Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Alcohol y tabaco por VinsmokeDSil

[Reviews - 42]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aparece despacio intentando que no la maten... 

Siento de nuevo el retraso!! El fin de curso me tenía totalmente absorbida, y lo de revisar y actualizar... fue difícil!! 

Pero aquí tenéis un nuevo capítulo, por fin, que esperamos que os encante casi tanto como a nosotras!!! 

Disfrutaldo!!

 

Sanji se dejó guiar por Zoro, quedando apoyado de cara hasta la pared más cercana. Veamos hasta dónde llegas, Zoro.


–¿Vas a cachearme? –preguntó Sanji, girando ligeramente su cara, para mirarlo con su ojo destapado–. Te advierto que tengo droga escondida... –dijo con esa sonrisa que sabía que ponía de los nervios a Zoro.


No te vas a salir con la tuya, Sanji. Voy a hacer que te derritas. Zoro no sabía si era debido al licor de lagarto, o simplemente era culpa de Sanji, pero tenía unas ganas irrefrenables de besarle hasta que le sangrasen los labios.


–¿No te han enseñado que la droga es mala? –le miró de forma intensa.


Con su mano libre, empezó a bordear el pantalón de Sanji, intentando colar algún dedo, aunque era imposible con el cinturón que llevaba. Sanji tuvo la necesidad de morderse el labio, aguantando.


No ganarás tan rápido, pensó, intentando ahogar los sonidos que querían salir de su garganta.


–Será que me gusta hacer cosas malas –dijo volviendo a mirarle como antes.


Tenía ganas de girarse, de abalanzarse sobre Zoro, de tocarlo por todos lados, de arañarle y de morderle. Pero, a Sanji le estaba gustando demasiado su juego con Zoro, y no tenía permiso para tocarle.


–Vaya, vaya, tenemos respuesta para todo... –chasqueó la lengua, divertido.


Sin pensárselo dos veces, dejó el pantalón de Sanji y fue a por su camisa. Le descubrió los hombros, haciendo que la prenda se deslizase por sus brazos hasta llegar al codo. Su espalda también quedó al aire. Acercó el rostro y empezó a lamer la piel, primero por la nuca y después por los hombros.


–Estás delicioso... Y hueles tan bien... Me dan ganas de propasarme contigo... –gruñó—. Pero primero tengo que encontrar esa droga. Si me dices dónde la tienes, seré bueno contigo.


–Hmmm... –empezó a ronronear Sanji.


Apoyó la frente en la pared, buscando un punto de apoyo y dejándole un mejor acceso a Zoro para que hiciera lo que quisiera.


–No, no, no, no... Esto no funciona así... Es tu trabajo encontrarla... –dijo entre suspiros.


Zoro continuó jugando con la lengua sobre la piel de Sanji, a veces dejando algunos pequeños mordiscos para enrojecer la zona. En un momento, le soltó la mano y la camisa fue al suelo, aunque enseguida le agarró la muñeca otra vez –dejándole una libre.


Con la espalda de Sanji al descubierto, Zoro fue acariciando la piel sólo con las yemas y levemente las uñas, para conseguir que se erizara.


–Parece que por aquí no hay nada. Probemos en otro sitio –murmuró, jugando con la oreja de Sanji.


Su mano se paseó por todo el cuerpo de Sanji hasta llegar a su cadera, buscando la hebilla del cinturón, queriendo desatarla –aunque se le daba un poco mal con una mano sólo, y estando de espaldas.


Cuando Sanji habló, volvió a echar la cabeza hacia atrás, apoyándose en Zoro, respirando con fuerza. Creía que Zoro no era de preliminares, pero joder, cuando se ponía, los bordaba.


–¿Necesitas ayuda? –preguntó, al ver la dificultad de Zoro para desabrocharle el cinturón.


Bajó su mano libre hasta encontrarse con la muñeca de Zoro, bajando por el dorso de su mano, hasta llegar a sus dedos, intentando ayudarle. Zoro se movió un poco para que Sanji estuviese más cómodo, apoyado en él. Observó en silencio cómo deslizaba la mano encima de la suya, jugando con sus dedos. Le gustaba el contraste de la piel, la de Sanji blanca como la nieve y la suya más tostada.


