más contra el colchón.


–Gime para mí... –Zoro se relamió los labios viendo cómo Sanji se aferraba a las sábanas–. Quiero que te escuchen todos los vecinos... Ahh... Sanji...


A Sanji se le erizó la piel al escuchar a Zoro. No era un tipo silencioso, ni mucho menos, pero tampoco escandaloso. ¿Iba a hacerlo? Obvio que sí. Se estaba conteniendo en cuanto a gemidos precisamente por eso, por el tema de los vecinos, pero ahora que Zoro se lo había pedido...


Dejó de contenerse.


–¡AH! ZORO, POR DIOS, ¡NO PARES! No pares... No pares... ¡NO PARES! ¡AH! ¡AH, ZORO...! ZORO... ¡¡¡ZORO!!! Estoy... ¡Estoy a punto!


Decía Sanji una y otra vez, sintiendo su orgasmo muy próximo.


Zoro sonrió cuando vio que Sanji obedecía. No podía apartar la vista de él, su rostro era el vivo reflejo del placer. Y Zoro estaba más que encantado de ser quien se lo provocase.


Dejó de presionarle contra la cama para volver a agarrar su cintura con fuerza. Jadeando como un animal, mantuvo un ritmo salvaje ahora que sabía que Sanji estaba a punto. El choque de la piel contra la piel se escuchaba por toda la habitación, al igual que el somier de la cama –como era de madera, hacía mucho ruido al crujir.


–Vamos, Sanji... Siente mi polla dentro de ti, hasta e-el fondo... Como tú querías... –Zoro habló, con la mandíbula muy rígida–. Córrete sólo con ella, Sanji... Joder, tu culo es gloria bendita...


Sanji podría correrse solo con escucharle hablar. Esa manera de moverse, de clavarse dentro de él, de clavarle los dedos a la espalda... Todo en general era demasiado, Sanji ya no podía más. Sintió como el calor empezaba a apoderarse de él, surgiendo el fuego en lo más profundo de su vientre hasta expandirse con una brutal sacudida a través de todo su cuerpo.


Con un fuerte gemido, que no reprimió para nada, se descargó contra el colchón, dejando ir todo el semen encima de las sábanas al ritmo de las embestidas de Zoro, que no habían aflojado ni siquiera un poco. Por propios impulsos de su cuerpo, empezó a arañar la cama con fuerza mientras se corría, hasta acabar apretando de nuevo la sabana con sus puños.


¿Cómo lo conseguía Zoro? En serio, ¿cómo? Conseguía que hiciera lo que quisiera, y que Sanji quisiera hacerlo. Conseguía hacerlo temblar, conseguía hacerle sentir vivo.


No era solo durante el sexo, que era una pasada, sino también estando junto a él, tanto en sus discusiones como en las conversaciones normales, incluso en los silencios. Sanji había conectado de una forma muy profunda con Zoro, y ni siquiera se daba cuenta de ello.


Zoro observó a Sanji con detenimiento, sin perderse ni un detalle. Verle así, tan desatado, rozando el éxtasis del sexo, era algo que le hacía bullir el interior de su pecho. Y nunca había sentido algo así por nadie. No sabía lo que era –tampoco se había parado a pensar en ello–, pero no quería dejar de sentirlo.


Continuó con las embestidas hasta que notó cómo Sanji se desvanecía debajo suyo, acabando en las sábanas. Zoro suspiró con orgullo, era una satisfacción plena provocarle tanto placer a una persona. Y más si esa persona era Sanji.


Se imaginaba que alguien tan atractivo como él había tenido numerosas aventuras. Y a Zoro se le llenaba el pecho de orgullo cuando veía a Sanji así, entre sus brazos. No sabía si estaba en su lista de mejores amantes, pero se iba a esforzar como nadie para conseguirlo.


Paró de moverse cuando notó que el cuerpo de Sanji dejaba de temblar, con esos escalofríos post-orgasmo. Zoro aún no se había corrido, pero no iba a presionar ahora que Sanji estaba con las defensas bajadas.


Salió de él con cuidado, tumbándose cual largo era a un lado de la cama para no aplastar a Sanji. El corazón le iba a mil por hora, y todo su cuerpo quemaba como si su sangre fuese lava.


Sanji se dejó caer entre sacudidas en el colchón. Se había dejado vaciar por completo, Zoro había cumplido lo que había prometido y ahora estaba agotado. Notó como Zoro salía de él, todavía duro, y se ponía a su lado en la cama. Sanji, como pudo, se arrastró por el colchón hasta llegar a él.


–Aún... No has acabado –le dijo todavía con la respiracion entrecortada


Zoro giró la cabeza para encarar a Sanji. Los dos estaban rojos por el esfuerzo, sudados y faltos de aire. Sonrió y se acercó a él para besarle. Fue un beso lento, pero igualmente húmedo –no tenía fuerzas, pero sí ganas.


–Me he concentrado para no correrme –le contestó, perdiéndose en sus ojos azules antes de besarle otra vez–. Aunque me lo has puesto realmente difícil.