Con su ayuda, Zoro consiguió desabrochar el cinturón. Después vino el botón, y bajó la cremallera sin problemas. Tiró del pantalón para que se deslizase hasta que su ropa interior quedó visible.


Se escupió en la mano y la metió dentro del bóxer de Sanji, buscando su miembro, que sacó por encima de la tela y empezó a masturbar.


–Veamos si la droga está por aquí...


Sanji gimió con algo de fuerza, sin poder evitarlo.


Con la mano libre, tuvo que sujetarse de la nuca de Zoro para evitar caerse. Con Zoro hablando y tocándole de esa forma, perdía la fuerza.


–Hmm... Busca... Busca bien... Puede que la encuentres...


Zoro soltó una carcajada, pero enseguida volvió a meterse en el papel. Comenzó a besar la mandíbula de Sanji, recorriéndola desde la oreja hasta el mentón, dejando pequeños mordiscos cuando creía necesario. Tenía muchas ganas de besarle, pero aguantaría un poco más.


–¿Qué tipo de droga es? ¿Se pincha? ¿Se esnifa? ¿Se fuma? ¿Se come...?


Sanji volvió a reírse, girando un poco la cara para dejar que Zoro siguiera besándole.


–¿Por qué debería decírtelo?


–Porque quiero saber con quién estoy tratando. Además, depende de la droga se aplica un castigo u otro.


Zoro movió un poco las caderas, restregándose contra Sanji cuando hablaba. Sanji se mordió el labio a la vez que se removió entre los brazos de Zoro, intentando no caerse.


–Ah... Puede que... Se coma... Pero eso... Tendrás que... A-averiguarlo...


Todavía cogido a su cuello, ni siquiera se dio cuenta del momento en que le arañó al cerrar el puño. Zoro emitió un jadeo ronco cuando Sanji le arañó. Le gustaba demasiado. No se había quitado ninguna prenda y le sobraban hasta los calcetines.


Aceleró el ritmo de su mano, siendo un poco brusco, al tiempo que le mordía y le besaba de forma desesperada. Por todo, por su mejilla, por su cuello y sus labios, bajando también a su hombro y por la nuca.


–Quiero esa droga, Sanji. La necesito –dijo con dureza, entre beso y beso.


–Búscala debajo de mi lengua –dijo Sanji en un susurro, girando su rostro en dirección al de Zoro.


La sangre le hirvió con esa provocación, y se lanzó de lleno a besarle. Soltó el agarre de su muñeca y subió esa mano por su torso, ejerciendo presión con sus yemas por todo el cuerpo de Sanji. Tenía que tocarle, no aguantaba tener sólo una mano sobre él.


–Necesito atarte con algo –murmuró contra sus labios, agradeciendo la calidez que emanaba de ellos–. No quiero que te escapes.


En cuanto Zoro le soltó y se lanzó a besarle, Sanji se abalanzó de lleno sobre él. Había aguantado demasiado quedándose quieto, sin que se le permitiera tocar o hacer nada, y no iba a desperdiciar ahora que Zoro se había distraído un poco. Sentía sus manos recorriéndole su cuerpo, una y otra vez, y Sanji tenía la necesidad de hacer lo mismo con Zoro.


–¿Con que lo de atarme iba en serio? –preguntó, abrazado a su cuello, con la mano enredada entre su pelo.


Zoro no se esperaba que Sanji se moviese tan rápido, pero no iba a quejarse. Dejó que se colocase como quisiese, y aprovechó para pegar su espalda a la pared. Ahora que lo tenía de frente, acompañó el movimiento de su mano con pequeñas embestidas, haciendo que el miembro de Sanji se restregase por la tela de su entrepierna.


–Si estás conforme –murmuró, esperando su opinión—. Aunque me gusta demasiado cuando me tocas y me arañas.


–Por mí está bien –respondió–. Átame y haz conmigo lo que quieras –dijo en su oído antes de morderle la oreja.


Zoro jadeó con ganas cuando Sanji le mordió la oreja. Después de decirle algo así, no podía controlarse más.


Buscó con la mirada algo que le sirviera como cuerda. Encima de una de las mesillas, había un corbatero con cuatro corbatas. No era lo ideal, pero serviría. Fue directo y agarró la primera, de color negro con finas líneas blancas. Volvió al sitio y puso otra vez a Sanji contra la pared, atándole las manos a la espalda con la corbata. No apretó mucho, lo justo y necesario para que no se pudiese mover.


Después, Zoro se desabrochó los pantalones y se quitó la camiseta, tirándola por ahí. No quería follar con las botas puestas, pero Sanji y él aún iban vestidos de cintura para abajo y no quería perder tiempo. Se sacó el pene y se masturbó unos segundos, hasta conseguir un poco de líquido preseminal. Estaba muy cachondo, y el licor de lagarto aceleraba las cosas.


Introdujo su miembro entre las piernas de Sanji, rozando con el glande su entrada –jugando con él. Después, volvió a agarrar su miembro y continuó masturbándole con ganas.


–¿Quieres matarme? No puedes decirme algo así... –jadeó contra su oído, notando el placer que provenía de la punta de su polla.


Tú sí que vas a matarme como no me prepares... Y luego te mato yo a ti.


Sanji estaba muy cachondo, iba a ofrecerle a Zoro algo de lo que él tenía guardado, pero decidió tomar la iniciativa y usar una de sus corbatas.


Venga, por qué no.


Estaba atado, con Zoro presionando detrás suyo, amenazándole con entrar dentro de él en cualquier momento. Sin poder evitarlo, sacó un poco el trasero hacia atrás, restregándose contra él, jadeando al notar el tacto del pene de Zoro en su entrada, cómo le masturbaba.


–Claro que puedo, una y otra vez... Átame-y-haz-conmigo-lo-que-quieras –dijo, dejándose llevar por el momento.


Pero como me la metas sin prepararme ni un poco, te la corto.


Zoro notó cómo le temblaban las rodillas. Eres un cabronazo.


Bajó la vista para ver cómo Sanji se restregaba contra él, viendo cómo su pene se perdía entre la piel blanca. Jadeó, era una imagen demasiado sexy hasta para alguien con tanto autocontrol como Zoro.


–Sa–Sanji... –gimió su nombre, cerrando los ojos y mordiendo su cuello–. Quiero que te corras en mi mano, y así podré usar tu propio semen para prepararte. Y después follaremos, y te volverás a correr. Te empotraré contra la pared hasta que tus piernas no aguanten. Y luego te llevaré a la cama y seguiremos follando.


Sanji soltó un profundo gemido al notar el mordisco de Zoro.


Dios, sí, por dios...


La mano de Zoro no había aflojado ni un poco, al contrario, cada vez iba más rápido, teniéndole cada vez más cerca del éxtasis. ¿Cómo no iba a volverse adicto a él? Era imposible no serlo. Todo en Zoro era demasiado intenso. La forma que le tocaba, cómo le mordía, cómo le besaba...


Joder, Zoro...


Su entrepierna dio un tirón cuando escuchó sus palabras, casi estuvo a punto de correrse en ese momento.


–Me... ¿Me lo prometes? –preguntó, con un hilo de voz y los ojos algo acuosos por el placer.


Zoro apretó la mandíbula al ver la cara de Sanji.


No me mires con esa cara que te la meto hasta las orejas. Maldito bastado, qué bueno estás.


–Te lo prometo –gruñó contra sus labios, antes de atraparlos para besarlos–. Voy a follarte de tal forma que no querrás probar a nadie más. Voy a conseguir que sólo quieras conmigo.


¿Pero qué dices, fantasma? Déjame en paz, estoy demasiado cachondo como para pensar.