Con su brazo izquierdo, Zoro rodeó la cintura de Sanji y lo atrajo un poco hasta él. Sin embargo, con todo el esfuerzo, notó un tirón en el músculo que le hizo soltar un quejido entre dientes.


Sanji le miró con el ceño fruncido.


–¿Y por qué has hecho eso? –preguntó, molesto–. ¿Estás bien?


Zoro asintió levemente, aunque en brazo le dolía. Ahora mismo, estaba muy relajado y no podía pensar en nada. Sanji vio como se relajaba, pero todavía no había contestado a su pregunta.


–Eh. Responde. ¿Por qué te has aguantado?


–Para durar más. No quería que acabase –murmuró, con una media sonrisa.


Sanji, aunque seguía molesto, no pudo evitar calmarse un poco. Cuando Zoro se ponía en plan tierno, sabía serlo de verdad. Tuvo que desviar un poco la mirada de su rostro, le costaba aguantarsela cuando estaba tan relajado y le miraba de esa forma.


–Yo tampoco quería que acabase... Pero menos que te quedes a medias.


Zoro vio cómo Sanji le apartaba la mirada y sonrió aún más, un poco embobado en su rostro. Suspiró pesadamente y, con su mano libre, se agarró el miembro desde la base.


–¿Y qué vas a hacer? –le preguntó, ronroneando.


Al menos, se había recuperado un poco del esfuerzo, aunque su respiración seguía siendo irregular. Sanji volvió a mirarle, con una expresión divertida en su rostro.


–Algo se me ocurre... –dijo justo antes de ir a besarle el cuello, desde su lado.


Sanji bajó su mano hasta la entrepierna de Zoro, apartando la suya y empezó a masajear su miembro a la vez que daba suaves besos detrás de su oreja. Escuchaba atentamente los gruñidos que salían de la boca de Zoro, y cuando lo creyó oportuno, empezó a descender en su recorrido.


Pasó a besarle el cuello, lamiendo suavemente hacia su clavícula, mordiéndola ligeramente, hasta que oyó que Zoro soltaba otro gruñido. Siguió su recorrido de besos a traves de su pecho, mezclándolo con algún que otro mordisco suave, mirando en todo momento el cuerpo de Zoro, cada músculo por el que pasaba.


Lo tiene todo tan marcado... Joder, si es que está demasiado bueno.


Empezó a bajar por sus abdominales, recorriendo el contorno con sus labios, lamiéndolo y soplando luego para ver como Zoro se estremecía.


Finalmente, llegó al pubis, donde empezó a besar primero por la piel y luego por la base de su miembro, hasta finalmente dirigirse a la ingle, provocándolo a propósito, todo sin dejar de masturbarle en ningún momento.


En cuanto sintió los labios de Sanji sobre su cuerpo, Zoro soltó un suspiro profundo y apartó la mano que sujetaba su miembro. Era cierto que él era bastante rudo respecto al sexo, pero también era cierto que nunca venía mal recibir ese tipo de atenciones. Después de una dura mañana entrenando, tumbarse en la cama y dejar que un chico tan atractivo como Sanji le llenase de besos era un premio más que apetecible.


Cerró los ojos y se dejó hacer. Se estiró bien en la cama, como queriendo mostrar en su plenitud los músculos de su cuerpo. Su piel, aún caliente, reaccionaba muy bien a las caricias del rubio. Se le erizaba la piel cada vez que Sanji le soplaba, consiguiendo que se le escapase alguna risilla de vez en cuando.


Al notar que Sanji iba descendiendo por su cuerpo, se agarró a las sábanas. No quería interrumpir. Los músculos de la zona se tensaron cuando los labios de Sanji besaron la base de su miembro. Besos cortos y casi dulces que hicieron que la respiración de Zoro aumentase otra vez.


–Joder... Mataría para que todos los días me hicieses eso... –suspiró, completamente indefenso ante Sanji.


Sanji soltó una pequeña risilla en voz alta, pero no respondió. Ahora estaba demasiado concentrado en otra tarea como para pensar en algo ingenioso.  Se arrastró para colocarse entre las piernas de Zoro –con cierta torpeza mal disimulada, le dolía un poco la parte baja de su cuerpo.


Una vez ahí, siguió besando toda la zona pélvica de Zoro, en cuanto se acercaba demasiado a su miembro, se apartaba de su camino, rodeándole todo el rato, haciendo que Zoro se impacientara. Después de un par de veces, se dirigió hacia sus testículos, lamiéndolos y chupándolos sin pudor alguno, mirando atentamente la cara de Zoro.


Finalmente, con su miembro todavía agarrado, Sanji inició el recorrido con su lengua, desde la base, paseándose por el tronco hasta llegar al glande, introduciendo un poco la punta de la lengua en la uretra, notando el sabor del líquido preseminal.


Sin dejar de mirarle en ningún momento, lamió su glande, envolviéndolo con la lengua, como si se tratara de un delicioso caramelo, que para Sanji lo era. Luego, lo atrapó con la lengua y empezó a cerrar sus labios a su alrededor y, muy lentamente, empezó a descender, succionándolo.