Zoro aumentó el ritmo de su mano, al tiempo que sus embestidas eran más profundas. Cada vez, ejercía más presión contra la entrada de Sanji, abriéndola escasos centímetros con su glande.


Espera a que se corra. Espera a que se corra.


–Joder, Sanji... Voy a llenarte hasta que no te quepa nada más.


–Ah... Ah... Zoro... –Sanji era prácticamente incapaz de hablar.


Iba a correrse en cualquier momento.


–Más... Más... –suplicaba, pegándose más a Zoro, perdido en sus sensaciones.


Sentía la presión de su miembro intentando entrar en él, disimuladamente, como si se escondiera. Dolía un poco, pero, el placer que le estaba proporcionando lo sobrepasaba totalmente. 


–Más... Ah... –volvió a pedir entre gemidos y jadeos.


Estaba al límite.


Zoro le clavó los dedos en la cintura, haciendo que sus embestidas perdiesen el ritmo y empezase a restregarse contra Sanji como un animal en celo. No podía esperar más.


–Gime para mí, Sanji... –jadeó en su oído–. Eres increíble... Tan sexy... Me encantas...


Zoro succionó su cuello al tiempo que le masturbaba, marcándole con un chupetón. Le encantaba marcarle.


Ese chupetón fue su perdición.


La mano de Zoro no aflojaba, torturándole una y otra vez, llevándole cada vez más lejos. Sentir a Zoro, detrás suyo, restregándose contra él, contra su entrada, ese peligro de que cada vez estuviera más cerca de penetrarle. La anticipación le erizaba la piel, haciendo que lo sintiera todo maximizado.


Sanji no pudo lidiar con todo cuando Zoro empezó a succionar la piel de su cuello, haciéndole gemir todavía más fuerte. Notó como esa sensación caliente que llevaba un rato rondándole acabó explotando, haciéndole perder las fuerzas.


Sanji tiró la cabeza hacia atrás, totalmente a merced de Zoro, vaciándose por completo en su mano. Zoro vio cómo Sanji se derretía entre sus brazos. Era la sensación más maravillosa del mundo. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, ver a Sanji así le gustaba demasiado.


Las piernas de Sanji flaquearon y se cayó. Como tenía las manos atadas, no podía agarrarse a nada. Rápidamente, le agarró como pudo para que no tocase el suelo. Tenía una mano llena de semen, y le manchó un poco inevitablemente.


Le aupó, apoyando la espalda de Sanji sobre su pecho para que mantuviese el equilibrio.


Sanji estaba en la gloria. Zoro sabía cómo llevarle al límite de incluso no poder mantenerse en pie. Era demasiado. Respiraba con dificultad, estando todavía con los ojos cerrados, y con Zoro sosteniéndole como si fuera un muñeco. Porque, si fuera por él, ya estaría de rodillas en el suelo, sin poder evitarlo.


Le rodeó con un brazo para que no volviese a caer, mientras que la mano manchada la dirigió a su entrada sin perder tiempo.


—No voy a dejarte ni un minuto de descanso –le susurró, lamiendo su cuello como si fuese un helado.


Aun sintiendo el temblor en el cuerpo de Sanji, Zoro introdujo un primer dedo sin dificultad apenas. Sanji acababa de vaciarse, y su cuerpo estaba dilatado.


Sanji se sobresaltó con la intromisión. No se esperaba eso tan rápido, esperaba que al menos le diera unos minutos de margen, pero Zoro claramente no tenía esa intención.


Y eso le encantaba. Aún sin fuerzas, aun jadeando y aún sin haberse recuperado, que Zoro fuera así le excitaba. Era un auténtico animal desbocado, sabía exactamente dónde tocarle, cuándo, cómo y qué decirle para calentarle más a cada momento.


–Ah... –jadeó Sanji, notando como Zoro se movía en su interior.


Había usado su propio semen como lubricante, tal y como había dicho antes. Estaba comprobando en su propio cuerpo que Zoro iba a cumplir la promesa. Y eso hizo temblar a Sanji de la emoción.


–¿Ahora toca follarme contra la pared hasta que mis piernas no aguanten? Te recuerdo que soy un buen corredor... –dijo entre jadeos, recuperándose poco a poco, con su sonrisa y la voz llena de chulería, aun el estado en el que se encontraba.


Al menos ya podía empezar a mantenerse en pie por sí mismo. Casi.


A Zoro se le escapó una carcajada, un poco extraña debido a la excitación del momento. Casi parecía de hiena. Porque realmente estaba hambriento –hambriento de Sanji. Siguió con la preparación, notando cómo parte del semen se escurría por su antebrazo y el interior de los muslos de Sanji. Estuvo tentado de meter un segundo dedo.


Depende de lo que me diga.


–Casi acabas en el suelo de no ser por mí –respondió con una sonrisa ladina–. Me parece que tengo posibilidades.


–Me... Me gustará verte intentarlo... –dijo Sanji, apoyando la frente a la pared y arqueando un poco la espalda, intentando restregar su trasero contra la mano de Zoro.


Tú lo has querido. Viendo cómo Sanji se restregaba contra su mano, Zoro metió un segundo dedo sin pensárselo. Aún estaba muy estrecho, pero no iba a sacarlo. Los movía a buen ritmo, introduciéndolos hasta que notaba las nalgas de Sanji en sus nudillos. Metía y sacaba, a veces separando un poco los dedos como si fuesen una tijera para dilatar la zona.


–Creo que no estás en posición de fardar, teniendo en cuenta cómo estás suplicando por mi polla –murmuró, relamiéndose–. Lo noto en los dedos.


Sanji ahogó un pequeño grito al notar ese segundo dedo en su interior. Dolía un poco, y eso que estaba muy relajado, casi le ceden las rodillas, pero aguantó. Levantó la cabeza y la giró hacia Zoro, mirándole a los ojos, con mucha intensidad.


–¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? Puedo estar ansioso para que me la metas, y es no significa que vayas a tumbarme fácilmente –le dijo con esa chulería tan suya.


–Por eso me gustas tanto –sonrió.


Aprovechando que Sanji se había girado para mirarle, le besó con ganas, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo con esa mirada que le había echado. ¿Cómo es posible que cada día me ponga más que el anterior?


–Me parece que luego habrá que limpiar –Zoro se rio, notando cómo el suelo y parte de la pared se habían machado.


Sanji se giró para mirar el estropicio que habían hecho.


–¡Me cago en…! ¡Mi pared! –intentó quejarse, claro que con Zoro con dos dedos en su interior mientras le dilataba, se le hacía algo difícil.


Sanji era un chico muy limpio, casi a niveles obsesivos, y ver esa mancha no era que le hiciera especial ilusión.


Zoro chasqueó la lengua, divertido.


–No pienses en eso ahora, tenemos cosas más importantes entre manos –ronroneó en su oído.


Sanji se estremeció al escucharle tan cerca, en ese tono. Le hacía falta poco para volver a tenerle donde quería.


–¿Eso ha ido con segundas? ¿Tú? ¿Haciendo una broma? –preguntó, burlándose un poco de él


–Algo se me está pegando de ti –le mordió la oreja levemente, apenas un roce con los dientes.


Insistió con sus dedos, tenía muchas ganas de meterla. Tenía muchas ganas de cumplir lo que le había prometido a Sanji.


–Lo siento por ti –respondió Sanji con ironía.


Se estremeció al notar la intensidad de los dedos de Zoro en su interior. Ya había dejado de sentir molestia, y empezaba a sentir algo parecido al placer de nuevo.


–Joder, Zoro... –dijo, volviéndose a restregar contra su mano.


–¿Te gusta? –Zoro se relamió los labios.


Continuó con la preparación, a veces restregando su glande por los cachetes de Sanji. Estaba más duro que una piedra, tanto por el licor de lagarto como por lo que le gustaba Sanji.


–Joder, Sanji... –se echó para delante, sacando los dedos y presionándole contra la pared con todo su cuerpo–. Dime qué hago para meterla de una vez porque vas a hacer que me corra sólo de verte.