Cuando Sanji empezó a picarle, besando y lamiendo toda la zona pélvica sin acabar en su miembro, Zoro bajó la cabeza para verle, incorporándose un poco sobre sus antebrazos. Iba a decirle algo, pero Sanji le miraba con esa cara de diablo que Zoro sólo podía sonreírle como un estúpido. Sabía muy bien lo que se hacía, y se veía que disfrutaba provocándole y tentándole de esa manera. Cuando empezó a lamer sus testículos, la cara de Zoro fue un poema.


–Su puta madre... –murmuró, observando a Sanji en todo momento.


Su semblante estaba un poco serio, era su expresión facial natural, pero la tensión en su mandíbula y los ojos llenos de pasión delataban su estado.


–Rectifico. Quiero que hagas esto...


Zoro movió un poco las caderas, abriendo más las piernas para que Sanji se acomodase bien ahora que habían entrado en materia.


Sanji empezó a chupársela a Zoro, con calma primero, aumentando de velocidad gradualmente. No le cabía toda en la boca, era demasiado grande, pero lo que no conseguían abarcar sus labios lo hacía su mano, masturbándole a la vez que Sanji succionaba.


Estaba concentrado en su trabajo, en el pene de Zoro, en darle el máximo placer posible.


Quería sentir ese poder, ese que le indicaba que le tenía en sus manos, que podría hacer con él lo que quisiera, y por los sonidos y ligeros temblores que Zoro emitía, sabía que lo estaba consiguiendo.


Iba mirándole de vez en cuando. Quería ver su expresión, su cara, quería mirarle a los ojos para que Zoro supiera quien mandaba ahora. Notaba a Zoro duro como una piedra dentro de su boca, podía saborear su líquido preseminal mientras seguía chupando y lamiendo.


Cuando notó que a Zoro no debía faltarle demasiado, detuvo su boca un momento, pero no su mano. Levantó su cara solo un poco, mirándole con picardía, y habló con los labios prácticamente pegados a su miembro.


–¿Quieres cumplir lo de ayer? –preguntó.


Zoro estaba en el cielo. Literalmente, había muerto y estaba con un ángel de rubios cabellos y ojos claros que le estaba agradeciendo su buen comportamiento en vida. Después de un polvo increíble, Sanji le estaba haciendo esa mamada que le impedía siquiera hablar.


Sólo podía mirar, completamente sometido. Era exactamente lo que habían hablado en la pizzería aquel día. Eso de "activo" o "pasivo" no eran más que etiquetas absurdas. Zoro podía ser el hombre más hombre de toda la ciudad y ahí estaba, temblando como un cachorrito en manos de Sanji.


Y casi sufre un cortocircuito cuando Sanji le preguntó. SISISISISISISISI. A Zoro casi se le caía la baba, Sanji era demasiado sexy y sabía lo que se hacía en todo momento.


–¿Pu-Puedo? –preguntó, con la voz suplicante.


Sanji sonrió con maldad. Le encantaba salirse con la suya, y estaba consiguiendo enloquecer a Zoro.


–Claro –respondió, apartándose un poco y bajando hacia el suelo.


Zoro se incorporó como un resorte, después de que Sanji se hubiese puesto de rodillas en el suelo. Él se colocó delante, de pie y con la polla apuntando directamente a su cara. Sanji le sonreía con esa soberbia que no abandonaba nunca, ni en momentos así, y Zoro iba a borrársela de la cara de la mejor forma posible. Esta imagen vale oro.


Con las piernas levemente abiertas, empezó a masturbarse con rapidez sin dejar de mirar a Sanji, quien le devolvía la mirada desde abajo. Tienes una carita tan perfecta... Ideal para mancillar.


–Vamos, Zoro. Córrete en mi cara, lo estás deseando... –dijo Sanji, arrodillado enfrente de Zoro, con su sonrisa de diablo.


Zoro apretó la mandíbula cuando notó que el orgasmo se apoderaba de él. Echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos instintivamente y gruñendo como un animal en celo. El semen salió expulsado como una fuente, manchando todo lo que tenía delante mientras Zoro seguía machacándosela. Todo su cuerpo se tensó, marcando los músculos de su abdomen y piernas.


Sanji vió que Zoro iba a correrse y cerró los ojos, para evitar que el semen entrara en ellos. Sonrió y abrió la boca, notando como parte del líquido llegaba a sus labios, a su lengua. Lo notó también por su mejilla y por parte de su pelo. No le importaba, ya lo limpiaría luego.


En cuanto notó que Zoro perdía las fuerzas y se dejaba caer sentado en la cama, abrió los ojos y le miró, siempre sonriendo.


–Mucho mejor.

Notas finales:

Esperamos que os haya gustado!! Todo un capítulo entero Lemon, esto no pasaba desde el 12, y ya iba tocando!!! 

Agradecer el apoyo de todos los lectores y, en especial, a MoonSpiky y a Shiro8Akira por sus comentarios!!! De verdad, mil gracias chicas!! 

Nos vemos en dos semanas!!!

PD: se abren apuestas, ¿qué pasará en el siguiente capítulo?


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