–¿Tan guapo te parezco? Vas a hacer que me sonroje –respondió, atrapado entre la pared y Zoro. 


Sanji sentía como su entrepierna empezaba a despertar. No estaba duro, de la manera en que Zoro lo estaba, pero sí iba despertando de nuevo. Notaba el duro miembro de Zoro presionar contra su entrada, tanteando el terreno, como esperando permiso para entrar. Esas ganas que Zoro le tenía era lo que le animaban a seguir, lo que estaba volviendo a encenderle.


Sanji echó la cabeza atrás, lo máximo que pudo, hasta lograr morder la mandíbula de Zoro, a la vez que se restregaba contra él, sabiendo lo mucho que le gustaba a Zoro.


–Me pones cachondo como un perro en celo –Zoro jadeó, dejándose morder.


Dejó de rodear el cuerpo de Sanji con un brazo y bajó la mano hasta una de sus nalgas, apretándola con fuerza y abriendo un poco la zona.


Está haciendo lo que quiere contigo, y te estás dejando. Ahora mismo no puedo hacer otra cosa.


Soltó un gruñido cuando su glande quiso entrar dentro de Sanji, parcialmente. Apenas había metido la punta, pero la humedad de la zona gracias al semen y el calor que emanaba del cuerpo de Sanji le instaban a continuar y adentrarse más aún.


–Sanji, Sanji... –gimió detrás de su oreja, de forma desesperada.


Sanji era perfectamente capaz de mantenerse en pie, por lo que su equilibrio no se vio afectado cuando Zoro dejó de sostenerle y empezó a jugar con su nalga.


–Ah... Joder... –dijo Sanji en cuanto notó como Zoro empezaba a adentrarse en él.


Más... Más, más, más, más, más...


Quería que Zoro siguiera adentrándose, que le follara contra la pared hasta que no fuera capaz de mantenerse en pie, y que luego siguiera follándole en la cama, atado, hasta que el mismo Zoro no pudiera más y le suplicara que le arañara.


Porque, sí, le encantaba cuando Zoro estaba tan desesperado para que le pidiera que le arañara. Igual que sabía que a Zoro le volvía loco que Sanji le hablara y le dijera de todo.


–Zoro... Vamos... Q-Quiero que... Que me folles... Duro... Muy duro... Contra la pared... Métemela hasta que se te quede en carne viva... Hasta que te corras, y no la saques hasta que vuelvas a correrte...


Zoro soltó un gruñido ronco, desde lo más profundo de su ser, cuando Sanji le dijo aquello. Era su debilidad que le hablase así, al igual que lo era que le mordiese o le arañase. Que le demostrase que estaba disfrutando cuando tenía sexo con él.


–Tus deseos son órdenes –le susurró, con la mandíbula apretada y sintiendo como el sudor le caía por la frente.


Sin esperar más, le apretó las nalgas y las abrió todo lo que pudo, introduciendo el pene lentamente, como si se estuviese deleitando con cada centímetro de su interior. Sin quererlo, mantuvo la respiración hasta que estuvo completamente dentro.


–Eres gloria bendita –fue lo primero que dijo, casi con la mirada perdida.


–Ah... Dios... –dijo Sanji, notando como Zoro iba entrando lentamente en él.


Apretó fuerte las manos, tentado de intentar desatarse, clavándose las uñas a sus palmas a falta de otra cosa.


Sanji estaba muy quieto, con la frente contra la pared, jadeando, la espalda algo arqueada, acostumbrándose a la sensación de tener a Zoro dentro.


–Dios... Me encanta tu polla...  ¿Vas... Vas a... Follarme de tal forma que...  No quiera probar a nadie más, Zoro..? –preguntó.


Que en ese momento no respondiera no significaba que no se hubiera quedado con su frase.


Escuchar sus palabras en boca de Sanji hizo que sintiera un escalofrío por todo su cuerpo. La voz de Sanji tenía mucho poder sobre él. Podría decirle cualquier cosa, hasta insultarle, que le seguiría pareciendo erótico.


–Sí... –dijo casi en un suspiro—. Eso quiero. Que me llames a mí cuando quieras esto.


Zoro agarró las muñecas atadas de Sanji con una mano, y la otra la apoyó en la pared. Estiró la espalda para cubrir el cuerpo de Sanji en su totalidad, lamiendo su cuello antes de empezar a moverse.


Al principio, dio un par de embestidas suaves y lentas, para que Sanji se acostumbrase a tenerle dentro. Pero estaba demasiado cachondo para ir despacio. Enseguida se movió más rápido, penetrando profundamente. Prefería llegar hasta el fondo que ir rápido, aunque ambas iban de la mano.


En cuanto empezó a moverse, jadeó sin control al oído de Sanji.


Sanji soltó un enorme gemido en cuanto notó se clavaba hasta el fondo, tirando de sus manos, afianzando su dominio sobre su cuerpo.


Me tienes justo donde quieres...


Veía el fuerte brazo de Zoro a su lado, apoyado en la pared. Se le marcaban los músculos y las venas. Que fuerte estás, cabrón.


Sentía a Zoro salir lentamente y entrar otra vez, llegando cada vez más profundo, obligándole a gemir cada vez que se clavaba en él.


–Oh, dios, solo... Solo quiero estar contigo... –respondió más sinceramente de lo que creía–. Zoro... Zoro... Me vuelves loco...


Zoro sintió una irrefrenable necesidad de tocar a Sanji. De morderle. De besarle. De tenerlo sólo para él. Dejó de apoyarse en la pared y enredó su brazo por la cintura de Sanji, acariciando su vientre bajo y dejando pequeños arañazos. Con su otra mano, apretó el agarre, ejerciendo más presión de la normal.


No pudo contenerse más y empezó a morder la nuca de Sanji, su cuello y parte del hombro. Mezclando los mordiscos con jadeos y gemidos, humedeciendo la piel y dejando un reguero de saliva.


–Repite eso... –Zoro tenía muchas ganas de escuchar las palabras de Sanji, no sólo durante el sexo–. Dímelo otra vez, Sanji...


–¡Agh! –gimió descontroladamente Sanji cuando notó los mordiscos de Zoro.


A él le encantaba morder, le salía solo, un instinto cuando estaba volviéndose loco de placer, y que se lo hiciera a él le indicaba que Zoro se sentía de esa forma.


–El... ¿El qué? ¿Que me... Vuelves... Loco? –preguntó sonriendo, burlándose un poco de él.


–¡No! –gruñó, frunciendo un poco el ceño al notar su timbre de voz.


Le molestó un poco que Sanji se pusiese vacilón en un momento así, no tanto por lo que estaban haciendo sino por lo que Zoro quería escuchar y lo que significaba para él.


–Dime que sólo quieres estar conmigo... –decidió agarrarle la cintura para poder embestir con más intensidad.


Sanji notó como el corazón se le detenía un momento, saltándose literalmente un latido. Cuando Zoro se ponía así... Tan... Tan intenso, como si Sanji realmente fuera lo más preciado del mundo, le desarmaba por completo. Él siempre había sido la última mierda, era una sensación totalmente nueva la de sentirse tan... Tan importante para alguien, incluso... ¿Querido?


No sabría decirlo, pero era agradable.


–Sólo... Sólo quiero estar contigo... Zoro... Sólo contigo...


Le asustó darse cuenta de lo ciertas que eran sus palabras.


El corazón de Zoro latía desbocado, más aún cuando escuchó aquello. No sabía si Sanji lo decía por el calor del momento o porque realmente lo sentía, pero era lo que quería oír.


Zoro subió la mano por el costado de Sanji hasta su mandíbula, girándole la cara y besándole como si le fuera la vida en ello. Era un beso un poco torpe debido al ritmo de las embestidas, y su lengua estaba llenando todo de saliva, pero tenía que besarle. Después de escuchar aquello, no podía no hacerlo. Le gustaba mucho.


Conoce tus puntos débiles demasiado bien.


–Me voy a correr, Sanji...


El placer carnal que estaba sintiendo, junto con todos los sentimientos que Sanji creaba en su interior, era demasiado para digerir. Y Zoro no estaba en posición de resistirse, al contrario. Sanji correspondió al beso de Zoro. Era desesperado, necesitado, algo torpe, pero no menos especial por eso.


–Pues hazlo... Dentro... –respondió a Zoro en sus labios, mirándole a los ojos.


No me mires así. Zoro se perdió en los ojos de Sanji. Los tenía tan cerca, y eran tan bonitos. Expresaban tanto. Y Zoro quería sentir esos ojos encima de él. Quería que le mirase así siempre. Te ha cazado pero bien.


Apartó la mirada cuando sintió que el orgasmo se apoderaba de su cuerpo. Descansó la frente sobre el hombro de Sanji, soltando un gemido profundo cuando se vació dentro de él, como le había pedido.


Sus embestidas fueron frenando hasta que Zoro dejó de moverse por completo, notando la tensión en sus piernas. Había expulsado bastante líquido. Antes de salir de él, alzó el rostro para mirar a Sanji.


Zoro estaba rojo por el esfuerzo, con la frente perlada de sudor, y la respiración muy agitada. Pero miraba a Sanji como si fuese un ángel caído del cielo –casi con adoración.


Sanji quiso mirarlo mientras se corría, quería ver esa carita contorsionada por el placer que él podía ofrecerle. Pero Zoro estaba apoyado en su hombro, así que tuvo que conformarse con sentir sus movimientos, escuchar su respiración, sus jadeos roncos, sus gruñidos.


Y era lo mejor que pudiera escuchar.


Todavía estaba mirándole cuando Zoro acabó de correrse. Las embestidas iban cada vez más despacio, y sentía el semen escurrirse entre sus piernas. Sanji no podía dejar de mirarle, esperando a que levantara la cara. Quería verle, lo necesitaba. Con las manos atadas, no podía alzarlo hacia él por mucho que quisiera.


Finalmente, notó que empezaba a salir y entonces lo miró, y no era para nada lo que hubiera esperado. Estaba guapo, tan sudado, jadeando. Su cara de sexo era demasiado perfecta, era terriblemente sexy. Pero eso no fue lo que hizo que se le detuviera otra vez el corazón.


No me mires así...


Era esa manera de mirarle, intentando captar cada detalle, sin perderse nada, como si Sanji fuera algo realmente valioso. Le intimidaba muchísimo. Eso, ese tipo de miradas, ese tipo de emoción que despertaba en él, le intimidaba mucho más que cuando Zoro intentaba ponerse duro con él. Rojo hasta las orejas, no pudo evitar desviar sus ojos de Zoro.


–¿Qué pasa? –preguntó.


Zoro sonrió levemente, su cerebro aún falto de sangre. Estiró el cuello para dar un pico a Sanji. Le faltaba el aire y no podía darle algo mejor.


Con algo de torpeza, fue tirando de la corbata hasta que deshizo el nudo, liberando las manos de Sanji. Dejó caer la corbata al suelo y paseó las manos por la cintura de Sanji, acariciándole como si fuese una muñeca de porcelana que en cualquier momento se iba a romper.


Apenas había recuperado la respiración cuando volvió a hablar, buscando la oreja de Sanji con la punta de la nariz.


–Vamos a la cama... –murmuró con el tono de voz más sensual que podía poner.


Sanji sonrió por las palabras de Zoro, pero no fue su sonrisa ladina, fue una más cálida.


–Ya sabía que al final lo acabarías pidiendo tú... –dijo acompañándole, tirando ligeramente de él hasta que ambos acabaron tumbados, de lado.

Notas finales:

Hasta aquí!!

Otro lemon por aquí!!! Si esque estos dos son demasiado calientes como para no hacerlo... 

Espero que los siguientes capítulos puedan venir con más regularidad, ahora que ya van acabando las obligaciones!!

Nos vemos en dos semanas!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).